Barbarie I
El bárbaro seguía follandome con aquella cadencia inhumana. Su nariz respiraba con fuerza y sus gemidos eran graves. El golpe de pieles era seco y duro. Mi culo ardía y estaba sensible ante la intrusión de la hombria de aquel hombre..
El sonido de las ruedas de la carreta era audible mientras recorría el camino de piedra hacia una aldea escondida en una montaña rodeada de un denso bosque.
En la carreta había una jaula con niños de entre 6 y 12 años de edad.
Entre ellos, me encontraba yo.
Miré los alrededores tratando de entender lo que había pasado.
Recordaba vagamente mi vida antes de haber sido capturado.
Vivía en una aldea solitaria con mi padre y otras personas.
Éramos pocos, pero vivíamos bien.
Sin embargo, la noche anterior, un grupo de bárbaros había llegado a la aldea montados en sus caballos.
Cerré los ojos al recordar los gritos y el ruido de la carne siendo cortada.
Entre las llamas de las casas quemadas y las voces de aquellos bárbaros, una silueta imponente me estaba mirando.
Aquellos ojos verdes brillaban en la oscuridad con una malisicia asesina.
Sentí el golpe de la carreta y abrí los párpados.
La carreta estaba siendo llevada por dos caballos guiados por dos bárbaros.
El resto del grupo se había adelantado.
Miré al resto de niños identificando a unos pocos.
Al parecer habían capturado a más antes de ir por nosotros e incluso después de atacar mi aldea.
Había escuchado rumores de lo que estaba pasando y siempre tuve miedo de que ocurriera, pero ahora que lo vivía, se sentía irreal.
Se decía que habían bárbaros en las montañas que saqueaban y robaban niños de las aldeas.
Algunos decían que eran caníbales, otros que era para usarlos como esclavos o venderlos.
Nunca se supo exactamente que hacían con ellos, pero lo que si era claro es que nunca se volvían a ver, al menos no vivos.
Siempre escuché historias de familias que hallaban a su hijo robado muerto en medio del camino. Era difícil saber cómo había muerto, pero lo claro era que sobrevivir era un lujo con ellos.
Me extraño un poco que solo hubiera niños cuando en mis recuerdos había visto que también capturaban niñas.
«Talvez las llevan en otra carreta o llegaron antes que nosotros», pensé.
Un niño al lado mío estaba llorando mientras murmuraba para si mismo.
—Nos van a comer. Los bárbaros nos harán pedazos.
Varios niños lloraron también haciendo ruido en la jaula.
Me quejé un poco por el espacio, a mis nueve años me era difícil estar encerrado sin poder moverme libremente.
Deseaba salir y correr, pero mi cuerpo se sentía enfermo.
Los bárbaros que nos llevaban nos mandaron a callar y varios niños guardaron silencio.
Pasamos por un camino que estaba cerca de una cascada y pronto llegamos a una aldea con tiendas hechas de piel de animales.
Mis ojos vagaron curioso por los alrededores, habían tiendas de distintos tamaños, algunas más alejadas que otras, en lugares más elevados o escondidas en una cueva.
Había una gran fogata en medio dónde troncos de árbol estaban dispuestos como asientos.
Hombres músculosos y vestidos con ropas de cuero negro caminaban por el campamento llevando cosas o haciendo guardia.
Cuando nos vieron llegar en la carreta empezaron a chiflar y reír.
—¡Ya vienen los sacos de semen!
—¡Yo quiero al gordito!
—¡Pido al que parece una niña!
—¡Dejenme al flacucho de la esquina! ¡Voy a romperlo fácil!
Todos se rieron por el chiste y los niños a mi lado temblaron.
Yo también estaba asustado, pero trataba de controlarlo mirando mi alrededor por si había un lugar para escapar.
Los árboles servían como un cobertor natural y la luz del sol pasaba por las hojas como haces de luz sagrada.
Parecía que estábamos entrando a un paraíso, pero al ver a aquellos hombres y saber que eran bárbaros, era claro que estábamos entrando al infierno.
Rápidamente nos dejaron en el centro del campamento y se escuchó a los hombres acercarse para vernos mejor.
Algunos chiflaron, otros se rieron y algunos parecían querer acercarse.
Mientras éramos rodeados por aquel grupo no pude evitar notar que no había mujeres.
«¿Dónde están sus esposas, sus hermanas, sus madres y sus hijas?», me pregunté.
Antes de poder pensar con claridad, se escucharon pasos fuertes y contundentes.
Las pisadas eran poderosas mientras veía como el grupo de bárbaros musculosos se separaban para dejar pasar a alguien.
Me fijé en las botas de cuero negro que se acercaban lentamente, cada paso era firme y duro. Cómo si quisiera romper el suelo con sus pisadas.
Llevaba un pantalón de cuero de igual color que acentuaba la musculatura de sus piernas. Eran grandes, parecidas a dos robles robustos. Su pantalón era sujetado por una faja hecha de tendones de tigre y dientes. El cinturón se aferraba a la cintura estrecha de aquel bárbaro mientras yo iba subiendo la mirada lentamente.
Vestía un chaleco negro de cuero con bordados de plumas blancas. El chaleco le quedaba ajustado gracias a los fuertes pectorales que tenía y dos pares de bíceps estaban colgando de los lados. Sus antebrazos estaban llenos de venas y sus manos ásperas eran grandes.
Finalmente pase por su cuello grueso hasta mirar su rostro. No tenía barba, pero había rastros de haberse afeitado. Tenía una mandíbula tosca. Sus labios eran carnosos y rojos. Su nariz era chueca, como la de un cuervo. Sus ojos eran pequeños y parecían siempre estar atentos.
Reconocí el color verde en sus pupilas y me asusté. Era el hombre que había visto antes de ser capturado, aquel que parecía un demonio.
Sus cejas tupidas estaban muy juntas dando la sensación de ser una sola. No parecía tener más de 30 años y su cabello castaño oscuro caía por su rostro dándole un semblante salvaje.
Aquel hombre pasó entre los bárbaros y se paró enfrente de la jaula con nosotros adentro.
Analizó a cada uno de nosotros antes de detenerse en mí.
Bajé la mirada temeroso, sin embargo podía sentir como no despegaba sus ojos de mí.
—Jefe ¿Ya eligió a su sacó de semen? —dijo uno de los bárbaros.
—¡Asi es jefe! ¡Elija al afortunado!
Ante aquella frase todos se rieron.
El líder ignoró las palabras de sus hombres y se fue a sentar a un tronco cercano a la fogata.
El jefe hizo un gesto con la mano.
—Elijan ustedes primero.
Los bárbaros celebraron y abrieron la jaula con nosotros adentro.
Vi como aquellos brazos musculosos entraban y tomaban a la fuerza a los niños que había.
Miré como niños entre 6 a 8 años se resistían a ser llevados. Todos los intentos sin éxito.
Esos bárbaros eran más grandes que nosotros. Cada uno midiendo casi dos metros y sus cuerpos musculosos siendo casi siete veces nuestro tamaño.
Traté de distraerme mirando hacia otro lado mientras escuchaba las risas de aquellos hombres y los gritos de auxilio de los niños.
—Quiero a este.
—¡Mamá! ¡Papá!
—Ven conmigo, pequeño.
—¡No, porfavor!
—Pronto sabrás lo que es tener un hombre a tu lado.
—¡Ayuda!
Mientras más niños eran sacados, menos hombres habían.
Llevaban casi la mitad y faltaba poco para que me eligieran. Al parecer empezaron primero por los que parecían más jóvenes antes de ir por los de 9 años en adelante.
Suspiré mirando como el niño que lloraba a mi lado era tomado en vez de a mí. El bárbaro que se lo llevó era fornido y calvo, tenía una cicatriz en el ojo y parecía ser bien dotado.
Pronto escuché los gritos de dolor de aquel niño cuando entró a la tienda de aquel hombre.
Ahora que casi no había niños conmigo en la jaula, podía escuchar otros gritos apartes de los que había cerca.
Desde las tiendas de piel de animales de esos bárbaros podía oir como los niños lloraban y pedían piedad con todas sus fuerzas, sin embargo, nunca ví que sus esfuerzos tuvieran éxito.
Una vez eran tomados y llevados a una tienda por esos bárbaros, solo les esperaba ser atacados por ellos.
Miré a mi alrededor pensando si podría escapar y noté al líder todavía sentado en el tronco cerca de la fogata.
Sus ojos estaban distantes observando hacia un árbol hasta que notó mi mirada.
Sus ojos verdes se fijaron en los míos y me asusté.
Su expresión era feroz.
Bajé la cabeza y escuché una voz grave hablar.
—Jefe, ya casi no quedan sacos de semen ¿Por qué no elige uno?—preguntó un bárbaro.
El jefe se quedó un momento pensativo antes de levantarse del tronco en dónde estaba sentado y caminar con pasos fuertes hacia la jaula.
Miré como ese hombre venía hacia mi dirección sin dejar de mirarme.
Parecía molesto por algo y solo tenía miedo de lo que me haría si llegaba a elegirme.
Escuché las burlas de los hombres mientras su líder se acercaba.
—¿Crees que el jefe elija a otro rubio? El de la última vez era una delicia.
—Lo dudo. Murió muy rápido. Es mejor los niños morenos.
—El jefe nunca ha elegido niños de ese color. El los prefiere de piel blanca.
—Y como culparlo, son los mejores. Ver cómo su piel blanca se vuelve roja y morada es un deleite.
Todos se rieron y me asusté.
Hablaban con tanta soltura sobre aquello que podía imaginar lo que harían y no pude evitar mirar mi piel.
