Su verdadero amor es un perro (1ª parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Manuel63.
Diana, hija, el autobús va a salir ya – decía su madre en tono suave desde la cocina que daba al patio interior donde ella estaba despidiéndose de Swin.
El autobús partió y Diana apenada lo hizo con el al tiempo que sentada en uno de sus asientos recordaba lo vivido durante los últimos años.
A sus 23 primaveras, la joven Diana debía marcharse a otro país diferente al suyo, de costumbres distintas y con un idioma diferente que no conocía pero del que gente de su edad le habían señalado como país maravilloso donde se puede hacer un dinero fácil en poco tiempo, siempre y cuando seas capaz de sortear las astucias del destino y no meterte en acciones que pudieran provocarte la ruina económica y de tu vida en general.
Se marchaba a España, país de sus sueños, donde conseguiría encontrar esa estabilidad económica que añoraba en su patria para que su madre y ella pudieran vivir de manera holgada y feliz el resto de sus días, permitiéndole así comenzar una nueva vida en su ciudad natal, Bucares.
Su vida había sido marcada por el sexo desde joven en su pubertad y de mas mayor en la adolescencia completa. Cuando contaba con 14 años tuvo su primera relación sexual con un chico de su edad, se llamaba Alfredo y era su amor, un chico muy alto y moreno que cuando caminaban juntos ella no le llegaba mas arriba de sus pechos lo que le permitía ir acariciando su miembro sin esfuerzo cuando paseaban juntos fuera de la vista de la gente. Cuando el le proponía que le hiciera una mamada era poco el camino que tenía que recorrer con su cabeza para llegar a su miembro erecto sin necesidad casi de agacharse. Las mamadas eran de las cosas que mas le gustaban a Alfredo por lo que Diana fue aprendiendo la manera mas placentera de hacérselas a su amante y en cualquier lugar y en cualquier momento ella podía estar realizando el acto para satisfacer plenamente al hombre de su vida.
Solían realizar unas pautas mas o menos fijas cada día que comenzaban en casa de Diana por las tardes cuando Alfredo iba a buscarla para dar una vuelta. El era un chico elegante pero muy vago, no estudiaba ni le gustaba trabajar, solo estaba cada día pensando en cuando llegaría la hora de la tarde para ir a casa de Diana para desahogarse sexualmente y así lo hacía.
Hola Di, – decía Alfredo cuando llegaba a casa de Diana –
Hola amor mío – contestaba Diana enamorada de su hombre –
Acto seguido, buscaban su lugar especial, lejos de la vista de los demás, para poder desahogar al dueño de su corazón.
La casa de Diana era muy grande, constaba de un primer cuerpo que daba a la calle y de un segundo cuerpo que daba a otra calle diferente, compuesto por una serie de patios cortados por varios muros componiendo una serie de cuadrantes destinados al albergue de algunos tipos de ganados como unas pocas cabritas, alguna que otra oveja y un par de perros. Junto a los cubículos que contenían las cabras había otro donde estaban el macho cabrio y junto a los que contenían las ovejas había otro con el carnero. Tenía dos perros pero ambos eran machos en otro cubículo diferente. Su padre trabajaba como albañil pero tenía esos animales para sacarles algún dinero extra con la venta de los chivos y los corderitos así como de la lana y la leche. Su madre hacía quesos que después también vendían y con todo iban subsistiendo.
