Chaquetero, noche inolvidable
Anécdota de cómo aprendí a masturbarme con la ayuda de mi hermano a los 11 años. Uno de los aprendizajes más sabrosos y útiles de mi vida..
Les cuento de cómo me hice chaquetero.
Fue así:
Comencé de niño, como ya he narrado en otros relatos. Desde los 5 años me gustaba tocarme el pito y a veces me bajaba un poco el pellejo para tocar la cabecita.
Jugaba a los esposos y al doctor con una prima 3 años mayor que yo, nos encuerábamos. Yo le chupaba la rajadita y ella me chupaba el pito.
Así fue por muchos meses.
Así fue por muchos meses.
Con su hermano que me llevaba un año, también en ocasiones cuando estábamos solos nos enseñábamos el pito y algunas veces nos lo tocábamos y nos los chupábamos. Nunca le dije lo que hacía con su hermana ni a ella lo que hacía con él. Todo era secreto.
Pero realmente comencé cuando tenía como 11 años con mi hermano dos años mayor que yo.
Yo iba en quinto de primaria, mi escuela era sólo de hombres, así que por la edad y esa situación, éramos bien morbosos y las palabras relacionadas con sexo las usábamos todo el tiempo, aunque muchas veces sin saber a ciencia cierta a qué nos referíamos.
Por ejemplo, ya nos referíamos a la chaqueta, pero estoy seguro que casi nadie sabía en realidad qué era o cómo se hacía. Lo que sí es que de repente al estar a solas en el excusado o bañándome, tocaba mi pequeño pito con curiosidad. Quería conocerlo bien. Me tocaba los huevitos, a veces me bajaba el pellejo un poco para descubrir su punta amoratada y de vez en cuando se me ponía duro. Era muy agradable.
Mi hermano Daniel y yo dormíamos juntos en una cama matrimonial, no usábamos pijama, nos metíamos en las cobijas sólo con calzón, sin playera.
Mi hermano Daniel y yo dormíamos juntos en una cama matrimonial, no usábamos pijama, nos metíamos en las cobijas sólo con calzón, sin playera.
Esa noche me despertaron sus manoseos.
Me estaba acariciando el pito y había tomado mi mano para metérsela al calzón y que le agarrara la verga.
Me agradó lo que sentía y decidí seguir con aquello.
Me estaba acariciando el pito y había tomado mi mano para metérsela al calzón y que le agarrara la verga.
Me agradó lo que sentía y decidí seguir con aquello.
En silencio y en la oscuridad, sin decirnos nada, me agarró la mano para que se la jalara y al mismo tiempo empezó a hacérmelo también. Una cosa que me encantó fue que mi pito estaba completamente duro. Mi hermano me tocaba los huevitos, me bajaba el pellejo, me acariciaba la punta y yo le correpondía completamente, haciéndole lo mismo.
Desde luego, a esa edad yo ni pelos tenía. En cambio la verga de él, dura, peluda, gruesa, yo la sentía enorme, y lo era en comparación con la mía. Sus huevotes redondos se sentían ricos, la piel que los recubría me parecía más gruesa que la de los míos. A sus 13 años ya la tenía de señor.
Desde luego, a esa edad yo ni pelos tenía. En cambio la verga de él, dura, peluda, gruesa, yo la sentía enorme, y lo era en comparación con la mía. Sus huevotes redondos se sentían ricos, la piel que los recubría me parecía más gruesa que la de los míos. A sus 13 años ya la tenía de señor.
Se detuvo un momento para bajarse el calzón por debajo de las nalgas y así facilitar el manoseo. Yo hice lo mismo.
Así estuvimos un buen rato, reconociendo nuestros sexos con la mano. Como dije, aunque yo ya había oído hablar de la chaqueta, en realidad no sabía bien en qué consistía. Con su mano tomó la mía para enseñarme lo que quería: empuñando su verga empezó a subir y bajar su cuero, mientras que con su otra mano, me hacía lo mismo a mí, sólo que a él le bastaban los dedos índice y pulgar para moverme el cuero mientras que yo tenía que usar toda la mano para movérselo a él.
