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Dominación Hombres, Gays, Incestos en Familia

Mi hijo, mi único alivio parte 4. «No hagas ruido, Dani, mamá puede ver»

– Dilo. -tomé a Dani del cabello y lo jalé a mi boca para decírselo en el oído-. DILO. Di que quieres que papi te eche a tus hermanitos en el culito. – Quiero que me llenes con mis hermanitos en mi culito, papi. Una retorcida sonrisa pintó mi rostro. .
Parte 4 de Mi hijo, mi único alivio. Puedes encontrar la parte 3 aquí:

Mi hijo, mi único alivio parte 3

 

Abrí mis ojos. Sentía presión y humedad en mi verga.

Dani estaba succionando mi pito semi erecto. No llevábamos ropa ninguno de los dos. Miré mi teléfono que se encontraba en la mesita de noche. Eran las 6 AM.

Dani estaba recostado en la cama con su cabeza clavada en mi entrepierna. Lamía suave y lentamente mi tronco, se detenía en el glande y con movimientos circulares devoraba mi verga. Se veía tierno, como un niño que solo lame su helado evitando que se derrame.

Sonreí como niño con juguete nuevo. Aunque Dani era el niño con el juguete nuevo. Mi verga.

– Como siempre, tan temprano y andas de tragón, papi. -dije con voz ronca y adormitada-.

Sonrió y me miró inocentemente pero sin soltar mi mástil.

Tomé su cabecita y comencé a penetrar suavemente su boquita levantado toda mi pelvis. Tomé mi tronco y con el glande golpeaba sus lengüita de manera morbosa mientras Dani recibía los golpecitos con su lengua por fuera.

Comenzó a vibrar mi teléfono. Era mi esposa.

– Shh. Es mamá. -dije intentado safarme de su mamada, pero cuando se aferró a mi verga no tuve más remedio que rendirme-. Pues, no vayas a hacer ruido. -dije haciendo seña de silencio-.

– Buenos días, amor. No creí que me contestaras tan temprano.

– Ya ando despierto, amor. Voy hacerle desayuno al niño. -Dani me miró sonriendo y comenzó a besar mi glande haciendo pucheritos con sus labios-.

– Ok, amor. Creo que no llegaré en la noche, hasta mañana sábado.

– ¿Y eso, amor? -Pregunté mientras miraba fijamente la mamada de mi niño-.

– Mi tío me pidió ayuda en un evento del hotel y acabará tarde. Pero mañana, tempranito ya estoy.

¿Qué hace, mi bebé? -dijo mi esposa-.

¿Nuestro bebé? Comiéndose la verga de su papá entera y entretenido con los huevotes que lo trajeron al mundo. Claro, no podía decir aquello, así que en su lugar dije:

– Comiéndose un trozote de plátano para aguantar el hambre. Hasta se atraganta…

Dani me miró confundido y sonriendo se llevó toda mi verga hasta el fondo provocándome un gemido ahogado.

– Uff Aaah. -gemí revolviéndome en las sábanas-.

– ¿Qué pasó, amor? -dijo mi esposa muy confundida-.

– Ay, nada amor. Me pegué con el mueble y me dolió. -Dani reía en silencio mientras lamía y disfrutaba del aroma de mis huevos-.

– Está bien, cosi. Dile a mi bebé que lo amo.

– …Ay, amor, no sabes cuanto te amo, en este momento. -dije con los ojos cerrados y perdidos en la mamada de mi hijo-.

– Jajaja. Yo también, cosi.

Me reí ante la confusión. Me atreví a soltar aquellas palabras morbosas que iban dirigidas a mi bebé, pero sin el contexto pasaban desapercibidas por comentarios inocentes a mi mujer. Sonreí y me atreví nuevamente de forma más riesgosa.

– Te quiero llenar ese culito apretado. Rellenarlo de mi lechita otra vez. No sabes como extraño estar dentro de ti. -dije levantándome de la cama y tomando a mi bebé en mi regazo mientras con mi mano libre jugueteaba la entrada de Dani-.

– ¡Javier! No te vaya a escuchar Dani. No seas pelado. Ya en la noche nos damos amor, que se duerma el niño. Este culito, también te extraña-dijo susurrando mi esposa-.

