Esclavos del Sexo
Mientras tenía una verga ensartandose en los pliegues de su trasero, el menor apoyó sus manos en los brazos musculosos de aquel hombre negro, disfrutando de chupar su tetilla derecha con gula. .
Ante la mirada de un negro macizo estaba su hijo mayor sometido en el piso por su amo, un hombre rubio delgado con una gran polla.
Observó con tristeza las lágrimas de su hijo mientras era brutalmente desvirgado por aquella verga monstruosa.
Maldijo a sus ancestros y se limitó a observar el vaivén de la carne erecta perforando el agujero de su primogénito.
Los minutos pasaron hasta que con un suspiro ronco, el hombre rubio se deslechó en el joven.
—¡Vete a limpiar tu coño sucio! ¡Escoria! ¡Tu también me llenaste el pene de mierda! ¡Eres igual a tu pequeño hermano! ¡No sirven! —gruñó el hombre pateando el culo adolorido del infante, este salió del establo recogiendo su ropa, su padre quiso ir por el, pero se detuvo, sabía que sería peor si lo hacía.
Su amo se acercó a él y le pegó un bofetada en la cara, luego le escupió en la ropa.
—Tantos hijos y ninguno funciona ¿Porqué no puedes procrear buen ganado? Ahora limpia la mierda de tu hijo de mi polla, tengo cosas por hacer.
El esclavo asintió tomando una toalla y un balde con agua.
Quitó los retos de heces y se retiró cuando su amo estaba listo.
Cuando estuvo solo el esclavo tiró el trapo hacia un lado y pateó la cubeta con rabia.
Toda el agua contenida se disperso por el suelo.
Maldecia el día que decidió quedarse y no escapar, pero al recordar lo que les harían si los encontraban le hizo recapacitar.
—Esto es lo mejor—se dijo gruñendo, golpeó la madera hasta formar astillas, se detuvo al escuchar una voz infantil.
—¿Porqué golpeas esa madera? ¿Te hizo algo malo? —Preguntó un niño blanco, rubio y de ojos azules.
El hijo menor del patrón.
Asustado, el hombre negro se dio la vuelta para que no reconociera su rostro.
—Claro que no, por favor vete con tu mamá y no digas nada—pidió el mayor.
El pequeño se acercó y tocó su pierna desnuda, el hombre solo llevaba un trapo amarrado envuelto alrededor de su entrepierna, el resto de su físico estaba expuesto.
Desde sus hombros anchos, cintura estrecha, pectorales caídos y duros, cuatro pares de abdominales, una espalda gruesa, brazos fornidables y piernas esculturales.
Era un hombre macizo de metro ochenta, pelón de cabeza, pero con una barba negra espesa en la cara, sus cejas eran tupidas y un bigote sucio cubría sus labios, su nariz perfilada le daba un aire amenazante.
—No se donde esta mi mamá, me perdí cuando fuimos a cuidar a las cabras ¿Puedes ayudarme a volver? —Cuestionó el pequeño acariciando con sus dedos la piel gruesa del adulto.
Los músculos tensos daban la sensación de estar ante cuero curtido.
—Lo lamento, no puedo hacerlo, si me ven contigo pensarán lo peor, vete por ese camino, si vas recto llegaras con una sirvienta, ella te llevará con tu mama—señaló el hombre hacia una salida por detrás del establo.
Por el camino había un caballo y una yegua copulando.
El niño observó la escena confundido y temeroso, no quería acercarse a los dos animales que parecían atacarse entre ellos.
—No quiero ir por ahi ¿Porqué ese caballo esta encima del otro? ¿Quiere aplastarlo con su cuerpo? ¡Caballo malo! —Regañó el niño.
Indefenso el hombre no supo que hacer.
Miró junto al menor lo que hacían los animales y pronto su cuerpo empezo a reaccionar.
Desde la tela enrrollada en su cintura, una polla dormida empezó a moverse, el glande se hinchaba ante cada descarga de sangre y la piel suave se iba tornando gruesa.
Incapas de detener su excitación, observó como la cabeza de su verga sobresalia notablemente de su ropa, apuntando hacia el menor.
El niño miró hacia el hombre negro a su lado y notó una cabeza en forma de hongo estar cerca de él.
—¿Qué es eso? ¿Porqué parece un honguito? ¿Se puede comer? ¡Quiero probarlo! —dijo el niño.
Antes siquiera de poder detenerlo, el menor abrió la boca y metió la cabeza gorda de su polla en la boca.
Debido a su educación, el niño estaba acostumbrado a no masticar hasta tener toda la comida en la boca y al ver que aún le quedaba mucho por meter, decidió aguantar las ganas de morder para seguir devorando aquel hongo extraño.
El hombre negro se quedó paralizado pensando lo peor, miró hacia todos lados sintiendo que alguien lo observaba.
