Placer Prohibido – Capítulo 6
Paula – La Universitaria Cuica.
Y bueno niñas… estamos llegando al final de estas memorias eróticas. Así es, porque éste es el último capítulo de mis aventuras sexuales con todas las minitas que tuvieron la oportunidad de sufrir y gozar con mi “especialidad”, mientras estuve en el colegio y la universidad.
Tratándose del último capítulo, voy a aprovechar de comentar más en detalle algunas cosas que aprendí respecto al sexo anal y que he mencionado, medio a la pasada hasta ahora, y que podrían serles útiles para aprender a gozar al máximo por el popó a las valientes que se atrevieron a llegar hasta aquí. Y aunque escribí estas memorias a pedido de una joven asistente ejecutiva y su grupo de amiguis, y por lo tanto están dirigidas a lectoras femeninas (como expliqué al principio), los califas también son bienvenidos. ¡Lean y aprendan muchachos!
Como siempre, la historia es real, pero los nombres son todos falsos para proteger la identidad de la protagonista. Extrañamente, esta vez la cosa fue bastante sentimental y no puramente sexual. Pa’ que vean que este negro no es ni tan malvado después de todo.
Aunque no necesariamente…
Bueno, menos preámbulos y aquí va lo que pasó con la preciosa y aristocrática Paula, mi última “víctima” antes de egresar de la universidad.
La familia de esta preciosura, por lado materno y paterno, descendía de las raíces más aristocráticas que existen en nuestro país. Tataranieta de presidentes y senadores, descendientes a su vez de condes y duquesas de Castilla y Aragón, sus ancestros estaban emparentados con cuanta nobleza Europea existe. La linda Paulita, dulce e inocente, era una auténtica princesita de sangre azul. ¡Igual que la Princesa Rusa…!
La aventura comenzó cuando pasé a último año de ingeniería.
Justo antes de entrar a clases, de repente, a pito de nada, me llama Paula y me cuenta que entró a ingeniería en la misma facultad en que yo estaba.
A esta mocosa ultra cuica yo le había hecho clases particulares cuando ella estaba en el colegio, pero no se confundan, obviamente no es Pauli la colegiala del liceo 7 a la que le hacía esas clases particulares con “final feliz”. Paula también era trigueña y menudita, pero a diferencia de las loquillas súper simpáticas de Pauli y Marce, con Paula no pasó nada, puras clases de física y matemáticas nomás. Ella estaba en un colegio católico onda ultra conservador, súper estricto y puritano, y los papás también eran súper católicos y estrictos. Paula era matea pero igual me coqueteaba y nos reíamos harto, pero como yo nunca había estado “ni ahí” con las minas ultra cuicas y ultra católicas, le hacía las clases y después chao nomás. Más encima, aunque no lo crean, teníamos algunos parientes en común y la mamá me recibía con cara de haber encontrado un posible candidato para casar a su hija. ¡Menos me interesaba!
Cuando me llamó, me acordé inmediatamente de ella, pero al principio no entendí para qué me llamaba. Igual la felicité y le ofrecí ayuda con cualquier cosa que necesitara. Lo califa no quita lo caballero. Y ahí me preguntó si la podía ayudar con la elección de ramos y la weá. Por supuesto, le dije, y quedamos de juntarnos para ver el tema. Me dió su dirección para juntarnos en su casa al otro día, y era distinta que cuando era colegiala y yo le hacía clases. Muy distinta en realidad, era una dirección de un departamento en Ñuñoa, y años antes vivían en una enorme casa en un barrio súper elegante, uno de los barrios más elegantes y exclusivos de Santiago. Me llamó la atención, pero no hice ningún comentario.
Cuando llegué al otro día, era un departamento súper piola pero nada que ver con la tremenda mansión de antes. Ella abrió la puerta, y cuando me vió, me dió un abrazo y un beso en la mejilla. Uuuuuuu… que ricura que estaba Paulita, con su pelito castaño claro, largo y liso, sus preciosos ojos entre verdes y café claro, y unos jeans blancos bien apretados, lindo potito, como me gusta a mí… Mmmm… Peeeeligrosoooo…
Cuento corto, partimos a la U, vimos todo el tema de los ramos y después nos fuimos a tomar una cerveza. Bueno, yo me tomé una cerveza y ella se tomó una coca light. Paula ya tenía diecisiete añitos, pero como estaba recién salida de ese colegio ultra puritano, era todavía súper mocosa. Estuvimos conversando harto rato, y ahí me contó que la empresa de su papá había quebrado, habían perdido absolutamente todo, hasta los muebles, sus papás se habían separado y ahora su mamá estaba trabajando por su cuenta, vivían solas en este departamento arrendado (sus hermanas grandes estaban todas casadas) y su situación económica era totalmente distinta que antes. La quiebra de la empresa de su papá había dejado la mansa cagada, los papás habían terminado tirándose hasta los zapatos por la cabeza, perdieron todo, muebles, casas, autos, el fundo en el sur, la casa en la playa, absolutamente todo, el papá las había abandonado, y pa’ más cagarla ahora andaba con una mina apenas dos años mayor que Paula (¡menor que las hermanas casadas…!) y la mamá había mandado todo a la mierda y ya no estaba “ni ahí” con los curas ni con la Iglesia Católica ni con nada.
Chuuuuuu la catástrofe pa’ grande, la cagó. Como pueden ver, la sangre azul no necesariamente garantiza de una vida de lujos.
La pobre se puso a llorar mientras me contaba todo. Putalaweá, yo nunca he sido muy bueno pa’ consolar a nadie, pero me dió pena y la abracé, y estuvimos abrazados un buen rato. Y de repente, de la nada, nos empezamos a besar. Y no paramos más. La pendex se pegó a mí y no se soltó más. Estuvimos así, bien abrazados, dándonos besitos, no sé cuánto rato. Con lo califa que soy, no faltaron los pensamientos oscuros en mi cabeza (¡en las dos cabezas!), pero por otro lado era como aprovecharse de una refugiada de la guerra. Nunca tan canalla, así es que vámonos con calma mejor, pensé. Estuvimos conversando un buen rato, de la manito, bien abrazados y a besitos los dos pájaros, ella ya más calmada y por fin sonriendo. Partimos de vuelta a su casa, más besitos y quedamos de vernos al otro día.
Y así empezó la cosa. Nunca me había pasado en este orden, lo primero siempre había sido sexo anal súper depravado, que algunas veces derivaba en pololeo (como con Maureen), y no al revés. Pero bueno, no me quejo.
Nos pusimos a pololear y lo empezamos a pasar bomba con Paulita. Como ella era matea y yo fanático de la física y matemáticas, nos entendíamos perfecto. En las tardes nos íbamos a su departamento y siempre estaba sola, porque la mamá llegaba tarde del trabajo y tenían una nana que iba en las puras mañanas y no todos los días. Yo le ayudaba y le hacía clases y también estudiaba mis ramos. Y después del estudio, siempre nos dedicábamos un rato al “amor”… Pero al principio eran sólo besitos y amuñuñus nomás.
Pero como lo califa no se quita nunca, encuentro tras encuentro la cosa se iba calentando más y más. Los besitos en la boca y en el cuello iban acompañados cada vez más de cariñitos en las tetitas y toqueteos y roces suaves en su precioso y sensual culito. Ella me decía “Nooo… Nooo…” y trataba de detenerme, pero yo la sujetaba con fuerza, le daba un suave beso con lengua y le acariciaba el popín muy tiernamente, y ella suspiraba y se apretaba a mí, finalmente rindiéndose al placer de mis caricias en su sensual “derriére”.
Poco a poco, con cada encuentro, ella iba entregándose más y más, y mis caricias llegaban más atrevidamente a todas sus zonas erógenas, aunque siempre por encima de la ropa.
Como se podrán imaginar, siendo un negro depravado y fanático del sexo anal, ponía especial énfasis en acariciarle el popó, de un modo suave y eróticamente insinuante…
Yo notaba que cuando le acariciaba el potito y la hendidura entre las nalgas, como que se ponía especialmente nerviosa… incluso bastante más que cuando la acariciaba “por delante”… “Buena señal” pensaba yo, sin sospechar la verdadera razón por la que mis caricias en el popó la ponían tan saltona…
Y por supuesto, siempre tenía en mi bolsillo un pote nuevo de crema Nivea, de esos chicos de color azul, listo para entrar en acción apenas Paulita estuviera dispuesta a agacharse y parar el popín…
Hasta que una vez, cuando ya llevábamos un buen rato besándonos en uno de los sillones del living y ella estaba toda roja de excitación con mis caricias, le dije: “Me voy a lavar las manos”.
“¿Porqué?” me preguntó.
“Porque te voy a tocar de verdad…” le susurré al oído.
Ella suspiró y me dió un fuerte beso en la boca… “Vuelve rápido” me dijo…
Al volver, la abracé en el sillón, la besé y con una mano le desabroché los jeans y le bajé un poco el cierre. La giré un poco y le metí la mano por detrás… dentro del calzón… Ella como que trató de oponer algo de resistencia, pero la sujeté y le empecé a acariciar la hendidura entre los cachetes del potito… igual como lo hacía por encima de los jeans, pero esta vez mis dedos estaban dentro de su calzón, en contacto directo con la suave y tersa piel de sus nalgas…
Se puso roja como tomate, pero no dijo nada y nos seguimos besando.
Suavemente, le introduje un dedo en la hendidura… se lo metí lentamente entre los cachetes… hasta rozarle el hoyuelo del popín… Se quejó, me mordió el labio y me apretó los brazos con sus manitos… ¡Pero no se opuso!
¡Ya miéchica, le gustó!
Con mucha suavidad, le puse la punta del dedo bien centrada en el orificio del popó, y empecé a hacerle cosquillitas en el hoyuelo, mientras nos seguíamos besando apasionadamente… ella gemía despacio pero se dejaba… noté que comenzó a pulsar suavemente el ano, apretándolo un poco y relajándolo ligeramente… y con mucho cuidado, aprovechando un momento en que sentí que lo relajaba, comencé a meterle el dedo en el pompi…
El dedo entró milímetro a milímetro, pero tuve cuidado de abrirle sólo el primer esfínter, para asegurarme que fuera súper erótico y sensual, pero a la vez súper tierno y suave. Ella cerró los ojos e hizo un puchero como bebé, yo la apreté bien fuerte y le seguí dando un beso con lengua, y ella me besó de vuelta como con furia y se apretó a mí con todas sus fuerzas, gimiendo y quejándose como con voz de niñita chica, mientras yo le metía el dedo lentamente en su sensual popó…
Aquí vamos a hacer un breve paréntesis técnico.
