Mi hijo, mi único alivio parte 7. La iniciación del padre de Rodri.
Me sentía muy caliente, la situación, el alcohol, José a mi lado mamándole el culo por primera vez a su bebé, todo me tenía a mil. Sentía que el culito de Dani estaba hecho especialmente para mi verga.
Mi hijo, mi único alivio parte 7. Pueden encontrar la parte 6, aquí: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/incestos-en-familia/mi-hijo-mi-unico-alivio-parte-6-rodri-se-une-al-juego/
Nuestra historia cada vez está acercándose al presente. A inicios de año, la empresa estaba lista para volver a abrir, lo que significaba regresar a mi empleo. Eso trajo complicaciones. Era volver a estar fuera de casa, que mi esposa dejara de trabajar y por ende, que las noches con Dani acabaran.
Verán, con ahora mi esposa de vuelta a ama de casa, no había ni un solo momento en donde mi bebé y yo pudiéramos estar solos, y si había oportunidad, eran momentos super breves.
Hasta ese momento, mi vida era un paraíso. Cogía con Dani a diario, y Rodri volvía a hacer visitas de «juego» dónde, nuevamente, tenía dos culitos a mi disposición.
La situación de Rodri iba lenta, hacía todo lo que le dijimos. Le hacía preguntas sexuales a su papá de forma inocente para provocarlo, le tocaba «descuidadamente» la verga o brincaba en su entrepierna, pero José lo apartaba incómodo. No lo regañaba, lo que era buena señal, pero eso no ponía contento a Rodri. Yo me llevaba la mejor parte, al ver su plan fracasar, Rodri se desquitaba las ganas de jugar conmigo, así que me llevaba premio doble, dos putitos de 8 años a mi merced.
Pero antes de regresar a mi vida laboral, tenía que disfrutar de la relación incestuosa que planeé para Rodri.
Mi plan inicial, fue mandar a nuestras mujeres a pasear y quedarnos solos con nuestros nenes, pero ese se desmoronó cuando me enteré que Laura se fue a visitar a su familia.
Así que decidí invitar a José para tomar unas cervecitas. Él aceptó y aquí va la historia, de la iniciación de José.
Era un martes, estaba preparando todo para recibir a mi amigo. Llené el refri de su cerveza favorita, ya que José es un puto borracho de lo peor. Borracho había hecho sus peores cosas, engañar a su mujer como ya les había dicho, chingarse a una trans y cogerse a una chavita que sé que ni a los 17 llegaba. Si de por sí, ese cabrón es un caliente, borracho es mil veces peor.
Hablé con mi esposa por teléfono y en punto de las seis pm, José y Rodri llegaron.
– ¿Qué onda, cabrón? -dijo José. Llevaba una playera overzise negra y unos shorts de mezclilla-.
– ¿Listo para tomar?
– Obvio puto, ya le dije a Laura que hoy me quedo a dormir jajaja.
– ¿En tu carro supongo, porque yo no te invité a dormir? -dije sonriendo-.
– Maaah, que puto. -riendo me nalgueó-.
Mi relación con José era lo mejor, ya casi no nos veíamos desde que nos volvimos padres prácticamente al mismo tiempo, pero aquellos momentos donde salíamos juntos, era como volver a vivir nuestros días de prepa.
Asé unas carnes y los dos, con nuestros nenes cenamos juntos.
Para eso de las 9pm, los niños estaban jugando en el cuarto de Dani, y nosotros ya llevábamos 2 horas de puro tomar en el patio. Yo tengo buena resistencia, pero evitaba estar muy tomado para poder seguir mi plan.
José ya se veía bien pedo, así que era momento. Comenzamos a hablar de temas más sexuales.
José platicaba que ya había dejado de buscar sexo con otras mujeres, ya que su mujer lo estaba atendiendo muy bien. Los temas se pusieron más calientes, cuando comenzamos a hablar de nuestras posiciones favoritas y cosas de ese estilo.
Rodri salió al patio y se sentó en las piernas de José.
– ¿Y Dani? -preguntó su papá-.
– Está en el baño. -respondió Rodri-.
Rodri se sentó en la entrepierna de su padre y comenzó a frotarse fingiendo estar acomodándose. José se veía incómodo, no sabía que hacer.
Intentó acomodar a su hijo en solo su muslo, pero Rodri se había aferrado a esa posición.
El culito redondito de Rodri justo en la verga dormida de mi amigo.
Tuve que cubrir la mía discretamente, que ya se asomaba en mis shorts deportivos. Las pláticas sexuales de hace un rato, no ayudaban a parar la erección.
Rodri tomó a su padre del cuello y lo llenó de besos en el cachete y el cuello, mientras el pobre de José intentaba esquivarlo.
– ¿Por qué no vas a ver si ya salió Dani, hijo? -lo apartó José-.
– No creo, dijo que va tardar.
– ¡Ve allá! Estamos platicando cosas de adultos. ¡Dale!
Aquel regaño fue suficiente para que Rodri brincara y se metiere, no sin antes darme una mirada de «lo intenté»
– Te pasas de culero. -le reproché-.
– Luego se cuelga de mí y ya no quiere bajarse, así le tienes que hablar para que haga caso.
– ¿Qué hizo el pobre Rodri? Te veías bien emputado.
Me miró fijamente unos segundos y le dio un trago largo a la cerveza que llevaba en la mano.
– Nos tenemos un vergo de confianza, ¿verdad, cabrón?
– Pues sí, pendejo.
