Negros de buen corazón y buena verga I.
Mire como el rubio seguía con su trabajo de comerse la hombría monstruosa de aquel negro, este parecía más afectado ya que la mitad de su hombría estaba siendo devorada por la boca del pequeño, era sorprende porque aquella verga media sus veintiocho centímetros ya erecta.
Caminé por los callejones de la ciudad arrastrando mis pies por el asfalto, apreté mis ropas dañadas y sucias mientas soportaba el frío del clima, podía escuchar los autos pasar y el bullicio de la gente.
Apenas a la edad de 7 años había sido abandonado por mis padres, sin lugar a donde ir pronto aprendí a sobrevivir en las calles, escapar de las bandas criminales era difícil, me estaba cansando de hacerlo.
Encontrar comida era un reto, a veces tenía que robar, incluso mendigar si llevaba varios días sin comer.
Mi cuerpo era delgado, pero conservaba una cintura estrecha y unas nalgas prominentes, sin embargo el pantalón que usaba lo ocultaba bien, sabía lo que le pasaba a los chicos como yo, eran abusados cruelmente.
No veía mal tener sexo con hombres por dinero, pero ninguno de los que había conocido era de fiar, debido a eso me había mantenido virgen hasta ahora.
Suspiré cuando el bote de basura número diez estaba vacío, mi estómago gruñó ante la idea de pasar hambre otro día más, sería el tercero con este.
Dispuesto a irme me di la vuelta cuando escuche pasos, desde ambos lados del callejón dos hombres negros de gran corpulencia me bloquearon las salidas.
Asustado me apegue a la pared.
«Tranquilo niño, venimos a salvarte, somos parte de una organización clandestina que cuida de pequeños como tú» confesó uno de los tipos, su barba bien cortada le daba un aire amenazante.
«Mi hermano dice la verdad, mira» habló el otro sacando una cinta de fotos, en ella se veían muchos niños felices al lado de hombres negros macizos.
«Ven con nosotros y jamás volverás a pasar hambre, lo prometo» dijo otra vez el tipo de barba recortada, sus ojos brillaron con determinación al verme.
Con duda pensé en sus palabras, estaba cansado de pasar hambre todo el tiempo, dormir pensando en cuando las bandas criminales me encontrarían para matarme, incluso de los violadores sin escrúpulos, por una vez deseaba creer que podía vivir una buena vida.
«Y si es mentira, al menos ya no tendré que sufrir más» pensé aceptando, agarrando la mano de cada hombre me llevaron hasta una camioneta blanca estacionada, discretamente me dejaron entrar notando que habían dos niños y una niña dentro.
Los saludé temeroso, ellos solo me miraron antes de sonreír.
Con un sonido fuerte la camioneta arranco llevándonos lejos de la ciudad.
Pude escuchar las conversaciones de aquellos hombres negros, parecían bromear sobre sus amigos, de vez en cuando nos miraban por el retrovisor, solo nos dedicaban una sonrisa antes de seguir platicando.
Divisé por la ventana del conductor una casona de tres plantas rodeada por un muro alto, en el portón un guardia musculoso nos dejó pasar estacionando la camioneta cerca de la entrada a la casa.
Nos bajaron del vehículo para caminar hacia el interior del recinto.
Escuchamos risas de otros niños, varios corrieron alrededor de los cuartos con juguetes, se veían sanos, bien vestidos y felices.
Continuamos el camino hasta una sala donde se encontraba una mujer con bata, está nos sonrió.
«Les haremos un chequeo rápido antes de llevarlos a sus habitaciones, por aquí» señaló la doctora.
Pasamos varias pruebas para medir nuestro peso, altura, sangre y estado nutricional, luego caminamos hasta el segundo piso donde podíamos escuchar el llanto de algunos bebés.