Lo más importante con una primeriza anal, es ver qué tan laxa es, metiéndole un dedo muy lentamente en el pompi. Si el potito se le abre pero el dedo entra bastante apretado, la minita no es laxa y el macho va a tener que hacer un súper buen trabajo para que ella aprenda a relajar el popó. En cambio si el potito se le abre súper fácil y el dedo le entra sin mayor esfuerzo, la minita es laxa y se puede avanzar bastante más rápido. ¿Se acuerdan de Marce, la amigui de Pauli, las minitas del liceo 7 a las que les hacía esas clases particulares con “final feliz”? Bueno, Marce era un caso típico de minita hiper laxa, por eso a pesar de tener el potito virgen, mi pirulón le entró entero y hasta el fondo la primera vez, súper fácil y casi sin esfuerzo…
Con las minitas que no son laxas, toma un tiempo hasta que aprenden a relajarse completamente, pero lo bueno es que con puro pasar el primer esfínter, sienten tremendo placer, gozan intensamente, y como entra súper apretado, sienten como si les estuvieran metiendo la del burro, así es que no es problema que se demoren en aprender a relajarse, uno las puede hacer gozar y disfrutar la máximo desde la primera vez. El problema es autocontrolarse, porque con la minita gozando como loquita cuando uno le abre el puro primer esfínter, la tentación de mandárselo guardar entero es gigantesca. ¡Pero hay que controlarse muchachos! Hasta que no se le relaje bien el popó, NO HAY QUE PASAR MÁS ALLÁ DEL SEGUNDO ESFÍNTER. ¡Ese es el secreto!
Con las minitas que son hiper laxas, en cambio, uno puede penetrarlas mucho más profundo desde el principio y estimular y pasar el segundo esfínter con la cabeza del pirulón desde la primera vez. Típicamente una minita hiper laxa va a gozar mucho más si uno pasa el primer esfínter y presiona y estimula el segundo esfínter hasta abrirlo, y sigue penetrándola mucho más profundo, porque con las hiper laxas, abrirles los dos esfínteres es tan fácil, que si no lo sienten bien profundo, pueden quedar con gusto a poco. ¡No es broma! Pero igual la primera vez hay que tener mucho cuidado, y presionar el segundo esfínter en forma súper suave, sólo lo suficiente para que se le vaya relajando de a poco, en ningún caso forzar la apertura, para que la mezcla de placer y dolor sea siempre súper erótica, sensual y excitante para ella, y la disfrute a concho. Y aunque la minita sea hiper laxa, igual nunca hay que forzar demasiado el segundo esfínter, sino dejar que ella solita se relaje, hasta que el pirulón le entre entero sin esfuerzo.
Como pueden ver, la técnica para penetrar a una minita por el popó es muy especial, y totalmente distinta de la penetración por el “chochi”.
Perfeccionar esta técnica no es fácil, es un verdadero arte, pero una vez dominada, no hay minita que no termine disfrutando y gozando como loca cuando su macho le pone el tremendo “supositorio” en el popó, con harto lubricante, lento y suave…
Pero volvamos a lo que les estaba contando. Cuando empecé a meterle el dedo en el poto, supe de inmediato que Paulita era hiper laxa: El hoyuelo se le abrió sin ningún esfuerzo y el dedo le entró súper fácil. Como les contaba, ella hizo un puchero, me apretó y me rasguñó, pero no trató de soltarse, sino que se apretó más a mí y nos besamos apasionadamente. Me pareció curioso que se dejara y no me parara en seco… En vez de rechazarme, parecía incluso deseosa de sentir mi dedo más y más profundo en su tierno popó de niñita…
¿Cómo una minita tan cuica y tan católica dejaba que este negro cochino le metiera el dedo en el poto, y no sólo se dejaba, sino que incluso lo disfrutaba intensamente?
Pronto sabría porqué…
A esta altura, como se podrán imaginar, yo estaba con el Kino ultra acumulado … ¡Obvio, si nunca me había pasado que con tanto cariñito no hubiera ni maní pal “niño” en varias semanas!
Le saqué suavemente el dedo del popín, y sujetándola firme se lo volví a meter muy despacio, abriéndole el primer esfínter y punzando sensualmente el segundo esfínter, mientras le daba un apasionado beso con lengua. De nuevo hizo un puchero y gimió como niñita chica, me besó con furia, pero de repente separó sus labios de los míos y me susurró despacito en el oído:
“Ayyyyyyy… Pucha ooohhh…”
“¿Pucha qué?” le pregunté. Le saqué suavemente el dedo del poto, pero lo mantuve metido entre sus nalgas, haciéndole unas deliciosas cosquillitas en el hoyuelo.
“Es que… Pucha ooooh… No te rías… Pero es que no quiero perder la virginidad antes del matrimonio… Ni mucho menos quedarme embarazada…” (Ella me había dicho que era virgen, y sabiendo de qué colegio venía, no era ninguna sorpresa).
“No te preocupes… No te voy a pedir que pierdas la virginidad”
“¿No te enojas…?”
“No, cero problema, no te preocupes. Pero igual… Podríamos hacerlo sin que pierdas la virginidad… Y sin peligro de embarazo”
“Eeeeee… ¿Yaaaaaaaa? ¿Hacerlo sin perder la virginidad? ¿¿Y sin peligro de embarazo?? ¿¿Cómo es eso…?? ”
“¿Quieres que te enseñe?”
Me miraba entre incrédula y curiosa, pero se mordió el labio inferior y se estremeció un poco… como si ya sospechara a qué me refería… Yo sonreí, le dí un beso en el cuello y le acaricié ligeramente el hoyuelo de su popín con la punta de mi dedo… Ella dió un pequeño respingo… Y sin esperar su respuesta ni dejar de hacerle unas suaves y sensuales cosquillitas en el ano, le susurré al oído:
“A ver amor… ¿Te gusta sentir mi dedo en tu popó?”
“Ayyyyy… Oyeeeee… Me estás poniendo nerviosa…”
“Pero te gusta, ¿o no?”
“Sí oooohhh… Tú ya sabes que sí…”
“¿Y te atreverías a hacerlo por aquí…?”
La bella Paulita se separó un poco de mí, me miró con los ojos bien grandes, y entre asustada y risueña, me dijo
“¡¡OOOOOHHHH!! ¡¡¡Que eres cochino!!! ¡¡¡Yo sabía que me ibas a preguntar eso!!!”
“¿A veeeeeeer…? ¿Cómo que sabías que te iba a preguntar eso? ¿Qué sabes tú de hacerlo por el popó, mocosa cuica…?”
“Oye… Yo sé mucho más de lo que tú crees…” me respondió, con una sonrisa entre misteriosa y picarona.
Le iba a preguntar qué onda, cómo podía saber de sexo anal viniendo de ese colegio tan aristocrático, católico y puritano, pero antes que pudiera preguntarle, de repente me miró con los ojos bien abiertos de curiosidad, me pegó en un brazo con la manito empuñada, y me dijo:
“Oye… ¿¿¿No me digas que se lo hacías a tus ex por ahí???”
“Sí… A todas”
“Aaaaahh… ¿¿¿En serio…??? ¿¿¿A todas???”
“Sí. A todas.”
“Oooooohhh… Oye pero… Eeeeee… ¿Duele mucho…? ¿Qué te decían tus ex…? ¿¿¿Les gustó…???”
“No te voy a mentir, amor: Es una penetración lenta y difícil… Es súper cruel y sádica… Pero extrañamente, a todas mis ex les gustaba justamente por eso. Incluso hay niñas que gozan y disfrutan mucho más por detrás que por delante.”
“Aaaah… ¿¿En seeerio…??”
“Totalmente. Una de mis ex me decía que yo la hacía sufrir pero que lo disfrutaba a concho. “Me duele pero me gusta, porque me hace sentir sometida”, me decía. Según ella, le gustaba porque la hacía sentirse como niñita chica, jugando a algo muy malo y prohibido, o como una niñita traviesa que se portó mal y la van a castigar en el popó, a poto pelado, y eso la excitaba al máximo. Otra ex me decía que la hacía sentirse como cuando era chica y el doctor le iba a poner un supositorio en el poto, y le encantaba sentir de nuevo esa mezcla de susto, excitación y vergüenza, onda castigo y placer prohibido”
“Ooooooohhh… ¿En serio… a ellas les gustaba sentir todo eso…?”
“Les gustaba tanto que se volvían loquitas… Y lo mejor es que todas siguieron siendo vírgenes y nunca hubo embarazo ni nada. Es bacán, todo lo que hay que hacer es lubricarle bien el popó a la niña con harta cremita, y el hombre tiene que lubricarse bien el pirulón para que entre lento y suave. Y después de hacerlo es como si la niña nunca hubiera hecho nada, el popó se les cierra y no queda ninguna huella de nada. No es como por delante, que una vez que la mujer pierde la virginidad, su vagina nunca más vuelve a ser como era. En cambio tu popín va a quedar exactamente igual, como si nunca hubiera pasado absolutamente nada. A lo más te podría quedar un poco irritado, pero a mis ex se les pasaba súper rápido”
“Mmmmm… Interesante…”
Paulita se quedó pensativa un instante, como recordando algo… Y de repente como que reaccionó con un ataque de celos…
“¿¿¿Oye pero a cuántas minas se lo hiciste por ahí??? ¡¡Supongo que no me estái poniendo el gorro con ninguna…!! ¡¡¡Te mato!!!”
Le dí un beso apasionado en la boca y le dije mirándola directo a los ojos:
“Tú eres mi polola amor, y desde que nos pusimos a pololear para mí no existe NADIE más. Además no he visto a ninguna de mis ex desde el año pasado, y obviamente no pienso encontrarme con ninguna tampoco”. Y esto era absolutamente cierto.
Ahí como que se quedó tranquila, pero de repente le volvió la curiosidad, y me dice:
Oye pero… ¿¿Y tú cómo supiste que se podía hacer… por detrás…?? ¿¿¿Cómo aprendiste, negro cochino??? Ya poh, cuéntame…”
Y ahí le conté todo lo que había pasado con el famoso libro de las colegialas Rusas y el verano de iniciación con la Inglesita Maureen cuando tenía doce años. Me miraba y escuchaba atentamente, abría bien grandes sus lindos ojos y se mordía los labios y decía “Ooooohhh…” mientras yo le contaba con lujo de detalles las historias y le describía las fotos del libro de las colegialas Rusas, y después cómo se lo metí por el poto a la Inglesita… con harta crema Nivea… hasta el fondo…
Cuando terminé de contarle, la pobre Paulita estaba temblando entera, le traspiraban las manitos y le tiritaba la boquita de puro nervio y excitación. La noté que se había puesto especialmente nerviosa y tiritona cuando le conté la parte del gigante negro y las fotos que mostraban las caritas de las colegialas, empapadas de sudor y lágrimas mientras el negro les metía su pene gigante por el popó, una por una… Le dí un beso largo con lengua, y acariciándole el popó le susurré al oído:
“¿Bueno y…? ¿Te gustaría probar a hacerlo por aquí?”
Se mordió el labio inferior y parecía que se iba a hacer pipí de puro nerviosa.
