Las aventuras de Ernesto (El guardabosques)
Mientras sacaba tiras de leche una tras otra cerraba los ojos y gemía ronco, yo le acompañaba apegándome a su cuerpo lo más que podía restregando mis nalgas regordetas a sus piernas fornidas, deje que sus brazos musculosos me abrazaran mientras este amoldaba sus pectorales inflados..
Mire el cielo azul a través de la ventana del autobús mientras mis compañeros de clase charlaban entre si, los profesores nos mandaban a callar cada cierto tiempo mientras dirigían al conductor hacia el campamento.
Sonreí al recordar a mi maestro de música, mi cuerpo temblaba al recordar sus caricias en mi cuerpo y la manera en que su verga sometía mis nalgas regordetas.
El autobús se detuvo después de acceder por un portón de madera, bajamos del vehículo saludando a un hombre corpulento vestido de verde, por su apariencia de corte militar, cara sonriente, con aquellos músculos detallando su uniforme junto a su piel blanca nos dio a entender que era el guardabosques.
«Buen día jóvenes, me alegra tenerlos por aquí, yo me encargo de cuidar este lugar mientras los campistas disfrutan de la naturaleza, no duden en buscarme si llegan a perderse» nos guiño el ojo, su tono al hablar era bien amistoso, yo me fijé en su entrepierna notando un contorno abultado, lo cual me excito.
Acompañamos al guardabosques por el recinto notando tiendas de campaña y cabañas, los maestros pasaron lista para luego ubicarnos en nuestros lugares para dormir. Quede junto a un chico de 9 años de mi misma contextura, era muy majo haciendo que fuera fácil llevarme con el.
Cuando terminamos de acomodar nuestras tiendas fuimos a comer, teníamos una excursión en la tarde, pero nos darían un descanso después del almuerzo para explorar.
Termine rápido mi plato para ir a buscar la cabaña del guardabosques, sabía que estaría cerca y quería admirar más de su cuerpo.
«Incluso podría insinuarmele» sonreí ante la idea imaginando aquellos dedos blancos apretando mis piernas carnosas color canela.
Caminando por un buen rato me di cuenta que me había perdido, me di la vuelta tratando de volver, pero no sabía a dónde iba.
Estaba por gritar cuando divisé una figura corpulenta acercarse corriendo.
«Hey niño ¿Porqué te fuiste tan lejos? Tus profesores están preocupados, vamos» habló con la voz entrecortada el varón, su pecho vibraba en cada inhalación lo cual me hacía admirar su físico tonificado, mire sus fuertes brazos pensando una idea.
«Me duele el tobillo ¿Puedes cargarme?» Solicite con mirada lastimera, el hombre sonrió amable tomándome en sus brazos.
«Espero no pesar mucho»dije fingiendo dolor, este apretó sus dedos en mis piernas con fuerza.
«Pesas lo suficiente» comentó con la voz grave, me dedicó una sonrisa antes de llevarme de vuelta.
Disfrute del contacto de su piel con la mia, olí su aroma a pinos antes de divisar las cabañas del campamento.
«Bajame por favor, no quiero que me vean así» pedí, el acepto dejándome con delicadeza en el suelo.
«Gracias» dije acercándome, le di un abrazo pegando mi cara lo más que pude a su entrepierna, hice lo posible por captar el aroma y sentir su hombría, tanto en calor como tamaño, algo que dió resultado.
Una verga gruesa pálpito en mi mejilla antes de ser retirado con suavidad, el aroma picante con aquel calor vibrante provocó que mis ojos se nublaran de placer.
«De nada niño, cuando quieras puedes buscarme, mi cabaña está por allá» señaló la dirección opuesta por donde me había ido, sonreí encantado alejándome, por el rabillo del ojo note como acomodo su hombría por debajo del pantalón antes de irse.
Cuando me vieron los profesores me regañaron, pero no paso a más, fui a mi tienda para ponerme la ropa e ir a caminar.
Todos estuvieron listos rápido y pronto en fila seguimos un sendero hacia un valle en la lejanía, durante un buen rato me entretuve hablando con mis compañeros mientras disfrutaba de la naturaleza a mi alrededor, pero mi mente se desconcentro cuando note una cabaña en la lejanía.
