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Fetichismo, Gays, Voyeur / Exhibicionismo

Espiando a mi vecino musculoso peludo

—Adoro verte salivando cuando te ensarto mis 27 centímetros de una..
Era una tarde de verano cuando descubrí mi gusto por los hombres.

Tenía 18 años cuando mi mente empezó a llenarse con imágenes de mi vecino.

No podía culparme por aquello, ese hombre era una maquina sexual pura.

De metro ochenta, ojos pardos, nariz romana, labios gruesos y rojos, barba tupida y bigote, era calvo, de piel clara y musculoso.

Sus brazos eran largos y enormes, bíceps gordos llenos de venas. Cuando los flexionaba podía imaginarme una sandía siendo partida por la mitad por ellos. Sus hombros eran redondeados y finos, con un ligamento muscular que llegaba hasta la base de su grueso cuello.

La línea que separaba sus pectorales era muy marcada y profunda, como un abismo que divida sus dos montículos de carne hinchada y voluminosa.

Sus pechos eran dos masas de musculo rellenos de grasa y cubiertas de una alfombra de pelo marrón. Era tan hipnotizante de observar que solo ver esa zona de su cuerpo hacía que una erección creciera en mi entrepierna.

En las esquinas de sus pectorales, dos pezones rojos relucían como botones. Casi siempre brillaban por la humedad del sudor con la que el hombre iba siempre cubierto producto de los calores de la temporada.

Varias veces relamí mis labios resecos al imaginarme chupando de aquellos botones rojos, lamiendo los pelos de los alrededores y saboreando el sudor que goteaba de ellos.

A veces cerraba los ojos sintiendo por un momento en la punta de la lengua el sabor salado del sudor de aquel monumental macho.

Seguido de su pecho musculoso, estaba una mata de pelo que cubría sus escasos abdominales. Parecía tener una panza cervecera que lejos de hacerlo ver feo, le daba un toque pecaminoso. Como si algo en aquel abdomen me hiciera saber que a ese hombre le gustaba ser tentado por lo mundano del pecado.

En distintas ocasiones podía verlo rascándose el ombligo con desgana cuando salía a cortar el césped de su casa, y cuando no podía aguantar el calor, se mojaba con la regadera que tenía en el jardín, dándome la vista de todo su cuerpo musculoso chorreando agua por todos lados.

Ver la carne de ese hombre brillante por el agua despertaba en mi el deseo de lamer su piel.

En una ocasión, cuando cumplí 20 años, lo encontré estirando sus brazos para desperezarse y mis ojos notaron matas negras de pelo en sus dos axilas. Eran negras y enrolladas, cubrían gran parte de la zona y a diferencia del resto de su cuerpo que tenía una leve capa de sudor que lo hacía ver más reluciente, esa zona era todo lo contrario.

Estaba tan mojada de sudor que los pelos se pegaban a la piel y daban la sensación de ser muy densos en tamaño. Incluso podía notar como al abrir las axilas para estirarse, a veces saltaban chorros de sudor de aquella zona, como si en todo momento estuvieran expulsando ese liquido para ventilar.

No pude soportar espiarlo en su casa después de eso.

Cada día, después del trabajo me tomaba una hora o dos para ver lo que hacía en su hogar antes de irme a mi casa.

Mi vecino vivía solo por lo que no debía preocuparme por nadie más. Las casas estaban un poco apartadas las unas de las otras lo que hacía fácil escabullirme sin que nadie me notara y talvez gracias a una fuerza divina, él no tenía mascotas.

Me escondía debajo de las ventanas, detrás de la sombra de sus cortinas o incluso los arbustos que tenía en su casa.

La mayoría de las veces lo encontraba solo usando un short corto en casa, a veces un bóxer y rara vez desnudo.

Me gustaba verlo en cada una de esas facetas. Cuando tenía el short le gustaba hacer ejercicio dentro de la casa y podía admirar como todo su cuerpo temblaba al hacer su rutina.

Ver como su piel se ponía roja y tenía una cara seria y pintada de roja por el esfuerzo era maravilloso para mí.

Podía imaginármelo con esa misma expresión mientras me sometía con su hombría en su cama.

Otras veces, cuando usaba bóxer, se la pasaba grabando videos sugerentes. Nunca supe para que o quien los hacia, pero incluso investigando en internet, no logre encontrar nada que me hiciera saber que los publicaba.

