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Fetichismo, Gays, Incestos en Familia

especial para hombres incomprendido.

Mi sobrino tomó las nalgas peludas del adulto y las abrió con sus manos, el agujero fruncido estaba a la vista. Vi al chico escupir en la zona, se quedó quieto unos momentos admirando el color rojo del culo del hombre, luego, metió su cara entre los pliegues de las nalgas del señor..
Mi nombre es Raúl. Tengo 43 años y vivo solo con mi sobrino Martin.

Es un chico de 14 años, de pelo negro y ojos cafés. Era delgado, con un cuerpo menudo y suave, casi afeminado.

Diferente de mi, un hombre alto, con un fisico fuerte gracias a mi servicio militar. Mi cabello era cobrizo y mis ojos color almendra. Me consideraba un galan, pero debido a mi trabajo y falta de tiempo, mi apariencia habia empezado a ser desagradable para cualquiera.

Trabajaba como burro en una fabrica textil coreana, cargando cajas entre camiones.

Salía a las 8 de la mañana y regresaba a las 9 de la noche.

Apenas pasaba tiempo en casa y mi sobrino vivía prácticamente solo.

Sus padres se habían ido del país para buscar una vida mejor.

Me lo habian encargado para cuidarlo al no tener más familia. Tenían pensado mandarme dinero, pero a los meses de irse, perdí contacto con ellos.

Al principio pensé que algo malo les habia pasado y con ayuda de un amigo que vivía cerca de ellos, supe la verdad. Me habian dejado su hijo, lo habian abandonado.

Me llené de rabia y quise ir a confrontarlos. Le dije a Martin lo que había pasado, pero fueron sus palabras las que me hicieron desistir de buscar a sus padres.

—No importa tío. Tú eres lo unico que tengo. Eres mi único Papá.

Jamás pensé que escuchar esa palabras me llenarían de orgullo, y a partir de ese día, mi sobrino se convirtió en mi hijo.

Trabajaba para darle una buena vida y él a cambio cuidaba la casa, la limpiaba, mantenía todo en orden y cocinaba para los dos.

En las mañanas, se levantaba para prepararme el almuerzo y le agradecía con un abrazo paternal.

Él me miraba con sus ojitos de cordero y un rubor en sus mejillas.

Lo que me hacia sentir algo extraño en mí.

Mi pene se ponía erecto y no podía evitar desear besarlo.

Apenas esos pensamientos pasaban por mi cabeza lo descartaba, no quería arruinar la imagen que tenía mi sobrino de mi por mi abstinencia sexual.

Sabia que solo debía tener sexo y dejaría de pensar esas tonterías.

Sin embargo, nada me preparó para lo que sabría ese sabado en la mañana.

Como todas las mañanas de los fines de semana, me levanté para ir al gimnasio.

Mi sobrino me preparó un batido de nutrientes y escuché su voz cantar una melodia pegadiza.

Totalmente vestido con mi short deportivo camisola blanca, y calzando zapatos tenis, caminé hacia la cocina del pequeño apartamento.

Solo habia dos salas, el cuarto con el único baño y la cocina que también servía de sala de estar.

El chico de 14 años me recibió con su sonrisa y característico sonrojo al verme.

Me entregó la bebida y le di una caricia en su cabeza con mi mano de manera juguetona.

Él se rio y se fue a bañar, dejandome solo.

Terminé el batido y salí del departamento gritando en voz alta que me iba.

Bajé las escaleras al irme por la puerta y me crucé con un hombre trajeado.

—Buen dia —dije.

—Buenos dias, señor.

La voz del adulto era nerviosa y tenía un acento extranjero.

Solo miré su cuerpo de soslayo y se veía macizo, a pesar de su edad se mantenía bien.

Ignoré a donde iba el hombre y estaba por salir del edificio cuando recordé que habia olvidado mi toalla.

Regresé trotando al departamento y me detuve al escuchar la voz de un hombre del otro lado.

—Sé que no deberia haber venido tan temprano, pero necesito tu ayuda.

