Una situación especial
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Manuel63.
Mi nombre lo voy a obviar porque en la realidad quiero protegerme pero me pondré uno ficticio para la ocasión. Me llamaré Paco y os diré que mi edad es en este momento 44 años.
La zoofília era algo en lo que nunca había pensado, pues no veía técnicamente muy posible el que existiera un sexo interespecies, pero aquel día ocurrió algo que cambió mi vida por completo y desde entonces soy un apasionado amante de la zoofilia femenina.
Se llamaba Susana, una chica muy elegante, con una altura superior a 1.70 con unas piernas verdaderamente largas, calculo que al menos 90 cm, con una sonrisa pícara y sobretodo con una cadera-cintura escultural. Para las personas existen prototipos mentales en cuanto a mujeres y hombres, pues para mi, el prototipo mental de una mujer 10 era Susana y por eso me llamó mucho la atención cuando llegó por primera vez a mi Clínica.
Hola, quería ver al doctor, – comunicó Susana a la recepcionista-, enseguida le aviso –contestó mi empleada-
Cuando me liberé de las tareas que estaba haciendo, bajé las escaleras y cuando la ví tuve un lapsus de aproximadamente 1 segundo que para mi fue eterno. Era mi chica 10, alta, morena, con piernas largas, caderas imponentes y además guapa. El tamaño de los senos es algo a lo que nunca le he dado mucha importancia, al contrario de otros hombres que los prefieren globones, para mi lo importante son las caderas, por eso les digo que desde el primer momento Susana fue alguien especial en mis pensamientos.
Pase por favor -comuniqué a Susana- ella me siguió hasta mi despacho y la invité a que tomara asiento.
Doctor, quería decirle que mi pareja me ha regalado dos siberian husky machos que tienen una edad de 25 días aproximadamente. Bueno, en realidad, me los ha traido los dos pero para que elija uno solo de ellos. Son monísimos, unos cachorritos preciosos y muy tiernos, los tomo en mis piernas cuando me siento y me lamen las manos y me succionan los dedos como si creyeran que yo soy su madre. Me gustaría que me informara cual es la alimentación que debo darles y también cuales son los cuidados y la pauta de vacunación que me recomienda para ellos, pues creo que me quedaré con los dos y quiero que sean los reyes de mi casa, sin que les falte nada y sin riesgo sanitario ni para ellos ni para nosotros.
Como es normal, procedí a explicar a la señora cuales eran los cuidados que debía realizar con ellos y su alimentación, así como su plan de vacunación y desparasitaciones periódicas.
Gracias doctor -se despidió así Susana y se marchó, tomando antes la cita para la próxima consulta en aproximadamente unos 20 días- ¡¡¡Que tenga un buen día señora!!!, – contesté yo abriéndole la puerta de mi despacho y mirando sus caderas al salir andando como si fueran la parte mas importante del Paraíso. – Proseguí con mi consulta tal y como tenía programado y no volví a acordarme mas del tema hasta que en el parte del día veo que en la lista de espera está de nuevo Susana, aproximadamente a los 20 días de la primera visita.
Hola doctor – saludó Susana de nuevo en mi despacho- Hola, ¿que tal está?. –pregunté yo, cordialmente como es mi costumbre- Bien, aquí le traigo a mis animalitos que ya tienen 45 días para que los vacune y los desparasite tal y como me recomendó. Procedí a realizar mi trabajo en este caso y charlando mientras tanto me comentaba que a su pareja no le gustaba que se hubiera quedado con los dos animales, porque los trajo solo para que eligiera uno de los dos, pero que había conseguido convencerlo de ello y que cada vez eran mas importantes en su vida.
Las consultas sobre los animales se dilataron en el tiempo hasta el total de aproximadamente unos 11 meses mas o menos. Los animales recibieron mi atención profesional y fueron eco de todos los consejos que yo daba a su dueña que además los cumplía de una forma exacta en cada caso. Habían crecido espectacularmente gracias a la alimentación que se les proporcionaba y a la sanidad que tenían adquirida por los hábitos enseñados a Susana.
