PRISIONERO DEL DESEO (2) POR MAUROHOTXXX
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Maurohotxxx.
Sólo que en mi caso se quedó conmigo como su perra y no me dejó de dar hasta que a los seis días salí en libertad. Las noches fueron eternas y llenas de placer con ese macho dominante. Casi no dormí en esa semana. Eternamente enculado por mi macho…Y sometido a todos sus caprichos.
Salió hace algunos años y me buscó. Ahora cada cierto tiempo recordamos esas noches en que fui su hembra… Volvemos a recordarlo con gran placer de ambos…Pero ahora ya no lleva las riendas del poder y soy yo quien se da el gusto de someterlo.
Prometí contar las otras cinco noches y cinco días que venían antes de obtener mi libertad. Y como fui una entera perra en celo suelta entre una jauría de mastines que se revolvían en torno de mí al sentir las emanaciones que brotaban de mi culo sediento de placer y de vergas. Hasta mi género cambió y mi relato lo haré como lo que soy: una hembra, una puta…
La mañana después en que tuve mi rito de iniciación fue el del triunfo de la reina. Así me sentía de poderosa. Sabía que ejercía un embrujo lujurioso entre aquellos machos sedientos. Me solazaba provocándolos. Me paseaba semidesnuda sintiendo las miradas clavadas en mis caderas, que contoneaba como hacen las modelos de pasarela, en mis nalgas que proyectaba hacia atrás para darles volumen… Yo misma sentía erizados golpes de magnética excitación en la entrada de mi culo y alrededor de mi cuerpo… Si se hubiera dado la oportunidad, me sentía dispuesta a ser follada por decenas de penes que depositaran su lechosa y apetecida carga en mi interior. Me veía enculada una y otra vez, llena de semen y chorreando, escurriéndose por mis piernas… La certeza de que era intocable, me llenaba de una energía increíble… Ni la princesa rusa se comparaba con la calentura que sentía…
Esa noche, después de la culeada de rigor de mi macho, recibí la noticia…No sin cierta desazón, porque partía a un universo desconocido y sin la protección de mi hombre.
-Reina- me dijo- lo siento, hice un trato con los guardias que me reportará muchos beneficios.
-Mi cielo, no tienes que darme explicaciones. Soy tuya, tu propiedad y puedes hacer lo que quieras conmigo. Soy tu esclava…dispuesta a lo que quieras hacer conmigo…mientras sea tu perra, aceptaré todo de ti…
-Así me gusta que entiendas lo que ocurre. No te preocupes, si no es acá, no faltará la ocasión de recompensarte fuera de la prisión. Sé que no estarás mucho tiempo con nosotros…
-Mi amo, mi señor – le dije poniendo la cara más sumisa y cautivadora. Lo sé. Y sé que me buscarás después y podremos realizar todo lo que quede inconcluso. Déjame darte una mamada de adiós. Acto seguido le cogí la verga y la acaricié, la sobé y empecé la mejor felación que he hecho y que haré nunca. Presa del delirio en que me encontraba, lo hice explotar dentro de mi garganta y me tragué golosamente el elixir delicioso de su verga.
En tanto, los compañeros de celda, nos observaban con extrañeza. El negro se sobaba el paquete de cuando en cuando y eso me calentaba mucho. Tenía muchas ganas de tenerlo para mí sola.
De pronto, abren las puertas del pasillo y aparecen dos guardias. Uno se queda en la puerta y el otro se dirige a mi macho:
-Ya, terminen la despedida y entrégame a la puta… Dijo socarronamente. Le tenemos asignadas otras tareas.
-Trátamela bien- dijo el bigotudo.
-No te preocupes. La tendrás de vuelta intacta, esta putona es una hembra resistente y caliente y le daremos lo que necesitan esta clase de bellacas. Soltó una fuerte risotada. Acto seguido me sacó de los brazos de mi amo y de un empujón me precipitó en los brazos del otro guardia que esperaba. Cerró la celda y salimos.
