Vino y Miel
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanpiedra.
Vino y Miel
1ra. Parte
Con el vaso de vino en la mano y la mirada fija en los leños ardientes de la chimenea, Diana repasaba las imágenes de su vida, mientras acariciaba la cabeza del danés que tenía en su regazo desnudo, en tanto sus torneadas piernas soportaba el cuerpo del enorme perrazo. Como siempre conforme el alcohol la iba aturdiendo, le parecía ver a su padre que alcoholizado golpeaba a su madre y luego el mismo recuerdo regresaba a ella. A los diez años, aterrorizada y escondida bajo la escalera, vio que padre tras arrancarle las ropas a su madre la violó, dejándola tendida en la escalera y salió trastabillando de la casa.
Lo extraño era que a pesar del terror que sintió, al evocar ese momento, involuntariamente se excitaba, sobretodo al recordar el cosquilleo en su entrepierna mientras oculta y aterrada contemplaba la enorme cosa de su padre introduciéndose una y otra vez entre los muslos de su madre, desapareciendo en el hoyo oculto por los bellos pubianos.
Su excitación aumentaba al recordar la increíble sensación cuando al crecer el cosquilleo, metió la mano a su trusa y frotó su vagina, luego el asombro se le hizo placer al ver que su padre, en una arremetida introdujo su miembro por el ano a su madre, haciéndola doblarse y gritar de dolor. Recordaba al detalle la enorme cosa de su padre, pues estaba a centímetros de el y que extasiada, lo vio entrar y salir hasta quedar sepultado por un tiempo, que Diana sintió eterno, en el trasero materno. Al salir el miembro de su padre, lo vio disminuido y tras unos segundos, del rojizo hoyo anal de su madre, unas gotas cayeron en su carita. Ella se aparto pero el líquido siguió cayendo, mezclado con sangre y heces, salpicando el piso del escondite.
Aun hoy no puede entender por que tras limpiarse la carita, llevo a la boca sus dedos impregnados, su fuerte olor a cloro y el sabor salado que no le supo mal quedaron marcados en su memoria. Cuando iba a seguir su degustación, el ruido de su madre dirigiéndose al servicio, la distrajo de su descubrimiento.
Ella continuo escondida mientras su madre tras asearse en el baño, se dirigió a su habitación. Cuando sus sollozos, se armo de valor y fue donde ella, encontrándola boca abajo totalmente desnuda, llorando mientras aplicaba nata de leche a su inflamado esfínter, pues carecían de medicamentos apropiados. Aproximándose a su madre, Diana trató de consolarla con acariciando su hermoso trasero, pero al pasar la mano cerca del maltratado ano de su madre, ella gritaba de dolor. Bebe un sorbo al recordar, que en su desesperación por calmarla atinó a lamerle el ano. Al inicio su madre quiso impedirlo pero termino cediendo a las tiernas caricias de Diana. Ese fue el inicio de la relación incestuosa con su madre.
Excitada por los recuerdos, sentía su vagina derretírsele, dejo la copa en la mesa de centro, se acuclilló y alcanzo la funda que guardaba el miembro canino. Frotando suavemente con una mano la capucha del animal, mientras con la otra acariciaba el pecho y estomago del perro, logró hacer asomar la conocida y deseada punta rojiza. Cuando estaba casi un centímetro afuera, se tendió en el piso, alcanzó con sus carnosos labios el pene del animal y combinando succiones con lamidas, hizo aflorar mas el pene de su macho. Ella estaba concentrada en ese quehacer cuando el perrazo se incorporo y se puso a gemir mirándola. Se entendían bien sin necesidad de palabras, Diana sabia lo que el quería y el sabia lo que ella deseaba.
Sin prisa Diana, se coloco en cuatro patas delante de el, que al verla la olió y acercando su hocico a la entrepierna, empezó a lamer los jugos que manaban del ardiente e hinchado sexo que la hembra le ofrecía. Entre hondos suspiros arrancados por el placer que le daba la lengua de su amado, Diana iba separando las piernas y bajando el torso hasta que como una doncella sumisa y dispuesta para el sacrificio quedo con el trasero en pompa en posición de ser tomada. Entendiendo que la hembra estaba lista, tras apoyar brevemente las patas delanteras en la espalda de la mujer, con un movimiento rápido el le abrazó la cintura como a una perra, y con tranquilidad movió su quemante espada en busca de la conocida funda femenina. Los primeros intentos siempre eran frustrantes para ambos y el optaba por desmontarla, pero Diana había aprendido a ser paciente y con calma lo esperaba sin moverse del lugar ni cambiar de posición.
Nuevamente el enorme perrazo montó a Diana pero al no poder unirse a ella volvió a desmontarla. Al cuarto intento, su pene encontró la húmeda gruta y empaló a Diana de un golpe con todo su miembro hasta pegar su vientre a las hermosas nalgas. Al mismo tiempo ella se sobresalto gimiendo de dolor por la violenta penetración, pero rápidamente el dolor fue superado por el placer que le brindaba el fuerte roce en sus paredes vaginales por el veloz pistoneo de la enorme dimensión que el miembro viril iba cobrando en su interior. El iba llenándola hasta que al repletarla totalmente, ella se estremeció y se perdió en un lugar más allá de su conciencia.
En su placer Diana alucinaba que su amado reventaría su útero, pero el perro fue bajando el ritmo, y entonces cuando el casi detuvo sus movimientos, ella lo percibió. Ella sentía la poderosa fuerza de sus patas jalándola de su cintura, su empuje tratando de colar en su húmedo sexo, el enorme bulbo basal de su pene, forzandola más allá de lo posible. Ella sentía morir pero decidida preparó su cuerpo para acoger el bulbo de su macho. Con los ojos desorbitados y la boca totalmente abierta, apoyó sus manos y enderezó los brazos, y con el torso horizontal en un solo movimiento, empujó su trasero contra el mientras su boca dejaba salir profundos sonidos guturales.
Al mismo tiempo el empujo nuevamente y el esfuerzo de ambos fue recompensado. Al tiempo que con los ojos en blanco gritaba desesperada, abriéndola el enorme bulbo encajó en Diana y avanzo a su interior. Mientras lentamente su sexo se tragaba al enorme invasor, Diana sentía que a su paso, el intruso la abría aun más. Para no ser presa del pánico, dejó de gritar y comenzó a boquear como pez ahogándose en el aire hasta que de pronto, ella sintió que sus labios se cerraron tras el bulbo atrapándolo en su cuerpo, entonces se sintió repleta, tanto que la presión en su interior la hacia desvariar de placer.
Extrañamente, después de unirse con la hembra anudándola por la vagina, el perro no se volvía permaneciendo abrazado a la cintura de Diana, descansando la cabezota sobre la espalda de ella, como prodigándole protección mientras le llenaba la matriz con su semen. Al sentir los chorros de líquido caliente en sus entrañas, Diana se convulsiono debajo de él, presa del placer. Entonces quien los veía percibía el amor entre ellos, pues tal era la pasión y ternura con que se amaban, uniéndose plenamente entregados hasta formar un solo ser, que trasponían la barrera natural entre sus especies convertidos amantes.
De rato en rato ella gemía por las inyecciones de semen en sus entrañas, y aunque no era mucho el tiempo que permanecían unidos, mientras lo estaban Diana se sentía una hembra plena, sentimiento mas fuerte aun cuando además de inundarla la tenia anudada. Al quedar libres ella se derrumbaba pero acercándosele, dejaba que el con delicadeza y ternura, le lamiera su abierta y chorreante vagina mientras entre otras cosas, ella le decía lo mucho que lo quería, que era su macho, su amor. A veces ella se sentaba e intercalando sus frases y a modo de beso, le sujetaba la cabezota pegando los carnosos labios de su pequeña boquita totalmente abierta, al enorme hocico del perro, el conocedor de la rutina, introducía su larga y rasposa lengua en las profundidades de la delicada boca de su amada. Así se prodigaban cariño hasta que el la dejaba limpia y relajada.
