Alexander (6a) Mi fracaso como padre (2a parte)
Mi hijo acepta aprender lo que le hacen a su madre. .
Empezaba a sudar frío y las palpitaciones en mi pecho me hacían sentir que moriría en cualquier instante; aún así mi semblante solo era serio y tranquilo. Debía proporcionarle un entorno seguro a Alex para que no sumara a sus experiencias un abuso más. Qué equivocado estaba. Cualquier hombre decente sabría que eso era en cada maniobra era un abuso.
—Recuéstate boca abajo sobre el sillón.- le ordené suave pero firmemente.
El atendió mi indicación y lo que ví no lo he podido sacar de mi mente en estos dos años.
Su tersa piel de un moreno claro resaltaba con el calzoncillo blanco que tenía puesto. Su cabello lacio castaño brillaba con la luz de la televisión y su delgado torso cubierto solamente con una camiseta interior blanca sin mangas me dejaba ver una espalda delicada y unos finos hombros. La imagen invitaba a abrazarlo con fuerza y estrujarlo.
—Cuando tu mamá hacía estás cosas, ¿Cuál era la instrucción?-le pregunté.
—Que pasara lo que pasara no podía voltear.- me repitió casi como si hubiera sido una letanía.
—Pues ahora sabrás lo que hacía ella, Alex. Recuerda que no podemos detenernos porque puede ser muy peligroso y nadie debe saber de esto o te puedes meter en muchos problemas.
De algún modo me gustaba hacer que mi hijo tuviera miedo. Eso aseguraría que si esta primera vez era exitosa, podría repetirlo un par de veces más.
Mis manos se posaron sobre sus tobillos. Tenía puestas unas pequeñas calcetitas blancas que a penas le cubrían las espinillas. Empecé a acariciarlo y a subir por sus pantorrillas que ya daban muestras de ser grandes en cuanto entrara a la adolescencia. Su piel carente de cualquier vello me recordaba a las chicas que habían pasado por mi cama jadeando sin pudor mientras taladraba lo más profundo de sus uteros.
Seguí subiendo y me tope con unos muslos suaves y gruesos coronados por un par de nalguitas que eran bastante grandes para ser de un niño de seis años. A penas y cabían dentro de la trusita blanca. Parecían dos meloncitos jugosos y firmes en proporcion a su delgada cintura. Cuando llegué por debajo de sus glúteos, Alexander parecía estar sorprendido de la forma en la que lo tocaba. Nuestro contacto físico se limitaba a chocar los puños y de vez en cuando un abrazo al despedirnos.
—Omar, esto no se lo hacen a mamá. Ella hace muchos ruidos de que la lastiman cuando yo no volteo.-me dijo dudando de lo que estaba pasando.
—Es que esto es solo el comienzo, Alex. Todo va a estar bien y vas a poder comprender un poco más a tu madre.- le respondí.
El culo de este niño es grande pero son más grandes mis manos así que al agarrarle cada nalga, podía abarcar el área completa con cada palma. Era suave y muy esponjoso. Sentía cómo me palpitaba la verga. Moría por sacar esa bestia y desquitar toda la lujuria que no había podido sacar con Sofía esa misma noche. Me levanté y por la erección que tenía el bóxer hacía una carpa de circo. El líquido preseminal ya comenzaba a mojar la tela y justo cuando empezó a escurrir Alex volteó para verme de pie junto al sillón donde reposaba.
Anonadado y con los ojos bien abiertos me veía el pene. Parecía sorprendido y espantado. Su carita inocente pero vulnerable me tenía al borde de la violencia. Lo único que quería era que ese bebito metiera mi mástil por su boquita hasta sacarme cada chorro de leche.
Me coloqué cerca de su cara con el fierro bien tieso. Él, boca abajo, solo pudo voltear hacia arriba y encontrarse con la cara de pervertido que yo no podía ocultar mientras me sobaba el bulto por encima de la tela.
—Vas a abrir tu boquita bien grande y con la lengua vas a hacer circulitos con lo que te voy a meter, ¿entendiste?
—Eso es lo que hace mami cuando entran hombres a la casa— me dijo con carita de preocupación.— pero por ahí hacen pipí los hombres. ¿No sabe feo?