Me frustraba, pero rápidamente lo olvidaba al ver como se ponía en cuatro y simulaba estar embistiendo a alguien con su pelvis, otras veces hacia un baile moviendo su abdomen y caderas en suaves empujones haciendo parecer que estaba cogiéndose a alguien por detrás.

Pero la mejor parte venía cuando estaba desnudo, era ahí cuando mi mente se llenaba de su cuerpo y no podía dejar de imaginarlo en cada ocasión.

Mi vecino tenía dos juguetes que usaba cuando estaba desnudo. El primero era un dildo de 21 centímetros.

Era negro, grueso desde la base, el tronco y la punta. El glande era ancho y en forma de hongo. Lo más destacable del dildo eran los surcos que tenia a lo largo de su base, las venas estaban tan detalladas que parecía ser un pene real.

Podía ver como aquel pedazo de plástico era lubricado casi con adoración por mi vecino musculoso antes de metérselo por el ano.

Su culo eran dos nalgas regordetas llenas de pelo marrón, los pelos siempre húmedos y pegadas a la piel. La línea que dividía sus glúteos era abierta por sus dedos gruesos y callosos para mostrar un anillo ovalado de carne rosada.

Era el ano más caliente que podía imaginar. Su circunferencia era pequeña al principio, de un tono rosa pálido y con pliegues carnosos en su alrededor, como bolsas de piel que le daba la apariencia de una vagina diminuta.

Sin embargo, cuando mi vecino se excitaba, aquel agujero se expandía rápidamente.

Primero el agujero rosado se tornaba de un rosa intenso y la forma ovalada pasaba a parecerse a un cilindro curvo. Los pliegues de los alrededores se hinchaban y parecían labios abiertos de los cuales sudor chorreaba desde su interior.

Mi lengua relamía mis labios al ver aquel ano soltar sudor como si se tratara de saliva, a veces incluso podía percibir un leve vapor flotar de aquel agujero como si estuviera evaporando el calor interno de sus paredes anales.

El culo pasaba de ser pequeño como un anillo de bodas a tener el tamaño de un puño.

Las paredes internas se podían ver desde cierto ángulo y era hipnotizante el como esa parte de su cuerpo tenía espasmos y movimientos de succión. Anticipando lo que vendría después.

El dildo negro era puesto entre los pliegues de las nalgas peludas de mi musculoso vecino simulando un vaivén con un pene real.

Imaginar aquel juguete negro como una polla real de un hombre de color musculoso me hacía masturbarme desde mi escondite.

Las nalgas de mi vecino se movían suavemente de arriba a abajo siguiendo las «penetraciones» del dildo entre los pliegues de su trasero.

El pelo rosaba y mojaba el dildo con sudor dándole un toque exótico. Como el de una fruta alargada que por el calor emanaba agua en forma de un chorro que cubría su piel. En este caso, cubriendo el plástico negro en sudor.

Acercando sus manos a su agujero, la punta del glande del dildo se introducía lentamente.

Era mi momento favorito. El ano rosado se volvía rojo y se abría como una boca lista para comer, los labios rosados de los alrededores se amoldaban al tamaño y grosor del juguete de plástico.

Poco a poco, aquel agujero iba succionando el palo negro como si estuviera chupando una polla.

La carne se amoldaba y apretaba dejando que centímetro a centímetro, el pene de nueve pulgadas entrara al culo de mi vecino.

Podía ver su rostro de placer, con los labios abiertos, las cejas levantadas y los párpados cerrados. Dejando salir un gemido ronco y un suspiro bajo en cada centímetro introducido en su culo.

Desde el glande cabezón en forma de hongo, casta cada una de las venas del tronco llegando a la base donde lo único que impedía que se tragara aquel juguete era un extremo en forma de testículos que simulaban ser las bolas de un hombre de color real.

Justo al meterse los 21 centímetros de una vez, escuchaba el mismo gemido de siempre. Alto y claro, ronco y casi gutural. Como un gruñido ahogado por un grito varonil. Era el llamado de un macho apareándose. El sexo masculino hecho persona.

Mis pupilas se deleitaban al verlo sacar y meter aquel juguete sexual. La cabeza del glande sobresalía como la punta de un tapón listo para enterrarse en un agujero para luego desaparecer en el interior del ano peludo de un hombre musculoso.

