El Pequeño Infierno III
Consulta Domiciliaria.
Pido disculpas a mis amables lectores por no haber actualizado historias estos últimos meses, La vedad es que he estado muy ocupado y tuve la mala suerte de que los protagonistas sexuales de mis historias también estuvieron de vacaciones.
Sin embargo la semana pasada tuve la dicha de recibir nuevamente aquella llamada que tanto estaba esperando.
Era miércoles en la noche y me disponía a cerrar el consultorio para ir a dormir, en ese momento escuché el teléfono sonar. Dudé mucho en contestar por la hora, pero al fin me ganó la vocación por la medicina.
“Consultorio pediátrico buenas noches, le habla el doctor Ricardo ¿En qué le puedo ayudar?”
Todos los vellos de mi cuerpo se erizaron, mis rodillas flaquearon, mis latidos se aceleraron y mi respiración se volvió agitada al escuchar aquella voz gruesa, masculina y parca que me decía:
“Buenas noches perrita, habla con su dueño Fernando. Necesito que venga inmediatamente a mi casa a revisar a Alejandro, lo estoy notando muy extraño y creo que se contagió de algo en las vacaciones ¿Está disponible ahora mismo o me toca forzarlo?
Tuve un silencio sepulcral, no producto de pensar si podía ir o no a hacer la visita, sino de la emoción de saber que volvería a ver a mis clientes favoritos. Aunque eventualmente me entró miedo porque jamás les había hecho alguna consulta domiciliaria. No sabía lo que podría pasar.
“¿Perra me escuchó o tengo que ir hasta allá a traerlo a las malas?”
Dijo Fernando ante mi silencio.
“Si, claro que sí señor Fernando, aquí estoy. Disculpe mi demora en responder, pero me toma por sorpresa su llamada y su solicitud. Realmen…”
Cortó mi diálogo diciendo
“Llegue en máximo una hora a la dirección que tiene marcada en los registros de consulta que tiene de nosotros”.
Colgó…
Ahí estaba yo, de pie al lado de mi teléfono… Con una visita domiciliaria que quería evitar, pero que realmente deseaba hacer.
Registré en el historial médico la dirección que habían colocado, la anoté en el GPS de mi celular, tomé algunos de los implementos de consulta, encendí mi motocicleta (hace poco compré una Yamaha R15 V3 negra y azul, porque la Pulsar que tenía antes ya no me gustaba) y salí a la velocidad que la ruta me permitía a realizar el domicilio.
Realmente no me demoré más de 20 minutos en llegar al sitio (esta moto corre como un misil cuando hay poco tráfico), era una unidad residencial abierta muy bonita y limpia. Se sentía un aire hogareño y familiar en la zona.
Estuve afuera de la casa observándola. Era de tres niveles, un lindo jardín bien cuidado, garaje, fachada exterior color blanco hueso, una robusta puerta de madera café oscura, dos extensos balcones con puertas de cristal. No habían rejas, ni cercas, ni nada que delimitara el territorio. Solo la estructura de la casa y el jardín.
Observé que las luces del primer y segundo nivel estaban encendidas, había un leve sonido de televisor y algunas cortas carcajadas de niño. Definitivamente era Alejandro.
Estuve ahí, sentado sobre mi moto, con el casco en uno de mis brazos, en esa fría calle, mirando para la casa de Alejandro y Fernando por aproximadamente 15 minutos, pensativo sí entraba o mejor me iba. Hasta que se abrió la puerta y vi que salió el niño de mis perversiones con una pijama blanca de patitos, me vio y muy sonrientemente y con sus bracitos abiertos fue corriendo hasta donde yo estaba, se aferró fuertemente a mí pierna derecha y me abrazó como si hubiera visto a su héroe favorito.
“¡Doctor Ricardo, que alegría me da volver a verlo. Hace mucho rato no nos vemos y lo extrañé mucho¡ Pase a mi casa que mi papá y yo lo estamos esperando para que cenemos”.
La emoción del niño era palpable y eso me ponía muy feliz, me bajé de la moto, cargué al niño y entramos a la casa.
El lugar era realmente precioso. La sala era un gran salón con varios muebles, un gran televisor en medio, una alfombra gris, varias macetas con plantas, una pequeña mesa en medio decorada con un pequeño jardín zen. A mi derecha vi las escaleras para subir al segundo nivel de la casa. A mi izquierda vi un cuarto con una gran biblioteca y un escritorio en medio, era el estudio donde Fernando trabajaba seguramente. Al lado de esta habitación había un precioso cuarto de aseo. Las paredes eran de un blanco marmolado, el lavamanos y el inodoro eran negros, un gran espejo cubría lo largo y lo alto de la pared frontal, la ducha era un gran aspersor entre una pulcra cabina de cristal… definitivamente Fernando era un hombre con mucho dinero.