Un día, aproximadamente a las 13.30 horas recibí una llamada de ella. No es la primera vez que hablaba con ella por teléfono, pues muy a menudo me consultaba muchas cosas que en realidad podrían parecer insignificantes pero que para ella tenían mucha importancia y así las consideraba yo. En esta ocasión el tono de su conversación fue distinto, no existía en su voz la alegría que otras veces, notaba en realidad una cierta preocupación en sus palabras.
Quería contarle algunas cosas – comentaba Susana al teléfono conmigo – porque han ocurrido unas cosas que necesito aclararlas con usted – seguía diciendo al teléfono –
¿Quiere usted que le de una cita yo mismo? – le contesté viendo que su tono de preocupación aumentaba a medida que charlaba conmigo – No, no se preocupe, yo llamo después para que la recepcionista me de la cita, ¿solo quiero saber si puedo contar con su discreción y con el aval de su secreto profesional? – continuó diciendo al teléfono – Por supuesto Susana, cuenta usted con todo mis respetos y además con todo el aval de mi secreto profesional – le contesté en tono firme para que le quedara muy claro y se tranquilizara – .
Aquella conversación me produjo malestar, me dijo que había roto con su pareja y que vivía sola y que sus perros estaban con ella. No alcanzaba a comprender cual era el problema que yo podía solucionar a una mujer como ella, alguien que con respecto a los hombres puede tener al que quiera sin vacilar y alguien que solo por su propia personalidad podría atraerlos fácilmente hacia ella. Yo por mi parte, me considero un hombre muy normal, nada llamativo para nadie y por tanto, ello me hacía pensar que quizás no era yo la persona a la que quería seducir en este caso, sino que su interés hacia mi debería ser por los animales, por que en ningún momento de la relación profesional que había tenido con ella me había extralimitado en mi conversación ni hecho ningún tipo de gesticulación que pudiera hacer creer a ella una insinuación por mi parte.
Cuando llegó el día de la cita, no apareció, pasaron varios días y volvió a llamarme por teléfono y a tener conmigo mas o menos la misma conversación que la primera vez. Volvió a pedir otra cita y tampoco acudió. Fue la tercera vez que me llamó cuando, teniendo prácticamente la misma conversación de las dos anteriores, acudió sin cita a mi clínica veterinaria. La ví tan preocupada que le dije que viniera sin cita y que la atendería enseguida.
Llegó y de la recepción me llamaron para decirme que estaba abajo y le dije que la hiciera pasar a mi despacho.
Buenos días doctor – saludó con una sonrisa un poco fingida y casi tirando de los dos perros para que entraran en mi despacho. – Los perros no quieren pasar siquiera por la puerta de la clínica veterinaria, no les gusta, saben que siempre que vienen se les hace algo y no lo olvidan, por eso ella casi tenía que tirar de los perros para que entraran aunque tenía muy bien educados a sus animales.
