La Sucursal.
Historias de un lugar a las afueras de una ciudad llamada La Sucursal donde la fachada oculta otra cosa..
Claudia aparcó el coche en el abandonado parking. Tan sólo tres o cuatro coches de alta gama estaban parados. Un par de chóferes hablaban gesticulando de forma exagerada.
La joven salió de su vehículo. Era joven. 23 o 24 años. Vestía una minifalda ajustada que realizaba su cuerpo trabajado diariamente en el gimnasio. No era muy alta pero destacaban sus piernas firmes y torneadas que el zapato de tacón estilizada aún más. Pelo negro rizado y unos ojos verdes felinos que no se escondían en un rostro de piel blanca y pecosa.
– ¡Joder, nena! Te ponía sobre el capot del coche y te reventaba a pollazos hasta hacerte un hijo. – dijo uno de los hombres mientras dejaba caer una colilla de cigarro al suelo. Su compañero le río la gracia.
La chica sonrío agradecida. Antes ella no era así. Antes no era más que una muchacha, algo gorda y fea de la que todos se reían. Pero esa mujer hacia tiempo que había muerto y había nacido otra que era capaz de hacer suspirar a hombres y mujeres por igual.
Se encontraba ante una de las muchas fábricas abandonadas en uno de los peores distritos de la ciudad. Los cristales estaban rotos. Había basura y excrementos por todos lados. Algún vagabundo dormía la mona. Un lugar poco apropiado para alguien del poder económico del que gozaba la joven.
Se dirigió a una de las puertas vigiladas por dos gigantescos gorilas armados. La miraron de arriba a abajo antes de que uno de ellos llamará a la puerta.
Un hombre mayor. Calvo y con unos penetrantes ojos azules abrió la puerta. Este, contempló a la joven con indiferencia.
– ¡Señorita Jiménez! – dijo el hombre con un tono neutral. – Tan puntual como siempre. Si no fuera porque conozco su procedencia estaría seguro de que sería británica. – Tenemos preparado su bonificación mensual. Entre una cosa y otra han sido casi un millón. Espero también que quiera disfrutar del producto.
– Por supuesto, Jeremías. Y por cierto. Llámame Elena.
El hombre indicó a Elena que la siguiese por la vacía y abandonada planta. Aún había máquinas antiguas y una cinta transportadora gigantesca. Restos de piezas y herramientas por el suelo.
Bajaron por un montacargas y llegaron a un subsotano donde dos hombres y una mujer, muy elegantemente vestidos, disfrutaban de una copa. Elena sonrío mientras se dirigía a la barra. Un musculoso hombre desnudo le sirvió una copa para dedicarse después a seguir follando con violencia la boca de un escuálido joven que estaba encadenado en un rincón.
– Al parecer el servicio también disfruta de las atenciones del ganado del lugar. – Uno de los hombres se sentó al lado de Claudia que seguía vsiendo como el hombre violaba, sin piedad, la boca del joven.
– Todo el mundo tiene derecho a disfrutar de las cosas que nos ofrece la vida. Incluso nosotros. – Elena le devolvió una sonrisa.
Jeremías apareció por la puerta acercándose discretamente a Elena.
– Señorita. Su habitación está preparada. Espero que disfrute de su estancia. – Elena vio como el musculoso hombre vaciaba su polla en la boca del joven para después mearse dentro de ella.
Se dirigió a una de las muchas habitaciones construidas para el disfrute de gente capaz de pagar por ello. Eran habitaciones con mobiliario caro. Un mueble bar con todo tipo de alcohol y una mesita con las drogas más selectas. Aparte de eso, un hombre y una mujer, jóvenes, estaban desnudos y de rodillas en medio de la habitación.
Elena los miro con indiferencia mientras se servía una copa.
– Hola, hermanita. Papá y mamá te mandan saludos. Les dije que tu viaje por el extranjero estaba resultando genial y que estabas descubriendo mundo. ¿Quién te lo iba a decir? – La metió una patada en las costillas a la otra chica haciendo que gritas de dolor. – Venga. Haced que me divierta. Fóllate a mi hermana como esa vez que os descubrí juntos de casualidad. – Golpeó la cabeza del hombre
Se levantaron y se dirigieron a la cama.