—Esta bien. Ven conmigo, amor. Te haré sentir bien.

Me sorprendí por lo que habia escuchado.

Era la voz de mi sobrino tratando con cariño a otro hombre.

Mi pene reaccionó ante una posibilidad y un extraño deseo nubló mi mente.

«¿Podria ser que mi hijo este teniendo sexo con hombres?», pensé con morbo.

Mis ojos calidos se tornaron salvajes, el iris se oscureció ante el deseo y abrí la puerta lentamente.

Pasé por la sala-cocina hasta el cuarto, la puerta estaba cerrada, pero con suavidad moví el pomo abriendo un poco la entrada sin hacer ruido.

Logré abrir lo suficiente como para mirar el interior sin que notaran mi presencia y solté un jadeo excitado.

El culo blanco peludo de un hombre estaba en lo alto de la cama, el cuerpo musculoso del señor bocaabajo en la cama.

Se le veía avergonzado, sin querer mirar hacia atras.

Vi a mi sobrino salir del baño desnudo. Su piel bronceada era bonita y a pesar de su delgadez era excitante.

Con suavidad, el chico de 14 años tocó las nalgas del adulto, haciendo que este pegara un pequeño salto.

—Tranquilo, soy yo, amor. Dejame ayudarte ¿De acuerdo?

El hombre adulto soltó un gemido grave hundiendo su rostro en la almohada.

Mi sobrino tomó las nalgas peludas del adulto y las abrió con sus manos, el agujero fruncido estaba a la vista.

Vi al chico escupir en la zona, se quedó quieto unos momentos admirando el color rojo del culo del hombre, luego, metió su cara entre los pliegues de las nalgas del señor.

Un gemido ronco sonó en la habitación y mi pene en mi short habia saltado por la impresión.

La carita de niño de mi sobrino estaba hundida en el trasero de aquel señor macizo, la boca de mi sobrino escupía saliva, sus labios besaban el esfínter y su lengua lamía los pliegues anales.

Lo hacia con tanta facilidad que parecia un maestro en el tema.

Otra idea paso por mi cabeza apretando el pene en mi short.

«¿Podria ser que este no es el unico hombre con el que ha estado?», pensé con morbo.

Los gemidos graves del adulto eran sonoros, no paraba de pedir más.

Mi sobrino se limitaba a chupar el agujero del adulto, metiendo su cara, escupiendo saliva y soltando palabras de cariño.

—Tocate para mi, amor. Ya casi término.

El señor macizo hizo lo pedido llevando una mano a su pene.

Miré el tamaño de su miembro sorprendido, era grande, no tanto como el mio, pero minimo media sus 18 centímetros.

El adulto masturbó su pene mientras mi sobrino se comía su culo, pasaron los minutos hasta que el adulto soltó su semen en la cama.

Entre jadeos roncos, el mayor habló.

—Lo siento, he manchado la cama. Si tu padre se entera….

—Esta bien. Las lavaré. Relájate y respira. Hemos terminado.

La voz de mi sobrino era suave y tersa, parecía querer adormilar los sentidos del hombre con su tono cariñoso.

El adulto mayor se levantó de la cama mostrándome su apariencia fisica desnudo.

No era musculoso, tenía grasa en la panza y brazos, pero por lo voluminoso que era, le confería una figura fornida natural.

Masculino y bien mantenido.

El hombre abrazó a mi sobrino dandole las gracias.

Jamás pensé escuchar a un hombre de esa edad hablar con tanto cariño.

—Eres el mejor. No sé que haría si no te hubiera conocido.

—Me hace feliz ayudar.

El hombre quiso besar los labios de mi sobrino, pero él se aparto.

El adulto no se molesto y sonrió.

—Todavia no me dejas besarte.

Mi sobrino sonrió coqueto.

—Quiero que mi primer beso sea especial. Cuando eso pase, te dejaré besarme.

El adulto asintió besando la mejilla del chico.

Sabiendo que habian terminado, decidí salir de la habitación y subir un piso.