“Ayyyy… es que… es como tan… ay, no sé… como tan sádico… como tan malvado… Me dá tanto nervio…”
“Amor, no te voy a mentir: Efectivamente es una penetración súper sádica, malvada, lenta y cruel… Pero éso es justamente lo que la hace tan erótica, voluptuosa, sensual y excitante para la mujer…”
“Sí sé, sí sé…” Paulita no había terminado de decir ésto, y como que se arrepintió inmediatamente de haberlo dicho, colorada como tomate…
“¿A veeeer? ¿Cómo que sí sabes…?”
“Noooo, nada, nada…”
“Ya, no te hagas la tonta, si lo dijiste… ¿cómo es eso de que “sí sabes”? A ver, cuéntame, ¿Cómo y cuándo supiste que se podía hacer por el popín? Ya poh, ya te conté cómo aprendí yo…”
“En el colegio… Ay qué nervio… No sé si contarte… Me dá cosa…”
“Ya poh, cuéntame… Yo te conté todo lo del libro y la Inglesita…”
“Ay pucha oh… Es que fue tan brígido… Bueno ya, filo… Te cuento, pero… ¡¡Prométeme que no se lo vas a contar nunca a nadie!!”
“OK, te prometo que no se le voy a contar nunca a nadie… Ya poh cuéntame, qué pasó en tu colegio…”
“Una vez… Ví sin querer todo lo que pasó entre un sacerdote y una alumna de octavo básico que era prenumeraria y candidata a novicia…”
“Yaaaaaa… ¿Y…?”
“Estaban hablando de esto mismo…”
Me quedé atónito por unos segundos.
“A ver, a ver… Espera un poco, espera un poco… Me estái molestando… ¿¿¿UN CURA ESTABA HABLANDO DE SEXO ANAL CON UNA ALUMNA DE OCTAVO BASICO…??? ¿¿¿EN TU COLEGIO…???”
“Sí…”
“Chuuuuuuu… ¿Oye pero cómo escuchaste esa conversación? ¡No creo que hayan estado hablando de ésto en el patio durante el recreo!”
“No poooh… Estaban en un privado dentro de la casa confesional…”
“¿Dóoonde?”
“Jajajaja no sabes lo que es… La casa confesional, es una casa aparte, está dentro del colegio, pero separada, ahí entran las monjas y las numerarias con sus guías confesores. Bueno, y también las alumnas candidatas a numerarias o novicias con sus guías confesores”
“Yaaaa… Pero igual supongo que debe ser onda súper cerrado y privado pal tema del secreto de confesión y toda esa onda… ¿Cómo pudiste escuchar y ver lo que pasaba?”
“Sí poh… se supone que es totalmente cerrado y hermético, se supone que nadie debe saber jamás lo que pasa ahí adentro… pero atrás de la casa había una parte del muro semi abierta, parece que estaban haciendo unos arreglos y obviamente nadie se había dado cuenta que en el jardín de atrás se podía escuchar lo que conversaban en ese privado… y además había una rendija y se podía ver todo lo que pasaba en ese privado… Y yo recién había visto al sacerdote y a la pendex entrando a la casa confesional, así es que supe al toque que eran ellos cuando los escuché. Yo estaba estudiando, me gustaba quedarme en el colegio después de clases pa’ estudiar sola, estaba leyendo y paseando por ese jardín que es súper lindo… hay un sendero que pasa justo por detrás de la casa confesional… Escuché las voces y de puro curiosa me metí por detrás de los arbustos sin hacer ruido y ví el muro abierto, y me asomé y ví la rendija… Así es que escuché TODO… y ví TODO… Fué súper brígido… súper heavy…”
“Oye pero… ¿¿¿Qué onda??? ¿El cura le estaba haciendo clases particulares de sexo anal a la pendex?”
“Eeeeee… No exactamente… Bueno, en realidad como que sí… Ayyy, no sé cómo explicarlo…”
“Ya poh, ¿qué le estaba diciendo el cura…? ¿¿Porqué estaban hablando de sexo anal??”
“Ay… Qué vergüenza… Ya, filo… él le estaba diciendo que a ella le tocaba someterse a una “Penitencia Especial”
“Yaaaaaa… ¿¿¿Y…???”
“Al principio no entendí de qué estaban hablando, pero cuando el sacerdote le explicó en detalle de qué se trataba la penitencia, me quedó súper claro, o sea era demasiado obvio… onda que el cura le dijo que la penitencia consistía en que él la iba a “someter” poniéndole un “supositorio en el popó”, pero no de los supositorios típicos para bajar la fiebre, sino que un “supositorio especial”, onda “mucho más grande”, porque tenía que ser un verdadero sacrificio, onda una verdadera penitencia que la hiciera sufrir, onda purificación de su cuerpo y alma… Tú sabís poh… La típica onda religiosa del “crecimiento espiritual mediante el sufrimiento y el sacrificio”, toda esa onda… Pero además le dijo que era una prueba obligatoria de obediencia y sometimiento total a su guía y confesor… Y le dijo que el supositorio… Ayyy qué vergüenza…”
“Ya poh… sigue… el supositorio ¿qué?”
“Bueno ya, filo… El cura le dijo que el supositorio tenía que ser “la mismísima carne viril de su guía confesor…” O sea… era demasiado obvio lo que le iba a hacer”
“Wow… súper obvio el “supositorio” que el cura quería meterle en el popín a la pendex… O sea, cuento corto, este cura, en el fondo, le estaba diciendo a esta pendex de octavo que la iba a penetrar por el popó… ¿Onda penitencia y sacrificio y sumisión y etcétera etcétera…?”
“¡Sí…! ¡La dura…! ¡¡¡No te estoy mintiendo…!!! Pucha… No me crees…”
“Ya ooh, te creo, te creo… Pero sigue contándome… ¿La pendex se había portado mal y por eso el cura la iba a “castigar”? Aunque suena más como una especie de rito, más que un castigo”
“Sí, era más onda rito que castigo, porque el sacerdote le dijo a la pendex que todas las prenumerarias y candidatas a novicias tenían que someterse a esta “Penitencia Especial” cuando pasaban a octavo básico, y que era absolutamente obligatoria y súper importante en su preparación y camino de sumisión y obediencia y sacrificio y esa onda… Y que a partir de octavo todas las candidatas tenían que someterse a esta penitencia una vez al mes…”
“Yaaaaa…Wow… ¿¿¿Y qué dijo la mocosa cuando el cura le dijo lo que le iba a hacer???”
“La pobre se veía súper nerviosa… pero igual le preguntó si no era pecado, y si no era lo mismo que tener relaciones sexuales y perder la virginidad…”
“Mmmm… la mocosa no era na’ de tonta pa’ ser tan chica. ¿Y qué le respondió el cura? Apuesto que el compadre tenía súper buena labia pa’ convencer a la pendex…”
“Tal cual… él le dijo que no era pecado, porque se hacía como sacrificio y penitencia, y no como pareja ni mucho menos para procrear… porque como el “supositorio” le iba a entrar por el popó y no por delante, no iba a perder la virginidad ni nada, así es que no era pecado sino que era la mejor forma de penitencia y sacrificio para que expiara sus pecados, para purificar su cuerpo y su alma y blablabla, y para que le demostrara su total obediencia y sometimiento, onda como su maestro, guía y confesor… toda esa onda…”
“Wow… Buen discurso pa’ convencer a la mocosa… La ondita… Ya pero sígueme contando poh… ¿Preguntó algo más la pendex?”
“Eeeee… Ah, sí, ella le preguntó si le iba a doler mucho, y él le dijo que para que realmente valiera como penitencia, él tenía la obligación de hacerla sufrir, pero que el sufrimiento y el dolor que iba a sentir iba a ser maravilloso, onda un “dolor sublime”, y que iba a gozar sufriendo… El cura le decía onda “Vas a sufrir como jamás sufriste, pero gozarás sufriendo, como jamás gozaste”, esa onda, como súper dominante y sádico… Demasiado brígido… Ahí se produjo un silencio… Yo estaba como paralizada… No me atrevía ni a respirar… la pobre estaba tiritando de miedo… ¡Y yo también estaba tiritando!”
“Era que no… ¿Bueno y…? ¿Qué pasó después?”
“Adivina…”
“¡La alumna se sometió y el cura confesor le puso el manso “supositorio” en el popín ahí mismo!”
“¡¡Síiii…!! ¡¡Y yo ví TODO…!! Cómo se lo hizo… ¡TODO!”
“Ya pero cuéntame los detalles poh”
“Ya oooh… Todavía se me paran los pelos de puro acordarme… A la pobre le temblaba la voz… El sacerdote confesor era como ultra sádico… La hizo que se agachara en una especie de sofá, le subió la falda del uniforme y le bajó los calzones, y le empezó a dar palmadas en el poto, y ella chillaba pero con unos chillidos como ahogados… la pobre chillaba pero era como que trataba de no quejarse, pero se le salían los chillidos igual…”
“La ondita… Harto sádico el compadre… Se parece a mí… Ya, pero sigue contándome…”
“Después el cura sacó un tubo de un cajón, se echó un líquido en los dedos y le empezó a poner el líquido en el poto a la pendex… estaban en silencio, y ella suspiraba, como súper asustada… Y el cura le decía cosas, como susurrándole en la oreja, no alcanzaba a escuchar… Y de repente, el cura se sacó la sotana y se desvistió entero… tenía la mansa cuestión… Ayyy qué vergüenzaaaaa… lo tenía… como súper parado…”
“¿¿Y…??”
“El cura empezó a decir unas frases en latín y se puso detrás de ella…”
“¿¿¿Y…???”
“¡¡Es que me dá tanto nervio acordarme…!!”
“Ya pooooh, cuéntame, el cura se puso detrás de la pendex, ¿¿¿Y…???”
“…le puso la cuestión… en el poto… ¡¡¡Y se lo empezó a meter!!! ¡¡¡Me dió tanto nervio!!!”
Mientras me contaba ésto, la pobre Paulita temblaba y se retorcía entera… pero me siguió contando, como hipnotizada con el recuerdo de aquellas imágenes…
“Ella empezó a gemir como loca, como desesperada… Yo pensaba pobrecita… ¡el cura se lo estaba metiendo de verdad por el poto…! Y se notaba que era como súper experto… la forma cómo la tomaba… y cómo empujaba y se lo iba metiendo como despacito… Fue súper largo… No sé cuánto rato, pero fue demasiado largo… Se lo metía más y más adentro… No terminaba nunca… ¡Hasta que quedó pegado a ella! ¡¡¡Se lo metió entero!!! Y seguía diciendo frases en latín que sonaban como terribles… Y la pobre gemía y lloraba y se ahogaba y hasta le daba hipo… ¡En serio! ¡Oye, no te rías, malo…! Yo estaba como entre fascinada y horrorizada y paralizada… Pero no podía dejar de mirar… Ay, no sé, escuchar esos gemidos y ver lo que el guía confesor le estaba haciendo a esa pendex en el poto… Y lo más raro es que ella repetía las frases en latín… ¡Llorando y gimiendo, con la voz súper ahogada y entrecortada, pero las repetía igual! Onda llorando y todo, pero igual parecía que lo estaba disfrutando… ¡¡Qué brígido…!!”