Sin embargo, mientas caía preso de sus miedo, el menor seguía metiendo aquel mástil de carne sin descanso.
Le costaba acostumbrarse al tamaño que tenía, era más grande y largo que cualquier hongo qué había comido antes, le sorprendía qué proviniera de ese hombre negro.
Estaba pensando en dejar de intentarlo y sacar aquella comida de su boca, cuando recordó las enseñanzas de sus padres.
«No debo tirar la comida» pensó animandose a continuar.
Durante unos minutos que parecieron horas, el esclavo imaginaba su muerte junto a la de su familia, mientras el niño rubio de piel blanca tenía hundida su cara en su entrepierna.
Cuando el caballo cerca suyo relinchó, el adulto recobró el sentido.
Miró lo que hacía el pequeño niño en sus piernas y su rostro fue de horror.
Un tercio de su polla negra y venuda estaba perforando la boca del niño, quien movía su cabeza hundiendose más de su carne viril.
El calor y la humedad del infante le causaron un escalofrío, respiró hondo cuando el pequeño llego hasta la abertura que conectaba el resto de su verga con la tela.
Molesto por no poder continuar, el niño sacó el pene de su boca y apuntó su mano al hombre.
—¡Tú ropa no me deja comer! ¡Le diré a mamá! —gruñó molesto, luego lágrimas surgieron de sus ojos.
Asustado, el hombre intentó consolarle.
—Joven amo, no puede comer lo que tengo debajo de la ropa, no es correcto ¡Por favor no le diga a su madre! —suplicó el hombre macizo.
El menor negó con voz lastimera.
—Eres un hombre malo, papá y mamá me enseñaron a no desperdiciar la comida, si no me dejas tragarme todo el hongo qué tienes ¡Les diré que fuiste malo conmigo! —amenazó el niño.
Comprendiendo el problema en que estaba metido, observó con desesperación sus alrededores, no había manera de salvarse, no quería escapar sin su familia, pero quedarse sin contentar al joven amo era también una mala opción.
«Si le hago caso y sellega a saber, no quiero imaginar lo que harían» pensó el hombre musculoso, sabía lo cruel que era su amo, no toleraría algo así.
No obstante, pronto una furia surgió de su corazón.
«¿Tolerar? El profana a mis hijos cuando le place sin importarle humillarlos ante su padre o vecinos, es un monstruo que ha hecho peores cosas que las que haré hoy, si salgo vivo después de esto, juro vengarme» pensó con resolución el hombre negro.
Nunca le había atraído tener sexo con menores, pero podía tolerarlo.
Miró el cuerpo pequeño, sonrojado y tierno del joven amo imaginando como sería profanarlo con su polla negra.
La imagen de unas nalgas blancas y un culo rosa hizo estremecer al mayor, pronto negó con la cabeza.
Atento a la actitud del niño, trató de hablar en tono afectuoso, como lo hacía con sus hijos.
—Escucha, te daré lo que quieres, pero debo decirte que el hongo que tengo no se muerde, solo se chupa ¿Entendido? —dijo el adulto con voz grave, la suavidad de sus palabras hizo que el niño dejara de llorar.
El pequeño frunció el ceño.
—Si no se puede morder ¿Cómo me alimentare de él? ¡Toda comida debe nutrir mi cuerpo! ¡Mamá y Papá dicen eso! —exclamó el infante.
Nervioso el adulto asintió, una idea vino a su cabeza.
—Lo harás de otra manera, tú has probado la leche de las vacas, el hongo que tengo también tira leche, si te la comes te nutriras sin necesidad de morder—comentó el mayor, el niño se sorprendió dando saltitos.
—¡¿De verdad?! ¡¿Me dará mucha leche rica y calentita?! —Preguntó emocionado el infante, sus ojos azules brillaron.
Con una mueca el hombre asintió.
—Sí, pero a cambio debes chuparlo mucho, cuanto más lo hagas, más leche saldra—dijo el adulto, el menor asintió acercando su rostro de nuevo a la polla del hombre, pero este le detuvo un momento.
—Recuerda, nada de dientes ni morder, solo lengua, labios y chupar, si quieres meter más, adelante—advirtió el adulto, el niño aceptó a regañadientes tomando el glande morado.
Con una succión se lo metió hasta cubrir un tercio de la envergadura del hombre, siete centimetros de su polla habían sido devorados por el menor.
Preocupado de que los encontraran, el hombre ayudó al niño a meterse con él dentro de uno de los establos.
En el interior, él se sentó en una pila cuadrada de heno, luego se terminó de quitar su trapo amarrado exponiendo su virilidad en su totalidad.
Era una monstruosidad de diez pulgadas, venudo desde la base hasta el tronco, cinco dedos de ancho.
Su bolsa de testículos cayeron entre sus piernas exponiendo una maraña de pelo.
Liberado, pero nervioso el hombre se limitó a observar lo que hacía el pequeño con su polla, a veces el adulto guiaba al infante con palabras para que chupara mejor.
