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Bisexual, Fetichismo, Gays

Carne Blanca

Hice fuerza en mi brazo, hundiendo toda mi mano y parte de mi antebrazo en el conducto rectal del adulto. Me sentía confundido al ver como mi extremidad era tragada con facilidad por el ano del hombre..
Habia llegado a la costa a mitad de la noche. Mis párpados se abrieron ante el ruido de voces y levanté la mirada confundido.

Sombras de cuerpos musculosos era lo que veía, sus piernas fuertes me rodeaban mientras el color de sus pieles era de un tono negro.

Eran hombres adultos, usaban taparrabos y sus cuerpos semidesnudos estaban curtidos de músculo y venas.

Hablaban entre ellos rodeándome, pero no entendía nada de lo que decían.

—Hola —dije asustado.

Uno de ellos hizo un gesto y sonrió en mi dirección.

Como si todos esos hombres entendieran algo, me ayudaron a levantarme de la arena sin esfuerzo.

A mis ocho años habia aprendido a valerme por mi mismo y entendía que no podia asustarme ante lo que ocurriera día a día.

Mientras esos hombres musculosos me llevaban al interior de una selva, miré hacia atrás por última vez.

Los escombros de un barco me despidieron en la lejanía.

Miré mis alrededores con curiosidad mientras las palmeras y arboles cruzaban por mi vista.

Pajaros coloridos y animales medianos se alejaban mientras pasábamos por el único camino que había.

El ruido de las cigarras y el estridente golpeteo de un pájaro carpintero me hizo encogerme.

Uno de los nativos se rio de mi postura y golpeó mi cabeza suavemente.

Sin entender que hacía seguí sus pasos, siendo sujetado de las manos por dos de esos hombres.

Mientras cruzábamos arbustos y hojas de selva, mis recuerdos pasaron brevemente por mi mente.

Era un joven de New Orleáns. De cabello negro, ojos azules y piel negra. Pero no tan oscura como la de los nativos de aquí.

Vivía en las calles desde los 5 años con mi hermanita Tara. Habiamos escapado de un orfanato junto a otros niños.

La idea era vivir juntos en las calles y cuidarnos entre si, pero todo se complicó en las semanas venideras.

De los diez que escapamos, cinco se fueron apenas salimos del orfanato.

No dieron explicación más allá de seguir su propio camino.

De los cinco que quedamos, uno murió de fiebre y los otros dos se unieron a una banda criminal.

En cuanto a mi y mi hermanita, nos fuimos a una zona costera lejos de la ciudad.

Logramos engañar a varios conductores para que nos llevaran sin llamar a la policía y pronto estábamos en el puerto.

Curiosos por los enormes embarcaciones, logré meternos a mi hermana y a mi en un barco que iba rumbo a Inglaterra.

Nos escondimos en la zona de carga y nos quedamos dormidos esa noche.

Cuando desperté, estaba en la playa de esta extraña isla.

Sin señales de mi hermana y pensando en lo que podría haber pasado.

Tenía ganas de llorar.

Mis párpados se llenaron de lágrimas y empecé a gimotear.

Los adultos me escucharon y se detuvieron.

Me miraron con rostros confundidos y hablaron entre si.

Uno de ellos tomó una decisión y se agachó para tomarme de las caderas.

Me subió a su pecho, dejando que enredara mis piernas en sus caderas y llorara en su pecho.

Le escuché hablarme, pero no dejaba de llorar.

Mi hermanita podría haber muerto sin que yo lo supiera y era mi culpa.

Sentí algo aspero acariciar mis mejillas y miré con los ojos humedecidos la razón.

La lengua de uno de los hombres estaba limpiando mis lágrimas, su expresión era de consuelo mientras sus dedos acariciaban mi nuca para calmarme.

Los demás hombres musculosos se juntaron y besaron mi rostro y cuerpo.

El calor de sus cuerpos me hizo estremecerme.

Me sentía en un horno con tantos cuerpos juntos, el olor a sudor y axila me embriagó y sentí sus caricias en mi piel.

Dejé de llorar al sentirme mejor por sus gestos y me sonrieron.

Hice una mueca similar y uno de ellos besó mis labios.

Me sonrojé por el gesto.

Llevado en los brazos fornidos de uno de esos hombres negros, llegamos a lo que parecía una comunidad aborigen en el fondo de la selva.

