Por una estúpida venganza
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Fue un día cualquiera en que tomaba algo de sol recostada sobre la arena que está al costado del césped en nuestra casa en la playa, me había quedado sola por la tarde mientras los demás iban a bañarse al mar y a disfrutar de las olas, cuando repentinamente mi perro me orinó en la cara. No se si lo pensó o no, ni si lo hizo a propósito, la cosa es que me pilló semidormida y me dio mucha rabia.
En el rato que me quedé transpuesta se nubló pero aún hacía calor, solo había pasado algunos minutos de que se fue mi familia para la orilla de la playa. Me incorporé secándome con el antebrazo la orina del rostro y fui a agarrar a mi perro. ¡Desgraciado, como se te ocurre hacerme esto! Lo reprendía mientras lo sacudía por su collar. ¡Me las vas a pagar! E instintivamente quise devolverle la orinada en el rostro.
Pero a pesar de que tenía ganas justo en el momento, no lo hice en el acto porque la cerca es muy baja y me podía ver alguien que fuese pasando por fuera de la casa. Por lo que me lo llevé dentro de la casa encerrándome con él dentro del baño para que no se me fuese a escapar al rociarlo con mis desechos líquidos.
Me saqué los calzones y arremangué mi minifalda, apoyando un pie sobre la taza del WC levanté una pierna y separé mis labios vaginales para dirigir el chorro a su rostro, pero este se disipaba formando una especie de flujo de regadera, no mojando donde yo directamente quería, entonces para lograr mi objetivo lo volví a tomar del collar acercando su hocico a mi entrepierna. Pero solo que quedaban unos chorritos y lo mantuve ahí mientras salía lo último, pujando todavía cuando ya no salía nada
Cuando repentinamente este animal se puso a dar de lamidas a mi sexo totalmente expuesto y a su justo alcance, dejándome perpleja con las intensas cosquillas que con solo unas pocas pasadas de su lengua me produjo. La piel se me puso de gallina, erectándose mis pezones casi en el acto. Obviamente lo alejé de mi como reacción instantánea y pensé en lavarme su saliva de mi contrariada almeja, pero mi respiración no dejaba de estar agitada y al tocarme con mi mano noté que la humedad excesiva era producto de la mezcla de la orina, la saliva del perro y la lubricación que ahora estaba escurriendo de mi interior.
Una extraña sensación en mi vientre me tenía ahí paralizada con el can en frente mío en una habitación de no más de cuatro metros cuadrados. No había nadie más en casa, nadie sabría lo que había pasado y tampoco podrían saber si dejaba que pasara algo más. Y lo llamé ofreciéndole mi vagina para sentir nuevamente su lengua, no les negaré que estaba muy nerviosa y tiritaba, no se si por la emoción o que otra cosa pero era debido a lo que estaba a punto de hacer.
Llegó hasta mi sexo y esta vez lo dejé lamer a gusto concentrándome en mis sensaciones, comenzando a convulsionar muy prontamente, y si bien yo ya no era virgen nunca me habían practicado un sexo oral, disfrutaba a concho cada vez que pasaba esa tibia y hábil lengua a lo largo de toda la rajadura de mi vagina, liberando a cada instante más y más de mis fluidos hormonales. Cerré mis ojos y gocé por largo rato despreocupándome del mundo, perdí un poco la noción del tiempo pero deben haber sido entre diez y quince minutos los que estuvo masajeándome con su lengua, hasta que se detuvo y se montó en mi muslo de la pierna que estaba recta hacia el piso, tratando de hacerle el amor. Cosa que envés de parecerme repulsiva, despertó un extraño morbo que salió muy desde mi interior.
Se abrazaba a mi pierna haciendo movimiento de coito, mientras yo me introducía un par de dedos en mi humedecida y ansiosa vagina. La idea de sentir su pene en mi interior se me hacía cada vez más tentadora y no pude evitar pasar mi mano bajo su vientre haciendo una especie de aro entre mi pulgar e índice, buscando la punta de su miembro, la que cuando estuvo ahí al entrar hizo arremangar su funda, pudiendo yo percibir la delgadez de su desnudo pene, el cual estaba igual de lubricado que mi sexo pues las tres o cuatro veces que alcanzó a pasar antes que retirara mi mano dejaron gran viscosidad en ella. Esto último fue suficiente para terminar de convencerme en hace caso a mi tentación.
