Con el Camionero I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por PanchoHard.
Para que se hagan una idea, mido 1.70, 68kg, tez clara, ojos pardos, cabello oscuro y de poco vello, solo un poco en piernas y brazos. No soy ningún modelito, pero si un chico agradable que hace bastante deporte.
Corría el mes de Enero, pleno verano y vacaciones, yo había cumplido 16 años en Diciembre. Eran mis últimas vacaciones antes de empezar el último año de secundaria y luego dedicarme a la universidad.
En los veranos en Lima, muchos enrumbamos a las playas que están al Sur de la ciudad. Los balnearios tienen mucho ambiente y las juergas son buenazas. Son casi 4 meses de relajo.
Ese verano ya estaba acordado pasarla en la casa de playa de un amigo del colegio. Lo normal era irnos los jueves o los viernes en el carro de su hermano mayor y regresar el lunes luego del fin de semana.
Así pasaron los primeros fines de semana, donde las juergas estuvieron muy buenas y las chicas abundaban. Aunque yo había tenido experiencias gay intensas a los 10 años con amigos de mi edad, estas eran un recuerdo lejano y estaba disfrutando la juerga y las chicas, obviamente disfrutaba ver buenos cuerpos en las playas, pero nada más. Alguna comezón sentía en el culo, pero nada más.
Bueno, pasó que un fin de semana no pude ir en el carro el jueves en las tarde con mis amigos por lo que salí de Lima pasada las 7pm en un bus que yendo por la carretera me dejaba prácticamente en la entrada del balneario. Estando por llegar a mi destino el bus es detenido por la policía para un control rutinario a la altura de la playa Bujama (este punto de control era una parada usual de camiones que entraban y salían de la ciudad y la presencia de la policía era normal). Pues resultó que el bus no podía seguir pues no tenía documentación en orden y el chofer había tomado licor!. En fin, nos bajamos todos a esperar que otro bus de la misma empresa nos llevara a destino.
Al bajarnos, a pesar de que habían varios puestos de venta de gaseosa, frutas, etc, los alrededores eran relativamente oscuros, noté que había prostitutas medio escondidas ofreciendo sus servicios. Esperando el bus veía como estas subían de repente a alguno de los camiones y regresaban al poco rato. Habían también travestis y uno que otro afeminado, el ambiente era medio calenturón y pecaminoso.
Ya quedábamos pocos pasajeros en espera y veo que algunos choferes pasaban cerca y me miraban detenidamente, la mayoría estaba en tragos y hablaban en voz alta entre ellos. Eran tipos desaliñados, la mayoría panzones, gruesos, de barbas poco pobladas y mal afeitadas.
Me miraban y se reían, o hacían ruidos como chupetes. Recién ahí me di cuenta de que la ropa que traía puesta era poco apropiada para la zona: Un polo blanco pegado sin mangas, un pantalón de buzo gris claro recortado a media pierna, zapatillas sin medias y mochila en la espalda. El buzo era antiguo y me quedaba medio ajustado, marcando culo y piernas, se notaba bastante detalle de mi cuerpo tonificado y bronceado. Me sonrojé de solo darme cuenta de lo que estaba pasando, la situación se mi hizo morbosa, y sentí ese cosquilleo en el culo.
Me alejé unos metros para que los choferes no me jodan, y en un puesto cercano me compré una gaseosa mientras esperaba y me puse a fantasear como sería tirarme a uno de esos tipos, como tendrían la pinga?, gruesas como sus manos?, estarían muy cochinos?, seguro que eran unos mañosos y morbosos pensé mientras recordaba las 2 pingas juveniles que me había comido ya hace varios años (eran 2 amigos de 11, yo de 10, nos metíamos pinga los 3 juntos casi a diario y por horas pues ellos se quedaban solos en su casa mientras sus papás se iban a trabajar). El solo recordar e imaginar me excitó y levantó mis 16 cm, la acomodé de lado y me puse la mochila al frente para disimular. La picazón que tenía en el ano se incrementaba y necesitaba sobármelo pero no podía.
Estaba perdido en mis pensamientos cuando se acerca uno de estos choferes, mediría 1.75mts, era grueso y panzón, con el pelo largo y las patillas largas, casi sin barba y con bigote.
Pidió una botella de agua y unas galletas mientras me miraba de arriba abajo descaradamente.
