El tutor 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
La vida de un profesor de matemáticas suele ser ordenada, metódica y aburrida.
La de Lucas era así.
35 años, separado, sin hijos, gay de nacimiento.
Tan discreto que su único consuelo desde la no muy lejana separación eran las pajas y los videos porno.
A veces jugaba alguna aventurita rosa con alguna docente de la secundaria donde dictaba clases, pero siempre cortaba antes de llegar a los bifes.
Con la separación había dicho adiós a las vaginas y a los pechos, deseaba, soñaba, con un hombre dulce, de nalgas duras y boca ardiente para hacerle el amor.
Alguna vez, quizás, conocería uno, pero francamente no hacía nada para que su sueño se convirtiera en realidad.
Sus padres habían muerto, hermanos no tenía.
Cuando su mujer lo abandonó, cansada tal vez de la poca cama que Lucas le daba, se quedó en la casa que había sido de sus padres, en Belgrano, linda y cómoda, verde, fresca, silenciosa.
Las matemáticas eran su pasión, y se notaba.
Sus alumnos, daba mate de primer año de secundaria, lo admiraban justamente por esa pasión y entusiasmo que sabía transmitir y por su temperamento amable pero justo y firme.
A un pibe de 13 años eso le llega mucho y de hecho varios de sus alumnos terminaron en la licenciatura en matemáticas de la Universidad.
Lucas había implementado en el colegio la tutoría de matemáticas, para ayudar a los estudiantes que tuvieran dificultades, como era ad-honorem, el único tutor de la escuela era él, los demás profesores de matemáticas ni locos trabajaban gratis.
Santiago era uno de sus alumnos, 12 años, muy blanco, lechoso, delgado, cabello rubio ensortijado, manos pequeñas y suaves, gestos delicados, amante de la ropa amplia que nunca siquiera insinuaba una silueta, medio raro, demasiado adulto en su forma de expresarse, un inglés excelente, un nivel de educación muy superior, demasiado superior, al de sus compañeros, un levísimo toque afeminado, tal vez por su educación.
El pobre Santi era el objeto de bulling de todos sus compas, por lo que naturalmente estaba solo y se refugiaba más en los profesores que en sus compañeros.
A Santiago, en las únicas que no le iba bien era en física y matemáticas, por lo que era un concurrente habitual a la tutoría de Lucas.
Entre los dos fluía una gran corriente de simpatía, y muchas veces los dos se quedaban hablando, en inglés, de libros, de películas, de lo que viniera.
Con la ayuda de Lucas y su propio esfuerzo, Santiago logró aprobar matemáticas y pasar a segundo sin previas.
Durante las vacaciones, Lucas, que no podía estar quieto, se contactó con profesores de matemáticas de una escuela de Bariloche, tan locos como él y acordaron hacer una competencia de matemáticas entre los pibes de segundo de las dos escuelas, en el mes de mayo, que era temporada súper baja en Bariloche y podían conseguir alojamiento gratuito para los pibes de Buenos Aires.
Cuando comenzaron las clases, Lucas se lo presentó a la directora y luego a los pibes, que saltaron de entusiasmo.
Los padres apoyaron y en mayo, acompañados por Lucas y la profesora Gonzalez, luego de 24 horas en un micro cacharriento, cruzando pampas y estepas, subiendo bardas y cruzando rios de un azul profundo llegaron a la bella ciudad sobre el Nahuel, que los recibió en un domingo soleado y con una temprana nevada.
Los acomodaron en una gran casa de piedra, prestada por unos curas, rodeada de un bosque de coihues y ñires, un poco lejos del centro, pero pegada al lago.
Los cuartos, austerísimos, eran para dos pibes, en un extremo quedaba el cuarto de la profe y en el otro el de Lucas, que eran los únicos con baño.
Para los demás, un baño general bien tropero.
La cocina era inmensa y cálida.
Esa noche, después de la cena, serían las 10, y ya todos se había ido a sus cuartos, Lucas sintió tocar la puerta.
Ojalá no sea la profe Gonzalez, acá no zafo de cogerla, pensó.
No, no era, era Santigo, que en su aún medio infantil pijama venía a verlo.
Él estaba con un pantaloncito corto amplio, sin slip, y una camiseta.
-Pasá Santiago, que necesitás?
