Escuela para aprender a follar II
Cuando la polla del maestro Víctor estuvo adentro, empezó a bombear el culo del joven levantando sus piernas, nadie perdió de vista la manera en que aquel agujero pequeño se había estirado para soportar semejante monstruo, parecía que estaba succionando su ano en cada estocada..
Jeremy miraba el exterior de la escuela a través de una ventana, escuchaba la explicación del profesor de matemáticas de fondo, pero su mente se encontraba perdida en sus recuerdos, específicamente el que ocurrió el día de ayer con su maestro de educación física.
El profesor Terry dejo de bombear el culo del asiático cuando se deslecho en el, se levantó con parsimonia exhibiendo su titánico cuerpo en un caminar felino, cada músculo se contraía en una danza erótica mientras aquella verga erecta goteaba semen en cada paso.
La piel rojiza de la entrepierna se mezclaba con delicia con la piel trigueña del profesor, pronto tuvo aquella envergadura sucia, con olor a semen en la cara, miró hacia arriba percibiendo el recorrido de los músculos de semejante hombre hasta toparse con sus ojos candentes.
Sin decir nada la figura masculina limpio parte de la semilla de su verga y forzó la entrada de sus dedos en mi boca, gemi gustoso sin despegar mi mirada de el, aquel iris negro se tornó salvaje, como una bestia a punto de devorar a su presa, sin embargo este solo apartó su mano acercando su rostro al mío.
Sus labios rozaron los míos dejando que su cálido aliento me bañara con un aroma a menta, cada palabra quedó grabada en mi piel mientras sentía sus dedos acariciar mi rostro con fuerza, los callos me picaron la mejilla al pasar por ella, delineó mis belfos antes de pelliscarlos.
«Cuando quieras mi verga está disponible para ti, sabes dónde encontrarme» habló con la voz grave y dominante, su semblante se tornó estoico mientras veía como forzaba su cuerpo a separarse del mío, se dió la vuelta exponiendo su magnificencia dotada, aquellos glúteos y espalda que se alejaban con cada paso que daba.
Apenas pude recuperarme cuando escuché el sonido de la campana.
Mi mente volvió al aula escuchando al profesor dejar la tarea, mis ojos vagaron por la estancia viendo como mis compañeros no despegaban la mirada del adulto, me fijé en la razón soltando una sonrisa.
Mientras el hombre de anteojos dictaba, dos compañeros le chupaban la verga y los testículos arrodillados en el suelo.
Revisando las reglas del aula, rápido encontré la razón del suceso.
Regla No 7: Si un estudiante no contesta una pregunta, deberá cumplir sanción con sexo oral a disposición del maestro asignado, en caso contrario perderá puntos en la materia.
Apenas anoté unas cuantas líneas antes de retirarme con el resto de estudiantes, los únicos que quedaron fueron los castigados quienes fueron tomados por el maestro y obligados a tragarse su verga con fuerza.
Lo último que escuche fue sus súplicas para que fuera más suave con ellos.
Recorriendo el pasillo miraba de vez en cuando algunos alumnos tocarles las entrepiernas a sus maestros, estos le sonreían coquetos mientras dejaban que les sobaran con naturalidad.
Varias veces me perdí por estar mirando donde no debía, sin embargo llegue a tiempo antes de que el profesor de literatura entrará al aula.
Observé el lugar con varias interrogantes en la cabeza, las mesas estaban ubicadas en sus sitios, pero faltaban las sillas, busque donde ponerme antes de preguntar qué estaba pasando, sin embargo pronto llegó el maestro.
Varios suspiros salieron de nuestros labios mientras un hombre pelirrojo dejaba sus cosas en la mesa, no era tan musculoso como los maestros de educación física, pero su atractivo estaba en sus piernas, usaba una camisa de cuadros azules, pero lo más llamativo era su pantalón, en la entrepierna había un gran agujero por donde una verga gorda y morcillosa descansaba, no era muy larga, pero lo compensaba con su grosor, parecía la polla de un caballo.
«Bienvenidos a literatura, soy el profesor Víctor, como ya habrán notado en esta aula no hay asientos, esto se debe a que mi método de enseñanza es más activo, me gusta incitar a mis estudiantes a pensar parados, algo que sentarse no ayuda, eso y para facilitarme las prácticas de lectura» guiño el ojo, su sonrisa era hermosa, la definición de un hombre guapo, con aquel rostro definido, nariz larga, labios pequeños, cejas delgadas, su cabello recortado al estilo militar con una suave barba roja, todo en el denotaba atractivo.
