Juegos Peligrosos. Capítulo # 3
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Jeyf.
20/4/2005
La semana santa había comenzado, y en mi segundo lapso escolar había salido estupendamente. Las notas no bajaban de 18. Lo cual era muy bueno. Mis padres, nos llevaron de vacaciones ha Puerto Píritu. Ya que allí mi mamá tenía algunos familiares. No solo en semana santa fuimos a ése pueblo. También lo hicimos en Carnavales. Las razones eran bastante obvias… un viaje a ése pueblo era lo que podíamos pagar. Porque como sabrán, la situación empeora cada año…
Ahora que recuerdo. Muchos de mis compañeros nos preguntaban como es que pudimos pagar la casa en esa residencia tan costosa. Y es que resulta que estaba a un muy buen precio y obviamente era algo que no se podía pasar desapercibido.
En Puerto Píritu… un pueblito con exiguas recompensas. Conocí a muchas personas. En carnavales vi las poooobres comparsas, admito que llegué a sentir lástima. Y en semana santa, pasé casi dos o tres días seguidos metidos en la playa. Lo peor que pude haber hecho. Ya que esos dos o tres días se convirtieron en 4 semanas consecutivas visitando al dermatólogo, por unos terribles hongos que nos salieron a todos, menos a mi mamá y mi hermanita que por suerte no se metieron en la playa.
Después de la Semana Santa comenzaron las clases de mi último lapso del año escolar. Ése lapso escolar fue muy peculiar, lo recuerdo perfectamente. ¿Cuántos de ustedes saben lo que es la OUIJA? Bueno… tuve una experiencia horrible con un tablero, y 6 amigos de clases, incluida Diana que era la más loca de todas. Pero caer en detalles sería contar otra historia igual de Larga. En ése lapso me había hecho de unos cuantos amigos más. Julio, de la sección B y Mariana de Octavo A. entre otros. Pero estos dos personajes serán una pieza clave. Mucho, mucho más adelante.
A diario escribía en mi cuaderno. Todas las anécdotas que experimentaba. Ese cuaderno vale oro. Aún conservaba la primera nota que me había dado Rodrigo.
Por cierto… ahora que hablamos de Rodrigo… de él no sé absolutamente nada. Y vaya que le he preguntado a Bruno y a la señora Virginia, pero ellos no responden nada. ¿Será que el imbécil del señor les contó lo que supuestamente había visto? ¡Ése homofóbico de mierda!
Un día, en la hora del receso, Diana y yo estábamos hablando. Como siempre. Pero en esa oportunidad era algo completamente distinto a lo que hablábamos con frecuencia.
—¡Oye Max! ¿Sabías que la homosexualidad es un pecado maldito por Dios?
Eso me había asustado. No quería estar maldito. Y mucho menos por Dios…
La miré asombrado y le pregunté de dónde sacaba eso.
—Bueno… es que mis padres ahora están asistiendo a la iglesia, y en una de las charlas que nos hicieron, mencionaron eso.
¡Oh, por Dios! Eso era terrible. Sobre todo para mí. No… corrección. En especial para mí. Bueno, a decir verdad, en ése momento aún estaba confundido. Y tal vez lo que sentía por Rodrigo era una equivocación. Simplemente eso. Pero no quería, por nada en el mundo molestar a Dios. Y aunque quería convencerme de que lo de Rodrigo estaba mal. Debía investigar más acerca de eso. Y debía investigar más acerca de mi sentimiento hacia Rodrigo.
¿Qué sentía realmente hacia él?
Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Ya faltaba un mes para las vacaciones, y yo seguía investigando lo que me había dicho Diana… por internet, les pregunté a los ancianos de la casa 3 y la familia de la casa 2. Y todos me decían lo mismo. La homosexualidad es una Enfermedad. Es el amor del Diablo. Es un Amor Maldito. No es un amor. Es un amor prohibido. Sin embargo. Después de tantas respuestas terribles. Un día me acerqué a mi mamá y le pregunté, después de contarle todas las respuestas que había escuchado. Su respuesta fue…
—¡Bebé!, Papá Dios es amor. Y por lo tanto él no puede Maldecir el Amor. Sin embargo. Él no ve con buenos ojos el hecho de que un hombre o una mujer se enamoren de otra persona de su mismo sexo, ya que él quiere tener a muchos angelitos en su cielo. Y cuando dos hombres o dos mujeres se enamoran, no hay forma de que puedan tener sus propios bebitos. A menos claro, de que cuiden los de otras personas que no quisieron a sus bebés.
Hoy en día veo que su respuesta fue mucho más tranquilizante que las demás. Pero… ése día pasó algo horrible. Mi padre me escuchó hablar de eso con mi mamá. Y en la noche…
Era domingo, y yo acababa de llegar de una fiesta en la casa de Peter. Cuando llegué a la casa, que abrí la puerta, a quién vi de primero fue a mi padre. Y en su mano llevaba su correa de cuero, y en la otra un pequeño papel, junto con mi Diario. Por un momento sentí como la sangre huía de mi rostro y mi mente se bloqueaba.
—¡Cierra la puerta y siéntate!
Inmediatamente obedecí cuando caminé hacia el mueble, pude notar que él estaba completamente borracho. (Un asesino en potencia). Estaba muy asustado, y no reaccionaba con claridad.
—¡Quiero que me expliques esto! —Dijo tirando mi diario al suelo, el cual inmediatamente agarré. Pero no supe que decir. Estaba pasmado. Él asintió con la cabeza y luego acercó hacia mí el pequeño papel. Era la nota de Rodrigo. —¡Mierda!—se me escapó en un susurro esa palabra. Pero él… no esperó más. Y comenzó a golpearme con el cinturón. Me golpeaba y golpeaba con fuerza, no recuerdo yo estaba gritando o no. todo fue tan rápido.
—¡Esto te ganas por ser una Marica! —Gritaba y golpeaba.
No sé que me dolía más. Si sus golpes, si el hecho de que estuviese borracho otra vez, si sus acusaciones fuesen sin fundamentos, o el hecho de que mi mamá también salió lastimada.