«Aquí dormirán ustedes, hemos dejado ropa y utensilios de higiene en sus camas, tomenlas para darse una ducha, cuando terminen bajen para darles de comer» ordenó el hombre negro de barba cortada, asentimos buscando cada quien nuestro lugar.
Rápido tome mis cosas y corrí a bañarme, me sorprendí al notar que la habitación de las duchas era enorme, tenía varios cubículos donde se podía escuchar el agua caer.
Avergonzado me metí en uno de los espacios para desnudarme.
Solté un suspiro de alivio cuando el agua recorrió mi cuerpo, disfrute de la sensación mientras me enjabonaba, restregue champú por el pelo hasta crear espuma, luego termine de mojarme para sacar todo el jabón de mi cuerpo.
Enrrollando una toalla en mi cuerpo salí de las duchas notando algo inusual.
Una niña salía agarrada de la mano de un negro musculoso, ambos estaban desnudos, por curiosidad mire la entrepierna del hombre notandola gorda, era enorme, venuda y gruesa, como un mástil de carne.
Trague saliva mirándolos irse.
«¿Es normal que niños y adultos se duchen juntos?» Apenas me pregunte eso note como de varios cubículos niños o niñas eran llevados por hombres negros, todos con un físico fornido, lo más sorprendente era el tamaño de sus hombrias, cada una más grande, venuda y gruesa.
Nervioso salí del lugar notando otra cosa inusual.
En un rincón el hombre que había visto antes con la niña estaba secandole el cabello, pero la menor estaba arrodillada con la cabeza metida en su entrepierna, por la toalla era dificil saber que tan cerca estaba de su hombría, pero la manera en que movía su cabeza en un vaivén lento era raro.
La expresión del hombre era placentera con una sonrisa mordaz mientras sus piernas se tensaba en cada movimiento, esto sin dejar de secar el cabello de la menor.
Desvíe la mirada cuando el hambre me invadió, corrí a mi cama para ponerme la ropa que me habían dejado.
Mire el boxer naranja con duda, era suave, de algodón, pero tenía un agujero prominente en la parte de las nalgas, justo donde iba mi ano. Negué con la cabeza pensando que se habrían equivocado y me dieron uno dañado.
Poniendomelo seguí con el short y la camisa.
Calce unos zapatos tenis con calcetines azules antes de correr hacia el primer piso.
Fuimos llevados por una mujer hasta una habitación con una mesa enorme, muchas sillas estaban dispuestas a su alrededor, la decoración era obstentosa, con colores dorados.
Posicionándome en una silla, observé lo que hacían los demás, una niña con falda se sentó en una lugar ocupado por uno de los hombres negros, esté le sonrió acomodandola en su regazo, la levantó un poco para que se sentará de manera adecuada y luego la empezo a bajar lentamente.
Por la expresión que tenía la menor parecía que le dolía, curioso mire a otro lado notando que sucedía lo mismo con varios niños, todos estaban sentados encima del regazo de algún hombre negro, todos excepto los que habían venido en la camioneta hoy.
Antes de preguntar qué pasaba la comida fue servida, se veía deliciosa y al ver que todos se disponían a servirse ignore lo que hacían.
Cada bocado me sabía a gloria, tanto que no fue hasta un rato después que note movimientos inusuales en los demás.
Los niños se movían en círculos, como si estuvieran incómodos sentados encima de aquellos hombres fornidos, sin embargo estos parecían disfrutar de sus movimientos, hacían gestos de placer o soltaban gruñidos, eso sin dejar de comer.
Volví mi atención a mi comida hasta que termine, los otros menores que habían venido conmigo también terminaron y fuimos sacados del comedor apenas lo notaron, curioso al ver que nadie más se iba mire por última vez a los demás en la mesa.
Por un segundo me pareció ver una verga erecta perforar el culo de un niño.
Sin embargo, no pude mirar nada más, fuimos llevados a los cuartos que en ese momento estaban vacíos, nos regalaron juguetes y nos dejaron solos.