—No, es normal. Los adultos hacemos esto todo el tiempo para que los niños y las mujeres estén sanas y no se enfermen.- respondí mientras sacaba mi verga del bóxer azul que ya estaba mojado de tanto lubricar.
21 centímetros de verga salieron como un resorte y en ese movimiento el líquido que chorreaba de mi verga salió salpicando mi abdomen y su carita. Empecé a masturbarme delante de él. Mi trozo es tan grueso que mi mano a penas puede cerrarse para rodearla por completo. Alexander se recargó sobre sus codos arqueando la espaldita y abrió la boca. No pude aguantar más y metí solo el glande entre esos tibios labios. De inmediato su lengüita comenzó a acariciar cada centímetro del glande que le había dado la vida.
Me habían mamado la verga muchas veces pero está vez la sensación era inigualable. Mi pene comenzó a lubricar cada vez más y Alex salivaba mientras jugaba con la cabeza de mi verga. Miré cuan bonito cuerpo tenía ese cabroncito. Arqueaba hermoso la espalda y respingaba el culito mientras sus piernitas abiertas a penas se movían. No tuve que darle más instrucciones porque comenzó un movimiento con su cabeza como queriendo devorar cada vez un poco más la verga de su papá.
—Ohh, Alex. Qué rico lo haces. Conforme pase el tiempo serás aún mejor.-le dije mientras me limitaba a solo tener el rifle frente a su jetita.
«Gulp, gulp, gulp, gulp» se oía mientras con cada movimiento de su cabeza abarcaba más superficie del rifle de su papá. Podía ver cómo se movía ese culito de niño en cada bocanada de verga que entraba por su hociquito. Todas mis terminales nerviosas estaban activas y me llevaban a un éxtasis que solo los que hayan experimentado algo así podrían entender. Yo me sujetaba las manos por la espalda y empecé a empujar cada vez un poco más con la cadera para que pudiera entrar centímetro a centímetro mientras ese bebito inexperto mamaba con devoción.
Era casi imposible que por el grosor de mi pene entrara más de 5 centímetros. A penas y cubría el glande con su boquita pero el ritmo y el sonido de su saliva y su respiración me estaban dando la mejor mamada de mi vida.
En ese momento me solté de las manos y me quité por completo el bóxer. Mis huevotes columpiaban a tal grado que aún mi verga sin entrar tanto en su boquita podían chocar contra su barbilla.
—Omar, es muy grande. No puedo hacer como mi mamá. No puedo meterla toda a mi boca.-me dijo algo apenado.
—No pasa nada. Te dije que con el tiempo te volverías mejor así que sé paciente.
A penas terminé de responderle cuando Alex estaba volviendo a mamar mi pene. Puse mi mano sobre su cabeza, como si estuviera acariciando la cabeza de un cachorro pero solo lo sujetaba firmemente. Con la otra mano me la jalaba porque aunque la sensación era deliciosa, mi pene estaba acostumbrado a que el recorrido fuera completo.
Presioné sobre su cabeza e hice que su boquita bajara hacia mis testículos. Eso pareció no agradarle sobre todo por la cantidad de vello que tienen.
—No pongas resistencia, cabrón. Te dije que tenías que obedecer.-le dije en voz baja pero tranquilo. En ese momento su carita volvió a expresar miedo. Jamás en la vida le había dicho una sola grosería. Yo me enfoqué en sentir como su lengua recorría mis bolas. Son bastante grandes y cuelgan mucho; por lo peludos que están de seguro olían a macho en todo su esplendor después de una jornada laboral y unas horas de fiesta bailando.
Volví a meter mi pene en su boquita y mientras le bombeaba la jeta mis manos se fueron directo a su culo. A penas bajé su calzoncito y se asomaron por arriba esas dos nalguitas impecables de cualquier rastro de vello o imperfección. Era el paraíso de cualquier enfermo. Mi propio hijo de seis años estaba cromándome la verga mientras yo le agarraba el culo. Se detuvo de mamar pero no sacó mi verga de su boca. Solo puso mucha atención a lo que hacía allá atrás.
—Eres un niño muy bien portado, Alex, pero ya es momento de que sientas lo que siente tu mami.
