QUERIDO DIARO: DAIANA Y SU SED
No sé si esta entrada permanecerá en mi diario personal. Es probable que no. Los hechos que narraré a continuación son producto de un comportamiento inmoral y lujurioso que nadie debería saber que realicé, aun así, el plasmarlo en tus páginas, obedece únicamente a la necesidad de poder conversar con.
Querido Diario: Daiana y su sed
Por: ElSegundo
No sé si esta entrada permanecerá en mi diario personal. Es probable que no. Los hechos que narraré a continuación son producto de un comportamiento inmoral y lujurioso que nadie debería saber que realicé, aun así, el plasmarlo en tus páginas, obedece únicamente a la necesidad de poder conversar con alguien un tema que solo a un confidente como tú, mi querido diario, podría confesar y guardar en el más absoluto de los silencios, sin juzgarme o lanzar una mirada de desapruebo.
¿Te acuerdas, querido diario, del día que papá trajo al establo un par de sementales? Pues bien, como ya sabes, y no es novedad para ti, amo a los caballos, siempre se me han hecho animales tan elegantes e imponentes, con esa fuerza, esa agilidad y esa capacidad de generar majestuosidad en todo momento y lugar, que desde el primer día que aquellos animales llegaron a nuestro establo, no pude evitar las ganas de montarlos y cabalgar sobre ellos. Ambos eran excelentes animales de monta, obedientes y bien entrenados, así que pasé las primeras dos semanas casi todos los días con ellos, alimentándolos, entrenándolos y ayudándoles a acoplarse a su nuevo lugar.
Fue un mes rutinario y normal hasta que llegó el día de inseminar a las yeguas. Normalmente cuando eso pasa, papá no quiere que nadie moleste a las personas que trabajan en ese asunto, así que esos días no me acerco al establo, pero ¡oh, querido diario!, ayer, ¡justo ayer!, lo hice. En diecinueve años de vida, es la primera vez que decidí entrar a las caballerizas mientras todo esto pasaba, y claro, no es que hubiese sido la primera vez que veía el pene de un caballo, pero si fue la primera vez que vi como colocaban una especie de preservativo enorme en su pene y un grupo de personas masturbaban al caballo hasta que, relinchando, dejaba salir una enorme descarga de semen, llenando el condón en segundos. Me mojé de inmediato.
¡Ay!, querido diario, no sé cómo describir esto, pero en el momento que vi como eyaculaba, un enorme calor envolvió mi vagina y sentí como comenzaba a lubricarme inmediatamente. Fue una sensación y excitación que nunca antes había sentido en mi vida con ningún chico. Confundida, me fui del lugar y continué con mis actividades normales, sin poder dejar de pensar en el pene del caballo lanzando aquellas enormes cantidades de esperma.
Mi querido confidente, si tan solo esto fuera lo único que tuviera yo para contarte, que libre me sentiría de la culpa satisfactoria que ahora me embriaga, pues, has de saber querido diario, que no terminó ahí. Aquella tarde habían descargado a uno solo de los caballos, ya que, si bien habían comprado dos sementales, la primera camada de potrillos la querían del que se suponía era de más pura raza.
Inmediatamente la idea de saber que aquel otro semental estaba en el establo, con todos sus testículos llenos de aquel semen sustancioso y viscoso, me alborotó y excitó, otra vez, de una manera que nunca antes había sospechado que podría percibir con mis sentidos. ¡Ay mi querido diario!, sé que quizá a ti no te sorprenda, y quizá, el amor que siempre manifesté por los animales y los caballos, te resultará un predictor para lo que hice, pero he de confesarte que hasta ayer en la noche, yo nunca pensé que sería capaz de realizar el acto que lujuriosamente llevé a cabo.
Cuando las caballerizas fueron cerradas, cerca de las siete y media de la tardenoche y asegurándome que ya ningún empleado quedara en la vuelta, informé en casa que tomaría una larga siesta, insistiendo que no me molestaran hasta que bajara para la cena. No tengo que decirte, mi querido diario, que nunca llegué a mi habitación, sino que me dirigí inmediatamente a las caballerizas. El lugar estaba bastante en calma, todos los caballos estaban en sus establos, algunos comiendo y otros mirando a la nada, en absoluta calma. Con la mirada busqué rápidamente al semental que quería encontrar, y al final del pasillo estaba, asomando su cabeza por encima de la barandilla de madera, dejando caer aquellas crines relucientes y sedosas de un negro profundo, que contrastaban con el marrón pardo del pelaje de su cuerpo.
Me acerqué suavemente para no asustarlo. Como ya me conocía, reaccionó de manera amable y calma, dejándose acariciar en su cara, lo que me dio seguridad para abrir la puerta de la caballeriza y entrar a su lado.
Como estaba oscureciendo y no quería encender las luces del establo (y que desde casa no se dieran cuenta que alguien estaba ahí), prendí la luz de mi celular y comencé a iluminar el cubículo con el mismo, mientras acariciaba el cuerpo del animal. Cuando llegué a la parte trasera, apunté a la parte baja del cuerpo y ahí estaba el aquello que tanto anhelaba ver eyaculando, su pene. Obviamente, estaba en reposo, pero ver aquella zona bastó para sentir como mi entrepierna se humedecía una vez más en el día.
De seguro, querido diario, si pudieras hablar, estarías sin palabras. Yo ahora mismo estoy avergonzada al momento de revelarte esto en tus páginas, pero en aquel momento, no podía pensar en nada más que aquel pene enorme eyaculando, y la idea de que lo hiciera sobre mí, me generaba un hormigueo en toda mi vagina que sabía que solo podría saciar de una manera, así que lo hice.
