Sueño zoo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por litoboy5.
LLegué a tu casa y ya me estabas esperando con tu perro, un pastor alemán de unos 2 años, estuvimos platicando mientras el perro se acostumbraba a mi presencia. Después de unos tragos me acerqué a ver al perro y se puso muy contento cuando le di a lamer mi mano, después lo acaricié desde el hocico hasta los huevos, pasando varias veces sobre su pene que ya asomaba una puntita roja, me agaché para calcular el diámetro de su verga en erección, segundos más tarde te dije ven, ayúdame a dilatarme; traía conmigo una mochila, de la cual saqué un tubo grande de lubricante sabor chocolate y te lo di, me puse de rodillas frente a un sillón, me bajé mis pantalones y mis slips negros con elástico blanco, me recargué sobre el asiento del sillón y te dije –dilátame-. Tú te pusiste muy contento porque se aproximaba el momento de la acción, te pusiste el lubricante en la mano, te pusiste de rodillas detrás de mí y metiste el dedo pulgar en mi ano, y me decías –no mames lo tienes muy cerrado- y yo te respondí que no tengo la fortuna de que me cojan todos los días. Me metías y sacabas el dedo, lo girabas a un lado y el otro mientras que con los otros dedos de tu mano me apretabas los testículos, fue algo muy placentero que me provocó una fuerte erección. Después me metiste el dedo índice, igual me lo sacabas, metías y girabas, después dos dedos y cuando me metiste tres dedos me dolió un poco pero no te dije nada y me dolió más cuando los girabas restirando mi esfínter anal lo que provocó la caída de mi miembro.
Te detuviste y me dijiste –listo- y yo te dije -no mames hace falta más dilatación, méteme algo más grueso- ni tarde ni perezoso me preguntaste -¿mi verga?- y yo te respondí –órale-. Mientras yo buscaba unos condones en mi enorme mochila, te bajaste los pantalones y tus calzones, vi la enorme erección que ya tenías, te di un condón, te lo puse con bastante lubricante, te lo chupé hasta que no quedó nada de lubricante, te dije -huy que rico-, volví a ponerte lubricante, me acosté sobre el sillón un poco de lado con mis piernas abiertas en “v”, con las manos separaba mis nalgas, tu perro se acercó de inmediato a oler mi ano y lo dejaste, inmediatamente me dio unos lengüetazos, lo hiciste a un lado, te acercaste temeroso sujetándome de la cintura y sentí la caliente y deliciosa punta de tu pene centrando mi ano y me lo insertaste fácilmente con un par de empujones, nuevamente me dolió pero no te dije nada, solo se me escapó un suspiro. Después de un par de minutos, ya cuando agarraste confianza casi me la sacas y volviste a empujármela, yo te dije -párale, párale; te dije que me dilates, no que me cojas- y con las piernas apreté tu cuerpo junto al mío de manera que no pudieras sacarme tu pene, apoyándome en los brazos acerqué mis labios a los tuyos y nos estuvimos besando unos 5 o 6 minutos.
Me cansé de estar así porque era una posición algo incómoda, de hecho yo no tenía erección, te pedí que me lo sacaras para cambiar de posición, cuando tu pene salió de mi ano sentí muy rico, muy rico. Me levanté y te pedí que te acostaras en el sillón boca arriba, era un love seat, después me subí al sillón y me senté sobre tu enorme, caliente y chocolatoso pene, giré hacia la derecha y quedamos en cucharita, levanté mi pierna izquierda y la puse detrás de la tuya para empujarte hacia mí, tu perro se acercó para oler y lamer mi pene. Nuevamente me dijiste –estás muy apretado- y te respondí – pues si no te gusta un ano apretado te aguantas-. Pasados unos 10 minutos empezaste a tratar de mover tus caderas para delante y para atrás y te pregunté sobresaltado -¿qué estás haciendo? Te dije que no me cogieras- y me respondiste que ya estabas perdiendo la erección a lo que yo contesté –entonces bombéame, bombéame- giré mi tronco un poco y te susurré –si ya me metiste la verga, ahora méteme la lengua- abrí un poco los labios y tu lengua la invadió mi boca toda enloquecida de placer mientras tu pene se movía hacia adelante y hacia atrás dentro de mi.
