No a la Zoofilia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Tenía yo 14 años y siempre le he tenido mucho amor a los animales, en casa había una perrita de raza poodle pero no la consideraba mi mascota 100%, pues nos la habían regalado cuando ella ya tenía como 3 años ó más, si bien era muy juguetona y cariñosa no siempre me hacía caso en todo. Yo quería un perrito que criara yo desde cachorro, ojalá macho y que nos conociéramos todas nuestras mañas mutuamente.
Ese verano fui a vacacionar donde una prima que vive en el campo, en donde tienen un par de perras y precisamente una de ellas había parido hace poco, estando compuesta su camada de 13 hermosos cachorros de los cuales la mayoría eran hembras, por lo que haciéndome la chistosa me aseguré asignándome uno de los machos a mi propiedad y apenas pude llamé a mamá pidiendo permiso para poder llevármelo a casa. A lo que accedió de malas ganas pues ya había una perra en casa y luego debía yo encargarme de los problemas que ocurrieran al respecto de eso. Pero no tuve mayor problema en que una anciana vecina me recibiera a la perra para que le hiciera compañía, ya que ambas se llevaban bien con los gatos.
Bueno, había escuchado hablar de la zoofilia pero encontraba aberrante que una mujer pensara en tener sexo con un cachorro tan tierno como mi perrito, era una idea que no cabía en mi cabeza, algo así como querer tener sexo con un niño impúber, no me lo podía explicar no entendía como podía haber gente que hiciera eso. Claro que entendía que debía ser con un perro adulto, pero mirando a mi cachorro de todos modos me parecía una aberración.
Pasaba el tiempo y veía a mi cachorro crecer cada día más. En un principio era muy divertido verlo orinar como niñita bajando su pelvis casi hasta el piso con su pilín dejaba posas por todos lados, pero luego cuando cumplió 7 u 8 meses ya levantaba una de sus patas traseras para orinar en un árbol o alguna pared notándose la roja y puntiaguda punta de su pene. Entiendo que a esa edad ya era un adolescente y obviamente ya no tenía las redondeadas formas de un cachorro, crecía muy rápido y entre los 14 y 15 meses ya tenía su tamaño de adulto, claro muy flaco aún lo que delataba su inmadurez. Pero ya cerca de los dos años estaba muy robusto y con toda su musculatura de perro adulto.
No sé en qué momento del paso de su adolescencia a la adultez dejé de jabonarle su vientre cuando lo bañaba, pues el hecho de sentir su pene al pasar mi mano por ahí me producía extrañas sensaciones, no sé si morbo o qué otra cosa pero prefería evitarlo. Pero eso no significaba que dejara de quererlo ni que dejásemos de jugar normalmente como lo hacíamos a menudo, Lo que sí me hacía quererlo un poco menos o sentir algo de recelo contra él, era cuando se desaparecía uno o dos y hasta tres días cuando se iba tras una perrita en celo, volviendo a casa flaco y a veces con algunas cicatrices, cosa que ocurrió unas cuatro o cinco veces hasta la fecha de lo que les voy a contar, cuando yo ya tenía 16.
Resulta que si un perro tiene la libertad de salir a la calle, con su olfato perfectamente puede encontrar una perrita en celo para tratar de ir a aparearse, lo que avalaba mi sentimiento de rechazo a la zoofilia. Anteriormente me cuestionaba el deseo sexual de una hembra humana para con un macho canino, pero últimamente me cuestionaba si un perro podía sentir deseo sexual `por una mujer y eso no paraba de dar vueltas en mi cabecita loca.
Era tanto lo que obsesionaba mis pensamientos esa idea, que estaba pensando en usarme como conejillo de indias o chivo expiatorio para probarme que eso no era posible. No era algo que tuviera planeado ni sabía cómo o cuándo lo podría hacer, solo era una idea que no dejaba de darme vueltas. Pero un día a fines de Febrero cuando acababa la temporada de vacaciones, mamá tuvo que salir con mi hermanito menor que tiene tres añitos para llevarlo a un control médico, al cual no los quise acompañar y quedé sola en casa con mi perro, calculando que tendría unas cuatro horas a mi disposición hasta antes que llegaran, pues la había acompañado antes demorándonos entre el traslado y esperas más o menos ese tiempo.