Habia casas hechas con palos robustos cubiertos por hojas de plátano, las formas iban desde tiendas de campaña, tiendas cuadradas y algunas en forma de esferas.

Pasamos entre el tumulto de gente que habia y varios me vieron con curiosidad.

Las mujeres sonrieron y algunas se estiraron para tocarme.

Los hombres no intervinieron llevándome hasta la parte más alejada de la aldea.

Pasamos por detrás de unos palos de mango y nos detuvimos en una cabaña de troncos en medio de la selva.

Era una cabaña rústica, no era tan sofisticada, pero era grande, muy grande.

Las enredaderas cubrían las paredes y había antorchas puestas en los pilares exteriores.

Pasamos por la entrada y vislumbré el interior del recinto.

Un especie de vestíbulo con hombres negros en taparrabos haciendo fila.

En una mesa al fondo, una mujer vestida con conchas de mar y un vestido blanco con turbante hablaba con el primero en la fila, mostrándole una hoja con garabatos.

Ambos parecían hablar animadamente antes de perderlos de vista.

Senti la sensación de que los hombres que estaban haciendo fila me miraban con intensidad y un mal presentimiento se alojó en mi corazon.

Los hombres negros que me escoltaron se presentaron ante un hombre moreno y delgado. Tenía una barba incipiente y los dientes torcidos.

Vestido con un taparrabos me señaló y dijo algo en su idioma.

Los hombres me señalaron y luego a una de las puertas.

El hombre delgado me miró y asintió con la cabeza.

Fuí llevado por mis escoltas hacía la puerta y entramos.

El interior era una habitación con una cama hecha de palma de hojas y tiras de hojas de plátano.

La cama se veia resistente, grande y elástica.

Habia una ventana hacia el exterior por donde entraba una luz cálida.

El hombre negro que me cargaba me dejó en la cama para que me sentara.

De la puerta de entrada, una niña blanca pasó y saludó a los presentes.

Me sorprendí de ver a alguien con rasgos que reconocía.

Era una niña blanca comun de America. No tenia los ojos chatos de los aborígenes o su nariz curveada.

La pequeña de diez años era linda, con su cabello rubio recogido en una coleta y llevando un vestido blanco con flores bordadas. Iba descalza, pero su rostro aniñado con su rubor característico le daban un encanto adorable.

Los hombres se hicieron a un lado respetuosamente y la niña me miró.

—Hola, ¿Cómo te llamas? —preguntó la niña.

Me sorprendí gratamente.

—Hola, ¿Puedes entenderme? Soy Trey.

La niña sonrió.

—Te entiendo Trey. Soy del mismo lugar que tú, o eso creo. Me llamo Lucy. Me gustaria explicarte en donde estás y tu situación actual.

Quería hacer preguntas, pero la niña negó con la cabeza.

Confundido, me quedé callado y le dejé hablar.

—Bienvenido a Poka Mira. Es el nombre que los lugareños le pusieron a la isla. Aquí viven cuatro tribus que conviven en armonía desde hace cien años. En estos momentos estamos en la tribu Yit Pera. Al sur de la isla.

Asentí a sus palabras.

La niña sonrió y se mostró un poco avergonzada por algo, parecía que le costaba continuar la conversación.

Se escuchó un carraspeo y todos miramos hacia la puerta de entrada.

Un hombre alto y musculoso pasó por la puerta vestido con un collar de plumajes de pavo real en el pecho y en el taparrabos, una corona de plumas de colores y una capa de ciervo que cubria su enorme espalda.

Su rostro a diferencia del resto era simétrico, tenia una mandíbula cuadrada y párpados opacos. Sus labios finos y nariz perfilada le daban un encanto extranjero.

La niña jadeó y se arrodilló. Los hombres se pusieron firmes dejando que pasars el desconocido.

El adulto me miró y se sorprendió de ver mis rasgos, habló con la niña y la joven le respondió.

Como si entendiera algo, el mayor dio una orden y se fué.

La niña se veía aliviada y los hombres presentes estaban desanimados.

Me miraban como si hubieran perdido algo.

—Buenas noticias. Mudka Tema te ha elegido para ser parte de su casa. Ven conmigo.

Hice lo pedido mirando a mis escoltas.

Se veían reacios a despedirse de mi y me sentí mal por ellos.

