Como hice mi fantasía realidad.
En infinidad de veces había soñado despierto, que un hombre me hiciera suya, pero como dicen, una cosa es llamar al diablo y otra muy distinta el verlo llegar..
Como hice mi fantasía realidad.
Al ser el menor de casa, mis cuatro hermanas mayores, durante mucho tiempo me trataron como si yo fuera una muñeca, es decir me vestían, y me arreglaban tal como si fuera una niña y no un niño, cosa que, al ser el centro de atención de todas ellas, lo disfrutaba.
Al punto que hasta orinaba agachado al igual que mis hermanas, por lo menos hasta que cumplí los siete años, que mi viejo se dio cuenta, y aparte de que me dio un tremendo regaño, además les prohibió a mis hermanas que me tratasen como a una niña.
Cosa que a mí no me agradó, pero que sumisamente obedecí, para no tener que enfrentar la ira de mi viejo.
Cuando comencé a ir al colegio me di cuenta de que no era igual al resto de mis compañeros de clase, es decir no me llamaban la atención sus violentos juegos, por lo que siempre me mantenía separado del grupo.
Al cumplir los diecisiete, fue cuando comencé a sentir un sin número de cosas raras, por lo que sin que nadie de mi familia se enterase, preparé un escondite en un viejo almacén, que mi familia tenía tras de la casa, lugar en el que poco a poco fui llevando la ropa que mis hermanas ya no usaban, y estando a solas me la ponía.
Al principio nada más me ponía sus vestidos, pero al poco tiempo también comencé a usar algunas de sus prendas íntimas, mientras me miraba en un viejo espejo.
Para ese tiempo, al escuchar a mis padres teniendo sexo en su cuarto, lleno de curiosidad en medio de la oscuridad me deslizaba hasta sus habitaciones, y espiando por la vieja cerradura de su puerta, podía ver claramente la cara de felicidad que ponía mi madre a medida que mi padre le enterraba toda su verga.
Cosa que en ocasiones me producía mucha envidia, ya que mientras me masturbaba, en lugar de querer ocupar el lugar de mi padre, soñaba despierto con ocupar el lugar de mi madre.
Para esa mismo tiempo cayeron en mis manos unas revistas porno, las que casualmente mi madre había encontrado en un viejo baúl, y sin decir nada a las tiró a la basura, por lo que al yo ver la manera en que mi madre se deshacía de esas revistas, apenas pude las recogí.
Ya para esos momentos comencé a masturbarme, viendo las revistas, vestidito de nena, al tiempo que observaba la imagen de mis paradas nalguitas en el espejo.
De eso a comenzar a explorar mi apretado culito no paso mucho tiempo, al principio lo hacía con mis dedos, luego comencé a experimentar con alguno que otro embacé plástico de forma fálica, como champús, o alguna que otra pequeña botella de ese mismo material, los que embadurnaba al principio en aceite de oliva, y al poco tiempo comencé a usar vaselina.
Por lo general en las noches, cuando ya todos en casa se habían acostado, salía de mi habitación completamente desnudo, procurando hacer el menor ruido posibles, y me colaba dentro del viejo almacén.
Pero había días en que ya fuera que no había nadie en casa, o se encontraban ocupados cada uno en sus propios asuntos que yo aprovechaba y me refugiaba en mi escondite.
Luego me daba gusto vistiéndome de chica, al tiempo que soñaba despierto con que tenía al principio un novio, pero de eso a soñar que era mi marido fue casi de inmediato.
En uno de en los días en que no había nadie en casa, por la razón que fuera, o que estaba bien segura, que todos ya se habían acostado, estando en mi escondite, luego de vestirme de nena, me atrevía a salir del almacén, y pasear por los alrededores de la casa, para luego de lo más excitado volver a mi escondite a masturbarme al tiempo que me introducía alguno de mis preciados juguetes dentro de mi apretado culito.
Por lo general después de disfrutar de mis juguetes, me quitaba toda la ropa y volvía a casa, pero una de esas noches en que sigilosamente regresaba, me di cuenta de que el empleado de mi papa, que a esa hora debía venir del bar del pueblo se había detenido a orinar a un lado del camino, y fue cuando vi su verga, sin que él se diera cuenta de mi presencia.
Desde ese mismo instante comencé a soñar despierto, que tenía sexo con él, en las muchas fantasías que tuve, me veía a mí mismo siendo sometido a la fuerza por ese tipo, en otras fantasías era yo quien lo seducía sin que se llegase a dar cuenta de quien yo era.
Pero en todas y cada una de mis fantasías, terminaba teniendo sexo anal y oral con él, hasta que una noche lo estuve esperando vestidito de chica, ya que yo sabía que él regresaba por ese camino cuando venía del bar.
Esa noche me había puesto una minifalda plisada que, hacia juego con una blusita blanca, aparte de que me había peinado y maquillado yo mismo, apenas se dio cuenta de mi presencia me busco conversación, preguntándome quien yo era, y diciéndome que hacia una chica tan linda sola, caminando a esas horas de la noche por ese lugar.
Para hacerle la historia larga corta, les diré que ya al poco rato nos fuimos detrás del viejo almacén, en donde nos estábamos besando, y además de sentir su lengua dentro de mi boca, sus manos no dejaban de agarrar mis nalgas.