Qué haces sobrino?, me dijo con voz gruesa y arrastrada, parecía medio borracho.
Nada, esperando mi bus le dije con voz dudosa.
Todavía falta 1 hora para el próximo me dijo, si te animas estoy en mi camión para conversar y que no te aburras. Se acomodó el paquete que parecía grande y sin más ni más se fue caminando hacia una zona más oscura. Traté de seguirlo disimuladamente con la mirada y vi que se perdió tras un camión azul.
Me quedé un poco asustado, un tipo de por lo menos 45 o 50 años me estaba invitando a su camión para meterme la pinga al culo, y yo era solo un chibolo de 16 años. Me sobé el ano tan rápida y disimuladamente como pude y le pregunté a la señora de las gaseosas a qué hora pasaba el siguiente bus. Me dijo que pasaban cada 45 minutos y hasta la media noche.
Me quedé mudo pensando, recordando lo que era tener una pinga en el culo, lo había disfrutado, pero este era un viejo feo al que ni conocía, de puro nervioso me tomé lo que me quedaba de gaseosa de un solo trago.
Sentí ganas de orinar y me fui tras el camión más cercano que había y lo que vi me impresionó. Estaban en fila 2 parejas teniendo sexo, apoyados contra las ruedas del camión veía como le metían la pinga a las 2 tipas. Me puse a orinar como pude con la pinga parada y viendo toda la acción a metros de donde estaba. Pasó un momento y llegó otra pareja: un chofer y un chico que de inmediato se agachó y empezó a mamar y masturbar con furia la pinga que le pusieron al frente. Mamaba, se atoraba, escupía y seguía mamando. Me guardé la pinga como pude y salí caminando por el otro lado del camión así que pasé al lado de las 3 parejas. En el piso había varios condones y papeles higiénicos usados. Mientras pasaba los camioneros me llamaban para que me una a su polvo, me decían ven chibolo para agarrarte ese culazo.
Aceleré un poco el paso para escaparme, pero ya tenía la mente turbada, el culo inquieto y la pinga parada. Regresé al puesto de gaseosas pero no paré, seguí caminando y casi sin pensarlo seguía los pasos del camionero que me invitó a su camión.
Vi el camión azul y seguí caminando, era una zona oscura y se sentía peligrosa. Estaba por darme la media vuelta y veo que de un camión un poco más al fondo me pasan la voz con las luces, seguí caminando y lo vi asomarse por su ventana.
Hola sobrino, ven sube para conversar me dijo con su voz ronca.
Vi que abrió la puerta del copiloto y me subí, era un camión inmenso. Me moría de miedo pero simplemente no quería parar.
Apenas entré sentí un olor fuerte a cigarrillo y a licor, había botellas de cerveza en el piso, sonaba salsa en la radio.
Hola, yo soy José, me dijo y me acercó una botella de cerveza.
La recibí sin dudar, yo soy Antonio le dije y me tomé la cerveza, tenía la boca seca.
Me empezó a hacer preguntas tontas, que qué hacía solo por ahí, etc. Se le escuchaba la voz medio arrastrada y los ojos vidriosos, definitivamente estaba medio borracho.
Solo me queda media hora antes del próximo bus –le dije-
Ah carajo!, entonces vamos a aprovecharla me dijo. Y sin dejar de mirarme con los ojos bien abiertos y una expresión medio de furia y arrechura se empezó a desabrochar el pantalón. Soltó la correa, el botón y bajó el cierre. Metió la mano y la sacó llena de carne y pelos. Me quedé con la vista pegada, se veía todo grande y gordo y peludo con algunas canas.
Espérate-me dijo- y terminó de bajarse el pantalón y el calzoncillo hasta los tobillos. Separó las piernas y nuevamente se agarró la pinga, la apretó y me la mostró. Noté además que era panzón, velludo y con piernas gruesas, pero con un buen paquete.
Era una pinga oscura, gruesa, sobresalía un buen pedazo de su mano a pesar de estar medio morcillona. La cabeza era casi morada y le brillaba un poco.
Me quedé estático sin despegar la vista de esa pieza, nunca había visto una así, y menos aún si la comparaba con las que alguna vez mamé con amigos de mi edad. Se veía sabrosa pero yo no me movía.
Ya pues Toñito, que esperas –me dijo-. Me tomó de un brazo y me jaló hacia él, agarró mi mano y la puso sobre su pinga. Sentí una pieza caliente, pesada, ya estaba más dura y se veía bastante grande, sobre todo gruesa.
