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Dominación Hombres, Heterosexual, Incestos en Familia

Estrenando el culo de la prima de 5

Esta es la historia de como con mi dedo estreno el culito de mi prima de 5 años llamada Anna.
Buenos días. Hará casi dos años de mi último relato de como le quité la virginidad a una prima de la familia cuando ella solo tenía 7 años. No seguí escribiendo porque ya debería tener como 16 y no volvió a pasar nada más, pero os traigo nueva información sobre otra pequeña niña, de nombre de tapadera; Anna, con la que pasó algo recientenmente. Anna tiene 5 años y es prima de otros hermanastros míos, esta vez por la otra parte de la familia.

Os pongo en contexto. Era la fiesta de cumpleñaos de su hermana mayor, la cual hacía 10 años, y lo celebramos en casa de sus padres. La casa tiene cuatro pisos; sótano, rellano, primer piso y guardilla. Pues bien, llegamos a la hora de comida, saludos a todo el mundo e inmediatamente nos pusimos a comer. Anna siempre se había destacado por ser una chica muy cariñosa con todo el mundo, quería jugar, abrazar, que le den atención… y yo, que amo a los niños, pues tengo pilas infinitas para ellos, lo cual hace que en su defecto sea el favorito de estos.

Anna me abrazó, me hizo jugar y admirar un poc la nueva muñeca que le habían regalado y acto seguido comimos. Nosotros en una mesa, los cuatro niños de la familia, en otra. Desde lejos yo le lanzaba pullas y miradas graciosas a amas chicas, a Anna y su hermana. La mayor siempre me seguía el juego y tenemos esa enemistad de molestarnos y ver quien saca más de quicio el otro, en su mayoría lo hacemos sacándonos la lengua y mirándonos de forma amenazante. Con Anna, sin embargo, es poner caras tontas para hacerla reír. Terminamos de comer y esto de que los adultos se están una hora o más hablando de sus cosas antes de empezar a traer el pastel; una mala costumbre a mi parecer. Pues, en ese tiempo, Anna pide ir a jugar a algún sitio.

Lo prueba con toda la familia, y unos a otros se la van pasando hasta que llega a mí, que, como he dicho, al seguirle el rollo sin parar pues soy su blanco más sencillo. Lo que ella no sabía es que para mí era ella mi blanco más sencillo. A lo que, poco después, le digo:

–Estamos molestando a los de la mesa. ¿Vamos arriba?

Afirmó sin preguntar, y nos fuimos los dos solos a la guardilla. Ese comportamiento era normal a ojos de la familia pues siempre se había usado ese sitio a modo de salón de juego desde que tuvieron a las niñas.  Lo bueno de ahí es que no pueden oírte desde donde estaban sentados, como mucho oír que estamos hablando pero no de qué hablamos, con lo que tenía medio vía libre y solo debía de tener cuidado de que no subiera nadie por las escaleras.

Una vez arriba nos pusimos al fondo de todo, donde ella se sentó en un mini escritorio para pintar mientras yo me apoyaba en la pared cercana, viéndola de frente.

–¿Qué dibujas? –le pregunté.

–A papá, mamá, la tata…

–Oh, ¿y esta eres tú? –asintió–. Estás muy guapa.

–Gracias. Tú más.

He de decir que Anna siempre mostró un afecto hacia a mí, como si en el fondo quisiera imitar a los adultos y sintiera que fuésemos algo. Así que jugué con eso:

–No. Tú más, preciosa –se sonrojó–. ¿Quieres un beso?

–No. Te mancho

Ella tenía un poco de pintura de maquillaje, para niños pequeños del típico kit para juegos, y tenía miedo de dejar marca en mis mejillas, porque sí, ese beso era, para su visión, en la cara. Mi idea, era otra.

–Te limpiamos un poco, y luego me lo das.

Se lo pensó un poco, pero cuando seguí insistiendo, asintió, se fue al baño a por papel mojado, subió de nuevo, y me lo dio mientras ponía los labios a modo de beso mientras yo pasaba la servilleta por su boca, quitándole el intento de maquillaje. Cuando hice la última retirada me acerqué mucho a ella y le di un beso en los labios.