Cuando noté que aumentabas el ritmo de tu bombeo me levanté rápidamente, creo que hasta se escuchó un “pop” cuando tu pene salió de mi ano; te dije- vamos a darle- de mi mochila saqué una manta gris, la cual puse sobre la mochila, te levantaste con tremenda erección y llamaste a tu perro, me puse en cuatro patas, apoyado sobre mi mochila y te pedí que guiaras el pene del perro hacia mi ano. El perro me montó de inmediato, ni siquiera se tomó la molestia de olerme o lamerme, estaba muy exitado, con ayuda de tus manos al tercer empujón su pene entró por mi ano, me estuvo dando algunos empujones y luego se calmó. Ay, ay ay!!! Te dije cuando empecé a sentir como se inflaba dentro de mí; francamente no sé qué estuviste haciendo porque yo estaba mirando hacia abajo o hacia mi pene mientras me concentraba en la sensación de ser, literalmente, llenado.
Al poco rato, me di cuenta que me estabas acariciando las nalgas y te dije –vente que quiero otro chocolate- te pusiste delante de mí de rodillas, entonces te acosté enfrente de mí, mi cabeza quedó entre tus piernas, justo delante de mi boca estaba tu enorme pene, te puse otro condón el cual cubrí con una capa de mi lubricante y te le empecé a chupar despacio, muy despacio; y fui aumentando la velocidad y la profundidad de mi ataque, estabas tan caliente que no duraste ni dos minutos cuando sentí el fuerte jalón de cabellos que me diste cuando eyaculaste. No dejé de chupártelo hasta que te quedó bien chiquito.
Después te pedí que me masturbaras porque estaba a punto de venirme al sentir cada vez más la enorme presión dentro de mí; te jale de la cintura para que tu vientre estuviera debajo de mi pene, el cual no dejaba de escurrir líquido pre eyaculatorio, te puse lubricante de chocolate justo entre tu vello púbico y tu ombligo, me preguntaste muy extrañado -¿qué estás haciendo?- te respondí entre jadeos –ya lo verás- después me puse lubricante en el pene y te pedí que frotaras mi pene en tu vientre como si fuera el limpiador de un parabrisas: empecé a gritar de placer a los 15 segundos dándome unas fuertes sacudidas, en cada espasmo sentía que iba a disparar mis testículos, cuando pude regresar a la realidad sentí como me escurría el sudor por la cara, ya habías dejado de masturbarme pero te pedí que continuaras, era tan fuerte mi exitación que tuve otro orgasmo con el pene casi flácido. Después empecé a chupar tu vientre que estaba todo lleno de mi semen mezclado con lubricante sabor a chocolate, y tu mano también.
Mientras trataba de recuperar el aliento sentí dolor cuando el pene de tu perro se me salía dejando escapar bastante semen que me escurría por los muslos, me senté sobre la manta tratando de limpiarme todo el semen que me salía por el ano. Me ayudaste a levantarme y me condujiste al baño; ahí me lavaste con abundante jabón, casi me metías la mano, te enjaboné el pene hasta que se te paró de nuevo, te empujé hacia la pared, giré dándote la espalda y empujé mi cadera hacia atrás hasta que sentí como entraba tu pene por mi ano, fue tan fácil. Te pedí que tallaras tu pene en las paredes de mi recto, después de unos cuantos minutos, cuando sentiste que te venías me lo sacaste y rápidamente de masturbé con mucha fuerza, casi gritaste cuando tu cuerpo empezó a convulsionarse de placer; terminamos de bañarnos, nos vestimos entre besos y caricias prometiéndonos otro encuentro. Al salir de tu casa me percaté que me temblaban las piernas y me dolía el ano en cada paso que daba.
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