El lubricante y el sudor facilitaban el vaivén de aquel pene de plástico provocando que mi vecino subiera y bajara su culo en auto penetraciones mientras movía con sus dos manos callosas el dildo en sincronía con sus vaivenes.

El sonido de las penetraciones era una mezcla de pedos productos del aire siendo sacado por el dildo, el sudor chapoteando contra la piel cuando el dildo entraba y los gemidos graves de un hombre musculoso.

Casi siempre terminaba llenando mi mano de semen al ver esa escena y debía irme después o terminaría cometiendo una locura como entrar a la casa del vecino y ayudarle a follarse con aquel dildo, o incluso mejor, meterle mi pene en su culo peludo.

El segundo juguete que tenía era un masturbador masculino, tenía la forma de un culo negro. Era gordo y bien torneado. Como el trasero que tienen algunos fisicoculturistas de ascendencia africana.

Los pliegues eran muy realistas con detalles como vello púbico, una leve capa de humedad y la consistencia que debería tener un trasero, esponjoso, duro y musculoso.

Al poner su juguete cerca de su pelvis, finalmente podía admirar el pene que tenia mi vecino y vaya que lo deseaba probar.

Era largo, mucho más largo que el mío que media 18 centímetros. El pene del vecino era grueso, como un rollo de carne envuelto en una bolsa de grasa bien comprimida.

Las venas se abultaban en la piel del pene como si fueran gusanos, la sangre hacía que se movieran e hincharan en pequeños espasmos que le daban a su polla la consistencia de un miembro viril digno de bestias.

El glande era de un rojo intenso, su forma de hongo estaba tan bien proporcionada que parecía un tapón grueso.L isto para hundirse y romper hasta en el gujero más abierto.

De la punta supuraba una mezcla de semen y liquido presi minal que chorreaba y recorría todo el tronco de su polla como si de un riachuelo se tratara.

La consistencia era pegajosa y casi transparente, al llegar al vello púbico se fusionada con el pelo sudado. Su pelvis estaba cubierta hasta los testículos de pelo negro, como una selva sin control que tenía toda la zona cubierta.

A pesar de eso, el vello púbico no podía ocultar la gran bolsa de testículos que se cargaba mi vecino.

Cubiertos de negro, pero colgando como un juguete decorativo de navidad, sus dos bolas marrones se encontraban hinchadas.

Las venas se marcaban en la piel suelta y pálida de sus pliegues, pero en vez de verse arrugado, le daba un toque venenoso.

Como una telaraña que cubría el saco escrotal dándome a entender que en su interior se cargaba el más potente, grueso y oloroso semen que jamás un hombre podría cargar para mí.

La boca se me llenaba de saliva al pensar en chupar esa zona y saber que en su interior estaba el semen de mi vecino semental musculoso.

Ni siquiera el pelo que lo cubría podría hacerme disuadir de querer mamar con gula la carne y estimular el rabo de mi vecino para recibir su semen.

Lo aceptaría encantado y me bañaría con él todos los días si pudiera.

Su polla larga y gruesa como un mástil de carne tenía una curvatura hacia arriba lo que la hacia ver como un portentoso miembro viril cuando mi vecino estaba de pie.

De costado su pene se alzaba como un rey y de frente me hacia arrodillarme ante un emperador.

Mis labios se secaban al admirar esa polla gorda y musculosa, larga y monstruosa ser parte de del cuerpo fibroso de mi vecino.

En su conjunto, desde la base hasta sus piernas fornidas, eran la razón de porque estaba dispuesto a tener ese deseo desenfrenado por mi vecino.

Él se había vuelto la razón de mi vida, y verlo en todo su esplendor masculino, con su pene al aire listo para ser usado en conjunto con su cuerpo musculoso peludo lleno de sudor, me hacia querer verlo en acción, no con sus juguetes, sino con otro hombre o mujer.
Mi único consuelo era verlo jugar con sus juguetes.

Con su dildo podía imaginarlo siendo penetrado por negros dotados de gran tamaño. Con su masturbador masculino mi mente se llenaba de las escenas más obscenas de mi vecino penetrando a cuanto hombre o mujer se le atravesara.