Mis manos se dedicaron a masajear ese culo inocente y a sacudir por separado cada nalguita. A pesar de ser firme, por el tamaño le rebotaban de un modo hermoso. Casi podía aplaudir con las nalgas ese bebé. Ya podía imaginar lo rico que sonarían si superaba la siguiente etapa.
Solté una de sus nalgas y mientras aún tenía mi glande en la boca le metí el dedo índice al hocico, luego también el medio. Podía sentir cómo jugaba ese niño con mi verga y mis dedos dándole un masaje en círculos con la lengua.
Al sentir como babeaba y que mis dedos estaban bien lubricados con la saliva de ese menor, escupí en mi otra mano y la lleve directamente a su ano.
La suavidad de esas nalgas tan voluptuosas recibían la caricia de mis dedos lubricados con mi salíva mientras con mi otra mano sentía su lengua sobre mi verga. Masajeaba al rededor de ese hoyito virginal. No quería penetrarlo aún porque sabía que eso ocasionaría algún accidente y no quería ensuciarme. Para mí sorpresa, al llevarme la mano a la cara para oler si estaba limpio, mis dedos no olían a nada. Claro! El niño había pasado dos días sin comer. Ese recto debía estar vacío y sin rastro de ningún tipo de materia fecal. Eso me encendió aún más. Volví a escupir en mi mano y regresé a seguir frotando al rededor de su ano. Saqué mis dedos de su boca y ya bien ensalivados, me dispuse a meter primero el dedo índice en su hoyito.
—Eso me duele.- me dijo deteniendo por completo la mamada que me estaba haciendo.
—Entonces tendré que hacer algo para que estés listo.
Aproveché que había dejado de hacerme sexo oral para pasarme detrás suyo. Me puse de rodillas y le bajé el calzoncito blanco. ¡Santo Dios! Qué vista me había perdido todo este tiempo. «¿Cómo no había echo esto antes?» Dije dentro de mi cabeza.
Esos meloncitos jugosos y tersos escondían entre ellos una rallita que pedía a gritos que la lamiera. No dudé ni un segundo y me avalancé a meter la cara en su culito. Mi lengua experta comenzó a ir de arriba hacia abajo sobre esa raya. Sentía cómo mi lengua se detenía cada vez que pasaba sobre su ano. Me sentía un completo animal. Como si fuera un perro lamiendo un trozo de carne. Mi verga comenzó a hincharse cada vez más. Yo no podía parar. Ahora era víctima de mis propios demonios. Era el ser más lujurioso que creí que en ese momento podía ser. Era un cabrón de 30 años comiéndole el culo a un niño. Con mis manos le separaba las nalgas y las apretaba mientras mi lengua derramaba saliva sobre el ano de mi bebito.
—Ah, ah, ah, ah, Omar… Eso se siente… Ah, ah, ah, muy rico.- comenzó a decir y al oírlo menos podía parar. Tenía ya el culo bien mojadito, incluso mi saliva escurría hasta la tapicería del sillón.
Yo no decía nada. Solo le devoraba la raya como un animal y en eso mi lengua buscó su orificio entrando hasta la mitad.
Los gemidos de Alex se escuchaban en toda la sala mientras mi lengua profanaba ese ano que poco a poco había dejado de apretar. Entraba con tal libertad que me daba el lujo de saborear su interior mientras mi lengua estaba dentro suyo.
—Ya estás listo.—le dije. Sentí que debía contenerme. Mi mente en ese momento se percató de que todo estaba mal. Lo que estaba haciendo no era lo correcto y aún así mi verga estaba al full. Si esa madre pudiera estaría jadeando como una bestia hambrienta a punto de devorar a su presa. Creí que había llegado a mi límite. No podía haber algo más perverso que lo que estaba ocurriendo pero más tarde me daría cuenta de lo equivocado que estaba.