Pude notar en algunas paredes fotografías de Fernando con uniforme militar, por las insignias que tenía deduje que era o había sido capitán del ejército (eso explicaba su comportamiento tan distante, su disciplina, su natural forma de dominar las situaciones y su delicioso cuerpo muscular). Vi también colgado el característico collar de los militares con el nombre inscrito “Alarcón Fernando”.
También vi fotografías de Fernando cargando a Alejandro cuando era un bebé, a ambos paseando en diferentes partes del mundo, otras de Alejandro en la escuela o en el parque y solo una de Fernando abrazando a una hermosa mujer que cargaba a Alejandro… Supuse que era su difunta esposa.
“Bienvenido doctor Ricardo.”
Escuché su masculina voz que me decía.
“Coloque a Alejandro en el suelo por favor que debe ir a lavarse las manos para cenar. Usted sígame.”
Puse al niño en el suelo y seguí a aquel semental a donde quisiera llevarme.
Fernando tenía también una pijama, pero era una sudadera gris holgada, una camisilla blanca que dejaba ver sus grandes y velludos brazos, estaba descalzo y tenía algo de barba en el rostro. Por encima pude notar que no tenía puesta ropa interior.
“Primero que todo disculpe el haberlo hecho venir a esta hora, pero comprenderá que lo que le pase a Alejandro nos concierne a los dos. Por lo que espero que después de cenar lo revise y me diga qué es lo que le está pasando.”
Realmente yo no había notado absolutamente nada raro en el niño, pero hay muchas patologías que no son evidentes a simple vista.
Nos sentamos a cenar. Fernando ocupado la cabecera de la mesa mientras que Alejandro y yo estábamos a sus dos lados. Me sentía algo extraño en aquella situación, pero esto no significaba que me sintiera mal. Al contrario, me gustaba.
Estábamos cenando unas deliciosas pastas carbonara que había preparado Fernando, pero en medio del delicioso olor del plato, pude notar que yo estaba exudando un olor a gasolina, producto de mi viaje y de que no había lavado la chaqueta de viajes que tenía puesta. Eso me hizo sentir algo incómodo hasta que Fernando dijo:
“A Alejandro le gusta mucho ese olor doctor, no se preocupe. En lo personal, a mí no me molesta.”
No entiendo como este hombre era capaz de leer mi mente de esa manera.
En lo que comíamos pude notar que Alejandro constantemente se levantaba y se iba corriendo por toda la casa, le daba una vuelta y volvía a sentarse a comer. Otras veces no daba la vuelta a la casa, sino que abrazaba a su papá o a mí y nos decía lo mucho que nos amaba. Otras veces se metía debajo de la mesa y acariciaba el pene de Fernando, le chupaba sus pies o abría mis piernas y olía por encima de mi jean (por el olor a gasolina… Supongo).
Fernando solo lo miraba en silencio mientras comía.
“Es a eso a lo que me refiero doctor, desde que llegamos de este viaje he notado que Alejandro está inusualmente enérgico, amoroso y sexual. Es como si estuviera viviendo la adolescencia a sus 5 años. No entiendo qué le pasa”.
Le dije que quizá era producto de la alegría del viaje, que de todas formas debía revisarlo.
Terminamos de comer, procedí a revisar al niño en uno de los muebles de la sala mientras Fernando lavaba los platos.
“Alejandrito, dime qué sientes ¿Por qué te sientes tan feliz estos días?”
“No lo sé, solo sé que desde hoy en la mañana me desperté sintiendo que amo a mi papá y a usted, estoy muy feliz y quiero vivir con los dos para siempre.”
Me resultó graciosa la respuesta y no pude evitar sonreír. Miré a Fernando y noté algo que jamás había visto, él también estaba sonriéndonos. Su sonrisa era hermosa; dientes blancos enmarcados con unos provocativos labios rosados y todo eso rodeado con una gruesa y negra barba, que aunque no estaba frondosa, sí le daba textura masculina a su ya muy varonil rostro.
En ese momento nuestras miradas se cruzaron y nos quedamos fijos por unos segundos… Sentí algo extraño en ese momento. Sentí paz, tranquilidad, sentí como si estuviera donde debía estar, me sentí seguro y calmado.
Tuve vergüenza de mirarlo así a los ojos, así que bajé la mirada y volví al niño.
“¿Has comido algo extraño estos días?”
“No doctor, solo lo que papi me ha dado y en los restaurantes.” Me respondió el pequeño de 5 años.