Me soltó para ir a lamerse en un rincón su cosa, de la cual solo se le asomaba una rosada puntita, momento que utilicé para ponerme a cuatro patas dejándole mi sexo a su alcance y ofreciéndoselo cual perrita en celo, no tardando en venir a mí y lamerme nuevamente un par de veces más, para proceder a ponerme sus patas delanteras sobre mi baja espalda y bombear en el aire, cosa que me puso aún más caliente al ver como se asomaba su herramienta desde su capullo al echar su pelvis para delante, en cada envión salían unos 4 ó 5 centímetros más de lo que ya estaba asomado, haciendo un mete y saca dentro de su propio prepucio.
Pero su desesperación pudo más que su torpeza, dejó bajar sus patas apoyando su pecho en mi espalda y aforrándome por las caderas comenzó a dar de puntazos por mi entrepierna, no tardando en acertar pero muy torpemente pues luego de dar dos o tres embestidas dentro se salía e iba para un costado volviéndome a dar unas pocas lamidas para subírseme nuevamente. Lo que repitió tres veces aumentando mis niveles de ansiedad, apenas alcanzaba a sentir su pene y ya no estaba.
Pero en la cuarta, el impulso para montarme fue más fuerte quedando aferrado a la parte alta de mi cintura, dio los primeros enviones yéndose hasta el fondo de mi sexo y haciéndome sentir un roce espectacular por la velocidad con que lo hacía. En pocos segundos sentía como si mi vagina estuviese muy inflamada aminorando el defecto de la delgadez de su pene e iniciándose en verdadero goce, sus cortas y rápidas embestidas ponían a vibrar su aparato en mi interior, poniéndome a delirar muy pronto.
Pujaba y pujaba como queriéndome atravesar, la presión cerca de mi entraba era inmensa y se sentía muy rico, en menos de tres minutos de coito continuo ya estaba en las nubes y a punto de estallar, bastó que él iniciara su eyaculación para sumirme en el más profundo de los orgasmos, jamás había gozado tanto en una relación sexual, las sensaciones que me invadían eran indescriptibles. Desde mi vagina fuertes espasmos estremecían mi vientre, y este a su vez se contraía abrupta y arrítmicamente haciendo convulsionar mi torso, tiritar mis brazos e insensibilizar mis piernas.
Cuando mi vagina se comenzó a contraer supe que no estaba inflamada y que era su pene el que había crecido dentro de mí. Cada retracción muscular en que me adaptaba a su forma era una explosión de placer, era como si estuviera ordeñando su miembro con mi vulva extrayendo hasta la última gota de semen. En un momento trató de bajarse para un costado pero no pudo, pues a la izquierda estaba en WC y a la derecha la muralla, en realidad es estrecho ese baño.
No entendí porque se quiso bajar si su eyaculación siguió por un largo rato más, terminando por inundar completamente mi útero y proporcionándome mucho placer durante todo lo que duró aquello, haciéndome experimentar algo que no se si fue una seguidilla de orgasmos o uno extremadamente largo. Durante el acto sexual al saber que era su pene el que se había hinchado recordé que los perros se quedan pegados a sus hembras cuando se aparean, pero no le di mayor importancia pues lo estaba pasando muy bien y sabía que tenía tiempo para desabotonarme luego.
Lo que si me sorprendió, fue que una vez terminada su eyaculación, este obviamente se trató de salir dando unos tirones para atrás y confirmándome que nuestros sexos estaban trabados, pero yo imaginaba que estaríamos así entre 20 minutos y 1 hora, con tal sorpresa para mí que antes de los 10 e incluso casi podría asegurar solo fueron 5 minutos o un poquito más. Con un sonoro “SSCHLAFFT” salió su herramienta completamente de mi interior, dando paso a una enorme cantidad de líquido que en un principio salió a borbotones y luego goteaba directamente desde mi vulva y escurría por mis piernas hasta el piso, nunca había recibido tanto semen en mi corta vida sexual claro que por lo general las veces que lo había hecho utilizaba condón.
Pese a las ganas de seguir intentando hacer algo más, le ayudé a que se le guardara nuevamente en su funda y lo eché fuera de la casa para limpiar lo más rápido posible, pues el miedo a ser descubierta era algo latente en mi mente, de lo cual no me podía despreocupar hasta borrar toda evidencia.
En un par de días más volvimos a la capital, no teniendo más oportunidad de estar a solas con mi (nuestro) perro, pues vivo en casa de mis padres y mamá siempre está ahí. Por otro lado parece que este perro no se ha olvidado de lo nuestro, pues siempre que lo veo y me excito se da cuenta dándome una orinadita por donde puede, acariciándome con su cuello por las rodillas y muslos, mirándome con ansias e incitándome a que lo siga para lo que él sabe que.
No tengo sentimiento de culpa, porque no le hice ningún daño y ambos lo pasamos excelente, solo estoy esperando la oportunidad de volver a repetirlo.
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