De vez en cuando la lengua tierna acariciaba el contorno grueso de la verga, haciendo que el hombre se sintiera sensible.
Era un placer desconocido hasta ahora el recibir una mamada de un niño, estaba acostumbrado a la experiencia de una mujer madura, recibir aquel acto sexual de un niño inocente era algo nuevo para el.
Se sentía bien con eso.
Los minutos pasaron y el menor se esforzó por chupar como le dijeron para sacar la leche de aquel enorme hongo pegado al cuerpo del hombre negro.
Sin embargo, no importa cuanto se esforzara, nada salía, estaba empezando a frustrarse.
Miró al adulto quien tenía los ojos cerrados y pellizcaba una de sus tetilla mientras disfrutaba del calor de su polla en la boca del niño.
Curioso por lo que hacía, el menor dejó de chupar la polla y se acercó a la tetilla del hombre.
El adulto observó al chico cuando sacó su verga de la boca, iba a preguntar que hacia cuando sintió su boquita llena de salíva chupar su tetilla derecha.
Una descarga recorrió su cuerpo mientras el pezon se ponía erecto, el infante se subió a las piernas del hombre dejando su trasero encima de la polla monstruosa.
Aquella envergadura se restregaba en la tela del short que cubría las pequeñas nalgas del niño.
Mientras tenía una verga ensartandose en los pliegues de su trasero, el menor apoyó sus manos en los brazos musculosos de aquel hombre negro, disfrutando de chupar su tetilla derecha con gula.
La succión que hacía era similar a cuando le sacaba leche a la teta de su madre, las descargas de placer que recibía el hombre eran imposibles de ignorar.
Su mente se nubló mientras su polla se restregaba con mayor fuerza del trasero del niño, sintiendo como su glande se hinchaba dejó escapar una maldición a sus ancestros.
Tiras de semen salieron disparadas manchando de blanco el cuerpo del infante y logrando que el niño se sorprendiera.
—¡Increíble! ¡Es leche! ¡Mucha leche!
Después de gritar el pequeño acercó su cara al glande dejando que los restos de semen cayeran en su boquita abierta, varias descargas quedaron en su lengua, saboreó gustoso de la crema espesa soltando un gemido complacido.
—Es dulce, más rica que la de vaca, quiero más—justo cuando dijo eso se escuchó la voz de una mujer llamarle, el hombre negro se asustó, pero antes de detener al niño, este se retiró corriendo a por la voz que le gritaba.
Pensando lo peor el esclavo agarró su tela de ropa y se la puso.
Se detuvo en seco al escuchar la voz de la madre.
—¡¿Dónde estabas?! ¡Mira como vienes! ¡Sucio! ¿Qué es esto? —Exclamó la mamá tocando el semen vizcoso en el cuerpo de su hijo.
—Fui a probar leche de un hongo extraño, por allá—apenas señaló el lugar donde estaban los caballos copulando, la mujer se horrorizó.
—¡Ni una palabra más! ¡No quiero que le digas a tu papá de lo que hiciste con los caballos! ¡Tampoco me cuentes nada! ¡Te quedaras callado! ¡Esto no lo debe saber nadie! —Regañó la mujer en tono severo.
—Pero mamá, no fue con los caballos—replicó el niño.
—¡Dije que no quiero saber nada! Si comentas una palabra, tu papá te castigará ¿Quieres eso?
Apenas escuchó la mención de su padre se asustó, le daba miedo lo que podría pasar.
—Entiendo, no diré nada—habló el niño.
Suspirando, la mujer se lo llevó a la casa para bañarlo, jamás se imaginó que la curiosidad de su hijo podía llevarlo a terminar probando el semen de un semental.
Dejando atrás el establo con los caballos, el hombre negro salió, miró hacia la pareja de cuadrupedos y agradeció.
—Me han salvado, juro traerles comida y agua luego—comentó el hombre, todo deseo de venganza se había ido, ahora solo quería olvidar lo ocurrido.
Su polla palpitó en la tela de su ropa cuando un recuerdo de aquel rubio chupandole un pezon llegó a su mente.
Carraspeó incómodo ajustado su verga y saliendo del establo.
Continuará…
Gracias por haber leído, deseo les haya gustado tanto como a mi, el siguiente relato es parecido a este, pero con una temática distinta, cuando lo lean lo entenderán.
Lamento mi inactividad, no puedo prometer el escribir como antes, pero no duden en que siempre estoy atentos a sus comentarios y tiendo a revisa los relatos cada cierto tiempo.
De momento, aprecio mucho el que continúen leyendo pese a todo.
Nos leemos luego.
Excelente inicio!!!
Que buen relatos por favor continualo muy buena historia me encantó !!!
Que buen relato no dejo de jalarme la verga negra y peluda… Que afortunado señor negro semental de tener a tan lindo y curioso niño.