La manada del Islazul
Se rumoreaba que en el centro comercial Islazul una manada de delincuentes andaban violando a mujeres, no lo creí… hasta que lo comprobé por mi misma..
Nunca me he considerado una persona a la que es fácil engañar, por lo que cuando escuché los rumores que circulaban sobre el centro comercial de mi cuidad, o mejor dicho de mi barrio, no quise creerlos.
Pero después vi la noticia en la televisión, y no solo en la emisora comarcal, si no en la televisión nacional, por lo que dije: Vale, es verdad, pero no voy a caer en el pánico.
Si, había habido al menos dos casos de violación, se decía que grupal, en el centro comercial “Islazul” y en sus alrededores, y según se decía los perpetradores de tal horrible caso eran extranjeros, pero ahí me dije: Yo no soy racista, si todo es cierto, no podemos juzgar a toda esa gente por un par de casos aislados.
Reconozco que esa idea, casi sin yo quererlo, me excitó, llevaba mucho tiempo soltera y a pesar de practicar asiduamente la masturbación, lo cual me satisfacía bastante, hacía tiempo que no sentía el sexo en si, una caricia, un beso, una penetración, la textura de una polla entrando en mi obediente boca, mojarla con mi saliva hasta que me entregase su corrida caliente y sucia…
Pensar en aquel escenario, ser sorprendida y usada por varios negros en un lugar público, me excitaba como una perra, me masturbaba casi fuera de mi hasta correrme, pero después casi lo olvidé.
Hasta que, una tarde cualquiera, fui al Islazul a comprar, estaba contenta porque había cobrado unas horas extras y por fin podía comprarme algo de ropa, así que subí en mi coche y conduje hasta allí.
Estuve varias horas comprendo, ensimismada en las últimas novedades, y al final me agencié lo que más me gustó, ya tenía para salir los fines de semana a buscar un nuevo novio.
Nunca podré decir si me habían estado siguiendo o no, no soy de esas personas que se huelen cuando algo va a irles mal, solamente decidí ir al baño y, al entrar, noté que alguien me agarró por la cintura y me metió dentro.
Había unos cuatro negros, todos ellos jóvenes, uno de ellos se quedó en la puerta, vigilando por una rendija como un espía, los otros tres rodearon.
Pronto comprendí que la rapidez era su sello, no podían ni debían entretenerse con sus víctimas, así que iba a ser algo rápido.
Eso si, la navaja no podía faltar para intimidarme.
Me sentí desorientada, apenas pude mirar alrededor para ver que ocurría, me llevaron al fondo del baño, allí había un recodo, un rincón donde, en realidad, no había nada, -en un baño masculino habrían puesto dos urinarios-, y me puse de rodillas, digo me puse porque, lo reconozco, no me resistí demasiado, como he dicho me sentía desorientada y la navaja, la que de vez en cuando me enseñaban como amenaza, me amedrantó, y también sentía, curiosamente, que estaba como ida, como en piloto automático, algo que nunca llegué después a entender del todo.
Uno de los negros se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, y sin decir nada se sacó la polla, una polla joven y negra, pero larga, si, el negro calzaba bastante bien.
–Abre, abre—escuché.
Abrí, abrí la boca y engullí el nardo sin decir nada como una puta obediente.
Mamé ese nardo, el negro manejaba mi cabeza para que mantuvieran un ritmo constante, los demás reían y empezaron a tocarme, apretaron mis pechos, me dieron palmadas en el culo, el cual se marcaba al tenerlo yo en pompa y con unos vaqueros que eran como una segunda piel, reconozco que esa prenda me hacía un culazo increíble y por eso me gustaba llevarla.
Chupé aquel manubrio con devoción, de repente pensé en todas esas fantasías que había tenido, y ahora se había cumplido. Por puta, me dije, esto te pasa por…
El semen del negro llenó mi boca y el cabrón me hundió ese nardo hasta el fondo de mi garganta, tragué aquel líquido al mismo tiempo que todo mi cuerpo tembló como un flan, las palmada continuaban contra mi culo y mis tetas seguían siendo estrujadas.
