Reencuentro Salvaje II.
La manada me acepta..
El lobo sin que yo me diera cuenta me acompaño hasta las cercanías de mí casa y cuando se escabullía en medio a los árboles del bosque, divise su pelaje brillante y gallardo, sentí un apretoncito en mi corazón y unos temblorcillos en las partes que habían gozado de ese ardiente amante, mi conchita todavía exhumaba semen de sus profundidades, entré en mi casa y me fui a masturbar en mi bañera, necesitaba sentir aún esas calenturas que me había provocado Valiente con su fogosa pasión y adoración de mi estrecha chuchita.
Pase toda la semana muy encendida, me resistía a vestirme, quería sentirme animalescamente desnuda, no pasaban dos horas y tenía que ir a mi cama a masturbarme o encerrarme en el baño con mi consolador y quedar patiabierta por tierra penetrándome salvajemente, gimiendo y gruñendo como una bestia, sintiéndome indómita y animal, gozando de las pulsaciones bestiales que me provocaban mis orgasmos, soñando con las dimensiones colosales de mi macho, añorando volver a sentirlo una y otra vez, al cabo de unos diez días logre apaciguar mis actos y me vestí para volver a ser la hembra humana, mi vecina me visitó y quiso saber si me encontraba bien de salud, ya que no me había visto a girar por los senderos, le dije que estaba perfectamente pero me había mantenido ocupada con añoranzas y recuerdos, cosa que no era muy lejano de la verdad.
Dos semanas más y se acercaba mi ovulación, la ansiaba, me humedecía solo al pensar que significaba eso, tenía esperanza de repetir mi encuentro, esta vez me prepararía un poco mejor para disfrutar este regalo caído del cielo, el buen señor tiene vías infinitas para sus obsequios, para mí esto venía del cielo y lo debía agradecer con alma y espíritu.
Debía aprender de mi amante y ser a la altura de él de su prodigiosa fuerza, de su porte majestuoso como líder de la manada, debía hacerlo sentir lo que se incubaba en mi interior, una hembra pronta a recibir la ofrenda de su semen caliente, mi sexo era para él, para su deleite, para su ilusión de fecundarme con sus cachorritos, ilusión que yo compartía plenamente, aun cuando lo sé fehacientemente que es imposible, pero el sentir toda esa cantidad de semen en mi canal vaginal llenando poco a poco mi útero, me hace sentir por un momento que he sido fertilizada para la descendencia de un líder, un lobo bueno.
Hay una historia india que dice que todos nosotros tenemos en nuestro interior dos lobos, uno es malo y está lleno de odio, envidia, avaricia, ira, arrogancia, soberbia, mentiras, egolatría y muchos malos sentimientos, en cambio el otro es el lobo bueno, el que trae paz, amor, compañía, alegría, esperanza, nobleza, lealtad, felicidad y muchas intenciones positivas y buenas, estos dos lobos están siempre en una batalla salvaje y vencerá el que tú corazón más alimente.
Estaba al inicio de la cuarta semana y ya mi ovulación se anunciaba, tenía una ligera picazón en mis pezones y mis tetas se hinchaban un poco más del normal, también la comezón en mi chocho se hacía cada hora más insoportable, me estaba volviendo una hembra caliente y receptiva a la copulación, faltaba solo mi macho.
Temprano esa mañana me preparé una mochila con refrigerios, muda de ropa, unas botas térmicas de recambio y la cubierta térmica que me protegió tanto la última vez, me rasuré mi chocho para sentir el estímulo de los pelos de su forro cuando me meta su pene erecto y su bola dentro de mí, sentía escalofríos de placer solo a pensar la lujuriosa escena, apenas se hizo claridad salí hacía el bosque en busca de mi destino.
Caminé por cerca de una hora y media, observé ciertas sombras que se movían a mi alrededor como fantasmas, cuando pensaba que mi imaginación me estaba jugando una fea burla, lo vi frente a mí, estaba atento con sus orejas tiesas oteando los alrededores y olfateando los aromas en suspensión en el aire, uno de esos aromas era mi chocho que hervía de ganas de tener su pene dentro, se dio media vuelta y desapareció entre los matorrales, rápidamente lo seguí abandonando la seguridad del sendero y poniéndome a merced y protección de mi macho.
