TOSTADAS CON MIEL (De los secretos de Anita)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Al día siguiente de la inesperada e increíble orgía que presencié en su casa, Ana me llamó para disculparse. Tras un escueto saludo por su parte, al que respondí, con la misma desconcertada brevedad, escuche su voz tímida y temblorosa diciéndome: “Hola cuñado, quería decirte que estoy muy avergonzada por lo de ayer…Por lo que pasó con el perro…¡No sé cómo pude perder la cabeza de esa manera!…Estaba excitada y perdí el control. Discúlpame, ¡por favor! Y también quisiera pedirte que …bueno, que esto pueda quedar entre nosotros dos. Que no le cuentes nada a mi hermana”.
Yo no sabía qué contestarle. Estaba completamente anonadado, con el pensamiento absorto en lo que había pasado el día anterior. Ni por un minuto había conseguido quitarme “el asunto” de la cabeza… Ella esperaba una respuesta al otro lado del auricular y yo, tratando de que aparentar tranquilidad, no atiné a decir nada más qué decirle : “¡No te preocupes!. Lo entiendo. Vamos, que supongo que son cosas que ocurren cuando se uno siente solo, viviendo en un chalé adosado a las afueras de la ciudad…Pero, ¡escúchame!, ¡no dejes de tomar una pastilla anticonceptiva !!”. “¡No seas sonso, Rodolfito…!”, replicó, con el ánimo repentinamente recuperado y como aguantándose la risa -“¡Los perros no pueden preñar mujeres!, si no fuera así: ¡imagínate!¡ con la cantidad de leche que echan!!…
Al oír la palabra ”leche” me vino una visión del día anterior: la de sus largas piernas morenas vistas desde atrás, abiertas, tersas y chorreantes de “leche” canina, mientras, inclinada de puntillas sobre un pretil, y mordiendo con fuerza el roído hueso de látex de Tohr, su pastor alemán, trataba de ahogar los gemidos de placer que le producían las frenéticas embestidas del enardecido animal , izado como un rey dorado sobre uno escalón del patío, con su ágil y musculoso cuerpo curvado sobre la espalda de Anita, exhibiéndo, ante un extraño que era yo, quien era el verdadero amo y señor de aquella hembra. “No, claro, que bobo soy…Los perros no…Bueno, ¡Qué quieres que te diga! No pasa nada, entiendo que estabas ida, que no sabías lo que hacías…Y no te preocupes: no diré nada a nadie; Nada a tu hermana. ¡Soy una tumba!” “¡Mil Gracias, cuñadito!…¡Gracias por guardar mi secreto y por compartirlo conmigo!..¿Sabes?, en realidad está bien que haya pasado así, que alguien lo haya descubierto…
Necesitaba compartir este secreto: un secreto tan íntimo que no conocen ni mis mejores amigas…”. Vi que la conversación se ponía interesante… “Bueno…¡claro, Ana, ¡para eso están los cuñados!” El tono de su voz volvió a la sobriedad del principio y, al arrullo de su suave acento colombiano, empezó a relatarme más detalles de “su secreto”. “No era la primera vez ¿sabes, Rodolfo?…En realidad, estoy teniendo “relaciones” con Tohr desde hace más de 4 años; desde que él era un cadete .Aunque no lo sabe nadie…Bueno, solo tú (A veces, cuando estamos solos en casa mi bebe y yo y el perro “me persigue”, como ayer, le digo al pequeño: “Alan, vete un rato al jardín, o a tu habitación, que mami quiere estar un ratito sola con Tohr, para ‘curarle’. Cuando me pregunta: ¿Qué le pasa a Tohr, mamita?, yo le digo: nada, está nervioso y tengo que hacer que se le pase, si no, ¡podría morderte! … Y como Allancito es muy miedoso, se va y nos deja solos… Entonces me llevo a Tohr al fregadero y cierro la puerta por dentro. Y, bueno… allí, apoyada en la lavadora, que tiene una altura perfecta, ¡Ya sabes…En fin…! dejo que, el perro ‘me haga el amor’ encaramado en un escabel que guardo ahí, justo para eso,”.