Víctor camino por la estancia haciendo que nos fijaramos en cómo su verga danzaba en cada movimiento de sus grandes piernas, hipnotizados por aquel pedazo de carne escuchamos su explicación de la clase.
«Ya muchos tienen su compañero de estudio, pero aparte de eso deben elegir a un maestro como tutor, muchas de las clases avanzadas se vuelven difíciles si no han sido preparados con antelación, así que los invito a encontrar uno rápido, la norma es que un profesor tenga hasta 10 discípulos, pero depende de la disponibilidad de cada uno, en mi caso tengo 20» una risa resonó por la estancia, su voz grave hizo eco en nuestros oidos causando que nuestros culos brincarán de alegría.
«En mi clase solo hay dos cosas que les enseñare aparte de literatura, a soportar las penetraciones y saber cómo complacer la verga de un hombre con su culo ¿Estamos de acuerdo?» Todos gritamos al unísono que sí, el sonrió acercándose a la puerta, la abrió llamando a alguien.
Un chico moreno de ojos pardos se presentó, este saludo a la multitud antes de ser llevado a la mesa del maestro, a nadie le pareció raro que solo tuviera la camisa del uniforme, sus pantalones no estaban, tampoco su ropa interior.
«Luis es mi mejor alumno, lo he invitado para que les recite un poema, ven aquí mi niño» agarrando de las caderas al chico posicióno su verga gorda en el culo del joven, este aclaro su garganta y empezó a declamar, pero nuestra atención estaba en como aquella hombría maciza taladraba su cuerpo sin esfuerzo.
Cuando la polla del maestro Víctor estuvo adentro, empezó a bombear el culo del joven levantando sus piernas, nadie perdió de vista la manera en que aquel agujero pequeño se había estirado para soportar semejante monstruo, en cada metida las paredes anales se contraían y cuando sacaba su verga está arrastraba consigo una porción del ano del menor, como si le estuviera succionando el culo con su polla.
Nadie presto atención al poema, nuestra mirada estaba clavada en aquella herramienta viril que se había tornado roja de la sangre acumulada, gotas de líquido presiminal caían al piso de vez en cuando, el maestro sudaba y gruñía con la cara llena de placer, sin embargo la sorpresa era que Luis actuaba como si nada continuando con su declamación.
«¡Mierda!» Grito Víctor ensartando su miembro de una embestida al pequeño, este término de hablar justo cuando chorros de semen salían de su agujero, dió las gracias por haberlo escuchado y se bajó de la entrepierna de su maestro, tomó la hombría del mayor lamiendo toda su semilla antes de retirarse.
Con la respiración entrecortada el adulto se tomó un momento para recuperar el aliento.
«Ese chico es el mejor, espero les haya gustado el poema, porque todos ustedes harán ejercicios como los que acabo de mostrarles para aprender a declamar» comentó el hombre apretando su hombría morcillosa, el color rojizo con saliva y semen le daban un encanto morboso.
«Muy bien, la próxima semana empezaremos con el ejercicio de declamar poemas, ninguno se salvará así que mejor busquen a un tutor que los prepare bien, ahora saquen sus libros» dijo el adulto con una sonrisa cansada, todos aceptamos con el deseo a flor de piel.
Pasaron las horas y después de la clase nos fuimos a nuestros dormitorios.
Estaba cansado por ese día, tantas emociones y tensión sexual causaron que no pudiera evitar imaginarme teniendo sexo con varios maestros, sabía que era cuestión de tiempo que pasara.
Al entrar al cuarto me topé con mi compañero Tobías, este estaba limpiando sus zapatos con un cepillo.
«¿Qué tal Jeremy? ¿Cómo estuvo tu día?» Preguntó el rubio, me acosté en mi cama soltando un suspiro, la mochila la había dejado en el suelo.
«Excitante, los profesores son increíbles, nos explicaron muchas cosas, en especial algo de tener un tutor ¿Me recomendarías alguno en especial?» Consulte girando mi cuerpo, Tobías dejo de limpiar su calzado y se los puso.
