METAMORFOSIS 55
Albricias.
El bullicio de la capital encrespaba los nervios campestres de la nana Dulce, había sido encomendada para llevarle comida y ropa limpia al niñito amito Gustavito como cariñosamente le decía, Gustavito también le tenía un cariño especial como si fuera su nieto, llegó una vez imprudentemente a decir que más cariño le tenía su nana Dulce que la misma abuela Micaela pero que no dudaba del gran amor que le tenía a su abuelito Rodolfo, esos días en la capital acompañada de la empleada de la estancia para la nana eran tanto alegría y otro tanto de incertidumbre pues mucho no conocía la ciudad, Gustavito en sus horas libres la llevaba a pasear, la nana se complacía con el carácter del muchacho de ya trece años cumplidos en ese mes de septiembre de 1942, la inquieta nana notó que ya se rascaba disimuladamente el pene vestido, en sus adentros ella decía que ya se le venía lo hombre al pequeño Gustavito, aunque no tan pequeño pues había crecido mucho, era tan alto como su padre, se puso cabizbaja con ese pensar que Gustavito le preguntó el motivo de su congoja que se mostraba evidente en su rostro, no estaba ella decir lo que opinaba sino en una tercera persona allegada a ella, solo le hizo un gesto que lo olvidase, retomaron la caminata, pasaron por un mercado, un tanto apartado del pensionado, su senil corazón acelera imprudente cuando ve en su delante a una mujer mulata portando un canasto junto a otra chiquilla de once años recién cumplidos, esa niña era Sara Guillermina e iba con su madre Griselda la mulata nieta de nana Dulce, grata coincidencia, la primera reacción de la anciana fueron los regaños, luego los golpes, después el abrazo fundido con lágrimas, risas contenidas, Gustavito a prudente distancia presenciaba el hecho de acciones contradictorias, Griselda le decía a Sara que abrace a su bisabuelita, la anciana se puso a llorar con más ímpetu, el maravilloso encuentro para la anciana era sobrecogedor, Griselda los invitó a que conocieran su hogar, una gran puerta se abre empujada por unas manitos de piel morena clara de un niño con una sonrisa linda, era Juan Asdrúbal de cinco años, hijo de Griselda y el chófer Ramón, entraron a casa, conversaron de muchas cosas entre las más importantes acerca de la vida que había llevado Griselda los primeros días en la ciudad, de cómo fueron sus trabajos, le habló del hombre al que ahora tenía como compañero, se enteró de la muerte de Andreina ex esposa de Guillermo Izaguirre, aunque Griselda no lo deseaba saber ánimo se resignaba a escucharle, la nana Dulce insistentemente le contó en clave que Guillermo Izaguirre, el padre de Sara Guillermina, había vendido todas sus tierras yéndose a lugar indefinido, no se sabía de él, la nana miraba fijamente los rasgos de la nena muy parecidas a su verdadero padre, de igual modo lo comprobó Gustavito, era muy bonita esa nenita de once años, le vino un raro cosquilleo, inquietud y sentimiento, a plática continuaba, el travieso Juan Asdrúbal realizaba sus ocurrencias haciéndole reír a la nana que se lo comía con abrazos y besos, llegó Ramón quien al enterarse de su visita la colmó de respetuosa atención, Gustavito prefirió que la nana se quedase a dormir allí y que pase los días que deseara y así fue por todo aquel tiempo en que iba a la capital ya no con la inquietud y el recelo sino con más ánimo, tanto así que la nana ansiaba fin de mes para ir a la capital a ver a sus seres queridos.