Me levanté y jalé su cadera para que mi niño quedara en cuatro. Él solo apoyaba su peso en los codos y rodillas dejando a la vista el culo más deseable que cualquiera de ustedes podría imaginar. Imaginen a una criaturita de solo seis años empinadito ofrendando su culito a la verga colosal de su padre. Su camiseta blanca y sus calcetas solo lo hacían ver más inocente y pequeño. Me recordaban lo frágil e indefenso que estaba. Completamente expuesto a los deseos de un enfermo lleno de demonios que lo único que quería era reventarle el ojete a punta de verga hasta dejarle el culo lleno de mis bastardos.
No pude más. Agarré mi verga y con fuerza empujé sobre su ano y entró al principio con mucha facilidad hasta la mitad de los 21 centímetros que me cargo. La parte fácil había pasado. Conforme entraba mi verga se iba haciendo cada vez más gruesa por la forma que tiene.
—¡Ah, basta! ¡Me duele! ¡Por favor para!
No había marcha atrás. Yo ya no tenía límites y no pensaba detenerme. Hasta cierto punto sus quejidos me ponían como toro. Quería embestirlo de una vez.
—Omar, ya. Me estás lastimando mucho.- dijo mientras su voz se quebraba.
Con sus pequeñas manos empujaba mi pelvis para que no entrara más en su ano.
—A partir de este momento dejarás de llamarme Omar. Desde ahora tendrás que llamarme por lo que soy. Me dirás papá todo el tiempo, ¿entendiste?
—Sí, papá; pero por favor detente. Me está doliendo mucho.- suplicó mientras escuchaba cómo empezaba a romper en un leve llanto.
Si antes había pensado que ya había llegado al tope de mis perversiones todavía no había visto lo peor de mí mismo. Saqué mi verga de su pequeño culito y agarré el frasquito de vidrio que aún estaba sobre la mesa. Lo agité un poco y al abrirlo lo acerqué a la cara de mi hijo.
—Saca todo el aire y después respira profundo.-le ordené.—Esto te hará sentir mejor.
En el silencio de la sala solo se escuchó como mi hijo inhaló los vapores de ese frasquito. Casi de inmediato su semblante cambió. En ese momento lo que sea que estaba dominando mi cuerpo y mi mente me hicieron regresar y aprovechar ese estado del niño para meterle el pito en el ano. Su hoyito lo recibió sin ningún obstáculo hasta la mitad.
—Ten, vuelve a respirar con el frasquito y los vuelves a tapar.-le ordené mientras ponía el frasco en sus manos.
De nuevo escuché cómo respiro profundo con el frasco pegado a la nariz.
—Papá, me siento raro. Siento como si mi colita estuviera muy cali…
No terminó de decirme lo que sentía cuando mi verga se abrió paso por completo entre sus nalgas. Se la había tragado por completo y yo estaba en el cielo. Sentía cómo las paredes de su recto se aferraban al paso de cada centímetro de mi pene erecto y ya bastante grueso. Al sentir sus nalgas chocar contra mis muslos me detuve por un segundo.
«Te vas a ir al infierno» me dije a mi mismo en voz baja. El placer que me ocasionó decirme eso me impulsó a comenzar a bombearle el ano a mi hijo.
Empujaba con mi cadera hasta sentir cómo chocaba su culito con mi pelvis. Primero fue suave pero firme y poco a poco eso se convirtió en una masacre anal. Lo embestía con toda mi fuerza. Era lo justo. Yo había sacrificado el preñe de esa noche con tal de cuidarlo. De alguna forma tenía que retribuir que fuera tan buen padre. Mis huevos chocaban con los suyos y mientras yo le daba la verga que lo había engendrado ví como rebotaban sus nalgas en cada embestida. Era toda una putita. Era mi putita.
Alex no hablaba. Solo escuchaba cómo gemía hundido en el éxtasis provocado por el solvente que había respirado.
Yo estaba jadeando como una bestia. El sudor me recorría desde la frente y goteaba sobre su espalda. Poco a poco el efecto de los poppers abandonaba el sistema respiratorio de mi hijo que empezó a tomar conciencia de lo que estaba pasando y sus ligeros gemidos se hacían cada vez más fuertes.
—Ah, papi, ah, sigue. Papi, se siente muy rico. Por favor no pares.-me decía con su voz de niño.