2da. parte
No fue el primer perro que ella conoció, pero recordaba claramente la impresión que el le causó la primera vez que lo vio. Distraída ella buscaba una dirección y al verlo caminando por la vereda, se paralizo, el se aproximo deteniéndose frente a ella. Al mismo tiempo se miraron a los ojos y ella recordó ver sorpresa en los ojos de el. En aquel momento eran los únicos seres a todo lo largo de la calle y confiada, Diana no ocultó el impacto recibido aunque avanzó pasando de largo por su lado. A unos metros se volvió para observarlo, el estaba sentado mirándola como esperando, pudo verle la gruesa punta rojiza que emergía tímidamente de su capuchón, cuando retornó la cara, el le ladró sin agresividad como llamándola.
Abandonando la búsqueda, Diana regresó sobre sus pasos y sin detenerse paso a su lado nuevamente, sin volverse ella sabia que la seguía y se sintió coqueta, sin prisa caminaba delante de el balanceando exageradamente sus generosas caderas, provocándolo como si el fuera un varón. Al llegar a su auto abrió la puerta del copiloto e ingresó y mostrando al gatear, el esplendor de su trasero ligeramente cubierto por la subida minifalda y su pequeña tanga que a duras penas contenía su hinchada vulva, antes de perderse entre sus bellos glúteos, ocupó el asiento del chofer. De un brinco el se coló tras ella, ocupando el asiento del copiloto. Diana manejó con prisa ansiosamente hasta su casa y al llegar se detuvo en el patio. Sentada aun, ella abrió la puerta del copiloto, lo vio bajar y avanzar con seguridad hacia la casa. Por instinto Diana entendió que el llegaría a ser su macho.
Había sido bien cuidado pero los días pasados en la calle le dejaron huella, requiriendo tratamiento veterinario y a los dos meses de estar recibiéndolo, con ayuda y cuidado de su amada, ya había recuperado la salud. Todos lo veían como la nueva mascota de Diana, pero como entendiendo que debían guardar las apariencias frente a las visitas, el se comportaba como tal, mas al quedar solos eran unos jóvenes enamorados, que jugueteaban a las escondidas, veían televisión juntos y se perseguían por la casa o simplemente a modo de beso Diana dejaba que el le meta la lengua a su sensual boca pasando largo rato unidos por la succión de ella, así fue desde el principio sus relaciones con el.
Hasta después de conocerlo a el, Diana aun prestaba atención a un tipo con el cual llego a salir un par de veces, como manteniendo la esperanza en sus relaciones con los varones, pero en la soledad de su oficina, Diana se percataba del anormal comportamiento del perro, ella había cambiado también y se comportaba como una mujer enamorada, como lo hacían notar sus conocidos. Esto la bloqueaba y abandonando cualquier raciocinio, de forma inconsciente se preparaba para su encuentro en la seguridad de su hogar, no llegaban a la intimidad aun pero su sola presencia la exaltaba.
Con la ventaja de entender las emociones de Diana por el humor que de ella emanaba, el supo que algo sucedería al verla entrar a la casa. Tal como venían haciéndolo desde que recupero la salud, comenzaron un inocente juego de persecución y continuaron con profundos besos con el ubicada sobre ella, pero en vez de acabar todo allí, aun sobre el piso ella avanzo con ambos codos hacia delante y sin dejar verlo con sus manos recogió su falda exponiendo su trusita blanca, recogió ambas piernas y separándolas dejó a la vista de su macho, su prenda intima que le cubría la entrepierna humedecida por sus flujos.
El sabia cual era el estado de su amada y sin prisa se acerco, con el hocico presionó la entrepierna y ella suspiro al sentirlo, el dio una rápida lamida y ella se estremeció, dejando un tiempo entre contactos cada vez era mas largo el contacto de su lengua con la trusa de Diana. Lamió la prenda de su amada hasta que súbitamente ella pegó los muslos, apenas retiró la cabeza a tiempo evitando quedar atrapado entre los hermosos muslos y se quedo mirándola mientras entre profundos gemidos y retorciéndose de lado sobre el piso, Diana completaba de mojar su trusa con abundantes fluidos.
Durante días el juego fue ese, pero una tarde el inicio tuvo para el una agradable modificación, al recoger Diana su falda, como no tenia cubierto el sexo, el contacto fue directo, su juvenil vagina termino goteando como si se le derritiera dejando encharcado el piso al sentarse. Con esa variante, repitieron los juegos otra temporada durante varias semanas, hasta que ella introdujo otra variación. Colocada a cuatro patas delante suyo de el, con los muslos apretados recibía en su entrepierna la lengua de el y al alcanzar el éxtasis, explosionaba cayendo de costado, solo entonces el se retiraba, durante otros meses el juego llegó hasta allí.
Aunque lo tenía en casa con ella, Diana aun mantenía una relación platónica con un amigo, pero un fin de semana al visitar su apartamento, por la ventana lo vio en la sala haciendo el amor con otra mujer, tras observarlos unos minutos, se alejo de prisa sintiéndose liberada y durante el regreso a casa decidió entregarse a el, totalmente excitada se desvió para ir de compras.
Al volver Diana llevaba las bolsas con sus compras y el la siguió a su habitación, pero cerrando la puerta tras suyo, ella lo dejó afuera. Diana sabia que el no se movería y el sabia que la hembra estaba lista para algo mas, pues así se lo hacia saber su fino olfato.
Transcurrido un tiempo se abrió la puerta y Diana apareció en medio de la entrada haciendo un coqueto giro, posando para el. Cubría su cara una mascara de perro narigón con orejas sobre la cabeza que le dejaba descubierta la boca, sus generosos senos con sus hinchados pezones que delataban su excitación, asomaban por dos agujeros en el pecho del disfraz. El disfraz le dejaba expuesto por delante desde la altura de su hermoso triangulo pubiano que escondía en su parte baja la fuente de las emanaciones que lo tenían excitado haciendo que la punta de su pene asome del capuchón, y por detrás dejando expuesto su hermoso trasero, desde la altura del inicio de su columna donde el disfraz tenia una pequeña colita parada, hasta el encuentro de sus gluteos con sus torneados piernas. Sus hermosas piernas y brazos los cubría el disfraz peludo, y que la asemejaba a un gran poodle de cola corta.
Por su experiencia Diana sabia que para que un perro monte una hembra humana debía estar muy excitado y con el miembro fuera, incluso con el bulbo expuesto. Aun hoy ella no se explica la seguridad que tuvo en que el la tomaría sin juegos previos y tras franquearle la entrada, cerró la puerta para hacer el amor primera vez.
Tras cerrar la puerta, ella fue agachándose lentamente hasta quedar en cuatro patas y avanzo al centro de la habitación donde se quedó quieta esperando la reacción de su amado. El tomo su tiempo y al verlo acercarse, caminando en cuatro patas Diana salió de su inmovilidad para rodearlo. El también giró y los dos caminaban siguiendo un círculo invisible, pero en la tercera vuelta el se detuvo a su lado moviendo la cola que tenia parada. Cual verdadera perra, ella coló la cabeza bajo el vientre del macho y por unos instantes lamió la punta roja que asomaba del capuchón. El la rodeó y colocado detrás de ella, lamió la jugosa vagina de su amada.