Siéntese por favor – contesté yo – Ella tomó asiento y sus dos perros se tumbaron en el suelo junto a ella. Vestía una camiseta de tirantes ceñida que dejaba ver el contorno de su cuerpo perfectamente y unas minifaldas vaqueras cortitas que dejaban al aire casi el 100% de sus piernas. Cuando la ví llegar, me puse bastante nervioso, aunque creo que ella no me lo notó porque quizás ella estaba mas nerviosa aun que yo. Es posible imaginar, la mujer 10 en tu ideal de una mujer, alguien que como yo soy un salido desde que nací y que viene con esa ropa a mi despacho solo acompañada por sus dos perros. Para mi era algo extraordinario porque adoraba a esa mujer, la tenia constantemente en mi mente, era la hembra perfecta que yo quisiera estar montando muchas veces cada día de mi vida, alguien con una boca capaz de hacer explotar las hormonas masculinas hasta cantidades superiores a las emisiones del Danubio en la antigüedad, alguien capaz de sensibilizar la piel de tus manos de tal manera, que después de habérselas tocado, ni el terciopelo sería rival. Cuando la ví sentarse, con sus largas piernas juntas, pensaba en como se estaría entre aquellas dos columnas de carne, que se sentiría al estar sentado en el suelo apoyando la cabeza en aquellas dos bellezas de piernas, y cuantas veces tendría que acariciarlas para llegar a un orgasmo solo con ello. Todas esas preguntas pasaron por mi mente en pocos segundos y en menos tiempo mi miembro viril reaccionó, con la mala suerte de que además, al producirse mi erección se encontró arroyado algún que otro pelo en el crecimiento del pene y eso unido a la rusticidad del pantalón vaquero hizo que tuviera que sentarme rápidamente y con disimulo tocarme mi paquete para poner fin al sufrimiento producido por el embate de mi herramienta.
Quiero saber si cuento con el aval de su secreto profesional? – me dijo Susana un poco cabizbaja y por primera vez en tanto tiempo sin mirarme a los ojos directamente – Comprendí que la cosa era bastante seria y ardía en deseos de saber que quería contarme, pues mi paciencia se estaba acabando a una velocidad bastante grande. Claro que si Susana, cuénteme – respondí contundentemente –
¿Mis perros están sanos en todos los sentidos? – preguntaba también sin mirarme fijamente a los ojos – En todas las circunstancias Susana, sus perros están sanitariamente correctos en todas las circunstancias. Correctamente vacunados, correctamente desparasitados, higiénicos como ellos solos, perfumados por usted hasta el límite que se hace agradable estar con ellos incluso en lugares cerrados a pesar de su envergadura.
¿Ellos no pueden contagiarme ninguna enfermedad, verdad? – siguió preguntándome aun sin mirarme – No señora, salvo que usted presente una inmunodeficiencia sus animales no pueden contagiarle ninguna enfermedad.
Yo siempre he confiado en usted doctor – replicó Susana aun sin mirarme fijamente – Me recomendaron desde varios sitios que lo buscara a usted como profesional para mis animales, pero después de hablar la primera vez con usted, mi confianza fue total en usted junto a su profesionalidad y por eso he seguido viniendo para que me llevara a mis animales.
Comprendo y le agradezco todo ello Susana – le dije yo mas nervioso aun – pero ¿porque me hace esa pregunta?
Doctor, yo hago el amor con mis perros – dijo Susana de forma rápida y somera pero mirándome fijamente a los ojos –
Mi incultura zoofílica hizo que pensara: “¡¡¡quiero morirme!!!” . ¡¡¡Tengo que morirme ya, estoy loco por los huesos y las carnes de esta mujer y ella viene aquí a contarme que se tira a sus perros!!! No puedo comprenderlo, es superior a mis fuerzas, pero ¡¡¡que le digo yo ahora!!! No se que le voy a decir y ella está esperando una respuesta profesional mía, no se me ocurre nada.
Ante tanto estrés sexual al que me sometió Susana en mis pensamientos, solo se me ocurrió contestarle: ¿ Como? Esta pregunta fue malinterpretada por ella, pues con el “como” que yo le había preguntado quería decirle que me repitiera lo que me había dicho, y ella entendió que el como se refería a “ como lo hacía con sus perros”, quizás también influenciada por el estrés al que había estado sometida durante varios días desde que se decidió a hacerme la primera de las tres llamadas telefónicas con el fin de contarme su secreto.
Pues así – contestó rápidamente Susana, poniéndose de pie, subiéndose las minifaldas y tomando la postura a cuatro patas sobre el suelo – .