Desde arriba, miré al señor irse ya vestido. Se veía más relajado que antes y no podía apartar la mirada de su figura mientras se iba.

«Quiero ver si alguien más viene, pero no puedo quedarme todo el día», pensé molesto.

—Si hubiera una forma de ver lo que pasa sin necesidad de esperar…

Una idea pasó por mi cabeza y sonreí con morbo.

Los días pasaron hasta fin de mes, con el dinero ganado, aparté una parte para los gastos mensuales de la casa y el resto lo usé para comprar una camara pequeña.

En los siguientes fines de semana quise quedarme para ver si otro hombre venía, pero me abstuve, era mejor evitar sospechas.

Con eso en mente, cuando conseguí la cámara, la puse en la cómoda que estaba de frente a la cama.

Detrás de un florero y camuflado por las hojas de la flor, pero en un buen angulo.

Probé las grabaciones en mi teléfono y sonreí al tener lo que quería.

—Ahora toca ver que hombres visitan a mi hijo cuando no estoy.

La primera visita en la siguiente semana de comprar la camara me tomó de sorpresa.

Era don Alberto, el guardia del edificio, era un señor sencillo de caracter afable. Era canoso y su cuerpo se mantenía fornido gracias a su genética. Eso le permitió estar de guardia pese a su edad.

Ahora, ante las camaras, estaba en cuatro, desnudo, con el culo abierto, mi sobrino en medio de sus nalgas, besando y chupando su ano varonil.

Los gemidos roncos se escuchaban en mis audífonos mientras veía al señor pedirle a mi sobrino que chupara más fuerte.

Miré lo que pude en mi pausa de ir al baño y dejé de ver después de diez minutos.

Mi polla estaba erecta y me costó disimularla.

La segunda visita, fue todavía más impactante.

Mi mejor amigo, Dominick, un hombre afroamericano con el que iba a la escuela de niño, estaba con mi sobrino ese día.

Ambos ibamos al guimnasio y nos manteniamos en forma, pero ver su cuerpo musculoso negro bocaabajo en la cama, con el trasero en alto era algo que nunca pensé mirar.

Los gemidos roncos de mi amigo eran altos y secos.

Parecia disfrutar de la boca de mi sobrino.

Era excitante ver la cara juvenil de mi hijo hundida entre dos nalgas totalmente negras. La saliva se escurría entre las piernas del adulto.

Aguante las ganas de masturbarme sintiéndome profundamente celoso.

Observar a mi amigo sumiso y totalmente dispuesto ante un menor me hizo verlo con otros ojos y no podia evitar maldecir.

«Si hubiera sabido esto antes», pensé con pesar.

Ahora solo podia disfrutar de la experiencia que mi sobrino me estaba dando, agradeciendo el día en que olvide la toalla y ese señor llegó antes de visita.

No podia evitar sentirme distinto, mi mente ya no era capaz de ver las cosas de la misma manera y no me sentía mal por eso.

Cada mañana miraba a mi sobrino y el recuerdo de lo que hacia con esos hombres me hacia poner erecto mi pene.

Deseaba desnudar a mi hijo y romperle el culo, darle las gracias por mostrarme algo que no sabia que necesitaba en mi vida.

Ver culos de hombres maduros ser comidos por la boca de un chico.

Sin embargo, aunque mi deseo era grande, lo soporte con mi fuerza de voluntad.

Seguí actuando como siempre, aunque a veces no podía evitar mi erección y mi sobrino se daba cuenta.

No decia nada, pero su cara de vergüenza lo delataba.

Talvez sabia que la erección era su culpa o solo creía que era algo normal, pero al pensar que esos ojos que tanto me miraban en las mañanas, sus atenciones en el día y sus palabras de cariño podrían significar que el me deseaba como su hombre, no podía evitar excitarme y esperar.

La tercera sorpresa fue tanto incomoda como curiosa.

