METAMORFOSIS 25
Aversión y apego.
Gustavo muy borracho entró furioso en casa de Noelia, contrariado le dijo que no exija dinero más que el necesario que le daba para la manutención de sus hijos, que la propiedad no producía, los ánimos se caldearon en la pareja y al hombre le salió un exabrupto de prostituta diciéndole que seguramente en el trabajo tenía un amante y se veían las noches según comentarios de los vecinos, ella colérica le respondía de malos términos negándolo, vinieron los golpes masculinos, los niños lloraban y ni eso interrumpía la pelea que cada vez se hacía más intensa tanto así que los vecinos entraron, Gustavo inconscientemente señaló a uno de ellos equivocadamente diciendo que era su amante, el aludido lo negó cayéndole a golpes, Gustavo salió iracundo de la casa dejando ensangrentada a Noelia, un hombre observaba desde lo oscuro de la calle la escena, trataba de cubrir su cara en parte con el humo del cigarrillo, gesticuló una sonrisa con mueca, expulsó más humo de la boca y se retiró, aquel hombre cara cortada caminó un largo trecho, se acercó a una mujer que desde la ventana bajaba el vidrio del automóvil de la época para escuchar el comentario, estiró su mano muy sonriente y complacida extendiéndole dinero al hombre malviviente que lo guardo en su bolsillo palmeándolo, para él eso significaba muchas noches de farra y tertulia con las meretrices, el automóvil aceleró perdiéndose en la noche.
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Sandra entraba en casa muy complacida, vio a Carlos Felipe Del Olmo durmiendo en su cama, se acercó a besarle las mejillas, apretó las manos como resultado de su alegría que se transformaba en angustia, rabia y decepción, sabía que le era infiel con Noelia, lo despertó con caricias y besos, se desvistió y le insinuó hacer el amor, Carlos le pidió que no era el momento, quizá mañana, ahora estaba cansado, ella decepcionada le reclamó dándole la espalda y se durmió, metros de ahí estaba dormido el pequeño Serafín, en la otra cama estaba Hermógenes muy expectante a la espera, veía muy dormido a su hermano, la luz pública se apagó, pero el claro de luna permitía ver con algo de claridad la habitación, rato después la puerta se abre, el cuerpo escultural de una mujer aparece entre el claro de luna reflejado en su piel, se aprecia la capacidad bucal en sus dientes tras su amplia sonrisa, el chico le responde de la misma forma, ve caer el camisón observando a medias la desnudez femenina, desde hace rato se había manoseado el pene que en su glande estaba mojado con líquido pre seminal, abre sus piernas juveniles, ella se acerca a oler ese pene que tiempo atrás lo había desvirgado, su calentura motivó a lamerlo y chuparlo quedando el liquido pre seminal en los labios que cuando los abría ese liquido se estiraba cual si fuese gelatina transparente, abrió toda la boca mamándolo repetidamente, el chico mordía los labios lleno de placer, expulsaba aceleradamente su aliento, todo era placer a su pene, la lengua de ella en forma de punta pasaba entre los testículos subiendo por el tronco del pene hasta llegar al glande y seguía mamándolo por segundos, ya el pene estaba totalmente ensalivado por lo que Aida consideró acostarse encima del cuerpo de Hermógenes, puso el pene en la entrada de su vagina y se tendió sobre el cuerpo del muchacho con el pene totalmente adentro de la vagina, comenzaron a moverse arriba y abajo con movimiento acelerado, la cama hacía algo de ruido por los resortes oxidados pero a ellos no les importaban, vivían su momento de placer, ella buscaba los labios de Hermógenes chupándolos y besándolos con pasión, él le correspondía dejándose llevar, el claro de luna le permitía ver en algo aquel movimiento de entrada y salida de su pene en esa vagina, los pezones de ella rozaban el pecho de Hermógenes, le pidió que se los chupe, Aida al sentir la lengua en la punta de sus pezones se ladeó quedando boca arriba, aprovechó Hermógenes para acostarse sobre ella, puso el pene penetrándola, el mete y saca fue acelerado con la cama haciendo algo de ruido, ella lo hizo detener, Aida se abrió de piernas lo más que pudo dejándole ver la vagina abierta a plenitud, le pidió que se la chupe, el chico con recelo lo hizo, su nariz estaba mojada al pasar torpemente con la lengua por el