Lo divisaba justo como para mantenerme detrás de él, no caminaba muy de prisa, pero el terreno estaba con mucha nieve fresca y con una vegetación heterogénea que me impedía de avanzar con mayor rapidez, al final había un claro y él me esperaba ahí, me vino cerca y me lanzo un rugido amigable, de cariño diría yo, me olfateo por todas partes y se detuvo un momento en mi chocho, me hizo juntar los muslos al sentir una onda de placer que recorrió mi espalda hasta mi culito, se cercioraba con su sensible nariz que mi ovulación estaba en curso.
Nos adentramos en otra caverna, diferente de la última vez, había un nutrido número de pieles, como si mi macho se hubiese preocupado de tener un alojo acogedor para su hembra humana, me hizo sentir halagada, querida, amada y deseada, Valiente vino una vez y tironeó de mis pantalones, así que puse la manta térmica sobre las pieles y me desnudé completamente, sentía sus ojos sobre mí, recorría mí figura y yo me sentía más sensual y ardientemente deseosa de su sexo, mis tetas regordetas se cimbraban firmes y potentes con mis pezones rosados apuntando ligeramente hacía arriba, mi vientre plano y levemente hundido con mi minúsculo ombliguito, mis piernas largas, torneadas y atléticas, él me dominaba con su mirada, me subyugaban sus ojos claros y profundos, me hipnotizaban y aumentaban mis ansias de sentirlo cerca, de sentir su pelaje, sus zampas y finalmente su sexo.
Me hacía sentir importante, poderosa y con unas ansias de ser penetrada, receptora de su semen, sentirme como una madre, como Luperca, la loba que alimento y crio a los gemelos fundadores del imperio romano, un imperioso sentido maternal y de hembra, recibir su lefa con millones de espermatozoos, mi ovulo esperando, hembra y madre, necesitaba su pene para dar inicio a ese ciclo reproductivo, necesitaba ese goce bestial, él se acercó a mí y olfateo mis muslos, estando yo de pie, me abrí mi chochito y él saco su larga lengua recorriendo la forma de “Y” formada por mis muslos e ingle, barrió toda mi zona pélvica y yo me eché hacía adelante sintiendo la euforia de mi cuerpo, comenzando por mi coño que hervía a fuego lento.
Más me calenté al ver que su miembro rojo fuego que asomaba de su funda y comenzaba a crecer, sus cojones rebosantes de esperma que se balanceaban entre sus cuartos traseros, Valiente me empujó y me recosté de espalda, inmediatamente abrí mis piernas porque él se abalanzo a comerse mi aromática concha, hozaba en mis fluidos arrancándome chillidos de placer, todo su hocico se desplazaba en largo y en ancho sobre mi vagina, su lengua punteando hacía mi interior, me corrí como una loca, pero no trate de juntar mis muslos como en otras ocasiones, sino que abrí mis piernas de par en par y me estremecí en convulsiones mientras Valiente forzaba mi boquete vaginal para extraer todos mi jugos, su lengua estaba tan profunda en mí que me volví a correr gritando y gimiendo con espasmos sin parar.
Valiente me empujó los muslos y yo deseosa de recibir su miembro canino, me coloque en cuatro, su vergota se balanceaba bajo su vientre como una asta de carne rosada pronta a ser enterrada en mi concha, él se vino detrás de mí y se sumergió con su nariz en mi inflamada chuchita, después de un par de lamidas, se subió a mis caderas y me aprisionó en un agarre potente de dominio, me punteo su pene unas cuantas veces y luego con maestría acertó a meter la puntita, con un saltito en adelante me penetro con su pene y su martilleo continuo y frenético hizo avanzar su verga dentro de mí, su bola me hizo gritar una vez más y estaba completamente ensanchando mis paredes vaginales.