Así estuvimos un buen rato, reconociendo nuestros sexos con la mano. Como dije, aunque yo ya había oído hablar de la chaqueta, en realidad no sabía bien en qué consistía. Con su mano tomó la mía para enseñarme lo que quería: empuñando su verga empezó a subir y bajar su cuero, mientras que con su otra mano, me hacía lo mismo a mí, sólo que a él le bastaban los dedos índice y pulgar para moverme el cuero mientras que yo tenía que usar toda la mano para movérselo a él.
El movimiento era como si estuviera frotando un tubo de closet, incluso el grosor era parecido a eso. Era divertido, ya estaba yo haciéndoselo sin necesidad de que él me guiara con su mano.
Hubo un momento en que él dejo de acariciarme para concentrarse en lo que yo le hacía y entonces yo me puse a jalársela como parecía que tanto le gustaba, moviéndole el pellejo hacia arriba y hacia abajo muy rápido, apretando mi mano, tapando y destapando su cabeza con el pellejo.
De repente en mi mano su verga pareció ponerse aún más dura y hasta como que se movía sola. Mi hermano me detuvo sujetando mi mano para que ya no la moviera.
Yo quería continuar, pero él me agarró con fuerza, me soltó el pito.
Sentí entonces en mis dedos el líquido. Pensé que se había orinado, pero la sensación era distinta, era algo tibio, espeso y pegajoso.
Se dio la vuelta y ya no pude agarrársela de nuevo, pero entonces seguí con mi pito, jalando el pellejo un buen rato.
Aunque era agradable no sentí nada extraordinario y después me dormí. Ahí concluyó el entrenamiento esa noche.
Pero desde entonces, desde el día siguiente, cada que tenía oportunidad me encerraba en el baño, me acariciaba el pito y cuando ya lo tenía parado, empezaba con aquel movimiento tan rico.
Después de algunas semanas, una tarde que me lo estaba haciendo, alcancé mi primer orgasmo.
Sentí una especie de estornudo que se mezclaba con un escalofrío intenso, que iba de mi pubis hacia la cabeza de mi pito. ¡Fue delicioso!
Tuve que soltarme el pito, no podía seguir jalándolo.
Estuve un rato así, extasiado en mi placer, mientras mi pito poco a poco perdía dureza.
No me había salido nada, pero el gozo fue enorme.
Al día siguiente cuando pude, me encerré en el baño y repetí lo del día anterior.
Fue de nuevo estupendo, pero ahora, cuando me recuperé, volví a jalármela y luego otra vez.
Desde ahí, quería estarlo haciendo todo el tiempo. No perdía la oportunidad en el baño de mi casa, en el de la escuela, detrás de un árbol, en la azotea de mi casa, donde se pudiera.
Lo hacía por la mañana, por la tarde y por la noche en mi cama. Cada ocasión me la jalaba dos o tres veces cuando menos, así que me provocaba entre 3 y 9 orgasmos durante el día, aunque algunas veces me hice 12 e incluso 15.
Ya había adquirido bastante práctica, de modo que pronto me dí cuenta que, para que no se me irritara el rabo, convenía ponerle saliva. Me bajaba el pellejo y me escupía en la cabeza; lo hacía varias veces a lo largo de cada sesión.
Conforme pasaban los días, noté que el pito me empezó a crecer aceleradamente.
Cuando comencé me medía parado como 8 centímetros y era delgado, pero ahora ya rebasaba los 10 centímetros y se estaba poniendo gordo.
Después de algunos meses de estármela jalando así, ya como de 12 años, una vez que igualmente estaba en el baño dándome gusto, al alcanzar el orgasmo, experimenté mi primera corrida. ¡Fue aún más exquisito!
Al venirme mi verga escupió como 10 chorritos de semen mientras yo sentía que flotaba.
¡Fue lo más delicioso que hasta entonces hubiera sentido! Pero quedé agotado.
Tuve que esperar hasta la noche para volverlo a hacer.
Con la producción de leche, ya no podía hacerme tantas chaquetas, pero el orgasmo era más intenso.
Y como siempre, yo quería estarme masturbando todo el tiempo. Siempre hallaba la ocasión y el lugar para sacarme los mecos.
De repente en mi mano su verga pareció ponerse aún más dura y hasta como que se movía sola. Mi hermano me detuvo sujetando mi mano para que ya no la moviera.