Fui llevada a la enfermería, bañada y vestida con la túnica alba de los pacientes. Pero yo no estaba en sala común, sino en una sala exclusiva destinada a los pacientes VIP. Que lo era, me produjo una especie de ansiedad y deseo. Ya estaba preparada para vivir esa experiencia. La incertidumbre es el aliciente que me incita a probar todo, a quererlo todo… Necesito eso, es una droga irresistible que no se sacia nunca…una y otra vez debo seguir el ritual sin acabar nunca esa cadena sinfín de emociones y deseos…
Ya, putita. Ven, ponte ahí. El médico me señaló una silla quirúrgica en que quedaba con las rodillas flectadas y desde esa posición, el facultativo me inspeccionó con la mirada atenta y la mano diestra. Tocó mi pene, estiró el prepucio, sopesó mis cojones… pero lo mejor, vino de improviso cuando me introdujo un espéculo y dilató mi esfínter. Sentía el contacto helado del metal y la fuerza de las pinzas que abrían mi anillo acostumbrado a la penetración de toda clase de objetos, pero más abierto aún a recibir vergas de todos los tamaños y formas, limpias o sucias, bañadas en lubricante o simplemente ensalivadas…
-Está sanito tu orto, putita. Podrás recibir lo que te viene ahora. Dijo y se sonrió socarronamente.
-¿Qué vendrá, doc?
-No puedo decirte nada, pero te aliviaré un poco el dolor. No sabe que estoy acostumbrada al dolor y al sufrimiento extremo, porque forma parte del delirio sexual que me afecta.
Acto seguido, deslizó su grueso dedo medio embadurnado de un gel que adormeció mi esfínter y luego un calorcillo delicioso que me hizo sentir muy caliente y dispuesta a culiar.
-¿No va a probar, doc, su trabajo? Arrastrando las palabras, insinuante.
El médico sonrió y meneando la cabeza salió de la sala de reconocimiento.
Unos minutos después, dos guardias me llevaron a un lugar apartado, oscurecido con gruesos cortinajes y una luz mortecina que una vez acostumbrada, se podía ver que se había convertido en la recámara de un burdel elegante. Sobre el amplio lecho, prendas de lencería fina y elementos de maquillaje.
-¡Prepárate, puta! Que tienes suerte hoy porque tendrás tu merecido. Entre risotadas, cerraron la puerta. Me dispuse a transformarme en la hembra desafiante y lasciva que me gusta ser para los machos que enloquecen y me dan con fuerza y vigor su masculinidad.
Una media hora después, entraron dos robustos enmascarados ataviados con correas de cuero. Me cogieron en vilo y me esposaron a la cama. Mis pies fueron amarrados a los pilotes. Quedé inmovilizada boca abajo en actitud de entrega, mi culo apuntaba hacia los visitantes.
Sentí que se abría de nuevo la puerta.
Una voz estentórea ordenó: ¡Azótenla!
Los dos guardias acataron de inmediato y empecé a recibir azotes alternados en mi espalda y en mis nalgas. El dolor se hizo sentir en los primeros latigazos, después entré en una suerte de hipnosis que se produce cuando el umbral del dolor se ha traspasado.
-¡Está bien! Prepárenla ahora…
Cada guardia procedió a encularme sin miramientos. Sentí sus brutales penetraciones abrir los dos esfínteres y luego me introdujeron una cánula y procedieron a llenarme de líquido hasta que no pude resistir más y exploté…
-¡Otra más! De nuevo…
Dos , tres veces la misma operación.
-¡Está limpia! Dijo uno de los guardias. Mientras procedían a lavarme. Me desataron, pero me vendaron los ojos y no pude ver quién era el amo.
Sentí que me vestían con las prendas que había escogido. Luego sentí la orden de que se retiraran y nos dejaran solos.
Unas manos poderosas me hicieron arrodillarme. Me abrieron la boca. Un ariete descomunal intentando llegar a mi garganta, pero su gigantesca anatomía lo impedía. Sentía que era una parte la que tenía en mi boca acostumbrada a mamar vergas. Un toro atascado en el pozo sin poder entrar ni salir.
-¡Mama, puta! Hazlo bien o te azotarán hasta sangrar! No necesité la repetición de la orden. Como pude intenté tragarme esa mole. Salivé lo más que pude y logré introducir una par de pulgadas más, para luego sacarla y volverla a meter.