Todavia recordaba el gesto de limpiar mis lágrimas y besarme cuando estaba triste.

Dudoso me acerqué a ellos.

La niña me esperaba en la puerta de entrada.

Curioso, uno de los adultos se agachó a mi altura.

—Gracias por traerme —dije.

Sonrojado acerqué mi carita y besé los labios del hombre como habían hecho antes.

El fornido hombre negro me sonrió.

Los demás adultos se agacharon y pasé por cada uno de ellos.

Les di un suave beso nervioso y agradecido.

Cuando terminé, me fui rápidamente.

Escuché las voces de los hombres con un tono ronco mientras salía de la habitación.

—Eres muy amable —dijo la niña.

—¿Por qué lo dices? —pregunté.

Ella me miro y se rio.

—Por nada. Lo entenderás cuando lleguemos a la casa de Mudka Tema.

Asentí con la cabeza curioso por la cabaña en donde estábamos.

Mientras salíamos, note que la fila de hombres musculosos se habia reducido y unos extraños sonidos provenían de una de las habitaciones del fondo.

Miré en aquella dirección mientras me iba y pude vislumbrar con claridad lo que pasaba.

Un hombre negro fornido estaba montado en la cama, y debajo suyo, una niña blanca lo estaba recibiendo con su vaginita. La polla negra entraba con furia y el lubricante vaginal pringaba en cada sacudida.

Mi cara de sorpresa pasó al entendimiento cuando supe donde estaba.

—Es un prostíbulo.

La niña me miró avergonzada.

—Así es. Aquí vienen los Yuka Homa solteros. Pero no pienses mal, es un refugio para niños como nosotros. Sino, nos dejarian morir a nuestra suerte en esta isla.

Me sentí mal por la explicación y ya no quise saber nada.

Recordando el beso a esos hombres una idea pasó por mi cabeza.

«¿Ellos tenían pensado tener sexo conmigo? ¿Por eso me llevaron al prostíbulo? Eso explicaría por que estaban tristes cuando me fui», pensé con miedo.

De solo pensar en tener a esos seis hombres montandome con sus pollas me hizo estremecer.

Llegamos a una cabaña rustica parecida a la anterior, solo que esta estaba encima de una colina, cercada y protegida por soldados en taparrabos.

Desde donde estaba podía ver la aldea a lo lejos.

Lucy me llevó al interior de la casa. Habían muebles de bambú y madera.

Mesas con cestas de frutas. Flores en macetas de barro y pieles de animales en el suelo.

Una escalera subía a un segundo piso y las habitaciones estaban divididas en cuatro en el primer piso.

A la derecha estaba una especie de zona de descanso con sillas y mesas.

En la izquierda una mesa larga con comida y al fondo veía humo salir con un olor fragante a platanos tostados.

De la última habitación no supe nada.

Fuí llevado al segundo piso donde estaba el hombre de plumajes de antes.

Se encontraba sentado en un trono de madera con sus piernas musculosas abiertas.

Su mentón estaba recostado en su palma, con su brazo apoyado en el respaldar de la silla, mirándome entrar con Lucy.

Entre sus piernas, una niña pelirroja tenía su cabeza metida en su entrepierna, con la mano del hombre empujando la cabecita de la menor en suaves vaivenes.

El gorgoteo y sonido de succiones me hizo saber lo que estaba pasando.

La niña en las piernas del lider sacó la cabeza, de su boca, centímetro a centímetro, una polla negra salía.

Era larga y gorda, venuda y morcillosa. La baba caía de la boca niña mientras expulsaba de sus labios el glande morado del hombre.

La niña cayó al suelo respirando agitada y sin poder hablar.

El hombre hizo un gesto y un sirviente salió de una habitación a la izquierda. Tomó a la niña jadeante y se la llevó devuelta a ese cuarto.

La polla del fornido adulto negro estaba levantada y lubricada.

Sus ojos me miraron un momento antes de hacerle un gesto a Lucy.

Su tono grave era duro y mi compañera corrió apenas escuchó sus palabras.

Sin pudor alguno, Lucy se quitó el vestido mostrando su piel blanca.

Marcas rojas estaban por todo su cuerpo, en especial sus tetillas y hombros.

Las sombra de unos dedos todavia era visible en sus nalguitas niveas y su vaginita estaba abierta. Goteando semen.