-Disculpe profe, pero estoy preocupado por la competencia de mañana.
Usted sabe que soy medio duro en matemáticas y hay algunos temas en los que no estoy seguro.
No me da una repasada, profe?
-Bueno, sentate y empezamos.
Se sentaron lado a lado sobre la tosca mesa de madera y comenzaron a hacer ejercicios y problemas.
Lucas sentía la tibieza de la pierna de Santi contra la suya y comenzó a fantasear, a veces sus manos se rozaban, sus miradas se cruzaban.
Había que dibujar un círculo grande y Lucas tomó la mano de Santi con el lápiz y lo ayudó a dibujarlo sin compás.
Santiago lo miró embelezado, su manito, aniñada aún, se perdía dentro de la mano de Lucas.
Cuando se la soltó, después de dibujar un círculo perfecto, Santi se sintió triste.
Lucas no pudo evitarlo, su pija comenzó a crecer, en su short sin calzones sus 18 cm parados eran más que notables.
se puso nervioso.
Sin decir nada saltó casi de la mesa para ir al baño.
Santi lo miró extrañado, su pija tampoco estaba quieta, pero lo que más le llamaba la atención era un raro y jamás sentido cosquilleo en el esfínter.
Lucas se lavó la cara con agua helada, se mojó las bolas con la misma agua congelada, respiró hondo mirándose al espejo.
-Qué te pasa pelotudo?, te calentás con un pibe?, querés ser el nuevo profesor pedófilo?, estás loco vos?-, se decía enojadísimo consigo mismo.
Salió al fin, sólo para decirle a Santiago que ya era tarde, que se quedara tranquilo, que andaba bien y recomendarle que volviera a su cuarto sin hacer ruido para no despertar a los demás.
Santi, apenado y confundido, se fue en silencio.
Apenas se fue el chico, Lucas se quitó el short y se pajeó desesperadamente mientras miraba la silla vacía que había usado Santiago.
Esa noche soñó con Miguel Ángel, un amigo de la secundaria, lo más parecido a un amor verdadero que había tenido en su vida, hacía tanto tiempo! Lo había encontrado de casualidad unos 5 ó 6 años después de casarse y una tarde, una sola, en un hotel de mala muerte, se habían hecho el amor con desesperación.
Los dos casados, nunca más se volvieron a ver.
Esa tarde con Miguel marcó el comienzo de la declinación sexual con su esposa.
El primer día de competencia transcurrió sin sobresaltos.
Al otro día descansaban y los llevaban a hacer una excursión por el circuito chico.
Santi, como si nada.
Lucas, un poco nervioso, trataba de evitarlo.
Luego de la cena, Lucas, previa paja para tratar de vacunarse del deseo por pendejos, rápidamente se fue a dormir.
Daba vueltas en la cama y, quizás premonitoriamente, apenas podía conciliar un sueño liviano y cortado, cualquier ruido, cualquier crujido lo despertaba.
Entonces, cuando sintió que alguien golpeaba tímidamente su puerta se levantó de inmediato.
Santiago, medio tiritando de frío en su pijamita, entró en el cuarto.
-Que te pasa Santi?
-Nada profe, quería pedirle disculpas por molestarlo ayer.
-No te hagas problemas, no fue molestia, vos nunca sos una molestia.
-Me puedo sentar?
-Mirá que mañana tenemos salida, no hay competencia, querés repasar para el miércoles?
-No profe, quiero hablar con usted.
-Sentate, querés un chocolate? La directora de la escuela me regaló una caja.
-Bueno.
Disculpe pero no podía dormir y pensé en venir a hablar con usted.
-Yo tampoco podía dormir Santi, estamos sintonizados.
– Lucas notó que Santiago temblaba, él también comenzó a temblar levemente, pero no de frío, el pecho se le cerraba, la visita del chico por alguna razón lo sacudía, no quería excitarse como la noche anterior, no correspondía, si lo hacía traicionaba la confianza que ese chico estaba poniendo en él.
Por las dudas subió un punto la salamandra.
Santi estaba sentado a la mesita con la cabeza gacha y las manos juntas y apretadas sobre la mesa.
Lucas se sentó en el otro costado pero como la mesa era pequeñita, sus piernas se rozaban.