–¡Es lo de los mayores! –dijo avergonzada al saber que había dado un beso de mayores, tal y como ella los llamaba.

–No pasa nada –le hice la seña de quedarse en silencio con el dedo índice– ¿Te ha gustado? –para mi sorpresa, asintió–. ¿Quieres otro?

Y, sin tener que suplicar más, se dejó dar otro beso mientras me acercaba a ella. No se aparataba, solo se quedbaa quieta esperando. Y, en algún caso, pues fue más de uno el que le di, ella se me aproximaba con un poco más de confianza que la vez anterior. Le estaba gustando mis besos, y mi polla ya quería hacer más con solo pensar en lo que podría estar haciendo.

–Abre la boca –le decía casi al final, donde yo aprovechaba para sacar mi lengua y meterla adentro de su boca. Ella solo reía como podía de lo divertido que le parecía y seguía disfrutando de mis besos.

Luego, ya no quiso más. Siempre, o casi siempre, le preguntaba si quería otro para que fuera ella la que dijera que sí. Y hubo un punto el que no quiso seguir, pero, prometiendo que no se lo diría a nadie. Esto lo he ido descubriendo a medida que he ido tanteando el terreno pero al parecer los padres de las niñas las tienen instruidas en lo que deben de dejarse hacer pues saben que si sus padres se enteran, se enfadarán. Cuando dijo que no lo diría por miedo, supe que tenía en mis manos a alguien de quien aprovecharme y se quedaría en silencio.

Ella volvió a dibujar y yo fingiendo estar atento a lo suyo, mientras con mi mano le acarcié la rodilla (ese dia iba vestida con un vestido amarillo con falda), y subía poco a poco. A medida que iba subiendo ella decía que le gustaba, pues iba por la pierna y de ahí pasé al ombligo. Y poco a poco fui bajando…

–Ese es el principio de la vulva –me decía apartándo un poco sus caderas cuando mi mano la acarició por encima de las bragas blancas.

–Perdona, no sabía –mentira–. ¿Te ha gustado?

Asintió con la cabeza, avergonzada, añadiendo: –Mis papás dicen que no está bien.

–No tienen que saberlo.

–¿Si se me escapa? –estaba preocupada por una riña de sus padres. La verdad, yo también tenía miedo porque Anna, de 5 años, hablaba por los codos y no quería que los demás me descubriesen.

–No se te escapará –le dije mientras con mis dedos volví a tocar su conchita por encima de las bragas, manoseando mientras ella solo se quedaba quieta pero no parecía querer apartarse, de hecho su cadera estaba tirada hacia adelante. Era una puta de cinco años que disfrutaba del roce del chico que le gustaba en sus partes.

–No más –dijo tras unos minutos de caricias, quizá porque empecé a frotar un poco más fuerte que de costumbre, haciendo que quisiera cerrar las piernas–. En la pierna.

Me pidió que le siguiera dando caricias en la pierna, y eso hice, aunque con el dedo corazón le rozaba ligeramente la conchita y donde debía estar el clítoris, ella no se quejaba. Hasta que…

–Ya, por favor. No más.

No era que no quisiera sentir mis manos ahí, es que tenía miedo de que la pudieras pillar, aunque de fondo ella soltaba algún sonido de placer, no un gemido, pero similar a cuando alguien está muy comodo y no es consciente de lo que balbucea.

–Solo uno más. Uno especial

La súplica costó bastante, pero al final cedió. Y dejó hacerse sin problema. Le dije que se pusiera de pie y se diese la vuelta, dándome la espalda. Obedeció sin problemas, para ella esto no era más que un juego infantil, y le levanté el vestido por encima de la cadera. Ella no quiso detenerlo, solo se dejó hacer mientras creía que mi caricia iría a su espalda. Graso error, fue a una de sus nalgas.

Al principio dio un respingo, pero poco después se calmó y no quiso apartarse.

–¿Te gusta?

–Sí. ¿Ya está? –quería terminar por miedo a ser descubiertos.

–Casi. Solo falta una cosa más.