En ése momento solo dejé que me golpeara todo lo que quisiera, pero cuando golpeó a mi madre, fue la gota que derramó el vaso. Inmediatamente lo ataqué y lo empujé, pero él era un hombre muchísimo más fuerte que yo. Él, volvió a agarrarme, y como el cinturón lo había soltado cuando mi mamá le dio una bofetada, comenzó a golpearme con sus manos.
Esos recuerdos son muy, muy hirientes.
Ésa misma noche cuando todo terminó, mi mamá agarró las cosas de mi padre y las sacó de la casa. También me curó todas las heridas. Hasta uno de mis ojos estaba hinchado. Mi mamá me preguntó si podía leer mi diario y yo le dije que si.
No encontró nada delator. Todos mis escritos eran dirigidos hacia una mujer, una mujer que llevaba por nombre Romina. Obviamente se trataba de Rodrigo. Pero lo que me delató era que en ocasiones yo mencionaba dos tipos de penes. Y por último me tocó decir que era una novela lo que estaba haciendo. Le había mentido a mi mamá. Pero ella me entendió, y me dijo que podía conservar el cuaderno. Pero luego me preguntó por la nota de Rodrigo. Y le dije que era una nota que él me había dicho que le entregara a Glenda, pero que se me había olvidado. Otra mentira más… y las que faltan.
Días después, cuando asistí a la escuela, mis amigos me preguntaban que qué era lo que me había ocurrido. Y yo no podía contarles nada.
Mis razones tenían. Razones que luego sabrán.
Mariana. Era una muchacha muy linda. Y sus ojos eran de un verde intenso. Ella me preguntaba a cada rato por lo que me había pasado. Pero si no le conté ni a Diana ni a Marjorie, que llevaba más tiempo conociéndolas, mucho menos le contaría a ella. Sé que me llama ligeramente la atención, pero no haría eso, sino hasta mucho, mucho después.
Una semana después, mi padre regresó. Y me suplicó que lo perdonara. Que ya no volvería a beber. Pues resultaba que de esas promesas ya llevaba 3. Y las tres veces me había golpeado a mí. Creo que quería sacar sus frustraciones conmigo. Pero eso no estaba bien. Sin embargo. Lo perdoné. Yo aún lo quería.
Glenda y yo no nos hablábamos ni en chiste. Y tampoco pretendía buscarla.
Mariana Cada vez se tornaba más y más cariñosa conmigo. No puedo negar que era un cariño mutuo. Se había ganado mi corazón con el tiempo. y es que ella era muy, pero muy guapa.
Un día en la clase de deporte. Ya yo había terminado con el ejercicio que nos había puesto a cada uno, el maestro de deporte. Y por lógica fue a sentarme a refrescarme. Aún se me veía algo de los golpes que me había dado mi padre. No mucho, pero se veían. Bueno… mientras descansaba de tanto ejercicio. Mariana se me acercó y se sentó a mi lado. Ella ya había terminado. Nos saludamos con un beso en la mejilla y luego ella me preguntó.
—¿Te gusta Diana?
Eso me había causado mucha risa, pero no me reí. No quería hacerla sentir mal. Pero Diana era mi mejor amiga y por nada en el mundo la iría a ver como algo más. La miré, junto a ella me sentía igual que con Rodrigo era algo bien extraño. Pero con ella sabía que no era un amor Maldito. Acaricié su mejilla y luego la besé en la boca. ¡Wow! Es beso fue muy especial. Me había hecho sentir mariposas en el estómago.
—¡Me gustas tú! —Susurré, cuando el beso ya hubo acabado. Pude notar que ella se había ruborizado bastante y por primera vez… yo también—. ¿Quieres ser mi novia? —Bueno… eso si fue impulsivo, no había previsto que mi cerebro me engañaría de esa manera. No pensé en decirlo cuando ella ya había respondido tiernamente y con sus ojos aguarapado.
—¡Sí! —Y me besó. Beso, el cual respondí, segundos después de haberme preguntado… ¿Qué hice?
Ella era mi primera novia. La emoción era muy grande. No podía aguardar para mostrársela como un valioso trofeo a todos mis amigos y mi familia.
Mi mamá estaba encantada con Mariana. Mi hermana y ella eran las mejores amigas, mi papá le había encantado la idea, y todo habría quedado estupendamente perfecto si él no estuviese completamente borracho. ¡Qué deprimente!
Después de presenta a mi novia, la charla sobre el sexo no se hizo esperar. Lo bueno es que hablar de eso nunca me ha dado pena como a otros niños. Al contrario. Siempre me ha gustado saber más, y más. No importa de qué tema estemos hablando. Y con el sexo. Bueno. Mi mamá y yo hablamos con amplitud de ese tema.
Me volvió a contar de las enfermedades, a las cuales les tengo pavor. Me habló de los embarazos, de los condones, en fin… hablamos nuevamente de todo acerca del sexo.
Poco a poco estaba dejando a Rodrigo en el pasado, estaba listo para olvidarlo o eso creía.
9/7/2005
Era el cumpleaños de Rodrigo, el Calendario de mi teléfono me había avisado. También estábamos cumpliendo un año en esa casa. Era increíble como volaba el tiempo. Me había hecho de tantos amigos que algunos ya ni recuerdo. Había vivido tantas cosas tan emocionantes en tan solo un año. Siempre he sido una persona optimista. Y pienso que no hay mejor momento que hoy, que ayer forma parte de mis experiencias y que mañana es la duda más excitante.
A tan sólo unos días para Vacaciones, mi mamá fue elegida como la presidenta del condominio. Por lo que le entregaron las llaves de todos los depósitos, hasta la llave de la casa 5, la casa de la muerta
Un día de agosto. Desperté escuchando el sonido de las palomas que anidaban encima de mi aire acondicionado. También había escuchado unos pajaritos. Hasta entonces había comenzado bien. Eran las 6… (No sé si a ustedes les pasa, pero… cuando puede dormir bastante, es cuando más temprano se levantan)
Me levanté he hice todas mis necesidades matutinas. Mi mamá ya estaba despierta, y a mi padre no le darían las vacaciones sino hasta diciembre. Ésa mañana él estaba trabajando. En el mismo trabajo que el padre de bruno. Mi mamá nos había preparado una ricas panquecas, con jugo de naranja. Cuando de pronto escucho una voz Familiar.