Yo lo sujetaba de la cadera y trataba de hacer que entrara cada vez más fuerte y cada vez más rápido. Inundaba las entrañas de un niño con la carnosa verga que la vida me había dado. Esa era la misión de mi rifle: taladrarle el ano a un chiquillo de seis años.
Estaba loco de placer. Me hacía feliz saber que yo era más fuerte y que lo podía hacer a mi antojo. Su cuerpecito comenzaba a rebotar como sus nalgas con cada estocada que le daba. Él gemía y sentía cómo su ano empezaba a palpitar. Se aferraba a mi pene para no dejarlo salir y cuando se lo metía abría tan grande como si quisiera que entrara cada vez más hasta tenerme dentro por completo. Lo tomé del cabello con una mano y con la otra le comencé a nalguear alternando el ritmo de mis embestidas y de las palmadas en su culo.
«Slop, slop, slop, slop» sonaba cada que sus redondas y firmes nalguitas se entregaban ala fuerza de mi cadera. Sentía cómo al rededor de mi verga se apretaba su interior suplicando que le llenara el huequito con leche.
Yo estaba ardiendo. Sentía el cuerpo caliente y sentir que el suyo estaba igual me hacía romper cada vez con más fuerza la inocencia de ese niño.
Mis nalgas se empezaban a tensar, esa familiar sensación de que el cuerpo se pone rígido sin perder el ritmo y el movimiento antes de eyacular me hicieron salirme de golpe. Apreté mis huevos con una mano y la base de mi tronco con la otra.
—Papi, ¿Ya acabamos?- me preguntó Alex con carita de imbécil. Estaba aún desorientado por la porquería esa que le di.
—Ya casi, bebé; pero falta la parte más importante. Ponte boca arriba y abre las patitas para que papi te enseñe lo que le hacen a tu mami.
Obediente se acostó sobre su espalda y abrió las piernas. Lo tomé de los tobillos y los puse sobre mis hombros. Debajo de su cadera coloqué un cojín para que su ano quedara a la altura de mi verga.
—ten, bebé. Respira una última vez.
Le di el frasquito y al abrirlo inhaló profundo. Luego me lo dió y decidí hacer lo mismo. Mi verga ya no aguantaba más. Yo empezaba a sentirme cansado. Había estado cogiéndome al niño por aproximadamente 40 minutos pero se habían sentido como solo unos segundos. Al pegar el frasco a mi nariz, sentí un ardor familiar pero a la vez distinto. No es lo mismo inhalar polvo que inhalar un solvente. Sentí cómo se apoderó de mí y de nuevo esa cara de pervertido estaba viendo a mi hijo de frente. Mi cuerpo se sintió caliente y con la fuerza de una manada entera.
—Aquí vamos, bebé. Ya casi acabamos. ¿Te está gustando lo que tú papi te hace?-le pregunté a Alex con la cara desencajada. Sabía que tenía esa cara de loco que normalmente tengo en las fiestas consumido por las sustancias.
—Me estás asustando, papá, pero sí, me está gustando mucho cómo se siente.
—Que bueno, Alex, porque esto lo vamos a hacer unas cuantas veces más y tienes que aprender a complacer a tu papá.
Él solo se limitó a mover su cabecita afirmativamente porque el solvente de nuevo lo había dejado idiota. Sus ojitos tenían un brillo de inocencia y de tristeza.
Arrebatado de nuevo, inhalé una segunda vez y acomodé mi pene en su hoyito que ya estaba muy abierto y húmedo. Respiré profundo y le clave toda mi verga en el ano.
—¡Ah! ¡qué rico, papi!- me dijo mi nene mientras me recibía de un solo golpe.
Dejé todo mi peso sobre Alex mientras empujaba rápido y con fuerza con mi cadera para que entrara mi verga en su ano. Sentía cómo rebotaban mis huevotes en su espalda baja. «Clap, clap, clap, clap» se escuchaba mientras importunaba el ano del menor.
—Ah, ah, ah, ah, ah, ah.- escuchar los gemidos de niño de mi hijo me puso como toro. Yo bufaba, disfrutaba romperle el culito de bebé que tenía a mi disposición. Era totalmente mío.
