Su primera vez…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Scooby75.
Por fin se decidió a hacerlo. LLevaba todo el día pensando en ello. Cada vez que se imaginaba la escena, un calambre recorría su espalda. Había estado todo el día en el trabajo distraída. Cuando salío de la oficina, sentía cómo las piernas le temblaban. Entró en una tienda que estaba de camino a casa y se compró un tanga rosa para la ocasión. Quería sentirse sexy, quería que fuese especial. Llegó a casa, dejó su bolso, se quitó su chaqueta. Cogío el teléfono y llamó a María. Cada tono de espera le ponía más nerviosa. Por fin, María descolgó el teléfono.
—¿Si? —Preguntó María.
—María, soy yo. Ya he llegado a casa.
—Vale, ¿sigues queriendo hacerlo? —Le dijo María.
—Sí. —Contestó ella. La voz le temblaba un poco de la emoción.
—No tienes nada que temer. Recuerda que Thor es un experto en esto. En eso tienes ventaja. Lo vas a hacer con todo un maestro. Te va a encantar. Vas a querer repetir, créeme. Lo haremos de la siguiente forma. Tú esperarás en tu habitación, ya preparada. Ponte guapa para él eh… Eso te excitará más. Yo usaré tus llaves, abriré la puerta y dejaré que Thor entre. Después me iré. Él sabrá qué hacer. Te buscará. Sabrá si estás dispuesta y te hará suya. Te va a encantar tía, ya lo verás. Cuídamelo bien eh… es mi perrito.
—Descuida, jajaja. Buf, qué nerviosa estoy.
—Es normal, no te preocupes. Disfruta del momento jajaja. Bueno, voy para allá.
Colgó el teléfono y se fue a la habitación. Se desabrochó la camisa. Se la quitó. Se quitó también el sujetador. Se quitó el pantalón. Cogío una camiseta blanca y se la puso. Le quedaba ajustada. Los pechos rozaban el algodón. Observó sus pezones y se dio cuenta de que su cuerpo hablaba por ella. Alcanzó la bolsa y sacó el tanga rosa que se había comprado. Lo volvió a observar. Se lo puso. Las piernas le volvían a temblar. Se miró en el espejo de pie y se sintió hermosa. De vez en cuando le invadían imágenes de lo que iba a hacer. Ver la cabeza de Thor en su entrepierna, la respiración forzada del animal, sus embestidas salvajes y sus gritos de dolor y de placer. Su enorme pene dentro de ella, hinchándose y ocupando todo su interior. El semen goteando. El perro jadeando encima de ella. La baba goteando en la sábana. Se sentía algo culpable. Nunca hubiera pensado que algo así le excitaría. Pero el deseo era mayor que la vergüenza. Además, la sensación de sentirse montada por un animal, de ser el objeto de deseo de Thor le hacía consciente del poder de su sexualidad. Era como una diosa a la que todos los seres deseaban montar. Eso la ponía más caliente. Se recogió el pelo y se hizo una coleta. Puso música y sólo dejó encendida una lámpara. El ambiente era cálido. Se tumbó en la cama y esperó…
Los minutos eran horas. Pensó en apagar la música. Quería oirlo todo a la perfección. Los jadeos, la fricción en los genitales, sus gritos. Se dispuso a apagar la música cuando de pronto oyó la puerta de la entrada abrirse. Se le erizó la nuca. Apagó la música y de un salto se tiró a la cama. Tras unos segundos, la puerta se cerró. —Ya está aquí— pensó. Guardó silencio y esperó. El silencio se oía, era palpable. Notó las pisadas recorriendo la casa. Thor ya había estado allí y se conocía la casa. Notó las pisadas acercarse. Lentamente. La puerta de la habitación estaba casi cerrada. Las pisadas se iban acercando hasta que se pararon junto a la puerta. Ella contuvo la respiración. El ocico del animal asomó por la puerta, tímidamente. —Hola pequeño—. Era solo un apodo. Thor era un gran danés enorme, inmenso, poderoso. De piel oscura y porte soberbio. Al verla, de una embestida abrió la puerta y se avalanzó sobre ella para saludarla. Estaba alegre. No paraba de moverse. Ya se conocían y eran buenos amigos. —Hola pequeñajo, ¿cómo estás? —Le meneó la cabeza con confianza y le acarició el lomo. Cinco minutos de bienvenida. Thor era efusivo. Lleno de energía. Ella sólo llevaba puesto la camiseta blanca y el tanga rosa. El roce de la piel de Thor con sus piernas era agradable. Cálido. Suave. Sintió pulsaciones en su entrepierna.
