Experiencias en El Seminario
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Leonardo.
En una etapa de mi vida me llamó mucho la atención ser religioso, así que hice un pre-seminario y fui aceptado.
Yo ya sabía que me atraían los hombres, pero mi decisión de ser religioso era más grande, y pensé que no iba a pasar nada.
En realidad, sólo me gustaban los hombres, me la había jalado muchas veces viendo porno gay y hasta comprando revistas eróticas, pero nunca había tenido contacto físico sexual con un hombre (al menos no como el de esta vez).
En fin, que una de las actividades dentro de la vida de seminario es ir a campos de misión durante la Semana Santa, y a mí me tocó estar con tres compañeros en una comunidad retirada.
Para mí era un sueño que me hubiera tocado con ellos tres en particular, porque entre los tres tenían atributos que yo siempre he admirado en los hombres: Ramiro era alto, de cabello ondulado y con un par de nalgas que eran la gloria.
Además, siempre usaba ropa ajustada que hacía que su culo se marcara más.
Jorge era alto, moreno, y gracias a su afición por el fútbol, tenía unas piernas grandes, además de un abdomen marcado.
Y por último Luis, quien era muy delgado, pero que siempre tenía una especie de “juegos entre hombres” con Ramiro.
Luis era a quien se le veía un bulto más grande.
Resulta que en la comunidad en la que nos tocó había que caminar mucho para llegar al lugar donde estaríamos con la gente, y de regreso nos empezamos a pelear por el baño, porque éramos cuatro y había que desocupar el baño pronto.
Total que decidimos bañarnos juntos.
Yo no podía creer que lo hubieran propuesto.
Yo siempre he sido algo tímido para enseñar mi cuerpo, porque he sido gordito, así que les dije que se bañaran ellos y cuando se desocupara el baño me metía yo.
Obviamente no quisieron, y entre risas y bromas, nos desvestimos.
Quedamos los cuatro en bóxer.
Ramiro, que era el más exhibicionista traía una mini trusa que hacía que el bulto se le notara mucho y sus nalgas no cabían en esa prenda tan pequeña.
Llegó el momento en que, para lavarnos bien, tuvimos que quitarnos la ropa interior.
Yo no podía creer lo que estaba viendo.
Con mucha pena y sobre todo, miedo de que descubrieran que los estaba viendo, observaba aquellos miembros.
No me había equivocado.
Luis era quien tenía el pene más grande de los tres, pero Ramiro la tenía gorda.
Jorge se veía hermoso desnudo.
Entre juegos y bromas, nos enjabonamos unos a otros.
Yo noté que Ramiro me veía diferente, me veía mucho y cuando me enjabonaba la espalda, su mano bajaba más.
Era mi primer experiencia con hombres, y como estábamos bromeando, no le dije nada.
Cuando nos fuimos a dormir, vimos que sólo había dos camas, y Ramiro de inmediato me dijo que él la compartía conmigo.
Apagamos las luces y yo no podía dormir, tan sólo de pensar que tenía semejante cuerpo a mi lado.
Hacía calor y dormimos en ropa interior.
Ramiro usó otras mini trusas.
Apenas empezaba a conciliar el sueño cuando de repente empecé a sentir el cuerpo de Ramiro demasiado cerca de mí.
Se pegaba mucho, así como de cucharita.
Yo no encontraba más cama para recorrerme, y la verdad me gustaba esa sensación.
Ramiro terminó por repegarme su enorme bulto en mis nalgas.
Yo creo que se dio cuenta que empecé a temblar, porque me dijo al oído: “No te preocupes, me fijé como me veías en el baño.
Te voy a dar un regalito”.
Y empezó a besarme el cuello.
Sus brazos me abrazaron.
Yo me sentía en la gloria por tener ese cuerpo tan pegado a mí.
Sus caderas empezaron un movimiento de vaivén, como si quisiera penetrarme con la ropa interior puesta.
Yo no pude más y pasé mi mano hacia atrás para tocar su miembro.
Casi me da un infarto cuando toqué esa enorme verga.
Tan grande y tan gruesa.
Él se bajó la trusa y me bajó el bóxer y me empezó a rozar con su pene las nalgas.
Me volteé y le dije que nunca lo había hecho con un hombre, así que sólo me dijo “necesita lubricante” y me empezó a bajar hasta su miembro y me lo metió en la boca.
Yo no podía abrir tanto mi boca para que cupiera ese pedazo de carne.
Y seguramente empecé a hacer mucho ruido, porque los de la otra cama empezaron a chistar para que nos calláramos.
Entonces me detuve, me subí los bóxers y me salí al patio.
Ramiro me siguió y afuera, sin decirnos nada, seguimos con lo que habíamos dejado pendiente.
Su miembro era delicioso, era exageradamente limpio.
Mientras lo chupaba, yo de rodillas y él de pie, traté de meterle un dedo un su culito, pero brincó y me dijo “no te equivoques, aquí la puta eres tú”.
Me levantó y me puso de perrito en una banca de cemento.
Se agachó sólo para echarme saliva en el ano y luego se escupió en su verga y me la dejó ir.
Yo no grité, más bien jalé aire y él me tapó la boca.
Empezó a bombear mi culo y yo a chupar sus dedos.
Con la otra mano me agarró del cabello y me jalaba con cada embestida.
Yo no sabía si era dolor, placer o qué sentía, pero me gustaba.
Así me tuvo un rato, luego me la sacó y me acostó en la banca.
Me abrió las piernas y otra vez me embistió.
Yo lo tenía de frente, y él me miraba con lujuria.
Mientras me la metía una y otra vez, me besaba el cuello y me decía cosas como “¿verdad que te gusta, puta? ¿La quieres bien adentro? Ese culito ya es mío” Yo sólo decía que sí a todo lo que él me decía.
Era increíble sentir ese enorme pedazo de carne dentro de mí.
Sentía como si me fuera a partir en dos.
Él estaba muy caliente y yo también.
De repente, me la sacó, se acercó y me la metió en la boca.
Inmediatamente sentí los chorros de semen en mi garganta.
Yo creo que tenía un buen rato si jalársela, porque casi me atraganto con tal cantidad de semen.
No lo pude contener todo, y su leche me escurría por la boca.
Él tenía los ojos en blanco del placer.
Cuando terminó y sacó su verga de mi boca, yo iba a escupir su leche y me dijo con voz muy seria: “No m’ijito, ora te los tragas”.
Y no tuve otra opción que obedecer.
Al principio como que me dio asco, pero a todo se acostumbra uno y me los tragué.
Lo que me había escurrido, lo agarró con sus dedos y se lo metió a la boca.
Luego me plantó un beso y me pasó sus mecos.
Se puso su trusa y me dijo: “Gracias por el culo, putita.
Ora sí a dormir, porque mañana te espera otra buena cojida.
” Yo me quedé un rato más acostado en la banca de cemento, masturbándome para deslecharme también, porque no me había dado oportunidad.
No podía creer lo que me había pasado.
Pero saber que dormiría en la misma cama que él, tan pegado a su cuerpo, me hizo correrme.
Como no encontré con qué limpiarme, me tragué también mi leche, total, si ya lo había hecho con la de Ramiro, un poco más no me iba a hacer daño.
Me puse mis bóxers y regresé al dormitorio.
Cuando me acosté, pude ver cómo desde la otra cama, Jorge se me quedó viendo.
Seguramente no había dormido por estarnos escuchando en el patio.
Yo sólo cerré los ojos, aún con la sensación de la verga de Ramiro en mi culo y me quedé dormido.
Yo fui al seminario tambien y a lo mismo