Alfredo y Diana siempre iban al cubículo donde estaban los perros, allí, el se respaldaba contra la pared mientras ella encorvaba su espalda un poco para alcanzar su miembro con la boca y comenzaba a besarlo a todo lo largo, hasta llegar a los testículos y desde allí volvía con la misma acción hacia arriba hasta la punta de su glande. Esto lo hacía varias veces y era una de las formas de cabrear a Alfredo, porque el no quería ese tipo de juegos, solo quería que se la mamara rápidamente y correrse dentro de su boca a la mayor brevedad posible para que le diera tiempo a correrse mas veces. Pero ella aceptaba siempre la crítica de Alfredo y lo hacía de esa forma, besándolo desde arriba hasta abajo varias veces y desde abajo hacia arriba otras cuantas hasta que conseguía que su erección fuese dolorosa e inquieta y que las manos de Alfredo agarraran la cabeza de Diana y la sometiera a la penetración bucal profunda con su pene. Cuando la cogía de la cabeza ya no la soltaba, la sometía constantemente a embates prolongados y profundos que le hacían provocar alguna que otra arcada cuando su capullo atravesaba la zona de la campanilla, a lo que Diana se acostumbró con la practica de tal forma que era capaz de acaparar la totalidad del pene de Alfredo en su boca, con el consecuente traspaso de toda la zona del paladar blando y entrada en su esófago. Esa era una de las partes que Alfredo nunca soportó, cuando su falo entraba en contacto con la musculatura esofágica la sensación que recorría todo su miembro subía también por su coxal en dirección hacia su columna vertebral y antes de que esa sensación llegara a su cerebro para poder remediar la inminente corrida con una retirada de su garganta se corría sin mas cuentas dentro del esófago de Diana que sin ningún tipo de esfuerzo permitía que el semen de su amor llegara a su estómago de una forma directa sin mezclarse siquiera con su saliva. Las piernas del hombre temblaban y flojeaban cuando se corría sujetando fuertemente la cabeza de Diana para que no retirara su garganta hasta recuperarse casi plenamente del éxtasis sexual vivido, a lo que ella sumisamente accedía siempre. Esta era la forma de comenzar su relación cada día en casa de Diana. Después marchaban dentro charlando y cogidos de la cintura para que mientras charlaban en casa Diana ayudaba a su madre en las labores. Había una parte de esas labores que a Alfredo le encantaba sobremanera que era cuando ella ponía la ropa interior suya a secar en los tendederos del patio mas grande, y aprovechaba cuando tendían las sábanas para someterla de nuevo detrás de ellas a otra penetración profunda en la boca, en cuya ocasión la felación era mucho mas rápida aunque igual de profunda, quitando los devaneos que Diana dedicaba besuqueando su miembro durante un rato. Esta situación hacía mas vulnerable a los novios porque en cualquier momento podían ser pillados por la madre de la chica en plena función y eso descargaba la adrenalina en Alfredo de forma frenética y su corrida era algo así como muda porque no podía ni abrir la boca por la represión del lugar pero aun así igual de efectiva para el estómago de Diana que aceptaba una nueva carga de proteínas humanas que serían digeridas con amor.
Ese era el tipo de sexo que mas practicaban, las felaciones tras felaciones, porque Alfredo era un obseso de ese tipo de practicas con Diana, el placer que sentía no era comparable con otras prácticas sexuales que ni siquiera se planteaba.
Un día, Alfredo llegó a casa de Diana por la mañana, así como a las 11. Ella estaba sola en casa, su madre había ido a hacer la compra al mercado y quedó sorprendida al verlo aparecer a esas horas.
¡¡Alfredo!! – dijo Diana al verlo –
Hola Di, – dijo Alfredo – he venido porque ardo en deseos de poseerte, no puedo aguantarme y he pasado toda la noche pensando en hacerte mía – le dijo con voz tenue al oído de Diana –
Pasa, vamos a las cabrerizas, mi madre no está, tardará en volver un buen rato – respondió Diana también con voz tenue –
Atravesaron el patio grande y llegaron al cubículo de los perros. Alfredo abrió la puerta y entró dentro y también invitó a Diana a pasar porque sus acciones sexuales eran desarrolladas fuera del cubículo siempre y ella se sorprendió de que en esta ocasión entraran dentro con los perros. Allí el comenzó a besarla y desnudarla de la cintura para abajo. Quitó su falda cortita y su braga y las puso encima del poyete del cubículo y comenzó a besarla apasionadamente. Por su altura, debía agacharse mucho para poder besarla, aunque ella se estirazara también pero había mucha diferencia de altura. Diana se abrazaba a su cuello y lo besaba apasionadamente mientras que Alfredo buscaba con su mano su vagina acariciándola lentamente y notando la humedad que salía de ella haciéndola vulnerable para la penetración. En un tris, Alfredo le dio la vuelta a la chica y la puso mirando para la pared, bajó a su culo y comenzó a acariciarlo con las manos y a besarlo. La chica jadeaba en