Alexander (6a) Mi fracaso como padre. Parte III
Después de semejante atrocidad con el culo de mi hijo me inunda la culpa..
Ya no había paso atrás. Mi fierro seguía dentro de ese niño que había buscado protección y ayuda en mí. Sentía que todo me daba vueltas. No sé si era el vapor que inhalé al besar su inocente boca o si definitivamente era una reacción normal al saberme un maldito pero tardaría unos meses más en aprender a disfrutar de esa sensación en mi cabeza. Poco a poco la culpa y el miedo que yo sentía se convertiría en mi opio, me volvería adicto a esa adrenalina de saber que hacía algo prohibido y que lo tenía al alcance de mi mano… O de mi verga.
Me separé de Alex y solo podía ver su mirada ausente, su carita había palidecido y sus labios se habían tornado un poco morados. Tras unos segundos fue recuperando el color normal y su mente se situaba cada vez más presente en la sala. La luz del amanecer comenzaba a amenazar por la ventana. Cuando Alex estaba más consciente me incorporé y vi cómo mi verga salía de entre esas dos nalguitas lampiñas dejando a su paso un boquete bien abierto del que comenzaría a salir mi semen a chorros.
Me levanté, me puse el bóxer y volteé a verlo.
—Ve a bañarte y cuando acabes dormiremos un poco.- le dije.
—Oma… papá, ¿Esto es lo que tiene así a mamá? ¿Esto es lo que la hace ser mala?- me preguntó Alex con su voz inocente y algo confusa.
—Sí, lo que tu mamá hace es por esto. Le gusta sentir todo lo que tú sentiste y lo que fuma la hace sentir aún más pero no creo que aún puedas entenderlo. Es cosa de adultos.- le respondí.
Alex se sentó sobre el charco de mecos que le habían brotado del ano y con carita de sorpresa me preguntó
—¿Entonces ya soy un adulto?
—No, eres un niño que hace cosas de adulto. Anda, ve a bañarte y vamos a descansar. Esperaremos a recuperarnos un poco antes de ir a desayunar.
Se levantó y no pude evitar ver lo estrecha que era su cintura, esas piernas bien formadas y ese culito redondo y frondoso que tenía mi hijo mientras se dirigía al baño.
Había hecho mío el cuerpo de un bebito de seis años. Lo había estrenado y estaba disfrutando saber lo malo que eso era. Cuánto más me iba a divertir ese niño con su miedo, su duda y su obediencia.
Yo me ocupé recogiendo el desastre de la sala, apagué la televisión y me fui a mi cuarto. Me tumbé en la cama mientras mi mente daba vueltas.
«Es solo un niño, ¿cómo pudiste ser tan vil?, ¿cómo te atreviste a abusar así de él?» me dije. Cerré mis ojos y llevé mis manos a mi cara. No podía sacar de mi mente el miedo de que alguien más supiera de esto y llegara a las últimas consecuencias. Sé que todos ustedes lo han pensado. Ese pánico de imaginar que alguien descubre lo enfermos, pervertidos y desviados que estamos.
«Es tu propio hijo, lo procuraste y te encargaste de él, ¿en qué estabas pensando? Además es un niño, ¿cómo fue que te excitaste tanto que terminaste apareándote con un niñito de seis años hasta preñarlo? ¿sería ver su breve cintura? Tus grandes manos la rodeaban juntas mientras embestías sin piedad su culito. ¿O sería el tremendo tamaño de esas nalgas y lo suave de su piel? ¿acaso serían sus gemidos de putito mientras eras víctima de tu instinto más animal?».
Todo eso rondaba en mi mente y más tardó mi mente en formular ese pensamiento que mi verga ya había reaccionado de nuevo. Estaba dura como nunca, deseaba restregarse por dentro del culo de mi hijo hasta llenarlo de nuevo de precum, leche y hasta más.
Pasaron unos minutos y apareció Alex envuelto en la toalla que tenía en el baño. Tenía el cabello mojado y caía sobre su carita. Temblaba de frío y no sabía a dónde dirigirse. Solo se quedó callado en la puerta y me veía con miedo y cautela.