Al subirse las minis pude ver el esplendor de su culo, no llevaba bragas y le dijo a uno de sus perros: “ Tom, fóllame” . El perro no perdió tiempo y lamió someramente la vagina y el ano de la chica y en breve la montó. Los suspiros de Susana eran profundos, no fuertes pero si muy llamativos para mi, solo articulaba palabras como: si, sigue, sigue…….. Tom comenzó a bombear de una forma muy profesional la vagina de Susana, pues en muchas ocasiones he visto las montas entre perros y el bombeo es mas rápido e inconsciente por parte del macho, mientras que Tom lo hacía de una forma sosegada y profunda, como cuando lo hacemos los humanos. Estuvo bombeándola de esa manera hasta que encontró el agujero de su vagina y la penetró profundamente de un solo empujón a lo que la chica respondió con un encurvamiento de su espalda que fue relajando poco a poco y con un ligero grito. El bombeo duró por espacio de varios minutos, pasados los cuales el animal se desmontó de la chica quedando a un lado y haciendo movimientos con la pata trasera derecha sobre la pierna de Susana que la cogió y le facilitó el paso sobre su grupa para darse la vuelta y ponerse culo con culo. Quedaron pegados por un espacio de varios minutos, no recuerdo bien cuantos fueron porque no los conté, solo se que ella gemía con la boca cerrada y entre sollozos me dijo que por favor no la mirara a la cara. Yo le dije que no se preocupara. Mi erección era kilométrica y mis pantalones vaqueros habían sido manchados por mi propio semen sin darme ni cuenta.
Una vez se despegaron, Susana le dijo al otro perro: “Ringo, fóllame” a lo que yo contesté que no era necesario, que ya lo había visto, pero ella insistió que es imprescindible hacerlo porque sino entre ellos se pelean y en la educación que les había impreso formaba parte importante que nunca follarían uno mas que otro a su dueña. Dicho esto, el perro ya la había empalado por la vagina también y también de forma magistral estuvo bombeando a su dueña durante varios minutos mientras ella gozaba de aquella tremenda follada como yo nunca había visto a una mujer, contribuyendo a subir mi excitación de una forma tan alarmante para mi que creía que casi no me iba a poder aguantar sin dirigirme hacia ella y desahogarme con cualquier parte de su cuerpo también. No fue así, me mantuve sentado en mi sillón aparentemente insensible a la situación, de lo cual me llevo arrepintiendo toda mi vida.
Ringo terminó dentro de su dueña y mientras permanecían abotonados pregunté a Susana cuantas veces hacía esto a lo que me respondió que entre tres y cinco cada día pero con cada perro, lo cual me dejó aun mas perplejo y le contesté que profesionalmente no veía ningún impedimento para que lo realizara, que siguiera con la higiene que se le había recomendado y con las pautas vacunales y desparasitaciones también, pero que a juzgar desde un plano personal y no profesional lo vivido por ella en mi despacho con los dos animales, creo que no solo es bueno, sino recomendable para cualquier mujer que quiera practicarlo, porque esa forma de disfrutar no puede hacer daño a nadie. Susana se levantó, se limpió con unos clines que llevaba en su bolsito, me miró a los ojos y me dijo: “gracias por todo doctor, ha sido importante para mi haberle conocido en persona y haber contado con su ayuda profesional.” Se marchó y jamás he vuelta a saber de ella.
A partir de ese día, mi interés por la zoofília femenina ha ido en aumento, he entrado en muchas páginas de zoofilia y he visto y leído relatos que creo que no se ajustan a la realidad en algunos casos. He recomendado a muchas mujeres vía email como deben hacerlo, incluso he estado a punto de hacerlo en persona con otra señora a la que ayudé, pero no se ha producido por mi negativa, aunque no lo descarto en un futuro porque creo que los buenos momentos son para vivirlos y no para desperdiciarlos. Espero que a todas las mujeres que les atraiga la zoofilia lo intenten, pues cuando lo consigan estarán viviendo algo que ningún hombre podremos darle. Gracias por todo Susana.
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