Sonreí mientras apoyaba mi enorme erección en el micro pitito de mi nene.

– Nos vemos, amor. -colgué sin esperar la respuesta de mi esposa y dirigí mi atención al bello niño desnudo en mi cama-. ¿Quieres la lechita de papi?

– ¡Sí!

Tomé mi verga y seguí frotándola en la entrepierna de Dani, pero era tan grande que iba desde sus huevitos a su pecho en cada movimiento. Con mi glande, comencé a frotarlo en su entrada. Se sentía suavecita la piel de mi bebé. Mi verga estaba a mil.

No teníamos tiempo. Había desperdiciado una hora desde la mamada, la llamada con mi esposa y ya eran las 7.

– Hay que apurarnos, bebé. Hay que ir a la escuela.

Lo coloqué boca abajo y coloqué mi glande en la rajita de su culito. Comencé a frotar mi verga en una espectacular rusa. Sentía la leche subir de mis huevos cargados a mi cabecita. Me levanté y volteé a Dani.

Comencé a masturbarme agresivamente e inserté mi verga en la boquita de mi bebé. Varios chorros calentitos inundaron su interior y él no dejó escapar nada.

– Mira papi, ya tomé mi lechita mañanera, papi. -dijo Dani abriendo la boca y dejándome ver los restos de mi semen mezclado con su saliva-.

Reí y besé a mi niño compartiendo mi leche en ambas bocas.

Lo bañé y le coloqué su uniforme. Verlo bien vestidito y con ese short que aprisionaba sus enormes cachetes me prendió. Cuando terminé de peinarlo no pude resistir. ¿Cómo hacerlo, teniendo a tan bello pequeño nalgón y uniformado? Lo volteé y le bajé su shortcito junto con su trusa de Minions. Inserté mi lengua y devoré una sola vez aquel anito.

– Lo necesitaba, amor. Que rico culito tiene mi bebé.

Nos subimos al carro y nos dirigimos a la escuela de Dani. Paré en un semáforo.

– Papi, ¿Puedo manejar yo?

Dudé. Pero era tan temprano, era poco probable toparnos con tránsito.

– Ok, pero un ratito.

Se subió a mí y su culito quedó justo ensartado en mi bulto sobre mi bermuda gris. Dani volteó a verme y sonrió.

Avanzamos y él comenzó a restregarse en mi verga. La sentía ya bien erecta y la presión que le hacía mi boxer era incómoda, tanto que me dolía. Caí en su trampa, esta era idea de Dani desde el principio.

– Solo querías andar brincando en mi verga, ¿verdad pequeño diablillo?

Daní solo reía risueñamente.

Paramos en otro semáforo.

Dani se medio levantó de mí. Se bajó levemente su short y trusita, y se sentó nuevamente.

– Dani, NO. Nos va ver alguien. -volteé a todos los espejos, pero aquella intersección estaba casi vacía, salvo por los coches estacionados hasta atrás-.

Haciendo caso omiso a mi protesta, Dani buscó mi verga en mi cierre y como mi mayor debilidad es ese bello niño, suspiré hondo y lo ayudé.

Mi verga erecta ya estaba afuera. Escupí en mi mano y dejé que Dani se siente. Suspiré y puse los ojos en blanco, se sentía aun apretadito y calentito por dentro mientras mi niño bajaba lentamente.

Un carro se estacionó a lado y aún con polarizado, me alerté y senté a Dani rápidamente en mi verga. Dani ahogó a un grito por la embestida repentina y rápida. Acomodé disimuladamente nuestros pantalones de tal forma que no se vieran bajos.

Era una mujer en el Toyota rojo de a lado. Veía fijamente a su copiloto el cuál era un adolescente como de 14. Lo llevaba a la escuela. Si yo no podía ver su regazo desde mi posición, ella tampoco, ¿no? Quise pensar que sí, pero el nervio me invadía.

La situación me calentó demasiado. Estaba clavando a mi propio hijo en público y nadie se percataba. Moví a Dani en círculos de tal manera que se sintiera rico en mi verga, pero no sospechoso para que alguien notara lo que en realidad pasaba.

– No hagas caras, hijo. O la gente sospechará. -dije besando disimuladamente el cuello de mi hijo-.