Cansado me fui a la cama dispuesto a dormir, a pesar de todo lo raro que había visto, estaba feliz de tener un lugar donde descansar.
Mis párpados se cerraron antes de perder la conciencia.
Desperté por el sonido de un relámpago, mire en la oscuridad de la habitación a los demás niños dormir, al parecer hace mucho habían vuelto de aquella comida.
Con ganas de ir al baño caminé hacia las duchas, la lluvia insesante golpeaba la ventana al final del cuarto.
Entrando a la habitación iluminada pronto encontré un inodoro, saqué mi pequeño pene liberando la orina que llevaba acumulada.
Suspiré de alivio mientras tarareaba una canción, sacudí los restos de pis antes de guardar mi miembro.
Me detuve en seco cuando escuche pasos en el cuarto, mire por el rabillo de la pared del baño una figura corpulenta entrar, era alto, de piel negra, tenía un cabello estilizado a un lado, sus ojos azules brillaban con intensidad mientras sus músculos venudos hacían galarde de su masculinidad, caminaba como pantera al acecho, estirando sus fornidas piernas, plantando con fuerza el talón de sus pies, por un momento se dio la vuelta exponiendo una espalda hérculea de grandes proporciones, sus glúteos duros eran dos montículos de gruesos.
Seguido de aquel hombre un niño rubio menudo se le acercó desnudo.
El adulto se limitó a arrecostarse en la pared con los brazos cruzados, el pequeño se arrodilló tomando entre sus manos su verga morcillosa, en aquel momento me di cuenta de las dimensiones de su hombría, estaba dormida pero ya media ocho pulgadas, el grosor era impresionante, y a pesar de lo monstruosa que se veía, la textura de la piel le daba un toque apetitoso, como a chocolate, parecia un dulce.
Aún escondido mire como aquel rubio metía el glande del monstruoso pene en su boca, chupaba con tanta fuerza que se podía escuchar desde mi lugar.
Indiferente el hombre se limitó a cerrar los párpados disfrutando de las sensaciones que le daba la boquita del menor.
No podía evitar asustarme ante lo que veía, en este lugar los niños tenían sexo con hombres, no cualquiera, sino aquellas figuras fornidas de grandes vergas, daba miedo la idea, pero todo cobraba sentido.
La niña con aquel hombre saliendo de la ducha, el como este le secaba el pelo mientras ella tenía su cabeza oculta en su entrepierna, la forma tan rara de comer de los menores subidos en el regazo de los adultos, incluso la manera en como se movían.
«Realmente era cierto, ese niño si estaba siendo penetrado por una verga» pensé recordando aquel suceso.
Mire como el rubio seguía con su trabajo de comerse la hombría monstruosa de aquel negro, este parecía más afectado ya que la mitad de su hombría estaba siendo devorada por la boca del pequeño, era sorprende porque aquella verga media sus veintiocho centímetros ya erecta.
Apreté los labios cuando escuche un jadeo ahogado, el hombre agarró la cabeza del rubio y lo sostuvo en su lugar mientras sus músculos se tensaban, pude ver cómo cada fibra de su ser temblaba mientras el placer inundaba sus expresiones faciales.
Dejo salir un gemido antes de que borbotones de semen cayeran de la boca del rubio, un charco blanco se creo en segundos dejando manchado al pequeño con la semilla del hombre.
Este se limitó a soltarle y luego se fue, el rubio se limpio la cara llena de leche antes de irse.
Con miedo me quedé un rato esperando, luego salí del cuarto.
Incapaz de entender lo que había pasado me acosté en mi cama, cerré los ojos justo cuando escuche la puerta del cuarto abrirse, por los pasos podía saber que era otro de esos hombres negros.
Escuche susurros de el mayor con un niño y luego como se iban a las duchas.
Sabía lo que harían ahí.
Continuará…
Gracias por haber leído hasta aquí.
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Hasta pronto.
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