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Los gallos cantaban airosos el amanecer, a esa hora de la madrugada los peones camino al establo con las mujeres para ordeñar, el frío de temporada en la mañana en la estancia del Dr. Luis Daniel Pérez hacía que los habitantes se cubran adecuadamente para las faenas, también para dormir apaciblemente, uno de ellos era Luis que poca actividad de trabajos hacía en la estancia, se dedicaba a pasear y esporádicamente hacía trabajos rudimentarios, la delicadeza de su modismo lo hacía obrar con pretexto ante su padrastro tolerante, la hija del doctor seguía internada estudiando en la capital en una preparatoria exclusiva, por eso la mayor atención para el doctor era su hijo Luis Alfonso con más de dos años cumplidos, Luis desde la ventana veía al padrastro haciendo mimos con caricias y abrazos al pequeño teniendo en su delante a Clemencia la madre del niño ahora esposa del doctor, también estaba Agripina sentada desmadejando en una mecedora, Luis suspiraba muy seguido, esa escena le molestaba en parte, se acostó pensando en Leandro, anhelaba volverlo a ver, pero cuándo, se decía, cuándo, y se manoseaba el pene erecto amoldado en la tela, se levantó de la cama sin dejarse de agarrar el pene por dentro del pijama dándose placer y al asomarse a la ventana, allí estaba Arnulfo que a más de sonreír se rascaba el trasero con disimulo, Luis lo había pillado en cierta ocasión llevándoselo a Teófilo el hijo de un humilde peón llegado a esos lugares rurales por allá adentrándose en la montaña entre montes, el pequeño de seis años se había hecho muy amigo de Arnulfo y llevaba una resortera para cazar pájaros, los dos iban muy animados, Luis los seguía cautelosamente, vio que Arnulfo de once años era el de la iniciativa pues a Teófilo en lo que estaba parado le iba desabotonando el pantaloncito corto y lo deslizaba igual que su interior, Teófilo se limitaba a obedecer lo que le decía Arnulfo que levante los pies para quitarse la ropa, Arnulfo en delante de Teófilo se quitaba la ropa, lo tomaba de un brazo y con mano al hombro lo hacía que diera unos cuantos pasos hacia donde había yerba seca y ahí lentamente lo acostaba haciéndole que se abriera de piernas, ya para eso el penecito de Teófilo estaba erecto tras haber sido estirado y agitado por los dedos de ese amiguito, Arnulfo se acostaba sobre el cuerpo de Teófilo haciéndole pujar, los dos penes unidos por el frote de caderas que se movían a los lados, Arnulfo lo ponía boca abajo y se le montaba con el pene moviéndose por la piel del trasero de Arnulfo, un sonido fuerte como de machete que se escuchaba de lejos hizo que se vistieran rápido y que Luis saliera con disimulo de su escondite, es en ese momento se interrumpe el desarrollo de los pensamientos de la mente Luis que se disiparon volviendo ante la realidad que ahora presenciaba, vio que los esposos entraban a la estancia con el pequeño Luis Alfonso, le seguía Agripina, desde la ventana vio a lo lejos a Arnulfo en un apartado rincón en el que de pronto dio unos pasos e hizo unas señas y al momento se acercó corriendo el pequeño Teófilo que tenía restos de basura en su cabello y en su espalda, tenía la cremallera abierta, Arnulfo vio a todos lados, se bajó su cremallera y se abrazaron de la cintura moviéndose parados las caderas con los dos penes unidos con cremallera abierta, se separaron y se subieron las cremalleras, Arnulfo le hacía señas de que mantuviera en silencio su secreto cada uno corrió en direcciones diferentes, Luis desde la hendija de ventana entreabierta lo había visto todo, bajó las escaleras y se escuchó una risa hilarante, se enteró que Clemencia esperaba el segundo hijo del doctor, eso lo puso un tanto serio, tomó un caballo con el deseo de pasear por el campo, le vino un deseo de estar con Leandro, lo extrañaba, llegó al rancho donde siempre muy atenta lo atendía Amacilia la dueña del rancho, conversaron de muchas cosas, la señora siempre tenía preguntas para Luis acerca de sus familiares y de su propia vida, cuando le preguntó a la señora sobre Leandro le dijo que no tenía noticias de su nietecito pero que en pocos meses tal vez llegaría, luego de comer lo que le brindaba la señora