voz muy baja cuando de pronto una especie de graznido salió de su garganta coincidiendo con el lamido que Alfredo aplicaba a su ojete, abierto con sus grandes manos y que además extendía también a su vagina desde atrás. Su lengua resbalaba lentamente por la vagina, el pequeño periné y su ano, se paraba en cada uno de los agujeros para aplicar mas saliva en ellos y para intentar una penetración lingual en ambos. Su lengua entraba y salía despacio de su vagina una y otra vez, avanzaba hacia delante alcanzando su clítoris y volvía a entrar dentro de ella. Diana encorvaba su cintura estando de pie apoyada en la pared y apretaba su sexo contra la boca de Alfredo. La imagen era digna de ser observada, el chico con su cara dentro de los pliegues de la chica y la chica apoyada en la pared empujando con su trasera en la cara del chico. Ella se corría de pensamiento, solo de pensar lo que estaba haciendo, era la primera vez que el le hacía esos favores y ella se desvanecía de placer en cada instante, se corría una y otra vez, sus fluidos mojaban la barba de 2 días de Alfredo y el contacto de esta con la chica hacía que ella siguiera corriéndose. Diana entre dientes suspiraba y decía “lámeme el culo”, Alfredo sin dudarlo lo hacía y ella suspiraba y decía … mas, mas, mas, entra dentro, entra con tu lengua dentro, dame placer, hazme feliz, dame lo que quiero, no pares……. mientras Alfredo violaba ese culo con su lengua una y otra vez, metiendo y sacando la punta al principio pero a medida que lo forzaba entraba cada vez mas, la relajación era mas grande y el esfínter se adaptaba a su lengua de una manera perfecta mientras Diana no paraba de correrse una y otra vez hasta que las piernas le fallaron y se dejó caer de rodillas mirando para la pared. Alfredo dejó de lamer y se puso de pie junto a ella respaldado con la pared y observó que uno de los perros se acercaba a la chica para oler su trasero y comenzar a lamerlo. Diana, aun inmersa en su sueño y en su desvanecimiento, comenzó a notar que de nuevo era afligida por su trasero y que esta vez era con mayor habilidad y ensalivación, no abrió los ojos, siguió disfrutando mientras el perro seguía lamiendo y Alfredo lo miraba. Era un perro mediano, un cruce con pastor alemán y podenco, con una alzada de aproximadamente 40 cm a la cruz y de color canela que dejaba asomar la punta de su glande por la apertura de su prepucio y que estaba haciendo que Alfredo, lejos de detenerlo sintiera tal excitación que terminara cogiendo la cabeza de Diana y metiéndole su verga en la boca como tenia por costumbre, entrándole de golpe en el esófago y corriéndose acto seguido en el, con la salvedad de que aun después de haberse corrido seguía bombeándole la boca a la chica sin parar, mientras ella, dentro de su schock seguía siendo lamida por el perro frenéticamente. Alfredo volvió a correrse dentro del esófago de Diana dos veces mas mientras el perro no paraba de lamerle el culo y la vagina y ella no paraba de tensionar su pelvis estando de rodillas en el suelo, mientras estaba siendo embatida en la boca por Alfredo, para conseguir la postura idónea en la que con el mismo lengüetazo el animal abarcara ambos orificios. El perro lamia y lamia frenéticamente empujado por el olor a hembra de su dueña que no dejaba de correrse, hasta que una vez Alfredo sacó la polla de su boca, ella se dejó caer al suelo y se sentó exhausta, débil, temblorosa, blanca, sin fuerzas, abrazándose a la pierna del chico y mirando al perro que estaba delante de ella, con la lengua estirada y jadeante y con la punta de su glande asomando de su prepucio. Pasaron unos minutos y Diana recobró un poco el aliento y preguntó a su chico por lo que había pasado. Alfredo contó con detalle lo que le había ocurrido sin querer pero que había sido tan excitante que no pudo aguantar la situación y la dejó seguir. Diana no daba crédito a sus ojos, se sentía mal, había sido la primera vez que se corría con su novio pero la mayor parte de las corridas habían sido por los lengüetazos del perro, no podía entenderlo, decía, pero había sido real, tan real como la vida misma y se levantó para vestirse y regresar a la otra parte de la casa. Cuando se puso la falda no encontraban las bragas y sospecharon que las había cogido el perro, pero el seguía allí delante, como esperando un milagro que lo hiciera correrse, aunque no era esa la intención de la chica, pues era mucho mas importante para ella en ese momento encontrar sus bragas y entrar en casa para meditar sobre lo que le había ocurrido. Alfredo se asomó a la caseta de los perros y allí estaban las bragas de Diana, siendo olidas profundamente por el otro animal dentro de la caseta y gruñendo a la hora de quitárselas como si quisiera para si esa prenda que olía a esa hembra que no había podido disfrutar. Esta experiencia la repitieron en otras ocasiones pero sin dejar a los animales llegar mas allá, pues aunque a ella le gustaba el contacto con el perro, no aceptaba mas cosas de el.