Un hombre coreano de treinta años estaba bocaarriba, sujetando sus fuertes piernas con sus brazos musculosos, exponiendo su pene de 15 centímetros, su bolsa de testículos y su agujero rosado.

Se veía serio y dominante, un rostro solemne que te hacia pensar en un adulto de antaño, de esos que renegaban de cualquier práctica sexual que no fuera penetraciones vaginales o anales, sin embargo, ante la boca de mi hijo, el rostro duro del adulto se tornó rojo.

Sus gemidos eran altos y llenos de rabia, parecía estar enojado, pero no hacia nada por detener lo que estaba pasando.

Y ese hombre fornido coreano, de piel blanca y rostro amargado, era mi jefe.

El hombre que me regañaba cuando me equivocaba. Él que despedía a cualquiera que viera holgazaneando. Esa misma persona era la que estaba en esos momentos en mi casa, desnudo y con el ano expuesto para ser chupado por mi sobrino de 14 años.

Apenas esa mañana lo había visto salir y si no hubiera tenido la camara en el departamento, jamas habría pensado que estaría con mi hijo, en esa situación morbosa.

Los gemidos de mi jefe fueron acompañadas de las palabras dulces de mi sobrino.

—Mi tio necesita descansar, señor Ting ¿Podría bajar sus horas laborales?

Miré expectante la grabación de mi teléfono.

Mi jefe se quedó callado observando con sus ojos rasgados a mi hijo, una sonrisa adornó sus labios y asintió con la cabeza.

—Para ti, chico, lo que desees. Ahora termina tu trabajo.

Sonreí escuchando los gemidos graves de mi jefe y miré con orgullo a mi hijo.

«Incluso estando con otros, piensa en mi», pensé con cariño.

Ese día mi jefe me llamó y con el rostro serio de siempre me dijo que tendria horario flexible.

Acepté sin mostrar ninguna emoción y me fui de la oficina.

Me era difícil mantener la compostura al saber como gemia mi jefe y lo que le gustaba que le hicieran.

«Me preguntó como llegó a la situacion de tener sexo con mi sobrino», pensé curioso.

A partir de aquel momento, tenia más tiempo libre, tiempo que aprovechaba para arreglarme y pasar tiempo con mi sobrino.

Dejé de tener mi cabello seco y largo, lo corté dándome un toque profesional y cambié mi forma de vestir.

Los cambios hicieron feliz a mi hijo y yo a veces no podía evitar abrazarlo más de la cuenta o apegar nuestros rostros en confianza.

Mi sobrino parecia notar algo raro en mi, pero yo lo disimulaba a como podia.

No me importaba que estuviera con otros hombres, pero me dolería que se enterara de que yo lo sé.

Aunque deseaba ser parte, sentía que era algo personal de él.

Involucrarme solo arruinaría todo y él se veia feliz.

Debido a eso, un día en la mañana tomé una decisión.

Insinuarme a mi hijo.

Darle a entender que queria tener sexo con él, pero sin que pensara que lo habia descubierto.

Deseaba que fuera progresivo, como un secreto morboso de familia.

Mientras planeaba mis insinuaciones, miré las grabaciones encontrando a otro hombre en la cama con mi sobrino.

Era un policia hindú que a veces veía en la calle. Era alto y delgado, pero con un porte varonil muy marcado por su etnia.

Su forma de hablar era severa y parecia de esos hombres que te golpearia si le hablaras por la calle.

Sonreí al ver a ese hombre serio gemir con voz ronca ante la boca de mi sobrino.

Gracias a las grabaciones habia llegado a una conclusión.

Ningún hombre, por muy masculino que fuera para mi, podia escapar del placer que una buena chupada de culo le podia dar.

Parecia ser el punto debil de todo macho, y mi sobrino lo sabia.

De ahi que sus seciones de sexo solo fueran ese tipo de encuentros. No sexo oral, anal o besos.

Solo besos negros y nada más.

Era lo suficientemente placentero para que cualquier hombre quisiera repetir, pero sin llegar a ser muy intimo.