Su aguzado miembro se movía por mi interior friccionando mis sensibles pliegues y haciéndome acabar en un orgasmo exquisito − ¡uy! papito dame más … amor mío métemela toda … dame tú semillita caliente … dámela mi amor … dámela – la depravada perversión me parecía dulce y normal, gozaba con mí macho y me debía a él, sumisa a mí amo y señor, la batuta de carne que se movía dentro de mí dirigía el concierto de sensaciones y emociones que me sobrepasaban en delirios dementes y que me golpeaban sin cesar.
Mi pequeño coño estaba sufriendo la presión que ejercía su bola en mi interior, suave y resbaladizo, mi conchita acomodaba toda su longitud y el grosor de su inflamado bulbo, mi concha estaba literalmente henchida de verga canina, me estaba acostumbrando a la quietud o pausa que Valiente hacía mientras su pene palpitaba dentro de mí, cuando un violento chorro de líquido caliente me hizo saltar y gemir, su semen vaciándose en mi coño me hizo temblar y correrme una vez más con sinuosos movimientos de mis caderas que aceptan ese baño interior de su lefa acuosa inundándome por todas partes.
Mi rostro desfigurado por el orgasmo con mis ojos apretados y mi boca abierta para respirar bocanadas de aire y llenar mis pulmones que parecían explotar al igual que todo mi cuerpo, mis caderas saltaban y se sacudían en espasmos de lujuria y placer, me aferraba a la cresta de esa ola de placer que me llevaba por sinuosas curvas que iban y venían estremeciendo todo mi ser, me hacían gritar en éxtasi y termine derrumbándome con mis tetas sobre las pieles que cosquilleaban mis pezones duros como roca – te gusta follarme tesoro mío … ¿no es verdad? … te da placer enterrarme tu dura pija en mi chochito estrecho … ¿no? … quieres seguir culeándome todo el día … ¿verdad? – estaba tan caliente pendiendo de su enorme verga que intentaba conectarme intelectualmente con este macho salvaje que me dominaba con su tosca fuerza animal, pero las respuestas eran obvias, porque era lo que yo también quería.
Su semen caliente seguía saliendo de su hinchada pija, aun cuando Valiente se había girado y estábamos culo a culo, me hacía sentir como una ninfa traviesa del bosque con su peludo amante compartiendo la perversión humana de follar con un animal y más cachonda me sentía ante esta primitiva sensación de ser follada y sentir tanto placer desenfrenado, la rajita de mi chocho se desbordaba a medida que la verga de Valiente se empequeñecía para desabotonarme y dejarme libre, en tanto mis tetas se balanceaban ante las contorsiones obscenas de mi torso por atrapar esa verga por algunos minutos más, mis muslos tiritaban y mi clítoris explotaba cada vez que Valiente tironeaba su verga peluda tratando de forzar mi boquete vaginal que lo aprisionaba y lo soldaba a mi carne.
Valiente estaba gruñendo y temblando al igual que yo, él tratando de zafarse del apriete de mi coño y yo trabajando con mis músculos para no dejar escapar ese tesoro de pene que palpitaba en mi provocándome tanto placer, las detonaciones de placer de mí clítoris se sucedían una tras otra y me vaciaba la cabeza de todo raciocinio, estaba enloquecida de placer y quería que esta tortura de lascivia continuase por siempre, me pellizqué mis tetas una y otra vez haciendo enrojecer mis pezones, mis caderas seguían retorciéndose sintiendo esa dulce verga que se hacía cada vez más pequeña hasta que con un sonoro ruido se escapó de mi conchita trepidante, me deslicé sobre la cubierta con mis piernas lo más abiertas posible y mi chuchita abierta hacia arriba, Valiente vino a lamer los restos de su semen y fluidos que rebosaban de mi vagina inflamada, el toqueteo de mi clítoris me provoco unos mini orgasmos que se llevaron mis últimas fuerzas.