—¡Maximo!… —Mi corazón dio un vuelco esa voz era muy, muy familiar, no podría olvidarla en ningún momento—. Max… Maximilino. —Rodrigo canturreaba mi nombre frente a mi casa. Mi mamá rio y dijo.
—Se acabó la paz en la residencia.
Yo la miré y sonreí nervioso, asintiendo con la cabeza.
—¿Señora Beatriz?, ¿Alguien está despierto?
En ése momento fui a abrir la puerta. Y allí estaba Rodrigo. Después de 7 laaaargoooos meses por fin había llegado y estaba frente a mí.
Cuando él me vio, me regaló su esplendida sonrisa. Ahora él ya tenía 15 años. Era mayor que yo, y lo bueno era que para mi cumpleaños no faltaba mucho. Eso indicaba que lo pasaría con él.
De repente… éstas vacaciones cobraron la alegría que le faltaba.
Ése día de su llegada. Invité a comer a Rodrigo. Mi mamá le había hecho otras panquecas y los tres comimos juntos. Mis hermanas estaban dormidas. Hablamos un buen rato y mientras comíamos. Al terminar, Rodrigo y yo nos quedamos sentados en los taburetes, mi mamá retiró los platos y subió a ver la tele y vigilar a mi hermanita. Mientras ella subía mi corazón latía con mucha fuerza, pensé que hasta podría darme un infarto.
—¿Qué hiciste todo éste tiempo? —Preguntó Rodrigo mientras mi mamá subía.
—Ni te imaginas. Fueron tantas cosas que no sabría por dónde empezar. —Contesté, y apenas escuchamos que mi mamá cerró la puerta, inmediatamente él se me abalanzó encima a abrazarme y besarme la mejilla.
—Tú no te imaginas lo mucho que deseé verte, sentirte, olerte… saborearte. —Susurró.
Me había costado bastante pero como pude lo aparté de mí.
—¡Cálmate! —Dije, y de pronto una atractiva realidad me golpeó el rostro. Rodrigo estaba más fuerte creo que estaba asistiendo al gimnasio pero no se veía tan definido. Sentir su pecho, lo bastante duro me desconcentró de lo que iba a decir y terminé preguntando otra cosa—. ¿Estás hiendo al Gimnasio?
Él sonrió asintió.
Creo que él no lo sabía en el momento, pero su fuerza era muy atractiva.
—¡Debemos hablar! —Dije demostrándole mi preocupación en el rostro.
—¡Sí… debemos hablar!, ¡Tengo que contarte muchas cosas!
Asentí en silencio.
—Me enteré que tu mamá es la presidenta del condominio.
Le dediqué una mirada suspicaz y asentí, me interesaba saber qué pretendía con eso.
—Bueno… entonces quítale la llave de la casa 5 y hablamos allí.
Mis ojos se pusieron tan grandes como dos platos
—¿Estas loco? —Murmuré.
Él se acercó a mí, con un dedo en medio de sus labios, indicándome que hiciera silencio.
—Solo vamos a hablar. —Susurró ¡Ay Dios, hasta su voz se escuchaba más varonil! Pensé para mis adentros—. Vamos… —Hizo un ademán insistente— Rompe un poquito las reglas, hazlo por mi.
2 minutos después, me encontraba en la caja fuerte de mi mamá, sacando las llaves. Su contraseña ya me la sabía, porque en no hace mucho me había pedido que le hiciera una cuenta Messenger y le sugerí que usara la contraseña de su caja fuerte, ya que no se le olvidaría, entonces me la dictó.
Caminé a la caja fuerte de mi mamá, y como ya yo sabía la combinación, pude sacar la llave de la casa 5. La casa de la muerta.
Recuerdo que sentía mucho miedo, más del que se puede sentir, al saber que puedes meter en problemas a tu madre, que estabas entrando a una casa ajena y que lo hacías con tu amor prohibido. Algo que me resulta muy curioso es que denominé a Rodrigo como un “Amor” y para completar… “Prohibido”. No sabía hasta donde iría a llegar todo esto, ya que a la final debía regresar a la idea principal de que todo es un juego. Y yo no sabía cuán peligroso podría ser.
Nos aseguramos de que no hubiese nadie observándonos, para poder entrar a la casa debíamos probar con 15 o 20 llaves. El tiempo se nos hizo infinito, y mis temores crecían con cada segundo. Me sorprendía la rapidez con la que Rodrigo pasaba las llaves descartadas. Mientras que yo lo apuraba, él me tranquilizaba con sus sonrisas. ¡Dios, esas sonrisas y esas miradas! Me calmaban de inmediato.
La cerradura hizo clic y la puerta trasera que daba al estacionamiento, se abrió. Entramos inmediatamente, tropezando unos con otros y cerramos nuevamente la puerta. Para que la llave no se le perdiera la sacó del llavero y la guardó en su bolcillo de su jeans azul oscuro.
—Estás loco Rodrigo. ¿Y si tu tía te busca?
—Tranquilo, que yo le dije que tú me acompañarías a la casa de Peter y luego a la casa de otros amigos que quería visitar.
—Pero mi mamá no lo sabe. —Farfullé preocupado y queriendo salir de la casa. Pero la puerta ya estaba cerrada.
Él me tomó por el brazo y me obligó a que lo mirara.
—¡Max, cálmate! —Lo miré enojado. Me molestaba que él fuera tan impulsivo—. A mi tía le quité el número de tu mamá, y mientras sacabas la llave le envié un mensaje a tu mamá haciéndome pasar por ti y diciéndole que me acompañarías a la casa de unos amigos. —Dijo, sacando su teléfono y mostrándome la respuesta de mi mamá.