En esos momentos sin que él me dijera nada, voluntariamente me agaché, y al levantar la vista, tenía ante mis ojos, o mejor dicho frente a mi boca, su semi erecto miembro, que aun sin llegar a estar en todo su tamaño, a simple vista me di cuenta de que era más del doble en tamaño y grueso que mi pequeño pene.
Por lo emocionado que me encontraba en ese instante, ni tan siquiera llegué a pensar en decirle que no, de inmediato abrí mi boca, y fui sintiendo como aquella cosa larga, gruesa, y caliente se fue introduciendo dentro de mi boca.
En ese instante no me acordaba de la infinidad de veces que había soñado despierto, que un hombre me hiciera suya, pero como dicen, una cosa es llamar al diablo y otra muy distinta el verlo llegar, y para mi ese instante era como ver llegar al diablo, a medida que el empleado de mi papá penetraba mi boca con su verga.
Casi de inmediato coloco sus manos sobre mi cabeza, y agarrándome por mi larga cabellera hizo que yo comenzara a mover mi cabeza, a medida que su verga entraba y salía, una y otra vez de mi boca, sin que me atreviera hacer nada en lo absoluto por detenerlo, ya que sentía una mezcla entre miedo y placer, miedo porque me fuera a reconocer, pero el placer que sentía al sentirme siendo tratado de esa manera, tan salvaje y bárbara, por él me emocionaba.
De momento con el mismo ímpetu con que me puso a mamar su verga se detuvo, me tomó por el brazo y obligándome a que me pusiera de pie, me dijo. “Por ahora ya está bien de mamada, lo que más quiero es comerte ese llamativo culito.”
Al escucharlo decir eso, la impresión que me causo, falto poco para que me desmayara, sin soltarme me colocó contra la pared del almacén, fue tan violenta su reacción que dándome vuelta comencé a protestar, y a decirle que no iba a dejar que me diera por el culo, pero nada más bastó que el levantara la mano, con un gesto amenazador de golpearme, para que yo sumisamente, volviera a ponerme contra la pared, con las piernas abiertas, en la posición en la que él me había puesto.
En ese momento me bajo los pantis de una de mis hermanas que yo tenía puestos, de manera brusca me hizo que separase más mis piernas, al tiempo que hizo que la corta faldita que estaba usando quedase recogida sobre mis cadera, quedando mis nalgas a su completa disposición.
Fui sintiendo como lentamente se fue colocando tras de mí, sentí sus gruesos y largos dedos embadurnados de saliva, como los comenzó a introducir dentro de mi apretado culito, al principio uno, luego dos, y posteriormente terminó por meterme casi todos sus dedos prácticamente dentro de mi culo.
Mientras que yo, lleno de miedo le rogaba que se detuviera, más que todo por la vergüenza que por el dolor que sentía, hasta que de momento retiro por completo su mano del hueco de mi culo, lo que me provocó de inmediato una sensación de alivio, la cual de inmediato despareció, al comenzar a sentir esa cosa, caliente y dura penetrando mi ensalivado esfínter.
De inmediato volví a sentir esa rara mezcla de pánico y placer, a medida que, sin prisa, pero sin pausa mi repentino amante continuaba penetrando mi apretado culito, sentí como mi esfínter fue cediendo fácilmente ante la presión que su verga ejercía contra mi culo.
De momento sentí su boca pegada a mi oreja, al tiempo que él me iba diciendo que separase más las piernas, y que comenzara a mover mis nalgas, de inmediato separé lo más que pude mis piernas, levanté mis nalgas, y comencé a mover mis caderas.
Pero a medida que él continuaba salvajemente penetrando mi apretado culito, no sé si fue porque él me lo dijo, o porque una rara sensación fue apoderándose de todo mi cuerpo, y con muchas ganas y sabor comencé a menear mis nalgas, tal y como si estuviera perreando.
De estar casi llorando, pase a estar gimiendo profundamente de placer, y sin perder tiempo continue restregando mis nalgas contra su cuerpo, restregándolas como queriendo sentir aquella cosa más y más adentro de mí.
En esos momentos me sentía de lo más inspirada hasta que a medida que me seguía penetrándome, me llamó por mi verdadero nombre, cosa que me paralizo de inmediato, luego me comento el muy hijo de la gran puta, que desde el principio se había dado cuenta de quien yo era.
Pero en ese momento, al él darse cuenta de que yo me había quedado paralizado, al escucharlo decir mi nombre, me ha soltado una ardiente nalgada, diciéndome. “Sigue moviendo ese culo maricón, que a mí no me importa quién tu eres, y ten por seguro que no se lo voy a decir a tus viejos.”
Se puede decir que, desde esa noche para los efectos, me convertí prácticamente en su mujer, al poco tiempo como su casa se encontraba como a unos quince minutos de la nuestra, saqué todas mis cosas del viejo almacén y las guardé en la casa del él.
Donde mientras que estuve terminando mis estudios, antes de irme a la universidad, me la pasé gran parte del tiempo, en ocasiones me llegó a compartir con uno que otro amigo suyo, yo los recibía vestidito de chica, y al poco rato mientras él o su amigo me daban por el culo, indistintamente yo les mamaba sus vergas.
Cuando finalmente terminé la escuela, me fui a estudiar a la ciudad, aunque cada vez que regresaba de vacaciones a la casa de mis padres, las noches las pasaba con él.
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