«¿Lucy llegó a donde estaba en ese estado?», pensé sorprendido.

La niña se subió al regazo del hombre negro y mientras era tomada por sus manos, la vaginita de la menor se sentaba en el glande del pene musculoso.

La punta morada forzó su entrada y la niña gimoteó.

El hombre negro soltó un gruñido empujando con su pelvis la mitad de su polla y usando sus manos para amasar las caderas de la niña.

Mis párpados se abrieron al ver como toda esa carne venuda y gorda entrada casi sin esfuerzo en Lucy.

Eran más centímetros que los que había contado en mi vida. Podía imaginar un plátano de 10 centimetros entrando en la vaginita de Lucy y eso solo sería la mitad de lo que tenia metido del pene del hombre.

Ambos, adulto y niña esperaron hasta que el pene estuviera totalmente hundido en la vaginita de la menor para mirarme.

El hombre era indiferente, en cambio, Lucy estaba roja de la vergüenza.

Com voz autoritaria el mayor dijo algo, Lucy sintió la polla del hombre salir y entrar en una penetración profunda.

Gimió en voz alta la niña antes de hablar.

—Mudka Tema dice que eres bienvenido a su casa y desea darte un trabajo —la voz de la niña era tremula.

La polla gorda salió y volvio a entrar en la vagina de la niña, lubricante salpicó los testículos del hombre y la menor gimió de nuevo.

Con voz grave el adulto dijo algo y Lucy respondió.

Luego, la niña se dirigió a mí.

—Mudka Tema quiere que seas el Ki de su mejor guerrero, Rut Fich.

Confundido, no apartaba la mirada de las penetraciones que estaba recibiendo Lucy del pene del adulto.

Era increíble ver aquel pedazo de carne masculino entrar como si nada en la vaginita de Lucy.

La carne negra subía y bajaba de la vagina de Lucy, los gemidos de la niña eran altos, con lagrimas en sus párpados y diciendo palabras que no entendía.

El hombre negro tomó el rostro de la niña haciendo que me mirara, sonrojada, Lucy lloró de placer, recibiendo los más de 20 centímetros de polla en su vagina.

—Mudka Tema dice…

Lucy gimió varias veces y su respiración se volvió agitada, la voz grave del hombre le hizo estremecer.

—…que serás llevado a la casa de Rut Fitch. Tienes una semana para…

Lucy gimoteó ante la sacudida de la embestida del hombre, su cuerpecito saltaba entre las piernas del adulto y el hombre estaba sonriendo.

Sus ojos eran brillantes mirando como la niña en su regazo se comía su polla adulta.

—…para complacerlo en la cama, si fallas…

Lucy empezoe a llorar y el hombre se detuvo, la niña no paraba de gimotear y el adulto la cubrió en sus brazos dandole la vuelta suavemente.

Ambos estaban cara a cara, Lucy llorando y el adulto consolándola con palabras que no entendía.

Vi los labios del hombre negro besar los ojitos de Lucy y luego su lengua lamer sus mejillas.

La niña dejó de llorar y miró a su hombre tratarla con cariño.

Cuando Lucy se calmó el mayor le dijo algo.

La niña respondió y se dieron un suave beso en los labios.

Luego, las penetraciones continuaron. Esta vez más rudas.

La vagina de la niña recibía la furia de la polla del hombre negro y los testículos golpeaban la piel ante la brusquedad del sexo.

Lucy miró detrás suyo en mi dirección, con el rostro rojo y lloroso.

—…si fallas en llevar a Rut Fitch a la cama, volverás al burdel.

Sus últimas palabras fueron acompañadas de un gruñido bajo del hombre.

La voz del adulto ordenó algo y un sirviente me tomó de la mano para sacarme del segundo piso, mientras me iba pude ver la polla del hombre negro hundirse en la vagina de Lucy hasta que sus testículos se presionaron contra la entrada.

La bolsa de testículos se contraía y expandia suavemente, las venas del pene se retorcían en un vaivén lento.

De los bordes de los labios vaginales, semen se escurría.

Junto al gemido ronco del adulto y el gimoteo de una niña, ambos me despidieron.

Seguí el camino colina abajo con ayuda del sirviente.

Llegamos a una tienda de hojas, era en forma de cono y muy espaciosa.

Era enorme por fuera y podia imaginar que por dentro debía ser cómodo.