A veces podía verlo en mi mente montando como un semental a una mujer en cuatro hasta llenarla de su semen. En otra ocasión mi imaginación lo mostraba de pie, levantando con sus dos manos y brazos musculosos el cuerpo de un hombre delgado, siendo ensartado como un juguete en la polla gruesa de mi vecino, recibiendo en cada embestida un insulto obsceno.

—Te gusta mi polla, zorra.

—Mira como gimes al tener mi pene en tu culo.

—Adoro verte salivando cuando te ensarto mis 27 centímetros de una.

—¿Te gusta mi olor a hombre? Déjame bañarte con mi sudor para que apestes a mí todo el día.

Cada palabra era como un recuerdo para mi a pesar de solo estarlo imaginando.

Nunca había visto a mi vecino follando con alguien y parecía que nunca pasaría.

Solo podía agradecer y disfrutar la vista de él follando a su juguete sexual en forma de trasero masculino.

Estaba de espaldas a la ventana por donde yo le miraba y podía ver sus piernas hinchadas sostener su cuerpo inclinado hacia adelante, sus glúteos se apretaban en cada embestida y sostenía el resto de su cuerpo con sus antebrazos.

Su cabeza estaba estirada hacía arriba con los párpados cerrados mientras dejaba salir jadeos.
Su pelvis subía y bajaba rápidamente hundiendo los 27 centímetros de su pene gordo y grueso en el agujero de plástico de su masturbador masculino.

La vista del glande entrando a la fuerza y abriendo el agujero negro del juguete para que luego centímetro a centímetro de carne blanca abultada y venuda entrara era el cenit de mi excitación.

El sudor en la piel y pelo de mi vecino era casi un manantial que chorreaba en el suelo, sus testículos peludos golpeaban las nalgas musculosas del juguete haciendo un ruido de aplausos. Sudor y semen se escurría desde el culo de juguete cayendo al suelo como un rio.
El sonido de pedos, el chapoteo de la piel con el sudor y los jadeos de mi vecino siempre me hacían aguantar las ganas de deslecharme hasta que mi pene no podía más y liberaba el semen contenido.

La excitación era tal que a veces pegaba mi cara a la ventana respirando con fuerza y dejando manchas de vapor en el vidrio que desaparecían en unos minutos.

El culo peludo y sudado de mi vecino subía y bajaba con el vaivén de sus penetraciones, sus músculos se hinchaban, cubriendo la piel de venas gruesas, la carne se tornaba de un rojo intenso y la única expresión que tenia mi vecino era la de excitación mezclada con cansancio.

Siempre le veía dar dos ultimas embestidas duras y crudas antes de deslecharse. Una detrás de la otra, salpicando el sudor acumulado en sus bolas peludas y dejando salir un potente chorro de semen mezclado con orina amarilla.

Su jadeo final era liberador, dejaba caer su cabeza y le escuchaba maldecir en otro idioma mientras veía cada musculo de sus piernas, pelvis y abdomen contraerse en cada chorro de semen.

El juguete sexual de color negro se manchaba de blanco y podía ver ríos de semen escurrirse desde su agujero abierto creando un camino pecaminoso.

Mientras el semen era liberado, el juguete era aplastado por la pelvis de mi musculoso vecino, tapando con su piel peluda el culo del juguete, pero sin lograr que su semen se mantenga en el interior del ano de plástico.

Le podía ver resignarse mostrando una sonrisa entre sus labios para luego rascarse la barba con una de sus manos. Para ese entonces ya se habría acomodado de rodillas con el juguete tirado en el suelo y su polla todavía palpitando mientras dos tiras de semen más salían disparadas hasta manchar su abdomen y pecho de blanco.

Acompañado a eso, escuchaba su característico grito de jubilo donde se ponía a posar sus músculos agarrotados, flexionando sus bíceps, apretando sus pectorales o jugando con su polla dormida.

Después de eso, venía otra de mis partes favoritas, algo que se había vuelto mi secreto más oscuro y el porque pese a los problemas en los que podía meterme, todavía seguía acosando a mi vecino.

Apenas terminaba de presumir sus músculos sudados y cuerpo cansado, mi vecino se levantaba del suelo con la polla dormida y todavía gruesa para acercarse a la ventana en donde estaba y abrirla.

Yo siempre me ponía debajo del marco, lo que era un punto ciego desde la posición de mi vecino a menos que estirara su cabeza hacia afuera. Nunca lo hacía.