Bajé sus piernas de mis hombros y las abrí. Aproveché toda la flexibilidad que tienen los niños a esa edad. Podía ver su culito recibiendo el monstruo que me cuelga entre las patas. Y ya con la mirada consumí algo que no había notado antes por más obvio que fuera. Me estaba cogiendo el cuerpecito de un varón. Bebé, sí, pero al fin y al cabo un cabro. Su verguita erecta y sus huevitos a penas desarrollados daban brinquitos mientras me lo follaba.
La vista era maravillosa, su torso suave y delgadito con unos pezoncitos rosas, sus bracitos a los lados para con sus propias manos abrir sus nalgas y dejar que el camote de su papá le desmadrara el ano como el enfermo que es.
—¡Ah! Papi, ya. No puedo más. Siento que me voy a hacer pipí.-me dijo mientras ponía carita de susto.
Mi cara seguía desencajada y estaba disfrutando mucho lo que veía. Una sonrisa invadió mi cara de maldito porque le estaba reventando el culo a un chiquito. Algo que muy pocos pueden y muchos quisieran.
—Aguanta, campeón. Ya casi acabo.
—¡Ah, Ah, Ah, Ah, Ah, Ah! ¡papi!- decía Alex mientras su verga dejaba salir unos cuantos chorros de orina.
Aceleré mis embestidas. Ya no era yo. Era mi verga la que me gobernaba.
—Eso, bebé, eso. Déjalos salir.
Alex dejó que su esfinter se relajara y siguió orinando mientras le desmadraba su puchita de niño con la verga.
—Perdóname, papá.- me dijo con ojos llorosos.
—Putiza que te voy a dar si no me dejas acabar.- le dije mientras empezaba a tensarse mi cuerpo.
—¡Ah, ah, ah, ah!- gemía el menor.—Ya papi, por favor ¡Acaba!
—¿Sí? ¿Quieres que acabe? ¿Quieres que tu papi te preñe? ¿Que tú papi te dé lechita?
—Sí, papi. Préñame.
—Entonces ábreme tu puchita, bebé. Deja que te la dé toda.
En ese momento sentí esos espasmos en el perineo que te anuncian un desleche frenético pero seguí embistiendo con fuerza. Sin pensarlo acerqué mi cara a la de mi hijo y le devoré la boca. Sentí en su aliento el olor de los poppers, fue delicioso. Mi lengua entró hasta su garganta y sentí cómo ocho chorros de abundante leche se derramaban en el interior de mi hijo.
Sus gemidos y los míos se ahogaban en ese beso bestial mientras yo le seguía taladrando el ano con mi vergota. La cantidad de semen que le había inyectado era demasiada y comenzaba a escurrir entre sus nalgas.
Yo no quería salir de su culito pero en el último chorro de leche que le di me entró la más grande de las culpas. El miedo más grande me inhundó cuando al terminar de eyacular, lleno de sudor, con la verga bien dura y satisfecho hasta decir basta mire a mi hijo. Me había convertido en el peor de los pervertidos. Había fracasado como padre.
Como sigue? quiero mas…
El siguiente capítulo ya está disponible. Date una vuelta.
Todo lo contrario. No fracasaste, ganaste la lotería. Excelente relato, me encantaría que continúe
Y así fue. Por ahora tendrá unos tres capítulos más.
Hace tiempo que no leía un relato tan excelente y excitante, 10 de 10 bro, espero que nos compartiendo más
Muchas gracias. Me da gusto que te hayan gustado. Por ahora el capítulo siguiente ya está disponible.
No manches. Qué pinche rico está tu relato. Nada más de imaginarlo me prendo y me encanta que hayas usado poppers para aflojarlo. Ojalá nos sigas contando más de esa aventura tan rica. Saludos.
Yo me sentí muy mal en verdad pero no había vuelta atrás. Gracias por el comentario. El siguiente capítulo ya está disponible.
Nada como dejarle el culo lleno de tus bastardos a un hoyito cerrado , cabron, casi me arranco la verga leyendolo
Qué rico. Yo ya no tengo la necesidad de jalármela pero sí me excité mientras recordaba todo esto.
Date una vuelta para leer el siguiente capítulo.
