Por ebria un perro me hizo suya
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Debo reconocer que no soy una señorita cuando de beber se trata, pero solo me excedo cuando estoy en confianza con amigos íntimos o en familia, pero este no fue el caso, solo se trató de la coincidencia de otros factores que se dieron y me hicieron caer en una profunda borrachera.
Lo primero fue que cuando pagué la cuota de asistencia no pregunté cual era el menú, lo segundo era que en esos días estaba peleada con mi esposo, y por último que no faltó el buen compañero de trabajo comprensivo que sirvió de paño de lágrimas.
La reunión fue en la parcelita de uno de los jefes de mi área, donde había una bonita piscina, buen césped, un gran quincho y jardines varios con flores y arbustos floridos autóctonos. Lo malo que el asado era un cordero al palo, carne la cual no como por haberme empachado en la infancia con ella, y desde entonces me causa repugnancia, a lo cual estúpidamente me dije, no importa con picadillos y trago enteraré mi cuota, haciéndome la idea de beber más que el resto, primer error. Ya cuando me hizo algo de efecto el alcohol, comencé a recordar el problema que habíamos tenido con el imbécil de mi marido, y bebía con rabia sin siquiera sentir el sabor del trago, segundo error. Por último un “fiel compañero” se quedó a mi lado escuchando mis penurias, lo que me dio confianza para seguir ahogando mis penas en alcohol, pensando que me acompañaría hasta el final, y quien sabe si podíamos pasar a algo más, miren que con el trago me pongo algo ligerita de nalgas y a mis 35 aún mantengo una figura bastante deseable, último y nefasto error, al parecer se aburrió de mi charla y me dejó sola.
Estaba sentada en una reposera a la orilla de la piscina y tanto líquido ingerido estaba reclamando salir, no aguantaba más las ganas de orinar, pero tenía bastante miedo de ponerme de pié, algo de conciencia tenía del grado etílico en que me encontraba. Hice el mayor de mis esfuerzos y posicionando mis pies a una buena distancia que me permitiera mantener el equilibrio, estiré mis piernas levantando mi redondeado trasero y finalmente ya me había parado.
Pero quedé ahí, inmóvil, no me atrevía a dar un paso, el mundo se me daba miles de vueltas y el baño estaba muy lejos, miré hacia donde estaba el resto de mis compañeros y estando segura que nadie me miraba me fui tambaleando hasta detrás de una jardinera de arrayanes (arbusto alto florido) e inmediatamente oculta, bajé mis pantalones casi hasta los tobillos producto del impulso de la agachada. Ya estando en cuclillas antes de lanzar el primer chorro, recordé que debí bajar mis pantalones solo hasta las rodillas, puesto que en donde estaban me los orinaría.
Aproveché que el borde de la jardinera no estaba tan alto y apoyándome en él, me senté ahí a regar las matas con mi agüita amarilla. Debido a lo brusco de mi agachada el mareo se incrementó de sobremanera, especialmente en mi cabeza, que una vez aliviada mi vejiga al inclinarme hacia delante para subirme los pantalones, me iba yendo lentamente de bruces, como noté que podía recuperar el equilibrio y las piernas no me respondían, tiré mi mano derecha hacia atrás afirmándome de una rama para tratar de evitar mi caída, pero fue en vano. La rama cedió y solo logré cambiar la dirección de mi precipitar al suelo.
Como no solté el pantalón con mi mano izquierda, quedé de bruces en posición semi-fetal paralela a la jardinera. La humedad del césped en mi rostro alivió mis ardientes mejillas, y no sé si fue eso que me relajó e hizo dormir, o sencillamente me desmayé. Pero estaba experimentando un húmedo sueño erótico.
Soñaba que mi “fiel compañero” me aplicaba un exquisito sexo oral en mi depilada vagina, su lengua era muy larga y hábil, me hacía gozar de una manera sin igual, que parecía que no era humana, incluso hasta cuando me lamía el ano se sentía riquísimo. Se devoraba todos mis fluidos e incursionaba al interior de mi vulva penetrándome con ella. Era un sueño tal real que hasta podría asegurar que tuve un buen orgasmo durante él, mientras dormía.
Lo que me hizo despertar y volver a mi ebria conciencia, fue cuando me sentí penetrada de un solo ¡¡SSSUUUACATE!!, me dije ¡¡Oohh!!, mi “fiel compañero” ha vuelto por mí. Pero cuando sentí un fuerte apriete en mi abdomen y un exageradamente brutal mete y saca, me extrañé demasiado y quise saber lo que pasaba, tantee las manos que me agarraban y no eran las del compañero que esperaba, ni las de ningún otro, eran las patas de un perro, el labrador negro del dueño de casa que me estaba violando.
No pude atinar a nada, mi borrachera me tenía sin fuerzas para defenderme, ni siquiera pude gritar para pedir auxilio, solo me quedé ahí sintiendo como el pene del animal entraba más y más, llenando por completo toda la cavidad de mi agradecida vulva, debido a mi estado etílico no dimensioné el tamaño de la aberración que estaba siendo objeto, y simplemente me dediqué a gozar de aquello.
El miembro del animal me estaba haciendo disfrutar como nunca antes de una relación sexual, rozaba el lugar exacto en el interior de mi vagina que me hacía explotar, no aguanté más y un exquisito orgasmo terminó de embriagarme por completa.
Mi goce iba creciendo y creciendo, hasta que su abundante y cálida eyaculación inundó mi útero, provocándome un aullido de placer. Me había hecho su perra y aún estaba sobre mí, mientras su pene seguía palpitando en mi interior y prolongando mi éxtasis. Cuando no hubo más latidos, el can se volteó pasando una de sus patas sobre mis nalgas, quedando traste con cola sin que su miembro saliera de mi vagina, me di cuenta que se le había trabado cuando jaló y mi vulva parecía que se me iba a dar vuelta, pero en el segundo y más fuerte tirón me sacó su herramienta como si se tratase de un corcho, pues sonó como tal y dio paso a que salieran todos los líquidos excedentes de mi ahuecada cavidad, escurriendo por entre mis piernas hasta el césped, los residuos fueron lamidos y absorbidos por el mismo perro.
El cálido lamer en mis piernas, produjo en mí un profundo relax que me indujo a seguir durmiendo. Cuando desperté ya estaba comenzando a aclarar el cielo, eran las primeras luces del alba, y supe que no se había tratado de un sueño por la sensación en mi vagina y porque aún quedaban restos del charco de esperma entre mis rodillas en el pasto. Además que al ponerme de pié y subirme los pantalones, parece que el can venía por la repetida, ya que se acercaba moviéndome la cola, con la punta de su pene asomando desde su funda y olfateándome insistentemente la entrepierna.
No había nadie y al parecer pasé por desapercibida en donde quedé oculta, de modo que aproveché que la reja de la salida no estaba con llave y me marché teniendo que caminar como un kilómetro y medio para llegar al camino principal y poder tomar locomoción.
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