El Abuso
La historia narra como Marcos, un hombre machista y cruel, abusa de su mujer e hijastra..
Estimado lector: La siguiente historia es ficción y no obedece a ningún hecho real. El relato busca satisfacer fantasías, pero bajo ningún concepto se hace apología a los comportamientos aquí narrados, ni busca fomentarlos.
La historia que les voy a contar, es una más de tantas historias de abuso intrafamiliar que se viven día a día en el mundo. En esta historia, la protagonista soy yo, con la salvedad que a la hora de escribir esto, tengo dieciocho años, y los eventos que relataré, se dieron desde los diez a los doce años, en un momento muy oscuro de mi vida y el desencadenante de que terminara internada en una casa hogar.
Para contextualizar, soy hija única, y a los 6 años mi padre biológico se fue de la casa dejando a mi madre sola, soledad que le duró poco, ya que a los pocos meces conoció a otro hombre con el que se juntó casi de inmediato. A lo largo de mi vida, y hasta los once años, mi madre cambió de pareja, sin exagerar unas veinte veces. Al principio los hombres se mudaban a nuestra casa, pero con el tiempo, y supongo que por cansancio de mi madre, ante las decepciones amorosas, solo acudían a la casa por horas o noches puntuales.
La mayoría de estos hombres, sin profundizar mucho conmigo, me trataban bien y de manera amable por lo que siempre fue un elemento al que no le dí demasiada relevancia. Supongo que la rapidez con la que cambiaban, levanté un muro de indiferencia y apatía ante su presencia. De más decir, que ellos jamás buscaron tener un rol de cuidado conmigo, por lo que, la indiferencia siempre fue parte de mi relacionamiento con todos los amantes (hoy en día los llamo así), de mi mamá.
Pero todo esto cambió cuando, a mis diez años, llegó Marcos a casa. Él era un hombre grande, corpulento, pero no por obesidad, sino que por ser de musculatura ancha. Su estatura media, generaba que su apariencia robusta se intensificara más y esa sensación de fortaleza y firmeza se proyectaba acompañado de un carácter igual de duro y cortante.
Por primera vez, en años, mamá, nuevamente decidió vivir en pareja con este hombre, por lo que, mi aproximación con él prácticamente fue en la convivencia del hogar de manera casi inmediata. No fue buena. Técnicamente era un hombre cortante y machista, que poco a poco fue controlando todos los aspectos de la vida de mi madre y los míos. En cuatro meses Marcos, había conseguido hacerse con el sueldo de mi madre, quien cada mes, al cobrar, le entregaba todo el dinero a él, así como nos había convencido de que, por ser mujeres, teníamos que encargarnos de todas las tareas del hogar, al punto que, fuera de los momento en que mamá estaba en el trabajo o yo en la escuela, los momentos en la casa siempre estaban enmarcados en complacerlos, servirlo o estar pendiente de sus necesidades.
A todo esto, es importante aclarar, que Marcos, casi todo los días se tomaba unos dos o tres latas de cerveza, y cuando entraba en estados alcohólicos, su trato se hacía más duro de lo normal, al punto de comenzar a tener actitudes violentas en lo físico.
La primera vez que perdió el control no hubieron medias tintas. Mamá había cocinado un plato de espagueti con albóndigas, y por alguna razón que no tiene explicación, decidió que el plato estaba desabrido. Estábamos las tres sentadas en la mesa, y recuerdo que había logrado dar un par de bocados a la comida, cuando él comenzó a los gritos, despotricando que en esa casa, no se le respetaba y ni siquiera una comida decente se le podía dar. Acto seguido se levantó de la mesa y dándole una bofetada a mi madre, la agarró por los pelos, y la sacó de su asiento tirándola al piso. Mamá, con lágrimas en los ojos, balbuceaba palabras de súplica que no recuerdo, mientras Marcos se sacaba el cinto y repetía como disco rayado que pondría orden en esta casa.
Mientras esto, pasaba, yo me había quedado petrificada en la mesa, con mis manos apretando fuertemente los cubierto y sin imaginar que lo que pasaría a continuación sería el principio de un infierno que marcaría mi vida para siempre.
Habiéndose sacado el cinto, y pensando yo, que comenzaría a golpearla con el mismo, para mi sorpresa lo tiró al piso y comenzó a bajarse los pantalones y ropa interior, dejando al descubierto su sexo duro y erecto. Aquello me tomó por sorpresa y una sensación de pánico y asombro me sobrecogió por completo. Aquella era la primera vez que veía un pene, y este estaba completamente erecto y en una situación completamente violenta y cruel.