Se fue mamá y me puse muy nerviosa, no sabía qué hacer y me puse a pensar…………….., si actúo normal no habrá nada que lo incite o le permita tener alguna actitud de tipo sexual para conmigo, y decidí desnudarme pero sin acercarme a él en ninguna acción de esa connotación. Si se le ocurría hacer algo debía ser por iniciativa propia, y salí completamente desnuda al patio trasero a darle su alimento y llenarle su recipiente de agua, lo cual pese a mirarme muy extrañado lo tomó con relativa normalidad. La puerta trasera de la cocina siempre se maneja abierta durante el día en primavera y verano, pudiendo él deambular libremente por la casa.
Luego fui al interior de la casa y aproveche de mirarme de cuerpo completo en el gran espejo que hay en la habitación de mis padres, encontrando que me veía bastante atractiva más que deseable para cualquier hombre. Y estando segura de mi belleza, me preguntaba cual sería el concepto de belleza para los perros, pues al mío no le había llamado mayormente la atención el verme absolutamente desnuda. Pasaba el tiempo y fui a meter bulla con unas ollas en la cocina para ver si le llamaba la atención y entraba en la casa a verme, pero nada.
Había ya transcurrido cerca de una hora y deducía yo que no era imposible que un perro se interesara sexualmente por una mujer por sí solo, lo que confirmaba mi teoría y me ponía muy contenta. De tal modo salí al patio a jugar con mi perro, le hablé cariñosamente acariciándole la cabeza para luego rascándole el cuello y encuclillándome frente a él me puse a soplarle entre hocico y nariz, lo que pese a molestarle un poco lo toma como una invitación a jugar pero esta vez se tiró de espaldas en el piso para que le rascara el pecho. Lo que hice, pero no sin dejar de fijarme en su pene y como él se quedó tranquilito le rasqué hasta su vientre, alrededor de su aparato pero sin tocárselo.
Mi situación de desnudes estando sola en casa, sin poder sacarle los ojos de encima al pene de mi perro y el estar pensando en la zoofilia me estaban pasando una mala jugada, inevitablemente mi vagina se me había humedecido y sentía una especie de raro retorcijón en ella. Traté de no tomarle asunto a la reacción de mi sexo y seguí jugando aparentando total normalidad ante mi can, dejando de rascarlo y volviendo a soplarle en su hocico pero esta vez con mayor intensidad, lo que lo hizo ponerse de pie (en 4 patas) y lengüetearme el rostro a diestra y siniestra encajando un par de lamidas entre mis labios, lo que me dio cosa y levante mi rostro hacia arriba y él siguió lengüeteando pero mi cuello, por lo que opté a ponerme de pié y en esa acción de elevarme como mi perro siguió dando lamidas, un par de ellas dieron en mi seno izquierdo por un costado del pezón casi rozándolo.
Logrando esta última acción que mi piel se erizara por completo y sentía como que me orinaba de lo mojada que se puso mi vagina, lo cual mi perro notó y le llamó de sobremanera su atención, no despegando desde ese momento en adelante su nariz de mi entrepierna olfateándome como enajenado esa zona. Lo que me hizo entender que una mujer debe estar realmente excitada para llamar la atención sexual de un perro, y este era mí caso que sin querer había logrado excitarme pensando estupideces y queriendo probar algo de lo que ni siquiera estaba segura. Insistía él en meter su hocico entre mis piernas y estando yo de pié con mis manos le afirmaba su cabeza para que no llegara ahí y mientras entre que retrocedía o avanzaba de costado dirigiéndome a la entrada de la casa, como mi perro me rodeaba tratando de meter su nariz por algún lado no era mucho lo que podía recorrer en el sentido que necesitaba. Estaba metida en un problema que probablemente con reprenderlo o darle un par de golpes podría escapar, pero no sabía realmente que quería yo, si saber hasta donde era capaz de llegar él o hasta donde yo era capaz de permitirle.
