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Dominación Hombres, Gays, Incestos en Familia

Castigo II

El hombre grande y musculoso estaba de pie sosteniendo con la fuerza de sus fornidas piernas y brazos el cuerpo de su hijo. Robert tenía levantando a su primogénito mientras apuntaba su gruesa polla al culo de su hijo..
Dolores y Robert se miraron a los ojos cuando este ultimo entró al cuarto sudado y desnudo.

La mujer se limitó a leer su revista mientras su esposo entraba al baño a ducharse.

El sonido de la regadera se escuchó por unos minutos hasta que Robert salió del baño.

Sus músculos relucían ante la brizna de agua que todavía mojaba su piel canela, sus ojos pardos se entrecerraban con seriedad mientras sus pestañas abundantes cubrían su vista en cada parpadeo. Robert era alto y grande, parecía un oso lleno de musculo y grasa que caminaba a su alrededor como un animal al acecho. Las cejas del hombre se fruncieron al recordar el castigo que le habia dado a su hijo, pasó su mano derecha por sus genitales rascando sus bolas.

Dolores dejó su revista a un lado al ver a su esposo darle la espalda y buscar su ropa de dormir en el armario del cuarto.

La mujer no pudo evitar suspirar al ver rasguños en la piel de su esposo, sabía que su hijo no soportaria un castigo como ese, sin embargo, lejos de sentirse asqueada, dolores se sentía aliviada.

Robert era un hombre demasiado salvaje para sus estándares. Nacido de un pueblo rural con ideas arcaicas sobre los roles en la familia, hacían que Robert fuera una bomba de tiempo, eso sumado a lo que sabía ella de la vida pasada de su esposo, solo hacía que tuviera miedo a veces de la seguridad de sus hijos, en especial de su hija menor.

«Estoy agradecida de que el castigo haya caído al hijo mayor. Es un hombre y podrá soportar lo que su padre le haga», pensó la madre llevando una mano al pecho.

Ella se sentía mal por pensar de esa manera, pero solo ella sabía lo que pasaría a partir de ahora. Ya estaba lista para esta conversación.

Tomando aire para hablar, Dolores dirigió su mirada de nuevo al cuerpo de su esposo.

El hombre estaba ya vestido usando solo un bóxer blanco. La barba y el bigote del hombre se movía al conferir una mueca y su ceño fruncido intimidaba mucho. Sus dos pectorales hinchados estaban cubiertos de una mata de pelo negro como el aserrín mientras dos pezones descansaban erectos a su costado.

—Cariño, debemos hablar —dijo la mujer.

Robert miró a su esposa con un aire amenazante, sin embargo se limitó a caminar a la cama con parsimonia.

Robert se acostó en la cama junto a su esposa y sin mediar palabra la tomó en sus brazos para besarla.

Ambos se fundieron en un beso largo y caliente hasta quedarse sin aliento.

Se miraron con un amor compartido y se sonrieron.

—No pienso quitarle el castigo. Él tomo esta decisión y sabes lo que pienso sobre esos temas —habló Robert con voz ronca.

Dolores negó con la cabeza volviendo a besar a su esposo. La barba y el bigote le picaba los labios, pero ella no se apartó.

—Lo entiendo, cariño. Solo queria que hablaramos de lo que haremos a partir de ahora. No puedes esperar que deje que castigues a nuestro hijo sin más —dijo Dolores entre besos.

Robert bajó sus manos hasta las nalgas de su esposa y las apretó suavemente.

—¿Y qué propones? Voy a follarlo hasta que acepte su error. Ahora es una zorra, mi zorra y me aseguraré que lo entienda —el tono de Robert era grave y ronco, casi parecía gruñir al hablar.

Dolores sonrió.

—Propongo que así como tú te harás cargo de castigar a nuestro hijo por lo que hizo, me dejaras el castigo de nuestra hija si alguna vez ella comete una falta.

Los labios de Robert se crisparon en una sonrisa mórbida.

—Acepto.

Ambos se besaron una ultima vez antes de irse a dormir.

Al día siguiente, Robert despertó solo en la cama, su esposa se había ido a trabajar y su hija seguro había salido a correr como todas las mañanas.