“Lo ve, está muy raro mi hijo” me dijo Fernando que ya estaba parado a mi lado. Admito que me asustó. “Estoy seguro que no le he dado de comer algo diferente a lo que siempre ha comido, no hemos hecho nada raro y no es la primera vez que viajamos juntos” continuó.
“Quizá lo que le está pasando es un episodio de efusividad pasajera. No suele tener causas y no es grave tampoco. Solo es cuestión de esperar a que le pase o acelerar el proceso”. Le respondí.
“¿Y cómo se puede acelerar?” me preguntó Fernando.
“Hay que cansarlo hasta que se agote y se duerma” le contesté.
“¿O sea que solo hay que jugar con él hasta que se caiga del sueño?” Preguntó.
“Sí señor, solo es eso.” Dije.
Fernando se sentó en el sofá al lado de Alejandro y comenzó a hacerle cosquillas y ha hacerlo reír, Alejandro se defendida intentando escapar, pero la fuerza de su padre y las cosquillas no lo dejaban. Fernando también comenzó a reír mientras jugaba con su hijo.
La escena se me hizo muy bella y tierna, ya que nunca los había visto jugar.
“¡DOCTOR AYUDA MI PAPÁ ME QUIERE MATAR!” Gritaba el niño entre risas.
“¡El doctor no te va a ayudar porque él mismo recomendó una terapia de juegos para el niño de la casa!”. Le decía Fernando mientras se abalanzaba sobre el niño para cubrirlo con su enorme y musculoso cuerpo mientras le hacía más cosquillas.
“¡NOOOOO, YO ESTOY MUY CHIQUITO. DOCTOR AYUDEMEEEEEE!” Gritaba el niño indefenso.
“!El doctor me va a ayudar a mí a hacerte cosquillas!” le dijo Fernando al niño.
Yo seguía mirándolos, hasta que la mirada de Fernando y Alejandro se clavaron en mi esperando a que me uniera al juego con ellos.
Tímidamente me acerqué y comencé a acariciar el despeinado cabello del niño.
“Doctor ¿Cierto que usted me va a salvar de las garras del monstruo de las cosquillas?” me preguntó el niño.
“¡NOOOO! ¡El doctor va a ayudar al monstruo ha hacerle el tratamiento al niño!” respondió su papá.
Estuvimos así un rato hasta que Fernando y yo terminamos agotados, sentados en el sofá, mientras que el niño le seguía dando vueltas a la casa.
“Siempre me ha sorprendido la energía infinita de los niños cuando se trata de jugar. Jamás pensé que el mío fuera así. Siempre fue muy calmado.” Me dijo Fernando.
“Es cierto, los niños son máquinas de jugar incansables” le contesté.
“¿Alguna otra idea para agotarlo?” preguntó Fernando.
“Solo se me ocurre el ejercicio físico, pero no creo que un niño de 5 años haga eso” le dije.
“Es cierto, ya he intentado que haga ejercicio, pero no obedece. Se duerme o se va y se esconde. Aunque se me ocurre algo.” Respondió.
Le ordenó al niño que se parara frente a él y se quitará la pijama.
El niño rápidamente se quitó toda la ropa y quedó desnudo frente a los dos.
“ahora quiero que me chupes los pies mientras le quitas los tenis al doctor.” Le ordenó al niño.
“Desde hace algunos años noté que el niño es muy dócil a seguir órdenes cuando se trata de ser sumiso.” Me dijo mientras el pequeño ajelito se metía los enormes dedos de los pies de su padre en su pequeña boquita y me quitaba mis tenis.
“¿Hace muchos años tienen sexo?” Le pregunté a Fernando.
“Sí, prácticamente desde que estaba en el vientre de su madre. Mientras ella estaba en embarazo yo tenía sexo con ella imaginando que me estaba follando al bebé adentro. Era muy caliente imaginar eso. Ya luego nació y tuve la oportunidad de empezar a usarlo.” Me respondió.
“Ahora quítale los calcetines al doctor y le chupas los pies también.” Le ordenó al niño.
Yo estaba muy extasiado en el momento. Tantas emociones juntas; sentir a Fernando a mi lado, hablándome como si nada de sus perversiones, ver al pequeño Alejandro a nuestros siendo nuestro sumiso, tener todo el tiempo del mundo para disfrutar de ese momento… Estaba en el cielo y con la verga durísima.
“¿De qué manera lo usaba?” Le pregunté mientras el niño chupaba mis pies y su papá le metía el dedo gordo de sus pies por su diminuto ano.
“Lo normal que se puede, le chupaba el culo, lo ponía a mamar, le daba semen y ya. Incluso, empezamos cuando tenía pocos días de nacido. Una mañana mientras su mamá dormía aproveché para empezar a usarlo a solas. Tendría como dos o tres días de nacido a lo mucho.” Me respondió.
