Por un inocente juego después de la piscina
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Lo que les narraré a continuación, me sucedió en mis inocentes trece años, en que por un simple juego terminé siendo violada por el perro de mi primo.
En mi niñez usualmente en verano visitaba la casa de una tía, hermana de mi mamá, en donde tienen piscina y aprovecho de bañarme y jugar con mi primito seis años menor.
Resulta que a mi primo le regalaron un perrito que para el verano de un par de años atrás tuvo entre los dos y cuatro meses, al cual no podíamos bañar ni mojar pues estaba en periodo de vacunación, entonces alternábamos entre horas de baño y horas de juego con el cachorro. A mi el juego que más me gustaba era ponerme de frente a él arrodillada y apoyada en mis codos arrastraba muy rápido las palmas de mis manos sobre el piso pasando una sobre la otra, como escarbando haciendo una especie de batidora, lo que lo ponía muy nervioso ladrando y arañando el piso hasta que pegaba un gran salto hacia atrás o para un costado, lo cual nos producía mucha risa a mi primo y a mí.
Pero este verano, el en que ocurrió lo que les quiero contar, si bien aún era un perro joven, la mascota de mi primo ya no era un cachorro, había crecido bastante durante el par de años que no lo había visto pues el verano intermedio había ido a vacacionar a otro lado, pero siempre juguetón como él solo. Ese día fue un primo de mi primo, que es por parte de su papá y es solo dos años mayor que él, por lo que no me prestaron mucha atención y tendían a jugar solos, además que por ser mujer inconcientemente me aislaban. Prácticamente me utilizaron cuando quisieron hacerle una broma al perro, que no le gustaba mucho el agua y ladraba desde la orilla cuando lo salpicaban.
Mi primo lo llamó pues era a él a quien más le obedecía, el otro niño se ganó cerca de las espaldas del perro y yo me quedé pegadita a las espaldas de mi primo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca el otro niño lo afirmó para que no retrocediera y yo lo tuve que tomar de las patas delanteras forzándolo a darse un chapuzón en la piscina, a lo cual el pobre perro reaccionó nadando rápidamente a la orilla para poder salir. Pero como era de suponer, ellos después se quedaron jugando solos.
Y el mojado can, después de sacudirse lo más que pudo el agua, se gano a buena distancia echado al sol para secarse. Yo me aburrí de chapotear sola y fui a orinar al baño, percatándome que no estaban mis tíos que dejaron una nota en la cocina que iban de compras al supermercado y volvían en una hora o dos, de vuelta de aliviar mi hinchada vejiga, el perro estaba parado en la puerta de la cocina moviéndome la cola y con ojos de pena. Pensé, en vez de tratar de jugar con ese par de pesados, mejor me quedo aquí jugando con él que si me toma en cuenta y se merece mi compañía.
Me tiré de rodillas al suelo y traté de hacer el truco de la pasada de manos por el piso, pero apenas logré que tratara de aplastarme las manos con las suyas, y estando tan cerca entrelazó su cuello con el mío y me cargó hacia el lado, estaba tan grande que era como de mi porte así en la posición que estaba, y casi me botó por pillarme descuidada…………. Así que con esas andamos!!, le dije, y le devolví el empujón, a lo que se dio por entendido que estaba dispuesta a seguir su jueguito.
Por lo que arremetió con un empujón más elevado y tratando de poner una de sus manos por sobre mi espalda, lo que no le permití empujándolo rápidamente por un costado y girándome al sentido opuesto por donde había tratado de atacarme,………………….., querías usar las manos también?? Pillín!!, y procuraba mantenerme de frente a él sin que pudiera atacarme por los costados, mientras jugábamos a nuestra especie de lucha, que en ocasiones llegábamos a quedar abrazados en el aire, viendo quien era más ágil y le ponía las manos sobre las espaldas al otro.
En una de esas embestidas aéreas, al perro al bajar sus patas delanteras se le enganchó una uña en el nudo de las tiritas de un costado del calzón de mi traje de baño, quedando este desatado de un costado, a lo cual no le di mucha importancia, pues estaba preocupada que el perro no me venciera, pero me estaba cansando y con el movimiento del juego la tanga se me había ido para el único costado donde estaba amarrada, deslizándose luego por el muslo hasta la rodilla, quedando todo mi trasero al descubierto.