El perro lo noto. Acercó el ocico instintivamente. —Jajaja, espera…— Thor obedeció y se quedó mirándola esperándo instrucciones. Ella se estiró y abrió el cajón de la mesilla de noche. Sacó dos calcetines blancos y gruesos de algodón. De repente la actitud de Thor cambió. Se excitó y se puso nervioso. No obstante, esperaba indicaciones. —Cuando le pongas los calcetines déjale hacer. Él sabrá qué hacer. Entrégate a él y disfruta. —Las palabras de María resonaron es su cabeza. Thor estaba excitado, pero se mostraba espectante, como si supiera lo que tenía que hacer para obtener la mejor recompensa de su vida. Una mujer entregada toda pa él. Así que se sentó junto al borde de la cama y se dejó coger de las patas, como si de un juego se tratase. Una vez puestos los calcetines, su semblante cambió. Ella lo notó en sus ojos. Le miraba de otra forma. Así debe sentirse la diosa afrodita, pensó. Alterando la sexualidad de todos los seres a su paso. Se sintió hermosa y poderosa. Se recostó en la cama y con una palmada le indicó a Thor que subiera. —¡Arriba pequeño!— De pequeño nada. La vista era impresionante. Un perro enorme subido en la cama cuya única intención era poseerla. Ella recostada en el marco de la cama, mitad tumbada, tenía encima a un perro jadeante que le lamía la cara. Reía nerviosa mientras le acariciaba. Dobló sus rodillas y abrió las piernas, dejando claramente a la vista su entrepierna, sutilmente tapada por el tanga rosa, ya humedecido.
Thor siguió lamiéndola, recorriendo su cuerpo e instintivamente bajando hacia el ansiado regalo, abiertamente entregado. Al principio la voracidad del animal lamiendo su entrepierna le sorprendió y decidió no quitarse aún el tanga, que hacía de barrera entre el ansioso animal y su yo más íntimo. La sensación era maravillosa. El roce de la lengua en la fina tela le estaba volviendo loca. Notaba cómo el animal trataba de apartar con el ocico y la lengua la tela rosa. Su bulba estaba hinchada, los labios preparados para recibir en un cálido y jugoso abrazo lo que allí se acercara. No lo pensó más y ayudó al pobre animal a apartar ese "ahora" molesto trozo de tela. Thor enloqueció. Aceleró sus lamidas como si no hubiera mañana. Ella echó la cabeza para atrás y abrió la boca para emitir un sordo gemido. La lengua recorría toda su entrepierna con una velocidad y una fuerza inmensas. A veces le molestaba un poco, pero una vez acostumbrada a la rudeza del animal, empezó a disfrutar. Notaba como la lengua se introducía en la vagina. Thor no bajaba el ritmo. Con facilidad alcanzó el orgasmo y los temblores recorrieron su cuerpo. No aguantaba más, quería ser penetrada por ese poderoso animal, así que se dio la vuelta, poniéndose a cuatro patas. Fue girarse y Thor se abalanzó sobre ella, quiándole la iniciativa.
Ella había visto muchos vídeos donde las mujeres orientaban con la mano al perro. No fue necesario. Thor dominaba la situación y la dominaba a ella. Nada más girarse empezaron las embestidas de acercamiento. El peso de su cuerpo peludo encima de ella dejaron la entrepierna más accesible y al cuarto o quinto intento Thor entró. Pasó de no notar nada dentro suyo a notar su pene en crecimiento rozando su vagina. El perro hacía lo que quería y a ella le gustaba. Empezó a gemir. Las embestidas iban en aumento, de una rudeza salvaje. Pensó que iba a romperse por dentro, pero tras la sensación de dolor llegó el placer. Thor seguía y seguía empujando. Ella se sentía empalada. —No para nunca— Pensó. Y recordó las palabras de María. "¡Es una máquina!" —Sí que es una máquina— se dijo. Los gritos envolvían la habitación. Thor seguía empujando y empujando. No paraba. Le faltaba el aire de tanto jadear.
Estaba apunto de correrse de nuevo cuando fue consciente de todo. Tenía al enorme animal montándola allí mismo, doblegándola a su voluntad. Echado encima de ella, jadeando con la lengua afuera cerca de su cabeza. La saliva del perro caía a chorros. Le salpicaba la cara. En ese momento, de forma instintiva, giró la cabeza, abrió la boca y asomó la lengua, tratando de recibir su saliva. Al notar parte de ella en su boca, se excitó tanto viéndose a sí misma así que no pudo más y explotó. La electricidad que emanaba su entrepierna estalló y se propagó por todo el cuerpo, provocándola fuertes espasmos. El mejor orgasmo que había tenido en mucho tiempo y sin duda la mejor esperiencia de su vida. El coño le ardía literalmente. Notaba los impulsos de la corriente sanguinea. Perdió las fuerzas en los brazos y se desplomó contra la cama. Thor paró de repente. Jadeaba ansioso por coger aire y respirar. Igual que ella. Ambos jadeaban en busca de oxígeno.