Excelente relato, me tuvo a mil de principio a fin. No creo que fuera un fracaso sino un éxito el poder disfrutar libremente de ese placer y morbo y más si es con tu hijo. Ojala continúe la historia. Saludos hermano
Sí, la verdad es genial que mi hijo sea mi cómplice aunque en su momento me corroía la culpa. La historia continua, date una vuelta.
Uuufff… me encanta este relato. Es excelente y esta muy bien escrito.
Muchas gracias por tomarte el tiempo de comentar. La siguiente parte ya está publicada, date una vuelta.
Que delicia de relato de verdad… me encanta la relación padre e hijo que tenéis.
A mí también me encanta poder jugar con mi hijo. Se ha vuelto imparable ese bebé.
Excelente relato y muy excitante. Espero que lo continúes y no lo abandones. Ya que aquí tienes a un lector fiel.
Hola. Muchas gracias.
Sí, la historia continua. El siguiente capítulo ya está publicado. Date una vuelta.
Muy buen relato. Esta historia me pone muy caliente, espero con ganas la siguiente parte.
Pues la espera terminó. La siguiente parte ya está publicada. Date la vuelta.
Buen relato, me encanta tu forma de escribir.
Me alegra que te guste.
Muchas gracias por leerme y tomarte el tiempo de comentar.
Como sigue? necesito mas de esta excitante historia… no sabes como la estoy disfrutando.
La siguiente parte ya está publicada. Date una vuelta.
Como sigue?
Date una vuelta por mi perfil. La siguiente parte ya está publicada.
Excelente relato espero lo continúes
Seguiré unos capítulos más, aún tengo bastante que contar. Por ahora ya está disponible el siguiente capítulo.
Jajajajajaja… Muchos quisieran ser tan fracasados como tú. Tu hijo ahora es tu puta… Y si te ganas su custodia, vas a tener con quién coger todos los días.
Afortunadamente no fue una experiencia traumática para él, y por más que hubiera un sentimiento de rechazo por lo que hiciste, no puedes negar que lo disfrutaste plenamente, sería muy hipócrita de tu parte.
Sí, tu estilo de vida era completamente heterosexual, y de pronto jamás habías imaginado que eso pudiera pasar… Pero… ¿Si en vez de un niño hubiera sido una niña? ¿Te sentirías mejor o te carcomería la culpa?
Lo que estuvo presente en esa situación no fue tu yo paterno, sino tu yo animal, que había pasado por un ritual de apareamiento y había perdido la oportunidad con la hembra, pero igualmente ese ser animal necesitaba copular fuera como fuera, y una paja no iba a remediar nada.
Ahora espero la continuación…
Sí, estoy consciente de que muchos quisieran estar en mi lugar. No me arrepiento de nada pero mi tema es cómo aquello que tanto me causaba culpa terminó siendo mi mayor adicción.
Sí llegué a pensar que me causaría menos conflicto si fuera una niña pero no me he animado a comprobarlo. Sigo cogiendo con mujeres pero ninguna me satisface como Alex.
Te agradezco el comentario, por ahora solo he publicado un capítulo más. En unas semanas estaré compartiendo los siguientes.
rico relato
Espero que ese culito de 6 se volviera tu juguetito sexual para ser usado y abusado a tu antojo. Estará para ser llenado por ti y tus amigos o incluso desconocidos… ya no debes tener culpa ni menos límites… espero sigas el relato porque está muy caliente y muy rico…
Ojala todos tuvieramos un juguetito así hermano ! Para llenarle Rico el culito de crema de papi
Entonces te van a encantar los siguientes capítulos. Hasta invitados de otras especies tenemos de vez en cuando.
Muchas gracias por leerme y comentar. El siguiente capítulo ya está publicado. Date una vuelta.
Buen relato amigo, aver si sigue más.
Gracias. La siguiente parte ya está publicada.
Nada mejor que esa buena relación, padre hijo, con mi niño comenzamos yo con 32 y el 7 años, muy buen morbo en tu relato, continua👍
Gracias. En efecto, la relación con mi hijo se ha dado poco a poco y creo que ambos estamos bien con eso. Date una vuelta por el perfil para leer la siguiente parte.
Que delicia llegar a tener una relación padre he hijo así
uy que rico sería que hicieras un relato sobre eso