El hombre grande rascó su sacó de testículos por encima de su boxer y sintió su creciente erección. Robert se levantó para ir al baño y como pudo acomodó su gorda polla para orinar.

Un chorro amarillo y espeso salió de su pene manchando el agua del inodoro, el sonido de agua corriendo era lo unico que se escuchaba en el silencio de la casa.

Después de soltar las ultimas gotas, Robert guardo su pene erecto y salió del baño estirando sus brazos sobre su cabeza, un potente olor a sobaco sucio llegó a su nariz desde sus axilas peludas.

Robert arrugó el ceño y se detuvo enfrente del cuarto de su hijo mayor.

Instintivamente, el hombre llevó su mano derecha a su entrepierna. Tomó una rapida decisión y entró al cuarto de su hijo.

Ante la luz del sol que provenía de la ventana del cuarto de su hijo, Robert podía verlo acostado en la cama. No parecía haberse movido de la posición en la que lo había dejado tirado cuando se fue.

Su primogénito de 28 años estaba bocabajo en la cama, una pierna más arriba que la otra y con la cabeza de lado descansando en la almohada, el hombre joven estaba desnudo, exponiendo su piel tierna y su culo abierto. La carne del ano estaba abierta como una fruta, un agujero ovalado palpitaba de manera intermitente mientras los pliegues parecian relucir con una baba espesa.

Robert se quitó el boxer y caminó hasta la cama de su hijo.

—No creas que escaparas de tu castigo solo por estar dormido, hijo de puta.

La voz ronca de Robert estaba llena de enojo y excitación. El contorno de su pene se había engrosado y estaba listo para la acción.

El hombre grande se subió a la cama cubriendo con su cuerpo la pequeña figura de su hijo mayor.

Desde arriba se podía ver la espalda grande del hombre tapar a su hijo.

Con brusquedad, Robert tomó las nalgas de su hijo y las apegó a su pelvis, su pene erecto apuntando al agujero abierto que le pertenecía.

Robert escupió saliva al culo de su hijo para lubricar y uso sus dedos gordos para limpiar el contorno del ano.

Sus dedos largos y gruesos estimularon la carne arrugada, el color rojo se estiraba ante la presión de sus pulgares y las paredes anales se apretaban cuando metía sus dedos indices.

Cuando la lubricación estuvo lista, Robert presionó su enorme cuerpo sobre el culo de su hijo, su polla gruesa entrando de un empujón.

El progenitor dejó salir un gemido bajo mientras se posicionada para follar a su hijo, con sus manos agarró las caderas del hombre joven bajo su cuerpo y le levantó el trasero para tener el culo de su hijo al aire y poder penetrarlo mejor.

Robert estaba de rodillas en la cama mientras iniciaba las penetraciones. Cada punzada tosca y sin remordimiento.

Desde un costado, se podia ver como cada musculo del hombre grande se movía en sincronia de sus penetraciones. Desde sus hombros que se contraían en cada respiración, sus pectorales peludos que saltaban en cada golpe de piel, su abdomen que se curvaba en cada arremetida como si de una serpiente se tratara.

El trasero de Robert se apretaba en cada penetración y sus piernas se tensaban con la naturalidad de la experiencia, como si aquella posición sexual hubiera sido ensayada incontables veces.

Las penetraciones fueron directas y fuertes. El grueso pene entraba y salia constantemente haciendo que el ano se estirara como un tubo de carne, los pliegues del culo abriéndose como una flor y dando más acceso a aquella polla gorda y venuda.

El rechinar de la cama empezó a ser audible y el peso del hombre grande hacía que el respaldar de la cama chocara contra el muro, dando golpes secos en la madera que sonaba ritmicamente con sus embestidas.

Robert miró como su hijo se despertaba de su sueño y disfrutó del momento en el que el hombre bajo su cuerpo se daba cuenta que el castigo continuaba.

Lagrimas salieron de los párpados de su primogénito, pero esta vez su hijo se limitó a cubrir su cara bajo la almohada, resignandose.

—Me alegra ver que entiendes tu posición, zorra. Ahora eres mi hembra. Podías ser un semental como tu padre, pero decidiste que lo unico que querías montar era una polla. Ahora la tienes ¿Te gusta la verga de papá? ¡Responde!