Era blanca como la leche, mi cabello era negro y mis ojos eran color miel. Mi rostro era redondo y tenía hoyuelos al sonreír. Mi cabello estaba sucio, pero cuando lo lavaba se volvía liso y suave. Mi cuerpo era pequeño pese a mi edad de 9 años, sin embargo, talvez por mi actitud calmada, los bárbaros que elegían los más jóvenes no me tomaron en cuenta, eso o ellos sabían que su líder ya me había puesto el ojo.
Sentí la presencia de aquel hombre musculoso y noté como se movía para tomar a uno de nosotros.
Cerré los ojos esperando su agarre, pero solo sentí como su brazo musculoso pasaba cerca de mi rostro antes de tomar a otro niño, un poco mayor que yo.
Escuché los gritos del menor y miré lo que pasaba.
El líder sujetaba muy bien al menor del brazo mientras se lo llevaba lejos hacia su cabaña hecha de pieles.
Sus ojos verdes me miraron una última vez antes de desaparecer.
Pronto sentí que alguien me tomaba del brazo.
Un bárbaro alto y musculoso de piel quemada por el sol me llevaba con fuerza hacia su tienda de pieles. Su cabello era largo de color castaño y lo tenía suelto dándole un aire sofisticado.
Fui empujado hacia el interior de la tienda de aquel hombre siendo recibido por el suelo.
No había telas, pelaje o pieles que sirvieran de cama, solo tinajas de barro llenas de agua o comida, algunas prendas negras colgadas y comida podrida en una esquina.
El interior de la tienda era de un color naranja pálido debido a las pieles de los animales que servían como cobertura y los palos que estaban de soporte hacían que se proyectarán unas sombras alargadas en el suelo.
El bárbaro empezó a quitarse la ropa.
Primero la camisa de cuero negro mostrando unos pectorales marcados con dos pezones marrones. Había tatuajes rojos que iniciaban en su pecho y pasaban por sus hombros.
Sus omoplatos eran duros y finos, las canaletas de su cuerpo eran definidas como las escamas de un pescado y tenía un abdomen plano. Sus brazos eran largos y musculosos.
Bajó sus manos gruesas a su pantalón quitándoselo rápidamente.
No llevaba ropa interior y rápidamente ví su hombria erecta apuntando hacia mi.
Cerré los ojos mientras sentía como aquel hombre se acercaba a mí.
«Piensa en papá. Piensa en papá», me decía en la mente mientras sentía el aliento de aquel hombre en mi cuerpo y sus manos quitándome la ropa.
El calor que emanaba era asfixiante y su aroma era una mezcla de orina, afrodisíaco masculino, sudor y heces sin limpiar.
Sabía que iban a violarme, lo supuse al escuchar los gritos de los niños pidiendo que dejarán de causarles dolor en su trasero y por los chistes que le hicieron al jefe de este lugar.
Siempre creí que eran caníbales, pero ahora sabía que no, solo eran depredadores sexuales.
Buscaban aldeas para robar niños y luego usarlos como su desahogo sexual, o como ellos lo llamaban, sacos de semen.
Volví a la realidad cuando sentí mi culo ser expuesto con brusquedad y mis piernas abiertas de par en par.
Miré al bárbaro encima mío y noté su sonrisa morbida, sus ojos brillaban como felinos y no parecía arrepentido de lo que haría.
Todo su cuerpo se movió y lo sentí.
Su polla rompiendo mi culo con la fuerza de una bestia.
Sentí como mi ano se negaba a recibir aquella hombria salvaje, pero era inútil. Cuánto más se negaba mi trasero en recibirlo, ese bárbaro más se esforzaba por empujar su polla en mí.
Grité de dolor y dejé que las lágrimas salieran.
Escuché la risa de ese hombre mientras empezaba a golpear su pelvis con mi trasero.
El mismo sonido que antes me hacía feliz ahora me hacía llorar.
Mis recuerdos me llevaron a mi padre. Era un hombre delgado y débil que vivía de recoger hierbas y hongos, los de la aldea nos daban comida a nosotros a cambio de lo que mi papá conseguía y de eso vivíamos.
Papá era muy cariñoso conmigo y lo demostraba de la misma manera que lo hacía ese bárbaro. Solo que mi padre era más amigable.
Siempre que me follaba a la luz de la luna no paraba de decirme lo mucho que me amaba.
—Hijo, deseo no me odies. Soy un hombre débil que solo puede demostrarte cuánto te ama de esta manera. Algún día encontrarás a un hombre que te ame tanto como yo lo hago —decia él con su sonrisa chueca.
—Pero papá, soy un niño. A ningún hombre le gustaré y seguro me terminó casando con una mujer para tener hijos.
Mi progenitor seguía follandome mientras me miraba con una sonrisa cariñosa.
—Cuando conozcas al hombre correcto, no le importará tu edad. Para el amor no hay edad, pequeño.
Esa fue la última vez que lo escuché decir eso. Al día siguiente, antes de ir a dormir con mi padre, llegaron los bárbaros y en medio de querer secuestrarme mataron a mi progenitor.
Ví su cuerpo inerte en el suelo lleno de sangre y una flecha en la cabeza.
Lloré mientras me llevaban lejos de él y lo hacía ahora mientras gritaba por el dolor que me estaban causando.
El bárbaro seguía follandome con aquella cadencia inhumana.
Su nariz respiraba con fuerza y sus gemidos eran graves. El golpe de pieles era seco y duro.
Mi culo ardía y estaba sensible ante la intrusión de la hombria de aquel hombre.
No pude fijarme en su tamaño, pero por el dolor que me causaba, era más grande que la de mi padre.
«Debe tener una polla digna de un bárbaro», pensé con pesar.
Dejé que mis lágrimas mancharan mi rostro mientras mi cuerpo era movido de arriba abajo por ese bárbaro.
Los roces eran ardientes y su aroma apestoso causaba pizacon en mi nariz.
Deseaba poder respirar aire fresco, pero lo único que llegaba era su hedor a hombre sucio y al polvo que estábamos levantando por el sexo brusco.
No era el único que gritaba, varias voces infantiles provenían de varios lugares, algunas más agudas, otras más roncas de tanto gritar.
Sin embargo, cada una tenía el mismo tono, el de estar siendo brutalmente follados por aquellos bárbaros.
Miré por detrás del cuerpo musculoso del bárbaro hacía la salida de la tienda.
Noté como la luz del sol seguía en lo alto, pero cuánto más tiempo era follado la luz parecía ir cambiando de posición.
Pasada una hora, el bárbaro se detuvo. Llenó mi culo con su semilla y me soltó con un movimiento brusco.
Tomó sus pantalones y se los puso.
Miró mi ano abierto y mi cuerpo sudado en el suelo sucio y le escuché reír.
Salió de la tienda y solo pude mirar su figura alejarse por la rendija de la puerta de tela en su tienda.
Finalmente podía respirar un poco de aire fresco ahora que ese bárbaro no estaba, pero el polvo hacia que tosiera algunas veces.
Mis ojos seguían observando la figura de aquel bárbaro charlando con alguien.
Respiré hondo y exhalé tres veces antes de poder enfocar mi mirada en la otra persona.
Aquellos ojos verdes me miraron y me asusté.
El bárbaro que me habia violado estaba hablando con el líder del grupo, ambos sin camisa, mostrando sus torsos fornidos llenos de tatuajes y cicatrices.
El jefe parecía escuchar lo que le decía el bárbaro con atención sin despegar la mirada de mí.
Sus pupilas verdes brillaban con interés antes notar como señalaba en mi dirección y le decía algo a su subordinado.
El bárbaro asintió y corrió hacia donde yo estaba.
Abrió la puerta de tela de la tienda y me tomó entre sus brazos.
Dejó mi ropa tirada en el suelo y me sacó de su tienda desnudo.
La luz del sol me hizo estremecer y escuché a varios bárbaros burlarse de mi desnudez.
Mi culo estaba al aire por lo que muchos seguro veían el estado en el que estaba.
Traté de buscar al líder con la mirada, pero no sé encontraba.
Se había ido a otro lado y mientras era llevado por el bárbaro de cabello largo noté que el sol se iba a poner en el horizonte gracias a la luz naranja que se filtraba de las ramas de los árboles.
El bárbaro de pelo largo me llevó hasta una cabaña hecha de pieles de animales, entró rápidamente y me dejó acostado en un montón de almohadas de cuero con plumas de aves en su interior y cosidas con tendones de caballo.
Miré mi alrededor notando que el lugar era más amplio y limpio.
Habían telas en el suelo para evitar el polvo, tinajas de agua y de comida.
Incluso había una tinaja grande llena de agua y un trapo hecho con plumas de gorriones unido al pelaje y piel de un conejo.
Pude reconocer esa tinaja como la usada para limpiarse el cuerpo.
Miré la pequeña fogata en el centro del lugar y como la estructura parecía acogedora.
Las ramas usadas de soporte eran robustas y largas, no proyectaban sombra, pero te daban la sensación de estar dentro de una fortaleza resistente.
Sentí el tacto de las almohadas y noté que había manchas de humedad en algunas.
Reconoci rastros de sangre y sudor en ciertas partes, pero el resto estaban limpias.
Escuché ruido afuera y me asusté.
Me dolía el culo y no podía levantarme para correr.
La cortina de la tienda se abrió mostrando al jefe de los bárbaros enfundado en su ropaje salvaje de color negro.
Los músculos de su cuerpo me hacían querer esconderme y su físico gigante me daba miedo.
Media dos metros de alto y sus pequeños ojos verdes no dejaban de observarme.
El jefe miró mi cuerpo y las marcas dejadas por el otro bárbaro.
Sus cejas se juntaron e hizo una mueca de asco.