partía a galopar por la montaña, pasaba por la ramada en la que vivía Mauricio, lo llevaba al monte para hacer el amor mutuamente, con satisfacción de haber hecho sexo galopaba en dirección a la estancia de su abuelo Rodolfo Buonanote pasando allí toda la tarde, ya mostrándose el ocaso partía a casa de su padrastro el doctor Pérez, la entrada de la estancia llena de candiles bien iluminada igual que los cuartos le recordaban su niñez, se daba un buen duchazo y siempre salía cubriéndose el cuerpo solo con la toalla, en varias ocasiones se encontraba con Arnulfo y al disimulo se descubría a toalla mostrándole a Arnulfo su pene erecto peludo, Arnulfo se limitaba a verlo y a sonreír caminando aceleradamente con algo de recelo, en esta ocasión Luis salía del baño y vio a muchos niños hijos de peones jugando a las carreras, entre ellos estaba el pequeño Teófilo que pasó muy cerca de Luis, esperó a que el pequeño regrese y cuando lo hizo lo detuvo, esperó a estar a solas y se abrió a toalla con una amplia risa, Teófilo reía también al ver ese pene erecto de diecinueve años tan limpio y blanco, duró poco esa exposición, el pequeño reanudó su carrera mientras que Luis se dirigía con paso lento a la casona, al pasar vio en la gran sala a un gran grupo de peones con sus esposas e hijos jugando en el amplio jardín hasta donde les daba el claro de luz, Luis subió pausadamente las escaleras, se enteró que el motivo de la fiesta era para homenajear el alumbramiento de Clemencia, las horas transcurrían en la fría noche de temporada, los niños caminaban sigilosamente por altos corredores jugando a las escondidas, muchos a orden de Arnulfo subían con él al ático, otros se quedaban por debajo de la escalera, Desde su puerta entreabierta Luis le hizo señas a Teófilo para que ingrese, le hizo asomarse al vidrio de la ventana donde ya algunos niños eran descubiertos en el gran jardín, Luis empezó por detrás a mover las caderas con el pene erecto en el trasero de Teófilo llevándolo después a que se acueste en el extremo de la cama muy encorvado, el niño miraba las manos de Luis que le deslizaba la ropa asimismo mirándose los penes que se frotaban al movimiento de las caderas uniendo además sus pechos, un encorvado Luis le decía al pequeño Teófilo: “¿esto te hace Arnulfo, verdad?”, “este juego hacen ustedes, ¿verdad?”, el niño asentía con una mirada de inocencia, estaba a disposición de la iniciativa de Luis, “no te preocupes, no diré nada, es nuestro secreto, es nuestro jueguito”, “si te portas bien te daré regalitos,” esa declaración de Luis incrementó la inquietud del pequeño preguntándole que le iba a dar, Luis respondía que juguetes o dulces, Teófilo en su inocencia le pedía dulces aceptando así los regalos, el camino quedaba dado para que Luis le hiciera sexo en su cuerpito, Teófilo le dejó llevar por Luis en cada postura sexual, le pasó el pene por los labios y mejillas, luego bajó por el estómago hasta frotar el glande en el ombligo, lo acostó al extremo de la cama en posición perrito, Teófilo sintió un a rara sensación cuando la saliva de Luis chocaba su ano, luego sintió algo duro entrando en su entrada de ano, ante el meneo de cadera empujando el pene los gemidos no se hicieron esperar, Luis le pedía silencio diciéndole: “déjate, déjate, te voy a regalar algo hermoso que te va a gustar”, “por eso, mi pequeño, ¡aguanta!, ¡aguanta!”, le decía con gusto, el glande de Luis entraba en el ano de Teófilo milímetro a milímetro, de pronto chilló Teófilo, Luis se contuvo, se acordó del momento, no era prudente seguir hasta lograr desvirgarlo pues tanta gente estaba en la casona y un chillido del niño ante testigos ocasionaría sospechas conociendo que ya se sabía en silencio su inclinación sexual, pero es que Luis con la grata experiencia sexual sodomizándose con Leandro, ahora había optado por la tarea de desvirgar a los pequeños que se dejaban por su autoridad de ser hijastro del amo patrón, así que mejor ahora lo volteó poniéndolo en el extremo de la cama, así de inmediato unieron los penes, Luis lo frotaba ordenándole al pequeño a que mire como los dos penes se estaban frotando, se estaban cogiendo le dijo, además le decía al pequeño: “mira, mira, esto es muy