>>Sí bebé. Cuídate mucho.
¡Wow! Él me sorprendía mucho.
Después de verificar si ése mensaje vino de su teléfono, me quedé más tranquilo. Bueno… no por mucho al darme cuenta que estaba en la casa de la muerta me intranquilicé más.
—Ya entramos en la casa de la muerta.
Él me miró con su semblante fruncido.
—¿No me digas que crees en fantasmas?
Ver como había reaccionado ante mi injustificado temor, me hizo retractar inmediatamente, y también me dio fuerzas para ser más valiente.
—Max… no se les teme a los muertos. Pero quiénes sí te pueden convertir en uno, son los que aún viven.
Era definitivo. Éste año. Rodrigo había cambiado un poco. Su conducta era más seria. Recuerdo que en ésos momentos me encantaba jugar con mis amigos. Él no jugaba. Solo se sentaba a ver y de vez en cuando reía. Era muy extraño.
Yo asentí tímidamente y traté de calmar mis nervios. ¡Pero por Dios! Aún conservaba algo de inocencia y los muertos, zombis, fantasmas y chuky aún me atemorizaban.
Entramos a la sala y todo estaba cubierto por sábanas blanquecinas. En la casa no se escuchaba absolutamente nada. Todo estaba aterradoramente en silencio. Rodrigo caminó hacia la nevera y la abrió. Dejándome a mitad de la sala. —Cálmate Maximo, no va a pasar nada— decía para mis adentros. De pronto, algo me llamó la atención. De tras de mí toda una pared estaba cubierta por una enorme estantería repleta de libros. —¡Oh! — Exclamé. Había llegado al cielo. Soy adicto a los libros. Después del sexo, dormir, comer e ir al baño para hacer del 2. Leer es otro de los grandes placeres de la vida. Para mí… obviamente, no sé si para los demás sean los mismos.
Rodrigo se me acercó, ya yo no estaba tan asustado.
—¿Te gustan los libros?
—¡Me encantan! —Dije.
Él suspiró y volvió a abrazarme. Yo respondí a su abrazo.
—¿Qué ocurre? —Pregunté preocupado.
—¡De verdad te extrañé mucho!
Sonreí, y mi corazón volvió a dar un gran salto.
—Yo también te extrañé. —Musité.
El abrazo se deshizo y él me miró a los ojos. Se veía algo triste.
—Bruno me contó lo de tu padre.
Ya el momento se había arruinado. Y me fui a sentar en uno de los sofás.
—Sí… tuve un problema con él. —Rezongué.
—¿Quieres contarme? —Dijo caminando hacia mí, y sentándose en la mesita auxiliar frente al sofá.
Unos minutos después. Yo le había contado todo. Y le había mostrado algunos hematomas que aún conservaba por sus correazos y golpes en mi espalda.
—¡Maldito! —Gruñó ferozmente, acariciando con delicadeza varias secciones en mi espalda. Inesperadamente sentí como él besó 3 veces dichas secciones. Sus besos fueron electrizantes debo admitirlo.
Luego me acomodé la franela negra que llevaba puesta, para luego acomodarme nuevamente en el sofá, mientras él se sentaba en la mesa.
—Un niño se convierte en hombre cuando su padre lo golpea, y hombre deja de serlo cuando le levanta la mano a alguien más débil. —Indicó, levantando su dedo índice y mirándome fijamente.
—¡Tranquilo… eso pasó hace mucho!
—Por más que haya pasado hace años. Él lo hizo, se atrevió a golpearte por algo tan… —No pudo continua, estaba muy molesto y solo dejó escapar un chasquido entre dientes—. Ni mi tío cuando me golpeó, porque inmediatamente se lo advertí. Que podía denunciarlo si se atrevía a levantarme la mano nuevamente.
—Más bien cuéntame de qué querías hablar conmigo. —Quise cambiar la conversación, él lo había entendido y asintió, levantándose de la mesa y caminando hasta la repisa llena de libros y tomando uno de ellos.
—Bueno… a la final son puras tonterías.
Inmediatamente me levanté y le dije.
—Nada es un tontería. Créeme que me interesa todo lo que te ocurre.
Él sonrió y volvió a colocar el libro en su lugar. Tomó una bocanada de aire y dijo.
—En septiembre voy a comenzar a estudiar.
Mi emoción no se hizo esperar.
—¡Qué excelente noticia! —dije colocando una mano en su hombro.
Dejó escapar una sonora risa, ¡Se reía tan bonito! Creo que en ése momento fue cuando sentí un atisbo de inocencia en él. Era la risa de un niño. De alguien que estaba siendo muy feliz.
—Sí… mi mamá me inscribió en el colegio. Y bueno… estoy muy ansioso por comenzar, quiero ser un gran Doctor.
Eso si me había impresionado.
Luego me habló de que tenía una novia en Caracas. Se llamaba Mónica. Yo también le conté de mi relación con Mariana.
—¡Quisiera conocer la mujer que conquistó el corazón de mi amigo! —Dijo, cuando estábamos ambos en el sofá, al cual le quitamos la sábana y descubrimos que era un hermoso sofá de cuero marrón, que combinaba con los paneles de caoba en las paredes y el piso. Yo estaba sentado con los brazos alzados al espaldar y Rodrigo estaba acostado, con su cabeza posada sobre mi regazo.
Hablamos de cosas simples. Nada que tuviese importancia. Él me contó algo de su trabajo. Era algo así como repartidor.
Me contó que su abuelo lo estaba enseñando a manejar y que ya sabía bastante. No pude dejar de sentir algo de envidia, yo también quería aprender, pero con mi padre es imposible, porque me golpeaba cuando no hacía lo que él decía.
Yo habría querido que él me contara algo más personal, así podría averiguar cual es el misterio que siempre lleva encima. Pero era muy perspicaz. Y no se le escapaba nada. En casi media hora, solo habíamos hablado de cosas insignificantes. Y casi la mayor parte del tiempo lo había hecho yo.