Diana estaba inmóvil pero al sentir las caricias que su amado le prodigaba, lamiéndole desde el clítoris hasta el ano y colándole ligeramente la lengua en ambos, se agitó. Siguieron jugando ha perseguirse y lamerse mutuamente hasta que el se quedo inmóvil. Cual verdadera perra, Diana empezó a empujarlo con su hermoso trasero pero el continuo rígido, entonces retrocediendo lentamente ella se ubicó debajo de el y frotando el vientre de su amado con sus caderas desnudas, lo provocaba.
El permaneció expectante disfrutando las caricias del descubierto trasero de Diana en su vientre, pero ella siguió retrocediendo hasta que al sentir en su piel desnuda la húmeda punta del miembro de su amado, una corriente estremeció su cuerpo y trepando por su columna, le llegó al cerebro paralizándola. La punta del miembro de su amado se deslizo entre sus nalgas y se le ubicó en el nacimiento de su curvada espalda.
Pasado el impacto de ese primer contacto y bien ubicada debajo de el, Diana continuó frotando con descaro pero suavemente, su bello trasero contra el vientre de su amado, mientras expectante y excitado con las orejas paradas, el movía nerviosamente la cola. Ella gemía al sentir en su piel descubierta el roce del miembro de su amado, cuando de pronto el se apartó. Ella pensó que se retiraba e iba a volverse para verlo cuando el peso de las patas de el en su espalda, la hicieron curvarse y seguidamente le envolvieron la cintura.
Era lo que ella había deseado pero el la había sorprendido y entregada ya totalmente, la hembra centro su atención en el picoteo del miembro de su macho en su trasero. Pero el no acertaba a enfundar el miembro en su chorreante vagina y para facilitar el ingreso del amado a su juvenil cuerpo, Diana dobló el torso hacia abajo y dejo el trasero en pompa, exponiendo mas su inflamada vulva. Aun así el no atinaba y desesperado la desmonto. Ella sabia que el regresaría y con paciencia esperó, el la monto nuevamente empero para frustración de ambos, se repitió lo mismo.
Pero cada vez que era montada, ella ponía el trasero en pompa y separando lentamente las piernas, disminuia la altura de su sexo. Al tercer intento se produjo el contacto, la intimidad de ambos se unieron y mientras la quemante barra de su macho se colaba a su gruta vaginal, ella solo atinó a abrir la boca dejando escapar un profundo gemido que salió de su alma. Al penetrarla rehizo el abrazo de la diminuta cintura de su hembra, avanzando hasta que su vientre se estrechó a la hermosa grupa de ella y sus muslos cubrieron las generosas nalgas de la fémina, metiendo el resto de su miembro a la caliente gruta de Diana y comenzó su veloz movimiento al tiempo que ella daba fuertes alaridos.
Con ella asi disfrazada, parecían perro y perra entregados a un brutal ritual de procreación canina, el se veía enorme moviéndose con el salvajismo propio de su especie, en tanto ella aparecía menuda debajo de el, estremecida y dando gritos que de continuos parecían uno solo, mientras su cuerpo era velozmente empalado por el enorme miembro de su amado. El entraba y salía velozmente del cuerpo de Diana pero cada vez, su miembro cobraba mayores dimensiones por lo que tratando de escapar al dolor que la quería quebrar, avanzó en cuatro patas con el sujeto a su cintura y casi apoyada sobre ella.
Su lucha fue corta y rindiéndose ella dejo de avanzar, gimiendo por el fuerte roce contra las paredes de su vagina del crecido miembro de su amado. Poco a poco el se calmó hasta que fuertemente sujeto a la cintura de la hembra, mantenía todo su miembro dentro del cuerpo de ella mientras sin despegarse del dilatado sexo de su amada, solo empujaba hacia delante. Diana lo sintió crecer dentro suyo, era algo nuevo pero que la hacia delirar de placer y mientras su macho no se despegaba ni un milímetro de su bello trasero, gemía con fuerza al sentir que le forzaba su canal vaginal hasta que le repletó las entrañas.
Aun no se recuperaba de la llenura en su sexo, cuando de pronto al ser brutalmente separados sus labios vaginales, la agradable sensación fue reemplazada por un agudo y fuerte dolor. Por experiencia supo que su amado le había encajado el bulbo basal y desesperada sin callar los gritos, por instinto encorvo la espalda, juntó las piernas pujando con fuerza en un intento vano para expulsar de su sexo al enorme intruso. La abría más de lo que podía soportar, pero Diana penso que sufriría solo hasta que tener el bulbo entero dentro de ella y sollozando esperó. Al pasar los minutos sin que el dolor disminuyera, quiso saber que pasaba y cruzó un brazo entre sus piernas, se tocó el sexo y una exclamación de asombro escapo de su garganta, sintió sus labios vaginales totalmente estirados que cubriendo sujetaban solo parte del bulbo, mientras el resto asomaba fuera de su vagina, lo sintió enorme como una pelota entre sus muslos.
Como adivinando el sufrimiento de la hembra, en ese instante el empujo y ella no supo que era mas doloroso, si la acerada punta del miembro en el fondo sus entrañas o el monstruoso bulbo que forzada la abertura natural de sus paredes vaginales, dolores que soporto con los dientes apretados. Sonrió al recordar como tras cerrarse sus labios vaginales alrededor del bulbo de su macho, atrapándolo dentro de ella, en sus entrañas lo sintió crecer aun más y cayo presa del pánico. Superó la crisis respirando agitadamente y suspiró de alivio cuando en su interior, el miembro dejó de crecer. Para cuando su sexo se acostumbró al enorme intruso, el placer ya había desplazado al dolor.
Pero su sacrificio no termino al ser anudada, tras colar el bulbo en la vagina de la hembra, el la tenía asegurada y se volvió para avanzar como hacen los perros con las hembras de su especie. Conmocionada aun, Diana trató de oponerse al deseo del macho y no quiso moverse con el, pero no pudo soportarlo, al rezagarse el bulbo le jaló los tejidos de su sexo, produciéndole un intenso dolor que la hizo berrear, y tuvo que retroceder gritando para acompañar al macho en su paseo. Con su miembro preso en el cuerpo de ella, el avanzó exhibiendo a la hembra como su trofeo.
Aunque preocupada por mantener el paso, Diana resentía el dominio del macho hasta que de algún punto de su dilatada matriz, desde el centro de su cuerpo, un extraño sentimiento surgió y que anulando sus sentidos la hizo sentir su esclava, que el perro era su dueño y amo, y dominada por ese sentimiento, creyó ser una posesión de el. El sentimiento calo en lo profundo de su ser haciéndola tan feliz que lloró, por eso cuando en su desplazamiento quedaron frente al closet y Diana se volvió hacia el mueble, tenia los ojos húmedos al ver la imagen en el espejo de la puerta. Salvo el detalle de sus senos descubiertos y la desnudez de sus glúteos, parecían dos auténticos perros unidos por sus cuartos traseros. Al verse unida así con su amado se sintió tan feliz, que comenzó a llorar nuevamente, mientras en sus entrañas, los chorritos intermitentes que empezaron al ser anudada, se hacían más constantes.
Al calmarse un poco, nuevamente ella se absorbió en la imagen del espejo sin prestar atención a la extraña sensación que crecía en su interior hasta que en sus entrañas, una fuerte inyección de liquido quemante le dio tal placer que perdió fuerza en los brazos convulsionando presa de fuertes orgasmos, como una muñeca de trapo; su pecho bajo hasta que pegó la mejilla al piso, quedando inmovilizada en esa extraña posición mientras el continuaba inyectándole semen, aun cuando a ella tenía ya un mar en las entrañas.