Agarrando por los cabellos otra vez a mi madre, quien continuaba tirada en el piso, colocó su cara al a altura de su pene y con una orden le indicó que se lo mamara. De inmediato, mi madre abrió su boca e introdujo aquel pedazo de carne duro en su boca, desapareciéndolo por completo.
Me quedé mirando aquella escena muda. Marcos movía adentro y afuera aquello que tenía entre las piernas en la boca de mi madre, mientras esta parecía ahogarse y gruesos chorros de baba se escurrían por los costados de su boca dejando un pequeño charco en el piso. Después de unos minutos de que esta situación se repitiera, marcos sacó su pene arrojando un líquido blanco en la cara y boca de mi madre a grandes chorros que dejo cubierta gran parte de su cara.
Con voz dura y amenazadora, Marcos ordeno a mi madre que se sentara nuevamente en la mesa, para luego hacer él lo mismo. Con una sonrisa que no olvido más, dio la orden de que comenzáramos a comer. Con la cara escurriendo esperma, mi mamá le obedeció, no sin antes indicarme que continuara comiendo, antes de que se me enfríe el plato.
A partir de ese momento, los abusos se fueron intensificando hacia mi madre, en un claro gesto de dominación, poder y una clara intención de humillarla, que parecía cobrar mayor fuerza, cuando yo me encontraba presente en la habitación donde las cosas pasaban.
De las humillaciones de obligarla a hacerle sexo oral frente a mi, los abusos pasaron a penetración directa y en todos estos momentos el miedo se apoderaba de mi, dejándome completamente paralizada ante aquellos eventos. En una oportunidad mientras mi madre era sodomizada en el libing, Marcos me ordeno que trapeara el piso, indicando que si no quedaba lo suficientemente limpio, el culo de mi madre pagaría las consecuencias.
Con el pasos de los meses, y a medida que los abusos, los retos y los golpes hacia mi mamá se fueron intensificando, Marcos comenzó a tener comportamientos más explícitos hacia mi. Comenzó con comentarios aislados, mientras abusaba de mi madre, como: “mira como nos mira tu hija”, “de seguro tu hija se a de estar mojando como tú”, “¿te gusta lo que ves putita?” o “¿se te antoja ésta?”, mientras sacudía su pene erecto de un lado al otro. A pesar de esto, nunca se atrevió a hacer algo más, hasta un día, en el que mi madre salió sumamente temprano de casa, por un tema laboral, y marcos tenía que preparar el desayuno, que cruzó la primera línea.
Resulta que saliendo de la ducha, y ya preparada con el uniforme de la escuela, fui a la cocina a desayunar. Marcos ya se encontraba allí, pero no había nada preparado aún. Ante esta situación, me quedé parada, perpleja en la entrada ya que los tiempos eran acotados, y la camioneta del colegio, pasaría en no más de quince minutos. Con un tono socarrón, Marcos me indicó que me sentara. Hice lo que me dijo. Parándose a un costado de mi, desabrochó su cremallera y sacó su pene hacia afuera, mismo que estaba entre parado y dormido. Con el mismo tono de antes, me indicó que era hora de tomar la leche. Me negué con la cabeza, mientras apreté con fuerza la mandíbula, ya que entendía perfectamente que quería poner aquel trozo de carne en mi boca, como lo hacía con mi mamá. Con un tono fuerte, y agarrándome del rostro con fuerza, me indicó que chupara, pero a pesar del miedo que tenía, me negué rotundamente, lanzándole una mirada desafiando. Se rió.
Con tranquilidad, fue hasta la mesada y tomo una taza, luego abrió la heladera y sacó una chocolatada, vertiendo un poco de esta en la taza. Luego regresó hacia mi. Con su pene aún afuera de su pantalón y ahora, ya erecto por completo, comenzó a masturbarse furiosamente hasta volcar todo su líquido blanco en la taza con chocolatada. Luego de guardar su pene, colocó la taza en la mesa. El semen, aún se mantenía separado del chocolate, como si de aceite en agua se tratara. Metiendo su dedo, lo revolvió hasta disolverlo por completo. “Ahora tomate toda la leche”. Ordeno. No tuve tiempo de hacer un gesto de negativa, que un fuerte golpe me agarró por sorpresa. Marcos me había dado una bofetada, que sacudió mi cerebro por dentro. Tardé unos segundos en ordenar mis ideas y entender lo que había pasado. Marcos me amenazó con otro golpe. Tomé la taza con mis manos y aguantando la respiración, me tomé la chocolatada de un solo trago. “Puta”, me dijo, mientras escuchaba la bocina de la camioneta del colegio “ya vinieron por tí, más te vale que no me entere que andas tomando la leche de otros”.