rico, es rico”, “¿verdad?”, “¿verdad?”, Teófilo respondía asintiendo inocentemente a orden del activo joven, Luis ya sentía el deseo de eyacular teniendo los ojos cerrados, levantó un poco su pene peludo y el glande rozaba en la barriga del pequeño, un poco se deslizó en el ombligo de Teófilo, con placer Luis se levantó y le sacó de la cama al pequeño, se escuchaba voces de niños por los exteriores, dio cuenta que debía hacer de inmediato su deseo, se sentó en el extremo de la cama, le hizo acuclillar y que tome el tronco del pene erecto en sus manitos, se le hizo acercar, el glande con liquido preseminal recorría los labios de Teófilo, le dijo que abra la boca, el extrañado nene lo pensó unos segundos pero escuchó las promesas de Luis, de a poco en poco fue abriendo la boca, el glande entraba, Teófilo cerraba los ojitos, sintió un sabor desconocido en las mucosas, la lengua quedaba por debajo del tronco del pene, al sacarle de la boca Teófilo tosía, Luis alegremente le dijo que sacase la lengua del pequeño, el glande le rozaba igual que en los labios, le dijo que una los labios y chupe el pene como si fuese un helado, así lo hizo con dificultad, Luis no paraba reír, daba cuenta que para Teófilo era su primera experiencia de sexo oral, se masturbaba, le fue metiendo de a poco en la boca, Teófilo ya aprendía en cada instante a órdenes y guía de Luis, el pequeño miraba ese pene ensalivado que entraba y salía de su boquita, aún los testículos quedaban afuera pero los labios eran rozados por los vellos púbicos, vio el rostro complaciente de Luis mientras se metía el pene en la boca, su pelo era acariciado, le vio fruncir y de inmediato sacó el pene de su boca, de un impulso agitaba el pene, el pequeño vio que del glande salía un líquido blanco que se impactaba en las mejillas, parte se impactaba en sus labios, Luis relajado y complaciente lo miraba fijamente con cariño acariciándole el pelo, pasó un dedito por sus mejillas llevándose el líquido a la nariz, lo olió pero no encontraba definición, “es lechita que sale de luego jugar”, “con ella se hace hijos” le dijo al sorprendido nene, “Teófilo, de esto que hemos jugado no se lo cuetes a nadie” “¿de acuerdo?” el niño asentía en señal de aprobación, se mostraba la inocencia en su carita, el nene había experimentado su primer sexo oral, Luis se complacía de ser el primer hombre que puso el pene en la boquita de Teófilo, quedaba pendiente el romperle el potito, así, el complaciente Luis fue yendo por papel para desalojar el semen de la piel del rostro infantil, sacándole el semen alojado en la comisura de sus labios infantiles de niño precioso, luego sentó al nene en el extremo de la cama, le hizo abrir las piernas, Teófilo se limitaba a mirar a Luis que le mamaba el penecito, se escuchaba voces infantiles, Luis le pasó papel por su penecito que había quedado ensalivado, le dijo que saliera con cuidado y mañana venga a su cuarto calladito sin que lo vieran y le daba su regalito, el pequeño humildemente haciéndole caso asintió, se dejó vestir y antes de salir Luis le insistió que de este jueguito no dijera nada a nadie de los adultos ni tampoco a Arnulfo, de nuevo inocentemente Teófilo asintió obediente y salió del cuarto acomodándose la ropa por detrás, desde la ventana Luis miraba a los niños jugar sobre todo muy apegado Arnulfo con Teófilo que al disimulo a manera de juegos se agarraban los penes vestidos y corrían a lo obscuro del monte simulando jugar a alas escondidas después de largo rato regresaban arreglándose la ropa, esa noche Luis durmió con más endorfinas, pero pese a ello dentro de sí le decía que extrañaba a Leandro, aquel hermoso “gringuito” al que meses antes había desvirgado, su sueño se arrullaba con las voces infantiles recordando lo que momentos antes había hecho con el pequeño Teófilo y eso le hacía apretar su pene erecto dándose placer tomando una almohada pasándose el pene por la tela de la almohada pensando en el traserito del “gringo” y el de Teófilo, en su mente se propuso desvirgarlo a futuro, se le estaba haciendo costumbre a eso, también se arrullaba con las voces de los adultos avivando con canciones el nuevo alumbramiento que era enhorabuena de momento en la estancia.
