Ringo II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
De todas maneras en ese momento y durante todo el día no recibió ninguna comunicación por parte de él.
Esa noche cenó con sus suegros, una vez que terminaron de cenar y de tener una breve sobremesa ayudó a su suegra en la limpieza de la vajilla y cocina y se retiró a su apartamento.
Una vez en su dormitorio se desnudó y colocó en su cuerpo el liviano camisón que le llegaba hasta la mitad de sus muslos y se metió en la cama. Al rato volvió a sentirse inquieta y nerviosa como la vez anterior e inmediatamente tuvo la necesidad de dirigirse a la puerta del apartamento. Una vez parada frente a la cerrada puerta resonó en su mente la orden mas nítida y potente que nunca "abre la puerta", sin vacilar ni un segundo así lo hizo, y allí firmemente plantado en sus cuatro patas, la cabeza erguida, las orejas tiesas y mirándola fijamente estaba Ringo.
Se hizo a un lado y el can entró y se paró en medio de la pequeña sala que estaba discretamente iluminada por una lampara de pie. Lucía se aseguro de cerrar bien la puerta y se encaminó hacia el mismo lugar en donde la esperaba Ringo, se detuvo frente a el y descubrió su ansiedad por la espera de la siguiente orden. Esta no se hizo esperar … "quítate el camisón"… obedeció de inmediato sacándoselo por encima de su cabeza, allí frente a los brillosos ojos del perro aparecieron los rotundos y blancos muslos de Lucía y su pequeño monte de suaves bellos sobre una cerrada y carnosa vagina. La mujer sintió un tremendo escalofrío cuando el hocico se apoyo con firmeza en su pubis y luego una rosada, larga y rugosa lengua le recorrió sus muslos en forma larga y pausada.
Ya entregada y con su mente solamente puesta al servicio de las ordenes de Ringo, recibió una última orden, y digo última porque a partir de esto ella, como hembra obediente, sumisa y anhelante sabría exactamente que hacer y en que forma satisfacer a su macho dominante. La última orden: "abre tus piernas".
Lucía recibió en su abierta vulva la mas salvaje y placentera lamida de su vida, esa lengua la llevaba a los limites de un placer que jamas imaginó, la recorría desde su pubis, pasando por entre sus labios vaginales hasta su ano y viceversa. En un momento Ringo concentró sus lamidas en el inflamado clítoris y su hembra gimió profundamente presa del impresionante y explosivo orgasmo que estallaba en su cuerpo. Las piernas de Lucía se aflojaron y esta cayó de rodillas frente a su macho quedando cara a cara. Ringo apoyó el hocico en la boca de la mujer y sacando apenas la punta de la lengua rozó, con esta, los húmedos y carnosos labios. Ella entendió y abrio sus labios para dejar que penetre en su boca aquella sabia lengua y jugaron largo rato con sus lenguas explorándose ambos sus respectivas cavidades bucales y mezclando y tragándose sus salivas y babas.
Ringo se separó de la boca de Lucía y se dedicó a lamer los senos palpitantes de la mujer y a mordisquear suavemente los duros y erectos pezones, llevándola al límite total de su calentura. El perro al advertir esto dejo de lamer y le dio un firme empujón al pecho de la mujer para que quedara acostada de espaldas al piso y cuan larga era, una vez en esa posición la hembra abrió automáticamente sus piernas, pero el can tenía otra idea, comenzó a avanzar sobre el cuerpo de Lucía pisando a los costados del mismo. De pronto ella sintió la punta húmeda y caliente de la verga del animal que hacia contacto con su pubis y desde allí comenzó a avanzar lentamente hacia si vientre, alzo un poco su cabeza y vio, por vez primera el rojo y enorme miembro del perro. Hipnotizada observo como avanzaba y dejaba un rastro de viscoso semen en su blanco cuerpo y ya se acomodaba en el medio de sus senos, haciendo una breve escala para seguir y llegar por fin a los labios de la entregada hembra.
Lucia entreabrió los labios y aprisiono suavemente la punta aguda del miembro que se le ofrecía y lo acarició con la punta de su lengua. Así unos minutos hasta que golosa y sedienta comenzó a tragar todo lo que podía de la verga animal, una vez que ya ocupaba casi la totalidad de su boca y llegándole hasta la garganta, aunque ni siquiera era la mitad de la verga que casi la ahogaba, comenzó una profunda u concienzuda mamada, mientras acunaba y acariciaba con sus pequeñas manos los grandes y cargados testículos de Ringo.
Asombrada vió como se formaba una gran bola en la base del miembro y como este comenzaba a latir y sacudirse dentro de su boca, aunque ya en este rato que duraba la mamada había sentido resbalar garganta abajo pequeños latigazos de ácido semen, sabia que lo mas importante estaba a punto de ocurrir, apenas termino de pensar en eso cuando una catarata de leche perruna inundó su boca obligándola a tragar rápidamente para que no se desbordara por la comisura de sus labios, aun así eso fue inevitable y sus mejillas y cuello se vieron mojados de este, para ella, ya sabroso semen. Mientras su macho se descargaba interminablemente en su boca ella a su vez se vio sorprendida por un intenso orgasmo que inundo aun mas su ya encharcada concha.
