Campamento
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Había decidido que este verano tenía que trabajar.
No me gustaba mucho la idea, pero no quería permitirme otras vacaciones sin dar el palo al agua, y también quería empezar a tener mis propios ingresos.
Quería tener un fondo ahorrado para “gastos personales” durante el año mientras estudiase, y tampoco tenía ganas de tener que estar pidiéndoselo a mis padres continuamente.
Así que opté por la opción que parecía estar de moda entre los jóvenes y que pensé que me haría el verano más ameno: ser monitor de tiempo libre en un campus.
Y no me equivoqué, me hizo el verano más ameno.
Estuve haciendo un curso de preparación durante el año y ya estaba listo para encargarme de un grupo de niños durante el campamento.
No sé si por suerte o por desgracia me habían adjudicado un grupo de los niños más pequeños.
Supongo que era porque, al fin y al cabo, no puedo imponerme mucho, así que necesitaban una persona más bien responsable que no autoritaria con los pequeñajos.
Si me pusiesen con los grandes, lo más seguro es que me comiesen; entre la poca diferencia de edad entre ellos y yo y lo poco que conseguía imponerme sobre otra gente hubiese sido mucho más estresante.
Y mi físico de hecho tampoco ayudaba.
Con veinte años, metro sesenta y ocho de altura y sesenta kilos poca cosa podía hacer.
Ni músculos, más bien pálido, de pelo oscuro corto y ojos azules.
Era fácil de ver que no quería meterme en problemas.
De haberme tenido que encargar de ese grupo lo más seguro es que se me hubiesen subido a la chepa, puesto que los chavales de dieciséis años ya saben quién puede dominar y a quién pueden someter.
Me ponía muy nervioso empezar un trabajo nuevo, pero empezar fue mejor de lo que pensaba.
No tuve necesidad de no estar tranquilo.
El trabajo sería fácil.
El campamento era en una zona boscosa, cerca de un pueblo de la zona.
No estaba lejos del mar, ni de la montaña, ni del pueblo, por lo que, a pesar de ser un campamento, tampoco suponía una desconexión total con el resto del mundo.
Los chavales que tenía a mi cargo eran fáciles de manejar.
No dejaban de ser críos, así que los problemas no iban más allá de llantos, limpiarlos, cambiarlos y poco más.
Además Ana, compañera de trabajo, ayudaba bastante en este sentido, por lo que los dolores de cabeza no vendrían de aquí.
De hecho, los dolores de cabeza me venían de otro sitio.
Ricardo.
Cómo estaba.
Ya desde el primer momento, este otro monitor me traía de cabeza.
Le había puesto la vista encima desde las reuniones primeras semanas antes.
Deportivo, con el pelo corto, moreno, de ojos castaños.
Un tío simpático.
Una pena que lo viese pocas veces al día.
Con la tontería de que se encargaba del grupo de los más mayores nuestros grupos no coincidían casi nunca.
Desde el primer día le seguía con la mirada perdida en su cuerpo.
Joder, si al menos los turnos de piscina nos tocasen juntos, podría verle en bañador.
De momento no iba a tener tanta suerte, pero con tantos días de campamento digo yo que en algún momento podría dirigirle la palabra.
Lo cierto es que el tío fácilmente se rodeaba de los otros monitores del campamento y se llevaba bien con todos ellos.
La gente giraba a su alrededor con facilidad.
Por mi parte, me daba la sensación de que ni sabía que existía.
Es cierto que tampoco había hecho el esfuerzo por dirigirle la palabra más allá del saludo, pero aún así, seguía soñando.
La suerte me empezó a cambiar cuando, ya en el segundo día de trabajo, mi compañera se dio cuenta que, cada vez que Ricardo pasaba por delante, dejaba lo que estaba haciendo para mirarle.
Se notaba demasiado: me había enganchado.
Lo que me contó, sin embargo, me dejó más tranquilizado: Ricard no tenía novia.
Más bien, le iban los tíos y, por lo que se decía, no era de tener pareja estable.
más bien lo contrario.
Con su labia y su buen ver conseguía tener la atención de todos a su alrededor, aunque la mía especialmente, y más ahora que tenía esa información.
No por ello iba a mover ficha, porque la timidez siempre me acaba ganando, pero es más fácil fantasear así.
Esa noche me quedé despierto hasta tarde.
Tuve que encargarme de preparar cosas para el día siguiente y, personalmente, prefería trasnochar que madrugar.
Como los pequeños siempre se van a dormir muy pronto, acabo antes de ocuparme de ellos, así que, ya que estaba, arreglé todas las actividades y el material necesario en nuestra parte del campamento y poder dormir más.
El camino desde donde estaba hasta la cabaña donde dormía era corto, y a esas horas, tranquilo.
No quería entretenerme de noche a esas horas, por lo que aceleraba el paso.