El se estuvo quieto mientras fertilizaba a la hembra pero al acabar, su miembro perdió dureza y empezó a tirar hacia delante para arrancarlo del cuerpo de su amada. El jaloneo resintió a Diana pues el miembro era enorme aun, ella comenzó a gritar de dolor mientras el bulbo, ahora de salida, separaba lentamente sus labios abriendola desde adentro, entre el semen que emergia violentamente de su sexo. De pronto con el sonido de un sopado, seguido de abundante líquido que formó salpico el piso, el mounstroso miembro emergió triunfante del sexo de la hembra, dejando un círculo vacío en su lugar, del cual siguió brotando líquido manchando el lugar, conforme Diana se derrumbaba. Al quedar libre del nudo que la mantenia con el trasero en alto, Diana cayó sobre su costado totalmente desmadejada, al verla así el se acostó a su lado a descansar.
Con los ojos entrecerrados Diana vio el miembro de su amado y sorprendida de sus dimensiones, se le hizo increíble haberlo podido albergar. Entendió entonces por que a pesar de su experiencia, había sentido más dolor que cuando perdió la virginidad. Aun deshecha sobre el piso y casi aplacada su efervescencia, ella se sentía abierta aún percibiendo en su interior el aire frío, curiosa tocó su inflamada vulva y sorprendida sintió el circulo vacío entre sus labios vaginales. Suavemente untó sus dedos en el semen que manaba de su sexo y golosamente lo saboreó con los ojos cerrados, luego se arrastró adonde el y entre lamidas y dificultosas chupadas, dejo totalmente limpio el enorme miembro de su amado.
No fue su primera relación sexual con un perro, pero fue la primera en que el bulbo casi se formo dentro de ella, lo que hizo que sus sentimientos hacia el se fortalecieran. Recordó también que desde aquella vez, no la había vuelto a arrastrar tras abotonarla, comprendiendo que lo hizo para fijar su dominio al modo canino y que al tratarla así, la reconocía como una hembra de su especie, más exactamente como su hembra, lo que la satisfizo pues desde que lo vio supo que llegaría a serlo. Entendió también que el dolor fue necesario pues mediante su sometimiento ella lo reconoció como su macho, desde entonces cada vez que la abotona, el permanece sobre ella protegiéndola delicadamente mientras la fertiliza.
3ra. parte
A los quince años Diana dejó la sodomía con los varones pero un tiempo despues volvió a hacerlo solamente con perros, y aunque muchos de los machos que la habían sodomizado, varones y perros, habían sido de pene con dimension mayor al normal, quedaban pequeños comparados con el miembro de el, por ello el recuerdo de cuando sin desearlo el la sodomizo, se mantenía fresco en ella.
Era apasionado al poseerla y una oportunidad en que estando con la regla pero dominados ambos por la ansiedad, al reingresar al cuerpo de ella tras un instante de haberle sacado su miembro, el equivocó el camino y lubricado por la sangre, introdujo la punta de su inmenso miembro en el ano femenino, haciendo gritar a Diana, pero al hacerla suya el era sensible y detuvo sus movimientos un tiempo, más subyugado por la estrechez del camino descubierto, continuó su mete y saca con movimientos muy suaves, impropios en su especie, empalando a Diana por el recto con movimientos suaves hasta introducir todo su inmenso tronco y estrellar su bulbo basal contra el ano de ella. y solo su amor le permitió soportarlo.
La penetración en si no fue tan traumática, no tenia el ano virgen, pero Diana sintió que el se lo estrenaba, y al engrosar el miembro de su amado, el dolor se hizo tan intenso en el trasero, que sintio que era la primera vez que la sodomizaban, y solo su amor por el le permitió soportarlo.
A pesar del mete y saca, el bulbo basal se formó fuera del cuerpo de Diana pero el no se detuvo y siguió golpeando el ano femenino con su bulbo, pero como notando la diferencia, se comportó delicado y no insistió en abotonarla. Aun así Diana quedo tan mal que anduvo con dolores casi una semana.
En adelante, al sodomizarla el se conformaba con repletar de semen el recto de su amada, pero hasta en eso, la hinchazón del miembro al inyectarla, le ocasionaba a Diana un agudo dolor que le hacía castañear los dientes mientras el calor del liquido tras llegar a lo profundo de su recto, ingresaba a sus tripas, sintiéndolo hasta su estomago. Tanto era el semen que le inyectaba, que tras repletar sus intestino, forzaba el apretado anillo con que su ano ajustaba al enorme tronco y escapaba de su maltratado poto. Tras ser desmontada, Diana corria al servicio, teniendo que hacerlo varias veces el resto del día.
Diana reconocía que pesar de la incomodidad que le causaba recibir en el recto a su amado, gozaba ser sodomizada por el y se estremeció al recordar el día que ejecuto el consejo de una amistad para poder albergar en su trasero, todo el miembro de su macho. Para lograrlo, durante un tiempo no dejo que su macho la monte, manteniéndolo excitado y con mucho deseo, segura que en ese estado con solo verla en cuatro patas, intentaría montarla sin ser previamente excitado. Por eso la tarde en que decidida a que el la sodomice con todo y bulbo, se preparo antes de volver a casa.
Tras quitarse la trusa embadurnó su ano con una crema especial mientras la vagina le chorreaba con solo imaginar lo que iba sucederle, volviendo a colocarse el interior. Ya en casa, tras preparar la habitación fue por su macho y en la habitacion, con la falda sujeta a la cintura, sin mas ceremonia se puso de cuatro patas en la colcha sobre el piso, dejando su hermoso trasero desnudo a merced de el que se acercó, lamió la jugosa vagina de su amada y la monto. Al sentir la punta del miembro de su amado, Diana lo sujeto y lo coloco a la entrada de su recto.
Al percibir la calidez del ano de Diana el arrecio sus movimientos. Ella espero hasta que el movimiento de su amado se hizo más calmo y mientras el mantenia su empuje, sujetando las ancas traseras de su amado, lo inmovilizó al mismo tiempo que empujaba su bello trasero contra el miembro de su amado. El pelambre de la funda raspaba su ano pero ella mantuvo todo el tronco dentro de su recto y como entendiendo lo que ella deseaba, el permaneció quieto y profundamente estrechado contra el trasero de su amada.
Diana gemía mas fuerte conforme el miembro de su amado engrosaba en su recto. Berreando a lágrima viva sintió hincharse el bulbo dentro de su recto pero agonizante de dolor, siguió inmóvil y aunque le partía el trasero solo cuando el bulbo dejó de crecer, libero a su amado, quedando ella al borde del desmayo del dolor que el enorme intruso le ocasionaba.
A causa del tamaño del bulbo y lo estrecho de su esfínter, quedaron abotonados casi el triple del tiempo acostumbrado y al soltarse, Diana quedó con el ano dilatado un buen tiempo más. Aunque el resentimiento le duro mas tiempo, desde entonces cada vez que el la sodomiza, su ano se le dilata fácilmente y tanto, que acoge sin dificultad el miembro de su amado con todo y el bulbo. Así durante un tiempo gozó de sus relaciones anales sin mas molestia que el evacuar el semen que el depositaba en sus tripas hasta el día que ese acto también le dio placer.