clítoris haciéndola gemir las rodillas de ella rozaban con la cabeza de Hermógenes, luego las abría, ya sentía ella el gustito por acabar, le pidió que se lo meta, así lo hizo, el mete y saca fue a ritmo continuo, gemían muy fuerte, la cama sonaba en sus resortes, ambos cuerpos unidos moviéndose por las caderas arriba y abajo, arriba y abajo, mete y saca, mete y saca, al rato Hermógenes dejaba su semen dentro de ella que también se complacía con su orgasmo, se besaron, el muchacho se ladeó quedando como ella con cara viendo al techo, se escuchaba la respiración, ellos no se dieron por enterados que el inquieto Serafín había observado todo, Aida se vistió, Hermógenes sentado en la cama agitaba su pene lanzando los restos de semen al suelo, Aida se acercó dándole un apasionado y prolongado beso, el muchacho sacó del velador papel para limpiarse el pene, mientras él estaba agachado limpiándose Aida se acercó a Serafín que disimulaba estar dormido, ella pasó por unos instantes el dedo por los labios del pequeño, se agachó dándole besitos en la mejilla, ella se dio cuenta que el niño estaba despierto porque su inocencia lo delataba ya que pese a disimular estar dormido con los ojos cerrados el pequeño Serafín estaba riéndose, vio que Hermógenes salía del cuarto para asearse con agua el pene, ella calculó el tiempo en que Hermógenes retornaría al cuarto y aprovechó de inmediato para hacerle de cosquillas, deslizarse el pijama contemplando por segundos ese penecito infantil descubierto que el pequeño lo agitaba teniéndolo algo erecto, Aida se agachó y chupó el pene del pequeño, eso le gustaba y se dejaba con placer, lo hizo muy rápido ensalivándolo completamente, ella lo puso al pequeño en un extremo de la cama, se acostó junto a él y muy rápidamente deslizó su calzón, sujetó al niño acostando sobre su cuerpo, acomodó las caderas del pequeño e hizo que ese pene infantil le rozada su húmeda vagina, esa posición era preferida por el pequeño que disimulaba con su pene infantil el mete y saca, lo tomó de los cabellos acariciándolos, lo besó y luego de un impulso se separaron, Aida estaba con el tiempo, le hizo señas que se durmiera, un par de minutos después entra Hermógenes, ella se despide con un beso prolongado, el muchacho alegre se acuesta, ella se acerca a Serafín, le da un beso en la mejilla, le dice en voz baja al oído que mañana vaya a su cuarto para seguir haciendo ese jueguito, que lo esperaba con un regalito, el niño con los ojos cerrados responde con una larga risa, Aida observa a ambos hermanos, en su mente tiene la idea de estar complacida de tener a su gusto ambos penes de hermanos, solo que debe cuidar las apariencias ante Griselda la nueva empleada, Aida sale de la habitación metiéndose los dedos en la vagina.
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El clima en el campo por esa temporada era de lluvias y calor, no era raro ver a los niños pequeños desnudos bañándose en el río como era el caso de Dagoberto que brincaba y corría alegre sobre la arena, el hombre escondido entre los montes observaba el movimiento agitado del pene del pequeño y su alegría en la cara al rodar el cuerpo infantil sobre la arena, a un costado estaba Lucrecia sentada sobre una piedra que da al rio lavando la ropa, el hombre miraba a todos lados para no ser visto, se complacía viendo a la chiquilla de doce años abierta de piernas donde se apreciaba su vagina, aquella vagina que el hombre había desvirgado y la consideraba solo suya, aquel hombre esperaba con impaciencia el momento de estar a solas junto a ella como en otras muchas ocasiones anteriores, solo que ahora pensó que iba a ser diferente el encuentro, la cara del hombre miró la posición del sol, le hizo desde lejos en los montes la señal acostumbrada, ella lo observó, sonrió prudentemente y llamó a su hermano para que lleve la ropa y le traiga el almuerzo, el pequeño de carácter alegre se puso el calzoncillo y llevó la ropa por el camino de herradura lleno de maleza, su casa estaba un poco lejos, iba caminando pausadamente, su pene moviéndose a los lados, le gustaba ver ese movimiento, cuando el niño se alejó de la hermana aprovechó aquel hombre saliendo muy alegre a la orilla con la intención de que ella lo observara, le hizo señas, Lucrecia dejó a un lado la ropa y corrió a donde