Sin tener experiencia alguna, coloqué el celular en el suelo de manera que la entrepierna del caballo quedara iluminada, y colocándome bajo de él, comencé a tocar su pene con una mano. Al principio no pasó nada, pero a medida que comenzaba a jugar con su miembro de la misma manera que lo hacía con mi novio, vi como aquel pene comenzó a asomarse del capuchón y crecer poco a poco. Al principio lo tomé con una mano, y comencé a masturbarlo, pero cuando hubo crecido lo suficiente como para que lo tomara con ambas, lo masturbé a dos manos.
No puedo describirte, querido diario, las sensaciones que atravesaban mi cuerpo. Cada centímetro de mi piel estaba hiper sensible. Mis pezones, rozando mi sostén, estaban tan sensibles que cosquilleos constantes comenzaban a recorrer todos mis senos y se expandían por todo mi pecho. Mi vagina, que ahora era una cascada, dejaba chorrear jugos que traspasaban mi tanga y pantalón, dejando ver una mancha de humedad en el mismo.
No sé bien, querido diario, en qué momento llevé aquel enorme pene a mi boca, pero cuando menos lo pensé estaba introduciendo el glande de aquel suculento pedazo de carne en mi boca. No pode introducir mucho de aquel grueso y largo falo, pero lo que pude lo comencé a chupar con unas ganas que, de enterarse Daniel, estaría enojado y frustrado de que jamás se la chupé de esa manera.
¡Ay! Cómo puedo tan siquiera escribir el nombre de Daniel en estas páginas. Si se llegara a enterar me dejaría de inmediato y de seguro nuestros amigos en común sabrían el porqué; mi familia entera sabría lo que ayer de noche pasó ¡Sería el fin para mí! Sin mencionar el daño emocional que le causaría a él, quien siempre se ha portado hermoso conmigo. No tengo palabras para manifestar lo sucia que me siento en este momento, pensando en mi amado Daniel.
Mi querido diario, de seguro están tan pasmado como yo lo estuve por unas horas cuando todo termino, ante lo que te estoy narrando. El asunto, mi confidente fiel, es que comencé a succionar con fuerza el pene del animal, mientras, como podía, lo masturbaba con ambas manos. Siendo honesta, no sé cuánto tiempo pasó, pero en algún punto, sentí como todo aquel semen comenzó a salir de la punta del pene, llenando toda mi cavidad bucal en segundos. De inmediato el semen espeso, grumoso y salado comenzó a escurrirse por mi barbilla, cuello y pecho. Si bien el líquido espermático era parecido al de un hombre, era de un olor mucho más fuerte y su textura mucho más viscosa, aunque la sensación gelatinosa en la boca y garganta era casi la misma y eso. Las cantidades que borboteaban de la punta del falo del animal, no se comparaban en lo más mínimo con las de un hombre, y eso, mi querido diario, me generaba un goce único; sentir toda aquella cantidad de esperma en mi garganta, caliente y espeso llenando cada espacio que había en mi boca.
No recuerdo bien cuantas descargas liberó el caballo en esa oportunidad, pero en medio de aquella lluvia de semen y relinchos, mi vagina se contrajo de tal manera que tuve el orgasmo más intenso y delicioso de mi vida sin siquiera estimularme. Simplemente mis contracciones pálvicas, ante aquella situación tan excitante, me llevaron al éxtasis total, al tiempo que tragaba el semen que había quedado en mi boca, sintiendo como resbalaba pesadamente por mi garganta y esófago hasta llegar a mi estómago.
¿Cómo te digo, mi querido diario, lo que fueron las horas posteriores a esa experiencia tan gratificante, pero al mismo tiempo, tan perturbadora y repulsiva?, ¿cómo te explico mi sentir, cuando aquella noche cenaba junto a mi familia, y por más que me hubiera duchado y cepillado los dientes, sentía aún en mi garganta los restos de aquel semen gelatinoso en cada masticada que le daba a la comida? Me sentía una pervertida y miserable, pero al mismo tiempo, satisfecha de lo que había hecho, que no podía entender de a momentos si todo aquello había pasado o solo fue un sueño y realmente jamás salí de mi habitación.
Desde mis nueve años, querido diario, vengo confiando todos mis secretos contigo, desde mis travesuras más inocentes, hasta mis acciones más crueles, mis enfados de niña con mis padres, hermanas y hermanos, pasando por mi despertar sexual, los chicos que me gustaban, incluso te he confiado mis primeras experiencias sexuales, pero, ¿cómo hago para que esto que te acabo de confesar, no sea una mancha en nuestra extensa amistad?, ¿cómo continúo hablándote con tanta sinceridad después de que te hice pasar por esta situación? Sé que eres un buen confidente, y sé que guardarás este secreto con todo recelo, hasta que alguna persona husmee en ti, y descubra cosas que no debe. Es por eso, querido diario, que estas páginas serán arrancadas de ti y quemadas para que sea un secreto que solo tú y yo sepamos. De esta manera nadie nunca sabrá lo que esta noche fue contado, y si algo como esto se repite alguna vez, espero, querido diario, que me sepas escuchar y entender como hoy lo has hecho, pero de la misma manera, esas páginas serán arrancadas de ti, para que quede en el más grande de nuestros secretos.
¡Creo que alguien se acerca por el pasillo, en dirección a mi recámara! ¡No hay tiempo para más, arrancaré estas hojas y las tiraré a la chimenea! Gracias querido diario por escucharme hasta el final.
Me gustó la narración
Gracias!
Brillante narración. Mantienes una tensión en aumento permanente. Me caliente al máximo. 5 estrellas de evaluacion
Muchas gracias!
Muy buena historia, bien narrada. 👍🏻
Gracias! 😀