—Vamos a secarte o te vas a enfermar.- le dije.
Se acercó y comencé a frotarlo con la toalla. Cada que le pasaba la toalla por las piernas él parecía parar un poco más el culito para que se lo secara. No di importancia y seguí frotándolo. Ciertamente mi rifle no lo podía ignorar y estaba caliente y palpitante deseando hurgar en medio de esas nalgas hasta encontrar su hoyito y hacerlo gemir con su voz de niño.
Cuando terminé de secarlo le puse de nuevo su camiseta, su calzoncito blanco y sus calcetas. Creo que me encantaba verlo con esas prendas. Era la viva imagen de la inocencia y al mismo tiempo era muy provocador saber que hace tan solo unos minutos lo tenía bien ensartado pidiéndome leche y jadeando como la más profesional de las golfas que había conocido antes.
—Anda ya, vamos a dormir y después veremos qué comer.
Sin decirle dónde dormir el niño subió a mi cama y no pude decirle que no. Se había ganado a pulso el otro lado de mi cama así que lo dejé. Levanté la colcha y nos metimos en ella para quedar acostados en posición fetal. Solo recargaba su espalda en mi pecho pero yo evitaba frotar mi pelvis en ese culo que Dios me había dado para poder evitar la tentación de importunarlo nuevamente.
—Creo que entiendo a mi mamá. -dijo en una voz casi inaudible. — Ahora sé lo rico que se siente y creo que yo haría lo mismo que ella.
Al escuchar eso me sentí destrozado. Mi propio hijo había creído tal mentira, misma que había salido de mi boca solo para convencerlo y lograr mi cometido. Por otro lado no podía estar más satisfecho, esas palabras me dejaban claro que él lo había disfrutado y que tendría la oportunidad de repetirlo al menos unas veces más. Me hirvió la sangre y sentí dolor en la verga de la erección tan fuerte que tenía.
—No pienses más en eso, Alex. Por ahora debes descansar. Fue un día difícil para los dos.
No dije más nada y noté la suave respiración de mi hijo dejándome claro que había caído rendido ante semejante faena. Tenía un aroma dulce. No era solo el jabón con el que se había bañado. Era ese olor a talco que expiden los niños cuando siguen siendo inocentes. Nuevamente mi verga estaba dura pero el cansancio me venció y caí dormido mientras lo abrazaba por la espalda.
Habían pasado unas cuatro o cinco horas. Ya la luz del sol era fuerte y entraba por las orillas de la ventana cegada por las persianas. Aún así el cuarto estaba oscuro casi en su totalidad. La poca luz que lograba entrar bañaba mi cama. Una cama grande donde reposaba el cuerpo de un niño de seis años y el mastodonte de 1.80 de su padre. El calor era suficiente para no necesitar de la cobija que nos cubría. Alex con sus piernitas se había despojado de ella para dejar al descubierto su cuerpo solo ataviado con la ropita interior que había usado unas horas antes. Se había recostado un poco boca abajo y con una pierna flexionada haciendo que su culito sobresaliera más de lo que ya lo hacía.
Semejante posición hacía que me babeara la verga. Hasta podría jurar que el cabrón me estaba tentando a propósito. Ese niño estaba pidiendo que le reventara el ano nuevamente y aunque deseaba hacerlo me contuve.
Suavemente despertó y al voltear se encontró con mi cara que lo veía tranquilo.
—Ya tengo hambre.- me dijo.
—Sí, yo también tengo hambre.-le contesté. —Termina de vestirte y vamos por algo de comer.
Se levantó, fue a la sala y allá se mantuvo ocupado mientras yo me ponía un pantalón. Mi erección seguía ahí y solo la acomodé de lado. Los que tienen una vergota entenderán que ni así es posible disimular una erección de esa magnitud. Me puse una playera holgada y salí de mi cuarto.
Alex se veía ausente. No como con los poppers sino una ausencia auténtica. Su mente parecía estar en otro lado. Se movía casi mecánicamente. Al notar mi presencia metió rápido su mano al bolsillo de su pantalón y se dirigió a mí.