El relato de mi cuñada , trufado en mi mente de rememoraciones del día anterior,volvió a hiperexcitarme. Seguía sin saber muy bien cómo reaccionar a la confesión de Antita.¡¿A dónde conduciría todo aquello?! ¿Podría aprovecharlo para tirármela de nuevo?!.. ¡Dios, ni siquiera ha dicho nada de lo que ocurrió después de que el perro se la follara a placer!.. ¡¿Era realmente posible que se hubiera olvidado de que, desnuda de cintura para abajo y en estado de seminconsciencia , la había acompañado a su habitación y , después de acostarla me aproveché de su estado y la violé en presencia de su semental, quien, echado en la alfombra, contemplaba mi desvarío con mirada irónica y como queriéndome hacer saber que yo, con mis bufidos, no representaba para él más que un torpe imitador? “Pero, Ana, ¡¿por qué?!… ¡Tanto tiempo ya!…¡Y tu marido?!, ¿no sospecha nada?” “¡¿Jaime, el sonso de mi marido?¡Qué va!!.. Aunque te cueste entenderlo, siento que Tohr es ahora mi ‘verdadero’ marido y el otro tan solo… un cornudo. “ ¡Qué cosas dices, Ana! Yo sabía que siempre te han gustado los perritos, pero ,¡caramba, no sabía que te gustaban de esa forma!…”No, de esa forma no me gustaban…antes. Tohr ha sido el primero… Y fue todo por casualidad, pocas semanas antes de mi boda y un mes después de que yo supiera que estaba embarazada de Allancito. Entonces era Tohr era solo un cadete, tenía poco más de dos años…
Un día de verano muy caluroso estaba sola y decidí relajarme un rato en el jardín. Me puse mi bikincito azul eléctrico y salí al jardín, a merendarme una tostada con miel. Me senté indolentemente al sol, en una de las tumbonas, y cuando Tohr me vio se me acercó revoltoso, como hace siempre, para que le hiciera jugar. Ni me dio tiempo de incorporarme. Con su brincos hizo que se me cayera la tostada encima. La dichosa tostada con miel me embadurnó la tripa y acabó pegada en la tanguita de mi bikini. ‘¡Mira lo que has hecho, perro malo. ¡Ya lo estas limpiando!!’, le dije medio en serio y medio bromeando. Pero el muy ladino me tomó la palabra y, de inmediato, se puso a lamer mi vientre pringado de miel…Yo, sin intuir lo que podía pasar luego, le seguí la broma diciéndole: ‘¡Así, así. todito hasta el final!’, sin pensar de que, además de sobre mi tripita, la miel se había esparcido por todo el triangulito de mi bikini . Y, ¡claro! La lenguota de Tohr no se detuvo en la pancita, sino que siguió empleándose a fondo por encima de mi braguita.
Corrida, me sonrojé y, mi primera reacción fue tratar de pararle, pero me contuve , cuando vino a mi cabeza un súbito y extraño pensamiento: ´¡No seas tonta: te está haciendo un masaje riquísimo, el masajista más discreto que podrías encontrar; totalmente gratis y ¡sin compromiso! Decidí dejarme llevar, tumbarme, relajarme y permitir que Tohr siguiera con ‘sus tareas de limpieza’. ¡Ay, cuñadito, me acuerdo y aún me estremezco de gusto! Recuerdo cómo le decía: ‘¡Ay, que rico masajito, perrito malo!;¡creo que te voy a perdonar la trastada’ Y el perro seguía lamiendo, aunque allí ya no quedaba ni una gota de miel por lamer y mi braguita, con tanto lametón vigoroso y totalmente empapada de saliva, se había quedado en nada, encogida y dejando a al aire mis partes íntimas, en las que el muy pícaro seguía hurgando con su toda su lengua prolija y con todo su tibio hocico.
Estuve a punto de ir a por el tarro de miel, pero me di cuenta de que no era necesario, de que el perro había encontrado ya otra miel mejor , directita del panal; y, en aquel momento, mi panal chorreaba. Pasé así un rato glorioso y, al cabo, me levanté y corrí a por el tarro de miel. Fuera de mí, en la cocina me embadurné los senos , el ombligo, las nalgas, el cuello.. Y corrí de vuelta a la tumbona, donde aguardaba paciente mi inesperado donjuán. Me eché de nuevo, y él , con el instinto encendido se plantó sobre mí y empezó a lamerme entera. Yo, mientras, le acariciaba jadeando sus recios músculos y su dorada pelambre. Sentía su lengua en mi cuello, su fuerte aliento sobre mi cara y algo duro y punzante sobre mi vientre intentando agujerear mi recién lamido ombligo. Comprendí lo que le pasaba a mi mascota adolescente, pero antes de buscar una solución a su ”problema” cogí el tarro y saqué con mi lengua una buena cantidad de mermelada de melocotón, para después abrir mi boca a la boca a la voracidad del perro.
Sentí su desaforada lengua agitarse y chasquear en mi boca: me la metió hasta la garganta. “Querido Tohr”, le dije con ternura, entregada, creo necesitas que alguien te desvirgue ¿verdad? ¿Te importa que yo sea tu primera vez, cariño?, ¿que sea la primera perrita de tu harén ?. Y cerrando los ojos, separé mis piernas y, ansiosa como nunca, metí en mi húmeda vagina aquel trozo informe de carne oscura, caliente y dura. Nada más meterla sentí como el perro se corría en mi interior y su brutal e inexperta forma de embestir me impresionó y con mis ojos abiertos como platos mirando al cielo me dije: ¡Dios mío ,estoy dejando que me folle un perro!…¡Pero, Dios, que bien lo hace!…Y, en aquel momento, entre jadeos de felicidad, cuando nuestras miradas en encontraron le reté: ”¡Qué cabrón eres!, te las has ingeniado para follarte a tu dueña ¡ ¡Uhm Qué rico chingas, grandullón!” “¿Sabes qué, perrito listo? A partir de ahora las cosas cambiarán y la mascota seré yo, tu hembra, la hembra de Tohr”.
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