Pareja sumisa atada
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por parejaatada.
Aquel día me impresionó el correo que recibí de mi novio. Me dijo que me proponía una tarde diferente. Me citó en casa, a las cinco de la tarde, y que le esperara vestida sólo con un conjunto de ropa interior negra, sujetador y tanga, y unos zapatos de tacón. También me dijo que en el buzón encontraría una venda para los ojos. Que me la colocara, y esperara de cara a la pared, en la pared, delante del armario.
Eso hice.
También me dijo que cuando llegara no preguntara nada, no dijera nada, ni tan siquiera un simple “hola” ni preguntar si era él, que estropearía la magia de la fantasía. Así que cuando se abrió la puerta ni tan siquiera le saludé, y cuando comencé a notar las cuerdas que las enrollaba a mis muñecas tampoco se lo impedí. Aquello tenía mucho morbo. Los brazos con un montón de cuerda, que me daba vueltas por el cuerpo y por encima el pecho, y con las manos que me habían quedado a mitad de la espalda, sin poder moverlas ni subirlas ni bajarlas ni desatarme. Después noté que me tocaba los labios, que me los empujaba hacia arriba, como queriendo decirme que abriera la boca. Eso pensé, eso hice y eso era, porque al momento noté como una pelota redonda en mi boca, y una correa que cerró con fuerza a lo máximo que pudo detrás de mi nuca. Noté que la cubría con algo, era como una cinta adhesiva pero no de plástico sino de tela.
La forma en que lo hace, perverso y como si fuera un extraño, sin sentimiento pero con mucha pasión, era excitante. Después me tumbó encima de la cama, y en casi un minuto ya me quedé con las piernas muy abiertas, atadas a los extremos de las patas de la cama. Estaba tan abierta que me tiraba un poco el abductor, y no podía cerrarlas nada.
Lo que no sabía en ese momento es que ése no era mi novio. Él también había recibido un correo. Le citaba en casa, dos horas antes, diciéndole que era yo, y que esperara desnudo. Que encontraría una venda para los ojos. Que se colocara la venda, y que no preguntara nada, que no dijera nada, ni tan siquiera un simple “hola” ni preguntar si era yo, que estropearía la magia de la fantasía.
Lo supe cuando aquel extraño encapuchado me quitó por un instante la venda de la ojos.
– “Mira a tu novio”.
Atado a lo bestia. Los brazos con un montón de cuerdas, como yo, que le daban vueltas por el cuerpo y por encima el pecho, y con las manos que también le habían quedado a mitad de la espalda, sin poder moverlas ni subirlas ni bajarlas ni desatarse. Una bola de mordaza, y una tela adhesiva blanca que le cubría por encima, le impedía hablar. Era la misma tela que le cubría los ojos y los oídos, en un grosor que casi parecía que entre la boca y los ojos y lo oídos había gastado el rollo entero.
Las piernas, era increíble, atado por tobillos, por rodillas, y por arriba y por abajo, y por los muslos. Venía a saltos muy cortos, casi de dos centímetros andando como un pingüino, porque no podía más.
Lo miré, y al instante volvió a vendarme los ojos, ahora como él, con la venda adhesiva.
– “Vas a disfrutar mucho” – me susurró al oído – “y te voy a estar follando sin parar hasta que estés agotada y rendida. Y cuando acabé contigo, me lo follaré a él”.
Imposible desatarme. Y tampoco mi novio. Sin quitarme el tanga, y poniéndome primero la mano por encima del tanga y después por el lado, primero me masturbó con los dedos, encima del clítoris y sin prisas. No paró hasta que tuve mi primer orgasmo, y cuando lo tuvo me metió un dedo por el coño. Después dos, los movió, y yo estaba loca de excitación, y cuando me sacó los dedos para meterme el vibrador le hubiera dicho que le pertenecía y que estaba a su disposición para que hiciera conmigo lo que quisiera.
No sé cuánto fue. Quizá media hora, pero yo no estaba cansada. Quería que me follara, y cuando escuché el ruido del condón dije “por fin”. O pensé, porque decir no podía. Noté la punta de su polla y la entró toda hasta que sus pelotas chocaron contra mí. Empujaba, la metía a ratos suave a ratos fuerte, y agarrándome de las caderas me daba unos fuertes embestidas que sólo las cuerdas soportaban.
Estuvo mucho rato follándome. Jugaba con su polla. La restregaba, le metía un poco y la sacaba hasta que me la metía entera. A ratos me follaba con más fuerza, y me decía que gritara todo lo que me dejaba la mordaza, que mi marido aprenda como se folla a una zorra como yo, que vea lo zorra que puedo llegar a ser.
Cuando se corrió me dijo que iba a por mi novio. Me dejó allí atada, y le dijo:
– “esto es lo que vuelve loca a tu novia, y ahora te voy a volver loco a ti”.
No supé lo que le hacia hasta que me lo explicó. Escuchaba a mi novio gemir loco de placer, se lo pasaba genial, y me explicó que le estaba torturando los pezones, que se los retorcía, que se los pellizcaba, y que él se doblaba de dolor, que no se podía mantener de pie.
Se aseguró de dejarnos agotados. Estuvimos más de tres horas los dos atados, más las dos horas que mi novio ya llevaba de antes. Después me desató sólo a mí las manos, y me dijo que el resto de nudos los desatara yo. Que podía, pero que me llevaría mucho tiempo, pero que podía, y que no me preocupara, que nos volveríamos a ver. Que íbamos a ser su pareja esclava, si le gustaría, le hice que sí con la cabeza, y se fue.
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