—¿Estás listo?- le pregunté.
—Sí, solo estaba revisando el teléfono de mi mamá.
No había pasado por mi mente aún cómo resolver ese asunto. No podía quedarme con el niño. Normalmente paso mucho tiempo fuera de casa en el trabajo o saliendo con jovencitas hambrientas de sexo. Despejé mi mente y decidí pensarlo a lo largo del día.
Salimos del departamento y al vivir en una zona tan céntrica todo nos quedaba al alcance. Caminamos hacia un mercado cercano y ahí desayunaríamos.
Notaba que Alex estaba pensativo. «¿Le habré hecho daño?, ¿Estará pensando en decirle de esto a alguien?». Su preocupación me contagiaba y hacía que sobrepensara cosas y eso me daba miedo. Ahora sí temía por mi libertad.
Comencé a jugar con él tocando su hombro por la espalda y haciendo como que yo no había sido. Él solo reía y siguió poco a poco el juego. Esos temores se habían disipado y parecía haber despejado su mente por un rato.
Al llegar a un puesto de comida que frecuentábamos cuando me visitaba, la vendedora le sonrió a Alex.
—Hola, guapetón. ¿Hoy te tocó visitar a Omar? ¿Qué van a querer?- le preguntó muy amable.
—Lo de siempre, doñita.- me adelanté a contestar yo para evitar que Alex diera una señal que me pudiera perjudicar.
—Claro que sí, con gusto lo voy preparando. Tomen asiento y en un momento se los llevo.-dijo la mujer regordeta con una sonrisa gentil.
—Papá, no quiero comer aquí. ¿Podemos llevarnos la comida a casa?- preguntó Alex.
La cara de la mujer fue de sorpresa cuando escuchó a Alex decirme papá.
—Ya decía yo que era tu hijo. Sí está re guapo como tú. Qué guardadito te lo tenías.-dijo con una voz picarona y coqueta mientras ponía manos a la obra con la comida que normalmente pedíamos.
Para mí era un alivio poder aislarnos de la gente mientras notaba el comportamiento de Alex después de haberle roto el culo y saber qué hacer en caso de que algo pudiera ir mal.
—Claro que sí, campeón.- le respondí.
Su carita se llenó de felicidad y hasta podía pensar que un poco traviesa.
—Si quieres podemos también poner una película o jugar videojuegos mientras comemos en casa. ¿Te gustaría?
Ahora definitivamente Alex asentía con felicidad y emoción mientras escuchaba la propuesta que le estaba haciendo. No tardamos más de 10 minutos esperando mientras hablábamos de qué película o qué videojuego quería poner al llegar a casa cuando nos entregaron la comida que pedimos en una bolsa. Pagué, le dimos las gracias a esa mujer, nos despedimos y retomamos el camino de vuelta.
Unas cuadras antes de llegar a mi edificio vi de lejos que en el barandal donde había visto a Alex sentado junto a la maleta esa misma madrugada se hallaban dos hombres. Uno era alto de cabello chino, y el otro era poco más bajo y con cabello corte militar.
¡Aldo y Sebastián estaban afuera de mi departamento tocando la puerta! No podía dejar que ellos vieran a Alex o que hablaran con él así que desviamos nuestro camino hacia una tienda que me permitía vigilar cuando ellos se fueran. No pasó mucho tiempo cuando desde lejos vi cómo desistían y se marchaban de mi edificio. Permanecimos ahí mientras comprábamos cosas para pasar el rato. Alex pidió un yogurt de fresa y yo agarraba un six de cervezas. Pagué, me asomé y vi que ya no había rastro de esos dos cerca así que retomamos el regreso.
—Corre, Alex, que me estoy orinando y quiero entrar al baño.- le puse de pretexto para que apretáramos el paso y evitar que algún conocido pudiera vernos.
—¿Y si orinas aquí en la calle?- me dijo Alex mientras aceleraba el paso.
—No, cómo crees. Aquí no se debe hacer eso.- le respondí. Volteé a verlo con una sonrisa y me percaté de que Alex miraba mi bulto con atención. Notar eso me encendió de inmediato.