Sus grandes manos tomaron su chaleco de cuero y se lo quito rápidamente exponiendo sus grandes pectorales llenos de cicatrices viejas y recientes. Lo que más destacaba era lo peludo que era. Tenía vello por todos lados dándole una apariencia sucia. Su abdomen lleno de pelo era diez pares de abdominales que culminaban en una V marcada en sus pantalones. Sus bíceps eran largos y gruesos, los tatuajes de su cuerpo eran líneas azules que pasaban desde su cuello hasta sus manos, sus antebrazos venudos parecían apunto de explotar y sus manos grandes bajaron a sus botas de cuero negro.
Se las quitó y las dejó a un lado de la cama de almohadas.
Luego, pasó sus manos gruesas a su cinturón.
Se desabrochó el pantalón y los bajo exponiendo una entrepierna cubierta por un trapo gris. En su interior, se podía notar un gran bulto. Después estaban sus piernas musculosas que se hinchaban al sostener el peso de todo su cuerpo. Los tatuajes de líneas azules seguían bajando por aquellas piernas hasta perderse en sus pantorrillas.
Por último, se quitó la ropa interior gris mostrando su miembro viril.
No sabía con exactitud cuánto le media, pero era más grande que la del bárbaro con él que había estado antes, eso lo podía saber sin siquiera sentirlo en mi cuerpo.
Totalmente desnudo, el líder barbaro caminó hacia mí con la gracia de un alfa.
Sus piernas temblaron ante cada paso firme y su polla erecta bailaba suavemente en su pelvis.
La maraña de pelos púbicos ocultaban su bolsa de testículos, pero notando como colgaban por debajo de su polla, no era difícil saber que era una bolsa larga y gorda.
Acostado en la cama de almohadas, sentí como el líder se subía encima mío.
Puso sus dos piernas a cada lado de mi cuerpo para evitar que me moviera. Sus dos brazos a los lados de mi cabeza para asegurar mi rostro cerca del suyo.
Su pelvis se apego a la mía sintiendo como su virilidad punzaba mi abdomen.
Sus ojos verdes me observaban con interés antes de verlo bajar una de sus manos y tomar una de mis piernas.
Me obligó a poner mi pierna en su cintura y luego hizo lo mismo con la otra.
Mi culo quedó expuesto a su polla y la alineó con su mano libre hasta tener la punta de su miembro viril en mi agujero.
Se quedó quieto unos segundos mientras parecía analizar mis expresiones. Su semblante era estoico, no hablaba mucho y sus cejas parecían fruncirse con facilidad.
Sentí su aroma y aunque olía a afrodisíaco masculino, sudor y a orines, no me incomodaba. Talvez porqué el hedor no era tan fuerte.
Su calor corporal era ardiente, con solo estar cerca de él me sentía cerca de una hoguera y cuando su polla me embistió con fuerza era como si me metieran un fierro caliente por el culo.
Lloré amargamente y solté un grito. El jefe captó mi dolor y le ví sonreír perfidamente.
Sus labios carnosos se curvaron hacía arriba.
Las penetraciones que ejecutaba eran crueles. Seguían un tempo y cada una era una entrada rápida con una salida lacerante.
Parecía que en vez de follarme estuviera cortando carne con su polla.
La fricción era insoportable y no podía evitar retorcerme, sin embargo, no me atrevía a poner mis manos en aquel cuerpo, tenía miedo de tocarlo y que el bárbaro se enojara.
El jefe continuó follandome con su contundencia salvaje y su experiencia animal.
Su semblante no cambio durante los primeros cuarenta minutos, pero a la hora y veinte ya estaba jadeando.
El sudor de su cuerpo me bañaba y el calor era doloroso.
Me encontraba cansado y adolorido, el ardor en mi culo era insoportable, su aroma me terminaba mareando con aquella mezcla entre sus sobacos sucios y el sudor que bañaba cada músculo de su cuerpo.
Sus tatuajes relucian con su piel húmeda y solo podía ver aquellas líneas hipnotizado mientras soltaba gemidos de dolor.
Mi voz estaba ronca por los gritos que había pegado y me dolía la garganta.
El jefe bárbaro no pareció importarle mi estado y solo se limitó a llenarme con su semilla.
Cuando termino se levantó y fue a la tinaja grande llena de agua para limpiarse con el trapo de piel de conejo.
Observé con mis ojos cansados su figura musculosa de espaldas.
Su espalda era ancha y peluda, tenía tatuajes de líneas azules que pasaban por sus omoplatos hasta conectar con su espina dorsal. Sus hombros anchos se contraían al mover sus brazos para lavar su cuerpo y su trasero gordo, repingon y peludo estaba húmedo por el sudor.
El jefe notó mi mirada y se fijó en mí, luego paso su vista hacia mi culo e hizo una mueca de asco.
Le escuché llamar a alguien antes de perder el conocimiento.
No supe cuanto tiempo paso, pero cuando desperté era de noche.
Estaba encerrado en una jaula en una cueva de tierra cerca de la hoguera del campamento.
Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y la luz de la hoguera notando las sombras de los cuerpos de aquellos bárbaros caminar, sentarse y charlar.
Parecían relajados y felices.
De vez en cuando los veía salir de sus tiendas con una sonrisa o volviendo a sus tiendas antes de escucharse nuevos gritos de dolor de parte de los niños.
Me encontraba acostado en aquella superficie de tierra con otros niños como yo, todos sucios y con sus culos rotos.
Miré con horror como sus agujeros parecían un fruto rojo e hinchado, lleno de laceraciones, supurando sangre o estirados hacia fuera como un tubo de carne.
Lloré de miedo tratando de ver mi trasero, pero al moverme sentí un dolor agudo y me detuve.
Era mejor no moverme.
Traté de ver que más había y noté dos cuencos de barro, uno con agua y otro con un estofado frio.
Miré a los demás niños y tenían lo mismo servido, pero ninguno se animaba a comer, solo se encogían en un rincón llorando y pidiendo ver a su padres.
Quise limpiar mis lágrimas y dejar de llorar, ahogué mis quejidos acercándome a los dos cuencos.
Bebí el agua casi ahogandome en el primer trago y luego pase al cuenco del estofado.
Lo devoré todo y continuaba con hambre.
Miré la comida de los otros niños.
Intenté ver si me detenían en agarrar sus raciones, pero ninguno hacia nada.
Estaban idos, perdidos en sus mentes.
Tomé sus cuencos y me los comí hasta estar lleno.
Luego, como pude me arrecoste en la pared sintiendo el ardor infernal en mi culo.
El hambre y mi llanto habian disipado el dolor, pero ahora que estaba mejor, era insoportable.
Traté de respirar para evitar llorar, soltando quejidos cada cierto tiempo.
Admiré lo que hacían aquellos hombres y noté al líder salir de su tienda de campaña.
Iba sin camisa, mostrando sus tatuajes azules y las cicatrices de su cuerpo musculoso.
Se sentó con sus congéneres e iniciaron una plática entre ellos.
Talvez porqué había cerrado los ojos un momento, pude escuchar un fragmento de su conversación.
—Han muerto 23 niños hasta ahora.
Me asusté y abrí los párpados, lastimosamente era incapaz de seguir escuchando mientras miraba a esos bárbaros cerca de la hoguera.
Traté de animarme y volví a cerrar los párpados.
El sonido de sus voces llegó a mis oidos.
—De los 107 que trajimos, murió más de un cuarto de ellos —dijo uno de los bárbaros.
—Son menos muertes que la ves pasada —comentó otro hombre.
—Eso es porque es el primer día, espérate a mañana —contestó otro bárbaro antes de reír a carcajadas.
El líder escuchó el recuento de muertos y heridos de los niños antes de hablar.
La voz del jefe bárbaro era grave y seca.
—¿Qué hay de las niñas? ¿Están bien con las mujeres del otro campamento?
—Sí, jefe. Todas están sanas y salvas. La matriarca dice que cuando hayan sido educadas para ser obedientes y conocedoras de nuestras costumbres harán el ritual de preñamiento —contestó un hombre bárbaro de voz aguda.
—Ya quiero que llegue ese día. Solo he tenido hijas. Ninguna mujer ha concebido un hijo varón para mí —se quejó un bárbaro de voz gruesa.
—No culpes a las mujeres de tu falta de poder, Laferka —dijo otro hombre bárbaro en tono burlesco.
Todos se rieron y el aludido se limitó a quejarse en voz alta.
La conversación se desvío y pasaron a hablar sobre sus conquistas en las aldeas vecinas.
Abrí los párpados no queriendo escuchar el como habían matado más gente y me límite a observar lo que hacían.
El líder me miró y yo le devolví la mirada.
Está vez no la aparte.
La expresión del jefe bárbaro era de interés al notar mi actitud.
Fijó su vista en los niños de mi alrededor y luego en mí.
Podía imaginar lo que pasaba por su mente.
Mientras todos los niños de mi alrededor estaban llorando y gimiendo de dolor, yo solo me limitaba a mirar lo que ellos hacían casi sin escucharse mis quejidos.
Mi expresión estaba carente de miedo debido a que ya había experimentado todo lo que me querían hacer y no tenía dudas de que me harían después.
Esos factores parecieron ser suficiente para llamar la atención del líder barbaro.
Sus ojos escanearon mi figura desde lejos, pero siempre que veía mi culo, apartaba la mirada con una mueca de asco.
«Cómo me gustaría poder mirar como está mi ano, pero me duele tanto moverme que se me hace imposible», pensé.
Pasadas las horas me quedé dormido entre el ruido de los gritos infantiles y las risas roncas de los bárbaros.
El ruido de la carcel siendo abierta me hizo despertar de golpe.
Mis ojos buscaron al intruso y me asusté.