Aquella experiencia marcó la vida de Diana y a partir de ese momento, cuando iba a dar de comer a los animales comenzaba a charlar con los perros, como si fueran sus amigos, los acariciaba de una forma diferente y los dejaba que le rozaran las piernas incluso que las lamieran, pero no aceptaba nada mas de ellos.
La relación con Alfredo duró aproximadamente un año, pero se rompió debido al desínteres del chico por el trabajo, cosa que Diana no podía aguantar, prefería estar sola antes que estar chupándosela cada día a un vago que solo pensaba en correrse y nunca en trabajar.
A los 17 años tubo una segunda relación y como en la anterior se entregó totalmente a ella. El chico se llamaba Gustavo y era apuesto y trabajador. Se dedicaba también a la albañilería igual que el padre de Diana, y era algo mayor que ella, contaba con 19 años, alto y bien parecido. Los juegos sexuales eran diferentes con esta relación y también la enseñaron y la marcaron. Solían verse por las noches, después de trabajar, como a las 8 de la tarde mas o menos y no salían de paseo sino que siempre estaban en casa, paseaban por el patio grande, estaban en los cubículos de los animales, algunas veces salían a la puerta para ver a la gente pasar y poco mas, de manera que su actividad sexual siempre se realizaba dentro de la casa también. Gustavo era un hombre con una familia grande, eran 4 hermanos, entre hombres y mujeres, aunque sus padres se tuvieron que casar muy jóvenes porque su madre quedó embarazada. Esta cuestión dejó huella en toda su familia, pues su madre siempre insistía a todos sus hijos que cuando tuvieran una relación debían tener mucho cuidado de no dejar embarazada a su pareja en el caso de los hombres y de no ser embarazadas en el caso de las hijas y que para eso había muchos mecanismos que les harían disfrutar en pareja pero que no darían lugar a un embarazo no deseado. Esta enseñanza recibida por Gustavo adquirió una gran personalidad en las relaciones sexuales con Diana.
La primera vez ocurrió también en las cabrerizas, comenzaron con besos de amor que poco a poco se convirtieron en apasionados y que dieron lugar a que las manos del hombre resbalaran por el cuerpo de Diana, acariciando sus pechos, sus nalgas y su vagina por encima de la ropa, para acto seguido comenzar a ir metiendo mano por entremedias de su falda. Diana cogió su miembro y lo acarició como hacía con Alfredo, lo lamió y finalmente lo metió en la boca, dándole el arte que sabía aplicarle con su garganta profunda. Gustavo alucinaba cada vez que Diana se la mamaba de esa manera, pero el, a pesar de que se lo pasaba bien y se corría muy a gusto en la boca de Diana, quería meter por otro sitio y así se lo propuso a ella. Ella accedió sin problemas, pero una vez preparada Gustavo era reacio a meterla por la vagina debido a las enseñanzas de su madre y se lo explicó a Diana. El chico tenía las cosas muy claras, quería meterle la polla a Diana y correrse dentro y le apetecía el coño de la mujer pero como allí no podía correrse comenzó a convencerla para realizar el sexo anal.
Diana, si la metemos por la vagina, corremos el peligro de que puedas quedarte embarazada y eres muy joven para que eso ocurra – comentaba Gustavo –
Pero Gustavo – respondía Diana – yo nunca he tenido nada dentro del ano y no se si podré hacerlo, además, será quizás un poco asqueroso porque puedes sacarla llena de heces – continuo Diana –
Bueno amor – seguía Gustavo – habrá que estudiarlo poco a poco y llegaremos a conseguirlo entre ambos, yo se que la gente lo hace para no quedarse embarazados.
Fue así como comenzaron las andaduras para que se consumara el sexo anal y guardar así el vaginal para el matrimonio.
Gustavo era un hombre relacionado y comentaba a sus amistades la manera de hacerlo por el ano para que fuese placentero y limpio y cada uno le daba su propia versión, concluyendo en una visita sorpresa a Diana en un día en que había pedido permiso del trabajo para ir a la enfermería a curarse el dedo meñique de la mano izquierda reventado de un martillazo. Llegó a casa de Diana sobre las 10 de la mañana y ella estaba haciendo las labores del hogar sola en casa.