Yo ya tenía mi verga afuera de mi jean y me estaba masturbando.
“Papi, el doctor ya empezó a jugar con su palo ¿Tú no vas a jugar con el tuyo?” Le preguntó el niño.
Fernando se quitó su sudadera y en efecto, no tenía ropa interior. Dejó ver su grande, venosa y peluda verga.
“Venga se la mete toda a la boca mi amor, mientras el doctor le abre el culito con el palo de él” le ordenó el papá.
Alejandrito rápida y sonrientemente se puso entre Fernando y yo, comenzó a chupar profundamente la verga de su papá mientras movía su pequeño culito en círculos frente a mí cara.
“¿Qué le parece doctor? ¿No desea probar?” me preguntó Fernando.
“Sí lo deseo, pero es mi primera vez y me da susto hacerle daño” le dije.
“Jajaja ¿De verdad cree que le va a hacer daño después de usted mismo ver como dilata ese culo con los aparatos Que usted usa en sus consultas y después de ver la forma como lo cojo?” me dijo mientras reía.
“Empiece colocando la cabeza de su verga en su vaginita y vaya empujando que él ya sabe que debe hacer” dijo.
Yo asustado pero excitado coloqué mi pene en aquel anito, y como si de una ventosa se tratara, vi como ese niño empezó a tragarse mi falo. Lentamente pero sin parar, mis 18 cm de pene entraban sin condón en aquel niño.
Se sentía apretado, caliente y húmedo. Todo un espectáculo visual y al tacto, ver como ese niño se tragaba la verga de su papá por la boca y la mía por el culito.
Lo tomé de la caderita y empecé a follarlo rápidamente. No podía desaprovechar esa oportunidad.
Fernando levantó su brazo, lo pasó por encima de mi hombro derecho y me ordenó que lamiera su axila velluda.
Tenía un fuerte mal olor y sabor, pero eso me encantó aún más. Sentí que estaba oliendo y succionando la esencia del hombre que tanto me gustaba. Mientras lamia esa deliciosa axila, seguía penetrando fuertemente a ese niño por el culo, mientras su papá hacia lo propio por la boca.
Luego me recosté en el pecho de Fernando, él me abrazó y juntos nos limitamos a disfrutar de la criatura.
“Date la vuelta que quiero dejarte la leche adentro de la vagina”. Le dijo Fernando a Alejandro.
El niño cambio de posición y comenzó a mamarmelo a mí, mientras su papá se lo follaba con esa divina y mostruosa verga que tenía.
Lo cogía fuertemente de su pequeña cadera y le daba tan duro que sonaban por toda la casa los golpes de sus caderas al chocar. El niño lanzaba gemidos ahogados mientras tenía mi verga en su boca.
Fernando me tocó de la cabeza y sin decirme nada me besó…
Fue un momento maravilloso, de verdad, no sé cómo explicarles la emoción que sentí… solo les digo que nos tomamos fuertemente de las cabezas mientras uníamos nuestros labios y nuestras lenguas en un apasionado beso.
“Ya lo voy a preñar. Quiero que cuando lo haga ustedes dos hagan un 69 mientras yo los veo.”
Me dijo entre los besos.
Fernando pegó fuertemente su muscular cuerpo contra el delicado cuerpo de Alejandro y se dejó ir toda la leche dentro de su recto.
Luego de eso le sacó la verga y puso el culo super dilatado y preñado del niño en mi boca sin que dejara de mamarmelo.
“Saquele mi leche con su lengua y se la traga.” Me dijo.
Yo empecé a chuparle el culo al niño buscando mi manjar preciado. El niño me lo chupaba con mucha más gana mientras pujaba su anito entre mi boca expulsando el semen de su padre.
Sentí el fuerte sabor de la leche de aquel macho y no puse soportar más las ganas de eyacular…
Mientras llenaba la boca de Alejandro con cada centímetro cúbico de mi semen, yo me tragaba hasta la última gota de esencia que Fernando había dejado dentro de su hijo.
Terminé exhausto, tirado sobre ese sofá, con Alejandro sobre mi torso… Cansando tambien, ya con ganas de irse a dormir.
Fernando estaba parado a mi lado, mirándonos con una gran sonrisa en la cara.
“!Parece que la terapia sí funcionó! Míralo como quedó de tranquilo y quieto.”
Me dijo.
Espero les haya gustado este relato.
Espero sus comentarios, feedbacks y me gusta.
Los veo luego!
Recuerden escribir a mi telegram también @dragondera
Impecable, ese macho te tiene en sus manos como a su hijo, a disfrutar, continua👍
comos igue
Ufffff lo mejor hasta ahora, morboso a mas no podes. Y que el papa y tu tengan accion entre ustedes tambien es muy morboso