estaba aquel hombre que le dio un obsequio envuelto en papel ella lo desdobló y observó papel moneda, de nuevo en forma rápida lo envolvió poniéndolo en un bolsillo de la falda, se miraron sonrientes, rodearon los brazos en las caderas y caminaron monte adentro al lugar donde siempre se declaraban su amor, se dieron besos por todo el cuerpo mientras se ayudaban a desvestir dejando la ropa escondida sobre monte seco, caminaron unos metros más donde estaba aquella piedra donde ella fue desvirgada, Lucrecia se acostó manoseando la vagina viéndole a su macho cómo agitaba el pene erecto frente a ella parado sobre la roca, a ella le gustaba mucho contemplar esa escena, el hombre se arrodilló abriéndole las piernas, procedió a pasar la punta de la lengua en el clítoris, lo chupaba y lo mordía suavemente, mientras eso le hacía le rozaba un dedo por entre las nalgas, ella se retorcía sobre la piedra llena de placer, le pedía que no se detuviera, aquel hombre obedecía, ella respondía con gemidos, él se detuvo a contemplar esa vagina mojada de saliva, ella respiraba aceleradamente, el color de su piel era rojo pese a ser trigueña, casi estuvo a punto de un orgasmo pero el hombre mañosamente al detenerse lo había evitado quería dejarla llena de ansiedad, se acostó junto a ella abrazándose llenándose de caricias y besos todavía tenían mucho tiempo para amarse con tranquilidad, ambos se miraron sonrientes por un largo rato, Lucrecia le pidió que siguiera y él lleno de júbilo se arrodilló abriéndola las piernas para nuevamente lamerle, chuparle y morderle suavemente el clítoris y los labios vaginales que a ella tanto le gustaba, le puso saliva, siguió y siguió haciendo eso, ella le pedía que ya le metiera el pene, el macho hizo un alto parándose a un lado de ella para que observara la agitación del pene, se puso saliva en el glande quedando brilloso, la abrió de piernas puso su pene en la entrada de la vagina, se acostó suavemente sobre el cuerpo de la chiquilla y empujó su cadera haciendo que el pene penetrase suavemente esa vagina que la había desvirgado y que era suya, en cada encuentro aquel hombre se enamoraba más de esa vagina y sentir las palpitaciones de su pene dentro de esa vaginita era la gloria, más aún con el mete y saca delicioso, cuando sintió que ya se venía sacó el pene de la vagina expulsando el semen sobre la barriga de Lucrecia, lo hacía como siempre por precaución para no dejarla preñada puesto que luego de varias cogidas ella tuvo la regla, se abrazaron por largo rato viéndose la plenitud de la desnudez de sus cuerpos, en ese preciso momento Dagoberto seguía caminando en dirección al río llevando el almuerzo a Lucrecia, iba muy feliz llevando el pequeño canasto, a lo lejos vio a un jinete que se bajaba del caballo, era Wilson, aquel chico de dieciséis años, cuyos padres trabajaban en la ganadería de Carlos Felipe, el pequeño Dagoberto de siete años pasó cerca del Wilson saludándose, eran amigos de juegos en el río con otros chicos, Dagoberto se sentó a descansar, Wilson miraba jocosamente el calzoncillo del pequeño en la que se mostraba el pene salido por una manga, Dagoberto estaba sentado sobre una roca, abierto de piernas con la punta del pene expuesto rozando sobre la roca, mientras conversaban vio que el niño jugueteaba su pene con los dedos de forma inocente, Wilson bajó la cremallera del pantalón abriendo la tela mostrándole el pene salido de su calzoncillo, el niño se rió al ver que Wilson imitaba los manoseos que se hacía en el pene, ambos imitaron los movimientos a manera de juegos, no paraban de sonreír, Dagoberto pensó que era un juego pero Wilson sabía que era algo más y se estaba aprovechando de la situación, Wilson no había hecho sexo desde hace cinco días y estaba inquieto por masturbarse, vio en el inocente pequeño Dagoberto la posible salida a su necesidad sexual del momento, Wilson vio a los costados asegurándose no ser visto, se levantó entrándose al monte, desde ahí le hizo señas al niño que lo siguiera, el inocente pequeño tomó su canasto y se adentró con Wilson, llegaron a un frondoso árbol a su alrededor había hojas secas y un par de rocas pequeñas algo planas, vieron por unos instantes el lugar, Wilson se desnudó enfrente del pequeño haciendo movimientos graciosos que a Dagoberto le hacía reír, sacó de