Ese momento fue el principio de abusos directos hacia mi. Marcos agarró la costumbre de comenzar a prepararme la merienda en la tarde, y yo tenía que tomar la chocolatada a sabiendas de que su semen estaba mezclado allí. Al principio, era algo que mi madre no estaba enterada, pero una tarde en la que ella me había preparado la merienda, Marcos la interpeló indagando por qué hacía lo que sabía bien que él se encargaba. Sin sospechar lo que pasaba, mamá replicó a Marcos, argumentando que ya eran las cinco de la tarde. Marcos, con su característica forma de molestarse abofeteó a mamá, y sacándose el pene para afuera ordeno a mi madre que lo masturbara, mientras me ordenaba que arrimara la taza a su pene. Cuando eyaculó, gran parte del esperma cayó dentro de la taza, pero unos pocos chorros cayeron sobre mis manos, que sostenían temblorosas el recipiente. “Muéstrale a tu madre como tomas la leche”, gruño. Obedecí mientras mamá miraba con los ojos como platos. No pude sostenerle la mirada, así que miré dentro de la taza; mientras tomaba, como esta vez el semen no se disolvió con la chocolatada, pude ver como los cuajos flotaban en la taza y los bebía. Cuando finalicé, marcos indicó que tenía que terminar todo. Al principio no entendí, pero rápidamente comprendí que se refería a los restos de semen que se mantenían colgando entre mis dedos. El miedo pudo más que el asco. Obedecí. Después, me pidió que abriera la boca y mostrara que no tenía nada. “Obediente como tu, amor”, dijo, mientras se marchaba de la sala.
Esta situación fue la corona de la perla. Un día después, en la mañana, cuando mi mamá se había ido temprano a trabajar, y yo ya había tenido que desayunar el esperma de mi padrastro, comencé a notar que la camioneta del colegio, no estaba llegando a su hora habitual. Primero pensé que se debía a un retraso normal, pero cuando pasaron diez minutos, más, me dirigí con Marcos para indicarle que el transporte aún no llegaba. Se rió burlonamente y me indicó que el mismo no llegaría, que había hablado para reportarme enferma. En ese momento, las piernas se me aflojaron y caí de rodillas. Se rió otra vez. “Que servicial”, farfulló, mientras se paraba frente a mi, y sacaba su pene colocándolo frente a mi cara.
Cogerme la boca, es la forma más clara para describir lo que pasó. Introduciendo su verga dentro de mi boca, comenzó el movimiento de entra y saca, sin mucha piedad y con una fuerza considerable. El golpeteo de sus pelotas en mi barbilla, eran el indicador de que aquel falo erecto había entrado hasta la mitad de mi garganta y que, cuando saliera, podría tener unos segundos para poder inhalar algo de aire en medio de un mar de saliva espesa que que dificultaba aún más el respirar.
Realmente no se cuanto tiempo pasó, solo recuerdo que al terminar, apretó mi cara contra su cuerpo, y los chorros de semen caliente, golpearon con fuerza mi interior.
Esa tarde, cuando mi madre llegó, Marcos me tenía desnuda en la cama, con todos mis agujeros abiertos y llenos de semen. No hubo tiempo para angustiarse, con una voz dura, el hombre declaro “mi nueva putita ya está estrenada. Desnudate, a partir de ahora, las dos me van a servir”.
Mi madre se desnudó. Marcos nos violó toda la noche, todos los días, por dos años seguidos. El fin, llegó casi por milagro. Un accidente de hogar muy simple. La pistola de clavos automática estalló, arrojando los clavos en todas direcciones. Le reventó la cara. Cuando la policía retiraba el cuerpo, sonreí. Una parte de mi estaba feliz, otra triste. El tipo era un infeliz, una porquería de ser humano, pero había sido mi macho, el único hasta ese momento. A los tres días de su muerte, mi vagina ya deseaba una verga. Mi garganta, semen. Aquella noche fragué un plan. Al día siguiente, cuando regresaba en la camioneta escolar, me acerqué al conductor y hablándole al oído, le dije, que si me dejaba de última, podíamos pasar por un lugar apartado. El sonrió, timidamente. Aquella tarde, tomé la chocolatada otra vez.
agarro el gusto , sera cierto que aun con tanto abuso , siempre busquen hacerlo como se lo hacian antes
Mucha gente queda atrapada en sus comportamientos, producto de las experiencias de vida. La idea era reflejar eso en esta historia.
Muy original muy bueno
Muchas gracias por tu apreciación!
A mi creo q me pasa eso, si no es asi entonces no se porque estoy buscando a un hombre machista que me haga de todo, pero es q luteral parece q aún no he encontrado límites en este deseo