Al llegar al edificio entramos y subimos los cuatro pisos en una carrerita. El que ganaba decidiría qué jugar. Soy alto, fuerte y también rápido pero nada le gana a un niño cuando lo retas y propones un premio así que aún con mis piernas largas, Alex me ganó en subir las escaleras de los cuatro pisos.
Llegamos y cerré la puerta trás de mí. Me di cuenta que realmente quería orinar porque después de lo que había sucedido en la mañana no había pasado al baño.
Dejé las cosas sobre la mesa y corrí hacía el baño.
—Papá, yo gané. Me toca decidir el juego.-me dijo Alex mientras yo ya me estaba casi meando.
—Sí, ve prendiendo la consola.-le dije mientras me desabrochaba el pantalón.
—Quiero jugar a lo que hacen los adultos.
Me paré en seco en ese momento. Mis oidos no daban crédito a lo que acababa de escuchar. Parecía que tenía un interruptor en el cerebro que encendía ese animal porque tan solo en un segundo mi verga ya estaba empezando a crecer debajo del pantalón.
—¿Estás seguro?-le pregunté con sorpresa. El pantalón ya estaba desabrochado y mi verga gruesa y palpitante comenzaba a marcarse en el bóxer que llevaba puesto.
—Sí y tú dijiste que el que ganaba iba a decir qué jugar.-me dijo sonriente y al mismo tiempo con una cara de victoria.
—Está bien, hijo. Pero acuérdate que nada de esto es un juego. Es algo muy real y debes obedecer y no contarle a nadie.
Alex no contestó y ya estaba de rodillas frente a mí. De un jalón terminó de bajar mi pantalón y por la abertura de mi boxer sacó el trozote de carne que unas horas antes le estaba partiendo el culo en dos.
Les juro por Dios que mi bebito estaba babeando como perro cuando vio mi verga. Yo sin decir nada y solo levantando la playera larga que traía puesta dejé al descubierto mi pene erecto que se asomaba por el bóxer.
Estaba escurriendo de precum cuando Alex sin necesidad de recibir instrucciones se metió la verga de su papá a la boca.
No mamen, ese niñito de seis años me estaba violando el rifle con el hocico.
«Tloc, tloc, tloc, tloc, tloc» sonaba en el departamento mientras mi bebé se daba un atasque de verga de una forma vulgar. Este cabroncito quería que le preñara el hociquito de infante. Con sus dos manitas me agarraba por el tronco. Era tan grueso que ni siquiera podía cerrarlas y su boquita cubría mi glande y parte del mástil. Lo lamía con devoción y luego comenzaba a mover la cabeza para devorarse la verga que le había dado la vida. Ni a la más putita de las que había desvirgado la había visto mamar verga de ese modo.
—No mames, bebé. Solo una vez que lo hiciste y ya sabes cómo tener contento a tu papi.-le dije mientras Alex se ponía bien putita de rodillas babeándome el fierro.
Se detuvo por un momento y soltó mi verga. Metió su manita al bolsillo de su pantalón y sacó el frasquito de vidrio que yo le había presentado en la madrugada. Lo destapó e inhaló fuertemente.
Este bebito era todo un atascado. Algo le había tenido que aprender a sus padres.
La escena en la que Alex de rodillas como un depósito de mecos inhalaba los vapores de esa chingadera me prendió tanto que no pude resistirme. Sostuve mi playera con los dientes y con una mano le sujeté la barbilla, apreté su mejillas para hacer que abriera la boca y con la otra mano agarré mi verga para dirigirla a la suave y húmeda cavidad que me recibía con tanto ahínco.
La escena era digna de una porno bien cerda. Un cabrón de treinta años con la playera a medio levantar dejando ver mis abdominales marcados y cubiertos de vello le violaba la boca a su propio hijo de seis años.
Llegué a lo más profundo de su boquita y sentí cómo se ahogaba. Con fuerza Alex me empujó para sacarla de su boca y tomar aire pero de nuevo abrió el frasquito y se dió otra carga.