– AyyYyy, papi. Es que se siente bien rico. -dijo Dani entrecortadamente-.

– Ya sé, amor. Pero inténtalo o se van a dar cuenta.

Volteé y la mujer coincidió conmigo. Mi corazón temblaba de nervios. ¿Desde su posición se notaría? ¿Se vería rara la situación?

La mujer entornó los ojos para verme sobre el polarizado y me sonrió amablemente, la luz se puso verde obligándonos a avanzar. Gracias a Dios. Ahí estaba un hombre de 26 penetrando a su propio hijo en su carro, a la vista de todos. Pero nadie reparó en ello.

Avancé y dejé que Dani se clavara a su gusto en mi verga. Mi inocente niño brincaba felizmente en mi mástil mientras cantaba una canción infantil, pero sus propios gemidos lo obligaban a parar en ocasiones. Mi verga entraba y salía únicamente centímetros de ese culito.

Estábamos a solo 2 calles de su primaria. Encontré estacionamiento alejado de la zona donde transitaba la gente rumbo a la escuela. Me fijé en que nadie viera de todas direcciones. Tomé a mi hijo de tan solo 7 de las caderas y comencé a sentarlo agresivamente en mi verga.

– AAAAAH AYYY SÍ. -gritaba mi pequeño con esa bella voz aniñada-. Papi, despacito.

No tenía ni cabeza ni fuerzas para regañarlo por el ruido, así que solo le tapé la boca y comencé a embestirlo levantándome de mi asiento para lograrlo.

Lo aprisioné en mis enormes brazos y de mi verga hinchada 4 chorros calentitos inundaron el interior de mi bebé.

Me dejé caer en mi asiento y Dani se levantó e hizo presión en su anito, dejando salir mi lechita de él y cayendo en mi entrepierna manchando mi mástil y mi pelvis. Tomé un pañuelo y nos limpié rápidamente a ambos.

– No dejes que nadie te revise la colita, amor. Vas solo al baño. ¿Oíste?

– Sí, papi. -dijo Dani subiendo su short y trusita-.

Bajamos del carro y lo dejé en manos de su maestra. Lo despedí y arranqué mi carro rumbo a casa. Me invadían los pensamientos de lo que acababa de pasar, nuevamente mi corazón latía rápidamente por lo que me atreví a hacer. Pero, ¿era culpa o adrenalina? No podía responder a mi propia pregunta.

Llegué a casa e hice mis deberes. Al terminar, leí unos relatos en SST, me llamó la atención uno de un padre y sus hijo, a quién crió para ser su putita y le compraba ropita de niña. Me levanté y comencé a saborear la idea. ¿Sería capaz de hacerlo? Obviamente no hay bragas de lencería para niñas, y una de mujer sería muy grande para Dani. ¿Ropa interior solo de niña? No, para eso seguía disfrutando a mi niño en trusitas. Tuve una peor idea.

Arranqué el carro y me dirigí a un sex shop. Me sentía abrumado, nervioso pero ya había llegado muy lejos. Me coloqué unos lentes oscuros y bajé. Entré a la tienda, la cual tenía una entrada de cristal tapizada con imágenes para que no se viera el interior. Rápida y nerviosamente tomé un botesito de lubricante y un vibrador muy discreto de color azul. Pagué y la cajera ni siquiera reparó en mí, así que más aliviado tomé las cosas en una bolsa negra y me marché.

Conducí y llegué por Dani. Ya de regreso mi niño estaba entretenido contándome los juegos que hizo en su clase de educación física.

– Te compré un regalo. -dije mirando los espejos y conduciendo-.

– ¿Qué es papi? -dijo Dani emocionado-.

– Es un juguete para nuestros juegos, pero también es para grandes y nadie debe saber, ¿ok?

– Sí, papi. No le diré a nadie.

Llegamos a la casa y dejé que Dani almuerce porque teníamos una larga sesión por hoy. Lo llevé a hacer del baño y con consejos que vi en Internet, le hice un lavado exprés para evitar accidentes. Al bajarle su uniforme de primaria, ahí seguían los restos de mi lechita de la mañana. Aquello me puso la verga dura.