Me hacia preguntarme si mi sobrino lo planeó así o era algo que surgió naturalmente.

Mientras tanto, esos días que pasaba en el departamento, empecé a ir en boxers.

Mi sobrino al inicio se asustó al verme casi desnudo y le costaba voltear a mirarme pensando que me enojaría.

Pero al ver que se hacia costumbre mi desnudez, empezó a ser descarado al observarme.

A mi no me importaba y fingia estar distraido en algo mientras me ponia de tal forma que se viera bien mi cuerpo musculoso para mi sobrino.

Queria que la imagen de mi fisico se quedara en su mente y pensara en mi cuando chupara los culos de sus hombres maduros.

La escena se repitió por dos semanas hasta que mi hijo dio el primer avance.

Fué rapido y no lo habria notado si no hubiera estado atento.

A diferencia de mi que era muy directo incluso al ser discreto, mi sobrino era más de ir con calma.

Sin que yo lo notara, habia empezado a desnudarse tambien, pero lo habia hecho tan bien que no me había dado cuenta.

Estaba tan ocupado deseando que me mirara que no habia caído en cuenta que él también se estaba desnudando para mi, pero él no se quedó en los boxers.

Un día apareció sin ropa y cocinó de espaldas a mi con total naturalidad, como si siempre hubiera hecho eso.

Sin pensarlo me acerqué y lo abracé como siempre hacia en las mañanas, pero esta vez el contacto de nuestras pieles nos hizo estremecer a ambos.

Nos miramos durante unos segundos y nos separamos.

Mi hijo tenia el rostro rojo, pero no parecia estar avergonzado, sino dispuesto, me sonrió con cariño y le devolví la sonrisa.

Puse mi mano para acariciar su cabeza en broma y sentí sus manos sujetar mis dedos callosos.

Bajó mi mano de su cabeza a su rostro, dejando que mi palma se posara en su mejilla.

Mi boca estaba entreabierta y mis ojos veían aquel rostro juvenil desearme.

Sentí el cálido rostro de mi niño y como arrecostaba su rostro contra mi mano.

Acaricié la piel y pasé mis dedos por su rostro hasta sus labios.

Los toqué y mi sobrino abrió la boca, dejando que mis dedos entraran.

Lo apegué a mi cuerpo, con tres de mis dedos en su boca y con la otra mano amasando su culo.

Le escuché gemir y supe que lo habia logrado.

Pero debia detenerme. Si avanzaba muy rapido, arruinaría todo.

Me alejé como si me sorprendiera de lo que habia hecho y me fui de vuelta al cuarto.

Mientras me iba recordé el rostro de mi sobrino.

Por un momento estaba con la mirada sospechosa, pensando que algo estaba mal, pero apenas me alejé su rostro paso a estar tranquilo y avergonzado.

No pude evitar sonreir.

Realmente era dificil engañar a mi hijo. Era bueno jugando con los hombres.

Desde ese día, yo volví a ponerme ropa, pero mi hijo se mantenía desnudo.

Evité el contacto físico y él no dijo nada, pero sabia que solo debia ser paciente.

Tarde o temprano daría el segundo paso.

Y mientras esperaba, miré las grabaciones de esa semana.

Casi las misma caras de siempre pasaban por la camara, hasta que un día llegó una nueva visita.

Me levanté del inodoro al ver a mi hermano y padre de mi hijo en la cama.

Mi expresión se congeló sin poder creer lo que veía.

Hace unos meses habia dejado de preguntar que habia pasado con él y su esposa, ahora al verlo en mi departamento, desnudo, con su hijo comiéndole el culo me hizo sentir conflictivo.

Escuché los jadeos de mi hermano y las palabras dulces de mi hijo.

—Me alegra verte, papi. Te extrañé.

—Yo también hijo. Adoro que me ames tanto.

Mi hijo siguió chupando el culo de su padre con maestria, el ano se abría y cerraba ante la lengua juvenil y la saliva lubricada el interior.

Los gemidos roncos del hombre iban acompañados de oraciones que me asustaban.