Sin embargo, tuve que pararme un segundo.
¿Ese que había visto era Ricardo? Sin duda, debía ser él.
Se dirigía hacia la zona del río.
A esas horas, y yendo hacia esa dirección, casi seguro que iba a darse un baño.
Quizá incluso podría mirar de verle ya sin camiseta.
A lo mejor había quedado con otros monitores para darse una pequeña fiesta en la madrugada.
Fuese lo que fuese, por acercarme a mirar no perdía nada.
Y si preguntaba, siempre podía decir que pensaba que era algún chaval que se había salido de su habitación.
Con esa idea en mente, esperé a que siguiese un poco su camino y, desde cierta distancia, le seguí la pista hacia la arbolada.
Decidí esperarme un rato, por no llegar muy seguido.
Sin embargo, por más que esperaba, no escuché que se metiese en el agua.
O era muy silencioso haciéndolo, o aún no se había metido.
Y desde donde estaba ni le podía ver, ni escuchaba voces, ni nada, así que miré de acercarme más hacia donde debía estar.
Un chaval, rubio, de unos dieciséis años, le estaba mamando la polla como si no hubiera mañana.
No era para nada lo que pretendía encontrarme, pero tampoco sabría decir si era mejor de lo que esperaba encontrar.
Ricardo se recostaba, de pie, contra un árbol, con los pantalones cortos bajados hasta los talones y la camiseta de monitor aún puesta.
El chaval, delgadillo, vestido y con el pelo casco, de espaldas a donde yo estaba, le comía toda la polla.
O eso imaginaba, porque desde donde estaba tampoco podía ver mucho más.
Quería ver más pero, joder, si me movía y me veían, ¿qué hacía?
El chaval me sonaba de haberlo visto por el campamento, y juraría que era uno de los del grupo del propio Ricard.
Le comía la polla con una pasión poco propia de alguien que no lo había hecho nunca: ese no debía ser, ni mucho menos, el primer rabo que se metía en la boca.
Ricardo puso sus manos sobre la cabeza y le bombeaba la cabeza contra la polla, provocándole arcadas.
El pobre tuvo que sacársela de la boca para poder respirar.
“¿Me he metido todo eso hasta la garganta?” – La voz del niño sonaba como una verdadera zorrita.
Estaba orgullosa de su trabajo
“Ya ves.
Ahora deja de hablar y acaba.
” – Mientras le decía eso, le acariciaba el pelo y le dedicaba una sonrisa.
Si pudiese moverme hacia un lado, quizá tendría un poco de mejor vista y podría vérsela.
La excitación me pudo y, sin darme cuenta, mi mano ya buscaba dentro de mis pantalones la polla.
Sin bajármelos si quiera me frotaba el paquete, que ya lo tenía chorreando.
Me la saqué y empecé a tocármela silenciosamente.
Estaba tan concentrado en el espectáculo que tenía enfrente que no me di cuenta de algo más importante: cuando me quise dar cuenta, Ricardo me estaba mirando fijamente, mientras su joven putilla le comía todo.
Y no parecía nada preocupado.
Divertido, más bien.
Me quedé helado y no supe cómo reaccionar.
Sin duda no parecía molestarle, pero era realmente incómodo.
Además de que seguía completamente excitado.
“No pares ahora.
Sigue hasta el final”
¿Le estaba hablando al chaval o me hablaba a mí? La vista seguía puesta en mí, pero seguía acariciando la cabeza del chaval.
Por un momento, me pude imaginar perfectamente como sus manos acariciaban mi pelo y era yo el que estaba siendo forzado a mamar hasta sacarle todo.
De un golpe le arrebató de la boca su caramelo para empezar a masturbarse fuertemente.
El chaval se echó para atrás esperando lo que le venía encima.
Fue entonces cuando pude verla: menuda suerte tenía el chaval, era preciosa, gorda y morada.
Pero estaba demasiado lejos para apreciarla como toca.
Yo tampoco pude más y me empecé a correr contra el matorral.
El chaval quedó exhausto, con toda la cara mojada y el pelo manchado del semen de ese tío que, en principio, estaba allí para encargarse de él y cuidarlo esas semanas.
Sin mucha palabra, un par de risas y un manotazo en el culo, se fueron por otro lado, salvándome.
Sin embargo, antes de irse, me volvió a buscar con la mirada.
Me coloqué la ropa, me giré, y lo tenía justo delante.
Ricard me miraba, con una sonrisa pícara.
Me quería hundir, antes no le quitaba la vista de encima y ahora sólo podía mirar la punta de sus zapatos:
“¿Qué haces tan tarde por aquí?”
-“Es que.
había visto un chaval salir fuera de las habitaciones y.
iba a decirle que volviese.
y.
”
“No te preocupes, ya le he dicho que se vuelva a la habitación” – Se rió, me dio la espalda y se fue, dejándome allí.
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