De pronto, me sentí aburrido y eché mi cabeza hacia atrás, fue cuando sentí como apretaban con fuerza mi entrepierna. Fue electrizante, y casi de un modo inmediato ya tenía una erección.
Yo quitaba su mano de allí, él ni siquiera me miraba a la cara, parecía que lo hacía por juego. Pero no lo era. Él sé quería tocarme, y no solo eso, sino que también me masajeaba el entrepierna. Parecía que estaba jugando con plastilina. Yo llevaba puesto una bermuda blanca. En un momento deslizó su mano por mi pierna y rápidamente llegó al interior. Estaba excitado, él también lo estaba, podía verlo a distancia. Sacó mi pene por un lado del interior y comenzó a masajearlo más y más. Ya yo me había dado por vencido. No podía seguir luchado con él, y además… era bastante fuerte. Fácilmente pude haber dicho que eso fue una violación. Pero yo también contribuí.
Lo levanté del sofá y le arrebaté con desespero su franela gris. Tocaba su cuerpo como si estuviese agarrando oro. Por un segundo nuestras frentes hicieron contacto, mientras procuraba quitarle la correa del pantalón. Quería besarlo era lo que más quería. Pero otra vez esta esa maldita fuerza que me decía… aún no lo beses. Su mirada en mí, cuando sabe que lo estoy tocando es profunda y penetrante. Esos ojos son indomables. No nos besamos, nos miramos por unos segundos. Él me quitó con brusquedad mi franela, y casi de inmediato comenzó a pasar su lengua por mis tetillas. Yo solo resoplaba de placer. Luego pasó a mi cuello. Y entre resoplidos me dijo.
—¡Te voy a comer! —
Yo reí pícaramente y jadeante. Mi corazón estaba a mil por hora.
(Hoy en día he descubierto que cuando tenemos intimidad es bueno añadir estas frases, ya que son muy excitantes) Volviendo a la narración…
Ya yo había logrado quitar el cinturón y lo arrojé a un lugar. No ni siquiera vi donde cayó. No estaba pendiente de eso. Ambos nos besábamos los cuellos, y nos halábamos el cabello levemente. Una casa silenciosa, se había llenado de susurros sicalípticos. Aún conservábamos los pantalones. Hasta que de pronto…
A mi mente vinieron todos esos comentarios que había escuchado acerca de la homosexualidad.
Fue algo casi instantáneo. De un empujón lo aparté de mí, él me miraba desconcertado y yo estaba muy apenado y me sentía muy culpable.
—¿Qué ocurre? —Murmuró acercándose poco a poco a mí. Su tono de voz era complaciente—. ¿Hice algo mal?
Estaba frustrado, la erección se me había acabado y no tenía ánimos para nada. Tomé una bocanada de aire y me senté en el mueble, bastante deprimido, llevándome ambas manos al rostro. No quería que me viera.
En una zancada el me alcanzó y se sentó a mi lado, pasando un brazo por mi hombro y un mano en mi pierna.
—Max… ¿Qué te ocurre?, no quiero verte así.
No iba a llorar, pero como dije anteriormente estaba muy frustrado. Y los que hayan experimentado esa sensación, verán que muy horrible. Él guardó silencio hasta que me calmé un poquito y después de respirar profundo, lo miré con mi ceño fruncido.
—¡Lo que hacemos está mal! —Dije. Y él hizo un ademán de no entender a lo que me refería—. Rodrigo… ¿sabes como le llaman a lo que hacemos? —Él negó en silencio—. Pecado. —Murmuré y desvié la mirada al suelo.
Él me acarició la cabeza y me abrazó. Para luego levantarse e inclinarse en cuclillas frente a mí y con su dedo índice me obligó a levantar la mirada.
—Max… —Susurró—. Eso yo ya lo sabía. —Fruncí mi ceño debido a la rabia—. Pero, si tu no quieres continuar con esto que estamos sintiendo. Yo no te voy a obligar.
¿Cómo hacía? ¡Dios!, es lindo, tierno, tiene un cuerpo que a su edad es bastante atractivo, y sin nombrar el monstruo que yace bajo su interior. ¿Cómo hago para no ceder a su seducción? Y lo más importante… ¿Qué estoy sintiendo por él?
—No podemos Rodrigo… Tu tienes novia y yo también. —Dije con el corazón arrugadito.
Me levanté del sofá y tomé mi franela del suelo.
Escuché como él suspiraba. Luego lo vi y se estaba abrochando el botón del pantalón. Ya daba todo por terminado. No podía. No debía…
Los día siguientes no paraba de llover, cuando eso. Estaba pasando un huracán cerca de Venezuela. Mi hermana y yo estábamos en la casa sin nada que hacer, hasta que me vino una idea a la mente. La piscina estaba limpia. Y estaba lloviendo. La mejor idea que se me ocurrió en esas vacaciones.
Mi mamá nos había dejado bañarnos en la lluvia. Así que Carla, y yo empezamos con el bochinche, luego se nos añadió Carmen, nuestra mejor amiga. Peter, Irene. Y a la final nos unimos como 8 personas a bañarnos en la lluvia.
—El último que llegue a la piscina es mierda de perro… —Gritó Carla, y todos comenzamos a correr a la piscina. Sacamos una pequeña radio que le habían regalado a Carla, y lo dejamos a todo volumen en el cuarto de limpieza, que estaba muy cerca de la piscina. Segundos después, Bruno salió corriendo junto con Rodrigo a meterse en la piscina.
Eso sucedió durante tres días seguidos. Y los tres días, cada noche, que salíamos de la piscina, hacíamos una fiesta en el estacionamiento. Glenda ya no salía, su padre había llegado de visita. Algo que me sorprendió, puesto que pensé que su padre se había muerto. De lejos vi al señor, y tenía cara de asesino.