—Deberias volver conmigo y tu mamá.

—Estoy bien aquí, papi.

—Podrías amar a tu padre como lo haces ahora todo los días. Seremos una familia feliz. Tu mamá no se enterará y podrás traer a cualquier hombre que desees a mi casa. No me pondré celoso.

—Gracias, papi. Pero no quiero.

Los gemidos de mi hermano y sus palabras me llenaban tanto de excitación como de miedo, pero al ver a mi sobrino en negativa de irse me hizo sentir aliviado.

—¿Por qué no quieres irte? ¿Acaso tu y mi hermano son pareja? Dejalo y ven conmigo. No hay placer que no pueda darte como padre. Incluso podrás seguir con tus servicios a otros hombres.

Mi sobrino dejó de chupar el culo de su padre y suspiró.

—Papá, me gusta hacer esto solo. Además, mi tío y yo no tenemos nada. Si me gusta estar con él es porque deseo estar a su lado. Soy la unica familia que tiene, él no sabe que han vuelto.

Mi hermano le hizo un gesto a su hijo para que siguiera chupando su culo mientras él se masturbaba su pene de 19 centímetros.

—Ni lo sabra nunca. Si esto te hace feliz, no diré nada más hijo. Pero que sepas que estoy orgulloso de ti.

Los gemidos del adulto inundaron la habitación mientras soltaba su semen en la cama.

Mi sobrino sonrió.

—Lo sé, papi.

—Buen hijo.

Tenía sentimientos encontrados y me tomó unos minutos procesarlos.

Sabia que habia tomado la decisión correcta, en amar a ese chico y no revelar su secreto.

—Es mejor así —susurré.

Volví a casa ese día y recibí el segundo avance de mi sobrino.

Me recibió en la sala con un abrazo, escondiendo su rostro en mi pecho y pegando su desnudez en mi entrepierna.

—Tío, no soporto que no me abraces más —dijo con pesar, su rostro lleno de lagrimas.

Aguanté las ganas de sonreir y me mostré serio.

—Sabes lo que paso antes, no puede repetirse.

Mi voz sono dura y seca. Debia mantenerme en ese estado para que no sospechara.

Mi hijo lloró y me abrazó con más fuerza.

—No pasará de nuevo tío, solo no me dejes de abrazar. Me hace sentir que ya no me quieres.

Sus palabras me enternecieron, pero evite ceder. Debia poner una condición antes de aceptar.

—Todavía te quiero, pero si quieres que te abrace de nuevo, usarás ropa. Solo yo tendré permitido estar desnudo en el departamento ¿Entendido?

Mi sobrino ocultó su cabeza en mi pecho y supuse que estaba sonriendo, mi pene erecto llevaba golpeando su abdomen desde que me abrazo, sabia que no podia ocultarlo y no era necesario.

Era la ultima pista para que diera su siguiente avance.

—Lo haré, tio.

—Buen chico.

Besé el pelo de mi sobrino y me fui a cambiar al cuarto.

Cuando regresé, mi hijo seguia desnudo, de pie en la sala, y esta vez, yo también lo estaba.

Caminé por la estancia como si no tuviera una ereccion de 28 centímetros y la mirada de un chico de 14 años en mí.

Pasé por su lado sintiendo el nerviosismo en su cuerpo y me senté en el sillon para ver la tele, rasqué mis testículos sin pudor escuchando un jadeo detrás mío.

—Voy a ponerme ropa.

Después de ese día, las cosas se mantuvieron tranquilas.

Mi sobrino se habia acostumbrado a mis erecciones al verlo y a mi cuerpo desnudo.

Sus ojos no se despegaban de mi y sabia que era cuestion de tiempo que cediera.

Ambos dormiamos en la misma habitación, en la misma cama, pero nunca se habia atrevido a tocarme, al menos no que yo recordara.

Pero estos días he sentido su cuerpo rozarme y su calor tentar mi piel.