Me cansé de estarlo afirmando y empujando para que no metiera su nariz donde no debía, tampoco quería tratarlo mal gritándole o golpeándolo pues no era su culpa, por lo que en el acto decidí taparme con mi mano derecha por delante y con la izquierda por atrás. Lo cual creo que no fue una buena decisión como para lo que yo pretendía que era evitar los embates de su lengua, pues a medida que giraba mis caderas en un sentido y en otro mientras con voz seria y calmada le decía “¡¡¡NO……, NO……, NO…..!!!”, él iba lamiendo por los costados de mi mano derecha en cada una de mis ingles, y yo estando a un par de metros de entrar a la casa le insistía “¡¡¡NO…., NO…, No…, nohh…, noohh…, nooooh, oooohh, oh, oh, ooooohhh…!!!”. Con cada lengüetazo hacía erizar mi piel cada vez más y mis pezones totalmente erectados solo me provocaban pellizcármelos, su lengua a cada instante más atrevida buscaba colarse por debajo de mi mano provocándome unas intensas cosquillas muy cerca de mi vagina.
No alcancé a decidir nada….!!!, simplemente me dejé llevar y me entregué al agradable cosquilleo de su lengua, mis manos lentamente se fueron despegando de mi entrepierna y mi voz sollozante le suplicaba “¡¡¡nooooh poooorrr favoooor…, nooohh!!!”. Encajó su nariz en triangulito de mi entrepierna lamiendo directamente mis labios exteriores haciéndome liberar mi retenida respiración liberándola en una seguidilla de sollozos y no tardé en separar mis piernas permitiéndole ir más allá, y su larga lengua en cuyo recorrido partía en la entrada de mi vulva rozando exquisitamente mis labios interiores y haciendo estremecer mi clítoris de las cosquillas.
Si bien aún era convencionalmente virgen, nunca me había privado de unas buenas masturbadas, pero jamás en mi vida había experimentado tal grado de excitación, no me explicaba cómo pude llegar hasta esa situación ni tampoco como no descubrí antes los beneficios de esa ávida lengua que tanto placer me proporcionaba. Estaba de pie reclinada para atrás con mi espalda apoyada en el marco de la puerta de la cocina, abriendo con mis manos los labios exteriores de mi vagina y disfrutando de mi primer orgasmo real (los anteriores con mi masturbación pasaron a ser juego de niñas), cuando repentinamente mi perro se me montó en mi muslo derecho haciendo movimiento de coito, tal como lo hacía jugando cuando cachorro. Pero ahora no era un cachorro, y me temía que sus intensiones eran reales.
Me despegué de la puerta caminando un par de pasos para adelante y mi perro dándome la vuelta por atrás se paró en dos patas y me tomó por la cintura continuando con su movimiento sexual, confirmándome su intención de copular conmigo….., dejándome asombrada al ver como en cada empujón de sus caderas la roja y aguda punta de su pene se asomaba dos o tres centímetros saliendo de su capullo. Estaba demasiado excitada pero no pensaba hacerme o dejarme penetrar por él, pues si estaba contra la zoofilia no podía consumar el estúpido experimento que ya me había hecho dejarme practicar ese tan exquisito sexo oral que estaba nublando mis ideas.
“¡¡¡No, cochino, déjame, si puedes ir a la calle a buscar una perrita en celo para dejarla preñada….!!!”….., “¡¡¡Sueeeltame, si conmigo solo desperdiciarías tu semen!!!”….., e imaginándome penetrada por él la descabellada idea de tener sexo por primera vez, sin protección y sin el riesgo de quedar embarazada me parecía muy tentadora…… Mi cuerpo decía que si y mi mente se negaba a acceder a los instintos de mi perro….. Mi instinto de hembra deseaba albergar un pene en su interior, pero mi conciencia me decía que no debía ser el de él.