Se la empecé a masturbar y a estirar, mi mano la rodeaba con las justas. Al poco rato ya era un tronco que hervía, cambié de mano para agarrarla mejor dispuesto a (casi) todo. Quedé medio recostado sobre él, con mi cabeza apoyada en su panza pero cogiéndole fuerte la pinga. Al cogerla así y con mi mano en la base pegada a sus bolas peludas se apreció en toda su dimensión. Era un tremendo falo, todo el tronco expuesto, más que largo era grueso y cabezón. Lo masturbaba y lo veía de cerca, nunca me imaginé que él tuviera una pichula tan grande.
Que tal pinga que tienes!, le dije mirándolo con los ojos desorbitados.
Encárgate de ella Toñito, ya no pierdas el tiempo y me empujó la cabeza hacia abajo.
No me hice de rogar. Me arrodillé en el asiento quedando transversal con él y me mandé a chupar pinga.
La apreté fuerte de la base, al acercarme sentí el olor fuerte a pinga cerca de mí, no me importó. El ojo de la cabeza brillaba y me apuntaba. Cerré los ojos y abrí la boca, la cabeza entró y tocó mi lengua, abrí más y me la empecé a meter. Estaba durísima y caliente. Me empujó la cabeza y me entró un buen pedazo, sentí que me atoré y la saqué como pude.
Suave que está grande –le dije-, mientras sentía un sabor especial, muy diferente al de mis amigos de hace años.
Sigue chupando no más y me volvió a empujar la cabeza hacia abajo.
Abrí bien la boca y me tragué la cabeza, la sentí gorda y caliente, bajé un poco más y sentí que me llenaba la boca, la empecé a sacar y otra vez el me empujaba. La pinga entraba hasta la marca de circuncisión y regresaba hasta la base de la cabeza pero no salía de mi boca. Sube y baja, sube y baja yo tratando de no asfixiarme y empezando a chorrear saliva. Empecé a disfrutar del momento, lo masturbaba lento pero firme, y chupaba a ritmo parejo, ya no necesitaba que él me empuje. Chupaba con placer, salivaba, hacía ruidos y la masturbaba, sentía toda esa pinga empapada. De vez en cuando la sacaba y le lamía el tronco de arriba abajo, completito, por ratos el sabor agrio era más fuerte y lo sentía en la boca y me subía por la nariz. A veces el me golpeaba la cara con la pichula, me cubría casi toda la cara y lo volvía a meter y yo volvía a mamar, estaba concentrado en su pichula y en mamarla, en nada más, cada vez más a fondo, haciendo ruidos raros, salivando montones, tenía la mano empapada y resbalaba entre sus bolas y su tronco, chupando con fuerza. Sentí que la cabeza me golpeaba la entrada a la garganta, eso me daba arcadas que me hacían salivar más y hacían que a él la pinga se le hinche. Me dolía la mandíbula pero no quería parar. Lo escuchaba gruñir y movía la cadera fornicándome por la boca.
Las mamadas eran fuertes y profundas, me costaba mantenerla adentro, pero yo seguía sin soltarlo, sin parar, sin medirme. Me costaba respirar y los ojos me lagrimeaban, pero quería comérmela más y más, era una lucha contra ese tronco grueso y caliente, me dolía la boca de tanto abrirla, de no poder cerrarla, los dos estábamos sudando hasta que en una empujada su cabeza se encajó , sentí que me abrió la garganta y estaba empalado. Me dio una arcada fuerte y bien sonora pero cuando quise sacarla el me empujó fuerte de la cabeza y me hundió por completo. Hice un ruido fuerte, como de vómito y me salió cerveza y saliva por la nariz, tenía la boca taponeada. El sin dudarlo me empujó más la pinga, estaba con la nariz en medio de sus pelos, necesitaba respirar pero él no me soltaba, me retuvo varios segundos mientras tuve 2 o 3 arcadas más, casi explosionaba de saliva x la nariz y por la boca, sentía que me asfixiaba y mis manos chorreaban esa saliva viscosa. Finalmente me levantó de los pelos y sentí esa pinga salir cuan larga era desde el fondo de mi garganta, por fin pude respirar, haciendo ruidos desesperados, gimiendo, inhalando al máximo 2 veces y ya me estaba empujando otra vez agarrándome de los pelos.