«Puedo aconsejarte que lo pienses bien, estarás con ese maestro hasta las vacaciones, entre los tipos de profesores que puedes encontrar los dividire por sus materias, los de matemáticas son meticulosos en el sexo, si eres el que disfruta de los juegos previos, ellos son los mejores, aunque sus miembros no son muy grandes, los de inglés son aburridos, les gusta insultar mientras te follan, puedo decir que no entenderles les quita puntos, los de literatura son muy cariñosos, pueden gustarte al principio, pero se cansan con facilidad, además son estrictos a la hora de complacerlos, los de biología les gusta experimentar con juguetes, a menos que ames que te metan cosas, no me metería con ellos» explicó Tobías.
Sorprendido por la diversidad de cada profesor, me quede con una duda.
«¿Qué pasa con los de educación física?» El chico rubio me miró con una expresión de espanto.
«Ellos son los peores» dijo sin querer comentar nada más.
«¿Porqué?» Pregunte curioso, no entendía su miedo hacia ellos, fueron los primeros con los que experimente el sexo, eran un poco bruscos, pero nada raro tomando en cuenta que algunos maestros tenían pollas gordas que no dudaban en taladrar sin compasión en tu culo.
«Tienes que verlo para entenderlo, ven conmigo» habló saliendo del cuarto, mi expresión se tornó confusa siguiéndole el paso.
Caminamos hacia lo que parecía ser la enfermería, confirme mis sospechas cuando note la cruz roja pintada en la puerta del recinto, entramos en ella visualizando un ventanal que daba a otro cuarto, en este se observaban varios niños acostados boca abajo con sus culos levantados.
A primera vista se podía percibir el contorno rojo de sus anos, algunos tenían laceraciones o pedazos de piel colgando, hice una mueca incómodo por la vista.
«Todo esto ocurre cuando elijes a esos profesores, son unas bestias, no tendrán compasión de ti por ser un niño, tienen un libido descomunal, pueden pasar horas follandote sin cansarse, rara vez te preparan, no les importa si te desangras siempre que no te desmayes durante el sexo, por eso te digo, no los elijas» explicó Tobías, su cuerpo tembló mirando un punto fijo, seguí la vista notando el agujero de un niño, este tenía el ano estirado, como si sus paredes se hubieran salido formando aquel pedazo de carne flácido.
Gire la vista cuando sangre salió de aquel agujero, pronto percibí una figura conocida, entre al cuarto guiado por la curiosidad, mi compañero de cuarto me siguió de cerca.
«Pero si es Jeremy ¿Qué te trae aquí? ¿Ya fuiste desflorado? ¿Te duele?» Preguntó el asiático, negué con la cabeza señalando su culo, estaba tan abierto que podía meter mi brazo en el sin problemas, sonrió coqueto ante mi osadía.
«Un regalo del profesor Louis y Gabriel, les gusta la doble penetración» comentó encantado, mi mirada no se despegó del contorno dañado del ano de mi compañero de estudio, este pareció entender lo que sentía.
«No te preocupes, yo disfruto de esto, los enfermeros están acostumbrados a verme por aquí por mi libido desenfrenado, pero no negare que los profesores de educación física deberían ser más cuidadosos, algunos dicen que son hijos del director, por eso no les dicen nada, mira a esos pobres niños, no sabían lo que les esperaba cuando pidieron ser desflorados por ellos» se carcajeo el asiático.
Con la mirada serie me despedí del muchacho saliendo con Tobías, este me acompaño hacia el cuarto sin decir nada.
Pronto se hizo de noche, el rubio se fue al ser llamado por su tutor, el me dijo que no lo esperara ya que no volvería.
Acostado en la cama suspiré recordando las palabras del profesor Terry.
«Sí lo elijo a el, me hara lo mismo que a esos chicos, tengo que buscar a otro, uno que me trate bien» murmuré sintiendo un cosquilleo en el cuerpo, cerrando los párpados la figura trigueña del maestro de educación física venía a mi mente, desde su monumental verga erguida con su semilla encima, sus musculosas piernas, aquella espalda ancha, sus bíceps y tríceps de infarto, sus pectorales que me invitaban a dormir en ellos mientras chupaba sus pezones, aquel abdomen marcado que se extendían hasta su pelvis, incluso sus glúteos parados eran una delicia de recordar.
La excitación nublo mi mente imaginando como sería el sexo con el, pero aunque se veía bonito, los recuerdos de los chicos con heridas anales solo me causaban escalofríos.
«Necesito respuestas» susurré levantándome, si quería estar seguro debía preguntar al causante de sus delirios sexuales.
Salió del cuarto rumbo a los dormitorios de los maestros.
Continuará…
buen relato