Hola guapa – dijo Gustavo al verla –
Hola Gus – contestó ella – ¿que haces aquí a estas horas?
He tenido un accidente y con un martillo me he reventado el dedo – continuo el –
A ver, déjame ver – decía Diana con gesto de dolor en la cara – Miró el dedo vendado y le dio besos en señal de amor y se abrazó a Gustavo fuertemente. Ya sentados junto al fuego del hogar comenzaron a besarse y el chico comenzó a contarle a Diana como podían hacer el sexo anal de una manera mas segura. Empezó diciendo los comentarios que le habían hecho sus compañeros y amigos sobre el tema y el había ido seleccionando de cada uno lo que mejor veía. En primer lugar, comentó a Diana que la ampolla rectal, que es la ultima parte del tubo digestivo, es una zona que casi siempre está libre de heces y que solo se llena cuando se tienen ganas de defecar, lo cual marca el momento de hacerlo sin mancharse. En segundo lugar, comentó a Diana que esa zona es el lugar por donde también se eliminan los gases y que estos suelen ser olorosos, por lo que hacerlo sin mas podría provocar olores desagradables para lo cual había encontrado una solución que consistía en una vaselina perfumada. Diana se quedó un poco perpleja al oír la palabra vaselina, pues no entendía para que se usaría, cosa que Gustavo explicó de inmediato diciéndole que era necesaria para lubricar ese agujero porque ahí las mujeres no tienen ningún tipo de secreciones y entonces se haría muy doloroso. Ella pensó que había comprado una vaselina para sus labios en una tienda hacía pocos días y que era perfumada, la vendían en una especie de cajita redondeada de color rosa y fue a por ella para enseñársela a Gustavo. Cuando volvió, Gustavo abrió la cajita y el perfume que desprendía era agradable y la vaselina era casi cremosa que podría facilitarle la aplicación en su ano. Sin querer su pene reaccionó rápidamente y Diana lo notó, lo miró y sonrió y le propuso intentarlo en ese momento pero en las cabrerizas que sería mas difícil que los pillaran si venia su madre. Así ocurrió, Diana fue antes al lavabo y se lavó bien la zona anal y una vez seca fue con Gustavo hasta el cubículo de los perros como siempre pero desde fuera. Allí Gustavo levantó su falda sin perder tiempo y apartó su braga hacia un lado y comenzó a besar aquel orificio lleno de pliegues y rosado que tanto le apetecía follar. Diana sintió como la besaba en su culo y lamia su ojete y se le erizaba el pelo solo de notar su lengua. La aplicación salivar era abundante y con la lengua intentaba penetrar el ojete consiguiéndolo poco a poco y dando lengüetazos que también le llegaban a su vagina que para ese momento estaba fluyendo líquidos abundantemente. Decidió aplicar la vaselina y cogió con su dedo índice de la mano derecha un poco de la cajita y la aplicó alrededor del ano. Poco a poco aplicó mas y comenzó a meterle el dedo dentro del agujero para aplicársela internamente haciendo movimientos de mete y saca despacio unidos a movimientos de rotación de su dedo dentro del culo. Cada vez el dedo lo introducía mas en el culo hasta llegar a meterlo entero, notando como el esfínter interno también se abría a su paso y explicándole a Diana que al atravesar ese esfínter con su polla debería de provocarle mucho placer por estar mas duro que la vagina y bien lubricado y al mismo tiempo le decía que como lo sentía, a lo que Diana contestaba que bien, que le gustaba como se lo hacía y que siguiera sin problemas haciéndolo. Gustavo metió entonces otro dedo mas, con lo cual, unido a la velocidad de mete y saca que le estaba imprimiendo, estaba consiguiendo que Diana se estimulara de tal manera que se corriera casi sin querer, temblándole todas las carnes de su cuerpo y diciéndole a Gustavo que le gustaba mucho, que lo intentara con la polla ya. El chico no se hizo rogar y aplicó un poco de vaselina en su glande para acto seguido ponerlo en el ojete de Diana y despacio apretar poco a poco hasta conseguir introducirle la cabeza en el culo. Diana se quedaba pasivamente, quieta por completo, recibiendo la cabeza de la polla de su amor en el culo y mirando por abajo desde su posición en ángulo recto como su novio comenzaba a mover las piernas en el acto de introducción de su pene en el culo. Esa visión hipnotizó a Diana, comenzó a estremecerse de nuevo y a correrse de forma incontrolada mientras que Gustavo apretaba su polla contra su culo tirando de sus caderas con las manos para manejarla mejor y llegando a introducir la polla completamente en su culo y bombeando cada vez mas deprisa, apretando en las embestidas sus glúteos para provocar una erección mayor de su pene dentro del culo de Diana.