– ¡No! Los perros follan en el suelo. Venga. No me hagáis enfadar. No querréis que pase lo de la otra vez. Y te recuerdo que fue por el culo. Metesela por ahí de un golpe.
La muchacha miró aterrada a su hermana pero se puso a 4 patas. El chico apuntó su polla empalmada en el orificio estrecho de la chica que gritó cuando sin contemplaciones entró de golpe llenándola el culo de prieta y gorda carne.
La chica lloraba mientras el hombre empezó un duro mete saca aunque no había ningún placer en su rostro.
– Me acuerdo cuando os vi a los dos así en mi cama. Mi hermana Follando con mi novio. ¿Que le decías mientras te rompía el culo? ¿Puedes repetirlo?
– ¡Deja de follarte gordas de mierda y fóllate a una mujer de verdad! – respondió la chica en voz baja.
– ¡No te oigo!
– ¡Arrrrg! ¡DEJA DE FOLLARTE A GORDAS DE MIERDA Y FOLLATE A UNA MUJER DE VERDAD!
– No es difícil, cariño. Ahora puedes follar con él sin que me siente mal ni me enfade. Aquí estoy viendo como te rompen el culo. Algo que he dejado sólo para él. Aunque ya se que estas defenestrada y más usada que cualquier ganado de aquí. Quiero intensidad.
El chico bombeó el culo de la joven con más violencia. Un humilló rojo empezó a caer por los muslos de la joven que sólo lloriqueaba y pedía clemencia.
– Creo recordar que gemías como una puta mientras te rompía el culo. ¡Quiero oirte!
– ¡Rompe el culo de esta puta, Fran! Hazlo. Lléname las entrañas de tu leche. Lo que a la puta gorda no le das. – la muchacha lloraba pero intentaba complacer a su novia.
– Fran. Mira que te quise. Te si mi vida. Entraste en mi casa y tu respuesta fue follarte a mi hermana. Y mira ahora lo haces. Y sin ningún tipo de rencor por mi parte.
Fran seguía embistiendo con violencia a la mujer que ya estaba vencida y se dejaba hacer. Sólo lloraba y suplicaba que parase. Al final con un bufido el joven se corrió dentro del culo soltando una gran cantidad de esperma.
La polla de Fran salió del abierto y sangrante culo de la chica. Había restos de sangre, heces y semen.
– Bueno. Te toca limpiar ese destrozo Fran. Ese culo va a ser tan utilizado como el tuyo. Ya me he cansado de ver esto. Me he cansado de vosotros. Os he vendido. A ti, hermanita, a uno de los burdeles más selectos de la ciudad, donde todo está permitido. Pero no te usarán para que disfrutes. Sino para que engendros hijas que luego seguirán tus pasos. Y que sepas que ganaré un buen fajo de billetes por cada una que saques de ese coño de mierda que tienes. Incluso compraré a una para que siga tus pasos.
La mirada de Elena se dirigió a Fran que lamía, desesperado, el culo de la joven.
– Y a ti, Fran. Te he vendido a un negro interesado en mierdas como tú. Vas a considerar tu vida aquí como el paraíso. Tiene muchos planes para ti, pero ninguno bueno.
Alguien llamó a la puerta. Una muchacha, recién salida de la adolescencia, desnuda y con un gigantesco strapon entró. Pequeña, con un pelo azul teñido corto. Se besó de forma intensa con Elena mientras apartaba de una patada a Fran y dirigía la inmensa polla de goma al pequeño agujero de la hermana de Elena.
– Como lo haces conmigo, pequeña. Duro y de un golpe. A mi me haces correr como una perra en celo. A ella le dolerá mucho…- susurró Elena mordiendo el lóbulo de la oreja de la pelo azul.
Al terrible grito de la joven enculada otra vez le respondió la sádica sonrisa de la flaca muchacha cuando se empezó a follar ese culo con aún más violencia que Frank. Y ella duraría aún más.
La historia es interesante y cachonda.
Te sugiero que revises siempre antes de enviar, hay demasiados errores.
Pues tienes razón. Es lo malo de escribir de madrugada y sin un corrector cerca. Se agradece mucho que te guste y el comentario. Gracias