Aquellos ojos verdes me miraban con interés mientras se acercaba a mí.
Debido a su tamaño debía ir agachado para no golpearse contra el techo y los niños a mi alrededor lloraban mientras él se acercaba caminando hacia donde yo estaba.
Mantuve la mirada en su figura hasta tener su sombra encima mío, con su entrepierna cerca de tocar mi cabeza.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó el líder de los bárbaros con su voz ronca y seca.
Miré confundido su rostro sin entender lo que estaba pasando.
«¿Por qué le interesaba si estaba bien después de lo que me habían hecho sus hombres y él?» Dudé.
Mi expresión de desconcierto fue captada por el jefe barbaro por lo que volvió a hablar.
—Me refiero a tu culo ¿Todavía sientes dolor? Talvez fui muy duro contigo
Su tono carente de arrepentimiento y seco solo me hizo negar con la cabeza.
—No lo sé, no siento mi ano y nisiquiera se cómo se ve ¿Es acaso una broma? —dije en voz baja, cansado.
Bajé la mirada al recibir una expresión de ira de parte del líder.
Me tomó de las caderas y me hizo ponerme en cuatro exponiendo mi culo.
No me resistí y le dejé revisar la zona.
Sentí sus dedos llenos de callos tocar la piel entumecida de mi ano.
—Todavia está rojo, pero ha bajado la hinchazón y ya no supura sangre. Tienes suerte, no se ha infectado —su tono totalmente carente de felicidad me hizo querer llorar.
Su forma de hablar solo me recordaba que estaba tratando con bárbaros, eran peores que los animales y lo habían demostrado con todo lo que hicieron conmigo y con los niños que secuestraron de las aldeas.
El líder de los bárbaros se levantó y me miró.
Mi rostro estaba decaído y estaba apunto de llorar.
Sus cejas se fruncieron.
—Se que duele, pero ya estás más que acostumbrado.
Con esas palabras se fue dejándome confundido y con un llanto difícil de ocultar.
Me encogí en el suelo queriendo volver a casa con mi padre.
Los demás niños siguieron mi ejemplo y lloramos juntos por un par de horas hasta que nos trajeron la comida del día.
Seguían trayendo estofado en un cuenco y agua en otro.
De todos, solo yo comía y es debido a eso que la primera muerte sucedió aquella noche.
Yo no supe cómo pasó, pero sabía que uno de los niños que estaba conmigo había fallecido mientras dormía.
Al día siguiente, los bárbaros lo encontraron sin vida y sacaron su cuerpo llevándolo como saco de papas.
El jefe de los bárbaros me miró mientras se llevaban al niño muerto y no pude evitar devolverle la mirada.
Sus cejas se fruncieron y se fué.
Los gritos de los niños en las tiendas de lona habían menguado y casi no se escuchaban.
Incluso hubo ocasiones donde en vez de escuchar gritos, se oían gemidos infantiles, como si, ante todo pronóstico, hubieran unos pocos niños que disfrutarán de lo que esos hombres les estaban haciendo.
No obstante, por mucho que quisiera pensar que podríamos sobrevivir si éramos perseverantes, la realidad era otra.
Cada día veía como sacaban los cuerpos sin vida de niños de aquellas tiendas.
Todos parecían haber muerto durante el sexo y sus expresiones eran de terror, tristeza y dolor.
Ninguno parecía haber muerto en paz y eso me ponía inquieto.
En mi celda, ya habían muerto dos niños y los bárbaros ya habían perdido la esperanza de que nosotros sobrevivieramos.
No entendía porque estábamos acá, pero ellos nos mantenían encerrados por alguna razón mientras a los otros niños solo los llevaban a su tiendas y los violaban.
El líder de los bárbaros era el único hasta el momento que no lo había visto con otro niño.
Desconocía que había pasado con él niño que había elegido primero antes de mí, pero si no lo veía por ningún lado era por qué seguro había muerto.
Cuando el bárbaro de pelo largo me rompió el culo fueron solo unas horas y al salir el líder ya estaba afuera descansando. Tomando en cuenta que luego me llevaron a su tienda y no había rastros del anterior niño exceptuando algunas almohadas mojadas y manchas de sangre, podía suponer que había perecido rápido.
Y entendía el porqué. El líder era más grande físicamente, sus embestidas habían sido más dolorosas que las del primer bárbaro con el que estuve y pasó mucho tiempo follandome.
Estaba claro que esa cadencia no era facil de soportar.
Observé al líder y este me volvió a mirar, está vez parecía molesto y se acercó a la celda.
Abrió la puerta y entró.
Los demás niños se encogieron en un rincón y yo solo me límite a mirarle.
Mi rostro estaba sucio, tenía el cabello pegado a mi cara por el sudor y las hormigas me picaban los pies.
Mi expresión era de tristeza, pero mis ojos no se apartaban de él.
El líder abrió sus labios carnosos y habló con su voz ronca.
—¿Por qué haces esto?
Su tono era acusador y grave. Parecía molesto por algo que yo hacía.
Negué con la cabeza sin entender de que hablaba.
Notando mi confusión, el líder de los bárbaros volvió a hablar.
—No dejas de mirarme y no pareces tener miedo ¿Por qué?
Su tono era iracundo y ronco.
Solté un quejido al moverme un poco para mirarle mejor y hablé.
—Lo único que me espera es la muerte ¿Por qué tendría miedo si ya conozco mi destino?
Mis palabras eran un susurro mientras veía a ese bárbaro.
Su aroma era sudoroso y picante, parecía no haberse limpiado el cuerpo todavía. Tenía la piel aceitosa dándole un toque fibroso a los músculos de sus bíceps.
El jefe de los bárbaros analizó mis palabras antes de sonreír de manera perfida.
—¿Quién dice que morirás? —habló él en tono burlón.
Sentí su fuerte mirada y bajé la cabeza incapaz de verlo, aún así contesté.
—Es lo que quiero que suceda.
Escuché un resoplido de su parte antes de irse murmurando.
No estaba seguro de si haber escuchado un «No creo que puedas evitarlo» o un «No mientras pueda evitarlo».
Me encontraba perdido y no quería saber nada más.
Escuché a los hombres gritar mientras traían sus caballos y se preparaban para salir.
Era el tercer día y en el campamento reinaba un silencio inquietante.
Los gritos de niños que se me habían hecho costumbre ahora no estaban y eso me asustaba.
O todos habían muerto o ellos se habían deshechó del resto.
La razón que fuera, ahora no habían niños para su disfrute y eso significaba que iban a conseguir más.
Levanté la mirada justo cuando los ví partir lejos del campamento a todo galope en sus caballos.
Era de mañana cuando se fueron y cuando volvieron había caído la noche.
El ruido inconfundible de la carreta con la jaula se podía escuchar y los lloriqueos de los nuevos cautivos eran música para mis oidos.
Observé al cargamento de nuevos «sacos de semen» como ellos los llamaban y noté al líder bajar de su caballo unos metros de dónde estaba mi celda.
Acarició a su semental y dejó que uno de sus subordinados se llevará a su montura.
Me dió un vistazo antes de irse con el resto del grupo a elegir su sacó de semen.
Observé con tristeza el destino de todos aquellos niños, está vez noté a varios más pequeños, de entre tres a cinco años. El resto parecían de siete y ocho años.
El jefe de los bárbaros fue el primero en elegir y tomó a un niño de ocho años. No parecía interesado en los más pequeños, sin embargo, a pesar de conocer el gusto que tenían los bárbaros por los jóvenes, ellos también evitaron elegir a los más pequeños.
Parecía como si esos menores estuvieran marcados.
El líder de esos hombres llevo a su nuevo sacó de semen a su cabaña de pieles.
El inconfundible ruido de los gritos de un niño empezó a sonar de aquella zona y supe lo que le estaban haciendo.
«Que mala suerte», pensé.
Curiosamente, tuve razón en mi pensamiento sobre el sacó de semen de 8 años que se había llevado el jefe de los bárbaros y en mi suposición sobre los menores marcados.
El líder salió una hora después y le dijo a uno de sus hombres que entrara a su tienda.
Entendía el gesto, el niño había muerto.
Vi como sacaban el cuerpo del infante y luego como el jefe está vez elegía a uno de los infantes marcados.
Agarró al mayor de todos, de cinco añitos y se lo llevó en sus brazos.
El menor lloraba y temblaba en sus brazos, pero al jefe no le importaba.
Miró hacia atrás en mi dirección antes de entrar a su tienda.
Media hora después y cuando los gritos del niño cesaron, el líder salió volviendo a señalar su tienda a uno de sus hombres.
Casi sin expresión vi como todos esos menores marcados morían después de pasar entre media hora a una hora en la cabaña del jefe.
No sé si ellos eran muy débiles o el jefe era más rudo que de costumbre, pero no había manera de evitar que terminaran pereciendo esos niños.
Aunque era algo prácticamente inevitable en aquel lugar. No había manera que esos bárbaros tuvieran piedad y menos reprimieran sus impulsos salvajes cuando usaban a los niños como sacos de semen.
Realmente no mentian, eran sacos de semen, ya sea si sobrevivían o morían, cumplían su propósito de recibir la semilla de esos hombres.
Era una agonía para los infantes, pero para esos bárbaros debía ser todo lo contrario.
De tanto estar pensando la noche había llegado y me quedé dormido.
Al día siguiente, me desperté al sentir una mirada penetrante en mi cuerpo.
Abrí mis párpados notando al jefe de los rebeldes encima mío.
—¿Por qué haces esto? —le pregunté a ese hombre.
El líder bárbaro frunció sus cejas.
—¿Mírarte? Solo me aseguro de que sigas sin servirle a nadie. Con ese culo roto casi curado, puedes imaginar lo que te espera.