Rodrigo y yo seguíamos hablando. Él parecía una maquina de sexo. Todo el tiempo me miraba con ganas de tragarme completo. Bueno… no es que yo nunca lo haya mirado así. Al contrario. Me moría de ganas por verlo desnudo, tocarlo, saborearlo y olerlo. Yo también estaba bastante cachondo esos días y a eso se le añade que no podía hacer nada por que era un acto pecaminoso. Y Bla,Bla, Bla, Bla, Bla…
No podía comer ni ver nada con forma de pene o cilíndrica. Porque me imaginaba a Rodrigo y a mi en ésa habitación de Caoba.
¡Un verdadero Calvario!
A Rodrigo lo habían inscrito en un curso que implementaba una señora que vivía súper lejos de la residencia. Era una amiga de la señora Virginia y las clases la salían gratis.
Por lo que no veía a Rodrigo hasta en la noche que llegaba y podíamos hablar un poco.
Una de esas noches, estábamos hablando afuera, y él comenzó a mostrarme como movía su pene erecto a través del pantalón. Yo quería dejar de ver pero es que me tenía que levantar y caminar a la casa y eso me daba mucha flojera.
El día de mi cumpleaños había llegado. Y mi mamá me quería hacer una “fiesta sorpresa” y me envió con Rodrigo a las Malditas clases de Matemática. La materia que odio más que a cualquier otra cosa en ésta vida.
Cuando llegamos, la señora nos atendió muy amablemente y nos brindó un delicioso vaso con Télisto. Y unas galletas oreo. Luego Comenzó con las tareas de Rodrigo. Y todo fue muy aburrido. ¡Qué bella manera de pasar mi cumpleaños! Yo estaba sentado frente a Rodrigo, la mesa era una de plástico, de esas que son para la playa. Y solo lo miraba hacer sus tareas, se veía tan lindo cuando se concentraba.
En un momento dado, la señora dijo:
—Muchachos, voy a montar un poquito de café. ¿Ustedes toman?
Ambos negamos rápidamente y ella se marchó.
Rodrigo se volvió a concentrar en su tarea, o eso me hizo creer. Porque casi inmediatamente, con su pie comenzó a acariciar mi pierna. Sentí como un calosfrío que recorrió toda mi espalda. Y lo miré asombrado, lo miré sorprendido, y él sonrió pícaramente sin apartar la mirada de su hoja. Pero no quería apartar la pierna. Es más, sentí un impulso incontrolable de tumbar la mesa y desnudarlo allí mismo, pero me controlé, respiré profundo y aparté mi pierna.
En la noche… había acabado la clase y la señora Virginia no nos había rescatado de esa casa. Hasta que repentinamente. Se fue la luz… Rodrigo y yo estábamos en la cocina con la señora que estaba haciendo unas arepas. Cuando eso sucedió.
—Niños… Por favor vayan a la sala y quédense allí —Dijo la señora, orden que Rodrigo obedeció casi inmediatamente y más atrás fue yo.
Nos sentamos en un sofá antaño. Recuerdo que estaba lloviendo y de ves en cuando los relámpagos que caían iluminaban la habitación.
—¿Y qué has pensado?
Viré mi mirada en su dirección, pero no lo pude ver, ya que estaba todo oscuro.
—¿Pensar en qué? —Gruñí.
Él se tardó algunos segundos en contestar.
—En lo nuestro. —Murmuró.
Ya sabía a lo que se refería.
—Rodrigo… lo nuestro es un pecado.
—Maximo… pero lo nuestro es solo un juego.
Frené en seco. ¿Un juego?… Claro, la excusa perfecta para estar con Rodrigo. Ellos, todos ellos me hablaron de amor. Más no de un juego.
—¡Siempre buscas la forma de convencerme! —Gruñí
—Entonces… ¿Qué dices?
—Solo si es un juego. —Dije riendo. Y sintiendo las mismas cosquillas de antes.
—Eso es perfecto, porque te tengo un regalito de cumpleaños.
Me emocioné pensando que era uno de esos regalos que uno espera cuando te dicen eso.
—¿Lo tienes aquí? —Pregunté emocionado.
él hizo un ademán con sus labios indicándome que bajara la voz.
—Sí… lo tengo aquí, pero no sé si tú lo quieras. —Susurró. Colocando su mano cerca de mí entrepierna. Cada vez que Rodrigo hacía eso de improviso mi corazón sufría mucho. El rose de su mano cerca de esa zona me ponía la sangre como el Magma. Me sofocaba.
—¿Qué regalo es? —Susurré, cayendo en la tentación.
Él se acercó a mi oído y dijo.
—¿Quieres abrir el regalo?
Yo asentí, con su rostro cerca del mío. Entonces tomó mi mano y la colocó en se entrepierna era algo muy abultado. —¡Dios! Pensé mientras lo masajeaba, y escuchaba sus gemidos de placer en mi oído.
—¡Sácalo! —susurró, acariciando con su mano, mi entrepierna. Nuestros rostros se acariciaban mutuamente, sin que nuestros labios se acercaran.
Poco a poco bajé el cierre, pude escuchar el ronroneo del mismo, mientras lo deslizaba hacia abajo. Metí mi mano y toqué el bóxer. Escarbé un poco y mis dedos consiguieron pene, el cual me preparaba para sacar, cuando…
—¡Ya está lista la comida! —interrumpió la señora, y nosotros nos alejamos rápidamente. Él me imagino que se subió el cierre, porque lo escuché.
Después de eso, ambos quedamos muy, muy picados. Necesitábamos matar éstas ganas que nos teníamos.
Mi fiesta de cumpleaños fue magnífica. Hicimos un karaoque, bailamos, disfrutamos la pasamos genial y recibí varios regalos.
Al día siguiente no pasó nada importante. Rodrigo se había ido con sus tíos y primos al cine y al parque.
Al otro día. Me había levantado bien temprano. Algo me decía que debía hablar con Rodrigo.
En la tarden me había zambullido a la piscina. Había mucho calor. Rodrigo inmediatamente salió de su casa y desde la puerta corrió para zambullirse en la piscina.