Su carita había cambiado de color y sus labios se pusieron ligeramente morados. Mi boca empezó a salivar tanto que la playera que sostenía con los dientes comenzó a mojarse. Mientras Alex soltaba el frasco pude percibir ese olor y de inmediato perdí el control. Tomé a mi bebé por la nuca y le empujé contra mi cadera mientras habría paso con mi verga en esa boquita inocente.
«Glog, glog, glog, glog, glog» era lo único que se escuchaba mientras los huevos me campaneaban dentro del bóxer. No pude más y de un empujón le saqué la verga de la boca, me bajé el bóxer a medio muslo y de nuevo comencé a bombearle la jeta. Su boquita comenzaba a salivar demasiado y le escurrían hilos muy gruesos de baba por las comisuras. Me tenía el mástil muy bien lubricado; tanto que sentía cómo chorreaba y me caía saliva en las bolas. Seguí bombeando y mientras mis huevos le chocaban en el mentón y casi el cuello, tomé su cabecita y empujé firmemente.
—¡A la vergaaaa!- dije extasiado.
La pequeña curvatura que tiene mi verga hacia un lado había buscado su cause por la garganta de mi hijo. Sentía cómo impedía la respiración pues ya tenía todo mi pene enfundado en la garganta. Ahí me valió verga que fuera un niño y comencé a empujarle con fuerza mientras le penetraba la tráquea.
Sus manitas me empujaban las piernas para exigir que le sacará el pito de la boca pero eso me hacía embestir su carita con más ganas. Ya era toda una bestia. En ese momento el padre amoroso que siempre he sido había desaparecido de la tierra. Solo pensaba en cómo quería que mi bebé jamás creciera para seguírmelo cogiendo a espaldas del mundo.
Me daba mucho morbo pensar que mientras la gente hacía su vida normal, en ese mismo instante yo estaba abusando del hociquito de mi propio hijo de seis años. Cuántos enfermos en ese mismo momento no habrán estado jalándose la verga pensando en tener el festín que yo estaba teniendo en mi propia casa. Cuántos hombres no habrían deseado estar en ese momento compartiendo la boquita de mi putito personal hasta dejarle una carga de semen tras otra.
Mi bebé había dejado de empujar con sus manitas para poner resistencia y su rostro estaba cubierto de su saliva, de lágrimas y de sudor. La cara le habrá olido a los huevos de su papá que sin piedad le cogia la boca como un perro en brama. Lo miré y el alma se me cayó al suelo. Alex parecía estar inconsciente. Me aterré y creí que había ido demasiado lejos. En automático le saqué la verga de la boca y moví fuertemente su cabeza. Alex dio un suspiro y recobró la conciencia poco a poco.
—Hijo, ¿Estás bien?.- le pregunté muy asustado mientras me agachaba para estar a su nivel. Aún así por lo chiquito que es y lo alto que soy le quedaba demasiado arriba.
—Papá, ya no quiero.- me dijo con cara de miedo y aún debilitado por el desmayo que había tenido.
—No bebé, debes obedecer. Acuérdate que es peligroso no terminar porque te puedes morir.
—Pero ya no quiero.-me dijo casi a punto de llorar.
Me enojé tanto porque lo único que quería era eyacular dentro de ese niño así que lo tomé del cabello y guié su carita a mi verga. Puse mi otra mano en el suelo y de cuclillas comencé a cogerle la boquita nuevamente.
«No te pases de cabrón, es tu hijo.» me dijo mi voz interior y me detuve. Estaba excediéndome. Me levanté y lo abrace.
Su playera estaba mojada por tanta saliva y se la quité. Nuevamente lo abracé y sentirlo más indefenso que nunca, tan frágil y delgado me despertó el diablo que llevo dentro. Le quité los tenis y el pantalón de mezclilla, lo senté en la mesa y me dispuse a desnudarme.