Mi perro entre que me lamía un poco y que trataba de montarme, no me convencía de ceder a sus antojos. Pero lo mismo que había desatado mi excitación extrema y que despertó el instinto de reproducción en él, era lo que me llamaba la atención y estaba dispuesta a experimentar más profundamente, el pasar de su tibia y húmeda lengua por mis pezones era algo que quería probar con más intensidad. Y untando cada uno de mis dedos medios en mi mojada caverna vaginal luego los restregué cada cual en su respectivo pezón, arrodillándome en el piso sentada sobre mis tobillos para ofrecerle mis senos a que los lengüeteara, lo que hizo gustoso haciéndome erizar mis apéndices mamarios y poner la piel de gallina.
No debe haber sido más de un minuto que estuvo lamiendo mis pezones, pero eso bastó para hacer retorcer mi vagina e inundarla nuevamente con más de mis fluidos, por lo que levanté mi trasero de sobre mis tobillos quedando en la vertical sobre mis rodillas para untar otra vez mis jugos y depositarlos en mis pezones, posición que mi perro aprovechó para ir a lamerme por la retaguardia, lo que no pudo hacer bien mientras empapaba mis dedos en mi caverna, pero cuando los saqué para pasarlos por mis senos él encajó su hocico de tal forma en mi entrepierna que cuando lengüeteaba partía exquisitamente en mi clítoris sobando suavecito mis labios interiores para rematar cada lamida pasando por la entrada misma de mi vulva.
Inconscientemente mientras él lamía intensamente fui inclinando mi tronco para permitirle dar mayor profundidad a sus lengüetazos hasta llegar a apoyar los dedos de mis manos en el piso y arqueando para abajo lo más que podía mi vientre levantaba mi sexo dejándolo lo más expuesto que pude para mi perro. Y este animal viéndome casi en 4 patas no dudó en pararse en 2 patas y dejar caer su pecho sobre mi espalda aferrándose a mi cintura con sus patas delanteras, quería poseerme y no pensaba desistir en su afán de hacerme su perrita. No sabía yo si en sus escapadas tras alguna perrita en celo había logrado su cometido, ni que tanta experiencia podía tener en el sexo, solo sabía que en ese momento estaba afanado conmigo y yo estaba muy excitada……
Entonces respiré profundo dejando de lado mis principios y prejuicios, sabiendo que en la posición que estaba yo él no iba a poder penetrarme, pues quedaba bombeando en el aire, bajé con mis codos al piso y en el acto sentí su pene picoteando por mi entrepierna, no tardando en encontrar mi vagina e invadirla hasta lo profundo con su cálida, húmeda y traviesa herramienta, la cual no me dolió al entrar y bombeaba tan rápido que a los pocos segundos me tenía gozando como una verdadera perrita. Lo único que me pareció mal fue la desesperación con que lo hacía como si en eso se le fuera la vida o como si me quisiese matar a mí atravesándome con su pene de tan adentro que lo metía.
Bueno la incomodidad pasó enseguida cuando comencé a percibir a su pene colmar mi vulva e inundaba de placer mi sexo, ya sus movimientos no eran tan bruscos y la percepción de su cálido aparato latiendo en mi interior dio paso a un inolvidable primer orgasmo zoofílico que marcaría mi vida desde ahí en adelante, pues casi no soportaba las ganas de aullar o más bien no lo hice para no llamar la atención de los vecinos. Fue algo formidable la sensación de placer era indescriptible, tuve que tirar por el excusado mis ideas contra la zoofilia pues en el mismo instante decidí que lo volvería a hacer y no dejaría jamás de practicarlo.
Su eyaculación ya estaba en curso y su aparato sentí que no crecía más, pero pese a que su pene seguía latiendo mi perro se quiso bajar y ahí noté que no salía su miembro de mi vulva y supe en carne propia que un perro si podía abotonarse con una hembra humana, pero no me importó pues sentía fenomenalmente exquisito a ese aparato inundando a cada instante más mi inmaculado útero con interminables chorros de su cálido semen, lo que no hacía más que acentuar mi orgasmo en curso. Luego de unos 10 ó 15 minutos se deshinchó algo su nudo y nos pudimos separar, ahora siempre que podemos lo hacemos hasta saciar nuestras ganas, es algo muy rico que no pienso de seguir practicando….
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