Me extendí de espalda y mire la roja verga de Valiente, era gigantesca, lustrosa, caliente y estaba cubierta de nuestros jugos, me arrastre hacía él y lo ayudé a limpiar su polla con limpios lengüetazos de mi lengua pequeñita, él me agradeció con su lengua sobre mis cabellos, poco a poco su polla se fue contrayendo dentro de su funda peluda, me acurruqué junto a él y me adormecí con mi desnudo cuerpo junto a mi amante después de habernos amado hasta quedar exhaustos.
Me desperté con Valiente hurgando con su lengua mi pegajoso chocho, abrí bien mis piernas para que me hiciera gozar como solo él sabe hacerlo, levanté en alto mi pierna izquierda y le di amplio acceso a mi chuchita y culo que él comenzó a lamer ansiosamente, me apreté mis tetas intensificando esa sensación concupiscente que me insuflaba mi amante con su pasión desbordada, m giré un poco y agarré su funda pelosa y su pene emergió como por encanto de su guarida y comenzó a crecer, había dentro de la cueva unas rocas con forma de mesita, me alcé y Valiente un poco desconcertado me vino detrás fruñendo y refunfuñando, como todo macho cuando no obtiene de inmediato los favores de su hembra.
Apoyé un par de pieles en la roca y luego acomodé la cubierta térmica, después me senté y Valiente rápidamente ataco mi bajo vientre, me eché hacía atrás acariciando mis senos hinchados y refregué un poco mis pezones hasta que se pusieron duros como proyectiles, Valiente se enfrentaba a una posición desconocida para él , pero su astucia de lobo lo llevo a experimentar y subió sus zampas a la roca y su polla se comenzó a acercar a la fisura de mi coño en ebullición, siguiendo el sinuoso contorno de mi cuerpo y mis tetas, vi que la punta de su verga estaba a centímetros de mi concha.
Valiente dio un par de saltitos un poco cómicos, yo veía su hocico con su lengua que colgaba de un lado y una expresión mixta de curiosidad y lujuria, él estaba caliente como yo y quería ensartarme en su enorme pija puntuda, bajé un poco mi centro y el sintió la humedad de mi sexo en su polla y empujo una buena porción de ella en mí, luego avanzo con sus patitas unos centímetros y enterró su asta incluyendo su bola, todo de un golpe, casi me ahogué del grito que se me escapó, lo sentía mucho más adentro que en la posición a lo perrito, además tenía su pelaje que se refregaba en mis tetas y pezones como una estimulación extra, me hacía temblar toda porque abrazándolo me estremecía como una muñeca, éramos como una máquina de follar bien engrasada y mecanismos de precisión que interactuaban armoniosamente.
Ahora yo lo podía amarrar con mis piernas y tirarlo más adentro de mí y eso era lo que estaba haciendo mientras gritaba desesperada y con la razón fuera de sintonía con el género humano, me había transformado en una bestia y quería ser follada como tal, con esa fuerza descomunal de este macho salvaje que me poseía como un déspota, dominante y abusivo, era su esclava y podía hacer lo que él quisiera de mí, me importaba solo el imperioso deseo de gozar de esta esclavitud sexual, de ser sometida y ser fuente de dar y recibir placer inaudito, esa era mi fuerza y potencia a la vez, no mi debilidad, porque mi voluntad era esa y mi voluntad no era sometida, sino que mi voluntad era satisfecha.
Valiente me estaba dando con todo, mis piernas al aire se plegaban y distendían una y otra vez, haciendo saltar mi pelvis contra el forro de mi peludo a amante, mi clítoris era pinchado por cientos de sus pelos y tronaba en espasmos a través de todo mi cuerpo haciendo gritar mi locura y mi lujuria desencadenadas, me corría una y otra vez con esa daga ensartada hasta mi útero, pensaba que podía aflorarme por la boca y así lamer su semen explotando dentro de mí, una mueca de sonrisa se dibujó en mis labios ante esta descabellada idea.