-Qué te pasa pibe?-, preguntó sonriéndole y mirándolo directo a los ojos, no pudo evitar apoyar su mano sobre las del nene, fugazmente, porque el sólo roce de la piel de Santi lo ponía nervioso.
-Es que profe, no sé, no quiero seguir la competencia, no me puedo concentrar, creo que voy a abandonar la escuela.
El comentario del chico lo sacudió.
– Pero por qué Santi, si te va muy bien, sos un buen alumno, qué problema tenés?
-En mate no me va bien
-Pero en todas las otras te va bárbaro, yo escucho a los demás profesores y están todos muy contentos con vos, más que contentos, admirados!
-No, no, yo no sirvo para nada, no voy a llegar a nada.
– Levantó la cabeza y Lucas, en la escasa luz del cuarto, pudo ver que sus ojos eran un mar.
Su voz en cambio no se quebraba, era dura, seca.
Santi, a pesar de sus escasos 13 años ya había aprendido a sufrir en silencio.
-Mate es lo de menos, para eso me tenés a mi.
Pero cómo eso que no servís, quién te metió eso en la cabeza?
-Mire cómo me tratan mis compañeros, lo menos que me dicen es que soy una cucaracha de biblioteca, que soy un pelotudo, que si una compañera me dice "hola" ahí nomás me meo del miedo, que hasta mi forma de reirme es estúpida.
Y sabe qué?, tienen razón, sólo sirvo para estudiar, en el resto sólo hago cagadas.
Lucas sintió que su corazón se agujereaba.
Afloró en él el padre ancestral que todos los hombres llevamos dentro, se lavantó, tomó a Santiago de la mano, lo atrajo hacía él, lo sentó sobre sus piernas y lo abrazó.
Santiago lo rodeó con sus brazo y comenzó a llorar desconsoladamente sobre su pecho, por primera vez en años.
-Soy malo, profesor, soy malo, soy una mierda profesor, no merezco estar entre las personas.
-Por qué decís eso Santi?
-Porque es así, profesor, usted no sabe.
Mi viejo sí, y me lo recuerda cada día.
Cuando ustede lo sepa, usted tampoco me va a querer.
Lucas, sin saber cómo ni por qué, lo besó en los labios, apenas, y lo apretó más fuerte contra el pecho.
– Nunca pienses eso Santi.
Me querés contar?, a veces compartirlo con otro ayuda a no sentirse tan mal.
Entre llantos entrecortados, labios mordidos y desesperación, Santiago vació su corazón.
Su madre había muerto un par de semanas después del parto, su padre siempre le echó la culpa de la muerte de su madre.
Cada día le repetía "si por mi fuera, vos hubieras ido a parar a las cloacas, tu vieja insistió en tenerte, y así le fue".
Su padre nunca se volvió a casar, porque, qué mujer iba a bancarse criar un pendejo pelotudo como él? Siempre traía minas a la casa, entonces lo encerraba en su cuarto y desde allí escuchaba los gemidos y las palabras calientes.
El sexo era algo sucio, horrible, algo que él nunca iba a hacer.
Para colmo, cuando andaba por los 10 años, comenzó a tener esos gestos afeminados, tal vez, quizás, por admiración a su abuela y su tía, que un par de veces al año, a pesar del siempre hosco recibimiento de su padre, lo venían a visitar, lo sacaban a pasear y le daba un poco de paz y amor a su vida.
Cuando su viejo se dió cuenta, a los insultos habituales sumó el de "marica, puto de mierda, mejor, así no te reproducís".
Lucas escuchaba horrorizado, a pesar de lo que se dice siempre por ahí, nunca se le había pasado por la cabeza que un padre pudiera ser tan hijo de puta.
Comenzó a llorar sobre la cabeza de Santiago, compartió su dolor, compartió su martirio, pero no lloraba con tristeza, lloraba con bronca, con impotencia, con culpa, cómo él no se había dado cuenta de que algo tan espantoso le estaba pasando a uno de sus pibes, sería el único? De haber tenido delante en ese momento al padre de Santiago, lo hubiera molido a golpes.
Se quitó la camiseta blanca que llevaba y la comenzó a usar para secarle delicadamente la carita a Santiago, mojada de punta a punta.
Santiago enseguida volvió a apoyar su mejilla ahora sobre el pecho desnudo y varonil de su profesor.