Me dejaron entrar y lo primero que recibí fue el golpe de un olor a afrodisíaco masculino.

Respiré aturdido aquel olor y Mire al hombre enfrente mio.

Era blanco, de un tono claro muy marcado. Musculoso de los pies a la cabeza, ojos pardos y con barba.

Tenia pelos rubios en las axilas, pero era calvo de la cabeza.

Sus cejas tupidas con su bigote bien recortado le daban un aire malvado.

Su físico exuberante era un conjunto de venas y músculos bien delineados. Desde sus perfectas piernas curtidas, su abdomen abultado con ligeras marcas de abdominales. Sus pectorales duros y ligeramente caídos con pezones rosados colgando.

Sus hombros y espalda se estiraron al verme y caminó con parsimonia hasta donde estaba.

Su olor impregnó mi cuerpo y su calor corporal me hizo sudar.

Sentí al hombre encima mío y como me tomaba en sus brazos.

—Eres diferente.

Su tono inglés me hizo sorprenderme.

—¿Hablas mi idioma?

Mi voz fue callada por un dedo.

El hombre me hizo meter su dedo anular en mi boca, obligándome a chuparlo.

Se acostó en su cama de hojas tejidas escuchandose el rechinar del mueble.

Su otra mano me posó en su abdomen.

Sin dejar de chupar su dedo le miré.

—No eres Asiático, Hindú, Europeo o Polinesio. Eres un niño afroamericano.

Su voz era dura, grave y dominante.

Me observaba con interes, pero no hizo nada más que sostenerme.

—Mudka Tema te envio, pero no creó que sirva de mucho.

Su tono era cansado, me dio la vuelta y tomó su pene escondido en su taparrabo, mostrandomelo.

Era voluminoso, de diez centímetros, pero sin estar erecto. Gordo y venudo. Con la cabeza del glande cubierta por el prepucio. Los testículos se veian ligeramente y estaban cubiertos por una mata de pelo rubio.

Eran rojos, de un tono que no parecía saludable.

—Tengo abstinencia sexual. He intentado tener sexo con muchos niños como tú, pero no se me levanta. Incluso he participado en orgías, sin éxito.

Su tono era de resignación mientras me explicaba su caso.

—Mudka Tema te dio una semana para que tuviéramos sexo, pero yo no estoy dispuesto a gastar mi tiempo de esa manera. Te doy un día.

Con su tono grave y dominante le miré con miedo.

Sacó su dedo de mi boca y lo llevó a la suya, probando él sabor de mi saliva.

—Dulce, como debe ser.

Su tono ronco me hizo estremecer.

Miré el pene del adulto y luego pensé en lo que pasaría si fracasaba.

Seria parte de los niños del burdel, con penes de muchos hombres s mi servicio.

Me daba miedo la idea, pero tampoco quería probar ese pene.

Nunca se me había pasado por la cabeza lo que estaba viviendo y me sentía abrumado.

Miré al hombre blanco debajo mío y empecé a llorar.

El adulto ni se inmutó, dejando que derramara lagrimas.

Lloré hasta quedarme sin lagrimas, los párpados los tenía hinchados y me costaba respirar.

El adulto se había dormido y la luz del sol en el exterior era naranja.

Muy pronto anocheceria y terminaría el dia.

Trate de armarme de valor para tocar el pene adulto, pero no pude.

Me daba miedo pensar que esa cosa me penetraría de la misma forma que lo hacian con Lucy y los otros niños.

«Pero no quiero volver al burdel, será peor», pensé.

Incapaz de moverme, decidí mirar el rostro del adulto.

Estaba sereno, sin moverse. Se veia apacible.

Una sensación de calma me inundó al verlo tan tranquilo.

Sus labios rosados cubiertos por aquella barba eran bonitos, me daban ganas de besarlos.

Moví mi cuerpo encima del hombre blanco, mi piel negra contrastando con la del adulto.

Posé mis manos en sus pectorales y acerque mi boquita a la del hombre.

Mis labios de niño besaron inocentemente las del adulto, dejando el contacto por varios segundos.

Cuando me separé, el rostro del hombre seguía igual.

Sonreí y volví a besar los labios del adulto.

Esta vez con más seguridad.

Mi boquita dejó saliva en los labios rosados y me separé con la cara roja.

