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    Dominación Mujeres

    ME LA TIRE EN LOS SERVICIOS DE UN BAR

    Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por macho.
    Cuerpo delgado, pechos grandes, culo duro. Esta cañon y lo sabe. De tanto en tanto me mira, sabe que la observo y se luce para mi, gira la cadera y, de costado a la barra, separa las rodillas. No soy capaz de ver en lo profundo de su falda, pero estoy seguro que la muy puta debe estar mojada solo de pensar en ser follada por mi. Yo, por mi parte, he comenzado a acariciar mi tranca por encima del pantalon. La noto dura, aunque aun no esta del todo crecida, y empieza a molestarme la presion de la tela. Si no la libero pronto y le doy alivio me volvere loco.

    Me levanto y me acerco a ella, que no pierde detalla todo el rato. Cuando estoy cerca, acerco mi boca su oido y le susurro: “Te voy a follar, puta. Sigueme.”. Y, sin mas me alejo en direccion a los servicios, sin volver la vista atras. Ni por instante dudo que me seguira; esta caliente y salida y, ademas, presiento que le gusta que la traten con rudeza.

    No me he equivocado. Cuando llego a las puertas de los dos servicios, el de tios y el de tias, la tengo detras de mi. Me vuelvo y, con una mano le manoseo las tetas por encima de la ropa. Ella permanece con los brazos a los costados, no intenta apartar mi mano en ningun momento, lo que me anima y, con la otra mano, le levanto la falda hasta que palpo las braguitas. La muy guarra las tiene empapadas; tanto, que puedo palpar los labios de su sexo a traves de la tela.

    —Pasa dentro —le ordeno, señalando la puerta de los tios— y metete en uno de los retretes.

    —Siiiii… —dice en un suspiro, en tanto mis manos continuan dandole caña un rato mas.

    Cuando la dejo, entra sin dudarlo, sin mirar si hay alguien primero.

    La sigo justo cuando la puerta vuelve a cerrarse sola y veo como se mete en uno de los cuartitos con retrete.

    —Apoyate en la pared. Los brazos abiertos y las piernas separadas.

    —Si —contesta y ejecuta mi orden

    Su cuerpo y su obediencia me ponen a cien. Y me animan a intentar ir mas lejos.

    —“Si” ¿que?, puta viciosa.

    Ella duda un momento, como si buscara dentro de su cabecita la respuesta correcta.

    —Si, Amo —contesta, ya sin dudas.

    —Bien. Ahora te estaras muy quieta. ¿Entendido?

    —Si,… Amo.

    Me acerco a ella y, como puedo, cierro la puerta del reservado. Cojo la falda por sus bordes y la levanto hasta que queda toda recogida en su cintura.

    La braguita, casi un hilo dental, se introduce entre sus nalgas redondas y duras. La cojo con una mano y de un tiron se la arranco. Ella se queja con un gemido, pero nada mas.

    Ante semejante vision mi excitacion va a mas. Tengo la polla tan dura, tan rigida y pegada a mi vientre, que dudo que pueda hacerla ceder para metersela. Me bajo los pantalones, dejandolos caer hasta mis rodillas y, con ellos, los calzoncillos.

    Al sentirse libre, mi polla da un brinco. Me coloco tras ella y, como puedo, la bajo hasta que roza su culo. Sin embargo, su chochito me queda muy bajo, asi que coloco una mano en su espalda y presiono para que se incline mas, aupando la grupa.

    —Agachate un poco, puta. Ahora vas a saber lo que es bueno —le digo, y, sin mas, le meto el pollon hasta el fondo de su chumino.

    Ella deja ir el aire de sus pulmones junto un pequeño alarido, lo que me excita y empiezo a bombear como un poseso, metiendosela hasta el fondo y sacandola casi del todo. Mis caderas van a toda leche en tanto ella se esfuerza por mantenerse apoyada en la pared al tiempo que sus caderas brincas por mis embestidas.

    Entonces me acuerdo de sus tetas y dirijo una de mis manos a sus pechos. Ciegamente le desabrocho los botones de la blusa. No lleva sujetador, la muy puta, asi que, una vez le palmo la piel, comienzo a sobarlas con fuerza, a atraparle los pezones y pellizcarlos con saña haciendola bufar aun mas si cabe.

    La muy guarra jadea de puro placer y todo su cuerpo tiembla bajo el mio. Entonces, decido que ya ha llegado el momento de demostrarle quien manda, quien es el macho. Le doy una ultima embestida, pegando mis caderas a sus nalgas y acerco mi boca a su oido.

    —Ahora, puta, te la voy a meter por el culo, y no quiero oir ni una sola queja. Si me cuesta meterla porque lo pones duro, te vas a enterar.

    Comienza a temblar descontrolada, y entre sollozos y lloriqueos consigue hablarme.

    —No, por favor, no, soy virgen, por ahi. No, no,…

    —Calla, zorra, te gustara, ya lo veras —le digo, abandonando sus pechos y cogiendo con mi mano libre su abundante pelo para girar su cabeza y poder mirarla directamente a los ojos inundados de lagrimas.

    Sin dejar de mirarla, saco mi tronco de su chochito chorreante y poso la punta en la entrada de su culo que, al instante, se retrae.

    —Te he dicho que te relajes, zorra.