Paula se retorcía los deditos y tiritaba entera de puro nervio mientras me contaba todo esto, y yo no podía dejar de pensar en la extraña similitud entre lo que me estaba contando y los relatos del famoso libro de las colegialas Rusas. O sea que en nuestro país, sin tener nada que ver con la Rusia Imperial ni mucho menos, hay colegialas que son sometidas al voluptuoso Acto Prohibido como parte de un rito de penitencia, obediencia y sumisión total, igual que las colegialas Rusas… ¡Y en un colegio ultra católico y ultra conservador del barrio alto de Santiago!
De repente me entró la duda… ¿Sería verdad lo que me estaba contando la bella Paulita, o era puro invento? Pero Paula era súper seria, súper matea y súper sincera, no mentía jamás… ¿Y pa’ qué iba a inventar un cuento tan caliente, y con tanto detalle más encima? O sea que tenía que ser verdad… Ahora entendí porqué dejó que le metiera el dedo en el poto, y lo disfrutó intensamente… Obviamente después de haber haber sido testigo de toda esa tremenda sesión de sexo anal en vivo, tenía que haber quedado súper nerviosa y tiritona, y seguro que con una perturbadora e inconfesable excitación y curiosidad por sentir lo mismo en su popó….
“Increíble… O sea, en resumen, el cura confesor le clavó su pirulón en el popín a esa pendex de octavo… ¿¿Y es un rito obligatorio que es parte de la preparación de todas las prenumerarias y las futuras novicias??”
“Sí poh… Yo tampoco podía creerlo, ¡Pero lo ví!”
“Te creo, te creo… Oye, ¿y cómo terminó la cosa?”
“Me dá vergüenza contarte…”
“Ya pooooh… Cuéntame…”
“Pucha qué vergüenza… Bueno ya, filo… Yo creo que el cura tuvo un orgasmo… dentro de ella… porque se pegó a ella con toda su fuerza… y le decía cosas como ¡Recíbelo dentro! ¡Siéntelo dentro! Y cuando por fin se acabaron los gemidos y los jadeos, se quedaron callados… y después se pusieron a conversar en susurros… estuvieron abrazados harto rato en la misma posición, él pegado a ella como abrazándola por la espalda y haciéndole cariñitos en el pelo y dándole besitos en la cara y hablándole en la oreja… y ella como colapsada boca abajo… Como que se dejaba querer… Hasta que se pusieron de pie, él se paró súper despacio y como que le sacó la cosa del poto, como con harto cuidado… y tuvo que ayudarla porque la pobre no se podía ni parar… Y se fueron a otra parte del privado y empecé a escuchar un ruido como de agua corriendo…”
“Ella se debe haber estado lavando el poto con agüita fría… Jajaja…”
“Jajaja… Supongo… Y él se habrá estado lavando el pirulo, ay, no sé… Y después aparecieron los dos vestidos y él la felicitó y le dió una bendición y le dijo “bienvenida a esta “nueva etapa”… ¡Y ella le dió las gracias! ¡Y se pusieron a rezar juntos! Era todo como súper ritual, como que ella había superado una prueba súper importante… Después escuché como que iban a salir, ahí rajé de vuelta al patio central porque me daba pánico que alguien me viera y me pillaran que había escuchado todo… Por suerte todavía había gente en el patio, así es que cuando volví pasé piola. Me fui al otro lado del patio, directo frente a la entrada de la casa confesional, y me senté en un banco a esperar. Quería puro ver qué onda cuando salieran. Y los ví salir después de un rato… El con su típica sotana negra, bien peinado, impecable, y ella con el uniforme del colegio, la faldita plisada, blusita blanca, corbatín, chaleco, bien peinadita y arreglada, nada chascona ni nada… ¡Y sonriendo! ¡Todo tan normal y perfecto! ¡Como si no hubiera pasado nada!”
“Harto curiosa la weá, qué querís que te diga… ¿Tú conocías a esa pendex?”
“Sí, era una de las pendex de octavo básico, no de las más bonitas pero tampoco fea, súper nerd… Con típicos anteojos de matea… Quién se hubiera imaginado… Era mucho más chica que yo, pero la ubicaba perfecto, nerd total…”
“Ya, ¿y…? ¿Qué pasó cuando salieron de la casa?”
“Nada, el cura la acompañó hasta la escalera, y lo típico, ella se puso frente a él y bajó la cabeza, él la bendijo y le dijo algo, ella le dió un beso en la mejilla y bajó la escalera a saltitos y él la quedó mirando, pero no mucho rato… Adivina lo que le miraba fijo… Hasta que se dió vuelta y entró. Yo quería puro verle la cara a ella, a ver qué onda, me acerqué haciéndome la loca y nos cruzamos… Me dijo “¡Hola!” súper sonriente, iba roja como tomate pero con cara de felicidad total… Con tantos quejidos y lloriqueos, yo pensé que la iba a ver con lágrimas en los ojos y con cara de “me violaron por el poto”, pero nada, al revés, iba toda feliz y con LA GRAN sonrisa… Quedé confundida total, era tan extraño… sobre todo verla con esa cara de felicidad… Tan chica y lo que le habían hecho recién en el poto… Y parece que lo había pasado bomba…”
“¿Y el cura confesor? ¿También lo conocías? ¿¿Te trató de confesar a tí también??”
“Nooo, por suerte no… ¡Ay qué susto! Lo conocíamos, iba siempre al colegio, era viejo, no sé, debe haber sido onda cincuentón, canoso, pero con súper buena pinta pa’ la edad, siempre impecable… No, a mí nunca me tocó con él porque era del grupo de curas que se dedicaban sólo a las prenumerarias y a las candidatas al noviciado. Los curas de ese grupo eran exclusivamente guías confesores de las prenumerarias y de las prenovicias y de las monjas. Y tenían todos la misma pinta, onda viejos pero súper pintosos. No faltaban las que los encontraban súper minos y puro querían que les tocara alguno de confesor… ¡No sabían la que les habría pasado…!”
“¿Tú tenías otro confesor?”
“Sí, las otras alumnas teníamos otro sacerdote confesor, un viejujo como de mil años, y a mí por lo menos nunca me pasó nada raro… El viejujo era súper serio, nooo, nunca nada de nada”
“¿Y viste alguna otra confesión?”
“No, nunca más pude ver ni escuchar nada porque al otro día ya habían cerrado el muro. Nunca más, nada de nada. Fui ene veces de puro curiosa, pero nada. Y no era porque no pasaran cosas adentro, seguro… Obvio que tenía súper buena aislación para que no se escuchara nada… Para que las “víctimas” pudieran gemir y chillar todo lo que quisieran… con toda tranquilidad… jajaja”
“Jajaja… ¿Eran muchas las candidatas?”
“No, eran súper pocas… El año pasado eran tres en total en el colegio, ninguna de mi nivel. Las elegían con pinzas desde que hacían la primera comunión, eran siempre las más mateas y las más sumisas y obedientes. Siempre el mismo perfil, sobre todo mateas, sumisas y obedientes. Ahora entiendo porqué. Todo el colegio sabía quiénes eran las alumnas candidatas y por eso ubicaba bien a esa pendex. Después de ese día, cada vez que veía a alguna, me acordaba de lo que les hacían los curas confesores y me daba ataque de nervios de puro mirarlas… Y cuando veía a una entrando con su guía confesor a la casa confesional… Qué brígido… La que te espera, pensaba… ¡Pero andaban todas felices y contentas…! Súper extraño todo…”
“O sea que les tiene que haber gustado que las sometieran y las penetraran por el popó”
“¡¡¡O sea, obvio…!!! Ay, no séeee… Supongo… ¡Qué nervio!”
“¿Le contaste a alguien?”
“¡¡¡Tái loco…!!! Nooo, qué miedo, qué vergüenza… No me atreví a contarle ni siquiera a Coni, que era mi mejor amiga… Es súper buena amiga pero nika le contaba ésto… Me daba susto que se le saliera y se supiera que yo había escuchado todo y quedara la requete cagá… No tengo idea si alguien más sabía… Bueno, obvio que todas las monjas tenían que saber, si a ellas también les tiene que haber tocado… Las profes, no sé… Bueno, a las que eran numerarias también les tiene que haber tocado, obvio… Pero era todo como tan ultra secreto, con eso del secreto de confesión… Y mis amigas y las otras alumnas… No sé si cachaban algo… Corrían rumores… Pero nunca nada tan… Ay, no séeeee… Tan… depravado… ”
“¿Piensas que es muy depravado lo que esos curas le hacen en el popín a esas alumnas?”
“Ay… Pucha… No sé… Si los guías confesores se lo hacen a todas las alumnas prenumerarias y futuras novicias… y es obligatorio… como parte de su preparación… Entonces no puede ser tan depravado… Supongo… Pero me da tanto nervio… Ay, pucha oooooh… no séeee…”
Todo este rato seguíamos abrazados, y yo seguía con mi mano metida en sus calzoncitos, haciéndole cariños y cosquillitas en el popín… Y Paulita se dejaba…
“Ahora entiendo porqué me dijiste que sabías mucho más de sexo anal que lo que yo creía…”
“¿Viste? No te estaba mintiendo… Claro que comparada contigo… Por todo lo que me contaste, yo estoy recién en kinder y tú ya te doctoraste… Jajaja… Parece que eres igual de experto y sádico que los curas confesores…”
Paula se reía, pero estaba toda nerviosa y tiritona y roja como tomate… De tanto hablar de sexo anal, la pobre estaba excitada y caliente como olla hirviendo…
Le dí un beso suave en los labios y me respondió y se apretó contra mí…
Lentamente, le metí de nuevo un dedo entre las redondeces, y acariciándole suavemente el tímido y tierno hoyuelo del pompi, le susurré al oído:
“Ya mi niña preciosa… Ahora vamos a jugar al guía confesor, sádico y cruel, que somete a su alumna pre-numeraria por el popó…”
Y antes que pudiera responderme, con la otra mano saqué de mi bolsillo el pote azul de crema Nivea, se lo mostré y lo dejé sobre el sillón.
“OOOOHHHH…” dijo Paulita al ver la crema, se mordió los labios y le temblaron las manitos…
Giró hacia mí, sonrió nerviosamente, se tapó la boquita con las manos y me miró a los ojos con una mezcla de miedo, pasión y excitación… Y antes que pudiera decir nada, la abracé con fuerza, le dí un beso apasionado y simultáneamente le metí el dedo en el poto muy suavemente, más y más adentro, esta vez hasta pasar ligeramente el segundo esfínter.