Su voz ronca y dominante me hizo despertar.
Suspiré y miré al suelo con tristeza.
—¿Por qué no me matas? ¿Qué ganas manteniendome con vida si no le sirvo a nadie? —dije en un murmullo.
La comisura de los labios del jefe bárbaro se curvaron hacía arriba.
Su sonrisa perfida era terrorífica.
—Por qué es lo que yo quiero. Si deseo que vivas, vivirás, si te quiero muerto, morirás ¿Entiendes?
Sus palabras crudas y graves me causaron un escalofrío.
Evité mirar sus pupilas verdes y le ví irse.
Suspiré aliviado notando su figura meterse a su tienda.
Pronto escuché los gritos de otro niño provenir de su cabaña hecha de pieles de animales.
Del resto de tiendas también provenían gritos, pero no de todas.
El grupo de bárbaros se turnaban para tener sexo y trabajar.
Algunos iban a cultivar con asadas de bronce, otros iban a cazar con sus arcos y ballestas.
Incluso a veces los veía salir en sus caballos para traer botines de comida que habían saqueado.
A pesar de llamarlos bárbaros, tenían una estructura muy organizada.
Al principio me extraño que no tuvieran mujeres, pero durante las noches que se reunían a charlar, pude reunir información sobre su estilo de vida y costumbres.
Al parecer su grupo estaba dividido en dos clanes, uno conformado por hombres y otro por mujeres.
En el grupo de los hombres, al líder se le llamaba jefe y en el grupo de las mujeres, al líder se le llamaba matriarca.
Por lo que entendí, los hombre tienen prohibido entrar al campamento de las mujeres y viceversa.
Solo se reúnen una vez al mes para cumplir un ritual llamado preñamiento dónde puedo suponer tienen sexo para que las mujeres queden embarazadas y puedan tener más hijos.
La edad de las mujeres con las que tienen sexo puede variar, pero por sus chistes de mal gusto, he sabido que han embarazo a niñas de 10 años en adelante. Ninguna niña menor que esa edad ha sobrevivo al embarazo completo como para que nazca el bebé.
Me sentí mal por las niñas que habían sido secuestradas y ahora mi sufrimiento me parecía una mala broma.
Mientras yo y los otros niños solo debíamos sufrir un poco y luego morir por culpa del salvajismo de esos bárbaros, las niñas de diez años en adelante estaban destinadas a ser abusadas y llevar el bebé de esos salvajes.
No puedo pensar en como se sentirán cuando llegue el próximo ritual de preñamiento.
Del resto que sabía eran datos sueltos, se sabía que el jefe actual tenía dos hijos de cuatro años en el campamento de las mujeres y que vendrían a vivir con él cuando cumplieran cinco años.
Yo pensaría que siendo el jefe tendría más hijos, pero nunca hablaron sobre el por qué de su poca cantidad de descendientes a diferencia de otros hombres de la tribu.
Lo último que supe fue la razón de porqué aparte de secuestrar niñas, también raptaban niños.
Los bárbaros eran lo que yo esperaba. Salvajes incapaces de sentir emociones y que solo se dejaban llevar por sus instintos más primitivos. Me lo habían confirmado con todo lo que hacían cada día con nosotros y con su forma de burlarse de nuestro sufrimiento.
Traían niños a su campamento como un especie de premio o alivio. Eran hombres en su mejor edad reproductiva, pero no tenían mujeres donde descargarse y entre ellos parecía haber una regla tacita de no follar entre sí.
De ahí que recurrieran a secuestrar niños y convertirlos en sus famosos «sacos de semen».
Nuestra única función era dejar que su ciclo reproductivo se aliviará de alguna manera y que mejor que rompiendo un culo tierno e infantil.
Según sus chistes de mal gusto, el culo tierno de un niño era igual o mejor que la vagina de una mujer.
Por esa razón, eran tan rudos con nosotros e incapaces de controlar la fuerza con la que tenían sexo. Eso y que eran unos salvajes.
Negué con la cabeza al ver que mi mente se había distraído y noté como el día pasaba a la noche.
El jefe salió de su tienda y volvió a hacer el gesto a uno de sus subordinados.
Vi entrar al bárbaro a la tienda del líder y luego salir con un cuerpo inerte encima de su hombro.
Observé el cuerpo de aquel niño de 7 años antes de mirar al jefe de los bárbaros.
Sus pupilas verdes volvieron a fijarse en mí.
La tristeza en mi mirada era imposible de ocultar, pero él ya se había acostumbrado a mi expresión.
Noté como se acercaba a dónde me encontraba y no pude evitar ponerme nervioso.
Hoy mi culo no me ardía y si tenía razón, es seguro decir que ya estaba sano y listo para ser profanado de nuevo.
Sin embargo, después de ver a tantos niños entrar a esas tiendas y salir muertos, tenía miedo de ser el siguiente.
El jefe entró a la celda dónde solo quedaba yo.
El último niño había muerto durante mis divagaciones de la tarde y no me di cuenta de que ya no estaba hasta que el jefe entró a la celda.
Estando los dos juntos, solos, sentía como mi cuerpo temblaba.
Sus ojos verdes escanearon mi cuerpo lleno de tierra, ronchas por picaduras de hormigas y con restos de heces y orina.
No había baños aquí, así que solo podía hacer mis necesidades en el lugar donde dormía.
Traté de enterrar mis heces en el suelo, pero la tierra aquí era pedregosa, y por tanto, imposible de cavar con mis manos infantiles.
El jefe de los bárbaros miró mi estado lamentable y no dijo nada.
Cada vez que me veía solo podía percibir su indiferencia y me hacía extrañar a mi padre.
«Papá creía que algún día un hombre me amaría, pero este salvaje solo me ha demostrado lo contrario. Lo poco que puedo valer para un hombre», pensé con lágrimas en los párpados.
Miré enojado al líder.
—¡Vete! ¡Deja de mirarme! ¡Tus hombres y tu me hicieron esto! ¡No necesito tu indiferencia para saber lo que piensan de mí! ¡Soy solo un saco de semen! ¡Así que vete a romperle el culo a otro niño y déjame en paz!
Mi voz era ahogada y aguda. Era incapaz de hablar mientras sollozaba.
El jefe observó mi semblante y analizó mis palabras.
Sus cejas se fruncieron y me tomó del brazo.
Pegó mi cuerpo de niño a su físico prominente y me abrazó.
Sus músculos me apretaban llenandome de su calor y su aroma a hombre sudado con axilas malolientas.
Lloré en su chaleco de cuero deseando que fuera mi papá el que me abrazara.
—¿Por qué haces esto? —pregunté entrecortadamente.
Su voz ronca y seca me hizo volver a la realidad.
—Por qué quiero ¿Lo has olvidado? —su tono demandante me hizo llorar más fuerte y él solo se limitó a tenerme entre sus brazos.
Me abrazó con fuerza hasta que uno de sus bárbaros vino a buscarlo.
—Jefe. Estamos por cambiar de sacos de semen. Debe elegir uno de los que todavía quedan.
Sentí como aquellos brazos musculosos se separaban de mí.
Me dejé caer al suelo mientras la silueta de aquel líder bárbaro se iba.
Lo último que noté fueron sus ojos verdes mirándome por última vez antes de irse.
Me quedé dormido y no desperté hasta la noche del día siguiente.
Me dolía el cuerpo y no sabía porqué había dormido tanto, pero al menos me sentía con más energía que antes, eso y mucha hambre.
Lastimosamente, como solo quedaba yo, ya no habían raciones extras. Solo podía comer lo que me daban y no era suficiente.
Traté de ver que hacían los hombres y noté al jefe sentado afuera en la hoguera sin camisa.
Sus tatuajes azules resaltaban gracias a la luz del fuego de la hoguera.
Cada día veía a los hombres traer leña para mantenerla encendida.
El jefe estaba hablando con uno de sus hombres cuando note que había alguien extraño en el grupo.
Una mujer joven de veinte años, con las piernas robustas, un busto prominente y un trasero destacable. Estaba vestida con un traje completo de piel de animales.
La dama estaba sentada al lado del jefe y parecían hablar íntimamente.
El resto de barbaros permanecian en sus tiendas o en las periferias vigilando.
No entendía por qué había una mujer en el campamento si estaba prohibido.
Cerré los párpados y escuché de lo que hablaban.
—Maverick. Debes elegir a otra niña para llevar tus hijos. Yo ya no puedo darte hijos. Si algo le sucede a tus dos descendientes, quedarás sin heredero. Debes asegurar la sucesión del titulo de jefe.
Finalmente pude saber el nombre del jefe de los bárbaros.
Se llamaba Maverick.
Era un nombre extraño para mí, pero en mi caso yo no tenía nombre. Era costumbre solo poner un nombre a quienes llegarán a la mayoría de edad. En mi caso, me faltaba mucho para llegar.
Maverick hizo un sonido de negación nasal.
—Hasta que no suceda lo que dices, no buscaré otra mujer. Tu eres mi única —dijo el jefe bárbaro con tono arrogante.
La mujer suspiro y soltó una risita.
—Talvez sea tu única, pero tú tienes un deber con tu gente. Hazme caso —le regañó la mujer.
Escuché sus pasos y supe que se iba a levantar para irse.
El jefe también se levantó y la detuvo.
—Con una condición.
La voz ronca y grave se escuchó llena de necesidad. Cómo si le costará hablar.
Su mujer soltó un jadeo por la sorpresa.
—¿Qué cosa?
Su pregunta también era la mía.
Por la conversación, no era la primera vez que hablaban de esto y si estaban dispuestos a romper las reglas, estaba claro que este cambio repentino a la rutina era raro.
