TRES PERROS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Daly-999.
Les contaré de manera breve las relaciones sexuales que tuve con tres perros.
El primero solo lamió mi vagina una noche, el segundo fue el primer perro que me la metió por el culo y con el tercero, que es el actual, me gusta quedar abotonada.
Comenzaré por el principio.
Entonces yo tenía 13 años y un novio de 18.
Nosotros teníamos relaciones sexuales y él no fue mi primer hombre, es decir que yo no conservaba nada sin penetrar.
La noche de mi primera experiencia con un perro estaba en la casa de mi abuela, no recuerdo por qué me había quedado a dormir allí, eso era poco frecuente.
Mi abuela tenía un perrito callejero que era de tamaño pequeño y de pelo corto color blanco.
Esa noche yo estaba acostada boca arriba, desnuda y masturbándome cuando el perro se subió a la cama y se metió entre mis piernas.
Pensé que solo quería olerme pero él comenzó a lamerme con entusiasmo.
No quitaba su boca pequeña y me lamía sin parar.
Yo sentía un placer enorme y el perrito me lamió un rato largo.
Tuve un orgasmo que me dejó con las piernas temblando y él seguía lamiéndome con más entusiasmo que al principio.
Siguió unos minutos hasta que comenzó a lamerse a sí mismo, entonces yo me levanté y fui al baño así desnuda como estaba.
Al regresar el perrito ya no estaba en el cuarto, cerré la puerta, me acosté, apagué la luz y me dormí.
Así fue mi primera vez con un perro.
Al día siguiente llegué a mi casa pensando en nuestro perro, es decir el perro que mi tío le había regalado a mi hermana y que vivía con nosotras desde hacía casi 6 años.
Mis padres estaban separados y yo vivía con mi mamá, mi hermana de 19 años y el perro.
El perro no era de raza pero se parecía mucho a un caniche gigante negro.
El Negro era un perro caliente que siempre buscaba agarrarnos las piernas a mí, a mi hermana y a nuestras amigas.
A veces cuando mi mamá veía que estaba caliente le habría la puerta de calle y le decía que se fuera a buscar perras.
Yo desde muy niña fantaseaba con ponerme en cuatro patas delante a él y ser como una perrita, pero nunca había hecho nada.
Ahora deseaba mucho a nuestro perro y pasaba los días mirando videos de mujeres con perros.
Una tarde mi fantasía se hizo realidad.
Un sábado durante el almuerzo mi mamá me dijo que después de comer iba a ir a visitar a mi tía, su hermana y me pidió que la acompañara.
Le dije que yo no iría.
En secreto estaba enojada con mi tía porque ella había hablado mal de mi novio.
Mi hermana no estaba y me quedaría toda la tarde sola, es decir con el perro.
Cuando dije que no iría a la casa de mi tía no pensaba hacer nada con el perro pero apenas me quedé sola lo hice.
Era una tarde calurosa de primavera, yo tenía una falda corta y amplia, el perro metió su hocico entre mis piernas, hice a un costado la tanga para descubrir mi vagina, deseaba que Negro me lamiera como lo había hecho el perrito blanco de mi abuela, pero enseguida cambié de idea.
Me desnudé totalmente, caminé hacia el baño seguida por Negro, entré e hice entrar al perro y cerré la puerta.
Apenas entramos me puse en cuatro patas sobre el piso delante del perro.
El Negro me lamió y después comenzó a lamerse a sí mismo.
Lo llamé golpeándome el trasero, el perro vino y me montó, pero yo no estaba en buena posición y él frotó un momento su verga sobre mi espalda y se bajó para volver a lamerse.
Lo miré, vi que tenía la verga afuera, grande y roja.
Otra vez me golpeé el trasero mientras lo llamaba.
El perro vino y me montó, subí el culo para quedar en mejor posición, pensé en tomar su pene para guiarlo pero sentí que ya golpeaba la entrada de mi culo, abrí el ano y me penetró.
Se movía muy rápido, me estaba dando muy duro, como un sádico.
Lo miré, él tenía cara de bestia, yo me sentí una degenerada que había pasado el límite de lo prohibido pero estaba gozando.
Después de unos minutos sentí un gran dolor, como si me hubiera desgarrado algo por dentro y en el mismo momento supe que el perro había derramando su leche adentro de mí.
El perro se quedó quieto, yo estaba temblando de dolor, tenía los ojos llenos de lágrimas y no sabía por qué me dolía tanto.
Le rogué que me dejara, el Negro, como si hubiera entendido, me la sacó.
Yo me senté lo más rápido que pude en el inodoro, de mi culo abierto caía semen de perro.
Me quedé quieta esperando que el culo se me cerraba.
Mi culo se cerró, dejó de dolerme.
Me limpié y vi que de mi culo había salido semen de perro mezclado con sangre y mierda.
Esa fue la primera vez que me penetró un perro.
