Otra gran experiencia con Cosmo (2ª parte de "Una mujer normal, hasta que probé con mi perro")
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
En ninguna de mis sesiones zoofílicas le había mamado la verga al perro, sólo me dejaba follar por él mientras se la mamaba a mi marido, pero siempre sentía curiosidad por su penetrante olor y me intrigaba mucho su conocer su sabor, pero no me animaba, aunque había adquirido una gran afición a los videos después de la primera experiencia que tuve con él y que les conté anteriormente.
Una tarde mientras esperaba a que Juan llegara de una salida en bicicleta, me entretenía viendo un video de mis preferidos ahora: mujeres penetradas y abotonadas por perros (tampoco me había dejado abotonar ninguna vez por Cosmo), el cual era distinto, pues empezaba con una chica muy linda haciéndole una tremenda mamada a un Siberian Husky, pero al parecer le hizo tan rico, que el perro se vino en su cara, a chorros. Yo pensaba, si así fue solo con esa chupada, ¿cómo habría sido la cantidad si se hubiera dejado clavar? ¿A qué sabrá el semen de perro, será igual de agridulce como el de mi marido? Entre otras cosas, Juan ha sido el único hombre que ha pasado por mi chocho en toda mi vida, así que es el único semen que he probado, por lo cual no tengo más referencias y tampoco las estoy buscando.
Llamé a Cosmo y me senté a su lado, empecé a acariciarlo por su barriga, llegando disimuladamente a su miembro, lo extraje lentamente de su capuchón y se lo acaricié, en muchos relatos cuentan que al perro se le para inmediatamente, y que sale un miembro gigantesco y otro montón de mentiras, la tranca de un perro sí es muy grande, pero su tamaño máximo sólo lo alcanza estando dentro y cuando está a punto de soltar el delicioso y caliente chorro de semen en una vagina.
Continúo, se la saqué y me agaché para chuparla, pero me detuve sin motivo, lo llevé al estudio y repetí el video de la rubia con su cara enlechada y lo tomé como una clase virtual, jeje, sólo vi los primeros 15 segundos de la mamada y eso fue suficiente para iniciarme, me excité mucho al ver de nuevo la escena, me agaché y le di dos lengüetazos lentos mientras le acariciaba muy suavemente sus pelotas, noté cómo reaccionaba a mis estímulos y vi su verga crecer un poco, seguí con el trabajo y me entretuve tanto que no me di cuenta de la hora y cuando menos pensé, sentí que la puerta de la entrada se abría y solté al perro, me incorporé para salir a recibir a Juan y me llevé tremenda sorpresa al ver que había llegado con uno de sus amigos, afortunadamente escuché la puerta o de lo contrario, me habrían encontrado en semejante escena y quién sabe qué podría haber pasado. El amigo de quien ni recuerdo el nombre tomo un poco de jugo, llenó su termo con agua y se fue, afortunadamente para mí, pues Juan me preguntó por qué estaba nerviosa y le dije que estaba agachada haciendo algo y al ponerme de pie, se me agitó un poco la respiración, pero que no pasaba nada raro.
Al besarme como saludo, me dijo que tenía un sabor raro en mi boca, me aparté y le dije que no había comido nada diferente en la mañana, el perro salió a saludarlo y Juan notó que su trola estaba un poco salida, como un pintalabios y me miró con picardía y me preguntó que si había tenido una sesión fogosa con el perro pero sin él otra vez, pues ya había pasado que no aguantaba la calentura y estando sola, aprovechaba para echarme un polvo con el perro y luego en la noche remataba con Juan otro y algunas veces dos polvos, con los cuales quedaba más que satisfecha y dormía como un lirón. Le dije que había estado jugando e irónicamente y sonriendo con malicia le dije que no había logrado terminar, pues alguien había llegado a interrumpir.
Él entendió y me dijo que continuara como si él no estuviera allí, a lo cual le pregunté que si estaba seguro de su propuesta y simplemente cerró las cortinas y se sentó en la silla de la sala luego de quitarse su ropa mojada por el sudor. “¿Estás seguro de querer ver lo que estaba haciendo?” Me respondió que sí con la cabeza, entonces llamé de nuevo a Cosmo y seguí en lo que estaba cuando él llegó, cuando vio que acercaba mi boca a la escondida tranca del perro, se quedó de una pieza, abrió sus ojos más de lo normal y me dijo: “Me dijiste que no habías comido nada raro en la mañana”.
Le respondí, “son las tres de la tarde, la mañana se acabó a las 12 y esto empecé a comerlo hace como media hora apenas”, me dijo que ya entendía el sabor de mi boca y se acomodó acariciando su verga y diciendo “esto va a estar muy interesante”. “Espero que sí y que sea bastante”, le respondí con la verga casi en la boca.