El jefe parecía meditar sus palabras antes de hablar.
—Hace tiempo la chaman presagió mi destino. Me habló de ti y de alguien más.
Sus palabras me hicieron prestarle mayor atención.
—Asi es. Dijo que tú destino era tener dos únicos. Una mujer y un varón. No me digas que…
La mujer dejó de hablar sabiendo lo que iba a decir.
Maverick completó sus palabras.
—Creo haber encontrado al varón. Pero no es como lo imaginaba.
La mujer se rió y se escuchó un beso.
—Si crees que es el correcto, no dudes y hazlo. El destino no llega a nosotros más de dos veces. Tu eres el único afortunado. Y dime ¿Es alguien del campamento? ¿Algún hombre de las aldeas que has saqueado?
Maverick soltó un resoplido molesto.
—Te he dicho que creo haberlo encontrado, no que ya sé quien es. De momento no puedo confirmarte nada. Solo quería que supieras que probablemente lo lleve conmigo al ritual del preñamiento para que le conozcas y recibamos la bendición de la chaman.
Se escuchó otro beso.
—Seguro. Estoy de acuerdo siempre que elijas a otra de las nuevas niñas para que te den un hijo. Las candidatas que han traído últimamente me han gustado y he elegido unas cinco para acompañarte esa noche.
Se escuchó un resoplido.
—Haz lo que quieras.
Con eso ambos dejaron de hablar.
Abrí los párpados y ví a la mujer irse. Después el jefe me miró atentamente antes de volver a su tienda de campaña.
Volví a dormir y al día siguiente los hombres salieron con sus caballos para traer más niños al campamento.
Caminé por la celda mirando lo que hacían los pocos hombres que habían.
Algunos estaban llevando leña a la hoguera otros sacaban a los niños de las tiendas para llevarlos lejos. Otros solo parecían charlar entre ellos.
Suspiré sintiéndome perdido. A pesar de saber que está sería mi vida ahora, no podía evitar la tristeza en mi corazón.
Había perdido mi hogar y a mi padre. Lo último que recuerdo de él son sus enseñanzas sobre el amor, pero atrapado aquí se siente muy distante.
«¿Se puede creer en el destino cuando esté parece haber sido bloqueado por alguien más?», pensé con tristeza.
Talvez jamás conocería al hombre que me amaría como solo un padre haría, como mi padre lo hizo conmigo.
Quería recordar el sexo que tenía con él, pero lo único que venía a mi mente eran las memorias de lo que estos salvajes me habían hecho.
Todavía podía sentir el ardor en mi culo al tirar mis heces. Estaba claro que de momento estaba a salvo, pero apenas vieran mi culo curado volvería a ser un sacó de semen.
Miré mi trasero y usando la elasticidad de mi cuerpo miré mi agujero.
Estaba rosado y abierto, me recordaba a la forma que tomaban las vasijas de barro para servir agua, con aquella boquilla ovalada y un pliegue suelto que servía para que el agua cayera. Así se veía mi ano.
Lo poco que se veía de mis paredes anales internas era una porción de carne roja e hinchada.
Solo estaba curado por fuera y sabía que eso era suficiente para ellos.
Rápidamente se hizo de noche y el grupo de saqueadores volvieron montados en sus caballos.
Trajeron en la carreta con la jaula otra tanda de niños, está vez un poco mayores.
Casi no habían niños menores que yo, solo chicos de nueve años a los doce años.
El jefe de los bárbaros Bajó de su caballo semental negro y me miró
Le devolví la mirada y algo pareció pasar por su mente porque sus ojos verdes brillaron en un momento de ingenio.
Se acercó a mi celda y la abrió.
Sin mediar palabra me dió la vuelta observando mi agujero anal.
Tocó con sus dedos ásperos el exterior rosado y el interior rojo de mi culo.
Le escuché resoplar antes de gritar y llamar a uno de sus hombres.
Sabía lo que pasaría.
—Llevatelo a mi tienda.
El subordinado bárbaro hizo caso y me tomó en sus brazos, me llevó cargando hasta la tienda mayor del jefe.
Miré a Maverick caminar hacia la jaula con los niños nuevos antes de perderlo de vista.
El hombre bárbaro entró a la cabaña de pieles y me tiró a la cama de colchones, me dió un vistazo rápido ajustando su erección en su pantalón antes de irse.
Mirando el lugar noté que seguía igual, exceptuando que algunas almohadas tenían más rastros de sangre y humedad.
Miré el jarrón grande lleno de agua y la toalla de conejo.
Deseaba darme un baño, pero si llegaba a tocar algo de aquí, era seguro que lo pagaría.
Ya no me sentía como antes, dispuesto a morir para salir de este sufrimiento. Había visto a tantos de los míos salir sin vida de estás tiendas que el miedo a morir había vuelto a mí.
Mi cuerpo estaba temblando mientras me iba a un rincón de la tienda y me sentaba en cuclillas.
La tela que colgaba y servia de puerta se abrió dejando pasar a Maverick acompañado de un niño de 11 años.
El niño era delgado y de piel blanca. Tenía el cabello y los ojos negros.
Maverick lo empujó contra las almohadas y me busco con la mirada.
Cuando notó dónde estaba no pudo dejar mirarme.
Mientras se quitaba la ropa y exponía su cuerpo musculoso sus ojos se fijaban en los míos.
Yo mantuve la mirada mientras veía como el jefe de los bárbaros se desnudaba.
Su físico prominente lleno de músculos peludos, tatuajes y cicatrices aterraron al menor de once años en la cama de almohadas.
Lo escuché suplicar y pedir ayuda, pero Maverick no tuvo piedad.
Lo sometió bajo su cuerpo fornido y metió su polla gorda y musculosa en aquel agujero virginal.
Rápidamente iniciaron las embestidas y el sexo salvaje.
El golpe de pieles y los gritos de dolor eran claros.
El movimiento candente del líder seguía siendo el mismo, constante con una cadencia digna de un semental. Su abdomen se movía junto al resto de sus caderas en un vaiven en forma de S. La potencia de sus penetraciones sacaban alaridos al menor sometido y mientras lo hacía Maverick no dejaba de observarme.
Sus ojos estaban fijos en mí mientras tenía una sonrisa torcida formada en sus labios.
Era como si me estuviera diciendo que me estaba follando a mí o que era a mí al que quería follar de esa manera tan salvaje.
El sexo se mantuvo por media hora hasta que el niño murió.
Maverick soltó un resoplido y llamó a uno de sus bárbaros.
Sacaron el cuerpo y Maverick salió junto con ellos después de ponerse su pantalón.
Al rato, Maverick trajó a otro niño de diez años y repitió el proceso.
Sus ojos me miraron y penetró el culo de aquel niño con la fuerza de un toro antes montarlo como solo un semental lo haría con su yegua.
Las embestidas causaban fuertes sonidos de choque de piel y los gritos no se hicieron esperar.
Maverick seguia observandome, transmitiendome el mismo mensaje.
Que todo lo que le estaba haciendo a ese niño lo haría conmigo o lo quería hacer, sin embargo, no lo entendía.
¿Por qué me metio a su tienda si no iba a usarme de sacó de semen? No entendía sus intenciones y cuánto más repetía el proceso de traer más niños y follarlos mientras me miraba más miedo tenía.
No sabía lo que haría cuando se les acabará los sacos de semen disponibles o cuando se aburriera.
Pasaron tres niños más antes de que Maverick se detuviera.
Estaba de pie en el centro de la tienda con el cuerpo chorreando sudor. Sus hombros y pecho se hinchaban y desinflaban en cada bocanada de aire que tomaba para luego exhalar. Se le veía agotado, soltando resoplidos y con los músculos agarrotados.
Maverick me miró en la esquina y con el cuerpo musculoso brillando por el sudor se acercó a mí.
El fuerte hedor a hombre me hizo sentir un mareo.
Su aroma era una combinación de axilas, sexo y sudor. Todo combinado para crear el olor más crudo e intenso que jamas había sentido en mi vida.
Era tal el hedor que salía de su cuerpo como un vapor espeso que golpeaba como una onda de calor.
Miré con miedo la figura imponente de aquel bárbaro mientras estaba de pie enfrente mío.
El jefe de los rebeldes me tomó del brazo y me levantó.
Me llevó hacia donde estaba la tinaja de agua grande con el trapo de piel de conejo.
Me sentó en el suelo y se puso atrás mío.
Su calor corporal era como estar siendo quemado por los rayos del sol y su aroma potente me hacía querer cerrar los ojos.
Maverick tomó el trapo de conejo y lo mojó en la tinaja grande de agua.
Luego, el hombre tomó mi rostro con una de sus manos gruesas y con la otra me limpió la cara.
Miré como pude lo que hacía aquel hombre.
Su semblante era serio haciendome imposible entenderle.
Era cierto que llevaba días sucios y había perdido el color de mi piel debido a la suciedad, eso sin olvidar que apestaba a heces y orina. No puedo culparlo por lavarme, pero todavía me parecía raro. Eso y su mirada durante el sexo que tenía con sus sacos de semen me hacían querer hablar.
—¿Por qué haces esto? —dije.
Sus ojos verdes me miraron.
Había terminado de limpiar mi rostro, agarró un cuenco de madera que había detrás de la tinaja y lo uso para sacar agua y volver a mojar el trapo.
Con el trapo húmedo de nuevo siguió limpiando mi cuerpo, iniciando por mi pecho, bajando hasta mi abdomen, espalda, brazos y piernas.
Limpió todo lo que pudo sin contestar mi pregunta siquiera.
Notando su concentración supe que no tenía caso hablar y me quedé en silencio.
Termino de limpiar los rincones de mi cuerpo dejando mi culo para el final.