Gimió y me apretó con sus manitos… “¡Mmmmm… Mmmmmm…!” protestó con vocecita como de niñita chica… Sin dejar de besarla, moví mi dedo dentro de su popó para que lo sintiera bien, estimulándole ambos esfínteres… Y con la otra mano comencé a acariciarle el chochi por encima del calzón… El calzoncito lo tenía empapado de tan mojada que estaba… Gimió y se apretó a mí como con desesperación… Temblaba enterita… Me abrazó con todas sus fuerzas y nos besamos largamente…
El momento había llegado. Era obvio que mi linda Paulita estaba excitada al máximo y lista para sufrir y gozar con mi “supositorio” en su bello y sensual popó de niñita…
Lentamente me separé de ella, me puse de pie, tomé la crema Nivea, la tomé de la mano, la ayudé a levantarse del sillón y le dije “Vamos”, sin darle opción a que se opusiera. Y partí con ella a su dormitorio…
No necesité decir nada más, ella sabía muy bien lo que íbamos a hacer… Ahora ella sería la inocente alumna candidata a numeraria, y yo su cruel y sádico guía confesor…
La pobre iba haciendo pucheros como niñita chica, susurrando “Pucha ooohhh… pucha ooohhh…”, retorciéndose entre el deseo y el susto… pero dejándose llevar, sin oponer resistencia…
Camino a su pieza, pasé por el baño y tomé una toalla limpia. La empapé con agua caliente y la estrujé para que quedara humedecida. Ella miraba y se mordía las uñas nerviosamente. “Oye… ¿Para qué es la toalla…?” me preguntó con un hilo de voz, muerta de susto. Me acerqué y le dije al oído “Para tu popó… cuando terminemos”. Hizo un puchero como bebé y se mordió el labio inferior.
La llevé de la mano hasta su dormitorio. Dejé la crema Nivea y la toalla sobre la cama y miré la hora en el reloj de su velador. Faltaban más de tres horas para que llegara su mamá del trabajo, por lo que teníamos tiempo de sobra para una buena sesión de iniciación en el voluptuoso arte de la subyugación y sometimiento anal…
Nos besamos apasionadamente, de pie a un costado de su cama, ella con sus brazos en mis hombros y yo tomándola de la cintura y acariciándole el pompi. Ya le había desabrochado los jeans y le había abierto algo el cierre cuando estábamos en el sillón del living, así es que me separé ligeramente de ella y lentamente terminé de abrírselo. Seguía gimiendo como niñita chica mientras nos besábamos. Tenía los ojitos cerrados y los brazos como sin fuerza, y como que le temblaban y se le doblaban las rodillas… Mi preciosa Paulita trataba de oponerse, pero en el fondo ya estaba rendida…
La dí vuelta de golpe, para que quedara de frente a la cama, conmigo abrazándola por detrás.
Entre gemidos y pucheros, y con los ojitos entrecerrados, seguía susurrando “Pucha ooohhh…”
Entonces, sin hacer caso de sus gemidos y protestas, le tomé los jeans por los lados, metiendo mis pulgares entre los calzones y sus caderas, y lentamente comencé a bajarle los jeans y los calzones juntos… Ella me tomó las manos, parecía que se retorcía entre el impulso de tratar de detenerme, y el deseo de ayudarme a bajárselos… Se los bajé un poco, exasperantemente lento, desplazando mis manos de adelante hacia atrás, sólo hasta que comenzó a aparecer la hendidura entre aquellas blancas y perfectas redondeces…
Me detuve un momento, la abracé y ella giró la cabeza, y manteniéndome pegado detrás de ella, nos dimos un tierno beso con lengua… Ella suspiró profundamente con los ojos cerrados y me mordió ligeramente el labio inferior…
Me separé un poco hacia atrás, le tomé la nuca con la mano izquierda y le bajé la cabeza hacia adelante, y simultáneamente le metí la mano derecha por detrás y le hice cosquillitas con mis dedos en la hendidura del popó, pero sin llegar al rosado orificio, que estaba todavía protegido por los jeans y los calzoncitos, los que aún cubrían la mayor parte de su redondo y sensual popín… Ella se quejó, pero como que ya no podía resistirse a la excitación y el deseo… Seguía con los ojitos cerrados, respirando entrecortado…
Le tomé de nuevo los jeans y los calzones por los lados de las caderas y seguí bajándoselos lentamente, esta vez sin detenerme, hasta que todo su precioso culito quedó al aire, expuesto y vulnerable… Y ella ya no opuso ninguna resistencia…
La volví a abrazar tiernamente por detrás, ella se apretó a mí y me tomó los brazos… Solita giró la cabeza y me besó en la boca… Yo la besé en el cuello y le acaricié las tetitas… ella pegó su popín desnudo al bulto en mis pantalones… y lo movió de lado a lado, como buscando sentir el bulto en su hendidura… Como tratando de sentir el duro y caliente “supositorio” que le iba a clavar en su popó…
Mientras ella frotaba su popó contra mi bulto, le desabroché uno a uno los botones de la blusita. Ella sola se sacó la blusa y la dejó en la cama. Le desabroché el sostén en la espalda y ella se lo sacó y lo dejó sobre la blusa. Me desabroché la camisa y me la saqué. La abracé y le acaricié suavemente los pezones… y ella me acarició el bulto con una de sus manitos…
Entonces, poniendo mis labios en su oído, susurré en voz baja pero con firmeza:
“Ahora yo voy a ser tu Guía, tu Amo y tu Maestro… Y tú vas a ser mi Alumna, sumisa y obediente… ¡Agáchate y prepárate para ser sometida…!”
La pobre tembló enterita con mi orden, e hizo un pequeño puchero… Me separé un poco de ella, le tomé suavemente la nuca por detrás con mi mano izquierda y la cadera con mi mano derecha, y comencé a bajarle la cabeza hacia adelante, obligándola a agacharse sobre la cama… Y ella, ya totalmente rendida, se inclinó hacia adelante hasta apoyar los brazos en la cama, dejando bien paradito su popó desnudo.
¡Qué potito más precioso…! Era aún más bello y sensual que lo que se podía adivinar por encima de sus jeans apretados.
A Paula le gustaban los peluches, y yo ya le había regalado varios que ella había puesto en la cabecera de su cama. Tomé uno de sus peluches favoritos y dos almohadas y se los pasé para que los abrazara. Ella abrazó su peluche y hundió la cara en las almohadas, apoyando los codos sobre la cama. ¡La preciosa Paulita estaba lista para sufrir y gozar con el más erótico, depravado y voluptuoso acto sexual!
Viéndola en esa posición, agachada sobre la cama, abrazando las almohadas y su peluche, parando el potito, temblando de excitación y lista para que este negro sádico la penetrara por el popó … Yo ya no podía más de caliente… ¡¡El bulto me dolía dentro del pantalón de tan dura que tenía la estaca…!!
Pero tenía que controlarme… Sí, porque esta preciosura no sólo era primeriza… Esto era algo demasiado especial… Esta lindura, recién egresada de uno de los colegios más católicos, más puritanos y cuicos de Santiago, como ya les conté, pertenecía a una de las familias más aristocráticas del país, formada en un ambiente ultra conservador, y por supuesto totalmente virgen… En circunstancias normales, siquiera pensar en la posibilidad de meterle mi pirulón por el popó a una mocosa recién egresada de ese colegio tan católico, cuico y puritano habría sido ridículo, absurdo, una fantasía sexual totalmente imposible…
Y sin embargo, aquí está ella, con los jeans y los calzones abajo, a poto pelado, agachada en el borde de su cama, parando bien el potito y abrazando tiernamente a su peluche, tiritando de excitación y de susto, lista para que yo le ensarte mi grueso y duro pirulón en su tierno popó de niñita…
Y por extraño que parezca, todo gracias a que no quería perder la virginidad, y a que en su colegio fue testigo de una sesión de penitencia que jamás debería haber visto, en la que un cura le enchufó el mismo “supositorio carnal” en el popó a una alumna candidata a novicia…
Esta era la primera vez que le iba a clavar mi pirulón en el popó a una mocosa así de aristocrática… Me acordaba de la Princesa Rusa y del primo que le dio duro por el popín hasta que ella se desmayó de placer… ¡Pero no! Por muy caliente, excitada y ansiosa que estuviera mi Paulita… Iba a tener que aplicar toda mi experiencia y todo lo aprendido… Para asegurarme que gozara y disfrutara cada segundo, con una mezcla perfecta de placer y dolor… Para demostrarle a mi preciosa Paulita el verdadero secreto del arte del sexo anal: Que el máximo placer sexual de una niña, independiente de su estatus social, lo alcanza cuando su macho caliente y dominante, la somete y la penetra lentamente por el pompi… Y ella aprende a someterse completamente, en cuerpo y alma… y a gozar y disfrutar intensamente con el sufrimiento de la más erótica y voluptuosa sumisión sexual…
Obviamente esos curas confesores conocían bien este arte, y sabían hacerlo súper bien, por algo esa alumna de octavo año quedó feliz después de la penitencia… Y obviamente, Paula ya sabía que las alumnas lo pasaban bomba cuando los curas las penetraban por el popó… O sea, el desafío era grande: Yo iba a tener que hacerla sufrir y gozar por el popó hasta volverla loquita, igual que los curas con las alumnas… Sí, iba a tener que sacarle lágrimas y sollozos poniéndole mi “supositorio carnal” en su popó… Pero de forma tal, que al final mi Paulita quede toda feliz y regalona, igual que esa mocosa futura novicia… ¡Esos curas no podían ganarme…!
Tomándola de las caderas, me acerqué lentamente y me agaché sobre ella hasta que mi boca quedó en su oído. Ella sintió el bulto de mi pantalón presionando su desnudo popó, y se abrazó con más fuerza a su peluche, con la carita hundida en las almohadas. La pobre Paulita estaba tiritando de pies a cabeza…
Acariciándole suavemente el pelito y el cuello, le susurré en el oído:
“Eres una niña absolutamente preciosa, amor… Tienes un cuerpo y un popó bellísimos…Sí, mi alumna es la niñita más linda, la más tierna y dulce de todas…”
“… G-gracias…” me respondió, con la voz entrecortada y ahogada en las almohadas.
Le dí un beso en la mejilla y me levanté. Tomé el pote de crema Nivea, lo abrí y lo puse sobre la cama. Ella giró la cabeza para ver lo que yo estaba haciendo, y se mordió el labio inferior. Metí dos dedos de mi mano derecha en el pote y los saqué con abundante crema. Se los mostré, y con un movimiento exageradamente lento, los acerqué a su desnudo culito, diciéndole muy serio y con voz grave:
“Ahora yo, tu guía, amo y maestro, voy a prepararte el popó… Sí, te voy a preparar el popó, mi dulce, preciosa e inocente alumna… para la terrible penitencia a la que te voy a someter… ¡Sin piedad!”