—¿Hay calor verdad? —Me preguntó con una sonrisa pícara en su rostro. Pero yo me hice como que no escuché y me sumergí. No había pasado ni cinco segundos, cuando sentí que alguien me abrazó por la espalda, y algo más o menos duro se restregaba en mis nalgas. Inmediatamente me solté, y lo agarré, y le quité el pantalón, su pene quedó flotando a la deriva. Y aproveché para hacerle el sexo oral. Pero no duré mucho, el muy desgraciado metió su pene por completo en m boca, y casi me llega a los pulmones. No podía respirar y subí a tomar aire. Para después seguir. Pero él me apartó, y se fue nadando, yo no sabía por qué, pero cuando salí… vi que Bruno se había metido en la piscina. Casi de un modo inmediato yo me salí y me fui a mi casa. Mi papá estaba trabajando, y mi mamá había salido en la camioneta con mis hermanas. Cuando entré a la casa, aún estaba mojado y excitado. Era otra de esas excitaciones dolorosas.
No habían pasado ni 30 segundos cuando Rodrigo tocó la puerta. Él estaba mojado y su cara decía todo lo que sentía.
—¡No hay nadie! —Jadeé con mi corazón a mil. Él miró a su alrededor y corrió a mis brazos, cerré la puerta estrepitosamente. Las ganas de besarnos en la boca estaban, y en varias ocasiones ambos intentábamos besarnos, pero no lo hacíamos. Creo que ambos esperábamos que el otro lo hiciera. O es que el beso es algo inalcanzable para los dos.
Pero después de unos segundos, abrazados, frente con frente, y nuestros dos bultos rozándose a través del pantalón. Él dijo:
—¿Quiero intentar algo contigo?
Yo asentí enérgicamente y me mordí ligeramente el labio. Me tiró al suelo, y me arrancó el pantalón y el interior. Mi pene se balanceó de un lado al otro cuando se vio libre y sin opresiones, mi espaldar era la puerta de entrada, y estaba casi desnudo solo me faltaba la franela que me acababa de poner cuando salí de la piscina.
Por unos minutos él me hizo el sexo oral como nunca antes me lo había hecho. Sentía que de algún modo él si quería comerme. Cuando mi pene estuvo bañado en saliva, él se quitó el pantalón. Pensé que era mi momento de seguir con el sexo oral. Pero hizo algo que no me esperaba. Se acercó a mí y me quitó la franela. Yo accedí a lo que él quisiera.
—¡Acomódate así! —Susurró, acomodándome de forma que en vez de estar sentado, estuviese recostado a la puerta, quería tener espacio para mi pene pero no entendía para qué. Estábamos cara a cara, hasta que poco a poco se fue agachando, y tomó mi pene con sus manos.
—¿Qué vas a hacer? ¬—Jadeé impresionado por lo que veía.
—¡Sólo disfrútalo! —Farfulló
Mi pene hizo contacto con su trasero. Estaba ansioso por saber lo que se sentía penetrar a alguien. Poco a poco fue penetrando su ano. Fue la sensación más rica que jamás había sentido. Su ano era calientito y muy ajustado a mi pene. Rodrigo gimió cuando se sentó por completo en mi regazo.
—¿Te duele? —Pregunté al ver su cara.
—Sí… ésta sensación se me hace familiar.
Ya ustedes sabrán a lo que me refiero.
Esperó unos segundos y comenzó a subir y bajar. Cada vez que bajaba y escuchaba como gemía, me parecía irracional. Algo irreal.
Después de unos minutos, la acción comenzó. Lo acosté en el suelo, y comencé a penetrarlo con fuerza. En varias ocasiones algunos gritos se le salieron, y yo lo callaba con una mano, mientras que con la otra sostenía su pierna. De algo tenía que servir las películas porno que una vez vi con mi primo.
Después de unos excelentes minutos, mi pene estaba rojo, muy rojo. Y ya no iba a aguantar más.
—¡Acaba dentro de mí!
Yo hice una pausa para analizar lo que me había acabado de decir, y luego lo entendí.
Continué y continué hasta que la explosión llegó. Esa explosión de adrenalina pura y satisfacción. Quedé con ganas de más, mi pene no se debilitaba por nada. Y no sabía si era bueno o no. después de unos segundos. Quité lentamente mi pene de su ano. Me gustaba ver como había quedado de dilatado, cuando de pronto vi que salía mi propio semen, con mi pene aún erecto, lo introduje, Rodrigo hizo otro gemido de dolor placentero. Pero el semen no se quedaba dentro. Y yo me estaba excitando otra vez.
—¿Quieres continuar?
—No sé. Esto es nuevo para mí. Estoy cansado, pero algo me pide más y no sé que falta. Por unos cuantos segundos más estuve penetrando a Rodrigo. Pero luego comencé a hacerle el sexo oral. Y allí comenzó la segunda fase. Ahora venía él. Y yo de verdad quería saber lo que se sentía eso.
Cuando el pene de Rodrigo estuvo bastante erecto. Él me acostó bocabajo en el sofá.
Pero antes de penetrarme, se recostó sobre mí, y me susurró al oído.
—No quiero lastimarte. Así que avísame cuando debo parar.
—Ok —Dije.
Así mismo, mientras estaba recostado en mi espalda, y me abrazaba con una mano, con la otra posicionó su pene en mi ano. Al principio fue muy… Sabroso. Y estaba nervioso. Luego cuando ya su pene estaba posicionado, me abrazó con la otra mano.
—Allí voy.
No sé cómo explicarles lo que sentí… principalmente fue muy tierno conmigo. En todo momento me suplicó que aguantara un poquito más. Pero es que fue tan doloroso. Que jamás pensé que algo así fuera a ser placentero. Él logró meter todo su pene. Todo su monstruoso pene. La cuestión era que lo sacara. Tenía tanto miedo, porque me dieron ganas de ir al baño. Fue terrible.
—¡Sácalo por favor! —Gemí, y él con toda la paciencia del mundo lo sacó.
—¿Te duele mucho?
Asentí. Pero después de echar un vistazo a su pene, todo estaba limpio.