Maverick me hizo ponerme en cuatro con el culo levantado hacia él.
Hice caso con los nervios en mi cuerpo esperando su penetración salvaje.
Le escuché resoplar y su aliento caliente golpeó mi culo.
Sacó agua de la tinaja grande de barro con el cuenco de madera usando una de sus manos y con la otra abrió mis nalgas para dejar expuesto mi agujero.
Tenía rastros de escremento por lo que había pasado de un rosado a un naranja seco.
El agua se escurrió entre mis nalgas limpiando y humedeciendo la zona.
Maverick dejó el cuenco de madera en la tinaja y uso sus dos manos para abrir bien mi culo.
Dejó expuesto la carne rosada todavía sucia y ví como acercaba su nariz torcida a mi agujero.
Sentí un escalofrío cuando el líder de los bárbaros tomó una gran respiración con la nariz pegada a mi culo sucio.
Luego, su aliento sopló en mi agujero dándole una sensación caliente.
Seguido a eso, Maverick usó su lengua y su boca para limpiar mi culo.
Traté de gritar, pero mi boca fue incapaz de hacerlo. Lo que estaba sintiendo no era doloroso. No podía entenderlo porqué nunca lo había experimentado.
Sentía como su lengua adulta y sus labios carnosos devoraban toda la suciedad en mi ano dejándolo reluciente.
El calor de su cuerpo se impregnaba a través de su músculo bocal.
La saliva de su boca era como un bálsamo para las paredes internas de mi agujero y su respiración cerca de mi culo me hacía delirar.
Ese bárbaro estaba dándome sensaciones nuevas que me hacían sentir confundido.
Traté de mirar su rostro escondido en mi culo y pude percibir de vez en cuando como relamia sus labios después de cada limpieza en mi ano. Cada resto de suciedad lo saboreaba en sus labios y sonreía feliz.
Sus ojos brillaban encantado y no paraba de seguir metiendo su rostro en mi culo.
Paso un buen rato ocupado en aquello hasta que uno de sus barbaros vino a buscarlo.
—Señor. Haremos el intercambio de sacos de semen. Debe venir para elegir.
Maverick lo despidió con un gesto sin responder. Su rostro seguía pegado a mi culo y no deseaba detenerse.
Traté de sostenerme mejor, pero estaba cansado en aquella posición y deseaba sentarme.
Maverick notó mi rostro contrariado y dejó de lamer mi culo.
Me tomó del brazo y me llevó hacia la cama de almohadas.
Al parecer, él no tenía pensado limpiarse, solo deseaba asearme a mí.
Seguro para usarme como su sacó de semen.
El jefe de los bárbaros se acostó en la cama de almohadas y me arrastró con él.
Pegado a su cuerpo, el hombre musculoso y tatuado me dió la vuelta para tener mi trasero pegado a su rostro, en cambio yo tenía mi cabeza en su abdomen marcado lleno de pelo.
Su lengua y labios continuaron explorando mi agujero mientras usaba sus dedos callosos para abrir más mi ano.
No sabía porqué se había obsesionado tanto con mi agujero, pero si eso podía evitar que me lo rompiera, no me importaba.
Pasó una hora antes de notar a Maverick dejar mi culo descansar.
Se escuchó un resoplido de su parte antes de darme la vuelta y pegar mi rostro a su pecho musculoso cubierto de pelo.
Mis manos tocaron los tatuajes de líneas azules que tenía entre su follaje de cabello y podía sentir como su pecho subía y bajaba en cada respiración.
Maverick parecía cansado al respirar y pronto lo escuché dormir.
Aspiré su aroma sintiendo como el hedor se intensificaba.
Cerré los ojos para evitar un mareo, sin embargo, pese a que era potente su olor, me hizo querer dormir pegado a él.
Ambos dormimos juntos sintiendo el calor del otro.
Al día siguiente, me desperté al sentir una lengua húmeda hundirse en mi ano.
Gemí por el escosor que me causaba Maverick detrás mío.
Maverick tenía su rostro hundido en mi culo mientras chupaba y lamía con su boca adulta.
Su piel rasposa me provocaba picazón y su aliento caliente me causaba escalofríos.
Varios veces le escuché resoplar mientras se daba gusto con mi ano.
—¿Qué haces? —le pregunté confundido.
El líder me miró con aquellos ojos verdes.
Su semblante varonil era terrorífico y me costaba creer que ese hombre salvaje solo me estaba acariciando en vez de someterme como un animal bajo su cuerpo.
—Me aseguro de limpiarte. Llevas tanto tiempo sucio que tú culo apesta.
Su voz ronca se escuchaba excitada. Le ví aspirar con su nariz en mi interior antes de volver a hablar.
—¿Te molesta? ¿Prefieres qué haga otra cosa con tu culo?
Su tono dominante y autoritario me hizo encogerme de miedo.
Bajé la cabeza y evité mirarle.
El jefe barbaro notó mi acción y volvió a chuparme el culo como si nada.
Su lengua húmeda y gorda recorría mis paredes anales con gula.
La saliva que soltaba mojaba y lubricaba la zona roja de mi ano dándome un extraño alivio.
Maverick le gustaba aspirar mi aroma en mi culo apegando su nariz cada cierto tiempo.
Parecía intoxicado por el hedor que desprendía después de pasar sucio varios días en la celda.
Su polla bárbara estaba expuesta un poco más abajo de donde yo tenía mi cara.
Era un pedazo de carne altivo y orgulloso. Parecía declarar con su postura su dominio y cada parte de ella era enorme.
Admiré la textura antes de cerrar los ojos.
—Nada ha cambiado —susurré.
Maverick se detuvo al escuchar mi susurro.
—¿De qué hablas?
Su tono autoritario me hizo saltar.
Miré su expresión y parecía molesto, negué con la cabeza.
—No es nada.
—¡Habla!
Su voz era más iracunda y ya no tenía interés en comer mi culo.
Su boca estaba llena de saliva, fluidos de mi culo y manchas de heces secas.
Bajé la mirada asustado.
—Soy un sacó de semen. Eso no cambiará nunca —dije triste.
El jefe bárbaro parecía curioso por mis palabras.
—¿Qué tiene de malo ser un sacó de semen? ¿No te gusta? —Dijo en tono amenazador.
Traté de entender sus intenciones, pero era imposible.
Solo podía percibir su estado de animo y era peligroso.
Negué con la cabeza sin atreverme a decirlo en voz alta.
Sentí la respiración airada de ese hombre y como parecía querer entender mis palabras.
Le costó varios minutos calmarse antes de soltar un resoplido molesto.
—¿Qué se supone que te gusta entonces?
Sus palabras eran más suaves, pero su tono grave y ronco me hizo mantenerme alerta.
No quería equivocarme y desatar un desastre.
Medité mis palabras antes de hablar.
Los recuerdos de mi padre y sus palabras hicieron que las lágrimas se alojarán en mis párpados.
Por un momento había rememorado las caricias que recibía de mi progenitor. El recuerdo de sus labios con los míos me hizo suspirar.
—Me gustan los besos.
Maverick me miró con calma y habló.
—¿Solo los besos? —preguntó con calma.
Mis memorias también incluían abrazos. Algo que me reconfortaba y deseaba tener en estos momentos.
Una lágrima cayó de mis párpados hasta cruzar mi mejilla.
Un rastro de lágrimas se hizo en mi rostro mientras me obligaba a responder.
—Tambien los abrazos.
Maverick analizó mis palabras antes de ver nuestros cuerpos desnudos y sucios.
—Entonces no te gusta el contacto sexual.
Sus palabras eran como las de alguien que finalmente entendía algo, luego le escuché murmurar.
—Y yo que creía que podría causarte celos.
Me sorprendí por su revelación. Le miré a los ojos confundido.
—Traje a todos esos sacos de semen esperando que quisieras pedirme ser uno de ellos.
—¿Después de lo que me hicieron tú y tus hombres crees que todavía quiero tener sexo? —pregunté incrédulo.
No entendía la lógica ni el razonamiento de ese bárbaro.
Estaba claro que era un animal salvaje, sus acciones me eran incomprensibles.
—Es solo sexo.
Me asusté por sus palabras. Para él lo que hacían no era nada.
Negué con la cabeza aterrado.
El pareció entender mi negativa y se enojo.
—¿Entonces no te gusta ser un sacó de semen? ¿Prefieres estar muerto como los otros niños?
Su voz era iracunda y grave.
Mantuve mi mirada baja mientras sentía su cuerpo temblar por el enojo y contesté en un susurro.
—No puede querer algo que no me guste.
Mis palabras parecieron calmarlo y solo se limitó a mirarme con su expresión osca.
Realmente no entendía porque hablaba conmigo. Parecía querer esforzarse en entenderme, pero eso solo causaba disgusto en él.
Sus palabras sonaron secas y graves.
—Entonces ¿Si fuera algo que te gustará lo querrías?
Asentí con la cabeza subiendo mi mirada.
Sus ojos verdes brillaban con un toque de ingenio.
Sus labios se abrieron mientras se forzaba a continuar con sus pensamientos.
— Y si el sexo fuera de otra manera, una que te gustara ¿Lo querrías?
Asentí con la cabeza.
Sus cejas estaban fruncidas, respiraba por la nariz con fuerza y parecía cansado de pensar.
Si realmente estaba esforzándose, podía entender porqué se veía así.
«Seguro jamás tuvo que replantearse lo que hacía ni porque debería cambiar. Ahora que lo hace, le es difícil», pensé curioso.
Su semblante estoico se estaba desmoronando mientras sus ojos dudaban.
Estaba en una lucha interna entre sus creencias y mis palabras.