-Ya no me va a querer más, verdad profe? A Lucas se le encogió el corazón.
-No sos malo, nene, sos un amor de pibe, te quiero y te voy a seguir queriendo siempre.
Tomó la cara de Santiago entre sus manos y lo volvió a besar suavemente en los labios.
Santi lo miró de forma casi suplicante y entreabrió su boca como para pedir otro beso, quizás más profundo.
Lucas volvió a besarlo y casi sin pensarlo sus lenguas se juntaron, casi sin pensarlo, los bocas se fueron abriendo más y más y Lucas recorrió toda la boca de Santi y Santi recorrió toda la boca de Lucas, se abrazaron aún más fuerte.
Santiago, aún sentado sobre el regazo de Lucas, comenzó a sentir los cimbronazos de la pija de su tutor contra sus muslos y casi con vergüenza sintió también su pene pujando contra el amplio pijama que traía.
Estaba pasando, cuando dos corazones se funden en uno, los cuerpos los siguen y buscan fundirse, Lucas necesitaba hacerlo suyo, convertirlo en su nene, para cuidarlo y protegerlo, para abrigarlo y que nada malo le pudiera pasar, Santiago necesitaba fundirse con ese hombre que lo quería como era, sentir su calor y su abrazo, sentirse suyo.
Lo que iba a pasar era inevitable, a pesar de los prejuicios.
Lucas se levantó con Santi en sus brazos y lo llevó hasta la cama, el chico no dejaba de besarlo suavemente.
Lo apoyó sobre la frazada y le quitó delicadamente la ropa.
Santiago avergonzado se tapó el penecito erecto con las manos.
Lucas se quitó rápidame el short y Santi con los ojos desmesuradamente abiertos vio por primera vez la generosa pija de su maestro y tutor.
Se acostó a su lado y regresaron los abrazos y los besos, nunca agresivos, nunca feroces, ahora las manos de Lucas podían recorrer toda la espalda de Santi y acariciar por primera vez sus suaves y pequeñas nalguitas.
Ahora la oscura y gruesa pija de Lucas mimaba y jugaba con los blanquísimos 10 cm de Santi.
Ya se habían mitigado las culpas y los tabués y Lucas necesitaba penetrar a ese chico de 13 años.
Santiago sentía que por primera estaba unido a otro ser humano y sentía que las palabras y los besos no le alcanzaban, necesitaba que ese hombre lo poseyera, que entre ambos lograran esa comunicación excelsa que sólo puede darse cuando dos humanos se funden en uno solo.
Lucas sabía que tenía que prepararlo, pero sólo pensar en meterle los dedos en el culo lo horrorizaba, sentía que clavarle los dedos era una falta de respeto, era sodomizar a un chico, a su Santi.
Chuparle el culo?, nooo, Santiago no era un putarraco, metérsela en la boca?, ni loco! eso era más abusivo que dedearle el ojete.
Sólo penetrarlo, sólo fundirse con él.
Sus pruritos fueron disipados por el propio Santi, que en silencio se dio vuelta y apoyó sus nalgas contra la pija del profesor.
Lucas lo rodeó con sus brazos, lo besó suave en los labios, levantó su nalguita derecha, blanca, pequeña y perfecta, y apoyó su pija mojada de preseminal en el virginal agujerito de Santi.
Dio su primer empujón, Santi gimió, pero el glande de Lucas quedó completamente rodeado por el tibio esfínter del chico.
-Te duele Santi?
-No, profe, no me duele.
El deseo de Santi estaba obrando sobre su cuerpo, su esfínter joven se abría ante el empuje de su primer amante sin provocarle dolor, recio pero flexible, apretado pero elástico.
Lucas siguió empujando, siempre despacito, cada empujada era un gemido y una palabra dulce de Santiago que le decía "siga profesor, no me duele".
A mitad del recorrido, Lucas se quedó quieto y se dedicó a besarlo y a acariciar suavemente su penecito y su pancita.
Santi, entre gemidos, comenzó a pujar con sus nalgas y siguió metiendose la verga de su maestro en el culito.
Al final, pujando ambos, llegó el hermoso momento de sentir el contacto entre las bellas nalgas del nene y el oscuro pubis del profesor de matemáticas.