La polla entraba en mi boca con velocidad, la saliva manchaba mi barbilla, yo, con los ojos entornados, solamente podía sentir placer, mi coño se mojaba cada vez más, y eso sin que nadie lo tocase.
El negro se apartó y otro ocupó su lugar, la rapidez era su sello y no tardé mucho en tener otro nardo dentro de mi boca, este mas corto pero más grueso.
Alguien desabrochó mi blusa y me sacó los pechos del sujetador, los cuales colgaron como dos sacos, tengo las tetas medianas, por lo que no son despreciables aunque tampoco de copa C grande, los dedos estaban fríos y jugaron con mis pezones arrancándome los primeros gemidos, mamé a más velocidad, y ahora nadie me apremiaba a ello.
Unos dedos quisieron meterse por entre mis piernas y los las abrí como pude, facilitando que frotasen mi coño por encima de mis vaqueros.
Entorné los ojos al sentir el precum de ese manubrio, pronto iba a recibir otro regalo en forma de semen.
Moví mis caderas para encontrar más placer, todos reían por lo bajo, estaba claro que todos disfrutaban de mi, y yo de ellos.
Entonces uno de ellos dijo algo en castellano.
–Venga, echalo en su boca rápido.
El nardo se hincó y de nuevo saboreé una corrida, entornando los ojos mi coño se mojó, moví los labios alrededor del glande para recibir más leche.
No podía dejar que me llenasen la boca y se marchasen, necesitaba, ¡Quería sentirles dentro!
No lo dudé, llevé la mano hacia mi bragueta y la abrí, después me bajé los vaqueros y las bragas, dándoles mi culo.
Todos rieron y dijeron cosas en su idioma, uno sin decir nada más agarró mis caderas y hundió su pene hasta el fondo de mi coño.
Me mordí el labio para no gritar, ese manubrio era más gordo que cualquiera que haya entrado en mi.
El cabrón comenzó a follarme con fuerza y casi inmediatamente sentí el primer orgasmo, mi boca tampoco quedó descuidada, el que vigilaba la puerta cedió su sitio a otro y se puso en el lugar que ansiaba, mamé el pedazo de rabo negro mientras era follada por mi coño.
Me di cuenta de mi error demasiado tarde, no podía decirle a ese negro que no se corriese dentro de mi, ellos mandaban y yo solo era una puta que habían encontrado.
Por supuesto sentí otro orgasmo, este mucho más fuerte, que me hizo gemir y temblar rota de placer, una parte de mi deseó que descargase dentro de mi útero usado, que me regalase su lechada, pero solo recibí una en la boca, la tercera, que me supo deliciosa porque ya estaba en modo puta del todo.
–Viene alguien, viene alguien—dijo el de la puerta.
Todos salieron corriendo de repente, dejándome sola y con el culo ofrecido ahora a la nada.
Rápidamente, cogí mi bolso, mi bolsa con la ropa que había comprado y me lancé al primer cubículo que vi, justo cuando cerré la puerta se abrió la otra.
Sentada en el váter y sintiendo como mi coño latía como el de una fulana, esperé a que la mujer saliese y después me recompuse como pude y salí.
Caminé sin mirar atrás, pero me di cuenta de que los negros que me había follado estaban en un rincón y se reían de mi, subí a mi coche y me miré en el espejo, aún tenía la boca y la cara algo mancha de semen.
Conduje en silencio, todo mi cuerpo temblaba de miedo, de humillación y de placer, entré en casa y me desnudé lo más deprisa que pude, al parecer no me bastaban dos buenos orgasmos.
Saqué el consolador más grande que tenía y me tiré sobre la cama, espatarrada, me metí ese rabo de plástico que, aunque no tenía el delicioso realismo de los de esos negros, tendría que valerme, me follé en muchas posiciones recordando como me habían usado y si, esta vez mi culo también recibió una buena penetración, algo que, por desgracia o por suerte, -nunca lo sabré-, esos delincuentes no me habían dado.
No solo me corrí otra vez si no que estuve toda la tarde masturbándome y corriéndome casi sin parar recordando la violación tan rica que había recibido por parte de la manada del Islazul.
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