Yo quería continuar, pero él me agarró con fuerza, me soltó el pito.
Sentí entonces en mis dedos el líquido. Pensé que se había orinado, pero la sensación era distinta, era algo tibio, espeso y pegajoso.
Se dio la vuelta y ya no pude agarrársela de nuevo, pero entonces seguí con mi pito, jalando el pellejo un buen rato.
Aunque era agradable no sentí nada extraordinario y después me dormí. Ahí concluyó el entrenamiento esa noche.
Pero desde entonces, desde el día siguiente, cada que tenía oportunidad me encerraba en el baño, me acariciaba el pito y cuando ya lo tenía parado, empezaba con aquel movimiento tan rico.
Después de algunas semanas, una tarde que me lo estaba haciendo, alcancé mi primer orgasmo.
Sentí una especie de estornudo que se mezclaba con un escalofrío intenso, que iba de mi pubis hacia la cabeza de mi pito. ¡Fue delicioso!
Tuve que soltarme el pito, no podía seguir jalándolo.
Estuve un rato así, extasiado en mi placer, mientras mi pito poco a poco perdía dureza.
No me había salido nada, pero el gozo fue enorme.
Al día siguiente cuando pude, me encerré en el baño y repetí lo del día anterior.
Fue de nuevo estupendo, pero ahora, cuando me recuperé, volví a jalármela y luego otra vez.
Desde ahí, quería estarlo haciendo todo el tiempo. No perdía la oportunidad en el baño de mi casa, en el de la escuela, detrás de un árbol, en la azotea de mi casa, donde se pudiera.
Lo hacía por la mañana, por la tarde y por la noche en mi cama. Cada ocasión me la jalaba dos o tres veces cuando menos, así que me provocaba entre 3 y 9 orgasmos durante el día, aunque algunas veces me hice 12 e incluso 15.
Ya había adquirido bastante práctica, de modo que pronto me dí cuenta que, para que no se me irritara el rabo, convenía ponerle saliva. Me bajaba el pellejo y me escupía en la cabeza; lo hacía varias veces a lo largo de cada sesión.
Conforme pasaban los días, noté que el pito me empezó a crecer aceleradamente.
Cuando comencé me medía parado como 8 centímetros y era delgado, pero ahora ya rebasaba los 10 centímetros y se estaba poniendo gordo.
Después de algunos meses de estármela jalando así, ya como de 12 años, una vez que igualmente estaba en el baño dándome gusto, al alcanzar el orgasmo, experimenté mi primera corrida. ¡Fue aún más exquisito!
Al venirme mi verga escupió como 10 chorritos de semen mientras yo sentía que flotaba.
¡Fue lo más delicioso que hasta entonces hubiera sentido! Pero quedé agotado.
Tuve que esperar hasta la noche para volverlo a hacer.
Con la producción de leche, ya no podía hacerme tantas chaquetas, pero el orgasmo era más intenso.
Y como siempre, yo quería estarme masturbando todo el tiempo. Siempre hallaba la ocasión y el lugar para sacarme los mecos.
Entonces mi verga creció más rápido y los pelos me salieron muy pronto en el pubis. Ahora parada ya me medía lo mismo que la de mi hermano, 14.5 centímetros por 3.5 de diámetro, que es lo que hasta la fecha me mide.
No es muy grande pero a mí me gusta y a quien la ha probado también, jajaja
¿Qué les parece? Esto es completamete verídico.
¿Qué les parece? Esto es completamete verídico.
Q Rico we , a ver q dia echamos chaqueta juntos
Cuando gustes. De qué parte eres, cómo te contacto?
Muy rico relato de inicios
Al final a los que nos gusta la polla ya somos bien pajilleros desde bien chicos
je je
Así es, fui super viciosa de la chaqueta. Hasta el día de hoy, jeje
Por supuesto que te creo porque a mí me sucedió algo muy parecido. Desde los 12 años empecé y a los 15 fue maravilloso porque ya me masturbaba pensando en mi hermanita. Actualmente sigo haciéndolo, pero pensando ahora en hombres.
Yo también sigo haciéndolo aunque estoy casado. A veces pienso en cómo me cojo a mi esposa, a otras amantes que he tenido y también en hombres, ya sea en anécdotas o fantaseo con algunos sobrinos, jeje