su bolsillo algunos centavos mostrándoselos al niño que al verlos se inquietó, el muchacho las puso de nuevo en el bolsillo, el chiquillo le pedía que se los regalase, Wilson con sonrisa complaciente frotaba el pelo del pequeño y se dirigió hacia el frondoso árbol, en una de aquellas rocas se sentó Dagoberto viendo orinar a Wilson en el árbol, Dagoberto se acercó junto a Wilson a orinar, el pequeño travieso le mojó la pierna con orina, Wilson saltaba graciosamente haciéndolo reír, lo sostuvo de las caderas al pequeño bajándole con violencia el calzoncillo dejándolo desnudo, luego alzándolo un poco frotándose los penes así parados, lo acostó sobre las hojas secas que simulaban colchón natural, ahí le hizo cosquillas revolcándose sobre las hojas, Wilson lo detuvo al pequeño quedando acostado boca arriba algo abierto de piernas, sus caras estaban unidas, Wilson pasó la nariz por la frente y pelo del pequeño oliendo su característico aroma de niño de campo, Dagoberto sintió pujando el peso del cuerpo de Wilson, sintió que su penecito era frotado por el pene erecto de Wilson, ante tantas pujadas de Dagoberto se detuvo el movimiento de caderas de Wilson, levantó al pequeño quitándole las hojas del pelo y resto del cuerpo, había perdido su sonrisa estaba algo tímido, Wilson se dio cuenta y pese a ello momentos después siguió con el juego de las cosquillas haciéndolo reír nuevamente al pequeño logrando recobrar la confianza, ahora ambos revolcándose sobre las hojas, lejos de ahí Lucrecia y su macho se besaban, después la lengua del hombre adulto hacía estragos en la vagina de la chiquilla de doce años, la tenía bien excitada con el dedo entre las nalgas, le hizo un largo continuado mete y saca en la vagina el hombre sabía que ahora la eyaculación demoraría y se complacía teniendo sometida a ritmo esa vagina a plenitud, la hizo poner boca abajo, ella apoyó sus cara en sus manos, el libidinoso pasó la lengua en las nalgas lamiéndola, luego besándolas y mordiéndolas, abrió las nalgas oliendo el ano, ella reía complaciente, era la primera vez que le introducía la lengua, sintió delicioso ese movimiento, sintió la saliva escurrir por la entrada de su ano y la lubricación de los dedos que actuaban en las paredes entrantes de su ano, aquel hombre miró su pene que ya tenía liquido pre seminal, puso saliva en su glande que goteaba al suelo; lejos de ahí, Wilson y Dagoberto tomaron la punta del pene con los dedos oliéndose los restos de orinas, sentó al pequeño sobre la roca se arrodillo frente a él abriéndole las piernas, la punta de su lengua lamia el prepucio que recubría el glande del penecito, deslizó el prepucio infantil quedando expuesto medio glande, volvió a poner la punta de la lengua en el glande, le preguntó al niño si le estaba gustando, la respuesta del pequeño fue una sonrisa amplia y asentimiento, Wilson abrió toda su boca introduciéndose todo el pene del pequeño que aumentaba la risa, Wilson mamaba y chupaba, mamaba y chupaba, mamaba y chupaba, Dagoberto reía, reía y reía, lejos de ahí, Lucrecia sentía el roce del glande de su macho entre sus nalgas, sintió el tronco de carne que entraba y lo sacaba con mucha sutileza, lejos de ahí, Wilson recostaba a Dagoberto de pecho sobre la roca, le abrió las nalgas, el pequeño sintió el dedo de Wilson con la saliva entre las nalgas llegando al ano lubricándolo, le preguntó que le iba a hacer, Wilson respondió que solo era un jueguito, el muchacho lamió por unos instantes las nalgas del pequeño, le preguntó a Dagoberto si sentía rico, él le respondió que sí, Wilson hizo una mueca de risa luego hizo movimientos de masturbación al pene de Dagoberto y le volvió a preguntar si le gustaba y de nuevo el pequeño le respondió que sí, Wilson puso nuevamente saliva en el ano del pequeño, chupaba y lamia las nalgas al mismo tiempo que frotaba el pene del pequeño, la lengua de Wilson arremetía el ano, el pequeño gemía con placer, lejos de ahí, Lucrecia sentía delicioso el roce del glande de su macho en su ano, descansaron un poco, el hombre se acostó sobre la roca boca arriba, su pene estaba como mástil, ella abrió las piernas acuclillándose de tal suerte que la vagina tenía en su entrada el glande del hombre, a Lucrecia le gustaba esa postura la hacía sentir más hembra con el sube y baja de sus caderas, le