Tras ser sodomizada, cuando la desmontaba ella iba directamente al inodoro, contrayendo fuertemente los músculos del ano y los glúteos para evitar que el líquido fugue de su recto. Pero una vez en lugar de sentarse directamente en el inodoro, por curiosidad vio su trasero en el espejo de cuerpo entero del baño pero al hacerlo, relajo los glúteos con el ano y una fuente broto de su recto manchando el espejo. La imagen del líquido emanando de su ano le dio tal placer a Diana, que vencida por un orgasmo inmediato quedó de rodillas en el piso. Desde entonces la imagen del semen de su amado escapando de su recto le da placer.
A estas alturas, quizá por lo regular de sus relaciones sexuales el cuerpo de Diana cambio espectacularmente, acentuándose la separación entre sus nalgas hasta hacerse notorio al caminar, el canal entre sus glúteos se le hizo ancho y profundo, tanto que con pantalones holgados y mucho mas con ropa estrecha o de baño, su vulva era escandalosamente notoria como se lo dijeron sus amistades, por lo que cambió de vestimenta, usando solo faldas que además de disimular los cambios, facilitaban el quedar lista para el.
4ta. parte
El ya era parte de su vida y lo incluía en casi todo, incluso en su rutina de correr los domingos. El sol aun no clarea en el horizonte cuando con apretadas ropas que detallaban sus generosos pechos, su mínima cintura el vientre plano contrastante con sus firmes, enormes y bien formadas nalgas del voluptuoso trasero, rematado por preciosas piernas, ella sale a correr acompañada de el. Era corriente que a esa hora, los pocos paseantes al verla se exaltasen y admirados, con frases atrevidas le dijeran cosas que evidenciaban la envidia por la dicha de quien gozara de la plenitud de su exuberante cuerpo. Ella sonreía pues sabia lo lejos que estaban de imaginar, que su cálida y prominente vulva delatada en medio de sus bellas piernas, así como su misterioso ano escondido en el amplio canal que separaban sus hermosas nalgas, eran regularmente trajinados por el miembro del enorme animal que la acompañaba.
Por costumbre trotaba hasta un lugar entre abundantes árboles y arbustos, lejos de viviendas, veredas y carreteras, que por el día y la hora, estaba libre de miradas indiscretas, luego de ella acabar sus ejercicios, descansaban y a veces se enredaban en sus juegos de amor.
En Diana crecía el amor hacia el y en uno de sus paseos matutinos, comprobó que era correspondida. Una oportunidad en que se ejercitaba, un grupo de perros que venían tras una hembra en celo se ubico frente a ellos interrumpiendo la tranquilidad del lugar, el se inquieto pero permaneció sentado alerta. Diana recuerdaba que al ver asomar del capuchón de su macho la punta rojiza del miembro que tanto placer le daba, sintió una rara inquietud, lo vio incorporarse y acercarse a la turba de animales con medio miembro fuera, pero no lo detuvo. Fue el quien se detuvo, volviéndose a mirarla y luego siguió hasta llegar donde los perros, y a punto de ladridos impuso su autoridad a la turba, que le cedió el paso intimidados por su gran tamaño.
Recién alli Diana sintió morir de celos al verlo ubicarse detrás de la perra y lamerle el sexo, pero revivió de felicidad al verlo dejar a la hembra de su especie para retornar donde ella. El se detuvo a un par de metros de Diana mirándola directamente a los ojos y ella entendió lo que el silenciosamente le pedía.
Quitandose rapidamente la ropa de la cintura para abajo, se coloco a cuatro patas y avanzo hacia el con su sexo expuesto hasta darle alcance.Ya ubicada frente a la turba canina, Diana lo observó mientras rodeandola,
su amado la montó suavemente. Casi inmediatamente ella gimió de gozo al sentir en su jugoso sexo el delicado ingreso de su amado y exhalo otro profundo gemido al sentirse penetrada hasta lo profundo de sus entrañas, pero tras esa estocada inicial el la sujeto con fuerza pistoneandola violentamente. Ella se deshizo en gemidos debido a los embates, percibiendo la fuerte excitación de su macho en la creciente velocidad de sus acometidas, mientras veia que a escasos metros, al igual que ella la perra era poseída por un perro de la jauría.
Recordó con placer que cuando el bulbo de su macho crecía en su interior haciéndola gemir, escucho los quejidos de la perra. Comprendiendo que estaban siendo abotonadas al mismo tiempo, Diana cerro los ojos y sintiendose una verdadera perra, disfruto sobreexcitada la dilatación y estimulacion que el enorme bulbo ocasionaba en su sexo. Con el bulbo dentro de su vagina forzandola, ella abrio los ojos y vio que la perra era brutalmente jalada por el macho que la habia anudado, mientras su amante se mantenía delicadamente sobre ella inseminandola.
Cuando en sus entrañas el miembro perdió dureza, Diana pensó que pronto la desmontaría y se resigno a quedar libre pero transcurridos varios minutos, el seguía sobre su hermosa grupa. Extrañada movió un poco el trasero y al quedar quieta, percibió los dudosos embates de el, que poco a poco se hicieron firmes mientras su pistoneo cobraba mas velocidad. Sin moverse Diana sintió en su interior que el miembro de su macho recobraba dimensión y dureza hasta volver a ser un enorme y quemante cilindro de piedra que la taladraba, haciendo que su vagina se derrita, hasta que tras un tiempo en que jadeando y perdida lo soportó, exhalo un ronco gemido al ser nuevamente abotonada.
Luego de llenar a Diana con semen por segunda vez y desanudarse, la desmonto. Estremecida aun por las ultimas sensaciones, lo vio rondándola un poco alejado de ella con su miembro inflamado. Lo creyó satisfecho pues ella lo estaba e iba a incorporarse, cuando empujándola desde atrás, volvió a montarla. La poseyó nuevamente hasta anudarla e inseminarla. La había poseído en forma intensa varias veces seguidas y ella no soportaba más el roce del miembro de su amado en las paredes de su inflamada vagina, pero tras liberarla desmontándola por un corto tiempo, cual maquina de sexo volvió a montarla poseyéndola hasta anudarla, Al liberar a su hembra, el se acostó un poco alejado a lamer su grotesco miembro.
Viendo que no deseaba poseerla nuevamente, con el sexo maltratado, con el trasero y desde la entrepierna hasta los muslos impregnados de semen y exhausta, Diana se acosto de largo sobre el césped a descansar, mientras sentia escurrir de su vagina el resto del mar que su macho había depositado en sus entrañas.
Agotados por el combate sexual hicieron el regreso a casa lentamente, a Diana le temblaban las piernas y procuraba mantenerlas separadas pues el miembro de su amado que había cobrado dimensiones enormes, la había escaldado, dificultándole hasta el sentarse.
En casa, mientras aplicaba compresas de hielo a su maltrecho sexo, Diana repasó lo sucedido y comprendió que al percibir el humor de la perra en celo, la potencia sexual de su amado se disparó, haciéndolo tan activo que solo se calmo tras poseerla varias veces. Pero a pesar de la incomodidad, Diana estaba intimamente satisfecha y feliz, pues al haberla elegido en vez de la perra, el le dio a saber que el deseo era mutuo.
La confirmación definitiva que el la consideaba su hembra, la tuvo cuando ella acepto que el sea padrillo por un fin de semana. Ese dia al llegar la perra en celo e imaginarlo montándola, Diana tuvo unos celos que a duras penas dominó frente a su amistad. Pero el no se comporto como un macho canino común, pues a pesar de tener casi todo el miembro fuera se acostó en el césped indiferente a la perra que lo rodeaba. Así se paso la tarde hasta casi entrada la noche, en que la dueña de la perra no tuvo mas remedio que llevarse a su animal.