«Vamos en la dirección donde el guardia me dijo que estaría, pero no puedo ir ahorita» pensé triste, seguí el camino con el resto hasta que cruzamos varios matorrales densos de hojas.
Podía escuchar sus voces, sin embargo cuando salí no pude verlos, asustado iba a gritar cuando una idea cruzó mi cabeza.
«Es la oportunidad perfecta, puedo escabullirme de vuelta» pensé feliz, regrese en mis pasos esta vez sin problemas en encontrar el camino gracias a las señalizaciones del lugar, pronto divisé la cabaña a lo lejos.
Me acerqué cansado por la caminata y toque la puerta.
Con un ruido a madera vieja la puerta se abrió, la silueta del guardabosques vistiendo únicamente su pantalón fue lo primero que note, su rostro era de sorpresa mientras sus músculos tonificados llamaban mi atención.
«¿Ha ocurrido algo niño? ¿Porqué vienes tan pronto?» Consultó con una sonrisa.
«Me perdí»dije en tono triste, él suspiro antes de acariciar mi cabeza.
«Déjame me pongo algo y te llevo con tu grupo de nuevo» comentó dándose la vuelta, agarre su mano callosa haciendo que se detuviera.
«Estoy cansado de caminar, me gustaría recostarme un momento» pedí apretando mis labios, él asintió llevándome a su cama, tenía un buen diseño y era muy grande.
«Puedes descansar ahí» habló antes de regresar y cerrar la puerta de la cabaña.
Sin miramientos me quite la ropa quedando desnudo, la cara de consternación en el hombre me saco una sonrisa.
«Me gusta descansar desnudo» explique acercándome, el no dejaba de mirarme mientras caminaba hacia el, cuando estuve cerca suyo apreté mi cuerpo con su pierna.
«Eres muy fuerte, tienes grandes musculos ¿Puedo tocarlos?» Dije inocente, recuperando la compostura asintió con la cara sería, se agachó hasta estar a mi altura y me dejó tocarle el bícep de su brazo derecho, mientras lo hacía no dejaba de analizar mis acciones.
«¿Te gusta?»preguntó con la voz ronca, asentí pasando mis manos desde su brazo hacia sus pectorales, pellisque sus pezones antes de acariciar sus abdominales marcados, la piel blanca contrastaba con mi color canela provocándome un orgasmo visual.
Poniendo mis manos en su entrepierna lo mire a los ojos.
«Me encanta todo de ti ¿Te gusto?» Pregunte agarrando una de sus manos y posandola en mis nalgas.
«Claro niño, pero si hago algo, no puedes decirle a nadie» dijo con voz grave, sonreí metiendo mi mano en su pantalón para agarrar su verga erecta.
«Solo hazlo» susurré lujurioso.
El hombre me tomo de las caderas para tirarme en su cama, se quitó el pantalón que tenía puesto mostrando que debajo de este no llevaba ropa interior.
«No eres el único que me he follado niño» dijo demandante, luego estiró su hombría morcillosa en mi cara para que chupara.
Agarre aquella verga deleitándome con sus dimensiones, era larga, de 8 pulgadas, su cabeza y tronco eran gruesos, veía difícil que me entrará, las venas se marcaban con tanta fuerza que parecían que se iban a romper, al parecer la excitación había estado presente durante mucho tiempo debido que toda la base estaba lubricada con presemen.
Metí el glande en mi boca saboreando el contorno agrio, picoso y amargo de la hombría del guardabosque, este apretó sus dedos en mi cabello empujandome a tragar más.
Deje que aquel pedazo de carne perforara mis labios hasta mi garganta ahogándome con su lubricante natural y los vellos de su hombría, mis manos apretaban los glúteos duros del hombre mientras se movían en pequeñas penetraciones.
«Que rico niño, la mamas bien» habló el adulto recorriendo con su verga toda la superficie de mi boca, me dejó ir cuando notó que me costaba respirar.
«Date la vuelta, ya quiero follarte» exigió agarrando su masculinidad con las dos manos, hice lo que me pidió dejando expuestas mis nalgas regordetas, acercó su boca a una de ellas mordiendola con suavida, hizo lo mismo con la otra antes de abrirlas liberando mi culo arrugado y pequeño.