La primera vez me la metió por el culo de casualidad, las siguientes porque no estaba decidida a dejar que me la metiera en la vagina.
A él también se la chupé pero para hacer sexo oral prefiero la verga de un hombre.
En un par de meses el Negro me penetró unas seis veces.
Después mi hermana se mudó y se llevó a su perro.
Cuando el Negro me penetró yo deseaba conocer a mujeres que practicaran la zoofilia, así fue que llegué a este sitio.
El tercer perro, el actual.
Mi perro lo heredé de un vecino que se enfermó.
Cuando fue internado en un hospital la hermana vino a decirle a mi mamá lo que había pasado y yo le pregunté:
-¿Quien le dará de comer al perro?
-Vendré a darle de comer, no puedo llevarlo a mi casa porque no tengo lugar- dijo la hermana del vecino.
A mí me gustaba el perro y les dije a mi mamá y a la hermana del vecino que yo lo cuidaría hasta que se recuperará el enfermo y regresara.
Pero la hermana dijo que tal vez no podría regresar porque no podría volver a vivir solo.
El hermano era un viejo soltero y no se recuperó.
Fue así como llegué a tener perro.
Se llama Beto, es un perro que seguro desciende de un ovejero alemán, tiene el pelo del mismo color pero más corto y es parecido aunque no tan grande como el de esa raza.
Cuando llegó a casa tenía 2 años.
En cuanto me quedé a solas con Beto lo acaricié y le agarré la verga para ver como reaccionaba.
Al perro le gustó y yo empecé a pensar que quizás su antiguo dueño practicara la zoofilia con Beto.
Nunca lo sabré.
Desde la primera noche Beto duerme en mi cuarto, sobre el piso de madera, al costado de mi cama.
Allí estaba él aquella noche calurosa de verano cuando yo, que estaba acostada, lo acaricié con un pie y Beto comenzó a lamer.
Me lamía la planta del pie, eso me calentaba mucho.
Lo acaricié con el otro pie, también me lamió.
Me lamía las plantas de los pies y yo me calenté muchísimo.
Me puse de pie y me saqué la tanga quedando totalmente desnuda.
El perro estaba entusiasmado, daba vueltas a mi alrededor moviendo la cola.
Tiró algo de la mesita de luz de un coletazo haciendo ruido.
"No hagas ruido" le dije a Beto.
Fui a cerrar la puerta con llave seguida por el perro que me tocaba el culo con el hocico.
Estaba parada en la parte del cuarto donde había más lugar cuando el perro comenzó a lamerme la concha.
Beto me mojaba con su lengua y yo me mojaba.
Yo ya imaginaba lo bien que me entraría la verga del perro.
Beto dejó de lamerme la concha y poniendo sus patas delanteras en mis hombros pasó su lengua por mi cara.
Nos miramos a los ojos.
-Sí, Beto, ya me pongo en cuatro patas como perrita.
Me puse en cuatro patas delante de Beto.
El perro lamió mi mejilla y olfateó mi sexo, después me montó.
Los primeros golpes de su pene fueron en mis nalgas.
Levanté un poco el culo y el perro encontró mi vagina.
Me penetró, dio un par de golpes adentro y un par afuera.
Pensé en tomar su pene para guiarlo pero no hizo falta, le perro me tenía bien agarrada y ya se movía adentro de mi vagina.
"Ya está" pensé, mi deseo se había cumplido, estaba siendo penetrada por la vagina por un perro.
Beto me daba y yo gozaba.
Después de un momento sentí que la bola de su pene también había entrado.
Sentía que la punta de su pene golpeaba en lo más profundo de mi vagina y su bola llenaba toda mi concha.
El perro hacía movimientos rápidos y cortos que hacían que yo sintiera como si me hubiera metido un vibrador.
Derramó su semen y se quedó quieto.
Giré la cara para mirarlo y el perro lamió mi mejilla.
Lo tomé como que me estaba agradeciendo.
Después empezó a girar para quedar abotonado culo contra culo.
Yo hice todo lo que pude para facilitar la acción y quedamos abotonados.
Me quede quieta abotonada como una perra, sin pensar en nada, esperando que mi macho derramara todo su semen adentro de mi vagina.
Me sentía llena, completa.
Mi sexo excitado, como si no dependiera de mi voluntad, comenzó a hacer los movimientos de un orgasmo y estalló el goce.
Sentí que el perro derramaba más leche en lo profundo de mi vagina.
Después de unos 15 minutos el perro me la sacó.
Miré a Beto, la bola de su pene era grande y pensé: "Si ahora que me la sacó es tan grande.
¿Cómo sería cuando me tenía abotonada?"
Esa noche me dormí pensando que millones de espermatozoides de perro navegaban en la profundidad de mi vagina buscando, en vano, fertilizar un óvulo.
Soñé que estaba abotonada con mi perro pero en la puerta de mi casa, a la vista de todos, como una perra de la calle.
¡Guau!
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