Durante el proceso, Dani solo reía y se dejaba hacer de todo. Oh, mi niño ya estaba entrenadito para aflojar en todo lo que su papi ordenara.

Lo llevé hasta mi habitación. Dani se recostó en la cama completamente desnudo.

– ¿Qué es el juguete papi? Ya muéstramelo.

Reí. Tomé el bote de lubricante y coloqué un poco en mi dedo. Lo unté en el anito de Dani y comencé a restregarlo en todo al rededor incluso penetrando con un dedo.

– Aaah, ay. Se siente frío papi. -decía Dani mientras se revolvía boca arriba en la cama-.

Saqué el jueguetito especial y le esparcí lubricante.

– Ahí, va. Cierra los ojitos.

– ¿Qué es ese palito, papi?

– Espera y verás. Cierra los ojos.

Me hizo caso y cerró los ojos con una gran sonrisa. Tomé el vibrador y lo coloqué en la entrada de Dani. Era pequeño y delgado, a la medida de mi niño. Hice presión y gracias al lubricante, su anito cedió al juguete pero lentamente.

Dani suspiró.

– ¿Qué tal, bebé? -pregunté mientras el juguete desparecía poco a poco en él-.

– Se siente como tu pipí, cuando me lo pusiste en mi colita, papi.

– Para eso es, jaja.

Comencé a acelerar el mete-saca del juguete y Dani comenzó a gemir fuertemente. Mi verga estaba a reventar en mi bermuda gris, pero la situación me tenía en trance. Al ritmo de los movimientos del juguete, el lubricante comenzó a formar espumita en su interior haciéndolo ver como semen lo que me prendió aún más.

Inserté el juguete hasta el final y Dani gritó retorciéndose en su lugar.

Saqué el juguete y estaba completamente lleno de lubricante pero sin rastros de manchas de popo. Lo olí y mi nariz se llenó de ese riquísimo olor a anito limpio.

No resistí más. Con desesperación, me liberé de mi bermuda y boxer juntos, aventándolos a la mesita de noche, ni siquiera me molesté en quitarme mi playera.

Me subí a la cama de rodillas y tomé mi verga, la cual ya estaba hinchadisíma y llena de precum en toda la uretra. La llevé a la boca de Dani quién aún yacía acostado y viéndome tiernamente. Dani recibió con anhelo mi miembro, lo aprisionó en su suave boquita y comenzó a mamar expertamente limpiando el precum y haciéndome estremecer a la sensación de su lengüita en mi uretra. Necesitaba más, sentía cada parte de mi cuerpo hirviendo. Llevé mi verga al fondo de su garganta y me recosté, embistiendo su boquita mientras él se ahogaba con mi peso. Se la saqué completamente a Dani, mi verga estaba completamente babeada y los chorros de saliva viajaban por mi tronco. Dani con los ojos llorosos daba bocanadas de aire, sin dejarlo terminar volví a ensartarlo con violencia, violando aquella boquita mientras yo solo gemía con los ojos entornados.

Decidí que era suficiente, necesitaba entrar en ese culito. Ya era una urgencia, ninguna morrita antes me había hecho sentir como mi propio hijo de siete lo hacía, aquella urgencia de querer más y más.

Me bajé de la cama y jalé a Dani hacia la esquina.

– Ay, papi. Quiero que pongas tu pipí en mi colita. -dijo en un tono tierno y lleno de desesperación-.

– ¿Quieres que te llene el culito con tus hermanitos?

– uhmju.

– Dilo. -tomé a Dani del cabello y lo jalé a mi boca para decírselo en el oído-. DILO. Di que quieres que papi te eche a tus hermanitos en el culito.

– Quiero que me llenes con mis hermanitos en mi culito, papi.

Una retorcida sonrisa pintó mi rostro.

Solté el cabello de Dani y coloqué mi verga dura y venosa en su entrada. Hice presión y gracias al juego previo, su anito cedió con facilidad. Mis 19 cm desaparecían completamente en el ano de mi bebé. Veía mi tronco salir y entrar mientras el lubricante formaba espumita ahora en mi verga.

Sentía toda la presión de su apretado culito en mi erección. Tuve que controlarme para no venirme de una.