El tono autoritario de Robert hizo que su hijo respondiera con una voz ahogada.

—Lo siento, papá. Perdoname, por favor.

Robert frunció las cejas e inclinó su cuerpo para acercar su rostro al cuello de su hijo.

El hombre joven sintió como el peso de su progenitor lo aplastaba contra el colchón, un calor sofocante hizo hervir su piel y el olor a sobacos sucios embriagó sus sentidos.

Los estímulos en su culo y el saber lo que estaba pasando hacían que su cuerpo reaccionara excitado, pero el saber que era su padre castigandolo hacía que se lamentara. Se sentía contradictorio.

Robert pasó su barba y bigote por la piel de su primogénito antes de acercar sus labios a la oreja derecha.

—Las disculpas no me sirven. Debiste pensarlo mejor antes de vestirte como una prostituta ¿Creías que papá no se daria cuenta? Soy el hombre de esta casa. Ninguna zorra vive bajo mi techo sin recibir mi polla primero ¿Entiendes?

Una embestida acompañó la ultima afirmación de Robert mientras agarraba el cabello de su primogénito con una de sus manos, causando un gemido ahogado en su hijo. La cama rechinó con fuerza y el sonido de sus pieles chocando fue como una palmada que hizo eco en la habitación.

El hijo mayor cerró los ojos tratando de hablar, pero su padre dejó de agarrarle el cabello y le cubrió la boca con una de sus manos.

—No quiero que digas nada a menos que sea para responder mis preguntas o gemir mi nombre ¿Estamos de acuerdo, perra?

El hombre joven trató de replicar, pero las embestidas certeras de su padre le hicieron callar.

Él podia sentir como el grosor de su progenitor estaba destruyendo su esfinter, su agujero rosado y tierno se había convertido en un pozo sin fondo que tragaba el pedazo viril de su papá.

Robert dejó de tapar la boca de su hijo y continuo con las penetraciones.

La pelvis del padre estaba inclinada hacía abajo golpeando el culo de su primogénito, mientras que usando sus manos para sostenerse del barandales de la cama, Robert tenía la parte superior de su cuerpo levantada, usando sus músculos para continuar con las penetraciones.

El pecho del adulto se hinchaba y contraía en cada embestida, su abdomen lleno de pelo se movía en consonancia de su pelvis, mientras que sus pezones estaban erectos como dos pasas negras.

Robert dejó salir varios gemidos desde el fondo de su pecho mientras sentía como se deslechaba.

El semen brotó de su pene llenando el culo de su hijo.

Ambos escucharon pasos subir las escaleras, pero decidieron ignorarlo.

La hija de Robert pasó por el pasillo, miró lo que hacia su padre a su hermano y soltó una risilla burlesca, ella se acercó a donde estaban y besó la mejilla del adulto mayor.

—Papi, en quince minutos estaré lista para irnos.

Robert le sonrió con cariño a su hija mientras recuperaba fuerzas, su cuerpo todavía sometiendo a su hijo contra el colchón y él.

—Ve, no me tardo.

Su hija le dio otro beso en la mejilla y se fue feliz a su cuarto.

Robert volvió a centrar su atención en su hijo mayor quien parecía ido.

El padre observó el culo abierto de su primogénito en donde descansaba su polla gorda y no pudo evitar reir con burla.

—Tenemos quince minutos más para tu castigo.

Una lágrima salió de los párpados del hijo mayor mientras sentía que lo levantaban de la cama.

El hombre grande y musculoso estaba de pie sosteniendo con la fuerza de sus fornidas piernas y brazos el cuerpo de su hijo.

Robert tenía levantando a su primogénito mientras apuntaba su gruesa polla al culo de su hijo.

Sus manos le sostenían de las caderas mientras hundía su pene gordo en aquel agujero usado por él.

El sonido de pieles chocando volvió a resonar y los jadeos del hombre musculoso fueron más fuertes.

Desde la entrada de la puerta se podía ver la figura de un hombre de casi dos metros, musculoso y de piel bronceada mover su cuerpo en un vaivén de caderas, con una polla gorda, pequeña y gruesa entrando y saliendo de un culo rojo.