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El ruido de motores de avión y el consecuente chirrido del tren de aterrizaje de los neumáticos en el piso asfaltado era señal de que Carlos Felipe del Olmo y su esposa llegaban al país natal, el país de la canela, sus familiares y allegados al verlos bajar por las escaleras se llenaron de regocijo ya que la señora del Olmo llevaba en sus brazos a un bebé, Serafín era el más emocionado pues tendría a su hermanito, en cuanto se acercaron vinieron los abrazos y los mimos con las cotidianas peleas entre Hermógenes y Serafín por tener en sus brazos al hermoso bebé cuyo parto se adelantó en el exterior teniendo nacionalidad americana, su nombre, Carlos Alberto, nacido en el mes juliano de 1942, al bajar del avión tenía casi tres meses de vida, las noticias en los periódicos de espacios sociales fluían, uno de estos diarios semanas después llegó a manos de Noelia, viendo las fotos de la feliz pareja con su hijito de ahora medio año de vida, esas escenas fotográficas hicieron congoja en la mujer que en varias ocasiones se había entregado al amor de su vida y ahora lo veía con otra que le había dado un hijo, “Otro heredero Del Olmo” decía el titular del tabloide cuyo artículo mostraba los pie de fotos: “Junto el otro heredero el apuesto joven Carlos Serafín”, “El protegido Hermógenes”, “La feliz pareja con su precioso neonato” pero lo que más le dio sobresalto a Noelia fue observar en una de las fotos en la que estaba Serafín con sus amiguitos de la academia militar aparecía su hijo Gustavo Adolfo, Noelia tuvo sentimientos encontrados, indescriptibles, su hijo Gustavito era amigo de Serafín, el hijo de Carlos Felipe del Olmo, aquel niño huérfano que un tiempo lo crió junto a su hermano tras la muerte de la madre, en ese instante nana Dulce se acercó con mirada incrédula fijándose al infinito el rostro sorprendido de Noelia atenta al periódico, ellas estaban sorprendidas, en su vista a la capital no habían dado cuenta de aquello, cerca de allí un rostro lleno de preocupación se mostraba, las súplicas eran constantes en las visitas a casa de Noelia por parte del hombre de negro llamado Emilio, hermano de Teodomiro , que deseaba viajar con su sobrino para ser conocido por derecho al resto de su otra familia paterna, Josefina muy atribulada estaba indecisa, al principio se pretextaba por que su hijo era muy pequeño para tan largo viaje, pero ante la noticia de los periódicos fue Noelia quien influyó para ir a la capital, necesitaba estar con Gustavito, dentro de si se decía que era mejor alejarlo de esa familia que tanto sufrimiento había tenido que no quería que su hijo tuviera ese mismo destino, así que, Emilio, Noelia, Josefina y el pequeño Gustavo Andrés Teodomiro partían a la capital, kilómetros de ahí la pareja de ancianos abuelos de Gustavito asentían irónicamente con cierta contradicción e indignación viendo el recorte periodístico de Carlos Felipe Del Olmo y familia, diciendo que los hilos del destino son tan elocuentes y formativos.
FIN DEL QUINCUAGÉSIMO QUINTO EPISODIO
Año 2025 esperando la última vacuna que sale cada 15 días acompañada del último capítulo de metmorfosis……..