El hombre seguía sin moverse.

Dubitativo saqué mi lengua y la pasé por sus labios, sintiendo el picor de su barba y el bigote.

Me reí por lo que sentía y esta vez me dispuse a dar un beso más profundo.

Toqué sus labios con los míos, saqué mi lengua y la hundí en el interior de la boca del adulto, saboreando su saliva amizclada.

Disfruté de su aliento a cáñamo y tragué parte de su saliva, cuando me separé seguía dormido.

Bajé mis labios por su mentón, besando su cuello y llegando a su oreja, apreté con mis labios el lóbulo de su oreja antes de darle un suave mordisco.

El cuerpo del hombre tembló y me separé asustado.

Aquellos ojos pardos me estaban mirando.

Retrocedí sintiendo algo golpear mi trasero.

Una polla enorme de 30 centímetros estaba erecta, goteando presemen.

—¿Lograste excitarme? ¿Cómo?

El tono de voz del adulto era ronco.

Confundido, respondí.

—Solo estaba jugando.

Con curiosidad, el adulto me tomó acercandome a su rostro.

—Muestrame tu juego.

Hice lo que me pidió, besé sus labios como lo había hecho notando como su expresión se oscurecía.

Besé su mentón y cuello, mordí el lóbulo de su oreja y le escuché jadear.

—Creo saber que has hecho.

Con su tono dominante, me puso a un lado.

Fue hacia una mesa de bambu al otro lado del cuarto y sacó una jarra de barro con un liquido pegajoso dentro.

—Es lubricante de savia. Esta mezclado con ciertos ingredientes para evitar resequedad y otros problemas durante el sexo.

Me asusté al saber lo que quería y el adulto notó mi expresión.

—Deja tu miedo, niño. No voy a penetrarte, todavía no.

Suspiré aliviado sintiendome incomodo.

Ese todavía me tenía inquieto.

—Entonces ¿Para qué es el lubricante? —pregunté.

—Quiero que me ayudes a probar una idea. Si tengo razón, te prometo que te follare y te gustara.

Dubitativo acepté y escuché sus palabras.

Mi boca se abrió de la incredulidad.

Miré mi mano siendo cubierta de lubricante hasta el codo.

Luego, el adulto se pusó en cuatro, mostrándome su culo rubio peludo en mi cara.

Un agujero rosado estaba enfrente mio totalmente fruncido.

—Mete tu brazo hasta el codo, te diré cuando parar.

Quise negarme, pero al ver aquellos ojos pardos observarme con dureza me hicieron encogerme del miedo.

Con lentitud acerqué mis dedos al ano rosado del adulto.

Mis pequeños dedos presionaron la carne blanca, abriendo la cavidad rectal con facilidad.

Podía ver como las paredes rosadas se ensanchaban alojando mis cinco dedos y mi palma, el agujero estaba estirado y escuché un gruñido del adulto.

—Mete más, todavía no llegas.

Hice fuerza en mi brazo, hundiendo toda mi mano y parte de mi antebrazo en el conducto rectal del adulto.

Me sentía confundido al ver como mi extremidad era tragada con facilidad por el ano del hombre.

El lubricante habia facilitado en demasía el esfuerzo.

Gruñidos y gemidos roncos acompañaron al adulto.

—Mete todo, ya casi llegás.

Con temblor en el cuerpo, hice lo pedido.

Miré como la mitad de mi brazo estaba hundido en el cuerpo del hombre.

Le escuché gemir y vi como la polla del adulto se hinchaba de sangre.

Luego, el hombre soltó un resoplido de satisfacción, sus piernas temblaron y su ano se contrajo.

El pene salpicó presemen.

—Ya puedes sacarlo.

Hice lo pedido apenas pude.

Me sorprendí al no tener restos de nada en mi brazo.

El adulto se levantó de la cama con su agujero totalmente abierto por mí.

Le vi rascarse las nalgas y luego estirar sus brazos y piernas.

Cuando hubo terminado me miró con una sonrisa mórbida.

Su pene blanco expulsaba presemen en abundancia, el glande estaba rojo y las venas se hinchaban dolorosamente en la carne de la polla.

—Ahora es mi turno.

Todo pasó muy rapido. Me encontraba sentado en la cama y al momento siguiente estaba acostado bocaarriba, desnudo y con las piernas abiertas.

