Viendo la telenovela con Sombra a mis pies
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimmy.
Soy la menor de tres hermanas, la mayor es casada y ya no vive con nosotros, la de en medio trabaja y estudia vespertino en la universidad, papá es un trabajólico y apenas lo veo los fines de semana y mamá los martes y jueves por la tarde sale a hacer sus actividades del club social llegando casi al anochecer, y como yo estudio por las mañanas esos días prácticamente no la veo.
Hay un perro en casa, que en ese entonces tendría unos tres años, al cual llamamos Sombra por su pelaje negro casi completo, solo la puntita de sus patas traseras y un pequeño piquete en su pecho son blancos, es mediano tendiendo a grande de unos 40 kilos, de raza no definida, de pelaje liso pero mullido. Lo mantenemos bien aseado, pudiendo deambular por la casa durante el día, pero en las noches debe dormir fuera, salvo en invierno que se permite pernoctar en la cocina.
Es lo que se podría definir como un perro chupetero, es decir aquel que le gusta lamer los pies a sus amos, siempre que pilla a alguien de la casa descalzo, con chalas o sandalias se da a olfatearle los pies prosiguiendo con un acucioso lameteo a la zona de los dedos y entre estos. Yo en un principio no me dejaba, ya que me daba mucha cosquilla, pero con el tiempo me fui acostumbrando transformándose cada sesión de lamidas en un rutinario placer.
Una tarde de esas en que estaba sola en casa y viendo el capitulo final de mi telenovela favorita en la sala de estar. Me picaba bastante la transpiración del cuerpo debido a que había tenido clase de gimnasia, y como era la última hora, no me duché para ganar tiempo y ver el capitulo desde el principio.
Así que aproveché de irme desvistiendo para darme un baño rápido, apenas comenzara la primera tanda de publicidad, que es la más larga. Ya estaba desnudita cuando comenzó esta y fui corriendo al cuarto de baño a asear mi sudado cuerpo. Por mi apuro olvidé encender el calentador y tuve que bañarme con agua fría, bueno de todas maneras sirvió para que lo hiciera a prisa y no perderme ningún detalle.
Salí sin secarme de la regadera envolviéndome solo en una bata y poniéndome unas pantuflas de mamá para no mojar el piso de vuelta al sillón. Al llegar a mi ubicación ahí estaba Sombra a un costado lamiendo mi calzón sucio, ¡¡Trae eso para acá cochino!!, y se lo quité envolviendo toda mi ropa interior en mi buzo del colegio. Me recliné para ver la telenovela que estaba comenzando y Sombra se puso a olfatear por los costados de mis pies ya que mis dedos no los podía alcanzar por estar enfundados en las pantuflas.
¡¡Déjate pesado!! Más rato!!, mira que mi atención ahora está en otra cosa, y no le di asunto. A lo que el perro no quiso dejar de molestar y se dedicó a lamerme los tobillos, absorbiendo la humedad de mi mojado cuerpecito. Fue “secando” y subiendo lentamente por mis canillas y pantorrillas, alternando derecha e izquierda. Se sentía agradable y era una variación al cotidiano placer.
Aproveché de disfrutar mientras se desarrollaba el desenlace de mi telecebolla. Y no sé si fue el ambiente de romanticismo de la televisión o qué otra cosa, pero al pasar de las rodillas a mis muslos, la lengua de Sombra me daba un placer distinto, algo libidinoso. Sin darme cuenta me había excitado con el cosquilleo que me daba, sin despegar mi vista de la pantalla iba abriendo mis piernas a medida que el perro avanzaba, y antes que pasara del medio muslo, el aroma de mis fluidos hormonales lo atrajo, y ya lo tenía encajado en mi vagina lamiendo afanosamente.
Era exquisiiiiiitoo!!, se sentía fenomennaaaal!!, mandé la telenovela al demonio y me dediqué a ayudar a Sombra separando mis labios, observando directamente como su lengua masajeaba mi clítoris. Noté que buscaba la entrada de mi vulva, la que quedaba algo oculta por la posición en que estaba, inclinada hacia delante para poder ver. Y me volví a reclinar echando mi pelvis para delante, pasadito del borde del sillón y abriendo lo más que pude las piernas para que Sombra lamiera a sus anchas.
Recorría mi vagina de tope a tope, haciéndome estremecer del placer, su aspereza al rozar mis labios interiores hacía aletear a miles de mariposas en mi panza, al estar la bata ya abierta de par en par, pude apreciar como la piel de mis senos se ponía de gallina y mis rosados y planos pezones se levantaban anunciando el convulsionado orgasmo que se me venía, el cual llegó en el momento exacto en que Sombra incursionaba con su lengua escarbando al interior de mi necesitada vulva.