No quería abrir los párpados para evitar que supiera que estaba despierto, pero con solo sentir su presencia más cerca que antes me hacia entender que mi chico ya no aguantaba más.

Me deseaba tanto que terminaría cayendo en mis manos.

Sonreí tomando cerveza en el sillon, escuchando a mi hijo ducharse.

—Tío, puedes venir y ayudarme.

Dejé la bebida en la mesa de la sala y me levanté con tranquilidad.

Estiré los músculos de mi fornido cuerpo listo para lo que pasaría.

Llevaba semanas deseando este momento y sabia lo que debia hacer.

Cuando entré a la habitación, la vista que obtuve me hizo jadear de la excitación.

Mi hijo estaba en cuatro, con el culo abierto para mi, mirándome con su carita sonrojada.

—Me duele el ano ¿Puedes revisar, tío?

El nivel de descaro de ese chico era increible, pero no podia retroceder.

Ya habia visto mi erección, él sabia que lo queria y no iba a negarme.

Solo debia fingir un poco.

—¿Estas seguro? Talvez deberia llevarte a un doctor —dije sin creerlo.

Mi sobrino negó con la cabeza meneando su trasero enfrente mio.

—Solo confio en ti, tío. Por favor, me duele mucho.

Su tono lastimero y de urgencia eran creibles. La mirada de mi hijo se fijo en mi pene y como este palpitaba por su provocación, el presemen que salió de la punta de mi hombría fue la respuesta para él.

Me acerqué lentamente y posé mis manos en su trasero.

Su cuerpo tembló ante mi tacto y no pude evitar sonreir.

—¿Donde te duele? —dije con la voz ronca.

Un dedo de mi hijo pasó de sus nalgas a su culo, hundió el dígito hasta el fondo gimiendo.

—Me duele ahí, tío.

Me agaché a la altura de su trasero, con mi rostro en su agujero fruncido de color rosa melocotón.

Soplé con mi aliento logrando un estremecimiento en mi chico.

—Dejame revisar, quedate quieto.

Mi voz varonil le hizo soltar un gemido y sacar su dedo.

Sabiendo que ya no tenia que contenerme, dejé salir todo mi deseo contenido.

Mi boca besó los pliegues del ano de mi sobrino, la saliva en mis labios fue expulsada lubricando el agujero rosado y mostrándome las paredes virginales de mi hijo.

Saqué mi lengua y la metí en aquel agujero, el gemido lloroso de mi hijo era música para mis oídos.

—¿Te duele ahí, Mati?

—Más adentro, tío.

Hundí mi rostro en sus nalgas escuchando sus quejidos de placer, me gustaba saber que después de verlo a él complacer a otros hombres de la misma manera, ahora era yo quien lo causaba.

Me hacia sentir orgulloso.

Sus gemidos juveniles eran gloriosos. Chupé la carne, apretando la piel con los labios y succionando con la boca.

Mi aliento caliente hacia estremecer a mi hijo y sus constantes gemidos resonaban en la habitación.

—¿Estas bien, Mati? No dejas de gemir de dolor.

Mi sobrino me miró con una sonrisa de placer.

—Todavia me duele tío, debes revisar más adentro, usa algo más largo, por favor.

Dejé de chupar y supe lo que queria.

Me levanté y de pie, acomodé el trasero de mi sobrino a la altura de mis caderas.

Posicioné mi polla de 28 centímetros en el agujero lubricado de mi hijo.

Hice presión con mi glande y escuché su jadeo de sorpresa.

—Es muy grande, tío.

—Es solo la punta —dije en tono ronco.

Mi hijo gimió mi nombre sintiendo cada centímetro de mi voluminoso pene.

Desde la piel blanca llena de venas, la hinchazón del glande totalmente expandido, el calor de mi cuerpo penetrando en sus poros, el olor nauseabundo de mis genitales sudados contra su culo de chico.

Estaba entregando todo de mi en aquella penetración y mi sobrino lo recibía gustoso.