Durante el tiempo que la perra había permanecido en la casa, Diana se había refugiado dentro, disimulando sus celos al conversar con su amiga. Pero al quedar solos, el fue a la habitación de Diana, aun tenia medio miembro fuera del capuchón y se detuvo en la puerta sin decidirse a entrar. A Diana se le derritió el sexo verlo allí en ese estado, se le abalanzo y sin dudarlo lo besó, metió la cabeza bajo la barriga de el y con la boca le hizo sexo oral tan bien, que le eyaculó ahí mismo. Tras incorporarse, ella le dio de comer y ella misma cenó.
Esa noche, ya a solas con el, totalmente desnuda Diana se entrego con todo su amor y gracias al tamaño de su amado pudo recibirlo en pose del misionero, que aunque no era rutinario ya lo habían practicado. Acostada al borde de la cama con las piernas separadas, ella expuso su jugoso sexo, emanando el intenso y conocido olor que lo excitaba. El no necesito más incentivo, colocando una pata delantera a cada lado de ella y avanzó. Sujetándose los muslos, Diana separó aun más las piernas exponiéndose como una rosa en florecimiento, el siguió avanzando hasta que su miembro hizo contacto con la húmeda flor de la hembra y comenzó a embestirla. Con placer recordó haber sentido tan profundamente a su amado, que pareció llegarle al corazón.
Mantenía todo su miembro dentro de la vagina de Diana pero ladro evidenciando su descontento mientras permanecía quieto. Ella sabía lo que el quería pero deseaba que el la anudara en esa posición, y lo envolvió con sus brazos y piernas, inmovilizándolo sobre ella, forzando la natural rectitud del enorme miembro de su amado y obligándolo a que se doble dentro de ella. Gracias a su poco peso, casi colgada de el, Diana subió y bajó el trasero haciendo que el miembro de su macho entre y salga de ella hasta que sintiendo en sus entrañas que iba engrosando más y mas, estrechó su pubis contra el y se mantuvo quieta.
Casi inmediatamente el bulbo basal del macho dilató sus paredes vaginales y la estremeció de placer, pero el bulbo era enorme y un agudo dolor reemplazó al placer, sollozando mientras era anudada. Ya con el bulbo dentro, ella bajo pierna por pierna lentamente y apoyando los pies al borde de la cama como una araña, mantuvo su pubis en alto pegado al vientre de el mientras el la inseminaba.
Pero con la vagina en el aire, ligada por el miembro de su amado, no pudo gozar plenamente, pues al relajarse, su trasero caía ocasionándole un gran dolor. Desde aquella vez, en vez de bajar los pies, ella los mantenía envolviendo a su amado y soltando su abrazo, dejaba caer la espalda en la cama, gozando plenamente el estar debajo y anudada por el.
Al quedar libres, ella se acostó en la cama y mientras de su sexo fluía el semen de su amado, lo retuvo a su lado hasta dormirse. No era su primer macho pero lo amaba con una felicidad que no había conocido antes, sabía que en cuerpo y mente le pertenecía a el, y para satisfacerlo estaba dispuesta a entregarse cualquier modo y gozar el sexo oral, vaginal y anal con el.
5ta Parte.
Por cosas del destino quien la hizo mujer, el pene que desvirgó fue el de su propio padre. La noche que bajo los efectos del alcohol, el violo a su madre desvirgándole su ano, salió de casa y después permanecer quien sabe donde, en un momento que según testigos, orinaba apoyado en un poste, un auto conducido por un ebrio magnate derrapó de la pista, golpeó el poste y a su padre, lanzándolo seis metros dejándolo en el pavimento al borde de la muerte.
Diana y su madre se enteraron por que la policía las visito la tarde del día siguiente. El causante del accidente asumió los gastos, la indemnización hizo que ella, su madre y su padre quedaran con el futuro económico resuelto, además de pagar la educación de Diana y darle una pensión al margen de su familia, le obsequio una casa para su familia y otra a Diana en las afueras, asegurándola en un buen puesto de una de sus tantas compañías.
Su padre sobrevivió pero ambos brazos le quedaron tan destrozados que solo quedo amputarlos para evitar la gangrena, de la rodilla para abajo ambas piernas estaban tan dañadas que no podía sostenerse en ellas y se las dejaron solo por estética, producto del golpe en la cabeza quedo ciego, con los oídos dañados, el cerebro sufrió trauma y prácticamente era un vegetal aislado del mundo. Sus demás funciones corporales quedaron intactas pero era totalmente dependiente.
En el tiempo que su padre paso internado en la clínica, la relación lésbica e incestuosa con su madre se consolidó. Ya recuperado y rehabilitado, su padre fue llevado a la nueva casa que el magnate les había dado, donde ya residían. Su madre se dedico a atender las necesidades de su maltrecho padre y al asear sus genitales, descubrió que al frotarlo, por alguna extraña razón su miembro se endurecía manteniéndose erecto.
Al principio solo lo masturbaba pero al verlo eyacular, llevo a examinar el fluido, confirmando que no podía procrear pues el líquido era azopermico como lo dijeron en la clínica, el golpe en los genitales daño el depósito espermático esterilizándolo. Con esta seguridad, montándose sobre el, su madre misma insertaba el miembro de su padre en su sexo hambriento, y gozaba de su dureza hasta que el eyaculaba en las entrañas femeninas bañándolas con su inútil fluido.
Así vivieron tres años desde el accidente de su padre, su madre manteniendo relaciones con Diana y el cuerpo de su padre. Diana aprendió mucho de sexo aunque a los trece años aun era virgen. Una tarde su madre le enseño a masturbar a su padre y de ahí a chuparlo fue solo decisión. A poco haber aprendido esos menesteres se volvió experta, recordaba que una noche después de poner firme el miembro de su padre, vio a su madre cabalgarlo y que salvo la firmeza de su pene, el enfermo no hacia gesto alguno.
Recordó que al ver gozar a su madre ensartada por el pene de su padre, su mente se le aclaro y de golpe entendió que la vaga inquietud que tenia luego de sus encuentros con su madre, se debía a la insatisfacción pues en su inconsciente su cuerpo le pedía ser penetrada, convirtiéndose en obsesión el conocer el miembro de su padre y así calmar la inquietud de su sexo adolescente.
Una tarde la madre vio a Diana masturbarse viendo una película donde una joven era poseída por un señor de edad, al conversar con ella supo del deseo de su hija por ser penetrada y de su obsesión de que su padre fuese el primero. Al principio la madre se negó pero ante la insistencia de ella, dijo que lo pensaría. Desde ese momento Diana la importunó constantemente hasta que una tarde al volver de la escuela, al remover el asunto recibió el consentimiento de su madre.
Tras desvestir a Diana, su madre se dedico a preparar a su padre y cuando el miembro viril quedo firmemente erecto, la madre lo unto con vaselina. Diana subió a la cama y se paro en ella con el cuerpo de su padre entre sus piernas. Se acuclillo hasta quedar como una rana y cuando tuvo la punta del pene sujeto en la entrada de su sexo virgen, fue subiendo y bajando lentamente, y mientras gemía de dolor conforme entraba en su cuerpo, ella fue clavándose en el pene de su padre.
El agudo dolor en sus entrañas la desanimo de seguir y rápidamente se puso en pie. Intercambió opinión con su madre que le coloco su propia trusa en la boca. Nuevamente Diana se subió sobre su padre, esta vez no se acuclillo sino se arrodilló, sujetó en la entrada de su sexo la punta del miembro de su padre, apoyó una mano en el hombro materno y se dejo caer con todo su peso sobre el pene paterno, soltando un grito y dejando caer de la boca la ropa interior.