−Dámelo más fuerte Valiente … hazme tuya, amorcito mío … cógeme … cógeme, más fuerte tesoro mío … dame tus cachorritos … dame tus bichitos nadadores− gritaba como poseída por una fuerza sobrenatural y mi lobo mantenía su ritmo frenético y su bola se hinchaba y su pene crecía, todo al mismo tiempo, a un cierto punto todo pareció desvanecerse en el aire, solo una nube celeste con tonos blanquecinos y rosáceos inundo mis sentidos, los sonidos se habían alejado de mí, me envolvía una burbuja con un pene colosal que se esparcía dentro de mi cuerpo abriéndose paso entre mis vísceras, mi estómago, mis pulmones, llegaba hasta mi corazón y palpitaba a su mismo ritmo, esa carne intrusiva que se fundía con mi carne, ahora mi cuerpo tenía la forma de un pene del cual salían pececillos de colores que nadaban en una sola dirección, al final de la ruta había un gran ovulo con una coraza azul y rayas multicolores, todos nadaban hacía esa meta añorada, pero el ovulo flotaba y se alejaba en ese mar azulino, luego todo se tornaba de rojo, un rojo ardiente como de un volcán que escupía metal candente, todo se diluía en mis entrañas, ese calor colmaba mis ovarios, llenaba mi matriz, desde allí era devuelta en un potente chorro que escapaba de mi vagina como agua con una cierta turbiedad, bajaba por mis muslos, era el semen de Valiente que me había provocado un fenomenal orgasmo, volvían mis jadeos y mis chillidos, tenía a Valiente atenazado entre mis piernas convulsionándose a la par de mi cuerpo, bombeaba oleadas y oleadas de su semen tórrido y abrasador.
Su denso pelaje acariciaba mis tetas suavemente, el calor de su pecho lo tenía sobre mis pechos, salía tanta lefa caliente de mi conchita que me parecía que me estuviese derritiendo alrededor de su polla incandescente, nos quedamos abotonados, pero al parecer en esta posición su pene se resbala más fácil fuera de mi chocho, me quedé tranquila mientras Valiente me lamía mi chocho limpiando nuestros fluidos, luego él salió de la cueva y aulló varias veces, no me explicaba el porqué de su actuar, pero envolviéndome en la manta fui a mirar el exterior de la cueva y había unos catorce animales, ninguno se manifestó contra de mí, como si hubiesen sabido de mi presencia, un exuberante macho intento acercarse a mí, pero Valiente lo interceptó, le gruño y el otro bajó su cola y se retiró hacía los matorrales, había tres crías crecidas y cuatro lobas, las lobas se acercaron y me olfatearon, se acercaron a mi entrepierna y sintieron la esencia de hembra humana mezclada con el semen de su capo de manada, ninguno me miró como una extraña, fui aceptada por ser la hembra del jefe,
Fuera había un día hermoso, de mi chocho la esencia sutil y seductora emanaba en todas las direcciones, Valiente se volvió a mirarme y vi que la punta aguzada de su pene asomaba de su peludo forro, vino hacía mí y yo entendí, me adentré en la caverna y él comenzó a lamer mi chocho desde atrás, estimulaba mi culito, me detuve y abrí mis nalgas, su hocico se enterró a lamer mi ano, me agaché un poco y abrí más mis glúteos su lengua se enfiló en mi grieta anal causándome fuertes vibraciones, si él deseaba mi orificio anal, yo estaba dispuesta para él, miré su verga inmensa pulsando bajo su vientre y mi mano la aferró con firmeza, estaba dura, resbalosa, caliente, me incliné un poco a saborear las gotitas que caían de su falo carnoso, él estaba muy excitado y daba como saltitos sintiendo la lujuria de mi boca en su pene lustroso, me puse en cuatro y Valiente me montó.