Se encontraba recobrando el aliento, con el poderoso can allí pegado, cuando empezó a notar como se hinchaba algo en su interior. Bum, bum, bum… cada vez más fuerte. Thor no dejaba de hacer contracciones y cada nueva, era más intensa. Sintió como se le hinchaba la polla al gigantesco animal ocupando todo el espacio en su interior. —¡Es enorme! —se dijo. El bulbo del animal creció tanto que los labios se le abrieron, asomando parte de él al exterior. —¡Estoy anudada! —se repetía ella con asombro. Las contracciones seguían y toda su vagina estaba invadida por ese encantador instrumento que la retenía allí postrada. Ella trató de relajarse y sentir todo lo que allí sucedía. Entonces fue cuando notó a Thor correrse. Sabía que los perros se corren de forma distinta a los hombres. Lo había visto muchas veces en los vídeos de Internet. Pero ella no pudo evitar sorprenderse al ver que el animal seguía corriendose una y otra vez con cada impulso. El semen comenzó a salir y a gotear por su vagina, como buscando un espacio que ya no había dentro de ella. Con la cabeza un poco retorcida veía su entrepierna gotear, mientras oía jadear a su vigoroso amante y notaba las contracciones de su pene. Se imaginó la polla de Thor corriéndose dentro de ella una y otra vez, al ritmo de las contracciones y se corrió con él.
Le pareció desmayarse. Por un momento perdió la noción del tiempo, como si se hubiera dormido. Estaba empapada en sudor. La habitación olía a sexo y las sábanas estaban empapadas. Se sentía exhausta, pero tenía unas profundas ganas de incorporarse y abrazar a su amante, por el placer que le había dado. Aún seguía pegada al enorme miembro del animal. Esperó, disftutando de cada nueva contracción. Se alegró de haberse atrevido a hacerlo. Thor estaba cansado también, como si hubiese corrido durante horas. Comenzó a moverse como intentado zafarse del nudo. Ella se asusto, si era muy brusco podría hacerla daño, pero por suerte para ella, tras un pequeño tirón un poco doloroso, Thor salío de su interior. Suspiró aliviada y llena de placer. Entonces sintió como un río cálido salía desde dentro de su vagina. Se asombró de la cantidad de semen que tenía en su cuerpo. Inmediatamente Thor acercó su cabeza y comenzó a lamerle la entrepierna. Ella sonrió.
Su amante le limpiaba delicada y entregadamente. Se quedó quieta dejándole hacer y con la cabeza algo retorcida buscó con sus ojos al animal. Fue cuando vio su enorme polla, imponente allí colgando, con su bulbo hinchado y goteando semen por la punta. Instintivamente se volvío a sujetar con los brazos y se giró gateando hacia él. Sentía deseos de devolverle el favor. Nunca se habría imaginado haciendo eso, pero se sentía distinta, muy excitada. Comenzó a curiosear con las manos el enorme aparato del animal. Thor se quedaba quieto. Parecía estar acostumbrado a eso. Lo tocó con una mano, con la otra, con las dos. Lo acarició de arriba a abajo. Estaba asombrada de haber tenido todo eso en su coño. El pene seguía goteando. No lo pensó más, lo agarró por el bulbo y comenzó a lamerlo. Para su sorpresa no le disgustó el sabor. Empezó a lamerlo poquito a poco. Sin introducírselo en la boca. Y poco a poco se fue acercando a la punta, que seguía expulsando semen a instantes, atreviéndose a probarlo. El animal estaba relajado, se dejaba hacer. Fue entonces cuando le vinieron a la cabeza imágenes del enorme pene introducido en su vagina, soltando semen, cuando se lo metío en la boca y empezó a mamarlo. Allí estaba ella, a cuatro patas con la polla de Thor en una mano haciendole una mamada.
El morbo la excitó. Sintío cómo aún goteaba semen de su vagina y le excitó tanto que comenzó a meterse el miembro profundamente en la boca. Se lo folló con la boca. Notaba como se le llenaba la boca de semen. Tragaba un poco, soltaba otro poco. Su lengua recorría cada centímetro de la polla, queriendo captar todo el sabor y el dulce tacto caliente y jugoso que él le regalaba. Estaba llena de semen por todas partes y eso le encantaba. Se imaginó a María haciendo lo mismo y sonrío.
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