«¿Quieres mi verga en tu agujero niño? ¿Adoras que un hombre blanco te haga suyo?» Murmuró con la voz extasiada el mayor, asentí ilusionado por tener otra hombria en mi, sin decir nada más me la metió, mis paredes le dieron entrada mientras soltaba un suspiro de satisfacción.
«¡Joder niño! Estás apretado ¿Eras virgen?» Preguntó con lujuria en la mirada, asentí mintiendole, todos se vuelven locos cuando creen que son los primeros.
«¿Qué sientes? Dime» pidió moviendo sus caderas para enterrar más de su hombría, mi voz se tornó aguda mientras hablaba.
«Las paredes de mi ano arden, algo las está amasando y amoldando con fuerza, puedo sentir toda tu verga palpitando en mi, amo como se escurre líquido seminal de mi agujero en cada embestida» dije gimiendo entre cada arremetida.
«Veo que te gusta ¿Sabes lo que siento? Tus paredes internas sofocan a mi hombría hasta hacerla sudar, cada vez que nuestras pieles se rozan puedo sentir el cosquilleo de tu próstata recorrer tu ano, el calor que emanas es tan gratificante, como una caricia para mis testículos» comentó empujando todo su pene a mi agujero, grite por el repentino golpe antes de seguir aceptando el bombeo constante de su cuerpo con el mío.
Apreté las sábanas y mordí la almohada mientras la cama se movía al ritmo de sus penetraciones, estás aumentaban o disminuían cada cierto tiempo, el olor a afrodisiaco masculino se mezclaba con el aroma a pinos que desprendía la cama, incluso parte de mi fragancia infantil se fusionó dando un ambiente febril de excitación.
«¡Maldita sea! Que bien se siente, el aire está pesado niño, espero te guste mi perfume impregnado en ti» dijo con la voz ronca.
«Quiero más, deseo que en cada respiración solo pueda percibir tu semen en mi, como este penetrará en mi piel al punto de volverlo mi aroma natural» gemi moviendo mis caderas al ritmo de mi hombre.
Este encantado apretó sus dedos en mi cadera bombeando con más fuerza.
«¡Te lo daré todo niño! ¡Voy a joderte hasta preñarte!» exclamó extasiado el guardabosques.
«¡Hazlo! ¡Lléname de tu semilla! ¡La quiero toda!» pedí encantado.
El choque de nuestras pieles y el sudor manchando las sábanas impregnó la cama, pronto nos sumimos en respiraciones agitadas, voces rotas, ruidos obscenos y un calor que amenazaba con fundirnos carnalmente.
«¡Maldita sea sí!» grito el hombre blanco deslechandose en mi, sus testículos se contrajeron mientras temblaba en la cama, se arrecosto encima mío dejándome sentir cada espasmo de su orgasmo, el semen salía a borbotones de mi culo, manchando de blanco mi piel y el vello tupido del pubis del hombre.
Mientras sacaba tiras de leche una tras otra cerraba los ojos y gemía ronco, yo le acompañaba apegándome a su cuerpo lo más que podía restregando mis nalgas regordetas a sus piernas fornidas, deje que sus brazos musculosos me abrazaran mientras este amoldaba sus pectorales inflados y el abdomen marcado alrededor de mi espalda.
Curvado hacia adelante dejó escapar un último grito antes de respirar pesadamente, caímos de lado en la cama estando de cucharita.
Su verga aún estaba en mi interior palpitante mientras descansabamos encima de un charco de semen.
«¡Estuvo increíble!» gemi encantado, sentí un apretón en mis nalgas lo que me obligó a mirar al guardabosques a la cara.
«No he terminado contigo niño» dijo con una sonrisa mórbida levantando mi pierna izquierda, luego empezó a mover sus caderas insertando su verga hasta el fondo de mi culo y luego dejándola salir para repetir el proceso, cerró los ojos mientras disfrutaba de mi cuerpo.
«Sí, sigue» pedí aceptando la lujuria de aquel hombre.
Continuará…
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