Brutamente penetrada, Diana quedó sentada sobre su padre berreando de dolor. Sentía que el intruso la partía en dos llegándole al cerebro. Mientras las lagrimas mojaban su infantil y angelical rostro contraído de dolor, permaneció quieta sin atreverse a mover un músculo. Al rato percibía hasta la más mínima protuberancia del intruso que llenaba su sexo y con ayuda de su madre, comenzó a subir y bajar lentamente el trasero sobre el cuerpo de su padre.
Poco a poco el placer fue superando al dolor y próxima al orgasmo, presiono fuertemente su estrecha vagina contra el pene de su padre. Vencida por el placer, entre convulsiones cayo hacia delante y permaneció aplastando sus pequeños senos contra el pecho velludo de su padre, mientras entre involuntarias contracciones de su sexo alrededor del pene de su padre, su desvirgada vagina lo bañaba con su abundante néctar sexual.
Nunca antes Diana había experimentado ese placer y al recuperarse de la euforia, el dolor del desvirgamiento era cosa pasada. Acostada aun sobre el pecho paterno percibió dentro de ella el pene de su padre, que sofocándola con sus dimensiones, empujaba su desflorado sexo con una dureza y firmeza, pugnando por recuperar la verticalidad como un resorte doblado. Obligada por el miembro que la atravesaba, se sentó y el garrote llegó a lo profundo de sus entrañas haciéndola gemir de placer y dolor. Excitada, nuevamente recomenzó lentamente el sube y baja, gozando del roce en sus paredes vaginales y cuando el intruso salía de su cuerpo, jadeando de placer ella misma volvía a clavarse en el, al ingresar a su sexo ella tenia la sensación que su ser se abría al paso del respetable intruso, hasta que presa del deseo trataba de engullir con su vagina, todo el miembro paterno.
Se movía sobre su padre sin ayuda, cada movimiento le daba placer, pero dominándolo aceleró la cabalgata hasta que al sentir el cosquilleo del liquido caliente bañando su matriz, no se contuvo y derrumbándose estrecho sus turgentes senos en el pecho de su padre y tras las convulsiones orgásmicas, quedo despatarrada sobre el bañándolo con los líquidos que fluían de su pequeño y desflorado sexo.
Tras un tiempo, cargándola con ternura su madre la saco de encima del cuerpo de su padre y depositándola boca arriba en su propia cama, delicadamente le separó sus piernitas. A su vista quedo la rosa abierta del sexo de Diana, su madre acercó sus labios y sin prisa, teniendo como fondo los gemidos de placer de Diana, bebió el líquido blancuzco mezclado con sangre que manaba del interior de Diana, hasta limpiarla totalmente, luego la arropo y la dejo descansando.
Tras perder la virginidad, a Diana se le hizo costumbre tener sexo y debido a sus quehaceres y estudios, generalmente lo tenia por las noches o tras el descanso del almuerzo, a veces sola o otras con su madre, gozaba del cuerpo de su padre hasta tres veces por semana, sorprendiéndola su madre varias veces, en plena cabalgata. Algunas de las veces que estaba con ella, Diana vio a su madre ensartarse en el ano el sexo de su padre, pero Diana aun tenía virgen el ano.
6ta. parte
No necesitaban juguetes para satisfacer sus deseos, para ello Diana y su madre usaban el cuerpo de su padre, haciéndose expertas en obtener satisfacción del sexo del inválido. Poco a poco el comportamiento sexual de su madre fue cambiando, lo primero fue sexo sórdido con su padre, montando vigilancia llegó a seguir el ritmo de orina de su padre y sacando provecho sexual de ello, comenzó practicas sexuales con el orines paterno, bebiéndolo o recibiéndolo en su sexo.
Otro cambio fue cuando una tarde al retornar de la escuela, vio a su madre en la sala conversando con una desconocida, pronto la desconocida se convirtió en compañera sexual de ambas, el siguiente fue incluir a un señor de edad, amigo de su madre, en los juegos sexuales con el cual Diana tuvo su primer encuentro sexual con un hombre propiamente dicho, haciéndolo con placer. Para beneplácito de su madre, su amigo trajo a un joven amigo suyo, era muy impetuoso y enloquecía de placer a ambas.
Aunque Diana era una amante experta no había probado el sexo anal, siendo virgen por ahí. Faltando diez meses para cumplir quince años, una noche que con su madre disfrutaban en una orgía con los dos amigos, perdió la ultima virginidad de su cuerpo adolescente contra su voluntad. Montada sobre el mas joven de los amantes, con el pene de el moviéndose en su interior al borde del orgasmo, el joven la abrazo sujetándola fuertemente e inmovilizándola contra su pecho.
Así atrapada sintió las manos del mas viejo sujetarle las caderas, al inicio no supo que pasaba, pero el dolor que sintió por la presión del pene en su minúsculo orificio anal la hizo reaccionar y grito, pero el amigo de su madre no se detuvo, Diana no podía hacer nada pues la fuerza del joven sobrepasaba sus débiles intentos de evitar ser sodomizada y doblemente penetrada.
Ella recordaba el dolor y los gritos dados cuando el miembro del señor forzando su esfínter, se lo abrió y se introdujo en su recto. Le partió el alma y el dolor continuo aun cuando los movimientos del joven en su vagina lo aminoraron un poco. Al rato el pene del señor hinchó en su interior aun mas y llorando ella sintió cada gota de semen que le inundó las tripas. Tras deshacer el trío, ambos la abandonaron sobre la cama con el ano desbocado fluyéndole semen, para seguidamente montar a su madre. Diana siguió sollozando, más por la violación que por el dolor, pues le revivió amargos recuerdos del comportamiento de su padre. Alcanzó a ver entrar y salir al mismo tiempo del cuerpo de su madre, los miembros de los dos hombres, mientras su progenitora, enloquecida de placer se movía dando suspiros, jadeos y gemidos.
Después de ser sodomizada contra su voluntad, a Diana ya no le era agradable participar en los juegos con los amantes de su madre y se alejó, buscando la manera de independizarse. La oportunidad se le presento al intimar con el magnate causante del accidente de su padre y tener sexo con el. Este le obsequio una vivienda convirtiéndola en su amante niña. Soltero, de mentalidad abierta, mañoso en el sexo y sin tabúes, el magnate la hizo su alumna.
Vivian juntos en la casa que el le había obsequiado pero ella iba a la escuela pues a pesar de todo deseaba sobresalir. A veces cuando lista para salir, estaba preparando el desayuno, el se levantaba y ella le hacia una mamada, luego tras abrazarla por detrás, se untaba el pene de algún lubricante de la cocina, mantequilla, aceite, etc. la inclinaba a noventa grados, levantaba su falda escolar y despojándola de la truza, la empalmaba. Si estaba menstruando la tomaba por el ano, de lo contrario la penetraba por donde se le antojaba. Solo tras haberla hecho tener un orgasmo por lo menos, el terminaba dentro de ella. A veces sin tiempo para asearse, se colocaba una toalla y salía, muchas clases las atendió mientras el semen fluía de su cuerpo.
Su madre la visitaba de vez en cuando y aunque sus relaciones habían cambiado, Diana la quería. La recibía y conversaban sobre sus actividades. Fue por su madre que se enteró de la zoofilia, pues ella había comenzado a incluir animales en sus sesiones amatorias. Despertada su curiosidad, esa noche al llegar su protector, le contó sobre lo conversado con su madre,el solo la escucho sin decir nada.