Al terminar de correrse Ringo ella le limpió completamente la verga y vió como esta perdía algo de rigidez y su bola disminuía considerablemente, a pesar de esto siguió con sus caricias bucales y manuales por otro rato. La dureza de la verga volvió a sentirla y su macho salió de la posición en que estaban y parándose al lado del cuerpo tendido de ella, volvió su gran cabeza y la miró fijamente directo a los ojos, ya no había necesidad de ordenes y ella lo comprendió perfectamente.
Rápidamente Lucía se volvió sobre el piso y adoptó la posición de 4 patas abriendo al máximo sus muslos dejando así expuesta y muy abierta vagina. Así lo espero sumisa y caliente, el dio una vuelta en derredor de su cuerpo, se detuvo detrás de ella y le dio 3 o 4 lametones en la concha palpitante y caliente de su ya perra en celo. Lucía sintió esos lametones y creyó desvanecer de gusto pero de pronto no mas lamidas, solo oía el jadeo de Ringo detrás suyo, y comprendió que el momento crucial se acercaba, por eso levantó lentamente las nalgas ofreciéndose a su macho.
Este complacido de la total disposición y sumisión de su hembra, la montó suave y tranquilamente, rodeó con sus patas delanteras la breve cintura de la mujer, arqueo el lomo la atrajo hacia él, apoyo su peludo pecho en la espalda de la mujer y con una habilidad increíble digna de la inteligencia de este… ¿animal? afirmó la punta de su grueso miembro en la entrada de la vagina y con un golpe de caderas le ensartó la mitad de la verga. Lucía al sentir la penetración tan firme y justa abrió muy grandes los ojos y la boca y de su garganta salió gutural y largo gemido que para su suerte no llegaría hasta los oídos de sus suegros debido a la relativa distancia en que estos se hallaban y las ventanas y puertas cerradas de su apartamento. Ringo al sentir la ajustada funda que cubría su pene y las palpitaciones de esta se quedó quieto en espera que su hembra se acostumbrara a su verga y saboreaba complacido el próximo movimiento a dar que no era otro que ensartar a la hembra hasta el fondo de su caliente y babeante concha.
Lucía confiada por la quietud de su macho fue relajándose y por lo tanto acostumbrando a su vagina a tremenda y dura verga, Ringo se regocijo al darse cuanta de lo confiada que se encontraba su perra y resolvió que ya estaba lista, apretó aun mas por la cintura a la hembra, afirmo sus patas traseras al piso y de un fuerte empellón enterró totalmente su verga en el cuerpo de la mujer. Esta aguanto estoicamente el empellón afirmando sus manos al piso y si no grito fue por lo sorpresivo del movimiento y porque este le corto prácticamente la respiración, aun así su rostro era una muestra de variados gestos de sorpresa, dolor, placer, lujuria, entrega. Las lagrimas corrían por su rostro, le era imposible cerrar su boca y jadear en forma constante como realmente hacían las perras, sentía su vagina estirada al máximo y llena de dura y caliente carne…le dolía ¡¡¡pero que gusto sentía !!!
Ahora Ringo ya no le importaba si su hembra se acostumbraba o no a su potente verga, solo importaba su placer y llenar de leche el útero de ella, así dio comienzo a un frenético bombeo que arrastraba los labios vaginales de las mujer hacia fuera y luego los volvía hacia dentro. Lucía en el delirio de su mente sentía cuan profundo le llegaba su macho golpeaba algo dentro suyo, que no sabia que era, y esto le producía como fuertes corrientes electivas que le recorrían toso du cuerpo y en su delirio comprendió que pertenecía en cuerpo y alma a este tremendo macho que la fornicaba como nadie lo hizo ni lo haría jamas. Así comenzó a tener una serie de orgasmos que culminó en uno el mas grande orgasmo de su vida y fue en el preciso momento en que Ringo le introdujo su gran bulbo. Si antes había sentido dolor ahora se sintió morir y sus jadeos y gemidos se convirtieron de pronto en un sentido y lastimero llanto, no podía hacer nada por la manera en que la sujetaba su macho y por la forma en que la había abotonado.
Otra vez, en su desesperación, trato de relajar todo su cuerpo y sobre todo su conchita que ya jamas volvería a tener aquel pequeño y delicado hueco, la ayudo mucho que su amante otra vez se encontraba inmóvil dentro suyo. Pasado un rato y cuando ya casi había logrado distenderse vino lo previsible, Rigo descargó cantidades infinitas de semen en sus entrañas de tal manera que le provocó otra serie encadenada de orgasmos y ya no resistiéndolo mas se dejo caer de bruces en el piso quedando estirada cuan larga era y con sus piernas totalmente abiertas. Pese a esto su macho seguía firmemente pegado a ella y con sus cuatro patas afirmadas en al piso al costado del cuerpo de la hembra. El macho dominante sintió un poco de piedad por ella y se mantuvo inmóvil durante los 25 minutos posteriores a su descarga. Pasado este tiempo su miembro y bola se fueron achicando haste que de un seco tirón se despegó de ella.
Ocurrido esto miró complacido y satisfecho a su hembra que yacía inmóvil boca abajo y con sus piernas todavía abierta y escurriendo lentamente hacia fuera de su vagina su espeso semen. Ella todavía gemía quedamente y lanzaba pequeños quejidos… Continuará
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