Me retorcía en el sillón arqueando la espalda, me tiraba el pelo, pellizcaba mis pezones, quería su lengua más adentro, necesitaba sentirme repletada y sollozaba y gemía de lujuria. Pensé que producto de mi bulla Sombra se había acercado a ver que me pasaba, cuando lo vi parado entre mis piernas con sus patas delanteras una a cada lado de mi cintura, contrastando con mi blanca piel.
Oh! Sorpresa que me llevé al mirar entre su vientre y el mío, la punta de su rojísimo pene que se asomaba unos 4 ó 5 centímetros, cada vez que Sombra echaba sus caderas hacia delante haciendo movimiento de coito. Miraba boquiabierta, mientras me decía; si bien me había dejado lamer la vagina, hacer el amor con un perro era algo muy distinto; pero ese precioso pedazo de carne era justo lo que necesitaba en ese preciso momento.
No me atrevía a dejarme penetrar, pero como el ángulo en que estaba la verga de Sombra no coincidía con el de mi ansiosa vulva. Me atreví a hacer contacto superficial, con el cual el miembro del perro comenzó a resbalar a lo largo de mis labios, como cual cuchillo abriendo una almeja. Primer pene que tocaba mi “virginal” vagina, lo digo entre comillas porque igual me hacía buenas masturbadas por las noches cuando me daban ganas, el roce de ese miembro viril que ahora se asomaba unos diez centímetros por sobre mi monte de Venus mojando mi vientre con los pequeños chorritos que lanzaba, me proporcionaba una rica y extraña sensación al frotar mi clítoris. Daba cuatro o cinco puntazos, se percataba de que estaba afuera y retrocedía para cometer el mismo error.
Mi ansiedad envés de decrecer con este jueguito, iba aumentando más y más. Observé que los diez u once centímetros que alcanzaba a ver del pene de Sombra, no eran muy gruesos, y dejando de lado mis temores y prejuicios, tomé su herramienta y la puse en la entrada de mi caverna del placer. En los dos primeros empujones metió solo la punta, sintiendo mi calor y cerciorándose que estaba en el camino correcto, el muy bruto en el tercero me la metió hasta el fondo sin ningún tipo de miramiento.
@#*&%$^@#*&%$^!!!. Me dolió bastante!…… Pero no lo suficiente como para desistir de lo que estaba haciendo, más que por otro lado Sombra se aferró firmemente a los costados de mi cintura, lastimándome con sus uñas y no me habría dejado escapar. Sin embargo el sufrimiento fue solo al entrar la base de su pene que al parecer era más gruesa, luego su apresurado mete y saca borró rápidamente la sensación de ardor, recobrando en forma paulatina mi libidinoso placer a medida que su miembro iba repletando mi cavidad, percibía que se le estaba hinchando en mi interior.
Pensé, si me dolió al entrar!, como lo haré después para cuando deba salir?, y recordé que los perros se quedan pegados con sus hembras cuando se aparean. Estuve a punto de entrar en pánico, pero por un lado me di cuenta que ya era tarde para echar pie atrás, y por otro que el exquisito placer recibido valía la pena el esperar a ver que pasaba, y para rematar la sensación de la abundante y caliente eyaculación de Sombra, me indujo a estallar en un segundo y más intenso orgasmo, que me hizo instintivamente abrazar al perro con mis cuatro extremidades moviendo mi pelvis como un macho, intensificando mi goce vaginal.
Durante su prolongada acabada Sombra no se movía, solo se mantenía cargado en mí, obligándome a seguir mi movimiento para mantener mi clímax al máximo, era como si yo lo estuviera poseyendo a él, pero no me importaba porque estaba gozando como nunca antes en mi vida. Supe que había terminado de eyacular cuando su miembro dejó de latir, pero aún mantenía su gran volumen, así que sin soltarlo de mi abrazo me dediqué a disfrutar por largo rato de su preciado aparato sexual.
Cuando el cansancio de tanto contorsionarme bajo mi perro, me afectó disminuyendo considerablemente mi gozar, su verga ya estaba bastante deshinchada, y decidí soltarlo con lo que en el primer tirón de un solo ¡¡SSHLOKC!!, salió su ahora pálido pene, con la evidente protuberancia en su base que me había hecho doler al principio, aún levemente hinchada. Me preguntaba si era su propio semen o mis jugos vaginales los que empalidecieron la piel de su miembro, que todavía guardaba considerables dimensiones colgando fuera de su funda.
Al enderezarme noté que la bata estaba empapada con el exceso de fluidos, teñidos levemente de rosado con mi sangre y un charco en el piso con lo que no se alcanzo a absorber. Limpie con la misma prenda y luego la eché a lavar con mi ropa sucia y otras prendas para disimular. Obviamente me tuve que volver a bañar para no quedar con olor a sexo y después ponerme poleras largas ocultando los rasguños entre mi cintura y caderas.
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