Me deleitaba lamiendo ese sabroso cilindro de carne y hueso y viendo como crecía un poco, seguí en mi labor como 5 minutos, alternando lamidas y chupadas profundas y otras cortas, pero ya estaba cansada por estar apoyada en mis rodillas sobre el piso, así que me acomodé sobre mi hombro derecho y puse mi cuerpo paralelo al del perro, de forma que mi chocho quedaba al frente de su cara, pero sabía que el perro nunca había hecho un 69, así que no podría esperar que lo intentara. Levanté mi rodilla izquierda y acerqué mi chimba que a estas alturas ya estaba muy mojada por lo que estaba sucediendo y por lo que había hablado con Juan, además, se me estaba pasando por la mente una idea muy loca, la llevé hasta el hocico del perro y este de inmediato sintió mi olor y me pasó la lengua, sentí el mismo corrientazo de la primera vez que lo hice y que les conté en el relato anterior, tan fuerte que apreté su verga en mi boca y le salió su líquido lubricante característico, por fin estaba probando el sabor de la verga y los líquidos previos de un perro y la verdad, era delicioso, miré a mi marido y estaba embelesado con la escena, así que en ese momento le dije que iba a hacer algo, a ver qué se le ocurría hacer a él. Me puse en cuatro patas sobre el perro, en forma del tradicional 69 con la mujer arriba y seguí en la mamada más impresionante que hubiera hecho alguna vez, mientras tanto el perro me lamía muy rápido y seguido mi chocho que estaba escurriendo jugos, tan rápido, que yo sentía que estaba por llegar mi primer orgasmo, el cual sólo demoro unos cuantos minutos más en aparecer, sentí muchos más corrientazos, pero esta vez por toda mi columna, desde la parte interna y posterior de mi gran raja y se iba hasta la base del cerebro, me quedaba sin fuerzas, volvían a mí, la sensación subía y bajaba, se chocaba en la mitad del recorrido y sentía cómo salían más jugos de mi gran cavidad, creía que me iba a desmadejar, pero haciendo un gran esfuerzo lo evitaba, pues caería de bruces sobre el perro y con seguridad lo lastimaría y se acabara el placer, me imaginé nuevamente lo que quería que pasara con mi marido y fue como telepatía, pues de inmediato Juan se levantó de la silla y se dirigió a mi gran culo, que en ese momento estaba bien parado y se le ofrecía gentilmente a sus ojos y obviamente esperaba que su rica verga lo taladrara, él simplemente dijo “con permiso” y me lo clavó de un envión hasta el fondo de mis entrañas, en mi conejo, sentí que mi oscura vagina estaba llena de carne con su verga, me la empujó dos o tres veces y la sacó lentamente y me dijo que allí sólo entraba para mojarla bien, pues su objetivo era otro orificio, el más apretado, el asterisco.
Puso la cabeza de su pene hinchado a la entrada y empezó a bombear, pero sin entrar, él sabe que eso me enloquece a tal punto de que llega un momento en el que yo lo empujo tan fuerte hacia atrás con ganas de tenerlo todo, que no queda un solo milímetro por fuera de mí; miré por debajo y vi cómo el perro alternaba lametazos entre mi chocho y sus testículos y no aguanté más, hice mi empujón característico y sentí su verga tan gorda como nunca antes, me quedé quieta para sentirla completa y empecé a moverme muy despacio mientras el perro seguía en lo suyo y yo en lo mío, No podía creer que tenía mi mano izquierda en mi clítoris estimulándome, la verga de Cosmo en la boca y la de Juan en mi culo.
Sentí que me salía de mi cuerpo y vi esa escena desde afuera, me sentía plena, pero ahora quería llenar mi chimba, mi rajita estaba pidiendo a gritos que la clavaran, pero no quería sacar la verga de Juan de mi culo, así que me incorporé un poco, tomé a mi hombre por sus nalgas y me fui hacia adelante con él, sin sacar su gran trozo de mi culito, al parecer entendió mis intenciones y me ayudó con el movimiento, dimos tres pasitos gateando sobre nuestras rodillas hasta que con la mano derecha tomé la verga de Cosmo y la sostuve izada, la apreté para que se engordara un poco más y me acerqué hasta tenerla en los labios de mi chocha, me acerqué un poco más, me la froté hacia adelante y hacia atrás y un poco hacia adentro, en los tres centímetros mágicos y placenteros de la entrada de la cueva del placer: mi gran chochón, no aguanté más la espera y me senté lentamente sobre ella, sentía que entraba como cuando hay una escena en cámara lenta, percibía cada centímetro de esa bella y deliciosa tranca entrando en mi caverna, Juan estaba quieto, maravillado, extasiado con la escena, aunque no podía ver lo que pasaba, pero sabía qué era, me preguntó por lo que sentía en aquel momento y lo único que pude hacer fue girar torpemente y callarlo con un gran beso en su boca, un beso obsceno, con mucha lengua por los aires, me sentía plena, no quería nada más, le dije que me bombeara duro y que se viniera rápido, era como un desafío, un reto para él, pues sabe que cuando le digo eso, lo estoy provocando para que se demore y él siempre lo logra, me bombeó despacio, pero profundo, en cada embestida metía y sacaba su verga completa de mi culo, a veces la sacaba del todo y volvía a entrar, yo me sentía como una cascada por ambos agujeros, pues Juan produce mucho líquido preseminal y me tenía inundado el culo, igual que Cosmo me tenía el chocho.