Me preocupó que uno o ambos muchachos entraran y me vieran toda la entrepierna al desnudo, por lo que reprendí al perro para que dejara de jugar, poder incorporarme y ponerme mi prenda de baño, pero el muy porfiado no paraba y seguía en su afán de ponerme las patas encima.
Ya, ya, ya, ya!!!, me ganaste, no juego más!!!………, le dije y sin hacer caso a lo que hiciera, me enderecé sobre mis rodillas, a lo que el perro se ganó inmediatamente a mi retaguardia poniendo su hocico sobre uno de mis hombros y abrazándome por la cintura, di vuelta mi cara hacia el lado contrario y me incliné para tomar mi tanga, instancia que el can aprovechó para poder rodearme bien con sus patas delanteras, encajándome las uñas en el bajo vientre, haciéndome doler y volver a mi posición de cuatro patas.
Ya mi tronco en horizontal, el perro se agarró aún con más fuerza y comencé a sentir algo que resbalaba por entre mis glúteos. Ahí me di cuenta de lo que estaba a punto de ser victima. Siendo pequeña algo me habían hablado de los riesgos que corría siendo niña mujer y los cuidados que debía tener con qué y quienes, pero nunca oí nada respecto a perros violadores.
Su pene frotaba superficial y transversalmente mi ano, se sentía caliente muy húmedo y jabonoso. Traté de controlar mi desesperación para no gritar pidiendo auxilio, pues me daba mucha vergüenza la situación, le tiré manotazos y lo reprendía, pero no había caso no desistía de lo suyo. Gateé e intenté girar mi posición para no darle ángulo, pero siempre se mantenía ahí. Probé enderezarme y sus patas hacían palanca incrustándome las uñas en mi abdomen.
No sabía que hacer ya estaba cansadísima, y percibía excesiva humedad escurrir desde mi trasero a mi vagina, la que fui a tocar con una de mis manos, hundiéndose fácilmente mi dedo medio en ella, estaba totalmente empapada y quise secarla un poco pasando mi otra mano por donde mismo, alternando el brazo de apoyo. Pero una vez hecho el cambio, la mano que ya estaba mojada con los fluidos del perro no alcanzó a durar un par de segundos en su posición y se me deslizó por el piso cerámico de la cocina hacia delante, quedando con mi cara pegada en el piso.
Al bajar la inclinación de mi tronco, mi entrepierna quedó más expuesta y mis orificios más elevados. Alcancé a apoyar mis manos en el piso para levantarme, cuando sentí un dolor que invadía la aureola de la entrada de mi vagina, al enderezar los brazos ya tenía gran parte de su pene encajado, y un sucesivo bombardeo de empujones rasgó mi compungida virginidad, haciéndome romper en llanto del ardor que no soportaba.
Pero el calor de su miembro lentamente fue aliviando mi pesar, además que el anterior masajeo en mi ano algo había distendido mi esfínter. Era una rara sensación tener su pene adentro, pese a que bombeaba insistentemente no percibía que se moviera, solo que me iba llenando más y más mi ahora gustosa vulva. Podría definir como extraño pero rico, la dilatación interna de mi vagina que producía su caliente pene.
Pese a haber sido una violación, estaba gozando bastante de esto, es más podría decir que acabé mientras el perro descargaba su abundante eyaculación, inundando mi aún infértil útero, digo así ya que la piel se me puso de gallina sin que hiciera frío, mis incipientes senos se endurecieron resaltando mis pezones debajo de la tela del sostén de mi traje de baño y sentí como un millón de mariposas en mi vientre, síntomas que nunca más he vuelto a presentar en su conjunto.
Me quedé ahí tranquilita disfrutando y esperando que la salida no fuese tan dolorosa. Apenas paró de latir su miembro, el perro hizo el intento provocándome la sensación de que me iba a destripar por la vagina, apreté lo más que pude mi entrepierna y estirando mis piernas me tiré de guatita al piso, pensando que así saldría de una vez y el dolor sería en una pura dosis. Pero para mi sorpresa me traje el can con migo, quedando este sentado sobre mí entre glúteos y muslos, con su cosa aún trabada ahí. Y no sé si no quiso o no pudo, pero no tiró más quedándose tranquilamente en esa posición.
Después de varios minutos percibí que su pene se había deshinchado considerablemente, relajé mi entrepierna y noté que se iba deslizando para fuera con relativa facilidad. Entonces separé mis piernas levantando levemente mi cola incitándolo a que se levantara, y en la parada misma del perro sonó un ¡¡SSCHOAPT!!, que anunciaba el final de la violación.
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