Siiii, dale fuerte, mas, maaaaaassss, siiiiiii, sigueeee, no te pares, mas, mas……… fóllame el culo, no pares, sigueeeeee…………….
Así estuvieron por un espacio de varios minutos, sin parar de ser bombeada una y otra vez por ese delicioso agujero que estaba provocando la venida de Gustavo de un momento a otro y que en Diana estaba dando lugar a una serie de corridas una detrás de otra que la estaban haciendo desfallecer.
Aggsssssssss, que bueno, me corroooooo, me corroooooooo…………
Gustavo se corrió generosamente dentro del culo de Diana y cuando hubo pasado un rato la sacó de ella sin ningún resto de suciedad y sin olor fétido tal y como se habían propuesto, sino con olor a vaselina perfumada, y al tiempo Diana se dio la vuelta y se la cogió con las manos para comprobarlo todo en primer plano y en vista de que todo había salido bien lamió su polla y la besó por algunos minutos hasta que ambos quedaron rendidos por disfrutar del sexo anal y ante el refunfuño de los dos perros que estaban en la otra parte del cubículo que al captar el olor a sexo se encontraban nerviosos por momentos.
Diana pasaba todo el día en casa, haciendo las tareas del hogar con su madre, fregaba la casa, hacia la colada, recogía la ropa, aprendía a hacer la comida, todo enfocado a su matrimonio el día de mañana, para satisfacer todas las necesidades de un hogar que pensaba en formar con su hombre. Entre todas las cosas que tenia que hacer siempre le quedaban ratos libres en casa y siempre se iba a las cabrerizas para ver a los animales, los cuidaba, los alimentaba, los limpiaba, los acariciaba y muchas veces se masturbaba cuando recordaba los momentos sexuales que pasaba con Gustavo en esos lugares.
Durante la época de celo de los animales, allá por el otoño, su padre juntaba a las cabras de una en una con el macho en su cubículo y hacía lo mismo con las ovejas y el carnero. Los machos se apareaban muchas veces con la misma hembra y al día siguiente con otra y Diana, se calentaba desmesuradamente cuando veía a los machos montar a las hembras. Se quedaba allí por espacios de horas, se masturbaba muchas veces viendo como follaban los animales y al ver a los perros alborotados por captar las señales de su coño húmedo entraba en su cubículo a acariciarlos y a dejarse lamer por ellos. Un día, fue tal su calentura que además de acariciar a los perros sin darse cuenta se encontró masturbando a uno de ellos. El animal se quedaba quieto al principio pero al notar la presión de la mano de Diana comenzaba a hacer los movimientos propios del coito, cosa que ella aprovechaba para seguir sujetándole la polla firmemente por el prepucio y conseguir así que en unos minutos el animal se corriera y quedara con la polla colgando y andando cuidadosamente hasta su caseta para tumbarse a lamérsela después del festín. Acto seguido hacia lo mismo con el otro perro hasta conseguirlo también.
Uno de esos días en que estaba haciéndoles una paja a uno de sus perros, entró su tío por la puerta de atrás sin que ella lo oyera, era el hermano de su madre. El hombre se acercó a los cubículos para ver a los animales y cuando llegó a los perros vio a Diana montada en uno de ellos a modo de caballo, sujetándolo con una mano por el collar y con la otra en la polla masturbándolo, con el consiguiente movimiento coital del animal que era observado por el tío desde atrás. La imagen no dejaba ninguna duda de lo que estaban haciendo, ella con sus falditas cortas encima del lomo del perro y este follándose la mano de Diana.
Eso, sigue así, fóllale la mano a tu dueña, sigue así, sigue, correte en mi mano y disfruta………
Cuando terminó y se levantó de su postura vio a su tío mirándola con ojos desencajados,
¡¡¡Tierra trágame!!! – susurró Diana mirando a su tío –
CONTINUARA
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