Una vez abierta la ventana, estiraba sus piernas a los lados y relajaba su espalda liberando desde la punta de su polla la orina más espesa y amarilla que contenía en su vejiga. Salía como un chorro suave en gran cantidad que caía por debajo de la ventana hacia donde yo estaba.

La orina estaba en un punto tan caliente que parecía estar hirviendo gracias a que antes estuvo follando como por media hora con su cuerpo expulsando un calor abrasador.

Ese ritual lo había adoptado a los pocos días de empezar a espiarlo y era la única cosa que me hacía sentir que tenia una conexión con él.

Siempre yo abría la boca y cerraba los ojos recibiendo aquella lluvia amarilla directo en la cara. A veces mojando mi cabello y gran parte de mi rostro hasta que los chorros se escurrían por mi ropa manchándola de un color amarillento y con un apestoso olor.

Otras veces, la orina caía suavemente en el interior de mi boca y solo me limitaba a tragar, mi manzana de adán subía y bajaba en cada trago saboreando con mis pupilas gustativas el sabor tan salado que tenía.

El aroma era potente, al punto que a veces me daban ganas de toser o estornudar, pero me aguantaba todo lo que podía con tal de disfrutar de su lluvia amarilla. En especial, porque al orinar apenas terminaba de soltar su semen, había veces que tenia la oportunidad de probar rastros de su leche de macho.

Era dulce, viscosa y con una textura a gelatina derretida. Cuando la sentía en mi paladar, cerraba los labios y dejaba que el resto de la orina bañara mi rostro mientras que en mi boca evitaba tragarme el semen de mi vecino para saborear mejor su textura.

Era tal mi deseo que mi boca se llenaba a rebosar de saliva y me veía obligado a tragar a la fuerza para no ahogarme. Siempre sintiendo que su semen era un pecado glorioso para mi paladar.

Yo escuchaba soltar una maldición de satisfacción a mi vecino en lo que parecía ser ruso cuando terminaba de orinar para luego cerrar la ventana e irse a limpiar su juguete.

Le miraba irse al baño de su casa moviendo sus voluminosos glúteos peludos mientras sus bolas rebotaban contra sus piernas en cada vaivén.
Apenas lo perdía de vista me iba, pero esta vez algo me detuvo en seco.

No lo había notado hasta ahora, pero apenas lo vi mi memoria empezó a recordarlo como si siempre hubiera estado ahí, solo que no me había percatado.

En una esquina, casi imperceptible desde el lugar donde me escondía, había un espejo de cuerpo completo que reflejaba mi rostro desde la ventana.

Dicho espejo siempre se encontraba de frente al rostro de mi vecino cuando se ponía a jugar desnudo con sus juguetes y yo no lo había notado porque solo me fijaba en el cuerpo del hombre de mis fantasías, obviando el entorno muchas veces.

En especial cuando su cuerpo tapaba mi visión del espejo, pero el reflejo seguía mostrando mi rostro en la ventana.

Un escalofrío frio pasó por mi cuerpo y me levanté de golpe, di un paso hacia atrás mirando como mi rostro asustado reflejado en el espejo de la casa desaparecía en la oscuridad del patio, sin embargo, mi cabeza se golpeo contra la piel dura de algo y pude sentir una respiración fuerte en mi cabeza humedad de orina.

—La pequeña zorrita fisgona ahora sabe mi secreto, ¿Tú culo esta listo para pagar lo que me debe?— dijo mi vecino musculoso en ruso.

Sus palabras llegaron desde detrás de mí y sentí sus manos agarrar mi cintura.

Su aliento caliente y húmedo golpeó mi mejilla mientras sentía su barba raspar la piel de mi cuello.

Sus ojos pardos me estaban mirando desde un costado y en sus pupilas solo podía ver la mirada de una bestia sedienta.

Él quería mi culo y no habría nada que lo detuviera de tenerlo.

 

 

72 Lecturas/26 agosto, 2025/2 Comentarios/por Remaster64
Etiquetas: baño, follando, mayor, navidad, semen, sexo, vagina, vecino
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2 comentarios
  1. Ikerpush Dice:
    27 agosto, 2025 en 8:09 am

    Como sigue?

    Accede para responder
  2. Cassiel Dice:
    27 agosto, 2025 en 9:37 am

    Excelente relato. Como sigue?

    Accede para responder

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