–¿Qué?

–Ponte a cuatro patas un momento.

Me hizo caso, como siempre, había sido muy servicial conmigo. Le levanté un poco el vestido y acto seguido agarré ambos laterales de la braga y se la bajé un poco.

–¡Ey! ¡No! ¡¿Qué haces?!

–Mira, me estás haciendo el calvo –expresión que le hacía gracia, y pasó de estar algo asustada a reirse y a mover sus pompis delante de mí. Las bragas no estaban bajadas del todo, así que no le pude ver la concha, pero sus dos nalgas respingonas eram adictivad. –¿Lista para el último masaje?

–Vale –dijo entre risas por lo de su trasero.

Pobre de ella.

Me lubriqué el dedo índice con mi propia saliva, con la otra mano le abrí un poco la raja del culo y ahí lo vi, ese ano tan cerrado que iba a ser estrenado por mi dedo. Llevé el dedo hacia orificio.

–Mi culo –dijo.

–Lo sé.

Y le metí el dedo adentro del culo hasta la primera falange. Anna se tensó de golpe al notarlo, tal y como lo había hecho la otra prima que abusé tiempo atrás, volviendo a sentir aquella adrenalina. Notaba como su cuerpo estaba intentando echarme de su interior, a lo que le pongo una mano en la boca para que no puedo gritar mucho y empecé a dar pequeñas vueltas al interior del ano.

Los ojos de Anna miraron al cielo, una mezcla de miedo y placer por lo que estaba ocurriendo atrás de ella, recordaré esa cara por el resto de mi vida. A la que se calmó un poco y pareció relajarse mientras le justaba ese juego, me quité el cinturon, me bajé los pantalones y calzoncillos y empecé a masturbarme mientras un dedo de la otra mano estaba un cuarto de él metido en el culo.

De golpe, sin previo aviso, retrocedo un poco el dedo y, en vez de echarlo afuera, que era lo que Anna parecía querer por como se movía el cuerpo, lo metí todo de una, hasta la última falange. Su cuerpo se tensó de nuevo y gritó desesperada de dolor. Por suerte mi mano estaba delante y no pudo hacer mucho ruido. Acto seguido, sin prestar atención a los que Anna necesitaba, retiraba y hundía mi dedo dentro de su culo a gran velocidad, aumentando a la vez que la paja iba subiendo el ritmo.

Anna se rindió tras un par de minutos de espera, sus brazos flaquearon y su mitad superior se apoyaba en el suelo mientras seguía con el culo en pompa y mi mano jugando en su interior sin parar. Viéndola ahí vi que estaba llorando o había llorado la primera vez, pero ahora, en esa posición, empezó a gemir suavemnete, disfrutando de como su culo estaba siendo penetrado por mi dedo y a grandes intensidades. Al final disfrutó al máximo de ese tocamiento.

Para mi desgracia, todo debía terminar, así que aproximé mi polla a su boca, que estaba abierta por el cansancio, y me vine tan cerca que chorros fueron disparados entre sus labios, siendo tragados por esa garganta de cinco años. Cuando se me fue la erencción saqué el dedo del interior de Anna, que estaba temblando de pies a cabeza por lo que había experimentado. La vestí, me vestí, y la senté de nuevo en su escritorio, preguntando si le había gustado.

–Mucho –dijo tras preguntarle por quinta vez mientras le acariciaba la espalda.

–¿Del 1 al 10?

–20 –sonreía.

La había forzado, pero a su vez le gustaba la sensación de tenerme adentro de ella. Una media hora después nos llamaron para comer el pastel y todo terminó ahí. Tras ese día, volveríamos a hacerlo cuando tuviéramos oportunidad, pero sin atreverme a nada más que estrenar su culito. Todavía.

Hasta que, un día, trajo a una amiga suya del colegio y me ayudó a hacerle lo mismo que le hice a ella, pero siendo dos contra una. Pero eso, es para otro relato.

26 Lecturas/11 diciembre, 2025/0 Comentarios/por Jim St
Etiquetas: amiga, baño, colegio, culito, culo, hermana, mayor, mayores
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