gustaba también porque lo hacía gemir a su hombre, lo hicieron por unos momentos, después ella acuclillada se dejaba colocar de manos del hombre el pene entre las nalgas, le dijo que hiciera el sube y baja, el pene rozaba entre las nalgas humedecidas de saliva, ella sentía placer descomunal, lejos de ahí, la lengua de Wilson había cumplido con darle placer al sorprendido Dagoberto, el pene estuvo entre las nalgas de Dagoberto, igual que en las nalgas de Lucrecia, Dagoberto recostado apretaba los dientes, Lucrecia sudorosa mordía los labios, el pecho de Wilson se posó sobre la espalda y cabeza de Dagoberto, Lucrecia sintió algo dentro de la entrada de su ano, Wilson sujetó apretando con su cuerpo contra la roca a Dagoberto, aquel hombre sujetó de las caderas a Lucrecia, Wilson empujó con toda su fuerza la cadera haciendo la penetración total, aquel hombre bajó con fuerza las caderas de Lucrecia deslizándose el pene entre la saliva rompiendo y abriendo el ano, al mismo tiempo, Dagoberto y Lucrecia daban un grito desgarrador al ser sodomizados, al mismo tiempo, los penes latiendo del ano desvirgado, al mismo tiempo, el mete y saca, gemían, sollozaban, las lágrimas escurridas, ambos penes por unos instantes dentro de cada ano desflorado, Lucrecia se desprendió del pene de su macho con dolor y angustia, Dagoberto arrimado a la piedra tembloroso sentía cómo el pene de Wilson se apartaba de su ano, ambos hermanos parados pensativos dejándose limpiar, para el caso de Lucrecia, aquel hombre la mimaba con ternura despidiéndose prometiéndose un próximo encuentro quedando adolorido el ano de la chiquilla, para el caso de Dagoberto solo indiferencia y algo de temor dibujado en el rostro de Wilson yéndose del lugar no sin antes darle unos centavos a cambio de su silencio, el pequeño sodomizado vio al jinete montarse a caballo perdiéndose por el sendero bajo un sol ardiente, no dejaba de rozarse los dedos entre las nalgas con un agudo dolor que lo hacía caminar lentamente no dejaba de mirar los centavos que los había puesto en la tela que cubría el almuerzo, al mismo instante Wilson galopando rozaba su pene sobre el calzoncillo recordaba los momentos vividos con el pequeño, se propuso no dejarse ver de él por un tiempo pero decidió que lo volvería a coger por el camino si lo volvía a encontrar dándole otros centavos, sabía que su debilidad eran los centavitos, se había desarrollado otra metamorfosis en el pequeño Dagoberto, caminó pensativo con su ano adolorido cerca de la orilla del río, terminó de limpiarse, el dolor era fuerte, habían restos de llanto en sus mejillas, pero pese al dolor se rozaba las nalgas con los dedos, había algo de gusto en aquello, que él no podía describir, seguramente por su corta edad, el pequeño caminó muy lentamente manoseándose las nalgas, por un largo rato siguió su camino hasta llegar donde estaba Lucrecia su hermana, de igual forma ella estaba muy pensativa, probó poco bocado pues estaba frio el almuerzo y también su estado de ánimo no era el de comer, a Lucrecia le dolía el ano, lanzó el resto de comida al río donde los peces dieron festín, el pequeño muy pensativo estaba sentado sobre a arena húmeda, sintió mejoría, ya la sangre había dejado de emanar, pero al pasarse el dedo sentía molestia de ardor, fue entre los montes a defecar, al principio le daba miedo expulsar por el dolor que sentía pero poco a poco fue botando el excremento mezclado con hilillos de sangre, era muestra de la sodomía que había tenido, la contempló por un instante, con miedo lo tapó con arena, por coincidencia a su lado vio otro bulto de arena recién hecho, seguramente era el de su hermana, al despejar la arena con un palo se dio cuenta que no se había equivocado y que también tenía sangre, el pequeño Dagoberto con su inocencia pensó que seguramente esa sangre era de la comida con mucho picante con tomatillo rojo y pimentón chile que había comido su hermana con mucha gula la noche anterior, cubrió de arena, escuchó su nombre en boca de su hermana que le ordenaba ir a casa, ambos hermanos caminaban pausadamente sin decirse que habían sido sodomizados al mismo tiempo, la vida ya no sería la misma para ambos, el destino les tenía preparado muchos sucesos.
FIN DEL VIGÉSIMO QUINTO EPISIODIO
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