Días después llegó con unas cintas de video y sin explicarle el contenido, la obligo a sentarse para verlas juntos. Conforme avanzo la cinta ella la vio con mas interés y excitada metió la mano a su trusa para descaradamente masturbarse, llegando al momento cumbre cuando en la película el perro se vuelve y ambos se quedan unidos, allí Diana estallo en liquido. Cuando animal y humana se despegaron, ella vio salir de la babeante vagina de la mujer el enorme miembro del macho y se admiró del tamaño, fue a partir de ese momento que se le hizo obsesión tener relaciones con un perro.
Para su protector fue sencillo conseguir al animal adecuado y pronto le llevó un hermoso labrador. Diana recordaba que al verlo el animal le pareció poca cosa, pero siguió las indicaciones de su maestro, el animal se acostumbró a ella y fue cuestión de semanas que el día en que el perro la montaría llegó.
Al retornar de la escuela ese día, vio que su protector había preparado todo desde cámaras de video estratégicamente ubicadas hasta un disfraz que ella habría de usar. Nada mas llegar ella la hizo desnudar y colocarse el disfraz de perro que le dejaba de la cintura hacia abajo hasta arriba de los muslos, totalmente descubierto, semejándola a Diana con una gran poodle. Ella estaba tan excitada que tenía la vagina húmeda.
De aquella primera vez lo sucedido antes que el perro la monte, lo recordaba vagamente como en sueños, solo tenía claro lo sucedido desde el momento que el perro la penetró estando a cuatro patas hasta que la desmonto, fue por los videos que pudo explicarse como llego a esa situación.
Al inicio sintió que el perro le coló en la vagina algo muy caliente, fino y pequeño que por momentos le llegaba profundamente. Pero sucedió que el perro no mantuvo la posición y se bajó de la grupa de Diana, haciéndolo varias veces. Instruida por su maestro Diana no se movió de su lugar ni varió de posición, hasta que finalmente el perro sujeto firmemente a su cintura, se mantuvo tras de ella metiendo y sacando su pene velozmente de la cavidad sexual de Diana, haciéndola gemir de placer y dolor.
Nunca antes Diana había sido poseída de la forma en que lo hizo el perro, lo percibía entrar y salir velozmente de su cuerpo, dándole un placer increíble y cada vez que lo hacia el miembro del perro cobraba una grosor mayor. Al rato cuando le ingresaba al sexo, el pene del animal se lo colmaba haciéndola jadear, el pene del perro siguió creciendo y le dio la sensación que realmente era la primera vez que la penetraban.
Todo le sucedió a la vez, placer mezclado con dolor, satisfacción y angustia, y otras cosas mas, todo un mundo de sensaciones que no pudo asimilar y terminaron por embotarle los sentidos. Estaba estremeciéndose por las continuas corrientes de placer que la atravesaban, cuando el perro jalándola fuertemente presionó sus labios vaginales, pugnando por colarle algo mas grande aun en su abierto sexo.
Atontada trató de entender que sucedía pero no tuvo tiempo, el esfuerzo del animal dio resultado y forzando los labios vaginales de la chiquilla, termino por colarle su bulbo basal en la vagina. Al mismo tiempo que pego un grito, Diana dio un pequeño salto hacia delante. Sin soltarla el perro continuo prendido a su grupa empujando aquello dentro del cuerpo de la adolescente que berreaba de dolor.
Fue cuando vio aproximarse a su maestro, pensó que la ayudaría a zafarse del animal pero sorpresa de ella, el hombre le metió a su pequeña boca su pene totalmente duro. Mientras el bulbo del perro haciéndola sollozar forzo su vagina y se le instalo dentro, con la boca abierta ella recibía la estaca de su maestro.
No tardaron ambos machos en vaciar su esperma en el cuerpo de Diana, su maestro lo hizo en su boca y el perro en su sexo. Después tirando hacia delante acompañado de un sonido como destape de champaña, el animal arrancó su crecido miembro de la vagina de la chiquilla haciéndola gritar nuevamente, Diana se derrumbo sobre la colcha y quedo acostada con la mirada extraviada, en tanto el semen de su maestro le escurría de la boca y el semen del perro manaba de su dilatado sexo.
Fue a los quince años que a pesar de la incomodad de la primera vez, en que Diana le tomo gusto al sexo con perros, se aficiono a la zoofilia y alternándola en las sesiones sexuales con su maestro, dejó el sexo anal. Fueron pocos esos días felices para ella, durante los cuales fue muy dichosa, quedaron interrumpidos por la trágica muerte de sus dos machos. Con pena evoco el día que su protector falleció, iba conduciendo por la carretera al borde del mar cuando una roca que se desprendió del talud, lo golpeo matándolo, sin control alguno en la siguiente curva el auto siguió de frente cayendo al abismo, muriendo también la mascota que la inicio en la zoofilia.
En su testamento su maestro dejo parte de sus bienes a la adolescente, que de la noche a la mañana se vio con una solvencia adecuada para ese mundo sexual que su protector le había mostrado, y que su cuerpo joven y hambriento demandaba. Con los recursos a su alcance, durante pequeñas temporadas entre sus estudios y en sus vacaciones, viajaba a lugares previamente contactados para ese fin.
Esos eran sitios especializados en proveer sexo de todo tipo, en ellos Diana satisfacía con libertad sus deseos de sexo canino, la primera vez que asistió a uno de ellos, con sorpresa vio la cantidad de mujeres y hombres que practicaban dicha forma de sexo. Allí aprendió desde técnicas para seducir a un perro hasta la forma de hacer el amor con ellos, llegando a participar en orgías donde hombres y mujeres eran poseídos por inmensos perros especialmente entrenados.
Practico diversas formas de sexo con perros, pero desde la vez que estando a horcajadas sobre un gran dálmata con la vagina atravesada por la inmensa herramienta sexual del animal y que un participante la sodomizó, disimulando su disgusto no volvió a aceptar la participación de otros machos que no fueran perros, aunque lo soporto bien. Se entrego al sexo zoofílico y lo hizo en las mas diversas posiciones, practicando desde la del misionero hasta algo cercano a hacerlo piernas al hombro, llegando incluso a encerrarse con varios machos que aislados sin sexo por un tiempo estuvieron sometidos a olores de hembras en celo.
Esa oportunidad como si fuera ella una hembra de su especie, riñeron brevemente por ser quien primero la monte. El macho alfa proclamo su victoria tomándola y la poseyó hasta abotonarla, al liberar el lugar sobre las caderas de Diana, este fue ocupado por el perro que quedo en segundo lugar. Para el placer de Diana, fue poseída por todos los machos que en forma ordenada ocuparon su hermoso trasero, tomándola por donde su cuerpo cobijara sus penes, repitiendo varios de ellos hasta que satisfechos todos, la dejaron de lado con el cuerpo arañado, resumiendo semen de ambos orificios, fue esa la última vez que fue sodomizada. Volvió a tener sexo anal solo al conocerlo a el.
Acostumbrada a las dimensiones del miembro canino, lo gozaba con placer, afirmando que sexualmente era una verdadera perra. Su trajinado sexo atestiguaba un conocimiento del pene canino que sin reparos ella aceptaba y sonriendo afirmaba que de colocar uno tras otro los miembro caninos, hacían varios metros lo que su vagina había saboreado. Entendió que fue esa predisposición de su preferencia sexual por que se sintió inmediatamente atraída por el con solo verlo, llegando a convertirse en lo que actualmente es, una fiel perrita que disfruta el cariño y placer que su macho le prodiga. Dejando atrás sus traumas, frustraciones y soledad, cuando en la intimidad de su hogar, ella le entrega su cuerpo con mucho amor y correspondiéndole, el la toma con pasión y cariño hasta satisfacer ambos sus deseos.
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