Pero no podía arriesgarme. Así que lo recosté en la pared, y comencé a hacerle el sexo oral. Hasta que acabó en mi boca. Fue una experiencia bastante extraña, ya que era como abrieras una llave a presión y lo que saliera de ella fuese un líquido espeso y con un sabor peculiar. Pero luego lo fue a escupir todo en el lavaplatos.
Me había sentido muy mal por no corresponderle a Rodrigo.
Los siguientes días estuvieron muy divertidos.
Hicimos más fiestas en el estacionamiento con todos nuestros amigos. Y un día. Volvimos a robar la llave de la casa 5. Y allí también lo penetré, y él volvió a hacer el intento conmigo, pero esa vez aguanté un poquito más. Ése día lo hicimos en el sofá de cuero, que quedó completamente lleno de nuestro sudor. Había mucho calor.
Nunca en mi vida, había conocido a alguien que me influenciara tanto en romper las reglas. Y… nunca me había sentido tan feliz con alguien así. Ojo… teniendo en mente que lo nuestro solo es un Juego. Así fue como pudimos estar juntos. Pensando que todo era un juego.
Pero yo sabía que eso solo era una excusa para poder estar con Rodrigo.
Después de que lo hicimos en la casa de la muerta, no lo volvimos a hacer. Sin embargo en la piscina no perdíamos tiempo, pero sólo nos masturbábamos debajo del agua hasta quedar exhausto. Sentir que él agarrara mi pene en sus manos era una gran experiencia. Y él lo disfrutaba. Le encantaba sentir mi pene dentro de sí. Le encantaba tocarlo y saborearlo. Al menos eso era lo que hacía cada vez que podíamos.
Una noche… él me envió un mensaje.
—Debo hablar contigo. Te espero en la casa 5
A las 12. Cuando ya no había nadie despierto. Y levanté de la cama, fui hasta la caja fuerte para agarrar la llave y salí.
Allí afuera me esperaba él. Se veía tan bonito.
—¿Qué sucede? —Pregunté.
—Debemos entrar. —Sugirió. Su tono de voz no era para nada alentador.
Ya una vez en la sala.
Él se sentó en el sofá y yo en la mesa.
—¿Qué ocurre?, me tienes preocupado. —Dije tomando su mano, y acariciándola.
—Max… —Murmuró— Debo irme ésta misma noche.
Eso me asustó.
—¿Por qué?, ¿Qué ocurre? —Farfullé, cambiándome de posición y sentándome a su lado.
Pero él se levantó inmediatamente.
—¡No te me acerques! —Gruñó ferozmente.
Mi preocupación hacia él se había convertido en extrañeza. Él no era así.
—Recuerda bien esto… No soy Marica.
Ya me había cansado con su Mariquera. Y respondí irónicamente.
—¿Ah sí? ¡No me digas!… —y me levanté preparado para que él decidiera dar el primer golpe.
Pero él estaba nervioso, se veía a simple vista que no quería pelear, y miraba a todas partes, desorientado. No podía seguir presionándolo.
—Rodrigo. ¿Qué ocurre? —Dije acercándome a él. Pero me rechazó y trató de irse a otro lado pero lo detuve por el brazo y lo obligué a que me mirara—. ¡Habla conmigo! —Murmuré. Pero él estaba muy molesto, y llegué a pensar que me daría un golpe hasta que me abrazó.
—Max… hay personas en ésta residencia que son muy malas.
Asentí, esperaba que él me lo contara todo.
—¡No puedo contarte más, porque te estaría metiendo en un problema!
El abrazo se deshizo y ambos nos miramos momentáneamente.
—Tu padre hizo una muy… muy mala inversión en ésta residencia. Ya que es un conjunto residencial solo para una familia en especifico.
—¿Qué? —Jadeé asombrado.
—No puedo seguirte contando. Pero no porque no quiera, entiende eso. Sino porque éste juego entre nosotros dos. Se ha transformado en algo extraño para mí. Estoy confundido.
Yo no sabía que decir, estaba en shock.
—Max… Siento que te estoy queriendo de otra forma. Lo sé porque cada vez que te veo, cada vez que huelo, cada vez que te siento o escucho tu voz. Me corazón palpita fuertemente. Deseo estar contigo por el resto de mi vida. Pero hay algo que me detiene…
—¿Qué? —Inquirió entre dientes.
—¡Que te amo mucho como para lastimarte! Y yo represento un peligro para ti.
Lo tomé por el rostro y lo acerqué al mío. Se estaba despidiendo y eso me dolía. Nuevamente tuve el impulso de besarlo pero solo acaricié su nariz con la mía.
—¡No Digas eso!, Contigo me siento a salvo, seguro y tranquilo. —Me mordí el labio aguantando las ganas de besarlo. No quería hacerlo hasta que él lo hiciera primero
Desde afuera la corneta de un auto sonó tres veces.
El se asustó y se separó de mí.
—Debo irme.
—No, por favor. No te vayas. Quédate —Rogué, tomándolo por el brazo.
—¡Max, Quédate aquí hasta que el auto se vaya!
Dijo separándose de mí, e indicándome donde debía quedarme. Pero no podía. Sentía que lo iba a perder para siempre. La casa estaba oscura, por lo que nadie podría vernos desde afuera. Entonces di un paso más hacia él y dije impulsivamente.
—¡Rodrigo! —Él se detuvo y me miró fijamente a los ojos. Esperaba impaciente a que yo terminara de hablar—. ¡Te amo! —Su rostro perdió esa preocupación, Gracias a la poca luz de su linterna pude ver como sus ojos se empañaron. Impulsivamente se acercó a mí y me abrazó.
—El amor que siento por ti… —Jadeó— es… Indomable…
Tocaron otra vez la Corneta. Tres veces. Nuestro abrazo se deshizo y antes lo besé en la frente.
—¡Te voy a extrañar! —Farfullé.
—Vengo cuando mi situación se mejore… —Dijo, y se marchó…
Continuará…
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