Feliz de ser yo el hombre que lo desvirgara, el hombre que deseaba desde hace meses, por el que estaba dispuesto a renunciar a volver con su familia.

La carita sonriente y roja de mi hijo era de extasis, un placer que llevaba esperando desde hace tiempo y que finalmente estaba recibiendo.

—Mi hijo —dije metiendo la mitad de mi pene en su agujero.

—Papá.

El gemido de mi sobrino me hizo sentir un escalofrio.

Nos miramos y nadie dijo nada, solo nuestros cuerpos se comunicaban mientras nuestros ojos se mantenían unidos.

Mi pene estaba totalmente dentro de su ano y su culo recibía mi polla con gusto.

Ambos soltamos un jadeo, de estar juntos, unidos en la cama.

Las penetraciones fueron tan duras como siempre quise hacerlas.

Los gemidos de mi hijo no pararon.

El golpeteo de pieles se mezclaba con nuestros gemidos y el aroma de nuestros cuerpos era una fragancia que impregnaba las sabanas de la cama.

El sudor nos bañaba a ambos y nuestros cuerpos se fusionaban en uno.

Mi pene salía desde la base de los testículos hasta la punta del glande, las venas de mi pene eran muy pronunciadas, cada relieve curvaba el perineo del ano de mi hijo, sacándole gemidos.

Sabía que mi polla era muy grande, pero no estaba dispuesto a ser suave con él.

Habia aguantado por meses el como se comia el culo de otros hombres, deseando estar ahi para follarlo.

Y ahora que era posible, queria ser sincero con todo lo que me hacia sentir en mi cuerpo.

Mis embestidas eran fuertes, sin contemplaciones. Toda la base del pene entraba sin cuidado, estirando la carne del ano y abriendo las paredes con dureza.

Los gemidos de mi hijo eran altos, pero no me decia que me detuviera, solo lloraba mi nombre.

—Papi, más.

—Me gusta tu culo, Mati.

—Tío Raul, más fuerte.

—Con gusto, hijo.

Los golpes de piel eran crudos y secos, mis testículos golpeaban las nalgas del chico poniendo roja la piel.

El placer era tal que nuestros gemidos pasaron a gritos, ambos habiamos renunciado a ser discretos.

No podíamos parar después de finalmente estar juntos en la cama.

La primera descarga de semen me hizo perder la visión por un momento, pero no me importaba al sentir el placer en cada poro de mi piel.

El como mi pene expulsaba chorros de semen después de mi primera ronda era delicioso.

Mi sobrino estaba jadeante, recibiendo mi primera carga de semen.

Su sonrisa ilusionada al verme eyacular en su cuerpo me hacia querer besarlo.

Terminé de soltar mi semen y me arrecosté con cuidado encima de mi hijo.

Acerqué mi rostro al suyo y nos miramos.

Ambos sudados y grasientos, apestando a zorrillo y pegajosos por el semen.

Mi mano derecha se posó en su rostro y le vi cerrar los párpados.

Acerqué mis labios a los suyos sintiendo su respiración jadeante atorarse en su boca.

Lo que tanto queria estaba pasando.

Mis belfos tocaron los suyos y le escuché gemir de gusto.

Su lengua se enredó con la mía, presioné su rostro con el mío, manteniendo el beso.

Moviendo mis labios y guiandolo con mi maestria.

Sentí su boca seguirme sin resistirse, totalmente dispuesto a mí, tragando mi saliva con su manzana de Adan subiendo y bajando.

Mi aliento embriagó su respiración y nuestro calor le hizo suspirar.

Me miró a los ojos con cariño.

—Deseaba tanto esto.

Sonreí besando sus labios y abrazándolo con mi cuerpo musculoso.

Mi pene encontró su ano y volvió a hundirse en él.

—Yo también.

 

Gracias por leer. Si desean charlar tengo Telegram.

@Remaster64TL28

29 Lecturas/7 diciembre, 2025/0 Comentarios/por Remaster64
Etiquetas: anal, hermano, maduros, mayor, militar, padre, sexo, tio
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