Ver a mi niño de nuevo en camiseta interior y calzoncitos blancos me hizo desear romperle el culo de nuevo. Puse sus piernas en mis hombros y lo despojé de su trusita. Total, el mástil ya lo tenía bien lubricado. Me senté en una silla y lo cargué de espaldas a mí. Recosté su cabecita en mi pecho y cuando estuvo bien acomodado levanté sus piernitas para que mi palo entrara por su hoyo. Desde el comedor quedábamos frente a un espejo que tengo en la sala y me excitó mucho ver la imagen de un adulto enorme violando a su hijo casi inconsciente. Cómo si su culito tuviera un imán, de un solo empujón se comió mi verga a la mitad. Comencé a empujar mi pelvis y dejar que su peso hiciera el resto. No tardé demasiado en lograr penetrarlo por completo. Se sentía húmedo y muy caliente. Sinceramente estaba muy dilatado y comencé a cogérmelo como una bestia. Sentía cómo me rebotaban los huevos mientras mi verga se adueñaba del anito de mi hijo. A sus seis años estaba aguantando mi verga gruesa de 21 centímetros como todo un experto.
Lo tomaba por debajo de los muslos y le bombeaba mi verga hasta el fondo de sus entrañas. Verme así frente al espejo alimentaba mi morbo. Era como ver que otra persona se cogía a mi niño de seis años. Poco a poco sentí cómo su culito empezaba a apretarse y me ahorcaba el falo. Alex empezaba a recobrar el sentido cuando volteó al espejo. Estoy casi seguro que él disfrutaba la vista tanto como yo porque aunque me pedía que parara no dejaba de gemir cada vez que mi pene llegaba hasta adentro.
—Ah, papi, ah, ah, ah, ah, ah, ya, papi.- me decía mientras su verguita rebotaba en cada empujón.
Comencé a penetrarlo aún más fuerte. Mientras sostenía sus piernas veía cómo sus piecitos calzados con calcetas blancas daban brinquitos. Este chiquito estaba hecho para tragar verga por dónde fuera y por quién fuera pero ninguna verga era tan digna de abusar de él como la de su propio padre.
—Papá, ya, detente. Otra vez me voy a hacer pi…
Comencé a ametrallarle el culo con la verga. El brincoteo de sus piecitos era gracioso pero me provocaba ser más cerdo aún.
—¡Ah, bebé. Toma tu lechita. Tómala toda!- exclamé entre jadeos mientras se encimaban con los gemidos de putita de mi hijo.
Sentí cómo se me encogían las bolas y de pronto chorros de leche comenzaron a inundar el recto del niño. Mientras le inyectable jugo de macho en el ano a mi bebito este soltó chorritos de orina que mojaron parte de su camiseta. Mi verga seguía palpitando mientras preñaba el culo de seis añitos. Mientras aún lo tenía amagado de las piernas, lo levanté para ver en el espejo como mi fierro bien duro salía de su ano seguido de chingos de leche. Le escurría todo mi semen por las nalgas hasta caer sobre mi pelvis.
—Papá, me hice pipí.- me dijo con carita triste el pobre Alex.
—Sí, bebé. Qué rico, ¿no?, ahora me toca a mí.
Lo cargué y lo recosté sobre la mesa en la que aún estaba la bolsa con la comida. Le abrí las patitas y metí mi verga. Estaba muy dilatado y tanta leche hacía fácil que lo penetrara de nuevo ya sin dolor.
—¿Papi, qué haces?- me preguntó con miedo mientras sentía cómo me miraba a la cara.
Yo estaba tan concentrado viendo como esas redondas nalguitas se abrían para recibir mi pene que no le respondí la mirada.
—Nada, bebé ya casi acabamos.
Acomodé mi torso y aún empujando y sacando comencé a llenarle el culo de meados. Sentía cómo mi orina caliente inundaba las tripas de Alex y cuando acabé seguí bombeando pero ya más despacio.
—¿Te gusta, Alex? ¿Te gusta que te use como a mami?
Alex no dijo nada. Solo cerró las piernas de golpe y me quitó de encima como pudo. Mi reacción fue jalarlo para evitar que se quitara y lo vi con enojo hacia los ojos. Su mirada no estaba puesta en nada de lo que estaba delante de él sino que miraba con pánico hacia la ventana de la sala que daba directamente al barandal afuera de la puerta.