Estaba hecho, los cuerpos unidos al fin, la energía de vida, vibrante y majestuosa, salía por oleadas del pubis de Lucas para entrar al cuerpo de Santiago, la vitalidad de Santiago nacía en su vientre y bajaba hasta encontrar la pija de Lucas y desde allí invadir su cuerpo.
Afuera, el viento agitaba las aguas del Nahuel y cantaba entre los coihues de la orilla, acompañando la melodía de amor que unía los dos cuerpos, hombre y pibe sonreían, hombre y pibe lloraban en silencio, hombre y pibe se alejaban del mundo, de los prejuicios, de los sufrimientos, de la maldad y la hipocresía y volaban a un plano del espacio donde sólo ellos flotaban en un mar de tibieza, como si ambos hubieran vuelto al útero primigenio.
Lucas maniobró a Santiago hasta quedar en posición de montada, Santi, con la más dulce mirada que un hombre – niño podía tener, apoyó sus manos sobre el vientre de Lucas y comenzó a subir y bajar su cadera, los gruesos 18 cm de Lucas eran como un menhir, una piedra sagrada que desaparecía rítmicamente detrás de los pequeños testículos de Santi.
Eran uno en cuerpo, eran uno en alma, al fin Lucas había encontrado un consuelo a su soledad, al fin Santiago había encontrado alguien que lo sacara de su tristeza y su culpa.
El orgasmo llegó en simultáneo, entre gemidos y palabras dulces, el recto de Santi sintió por primera vez la tibieza del semen de su profe, Lucas volvió a sentirse vivo y cada gota del semen de Santiago en su pecho fueron como pura agua cordillerana que limpiaba la basura de su vida de closet.
Hubieran querido dormir juntos, pero Santiago debía volver a su cuarto y además sin ser visto.
Las siguientes noches Santiago volvió siempre discretamente a la pieza de Lucas, siempre discretamente hicieron el amor y siempre hablaron y hablaron y rieron y lloraron y pensaron y pensaron.
Cuando regresaron a Buenos Aires, todo volvió a la normalidad, Lucas a sus clases, Santiago a su escuela y a la tortura psicológica de su padre, pero ahora ya le resbalaba, dicho en criollo, le chupaba un huevo lo que el padre le decía.
Tutor y alumno no volvieron a estar juntos, no se podía, no correspondía.
Lucas le dio un nuevo impulso a su vida, vendió su casa inmensa y se compró un pequeño departamento tipo PH en planta baja.
Al año siguiente abandonó la tutoría gratuita, buscó más escuelas y multiplicó sus horas de clase, mañana tarde y noche de lunes a viernes.
Los sábados daba clases particulares de matemáticas en su casa.
Vendió su auto y se compró una F100 vieja y cacharrienta.
Algunos fines de semana desaparecía del barrio.
Un remisero alguna vez contó que lo llevó un par de veces a Aeroparque.
Santiago comenzó a buscar trabajitos por el barrio, ayudar a la verdulera, cortarle el pasto a doña Teresa o acomodarle la mercadería al chino de la otra cuadra.
Alguna vez, raramente, cuando en la relación con el padre saltaban chispazos mas fuertes que los habituales, Santiago, venciendo la resistencia de Lucas, iba su casa a tomar una clase particular.
Los años pasaron, Santiago terminó sexto año y obtuvo su título de bachiller especializado en ciencias sociales.
Ese diciembre, Lucas mandó telegramas de renuncia a todas las escuelas, cargó todas sus cosas en la F100 y sin saludar a nadie, desapareció del barrio.
Para Santiago fueron vacaciones tristes, se había acabado la escuela que mal que mal lo tenía ocupado sin pensar en su casa, a su viejo ya no se lo bancaba y ahora cada vez que le reprochaba algo, Santiago la respondía con una batería de insultos que casi los llevaban a los golpes.
Su única distracción eran su PC y su celu, a veces tecleaba como loco, a veces sólo lloraba frente a la pantalla.
Tenía que comenzar a pensar en su futuro.
Un día de abril Santiago cumplió 18 años.
Lo celebró solo, encerrado en su cuarto.
Compró una botellita individual de espumante y brindó por él y por los que valía la pena brindar.
La siguiente mañana su padre encontró una carta sobre la mesa de la cocina, cortita, sólo decía "hasta nunca, que la muerte te lleve en silencio".
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