Sexo en el campo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Amelia quedó viuda hace 6 años, era una mujer de buen ver, de 48 fuertes años, sin ser una despampanante belleza y sufría una fuerte sensación de abstinencia sexual. Ella tenía que manejar a su cargo el campo que heredaron, junto a su único hijo, Manuel, hoy de 21 años.
Era la hora de la siesta, donde los peones descansaban en una arboleda bastante alejada, protegidos del fuerte sol.
La viuda sintió algunos murmullos en el establo donde guardaban dos caballos de uso diario, un hermoso semental y una yegua muy dócil. Curiosa se acercó y encontró a Manuel subido a un pequeño banco penetrando a la yegua con su imponente pene. El animal farfullaba quedamente y el muchacho gemía y murmuraba en su intenso orgasmo.
Cuando se dio cuenta que su madre miraba, sólo atinó a decir:
– Mamá me estoy cojiendo a la yegua! Ahhhhh!!! –
La mujer no se amilanó, le dijo:
– Bueno Manu, eso es porque no tenés una mujer que te complazca. Te ayudo a tener la yegua. –
El muchacho terminó de eyacular, se levantó el pantalón y acompaño a su madre a la casa. Ella lo llevaba abrazado y besaba sus mejillas para que el chico no se sintiera acongojado por haber sido descubierto.
A la madre le quedó grabada la visión de su hijo con la yegua, a la noche estaba super excitada y en su cama se masturbó repetidamente, incluso pasó por su cabeza la idea de ir a la cama de su hijo.
Llegó el día siguiente, Amelia, totalmente excitada se levantó vestida con un corto pijama camiseta y sin ropa interior. Su cuerpo y su mente pedían sexo a gritos. A la hora de la siesta, Manuel, ya desinhibido, volvió al establo a buscar la yegua, pero oyó raros sonidos en el box del caballo. Sigilosamente se acercó y encontró a su madre, que había colocado una mesita bajo el vientre del caballo, estaba acostada sobre esa mesa, pana arriba, totalmente desnuda y tratando de ser penetrada por el animal.
– Te ayudo, mamá. –
Fueron sus palabras y uniendo la acción a la palabra colocó la punta de ese colosal pene en la vagina de su madre, ya totalmente emputecida.
– Le hice la paja, se la mamé un buen rato y no conseguía que me la metiera. – Se quejaba la madre.
Manuel, después de apuntarle le punta en la concha de su madre, le pegó una fuerte manotón en la grupa del caballo que avanzó, introduciendo su miembro en esa cavidad hambrienta de sexo. Amelia lanzó un fuerte grito, mezcla de dolor y placer, mientras su cuerpo comenzaba un movimiento copulatorio. Sus orgasmos, repetidos, no tardaron en llegar. El semental, también excitado, lanzo un estrepitoso relincho y comenzó a eyacular dentro del útero de su nueva hembra. Amelia sentía que sus entrañas se llenaban de un líquido caliente y tan abundante que ejercía presión dentro de su vientre.
También sentía que su interior se desgarraba en un feliz estado de violencia que llegaba hasta su estómago y llegaba a presionar su diafragma, sabía que el dolor interno persistiría por días y días y que le recordaría que ahora era la hembra de ese hermoso semental, que sería la yegua puta y calentona, pendiente del deseo del caballo. Sabía también que con la ayuda de su hijo y cómplice en pocos días le entregaría el agujero de su culo al equino.
Por un momento giró su cabeza y vio a su hijo masturbándose y a punto de eyacular.
– No tires esa leche, dámela en la boca!- Pidió.
El semental se retiró, una avalancha de semen se derramó de esa concha maltrecha pero feliz y satisfecha. Amelia recogía lo que podía con sus manos y la llevaba a su boca, saboreándola.
Desde ese glorioso día, Amelia no tuvo más abstinencia de pene, por la noche su hijo y en las siestas el caballo se turnaban para satisfacerla.
Nunca nadie pudo comprender como a los meses quedó embarazada ( o preñada?)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!