Las venas se marcaban en la piel fornida del hombre peludo mientras sostenía con firmeza a su hijo en brazos y lo follaba como solo un semental sabía hacerlo.

Su primogénito parecía cohibido en lo que estaba pasando y Robert frunció el ceño.

—No puedo castigarte si nisiquiera eres consciente, hijo de puta.

Robert besó los labios de su hijo, mordiendolos para sacarle sangre y hacer que reaccionara.

Su hijo mayor volvió en si por el nuevo dolor en sus labios, el picor en su rostro era incomodo mientras sentía el sabor de la saliva espesa de su padre en su boca. El aliento añejo golpeando sus papilas gustativas y la lengua adulta meterse en sus labios para robarle el aliento.

El adulto joven miró a su padre a los ojos.

El color pardo en el iris de su progenitor era salvaje y altivo, no parecia un padre cuidando de su hijo, sino un hombre bajo sus más oscuros instintos sometiendo a otro.

Aquel razonamiento hizo que algo dentro del hijo se rompería.

«Para mi padre no soy más que una hembra. Quería creer que el castigo terminaría pronto, que al ser su hijo me perdonaría, pero el verdadero castigo es que nunca volvere a ser su hijo querido», pensó el hombre joven, lagrimas cayeron de sus párpados manchando su rostro.

Entendiendo finalmente eso, dejó que su padre hiciera lo que quisiera con él. Ahora le pertenecía.

El hijo correspondió el beso de su padre con la misma fiereza con la que lo estaban follando y algo dentro de Robert se encendió.

La adrenalina y la testosterona tomaron posesión de sus sentidos mientras Robert se sentía cautivado por una nueva experiencia.

Sus embestidas pasaron de ser constantes a volverse erraticas, a veces se quedaba quieto con su polla ensartada hasta el fondo en el culo de su hijo y otras veces lo follaba tan rapido que sus pieles se ponían rojas.

Ambos adultos se comían la boca sin dar tregua al otro, Robert se sentía eufórico.

—¡Asi, hijo de puta!, ¡Demuestrale a tu padre lo que eres!, ¡Mi zorra, mi puta!, ¡Besa a tu hombre y muestrame como te gusta montar mi polla!

—¡Papá!.

Los gemidos de ambos hombres fueron audibles y rápidamente llenaron toda la casa con sus jadeos.

El sonido de pieles chocando hacía eco en las paredes y el calor en la habitación era un infierno.

Ambos sudaban profusamente y el olor en sus cuerpos era nauseabundo, sin embargo, a ninguno le importaba.

Robert quería castigar más fuerte a su hijo y su primogénito finalmente estaba de acuerdo.

—Dilo, hijo. Di que eres mi puta, que soy tú hombre. Tu semental y tu mi yegua.

El primogénito dejó los labios de su padre y lo miró a los ojos, ambos parecian perdidos en sus nuevos sentimientos.

La tristeza del hijo al convertirse en una puta para el disfrute del hombre que le dio la vida y la lujuria del padre que finalmente veía a su hijo como su nuevo juguete sexual.

Con la mirada decaída y lagrimeando, el hijo habló.

—Soy tu puta, papá. Siempre lo he sido. Mi culo es solo para ti y para lo que pidas. Adoro montar tu polla gruesa, tan gorda y venuda para mí. Eres mi semental y yo soy tu yegua, la que quiere todo tu semen de hombre en mi interior.

Robert sonrió morbidamente al escuchar las palabras de su hijo e ignoró el llanto ahogado de su primogénito.

Para Robert, las lagrimas de su hijo eran excitantes. Un recordatorio de que lloraba por ser follado por él.

—Eres un bastardo, Dylan. Mi sucio bastardo.

Ambos volvieron a besarse y las penetraciones fueron más pesadas.

Robert aprisionó a su hijo contra la pared y continuó sus penetraciones usando el muro de apoyo.

Su hija llegó a decirle a su padre que estaba lista para irse y miró desde la entrada de la puerta lo que hacía su progenitor con su hermano.

La figura de aquel hombre grande y musculoso estaba de perfil, con cada musculo de su cuerpo, desde sus biceps grandes, pectorales inflados, piernas fornidas, espalda fuerte y trasero abultado, bombeando con fuerza en el culo suspendido de otro hombre más joven, más delgado y debil.