Juan hizo un movimiento que nunca había hecho, algo como levantarse y clavarme de arriba hacia abajo, lo cual hizo que su verga se chocara con la de Cosmo, separadas solo por la delgada membrana que divide el culo de la chocha, ese movimiento y el imaginarme el roce de esas dos vergas dentro de mí, me hizo venir a cántaros, esta vez no pude controlar mis espasmos y sentí que mis rodillas se fueron hacia los lados y caí sobre Cosmo, que no se inquietó por ello, mi cuerpo se fue hacia adelante y sentí una de las más grandes corridas de Juan en lo que llevamos juntos, tanto que por un momento se salió, me descargó un gran chorro en la espalda, me clavó de nuevo y siguió descargándose adentro.
Cuando terminó de venirse en mí, me enderecé haciendo que Cosmo se saliera despacio de mi dilatado conejo y me puse en cuatro patas, para quedar a su entera disposición y me clavara como a mí y a él le gusta, le dije a mi marido que se acercara para mamarle su verga que escurría y así no dejar perder esa gran cantidad de leche que empezaba a caer al piso desde su brillante tranca, que se mantenía casi erecta después de la función anal; mientras se la chupaba, Cosmo adoptó su posición que ya conoce de memoria y me clavó en el primer intento, no se fue hasta el fondo, pero empezó un bombeo vertiginoso por lo que supe que estaba a punto de llenarme el agujero que faltaba por su dosis de leche caliente y espesa, en una de sus embestidas sentí su verga en el fondo casi contra mi útero y por primera vez y afortunadamente estaba muy dilatada, sentí su bola entrando, no me dio tiempo de nada, sólo me di cuenta de que un gran nudo había traspasado la frontera que nunca había podido pasar, porque yo siempre evitaba el abotonamiento, pero esta vez el sentir algo del doble de grueso de las dos únicas vergas que conocía y que me habían perforado, me hizo ver estrellas por la gran excitación y me relajé hasta el punto de no sentir molestia por esa gran bola dentro de mí, no pasó un minuto para estar llena de leche caliente de perro en mi vagina, sentía cómo cada chorro pegaba en el fondo y se repartía por todas las paredes de mi cavidad, todas estas sensaciones juntas hicieron que me viniera de nuevo en un gran orgasmo y esta vez me dejé desmadejar, caí al piso en un trance total, sabía lo que pasaba, aunque sentía que estaba como inconsciente, fue el mejor orgasmo múltiple que había tenido hasta ese día, ¡y había tenido muchos! Pero esa vez constataba lo que dicen muchas mujeres de que es como una muerte chiquita.
…Estaba tirada (literalmente y por partida doble, en mi país tirarse a una mujer es follársela) en el piso, con mi marido al frente y una semierección, mi perro encima arrodillado, pues no había ni siquiera intentado sacar su nudo, y en un éxtasis total, sólo quería quedarme quieta y seguir disfrutando lo que me recorría por dentro, el escalofrío, el calor intenso, las oleadas de placer que viajaban por mi columna, la leche de mi marido en mi espalda y en mi culo y la de Cosmo en mi chocho, el sabor de esas dos deliciosas vergas en mi boca, sólo quería esperar a que el tiempo se detuviera y ese inmenso placer no se acabara…
…No sé si me quedé dormida o si me desmayé por causa del placer, pero el caso es que me fui, no supe nada de mí durante un rato, cuando abrí los ojos, empezaba apenas a oscurecer, serían las 5:30 aproximadamente, me hice consciente y sentí a Cosmo que ya se había desabotonado y estaba lamiendo toda la crema líquida que escurría de mis orificios, mientras mi marido estaba sentado acariciando mis nalgas, llegando muy cerca de mi asterisco, lubricándolo de nuevo con lo que salía de mi raja, lo miré y le dije: “¿No quedaste satisfecho?”, me dijo que sí, pero que siempre se le antojaba más y que se estaba imaginando cómo sería mi placer si me penetraban los dos nuevamente al mismo tiempo… ¡pero intercambiando los orificios!
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