Al escuchar esta sentencia, que sonaba un poco en broma, la linda Paulita primero sonrió, pero como en el fondo sabía que ésto iba en serio, soltó una especie de lloriqueo mezclado con la sonrisa y me miró mordiéndose los labios, muy asustada…
La tomé de la cadera con la mano izquierda. Suavemente le introduje los dedos con crema en la hendidura entre las nalgas. Ella me seguía mirando, y dio un saltito al sentir la fría crema. Lentamente, comencé a subir y bajar por la hendidura moviendo los dedos hacia los lados, esparciendo la crema, siempre tomándola firmemente de la cadera con mi mano izquierda. A propósito, me demoré una eternidad en que mis dedos llegaran a rozar ligeramente su rosado ano. Y cuando por fin le rocé el orificio, dio un pequeño respingo, soltó un gemido y se aferró a su peluche.
Le acaricié ligera y suavemente los rosados labios del pequeño hoyuelo, y ella suspiró profundo varias veces y crispó las manitos en las almohadas. Sintiendo el roce de mis dedos con la crema, abría y cerraba y pulsaba nerviosamente el ano, gimiendo de placer…
Subí con mis dedos muy lentamente por la hendidura, hasta salir totalmente. Unté mis dedos con más crema, y con un movimiento ultra lento, volví a metérselos por el centro de la hendidura, de arriba hacia abajo. Y otra vez bajé y subí varias veces entre los cachetes, muy lentamente, milímetro a milímetro, hasta que le rocé el ano. De nuevo dio un respingo y soltó un ligero gemido. Esta vez le mantuve un buen rato los dedos en el pequeño orificio, acariciándolo suavemente con la crema, con movimientos circulares ultra lentos y suaves, combinando estas suaves caricias con unas ricas cosquillitas directamente en el centro del rosado hoyuelo. Simultáneamente, con la otra mano, le acaricié el pelito y la nuca y bajé muy suavemente, acariciándole el cuello, los hombros y toda la espalda, con mucho cariño y ternura.
Ella hundió la cara en las almohadas, abrazando su peluche, y se puso a hacer pucheros como niñita chica. Sentía que relajaba y abría el ano, como deseando que mi pirulón entrara pronto por esa puerta prohibida. Y yo seguía acariciándole suavemente los labios del rosado orificio, con lentos movimientos arriba-abajo y hacia los lados, separándole ligeramente las nalgas, esparciendo bien la crema en el orificio y todo alrededor del mismo, y con la otra mano acariciándole toda la espalda, los hombros, el cuello y la nuca, maximizando su sensación de ternura, cariño y bienestar, para que se relajara totalmente.
La bella y aristocrática Paulita, abandonando todas sus inhibiciones de niñita cuica, se retorcía de excitación y placer, gimiendo y haciendo pucheros con la cara hundida en las almohadas.
Una vez más le saqué los dedos de la hendidura, los volví a untar con crema en el pote y volví a repetir todas las caricias y cosquillitas, bajando y subiendo y entrando poco a poco por la hendidura entre los cachetes, hasta rozarle ligeramente el ano. Y ahí me mantuve de nuevo un largo rato, jugando con mis dedos en su popó, haciéndole cosquillitas en el delicado orificio, acariciándole y lubricándole el hoyuelo con la crema, mientras sentía cómo aumentaba la excitación y ansiedad de la pobre Paulita, que hundía la cara en las almohadas y gemía y apretaba su peluche entre quejidos y pucheros.
Lentamente, le saqué los dedos de la hendidura y le acaricié las perfectas redondeces, esparciendo los restos de crema sobre la tersa y blanca piel de aquel precioso popín.
Y sin previo aviso… ¡Le dí una fuerte palmada en uno de los cachetes!
“¡¡AYYYYYYYY…!!” se quejó ella, girando la cabeza y mirándome de reojo, con una mirada de sorpresa y haciendo un puchero como de niñita castigada…
De nuevo le introduje los dedos lentamente entre las nalgas, le acaricié el ano y le hice cosquillitas con la punta de un dedo. Ella hizo otro puchero y hundió de nuevo la cara en las almohadas.
Y otra vez, retiré mi mano y le dí una fuerte palmada en el otro cachete.
“¡¡AYYYYYYYYY…!!” volvió a quejarse Paula, pero esta vez no me miró, sino que se quedó quieta, ojitos cerrados y bien abrazada a la almohada, como expectante, temblando enterita.
Le metí los dedos entre las redondeces y le acaricié suave y voluptuosamente el ano. Ahora ella no hizo ningún puchero, sino que suspiró profundo y dijo “Mmmmmmm….”, abrazándose fuertemente a su peluche y a las almohadas.
Le saqué los dedos de la hendidura y le acaricié las nalgas. Y le dí dos fuertes palmadas, una en cada cachete. “¡MMMMMMM…! ¡MMMMMMMM!” se quejó ella con la cara hundida en las almohadas. Y de nuevo se quedó quieta, ansiosa y expectante, temblando de pies a cabeza.
Una vez más unté mis dedos con crema y le acaricié suavemente el hoyuelo del popó. Ahora sentía en mis dedos que lo relajaba y lo abría y cerraba mucho más que al principio. Sintiendo mis caricias y cosquillitas, ella balbuceaba unos gemidos ininteligibles, ahogados en la almohada.
Le acaricié cariñosamente todo el pompi. Tenía los cachetes rojos con las palmadas. Ella temblaba casi descontroladamente. Repetí varias veces el ritual de cosquillitas en el ano con abundante crema, alternadas con fuertes palmadas en sus nalgas. Y entre caricias y palmadas, subía mis manos acariciando toda su espalda, abrazándola tiernamente, besándole la espalda, acariciándole los pechitos y pellizcándole muy suavemente los pezones.
Después de varias repeticiones de este ritual de “tan tan a poto pelado”, besos en la espalda, suaves pellizcos en sus pezones y cosquillitas en su ano, me acerqué y le dije al oído:
“Ahora mírame…”
Ella giró la cabeza y me miró, con los ojitos entrecerrados.
Con movimientos deliberadamente lentos, me abrí el cierre, me bajé los jeans y los briefs, tomé mi duro y enhiesto pirulo y se lo mostré, blandiéndolo frente a ella como una lanza amenazante…
Al ver el verdadero “supositorio” que le iba a poner en su popó, la pobre Paulita hizo un puchero y soltó un sollozo como de niñita chica, aunque fue como un sollozo falso, de puro nervio… Y no se movió, simplemente se abrazó más fuerte a las almohadas y a su peluche, y me quedó mirando entre fascinada y horrorizada, temblando y estremeciéndose al escuchar lo que yo le decía:
“Este es el instrumento de tu castigo y penitencia, amor… Este es el supositorio que YO, tu Guía, Amo y Maestro te voy a poner en el popó a TI, mi bella e inocente alumna… Míralo bien, amor… Mira bien todo su largo y grosor… Y prepárate… Porque con este supositorio, vas a ser castigada, subyugada y sometida por el popó… ¡Hasta el fondo!”
Tomé el pote y con movimientos exageradamente lentos, me eché crema en toda la cabeza y en todo el tronco del pirulón, hasta la base… Con ésto, le estaba dando a entender claramente que no le iba a meter la pura puntita en su popó… sino que le iba a clavar el pirulón entero… Hasta la base…
Y ella entendía perfectamente bien la insinuación, porque me miraba el pirulón y se mordía el labio inferior, y hacía hipidos y pucheros, y se le entrecortaba la respiración, como con ahogos de excitación y susto…
La tomé de la cadera con mi mano izquierda, blandiendo el “pirulón-supositorio” con mi mano derecha. Ella seguía mirando hacia atrás con carita de terror. Le apreté la cadera con firmeza, y comencé a acercarle la cabeza del pirulón al popó.
Siempre con la mano izquierda en su cadera, rocé suavemente la cabeza contra la parte central de la hendidura entre las blancas y tersas nalgas. Ella dio un saltito al sentir el contacto. Y ya totalmente entregada y dispuesta al sacrificio, murmuró en un susurro apenas audible:
“Ooohhh… Dios mío… te ofrezco… esta penitencia… en pago… p-p-por mis pecados…”
Y acto seguido, abrazó su peluche con fuerza, hundió la cabeza en la almohada, paró el potito y se puso a susurrar frases ininteligibles, temblando y tiritando de pies a cabeza…
Mmmmm… Esta mocosa realmente se tomó en serio la tesis de los curas y las prenumerarias de su colegio, pensé. Pero, hey, si la hace feliz, ¿quién soy yo para discutirle? ¡Ahora con mayor razón tenía que satisfacerle hasta sus más profundos deseos anales!
Muy lentamente, comencé a meterle la cabeza del pirulón en la hendidura entre las nalgas, separándolas hacia los lados y acercándome milímetro a milímetro al pequeño orificio…
Ella casi como que estaba aguantando la respiración, de pura ansiedad y nervios.
Y justo antes de llegar al ano, retrocedí un poco y seguí rozando y separando los cachetes hacia los lados, pero sin llegar a tocar el orificio prohibido.
La pobre Paulita retorcía y apretaba su peluche, y susurraba cosas ininteligibles, con la cara totalmente hundida en el peluche y las almohadas.
Subí por la hendidura, paseando juguetonamente la cabeza y separando las nalgas hacia los lados pero sin rozarle el ano, y repetí la operación de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba varias veces. La ansiedad de la pobre Paulita aumentaba más y más con cada pasada del pirulón-supositorio justo frente al ano, rozando y separando los cachetes, pero sin llegar a tocar el pulsante y deseoso orificio…
Y en una de las bajadas del pirulón-supositorio por la hendidura, rozando y separando ligeramente los cachetes, cuando estaba justo frente al pequeño orificio, moví el pirulón suavemente hacia los lados, separando las nalgas, y comencé a avanzar, acercándome cada vez más al tierno y rosado ano de Paulita. Ella se quedó quieta, tensa y expectante, esperando ansiosamente sentir por fin la punta del pirulón-supositorio en su virgen orificio trasero.
Y esta vez la complací.
Avancé lentamente, hasta que la punta de la cabeza tocó ligeramente el hoyuelo.
Mi bellla e inocente “alumna” dió un respingo, soltó un gritito y se estremeció entera, al sentir la caliente cabeza tocando el delicado hoyuelo de su popó. Se aferró a las almohadas, y me pareció que trataba de relajar y abrir el ano ella misma, como para facilitar la penetración.
Pero en vez de penetrarla, comencé a rozarle y acariciarle el ano con la cabeza del pirulón-supositorio, con suaves y lentos movimientos ligeramente circulares, arriba-abajo y hacia los lados.
Sentía cómo crecía la desesperación de mi preciosa Paulita. Sentía cómo trataba de relajar y abrir el pequeño orificio, meneando sensualmente el popó, dando empujoncitos hacia atrás como tratando de ensartarse en la estaca ella misma. Pero yo no la dejaba, sujetándola firme de la cadera y acariciándole juguetonamente los labios del ano con la punta de mi pirulón-supositorio, pero sin penetrarla ni un milímetro.
Hasta que en uno de los movimientos, le puse la cabeza bien centrada en el orificio, y empujé un poco, pero sólo un poco. El ano se le abrió ligeramente, y ella gimió con desesperación, estremeciéndose de pies a cabeza. Pero antes que la cabeza alcanzara a entrar, retrocedí y volví a los suaves y eróticos roces.