Lancé un gemido de desesperación y placer y me tragué su pichula, me la comí directo hasta el fondo, me atoré pero no me importó, solo la quería reventándome la garganta. El manejaba mi cabeza con las 2 manos como si fuera un muñeco, me subía y me bajaba, y su pingota entraba y salía completa, yo solo lo agarraba de la base con fuerza para estirarla y sentía mis dientes contra mis dedos, me la empotraba completa en la garganta y le sobaba las bolas con toda la saliva que chorreaba y salpicaba, era un verdadero charco, las lágrimas se me derramaban y yo hacía ruidos raros, era de locos. Estuvimos así no sé cuánto rato, tenía la mandíbula adormecida, la garganta me dolía pero no paraba de mamar, de chupetear, estaba como alocado por esa pinga.
Chúpame solo la cabeza, pero bien fuerte…solo la cabeza, pero fuerte carajo, mámala, y córremela, así, así..
Su voz era fuerte, yo le chupaba la cabeza con furia, se la succionaba y lo masturbaba con furia, él se aceleró, me bombeaba con violencia, y yo mamaba como becerro, el empezó a gemir, parecía un toro, sentí su cabeza hincharse en mi boca, su pinga hincharse en mi mano y calentarse, mi mano ya no la abarcaba. Empezó a botar leche en chorros que me llenaron la boca, imposible salir, tampoco quería, 2, 3 chorros gruesos y espesos. Su leche se derramaba a montones por entre mis labios, el me empujó con fuerza y se clavó otra vez al fondo, la sentí latir dentro de mi garganta, pensé que me la iba a partir de lo gruesa que era, el seguía gritando como un animal y yo gemía, más bien chillaba con desesperación del atoro y de la arrechura mientras me tragaba su semen. Me mantuvo clavado al fondo un buen rato mientras se masturbaba desde la base, como asegurándose de darme hasta la última gota, me tragué todo. Yo no paraba de gemir, de lagrimear, me salía semen por la boca y por la nariz, sentía que temblaba completo.
Como pude finalmente la saqué de mi boca, boté más semen y saliva y traté de respirar. El olor y sabor a semen fueron demasiado, sentí que tenía que vomitar. Como pude me solté y abrí la puerta del camión para vomitar. Vomité con fuerza, desde el fondo del estómago, con arcadas que me dolían, salía más semen y lo que hubiera en mi estómago. Apenas podía sostenerme de la puerta para no caerme, finalmente terminé de vomitar y fui recuperando la respiración poco a poco hasta que volví a mi sitio. Estaba hecho mierda, lagrimeaba y sollozaba. Me dio papel higiénico, me soné, y me limpié como pude. Vi que él también se limpiaba, y limpiaba como podía el asiento, todo era un desastre.
Límpiate bien, me dijo y me señaló el espejo. Me vi en el espejo, tenía semen y saliva en el pelo y por todos lados, estaba totalmente sudado, tenía el polo blanco manchado y mientras me limpiaba me hizo notar que mi buzo estaba manchado. Miré y yo mismo había eyaculado montones, me demoré en limpiarme pues estaba empapado y el calzoncillo y el buzo estaban manchados, tuve que subirme el buzo que no sé por qué lo tenía medio bajado y desacomodado. Terminé de secarme como pude, saqué otro polo de mi mochila, todavía me sentía medio mareado
Ya tienes que irte Toñito, van a ser las 12…
Vi el reloj…había estado más de 1 hora mamando pinga…
Me anotó su celular y me dijo que lo llame si quería volver a verlo, que su ruta era Arequipa- Lima 2 veces por semana y los jueves normalmente estaba ahí.
Guarde el papel y me bajé como pude sin despedirme, no sabía cómo me sentía, solo sabía que quería irme de ahí
Llegué al paradero y me subí creo al último bus, sentía que la gente me miraba, que se reían o que se alejaban de mí, yo no quería ver a nadie a la cara, 10 minutos después me bajé del bus sin saber que pensar y con un tremendo dolor de garganta, tosía y escupía y las piernas me temblaban.
Ese fue el inicio de un verano de perdición, siempre con camioneros y en sus camiones. Fueron varios y con diferentes tipos de pichulas: Largas, cortas, chuecas, con prepucio, en fin, probé todo lo que me dieron y por todos lados, en jornadas a veces interminables…
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