La cara del adulto enfrente mío mientras sentía sus dedos lubricar mi ano fruncido con la savia.

A pesar de ser mi primera vez, sentía un hormigueo en vez del dolor de la intrusión de los dedos.

Gemí al sentir una descarga de placer.

—¿Lo sientes? Es gracias al lubricante. Tiene propiedades afrodisiacas. Es muy útil para estimular cualquier agujero. Es por eso que los aborígenes lo usamos para follar con niños como tú. No tenemos que preocuparnos por el que no puedan soportar nuestros penes, con ese lubricante, ustedes solo pedirán que rompamos sus agujeros con nuestros enormes miembros.

Gemí ante sus palabras y el sentir de sus dedos, me habia estimulado tanto que la baba se escurria de mis labios y no podía vocalizar.

Sacó sus dedos de mi culo y los reemplazó por su pene.

No dudo en meter de corrido su polla musculosa.

Cada centímetro de los 30 pasaron por mi esfinter sin piedad. La piel dio paso a la carne blanca del adulto y sentí un golpe seco en el interior de mi ano.

El glande presionó aquella pared y gemí en voz alta.

—He tocado tu zona sensible. Estaba muy lejos. Veo que mi pene es perfecto para ti.

El hombre sacó su polla hasta el glande y la volvió a meter en mi culo.

El glande golpeando de nuevo aquella pared de carne.

—Se siente tan bien.

El hombre sonrió a mis gemidos iniciando su vaivén.

Sus embestidas certeras hacían rechinar la cama. Me penetraba usando la fuerza de su cuerpo, cada musculo presionando para hundir su polla blanca en mi culo negro.

Lloré al sentir cada descarga de placer.

Mi agujero hormigueaba y el calor del hombre me hacia delirar.

El sudor se mezclaba en muestras pieles y habia perdido la noción del tiempo.

Solo sabia que ese hombre blanco me estaba penetrando como un salvaje, sin cuidado, solo para verme llorar por su polla.

Su sonrisa de satisfacción nunca se borró de su rostro e incluso sus ojos brillaban de emoción, como si finalmente algo se hubiera liberado dentro de él.

La primera descarga de semen fue inesperada, inundó mi culo en pleno fogueo de penetraciones y salpicó la cama.

El gruñido del adulto hizo retorcerme en la cama, pero eso solo hizo que me cambiaran de posición.

Aplastado contra la cama bocaabajo, con el culo en alto, el adulto volvió a follarme con su pene de 30 centímetros.

Gemí hasta quedarme sin voz y luego de mis labios solo salian sonidos sin sentido.

La voz del adulto era de éxtasis moviendose con una cadencia morbosa, duro y eficiente, con la experiencia acumulada en cada músculo y vena de su cuerpo.

Se sentía como si conociera como moverse, en que ángulo golpear y donde acelerar o detenerse. Parecía un guerrero entrenado.

Uno entrenado para tener sexo en la cama.

La segunda descarga de semen terminó de inundar mi culo y el adulto tuvo que sacar su pene para contemplar su obra de arte.

Mi ano era un pozo de carne roja abierta, leche de hombre se escurría de mi recto y chorreaba como un manantial.

El sudor perlaba el cuerpo del hombre y soltó una risa de jubilo.

—He vuelto. Después de casi tres meses finalmente puedo tener sexo.

El hombre me miró con gratitud.

—Y todo te lo debo a ti, niño. Sin tu curiosidad jamás habría pensado que necesitaba estimulacion en otras zonas de mi cuerpo para recuperar mi apetito sexual.

Le mire con la vista vidriosa, era un manchón blanco para mí.

Lo sentí recogerme y abrazarme a su cuerpo, sus labios besaron los mios y me acurruqué en su fisico.

Su aroma a hombre inundando mis fosas nasales y haciéndome sentir comodo.

Él tenia razón, habia disfrutado lo que me habia hecho y deseaba probar más.

Pero primero, quería descansar un poco.

Me quedé dormido y entendí que mi hombre también lo habia hecho.

 

Gracias por leer. Estoy disponible en Telegram por si desean charlar.

@Remaster64TL28

30 Lecturas/7 diciembre, 2025/0 Comentarios/por Remaster64
Etiquetas: follar, hermana, hermanita, mayor, playa, recuerdos, semen, sexo
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