Dani me miraba sobre el hombro y gemía levemente. Veía sus ojitos entrecerrados perdidos en el placer. Sentí mi verga hincharse más, si eso era incluso posible. Tomé a mi hijo de su pelo y tiré de él.

– Ah, Ah, AyyY. -gemía Dani mientras penetraba con velocidad-.

Lo recosté en la cama y sin dejar de tirar levemente de su pelo, aumenté mis embestidas haciendo que Dani comenzara a gritar.

– ¿Te gusta putita, te gusta la verga de tu papá?

– Sí, papi. Me gusta muchoooO… -interrumpió su frase cuando se la llevé al fondo, golpeando su próstata infantil-.

Aumenté las embestidas y el cuarto se llenó de los sonidos del golpeteo de mis huevos. Tomé la orilla de mi playera y la mordí para más comodidad. Estaba muy ocupado penetrando a mi bebé para molestarme en quitármela.

Mis movimientos eran cada vez más veloces. Necesitaba más. Lo tenía ahí, pero sentir su interior apretado y calentito me hacía querer aún más.

Se la saqué completamente y se generó un sonido de destape. Mi verga estaba colgando al aire, humeda y con pequeñas gotitas de sangre. Abrí los glúteos de mi niño y lo que vi me dilató las pupilas. Su agujerito estaba ya muy abierto, la espumita del lubricante adornaba las paredes y se encontraba rojito aquel anito blanquito.

– Uff, bebé. Que rico estás.

Dani solo hacía gemidos de aprobación. Tomé nuevamente sus caderas y se lo dejé ir con fuerza causando que se levantara agresivamente y comenzara a gemir siguiendo los ritmos de mis movimientos.

Lo volví a destapar y me acosté en la cama. Sin dar instrucciones de nada, Dani me siguió y sólito se ensarto dándome la espalda. Desde esa posición veía como su anito se estiraba para darle la bienvenida a mis 19 cm y desaparecían en él. Con una mano lo tomé de la cadera y con la otra me sostuve de la cama. Comencé a levantar mi pelvis embistiendo su culito.

Oí la puerta de mi casa abriéndose.

Mi corazón se detuvo. Como si fuera un reflejo normal, tomé la sábana gruesa que estaba debajo nosotros y tapé la escena, quedándome únicamente de mi cabeza a torso aún con playera al aire libre. Tomé el lubricante y el juguete guardándolos en la mesita de noche.

– ¡Llegué! -decía la voz de Laura, mi esposa desde la sala-.

Mi corazón estaba a estallar. Me sentía frío del susto, si pudiera ver mi reflejo de seguro estaría pálido.

– Acuéstate y no te muevas, bebé. -dije recostando a Dani-.

Él se quedó inmóvil bajo las sábanas y aún clavado en mi verga. Si no fuera por la riquísima sensación que aún me daba su anito, mi verga ya estuviera flácida del susto, pero se negaba a abandonar aquel lugar.

No sabía que hacer. Mi mente decía «levántate, pendejo. Guarda todo. ¡Sal del culo de tu hijo, tu esposa llegó! Pero mi cuerpo no reaccionaba. Escuchaba a mi esposa rondar en la sala.

Revisé el cuarto sin destaparme. Estaba limpio. La ropa de Dani se había quedado en el baño, mi bermuda igual por lo que no había pistas en el suelo. Claro, en el suelo no, pero la más grande pista yacía entre las sábanas clavado en mi verga.

Laura entró finalmente en el cuarto.

– ¡Sorpresa! Ay, tienes bien bajo el clima cosi, que frío hace. -dijo cruzando brazos-.

Mi rostro debía ser un poema, y no de los buenos, porque mi esposa me quedó viendo y preguntó:

– ¿Qué pasó amor, por qué esa cara?

– Un calambre, amor. -dije con el corazón en la boca-.

Se comenzó a acercar. Estaba jodido. No había forma que no notara, sobre todo si levantaba la sábana.

Se acercó y me besó tiernamente en la boca.

– ¿Está durmiendo Dani? -dijo apuntando el cuerpo de Dani tapado con la enorme sábana-.

– Sí, amor. Déjalo, está cansado.

Mi mente trabajó rápido y antes de que ella destapara la sábana, lo hice yo, solo mostrando el rostro de Dani, quién fingía estar dormido.

