Un cachorro curioso
Una de esas veces, mi primera vez con un cachorro..
Al pasar un periodo de tiempo cercano a los cinco meses desde la última vez que mi amiga me confió el encargo de cuidar a sus perros de raza bóxer en mi casa. Mi amiga me informa que en unos meses su marido y ella se cambiarán de ciudad por motivos laborales relacionados con su esposo, obviamente sus perros están incluidos en ese cambio. Me pregunta si estoy disponible para ayudar a empacar sus cosas, porque su esposo se mantendrá aún más ocupado en el trabajo debido a estos cambios. Acepto, porque es la última vez que estaré cerca de uno de mis amantes.
Contrato a una niñera para que cuide de mis niños en mi ausencia; no tengo certeza de cuánto tiempo estaré en casa ajena. Estando en casa de mi amiga, acomodando las cajas que estaremos usando para organizar sus pertenencias. Pregunto a mi amiga sobre sus perros, me comenta que unas semanas después de que me confiara el cuidado de sus perros. La perra entró en temporada de celo. Su compañero, el bóxer macho, la montó. Nacieron cinco cachorros, tres hembras y dos machos. Mientras me informaba de esto, no pudo evitar sentirme un poco celosa de que el perro bóxer se cogiera a la perra, teniendo a sus crías meses después.
Le pregunto sobre qué pasará con las crías. Me comenta que los adoptarán sus compañeros de trabajo. Al escuchar esto, me pongo triste, en especial por los machos. Aunque también estoy feliz porque estarán bien cuidados. Siempre ocultando mis emociones a mi amiga para que no sospeche sobre cualquier cosa que pudiera delatarme. Las cajas están listas para guardar sus pertenencias, pero tenemos un problema: no queda mucha cinta adhesiva para usar en el cierre de las cajas.
Me propuso la tarea de acomodar sus cosas en las cajas mientras ella saldrá a comprar más cinta adhesiva en el supermercado. Me pregunta si quiero algo. En mi mente respondí: “Sí, quiero coger con tu perro”. Le digo que estoy bien, que no se preocupe por mí. Con llaves en mano, mi amiga sale de su casa con camino a su auto para ir de compras. No sé cuánto tiempo tengo antes de que mi amiga volviera a casa, pero tenía una oportunidad para estar sola. Camino por su casa acercándome a su patio trasero. El perro macho nota mi presencia a través de las rejillas de la puerta.
Mueve su cola de alegría. Salgo de la casa, el perro me lame las manos. Me arrodillo para besar su hocico, lo sujeto de su cabeza para acercarlo a mi boca. El perro responde lamiendo mi cara, me alegro por la sensación que me provoca su lengua. Desafortunadamente, no tengo tiempo para una sesión de sexo completa. Cuando me estoy limpiando la saliva de perro del rostro, noto a la perra echada en una colchoneta para perros amamantando a sus hermosos cachorros de raza bóxer. Me acerco a la perra, que mueve la cola con desconfianza. No la culpo, después de presenciar todo lo que algunas veces me hacía su pareja cuando estaban en mi casa.
Los cachorros tan tiernos junto a las ubres de su madre. Siento un poco de envidia y excitación mientras observo detenidamente sus pezones, siendo succionados en repetidas ocasiones por sus cachorros. Me quedo pensando, cómo se sentirá tener a uno de esos cachorros succionando mi clítoris. Arrancó a un macho de los pechos de su madre para llevarlo dentro de la casa. Estando en el cuarto de baño. Me quito la ropa de la cintura para abajo. Me siento en el suelo, frío por el porcelanato de este. El perro chilla buscando la tetilla de su madre. Tengo mi clítoris endurecido a la espera de la succión de aquel cachorro.
Mi vagina y vulva están lubricadas a más no poder. Guio el hocico de aquel cachorro tan lindo en dirección a mi clítoris, poniéndose a succionarme. Siento cómo un escalofrío recorre mi cuerpo al percibir ese nuevo contacto, a la par del suelo de porcelanato quemando con frío mis nalgas desnudas. Con el deseo y desesperación de introducir a mi vagina algún objeto fálico para correrme rápido mientras el cachorro me chupa con intensidad. Me hace gemir la sensación de sus dientes apenas notables, lastimándome levemente. Quiero quitarlo, pero a la vez no. No puedo más, mi orgasmo se hizo presente. Alejo al perrito antes de que mi corrida lo bañe, como ocurrió con su padre.
Me quedo temblando de placer sobre el suelo frío, reflexionando y esperando a que mi respiración agitada se calme. Rápidamente, desprendo un poco de papel sanitario, limpio mis piernas y vulva. Me pongo mi tanga y short. Regresó al cachorro con su madre que lo olfatea intentando reconocerlo. Nuevamente estando en el baño, limpio el charco de mis fluidos del suelo. Aplico un spray para el control de olores. Salgo del baño para continuar con la tarea de ayudar a mi amiga. Intento calmar mis emociones para disimular que no ha pasado algo relevante. Veinte minutos después, mi amiga entra a la casa con algunas bolsas de compra extra y una caja pequeña de pizza.
Me saluda. Algo extrañada, me pregunta si estoy bien. Le respondo que sí, que estoy pensando en mis niños que están en mi casa bajo el cuidado de la niñera. Mi amiga sabe que no me gusta que alguien que no sean sus respectivos padres o yo los cuide. El resto del día. Entre conversación y conversación, conversamos sobre nuestras cosas personales. Ella no sabe de mi gusto por el bestialismo, por lo que omito hablar de ello.
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