La piel del adulto mayor estaba de un color bronce, las venas se marcaban en sus biceps, piernas y pectorales, la grasa en su estomago, caderas y pelvis parecían relucir mientras el movimiento certero de aquel cuerpo de mastodonte aplastaba con dureza la figura de alguien más delgado.

—¡Papá!, ¡Ya estoy lista! —gritó la mujer en tono alto y agudo.

Robert frunció el ceño y miró detras suyo sin dejar de penetrar a su hijo.

Dylan estaba ocupado chupando los pezones sudados y erectos de su padre.

—¡Espera abajo y no molestes!

El tono grave del adulto pareció asustar a su hija quien salió corriendo sin seguir mirando el espectáculo sexual.

Robert volvió a mirar a su hijo y continuó follandolo, sosteniendo sus caderas con sus manos, dejando que las piernas de su primogénito se sostuvieron de las caderas del hombre y que se agarrará a sus hombros con sus manos delicadas.

Robert miró el cuerpo de su hijo y el contraste con el fisico que él tenia como hombre, no pudo evitar bufar enojado.

—Debí saber que esto pasaría. Nunca tuviste el cuerpo de tu padre, siempre te veías como una mujer flaca. Te metí a natación esperando que eso cambiara, pero lo unico diferente era que ahora todos mis amigos te veían el culo al pasar.

La voz de Robert era arisca y tosca, casí escupiendo sus palabras.

Dylan escondió su rostro en el pecho peludo de su padre, dejando que las penetraciones estimularan su ano y las lagrimas ahogaran su tristeza. Esta era su nueva vida.

La polla gorda de Robert entró diez veces más en el culo abierto de Dylan antes de detenerse.

Semen se escurrió del culo del hijo, pasando por los testículos peludos y las piernas musculosas de su padre hasta tocar el suelo.

Robert bajó a su primogénito al suelo dejandolo de pie.

Ambos estaban pegados uno al otro, con el cuerpo mojado por el sudor, apestando a zorrillo y con fluidos de saliva y semen escurriendose.

Dylan le sonrió a su padre, pero sus ojos no parecían felices.

Robert frunció el ceño.

—¿Por qué sonríes? ¿Acaso me estas retando a que te vuelva a castigar?

Su hijo acercó su rostro al de su padre, sintiendo el aliento del hombre mayor rozar su nariz y su barba hacerle cosquillas en los labios.

Ambos se besaron, compartiendo más saliva, casi ahogándose al chupar la lengua del otro.

Se separaron y Dylan habló con la voz ahogada por el llanto contenido.

—Eres un gran papá. Me has castigado como es debido. Antes no lo entendía, pero ahora lo hago. Gracias.

Los labios de Robert se crisparon, intento disimular su mirada de orgullo y se dio la vuelta.

—Será mejor que te calles y te prepares. Cuando vuelva de dejar a tu hermana seguiré con el castigo.

Robert se alejó dejando a su hijo observar su espalda grande y musculosa mientras se iba.

Cuando Dilan estuvo solo, no pudo evitar caer al suelo, sus piernas llevaban temblando desde hace varios minutos, pero se había aguantado para no mostrarse más debil.

Sintió el escozor en su ano y el semen blanco escurrirse por sus piernas, Dylan tomó un poco con sus dedos notando la textura chiclosa y pegajosa de la leche de su padre.

Llevando el semen a su boca, saboreo con curiosidad el liquido viscoso.

«Es amargo, pero debo irme acostumbrando. Esta es mi vida a partir de ahora. Mi padre es mi semental y debere aprender a cabalgarlo cuando él quiera», se dijo Dylan en su mente.

A pesar de sentirse solo y abandonado, con ganas de llorar y adolorido, algo en su corazón ansiaba volver a ser castigado si con eso podia volver a tener a su padre cerca, aunque eso significara hacerlo montando su polla.

Continuara…

41 Lecturas/8 julio, 2025/0 Comentarios/por Remaster64
Etiquetas: amigos, hermana, hermano, hija, hijo, madre, mayor, padre
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