    Aun tarda un poco, pero poco a poco intenta calmarse. Entonces, acerco mi cara a la suya y le doy un morreo al tiempo que clavo sin piedad mi polla en su ojete. Ella da un alarido que ahogo con mi boca y continuo morreandola entre sus jadeos de dolor.

    Cuando ya he enterrado cerca de la mitad, la saco casi del todo y, con un golpe de mis caderas, se la meto hasta la raiz. Mas jadeos, casi gritos, que ahogo con mi boca. Es una delicia sentir su culo apretadito atrapando mi polla, ordeñandola con espasmos; tanto, que la mantengo dentro, sin moverme, durante un par de minutos. Luego comienzo a bombear, primero lento, para que le vaya cogiendo gusto. Poco a poco, noto como sus caderas comienzan a moverse al ritmo de mis embestidas. La muy puta le ha encontrado el gusto a la enculada y aumento el ritmo y la fuerza hasta que sus nalgas chasquean de forma ritmica contra mi.

    No he dejado de morrearla en ningun momento y ahora es ella la que introduce su lengua en mi boca y me devuelve la saliva.

    Estamos salidos del todo, salvajes y descontrolados, por lo que decido forzarla un poco mas. Separo mis labios de los suyos un instante, lo justo para hablarle.

    —No te correras… hasta que… te lo diga. ¿Entendido?

    Ella me mira aturdida, con esa mirada de puta viciosa que ponen las mujeres cuando un hombre con dos cojones las monta como hay que hacerlo, sin remilgos ni tonterias ñoñas, hasta el fondo.

    —No se… si podre,… Amo —me contesta entre jadeos.

    —Si podras. ¿O quieres… probar mi cinturon?

    Su mirada se llena de panico ante la amenaza. Sin esperar respuesta vuelvo a pegar mis labios a los suyos y a morrearla con mas impetu que antes, si cabe.

    No paro de metersela y sacarsela de su culo a toda velocidad y cada vez estoy mas cerca de soltarle toda mi leche, y se que ella tambien esta al borde, aunque intenta cumplir mi orden y se relaja todo lo que puede para no correrse.

    Al final, me sacudo como un poseso un par de veces y se la clavo con tal fuerza que creo que mi polla le va a salir por el ombligo y comienzo a eyacular como nunca, mientras un orgasmo increible me obliga a apoyar todo mi peso en ella. Cuando lo hago, como puedo, acerco mi boca a su oreja.

    —Ahora, zorra, correte ahora —le digo entre las sacudidas de mi propia corrida, del todo insuperable.

    Y ella, sin necesitar mas, comienza a sacudirse descontrolada, como si sufriera un ataque, chillando como un gorrino en la matanza.

    Ha sido total. Estoy tan sudado que la camisa se me pega al cuerpo, tan agotado que no tengo fuerzas ni para sacarsela del culo. Cuando por fin lo consigo, sale algo mas blanda de lo que entro, desde luego, pero aun morcillona, con unas gotitas de leche en la puntita y de sangre a los largo de la piel del tronco, prueba de la virginidad de su culo.

    —Date la vuelta y limpiamela —le digo.

    Aun aturdida, como puede se da la vuelta quedando sentada en la tapa del retrete y alarga la mano hacia el papel higienico.

    —No, asi no. Con la boca.

    Hace un mohin de asco ante mi orden, lo cual me cabrea y le atizo una hostia, no muy fuerte, pero si lo suficiente para recordarle quien manda. A las tias conviene ponerles las cosas en su sitio desde el principio. Me mira, temerosa, sin llegar a obedecer mi orden.

    —Vamos, puta, ¿a que esperas?

    Con su mano, sujeta mi tronco por la base y, lentamente acerca su boquita a la punta, absorbiendo las gotitas de esperma.

    —Toda, limpiala toda.

    Cierra los ojos y deja ir el aire de los pulmones, luego separa mas los labios y, con dificultad, empieza a engullir mi polla. Al cabo de unos minutos la ha dejado limpita y reluciente, y bastante dura de nuevo; sin embargo, ahora no hay tiempo para mas. Asi que la aparto presionando en su frente y la dejo sin su golosina. Ella hace un intento de volver a chupar.

    —No, ahora no, zorra. Mas tarde ya habra tiempo —le digo, y ella suelta un quejido de pura decepcion—. Ponte la ropa bien, que pareces una puta barata.

    Humilla la mirada ante mi comentario y comienza a abrocharse la blusa, aun sentada, con la falda arremangada y las piernas separadas.

    Cuando se levanta, en la estrechez del cuartito, hay un reguero de leche en la tapa que debe haber caido desde el ojete de su culo recien ensanchado. Abro la puerta y salgo. Ella va a seguirme, cuando me vuelvo.

    —Puta guarra, arrodillate y lame bien la tapa hasta dejarla bien limpia —es fundamental que aprenda que la lecha de su Amo es sagrada y no puede desperdiciarse asi como asi.

    Me mira desconcertada, pero al momento se arrodilla y comienza lamer como una buena perrita.

    —Y no cierres la puerta. Cuando acabes te espero fuera.

    Y salgo del lavabo, mientras termino de abrocharme el cinturon.

    Autor: macho

    1111 Lecturas/1 octubre, 2018/0 Comentarios/por sexosintabues
    Etiquetas: cogiendo, culo, orgasmo, sexo, tios
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