Jugué así con ella un buen rato, repitiendo lo mismo una y otra vez, como un gato jugando con su ratoncita… Y ella se desesperaba cada vez más… Mi preciosa Paulita ya no podía más de excitación, ansiedad y deseos.
Hasta que en un momento en que la cabeza del pirulón-supositorio quedó perfectamente centrada en el ano de mi linda Paulita, sujeté mi lanza en esa posición y no me moví más…
Ella supo de inmediato que el momento había llegado… Ahora sí… ¡Por fin…! Le iba a clavar mi pirulón-supositorio en su tierno popó de niñita…
Se quedó súper quieta, temblando y aguantando la respiración…
La sujeté con fuerza de la cadera con mi mano izquierda, y tomando firmemente mi pirulón con la mano derecha, empecé a empujar hacia adelante…
Y lentamente…
Muy lentamente…
El popó se le empezó a abrir…
La pobre Paulita gimió y chilló desesperada… Y mordió y rasguñó la almohada, casi como tratando de rasgarla, sintiendo cómo el popó se le abría con la lenta penetración de la cabeza de mi pirulón…
El popó se le abrió más… Y más… Y más…
Hasta que la cabeza del pirulón pasó entera el primer esfínter…Y ahí me detuve. Al sentir la cabeza entera dentro de su popó, ella soltó un gemido gutural, como un animalito salvaje…
Siempre sujetándola con fuerza de la cadera, retrocedí suavemente hasta que la cabeza salió entera de su popó. De nuevo empujé hacia adelante, el ano se le abrió poco a poco y la cabeza volvió a entrar, hasta pasar otra vez el primer esfínter. Ella gimió y mordió y arañó las almohadas con desesperación.
Volví a retroceder lentamente, y por tercera vez empujé y la penetré hasta que la cabeza pasó de nuevo el primer esfínter. Más gemidos, quejidos y rasguños desesperados.
Empecé a repetir esta penetración una y otra vez, siempre muy lenta y suavemente, y siempre pasando sólo el primer esfínter con la cabeza. La pobre Paulita gemía y se estremecía con cada penetración como si fuera a desmayarse. Yo sabía que si me mantenía sólo abriéndole el primer esfínter, ella sentiría un gran placer, pero totalmente insuficiente para satisfacer sus verdaderos deseos. Incluso, como Paula era súper laxa, aunque hubiera tratado de oponerse, la penetración hasta pasar el primer esfínter igual habría sido demasiado poco y demasiado fácil como para satisfacer sus deseos. Pero más encima, la linda e inocente Paulita estaba más caliente que una olla hirviendo y quería y deseaba ser penetrada por el popó hasta el fondo, y ella misma empujaba hacia atrás y abría el orificio sin ninguna inhibición.
Otro pequeño paréntesis técnico: El primer esfínter es controlado en forma consciente por las niñas; el segundo esfínter no es controlado conscientemente por ellas, pero si la niña está realmente excitada y deseosa, aunque sienta mucho sustito de ser penetrada por el popó, el segundo esfínter también se le relajará totalmente, con los estímulos apropiados del “supositorio”.
Por eso, y como mi linda Paulita era súper laxa, estoy seguro que podría haberla penetrado de una, y el pirulón-supositorio le habría entrado entero y hasta el fondo del popín, casi sin esfuerzo. Pero como era primeriza, tal vez podría haber sido demasiado, y yo quería que gozara y disfrutara, pero sin llegar demasiado rápido al máximo del sufrimiento y placer anal sadomasoquista… Así es que seguí metiéndole el pirulón-supositorio una y otra vez, pero sólo haciendo que la cabeza pasara el primer esfínter… Y con cada avance ella emitía una especie de sollozo ahogado, gutural, de puro placer, abrazada a su peluche y con la cabecita hundida en las almohadas… Pero también de ansiedad y deseo frenético de que la penetrara más profundo, mucho más profundo en su sensual popó…
Después de un buen rato pasando sólo el primer esfínter, con Paulita empujando desesperada hacia atrás, y yo, como buen negro malvado, penetrándola sólo con la cabeza entre los dos esfínteres, evitando abrirle el segundo anillo… decidí punzar un poco el segundo esfínter, a ver cómo respondía.
Retrocedí hasta salir de su popó. Mi bella “alumna” meneó el pompi desnudo en el aire, ofreciéndomelo sin inhibición alguna… lo movía y quebraba las caderas y empujaba hacia atrás, con pequeños gemidos de angustia y protesta por haber sido abandonada…
La sujeté con fuerza de la cadera y con la mano derecha le puse de nuevo la cabeza del pirulón-supositorio bien centrada en el ano…
Ella adivinó de inmediato lo que venía, y se preparó hundiendo aún más la carita en su peluche y las almohadas y crispando las manitos con todas sus fuerzas, parando el popó todo lo que pudo y aguantando la respiración…
Comencé a empujar poco a poco hacia adelante. El primer esfínter se le abrió sin resistencia alguna, mi linda Paulita ya estaba completa y totalmente relajada. Ella ahora ni siquiera gemía, sino que hacía unos sonidos ahogados y extraños, como quejidos entre sollozos agónicos.
Seguí empujando, y el pirulón-supositorio siguió entrando lentamente, hasta que sentí el segundo esfínter. La pobre Paulita se estremecía con estertores cada vez más descontrolados, a medida que mi pirulón-supositorio entraba más y más profundo en su popó. Y tal como sospechaba, con toda la excitación y el deseo de ser penetrada por el popín, mi linda Paulita había relajado también el segundo esfínter, y como era súper laxa, al estimularlo con la punta del pirulón-supositorio, se abrió fácilmente, como una flor, apretando apenas la punta de mi viril lanza.
Mantuve la presión, y sentí cómo la cabeza pasó lentamente, milímetro a milímetro, el segundo esfínter de mi bella Paulita…
La pobre emitió un largo sollozo, estremeciéndose con una convulsión violenta…
Se puso tensa un instante, sentí que pulsaba el popó con unas rápidas contracciones…
Y se relajó en un océano de placer…
¡Primer orgasmo anal de mi linda Paulita!
Me detuve, y por un rato mantuve el pirulón-supositorio en esa posición, moviéndolo suavemente dentro de su culito, para maximizar sus sensaciones de subyugación, sometimiento y sumisión total…
Y ella balbuceaba y gemía y se quejaba y sollozaba descontroladamente, retorciéndose de placer…
Retrocedí muy lentamente, hasta que la cabeza salió del segundo esfínter…
Y lentamente empujé de nuevo hasta que la cabeza abrió y pasó de nuevo este segundo anillo. Y otra vez la pobre Paula se puso tensa, gimió como un animalito salvaje y se estremeció descontroladamente… Para la pobre Paulita, el estímulo de aquella mezcla de placer y dolor al abrirle el segundo esfínter era como una explosión atómica… La más intensa sensación erótica que había sentido jamás…
Repetí el procedimiento varias veces, retrocediendo lentamente pero sin salir del primer esfínter, y volviendo a penetrarla hasta pasar el segundo. Y cada vez que la cabeza del pirulón-supositorio pasaba el segundo esfínter, ella gemía como loca y se estremecía entera… y en esa posición, le movía la lanza dentro del popó, con movimientos lentos y voluptuosos, y ella gemía y mordía y rasguñaba las almohadas hasta casi rasgarlas…
Estaba sufriendo y disfrutando como jamás en su vida…
Después de un largo rato con este lento y suave mete-saca, al final de un avance, mantuve mi pirulón-supositorio dentro de su popó, y con la cabeza entera pasado el segundo esfínter, me agaché sobre ella, le acaricié el pelito y le dí un beso en la mejilla.
Paulita giró la cabeza y le dí un beso en la boca. Estaba roja como tomate, con la carita mojada de transpiración y con lágrimas en los ojitos… ¡Pero súper relajada, toda regalona y feliz!
Le revolví suavemente el pirulón-supositorio dentro del pompi, y le pregunté al oído:
“¿Te gusta?”
“Ayyyy… Síiiiiiiiiiiii… Me duele, pero me gusta… Me gusta demasiado… Es un dolor riiiicooooooo…”
“¿Te gusta que te haga sufrir por el popó?”
“Síiiiiii… mucho…”
Wow… ésto me daba la oportunidad perfecta para seguir con la onda de la “Alumna” y su sádico “Guía y Maestro”, y prepararla para la penetración hasta el fondo…
“Pero eso significa que hasta ahora no has sufrido demasiado… Y mi deber como tu Guía, Amo y Maestro, es hacerte sufrir al máximo, tal como lo ofreciste en pago por tus pecados, como buena Alumna… Y debes cumplirlo…”
“…Ayyy… sí sé… Sí séeeeee…”
“Entonces… Ahora sí que vas a sufrir al máximo este castigo y penitencia, como te mereces… Porque te voy a penetrar hasta el fondo… Y voy a acabar dentro de tu popó”
“Oooohhhh…»
“¿Lo deseas…?” le susurré al oído.
“Tú sabes que sí…” me respondió, con un susurro apenas audible… Y me miró con pasión y se mordió el labio inferior… ¡Mi linda Paulita estaba lista para sufrir y gozar con la penetración anal al máximo, hasta el fondo!
Le dí un suave beso en los labios y le susurré en el oído: “Prepárate…” Ella se abrazó muy regalona a las almohadas y su peluche, y hundió la carita.
Me incorporé, y comencé a retroceder lentamente… sentí cómo la cabeza salía del anillo del segundo esfínter… y seguí retrocediendo suavemente hasta que salí del primer esfínter. Paula gimió, se quejó y meneó el potito, como protestando por haberle sacado la lanza del pompi… Le miré el rosado ano, y ella lo abría y cerraba a voluntad… ¡La bella e inocente Paula había aprendido a abrir y relajar totalmente su tierno popó de niñita cuica…!
Le puse la punta de la cabeza bien centrada en el pompi. Sentí cómo ella trataba de abrir el ano al máximo, deseando el ataque de mi viril estaca.
La tomé con fuerza de las caderas, empujé y le metí lentamente el “supositorio” hasta que la cabeza pasó el primer esfínter. Ella gimió y se estremeció enterita con la penetración.