En ese momento el pánico que sentía él lo sentía yo. Un rostro familiar se asomaba por la ventana. Era un hombre de 1.70, unos 28 años aproximadamente, moreno, cabello corte militar y una cara de degenerado que no podía confundir con nadie más.
Sebastián había estado viendo por la ventana todas las chingaderas que le estaba haciendo al culo de mi hijo desde quién sabe qué momento.
Estaba en verdaderos problemas.
Como sigue?
La siguiente parte ya está publicada.
Buen relato… como sigue?
La siguiente parte ya está publicada.
Como sigue? me encanta la historia.
Me da gusto que te agrade. Ma siguiente parte ya está publicada.
Me encanta… como sigue?
Gracias por comentar. La siguiente parte ya está publicada.
Me encanta esta relación entre padre e hijo, me excita de una manera brutal.
Es muy rico. La siguiente parte ya está publicada.
Ufff… Menuda excitación 🔥 esta historia se pone cada vez mejor
Créeme que sí. La siguiente parte ya está publicada.
Excelentes relatos, ¿seguirán más, qué pasó con el amigo?
Descúbrelo. Ya está publicada la siguiente parte.
Hermano, la culpa es para los débiles. Disfrutaste plenamente romper ese culazo, deja que las cosas fluyan, ya él quiere jugar contigo como los adultos, está loco por ti, por lo que tú le haces sentir, por lo que está aprendiendo contigo.
A lo mejor Sebastián no te reclama otra cosa sino que tuvieras tu secreto bien guardado. Si se quedó a observar, es porque le gustó, porque vamos a ser sinceros, al que no le gusta lo que ve, lo ignora, se voltea, o en tu caso, llama a la policía. Si no hubo golpes en la puerta, es porque lo que debe querer es participar en el disfrute.
También tenías que haber cerrado las cortinas, pero no fue… Jajajaja. Y le diste cine porno a tu vecino.
La verdad envidio la vista que tuvo en ese momento y aún así es un desgraciado ese cabrón.
Ya te enterarás en la siguiente parte, que por cierto ya está publicada.
Hola que tal super historia me gustaría saber en que finaliza, saludos.
Para finalizar aún quedan dos partes pero por ahora la siguiente ya está publicada.
Es buena continuación, Sebastián con solo compartir la carne tierna, estará de tu lado, comparte a tu putito👍
Siguiente parte est fino
No sé exactamente si de mi lado. Puedes descubrirlo en la siguiente parte, ya está publicada.
¡¡¡Qué rico relato!!! Ya quiero saber cómo sigue. A él ya le gustó y hasta ya save usar Los poppers. Esperaré con ansias para leer cómo se lo cogen, con poppers, los dos.
No me gusta que mi niño use esa porquería pero es útil. La siguiente parte ya está publicada.
Pero que delicia, tuve la dicha de encontrar hoy mismo los tres capítulos, los cuales en una hora los termine, que modo de teletransportar al lector a esos momentos. Excelente en verdad, ojalá sigas expresando más contenido similar y lleves más secuelas de esta historia. Posdata, ojalá mi padre me hubiera enseñado tales delicias a esa edad jeje. Con cariño su nuevo Fan.
Trato de dar una descripción y contexto suficiente para que el lector entienda mi disyuntiva moral pero parece que solo terminan excitándose más.
La siguiente parte ya está publicada.
Alv que rico quiero saber más de la historia jaja
La siguiente parte ya está publicada.
excelente
cuando las siguientes partes ?
Continúa porfa el cuarto capítulo esta super
Gracias! Ya está publicada la siguiente parte.
Me quede con la boca abierto y los huevos bien secos de tanto jalármelo…. Espero ansioso por el próximo relato, mi sugerencia es dejar que el pequeño explore sus propios gustos y el papa solo le cumpla y lo agá gozar como asta hora…
Gracias por comentar! Pues no exploró. Fuimos víctimas de las circunstancias pero ya te enterarás. La siguiente parte ya está publicada.
Excelente relato… me encanta la forma que tienes de escribir y relatar… estoy ansioso por que subas el próximo relato.
Muchas gracias, de hecho la siguiente parte ya está publicada.