-¡Bien, puta, se ve que eres la mejor! Nunca me había mamado así…
Sentí dos borbotones de espesa materia gelatinosa, dulzona y algo ácida. No me desagradó el sabor. No pude tragar todo. Descendió por las comisuras y me mojó el pecho.
Siento que una lengua me pasa por los lugares en que ha caído la carga seminal. Unos brazos potentes me ponen en plancha culo arriba. Siento que me desprenden la tanga de un tirón. La lengua humedecida en saliva y jugo viril hacen un espléndido trabajo en mi raja que se abre como la boca de un bebé que busca el pezón de la nodriza. Sólo que éste no es suave ni maternal, sino duro, descomunal y violento… Me afirma las caderas y procede a introducirlo de una. A pesar de toda mi experiencia, sólo llega hasta la mitad. Los pliegues de mi culo están abiertos y distendidos como si fueran a rasgarse en cualquier momento. No creo haber alcanzado tal dilatación nunca… Es implacable mi agresor: retira un poco de su carne endurecida y vuelve a la carga. No puedo evitar un quejido de puta caliente y oveja sacrificada…
-¿Te duele, puta?
Por mi orgullo, le respondo: ¡No, mételo hasta el fondo, quiero más, dame más!
Un nueva arremetida y esta vez queda solo un par de centímetros de esa tremenda herramienta.
-¡Más, dame más, la quiero toda! Hasta los huevos!
Esta vez mi desafío incita aún más al torturador y en un esfuerzo sobrehumano logra llegar hasta el fondo. Siento que mis nalgas nadan entre un mar de vellos púbicos y se solazan en ellos, mientras la verga, apropiada de su espacio y adaptado mi culo a su volumen, deja de ser una amenaza y se transforma en vehículo de placer inigualable, después del sufrimiento causado…
Lo siento resoplar. Me ha puesto en cuatro y me da enculadas maravillosas que acojo plenamente y ahora mi culo mama, chupa, muerde, apretando y soltando con la fuerza de una mandíbula. He derrotado al enculador que desprende toda su leche entre resoplidos y aullidos… Un último apretón y su verga cede y es expulsada, mientras un río de semen se escurre por mis piernas y me hacen sentir el voluptuoso placer de la hembra triunfadora, castradora, vencedora e invicta.
-¡Ahora! Entren todos… Sentí abrirse la puerta y los golpes del calzado militar contra el piso me pusieron al corriente de lo que me esperaba. Lo que ellos no sabían, era que yo estaba preparaba física y emocionalmente para recibir ese ‘castigo’ que para mí sonaba a premio.
El pretendido desquite del comandante era que la compañía de guardias me encularía una y otra vez hasta que por fin pidiera que cesara la interminable hilera de folladores… Cosa que jamás haría, pues mi orgullo podía más. No puedo relatar las imágenes visuales pues tenía la vista vendada. Pero lo que sentí, fue algo así como una infinita secuencia de vergas que entraban y salían después de descargar su lechosa despedida.
Si alguien hubiera podido estar presente, se habría sorprendido al ver la laguna de semen que quedó bajo mis pies… Mudo testigo de las decenas de coitos que resistí. Me sentía Mesalina, la promiscua reina que derrota a Escila, la famosa cortesana de Roma. ¿Fueron 20, 30? No lo sé, pero tal como Mesalina pudieron ser 70 y aún más, 100 ó 200 y aún no habría quedado satisfecha la hoguera de lujuria que me consume. Cada verga atiza el fuego y me hace arder en intensos orgasmos…
Mientras escribo, me he puesto la tanguita negra con la que he conocido a varios de mis machos. Estoy caliente.No he podido contener los deseos de masturbarme al terminar el relato. Espero que tú, lector, hagas lo mismo. Estoy dispuesto a satisfacer tus deseos y ofrecerme a ti como lo hacen mis personajes. Tal como las prostitutas de la Antigüedad mis relatos son los rastros de las sandalias que van marcando ¡sígueme! ¡búscame! ¡fóllame!..
Maurohotxxx
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