Me detuve un instante, y de nuevo empujé, con suavidad pero sin piedad, hasta que la cabeza del caliente “supositorio” topó el segundo esfínter. Sentí el anillo alrededor de la punta, y seguí empujando, lento y suave, pero sin detenerme. El segundo esfínter se le abrió sin ninguna resistencia, y la cabeza pasó lentamente, hasta que el anillo quedó apretando blandamente el tronco detrás de la cabeza. Ella gimió y rasguñó las almohadas y lloriqueó como niñita chica. Repetí el lento y sádico mete-saca de la cabeza, pasando el segundo esfínter varias veces, y el pirulón le entraba con una facilidad increíble. La pobre temblaba y se estremecía con estertores y gemidos agónicos cada vez que la cabeza pasaba el segundo esfínter… Los laxos esfínteres de mi preciosa Paulita ya estaban totalmente relajados y abiertos… Sí… Ya estaba lista para ser penetrada hasta el fondo…
Con la cabeza del pene justo dentro, entre ambos esfínteres, la tomé con fuerza de ambas caderas… Ella adivinó que ahora sí la empalada sería sin piedad, hasta el fondo…. Se aferró desesperadamente a las almohadas, preparándose para la cruel y brutal embestida…
Y comencé a empujar…
La cabeza abrió sin esfuerzo el segundo esfínter… La bella Paulita soltó un largo y agónico “¡¡¡MMMMMMMMMM…!!!”
Pero esta vez no me detuve… Sujetándola con fuerza de ambas caderas, seguí atrayéndola hacia mí… Y mi pene siguió entrando lentamente en su bello popó… milímetro a milímetro…
Y entró…
Y entró…
Y entró…
Más y más profundo…
La pobre Paulita sollozaba descontroladamente, entre estertores y temblores que la estremecían de pies a cabeza… Arañaba y mordía las almohadas y el peluche, balbuceaba quejidos, chillaba y hundía la cara en las almohadas y soltaba unos bramidos ahogados, agónicos… La nuca, los hombros, la espalda y los bracitos se le pusieron brillantes de transpiración… Gruesas gotas de transpiración mojaban por su carita, confundiéndose con las lágrimas de sus desconsolados y desesperados sollozos…
Pero yo, su cruel Guía Confesor, Amo y Maestro, decidido a cumplir mi promesa, no me detenía, y la seguía penetrando por el popó, cada vez más profundo…
Veía cómo el ano se le dilataba más y más, a medida que la penetraba… Sentía el anillo del primer esfínter deslizarse lentamente alrededor del tronco de mi pene, cada vez más atrás… pasando un tercio… y la mitad… y dos tercios… acercándose lentamente a la base, a medida que entraba más y más profundamente en su popó…
Las redondas y tersas nalgas de Paulita comenzaron a apretarse contra mi bajo vientre…
Ella seguía balbuceando gemidos ininteligibles, entre sollozos, ahogos e hipidos…
Sádicamente, seguí apretándola contra mí, empujando hacia adelante…
Sus cachetes ya estaban pegados a mi bajo vientre, pero mi pene todavía seguía entrando… Mantuve la presión, y sentí cómo lentamente, entraban hasta los últimos milímetros de la cruel estaca…
Y finalmente, tras esta lenta, cruel y sádica empalada, el popó de mi preciosa “Alumna” quedó totalmente pegado a mí…
Sus piernas temblaban, pegándose a las mías, y sentía cómo su ano, dilatado al máximo, pulsaba y apretaba ligeramente mi pene en la mismísima base…
¡Mi pirulón-supositorio estaba entero dentro del popó de mi bella y aristocrática Paulita…!
La pobre Paula, entre sollozos, soltaba unos gemidos y quejidos como berridos desesperados, y se estremecía con unos estertores tan violentos, que pensé que se iba a desmayar…
La mantuve así un buen rato, con mi pirulón entero dentro de su popó, moviéndolo suavemente hacia los lados y en forma circular, y con unos rápidos punteos mete-saca que la hacían balbucear unos gemidos guturales, casi como maullidos de una verdadera gatita salvaje… La pobre temblaba descontroladamente, entre hipidos y sollozos y llanto desesperado… y rasguñaba y mordía las almohadas con tanta fuerza, que pensé que les iba a romper la funda…
Me concentré en el lento y suave punteo, hasta que en un último avance, sentí el calor de un súper potente orgasmo subiendo por mi cuerpo, y acabé y le mandé chorro tras chorro tras chorro de semen en lo más profundo de su popó…
La linda Paulita sintió mis espasmos con cada chorro de líquido caliente que inyectaba en sus entrañas, y empujó el culo hacia atrás con todas sus fuerzas, clavándose mi pirulón al máximo, y soltó un largo y agónico “OOOOHHHHH…” Y también acabó con un último orgasmo, tan intenso, que cuando dejó caer la cabeza y hundió la cara en las almohadas, parecía que había quedado inconsciente.
Cuando acabé dentro de ella, yo sabía que se le iban a doblar las rodillas e iba a colapsar sobre la cama, así es que me agaché sobre ella, la abracé y lentamente colapsamos juntos. Así evité que el pirulón retrocediera de golpe y se le saliera del popó.
Le dí un besito en el cuello. Ella seguía colapsada, con la carita hundida en las almohadas. Giró la cabeza, tenía la cara brillante y roja como tomate, toda empapada de sudor… Y gruesas lágrimas le corrían por las mejillas. ¡Mi pobre Paulita había llorado de verdad!
Nos besamos largamente, ella con la cabecita girada hacia mí y todavía abrazada a su peluche y a las almohadas, yo sobre su espalda, abrazándola con ternura, y con mi pirulón todavía clavado profundamente en su popó.
Después de un buen rato regaloneándola, me incorporé lentamente, manteniéndome pegado a ella, sin sacarle el pirulón del popín. Tomé la toalla con una mano y la tomé de una cadera con la otra, y comencé a retroceder muy lentamente. Poco a poco le fui sacando la lanza del pompi… La cabeza abandonó el segundo esfínter, que pareció contraerse ligeramente. Me sujeté el pirulón con la mano izquierda, y justo antes que terminara de salir del primer esfínter, puse la toalla por debajo. Cuando terminó de salir entero, le pasé la toalla suavemente por el popó de abajo hacia arriba, para evitar que algo de semen pudiera gotear hacia la vagina. El ano se le cerró como si nada hubiera pasado, y en la toalla se notaba sólo algo de crema, y nada de semen.
El macho siempre debe acabar muy profundo en el popó de su niña, esto es súper importante para evitar que algo de semen pueda escurrir del popó al chochi. Como había acabado con mi pirulo clavado hasta el fondo del popó de Paulita, lo de la toalla húmeda en realidad no era muy necesario, pero conociendo lo importante que era este tema para ella, era mejor tomar todas las precauciones posibles.
Me limpié el pirulón con la misma toalla y me puse los briefs y los jeans. Ella seguía colapsada sobre las almohadas en el borde de la cama, muy abrazada a su peluche y con el culo paradito en el aire.
“Ayyyy… No me puedo mover… Me dejaste agotada… Sin fuerza…”
Me acerqué, le acaricié el pelo y le dí un beso en la boca.
“Ahora sé lo que sintió esa pendex de octavo… Con razón gemía y chillaba y lloriqueaba tanto… Tú también me hiciste llorar… ¡Hiciste que se me cayeran las lágrimas…! ¡Negro malo…!”
“Pero gozaste sufriendo, ¿O no, amor?”
“Siiiii… Negro malo… Me hiciste gozar… Me dolió pero me gustó… ¡Eres un malvado! ¡¡¡Hiciste que me gustara sufrir por el poto, negro sádico…!!!”
Me acerqué y le susurré en el oído: “Te dije que te iba a hacer gozar sufriendo… y sufriste y gozaste hasta las lágrimas… ¿O no?”
“Ayyy… Síiiii ooohh… Se me cayeron las lágrimas por todo lo que me hiciste sentir… Es que me excitaste demasiado… Como que perdí el control… Esa sensación de que me estabas como castigando… Como sometiéndome con cariño pero por la fuerza… como que estabas siendo súper tierno pero al mismo tiempo súper sádico y malo conmigo… Es tan excitante… Tan sadomasoquista… Me gustó demasiado… Me hiciste sufrir y gozar como loca… ¡Negro malo! Ahora no me puedo ni moveeeeeeer…”
“Jajaja… Está bien, porque si no me equivoco, ofreciste este “sacrificio” en pago por tus pecados… Así es que “pagaste” igual que la pendex de tu colegio… ¡Y sigues siendo virgen!”
“Ay… Síiiiii… Tenías razón… Es bacán… ¡Oye, malvado, ahora me hiciste adicta al sexo anal…!”
“Bueno, tú ya sabías harto del tema… Te faltaba puro practicar con un negro depravado como yo…”
Paula se incorporó lentamente, me abrazó y me dio varios besitos, mientras me decía:
“Sí… Me faltaba este negro caliente… Ahora mi popó es todo tuyo…”
El popó le quedó un poco irritado, como buena primera vez, pero al otro día ya se le había pasado, y puro quería jugar de nuevo al “Confesor cruel y sádico” y la “Alumna sumisa y obediente”, y que le volviera a meter el “gran supositorio” en el poto. Por si acaso, para asegurarme que se recuperara bien, le dije que mejor esperáramos un día más para la segunda sesión.
Y en esa segunda sesión, se sacó toda la ropa, y muy piluchita la puse en cuatro patas arriba de su cama, se abrazó bien regalona a su almohada y a sus peluches y paró bien el popín, yo me puse detrás de ella y repetí el ritual de la cremita y las palmadas, y cuando ella ya no quería más de ansiosa y cachonda, la penetré lenta y suavemente por el popó hasta el fondo, y se volvió completamente loca…
Como Paulita era hiper laxa, a pesar de ser apenas su segunda vez, los esfínteres se le abrieron y se le relajaron totalmente apenas sintió la punta de mi pirulón en su popó… Así es que casi sin esfuerzo, pero igual lentamente… suavemente… milímetro a milímetro… le metí el pirulón entero en el culito… Hasta el fondo… Y ella gimió y se estremeció y sollozó y acabó varias veces con violentas convulsiones y estertores de sufrimiento y placer… Los dos perdimos la noción del tiempo… Y cuando finalmente acabé dentro de ella, fue uno de los orgasmos más potentes e increíbles que he tenido en toda mi vida…
Y así fue como la linda e inocente Paulita aprendió a gozar sufriendo… con el acto sexual más prohibido, cruel, voluptuoso y erótico que existe…
Pololeamos intensamente todo mi último año en la U, y le gustaba que le diera duro por el popín por lo menos una vez por semana, y a veces más seguido, a pedido de ella misma. La bella y aristocrática Paulita fue posiblemente la más sumisa y obediente esclava anal de todo Chile en esa época. Y tal como le había prometido, nunca perdió la virginidad ni quedó embarazada.
Y no es mucho más lo que les puedo contar, mis valientes niñas lectoras… por protección de la identidad de todas mis ex amantes.
Como recordarán, el propósito de estas memorias era responder la pregunta que alguna vez me hizo una joven y curiosa asistente ejecutiva: Cómo fue que me hice adicto al Acto Sexual Prohibido. Si leyeron hasta aquí, ya conocen muy bien la respuesta.
Y así terminan estas memorias, mis valientes lectoras. Espero que hayan disfrutado cada capítulo, tanto como disfrutaron las protagonistas…
Y ahora…
Búsquense un negro caliente y depravado como yo…
Que las haga sufrir y gozar…
¡Por el popó!
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