De vez en cuando me veía y sus manos se apretaban en puños.
Su expresión pasaba de un bárbaro sin escrúpulos a la de un hombre solitario.
Maverick apretó los labios y tensó la mandíbula.
Sus ojos ardían como el fuego y parecía haber tomado una decisión.
El tono de su voz era grave y aspero. Lentamente habló.
—Si yo te tratara diferente, sin someterte ni hacer algo en contra de tu voluntad ¿Te gustaría el sexo conmigo? ¿Querrías tener sexo conmigo?
Su voz al final sonó perdida, como si lo que estaba diciendo fuera un sueño.
Pensé en sus palabras con detenimiento.
En circunstancias normales, si tuviera la oportunidad de negarme lo haría.
Ya había sufrido a manos de ese bárbaro y sus subordinados.
Me era imposible creer en lo que me decían y solo veía en ellos muerte y destrucción.
No obstante, no tenía elección, era decir que sí o morir. Por lo que incluso si era imposible que ese hombre dijera la verdad o que sus palabras tuvieran sentido, decidí responder.
—Sí. Estaria dispuesto y me gustaría tener sexo contigo. Eso y más.
Comenté tratando de sonar convincente.
Su mirada se quedó pegada en mí durante un minuto.
Algo en él pareció reaccionar y habló de nuevo.
—¿Qué más estarías dispuesto a hacer por mí?
Su voz era de un tono ronco y bajo. Era difícil saber su estado de animo actual.
Pensé en la respuesta y recordé las conversaciones que tenía con mi padre.
Era un sueño que jamás pasaría, pero era lo más cercano a una respuesta que podía dar.
—Te amaría. Te colmaría de atenciones —contesté dubitativo.
Le ví suavizar su mirada y relajar su cuerpo musculoso.
Me miró de nuevo y habló
—¿Que más harías por mí?
Su voz demandante me asustó.
—Te dejaría follarme con delicadeza y amor. Te besaría cuando estés triste y curaría tus heridas.
Mis manos se estiraron y tocaron su piel llena de cicatrices.
Sus músculos se tensaron por el tacto, pero no se alejó.
Miré a Maverick mientras él seguía procesando mis palabras.
Su semblante calmado se veía reconfortante y la paz que trasmitia contrastaba con su apariencia salvaje.
Su cuerpo musculoso con sus tatuajes eran intimidantes, pero con aquella expresión parecía un erudito.
Los ojos verdes del jefe bárbaro me observaron.
Parecían brillar ante algo que le gustaba.
Los labios del líder se movieron y su voz varonil se escuchó.
—¿Harías todas esas cosas por mí? ¿Lo harías si no te obligo ni te fuerzo a nada?
Asentí con la cabeza evitando responder con mi voz.
Maverick se quedó pensativo antes de mostrar una sonrisa torcida.
—¿Harías todo eso por algo tan ridículo como tratarte bien?
Sentí la dureza de su burla, pero decidí responder con las palabras que una vez me dijo mi padre antes de morir.
—Cuando se ama, se respeta. Si me respetas, te amaré.
Con aquello el jefe pareció convencido y volvió a su semblante habitual.
Miró mi culo con aquellos ojos de depredador antes de resoplar.
—Bañate. Voy a salir.
Maverick se puso su ropa todavía con una erección dolorosa en su entrepierna.
Me quedé acostado de lado en la cama de almohadas viendo como se vestía y noté su deseo en cada músculo de su cuerpo.
El jefe bárbaro pareció reprimirlo con fuerza de voluntad y me vió una última vez a los ojos.
—¡Que estupidez!
Con esa palabras me dejó solo en su tienda de campaña.
Admiré sus cosas en la tienda con una expresión triste antes de soltar el primer sollozo.
Creía que iba a morir mientras me interrogaba y no sabía si estaba pisando un lugar peligroso cada vez que le respondía.
Tuve suerte y salí vivo, pero era claro que volvería.
Esos bárbaros siempre necesitan un sacó de semen para desahogarse, ya sea que me elija a mí o a otro niño, eso no cambiará.
«Por eso son unos salvajes», pensé buscando la vasija grande con agua y el trapo con piel de conejo.
Limpie mi cuerpo lleno de tierra y dejé que mi piel blanca se mostrará.
Sentí mi culo entumecido y cómodo. Cómo si tuviera un bálsamo que mantenía el ardor de las heridas en control.
Con miedo de tocar y causarme daño, evite limpiar esa zona.
Del resto, logré lavar mi cabello el cual pasó de estar tieso como una rama a caer sobre mi piel con un brillo especial.
Me acosté en la cama de almohadas y esperé a Maverick.
Llegó la noche y escuché a los bárbaros hacer el intercambio de sacos de semen.
El jefe de los bárbaros entró en ese momento.
Se veía cansado y sucio.
Me miró acostado en la cama y luego se fue a un rincón para quitarse la ropa.
Desnudo, caminó hacia la tinaja de agua y se limpio con la toalla de piel de conejo.
Mientras humedecia la toalla y la pasaba por sus músculos fibrosos, me quedé admirando su figura.
La silueta de cada parte de su cuerpo era bien proporcionada, la piel era elástica pero tenía una textura a cuero, el color de su piel me recordaba al bronce y su figura alta me asustaba.
Estaba de pie con todo su esplendor masculino al aire y solo se limitaba a limpiarse.
Admiré los tatuajes de rayas azules que tenía en varia partes de su cuerpo peludo.
—¿Para qué son los tatuajes? —pregunté en voz baja.
Creí haberlo pensado, pero me encontré diciéndolo.
Maverick se dió la vuelta con una expresión osca, pero fue interrumpido por uno de sus hombres.
—Señor. Debe elegir a su sacó de semen. Ya casi hemos terminado el intercambio.
Maverick le hizo un gesto al bárbaro para que se fuera, el aludido me miró un momento y pareció entender algo.
Ambos volvimos a quedar solos y Maverick siguió con su limpieza corporal.
Está vez me quedé callado y solo me límite a mirarlo.
Desde el inicio de sus piernas fornidas, el contorno varonil de su espalda y glúteos, lo bien proporcionados que tenía los brazos y el pecho. Todo en el era perfecto para mí, pero aún así no podía evitar tener miedo. De lo que podía hacerme, de lo que haría.
Maverick terminó de limpiarse y caminó hacia donde yo estaba.
Bajé la cabeza para no mirarlo y sentí como el calor y aroma de su cuerpo llegaba a mí en una ola.
El hedor a afrodisíaco masculino seguía siendo fuerte y era su mayor aroma en aquel momento.
La orina o las heces casi ni se sentían después de haberse bañado.
No obstante, podía notar el olor a sudor y suciedad provenir de sus axilas y entrepierna.
Se había limpiado lo suficiente para no tener picazón en el cuerpo por culpa de la suciedad, pero no para evitar el mal olor.
Dejé que sus manos me tomarán y me acomodaran en su cuerpo.
Cada parte de su físico se amoldó al mío y me encontré acostado de pansa y con la cabeza en su abdomen.
Maverick tenía mi culo cerca de su rostro y lo estaba revisando con atención.
Su nariz dejó salir una fuerte exhalación y le escuché estornudar.
—Tu culo sigue sucio ¿Por qué? —Demandó el hombre en tono grave y ronco.
Me asusté por la pregunta y conteste rápido.
—Tenía miedo de hacerme daño al limpiarme —Dije lo primero que se me ocurrió.
El jefe de los bárbaros soltó un gruñido y dijo.
—Debes limpiarte el culo. Nada debe estar sucio ¿Entiendes?
Su tono autoritario y enojado me hizo encogerme en su cuerpo.
Asentí con la cabeza y le escuché resoplar.
—Mira como lo tienes. Sucio, lleno de manchas de heces. Debe ser incómodo.
Cada palabra que decía parecía ocultar un deseo sexual profundo.
Vi su polla varonil despertar y levantarse erguida.
Me asusté por lo que estaba pasando y le escuché hablar de nuevo.
—Quiero limpiarte ¿Me dejas comerte el culo?
Sus palabras me sorprendieron. Jamás pensé que un bárbaro como él me pediría permiso para hacer algo con mi cuerpo, pero ahí estaba, demandando una respuesta mientras sostenía con sus manos mi trasero húmedo.
Asentí con la cabeza sabiendo que no podía negarme y le escuché ronronear como un gato.
—Buen sacó de semen.
Su voz se escuchó ronca mientras metió su lengua en mi ano y empezó a lamer.
La saliva se agolpó en sus labios y la escupió.
Pasó uno de sus dedos para esparcir la saliva y lubricar la zona.
Luego, puso sus labios y empezó a succionar.
Gemí ante lo incómodo de la situación y le dejé hacer lo que quisiera.
Su boca adulta me comió con gula y mis gemidos parecían gustarle.
Pasamos una hora así, con él comiéndome el culo y yo gimiendo.
Se detuvo al ver que ya estaba limpió y me acomodo de nuevo en sus brazos. Está vez con mi cabeza en su pecho izquierdo escuchando los latidos de su corazón.
Sentí sus manos acariciar mis nalgas en fuertes apretones antes de caer dormido.
«Si esto podía durar para siempre, no me quejaría», me dije mentalmente.
Continuará…
Gracias por leer. Me disculpo si el relato es muy largo. Espero les haya gustado tanto como a mi el escribirlo.
Los siguientes relatos que publicare sera la continuación de fiesta de disfraces para niños traviesos y el relato de ejercicios para culos hambrientos.
Nos leemos luego.
Cómo siempre un lujo leerte… Hace tiempo buscaba un relato así con bárbaros o vikingos hasta que lo encontré, evidentemente me dejaste con la vergota bien dura y apunto de eyacular.