– Ay, mi niño. -dijo besando su mejilla-.

Intentó levantarlo, pero el cuerpo de Dani pegado a mi pito no se inmutó. La fuerza que usó para intentar levantar a Dani fue suficiente para que llenara el culito de mi hijo con varios chorros de semen. Gracias a que estaba concentrada en nuestro pequeño, no logró ver la cara de excitación que puse al llenar por accidente el culito de mi bebé.

Mi esposa se rindió y le acomodó el fleco tiernamente, como la gran mamá que es.

– ¿No que llegabas mañana, amor?

– Al final mi tío me dejó irme. «Anda con tu bebé, hija» me dijo y ya vine volando. -dijo llevándose sus manos a la vejiga-.

Estaba acabado. Ya me imaginaba cómo destapaba la sábana y encontraba a su esposo en quién confía, en quién jamás sospecharía clavando a su pequeño hijo.

Afortunadamente, aún agarrando su vejiga me dijo:

– Ay, amor. Ahorita vengo, me ando orinando desde el camión. -corrió al baño que se encontraba al otro lado de los cuartos y oí como se encerró poniendo el seguro a la puerta.

Mi verga me dolía, por toda la excitación y como retenía mis chorros de semen que exigían salir.

Descubrí a Dani y le dije que mantuviera silencio. Él sonreía. Creía que era un juego, que era chistoso, pero debió ver mi expresión seria, por lo que dejó de reírse e hizo caso.

Lo agarré y lo dejé al rumbo de su cuarto con el corazón acelerado. En cualquier momento podría salir mi esposa del baño, pero no parecía. Dani se encerró en su cuarto y yo rápidamente volví al mío. Me puse una bermuda de mezclilla sin bóxer y mi verga aun erecta la acomodé de lado, mientras me manchaba la entrepierna con restos de semen.

Me volví a acostar y fingí revisar Facebook mientras intentaba que mi corazón parase de latir tan fuerte. Mi esposa salió del baño y regresó al cuarto.

– Ay, ya se me estaba saliendo jajaja. No debí tomar tanto jugo en el camión. Luego ni baño tenía -miró a la cama ahora vacía-. ¿Y el bebé?

– Se fue a dormir sólito a su cuarto.

– Ash. -dijo acostándose a un lado-. Quería abrazarlo.

Me besó y compartimos un beso tierno.

Dani apareció usando ahora un conjunto de dinosaurios y gritó:

– ¡Mami!

– ¡Mi amor!

Ambos se fundieron en un abrazo y mi Laura, tiernamente llenó de besos a Dani.

Yo estaba callado. ¿Y si mi semen escurría de su ano y lo sentía o lo veía mi esposa?

– ¿Ya te levantaste? Llegué y estabas bien dormido. -preguntó Laura-.

– Ah, es que me quería acostar en mi cama y ya luego me fuí al baño a hacer popo, mami.

Suspiré aliviado. Mi niño fue inteligente y fue a desechar mi leche antes de venir. Él no era una víctima, amaba este juego tanto como yo y haría lo que fuera para que siguiera.

– ¿Te limpiaste bien?

– Sí, mami. Papi me enseñó.

Los abracé y nos fundimos en un abrazo feliz. Cualquiera diría que éramos la familia modelo, cualquiera menos yo…

Cenamos pizza y vimos películas. Dani cayó rendido a eso de las 9pm. Mi esposa y yo tuvimos una breve sesión de sexo y dormimos.

Cerré los ojos y dormí plácidamente.

 

Abrí los ojos y Dani se encontraba en mi entrepierna. Miré la hora en mi teléfono y eran las 3 Am. Mi esposa dormía dándonos la espalda y profundamente inconsciente.

Miré a Dani con nerviosismo y enojo. ¿Tan putito era? Que incluso con su mamá durmiendo a lado quería verga. Yo solo llevaba un short deportivo negro e iba sin camisa. Dani se escondió dentro de las sábanas y…

Continuará.

 

 

97 Lecturas/3 septiembre, 2025/0 Comentarios/por Gabito180
Etiquetas: baño, dominacion, hija, hijo, hotel, mayor, padre, sexo
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