Él rápidamente encontró el ángulo correcto y me penetró con destreza, otro par de embates y su bola enterita atiborró mi estrecha chuchita, luego afianzo su agarre de mis caderas y dio inicio a su pistoneo salvaje y rápido a mi conchita, haciéndome gritar de goce al sentir ese pene gigantesco llenando todos los espacios de mi vagina, sus movimientos veloces e inarrestables me transportaron rápidamente a ese estado de éxtasi y beatitud casi religiosa, un acto de amor tan salvaje que sobrepasa mis niveles de entendimiento y me saca de lo natural, esa especie de limbo dorado donde navego en la punta de su pene contrayendo mi ano y mi vagina que envuelve su pene maravilloso, quisiera voltearme y llenarlo de besos y caricias en reconocimiento a las sensaciones estupendas que hace que crezcan en mí, los temblorcillos, los escalofríos, las vibraciones, todo mi cuerpo reacciona y viene tocado de esas ondas que van y vienen, es imposible describir lo que se siente porque estás en un estado de gracia especial disfrutando la verga de tú amante peludo.
Valiente poco a poco disminuyo la velocidad de bombeo, pero comenzó a vaciar sus cojones hartos de semen en el interior de mi sexo, la caliente lefa escurría libre en todas las direcciones dentro de mí, me sentí inflada por su bola y después por la cantidad acuosa de su esperma, todo contribuía a que mis orgasmos continuasen prolongadamente, sobrecargando de estímulos mi cerebro que explotaba en tantos modos diferentes, mis ojos no podían enfocar, todos lo veía a través de una estrato sutil de miles de colores que confundían las sombras y las imágenes que mi hipotálamo procesaba, exhausta y rendida de tanta euforia, apoye mi rostro y mis senos en el piso, la frescura del terreno me hizo retornar en mí y pude ver que las lobas estaban mirándonos, él me tenía firmemente abotonada y me fecundaba, quizás las otras hembras lo resentían o quizás me contemplaban como a una hermana.
Cuando Valiente se despegó de mí vino a lamer nuestros fluidos, yo me recosté de espalda y lo dejé hacer, cerré los ojos y disfruté de otro par de mini orgasmos, luego le devolví el favor chupándosela toda entera, pasando por sus cojones y el peludo forro de su polla, él me agradeció lamiendo mis cabellos y mejillas, me envolví en mi manta gris y salí de la cueva, al exterior jugué con las crías bajo la atenta mirada de sus madres, pude acercarme y acariciar a la loba que amantaba dos de sus crías y sentí un poco celos de ver a las crías engendradas por mi amante, toda la manada me trataba como una más y podía moverme entre ellos sin causar sobresaltos, los lobos son muy sociables y amigables entre ellos, y me sentía una de ellos.
Valiente me empujó dentro de la cueva y nos apareamos, las lobas me limpiaron mi concha y Valiente me montó muchas veces más, las lobas se echaron a la entrada de la caverna y no dejaron pasar a nadie, ni siquiera a sus crías, cuando Valiente me desabotonaba, dos lobas venían y me lamian el chocho con avidez, me procuraron múltiples orgasmos, me hicieron sentir como parte de la manada, esa noche mi macho durmió a mi lado, yo me cobijé desnuda detrás de él y jugué con su pene obligándolo a montarme con su verga erecta, dura y caliente, las lobas estaban en lo suyo, algunas amantando a sus crías y no tenían celo, la única en celo era yo y el macho alfa cumplía con su deber apareándose conmigo en cada ocasión posible.
Después de tres días Valiente perdió interés en mí y desapareció con la manada, recogí mis cosas y saliendo de la gruta, lo encontré a él que me miraba en un modo casi humano, como diciéndome ‒ te extrañaré ‒ luego se giró y se dirigió a los matorrales, lo seguí y él me encamino hasta las cercanías de casa mía, pase a su lado y me agache abrazándolo y besando sus orejas y hocico, él me lengüeteó mi rostro.
Cuando me volví antes de entrar a casa, él ya no estaba, en la lejanía pude ver a mi vecina que me miraba y no sabría decir si me vio abrazando al lobo o quizás no, levante mi mano para saludarla y ella respondió mi gesto, no le di mayor importancia y entre en casa a ducharme, se que debo tener paciencia por algunas semanas e ir a un nuevo reencuentro salvaje.
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