Dudo nuevamente. Yo sabía que quería decir. Contarme lo que Rodri hacía. El plan que yo creé.
– Creo que Rodri va ser joto.
– jaja. Es de familia, entonces.
– No wey, neta. Ha estado haciendo cosas… raras.
– ¿Qué cosas? -forcé un tono serio-.
– Se me sube y como hace rato, se coloca en mi verga, wey. Sé que es a propósito, porque qué casualidad que siempre se pone mero en mi verga.
Intenté acordar nuevamente mi erección. Solo imaginarme a Rodri poniendo su culito redondo en la entrepierna de José, era suficiente para volverme loco. Cómo la verga de mi amigo crecería en medio de ese culito apretado.
– ¿No es coincidencia? Es un niño wey, no creo sea con malicia.
– Es demasiada coincidencia, que a cada rato me agarre la verga.
– ¿Y qué le dices?
– Nada, tampoco quiero regañarlo.
– Pues es normal, a esa edad los niños sienten curiosidad. Piénsalo, si fomentas esa curiosidad, es mejor.
– ¿Qué pedo? -me dijo intentando enfocarme parpadeando-. ¿Cómo que fomentar?
– Pues solo es curiosidad, wey. Los niños quieren descubrir su cuerpo.
– ¿Dani también lo hace?
José ya se veía hiper borracho. Era el momento oportuno.
Lo miré fijamente, mientras su semblante tambaleaba por el alcohol.
– ¿No o sí? -repitió ya sin risa-.
– ¡Dani!
Mi bebé salió al patio, con su shortcito infantil de carros, era uno que me encantaba ponerle. Era tan pequeño, que apretaba sus nalgas, hasta que parecieran 2 montañas detrás. Mi niño no llevaba trusita esa noche, por lo que su short se pegaba de manera hermosa en sus dos cachetitos.
Dani se sentó en mí, y yo mismo comencé a frotarlo lentamente en mi entrepierna. Mi verga ya semi erecta por el morbo de la situación, punteaba el culito de mi niño. Prácticamente sentía su culito desnudo en ese short ligero.
El mío era suficiente delgado para que mi erección apuntara directamente al culo de mi hijo.
José veía cada movimiento en shock, se veía confundido, pero no apartaba la mirada.
Volteé el rostro de mi pequeño de ya casi 9 años y devoré su boca. Mi lengua entraba y salía de su interior, intercambiando nuestra saliva en un beso morboso y lleno de amor. José veía fijamente cada movimiento nuestro.
Movía mi lengua rápidamente en el húmedo interior de mi bebé, su boquita húmeda, suavecita y con olor a refresco de la cena anterior.
– Vengan. -dije levantándome y yendo a la sala-.
Al bajar a Dani, mi verga estaba como una carpa en mi entrepierna y llenando de precum mi bóxer.
Ambos me siguieron, incluso José quien se tenía que agarrar de las paredes para no perder la estabilidad.
Me senté en mi sofá. José en el de enfrente.
Dani se arrodilló frente mío y comenzó a acariciar mi erección sobre mi short.
Sentía su pequeña manita intentar cerrar su mano en mi erección cubierta, mi verga tan grande que ni con su mano estirada era capaz de cubrir el tronco.
– Ves, nada mejor que tu propio putito en casa. Así nacen putitos, tú solo los crías.
Tomé a mi bebé, lo senté en mis piernas y comencé a besar lenta y cariñosamente el cuello de Dani. Sentía su piel erizarse a cada beso.
Con mis manos manoseaba cada centímetro de su cuerpo. Mi niño cerraba sus ojitos mientras la mirada incrédula de José no se despegaba de nosotros.
Bajé mi mano a su cintura y comencé a meter mis manos dentro su playera, sintiendo su suave piel de niño, su bello abdomen y sus tetillas blandas.
José estaba en silencio, parpadeando varias veces, como si quisiera confirmar que estaba pasando lo que veía y no era producto del alcohol.
– Atiende a nuestro invitado, amor. -bajé a Dani, quien se dirigió a la entrepierna de José-.
José no se movió. Conozco a mi mejor amigo, es un pervertido de mierda, no había forma que no se calentara. Sus papilas extasiadas y clavadas en mi pequeño, quien se arrastraba a su frente.
Dani tomó los bordes de la bermuda de José y tiró de ellos. José como reflejo, se levantó de la silla para permitir a sus bermudas caer a sus pantorrillas.
Llevaba un bóxer gris, que cubría semejante trozo, aun dormido.
Dani comenzó a sobar la verga de José, quien con las manos en el borde del sofá, lo veía sin ni una expresión.
Mientras las pequeñas manitas de mi niño sobaban tremenda verga adulta, José fijó su mirada en mí.
– ¿Prácticas incesto, cabrón? -me preguntó. Estoy seguro que la situación lo dejó sobrio, ya que me miraba seriamente-.
– ¿No te va? Sé sincero, no me vas a decir que no te calentó tener la colita de Rodri entre tu pito.
Dani tiró de sus bóxers, liberando una enorme verga morena, a juego con su piel. Aún flácida, esa madre debía medir unos 13cm dormida, porque de verdad era enorme. Estaba circunsidada y tenía la cabeza de un bello color rosado.
Dani la tomó del tronco y la llevó a su boca. La verga flácida de mi amigo, entraba y salía de la boca de mi propio hijo.
Dani ya era un experto, pudiendo manejar el grosor de José a la perfección. La vee
Pero José aún no cedía a la perversión, si bien, no hacía nada para impedir lo que pasaba, su verga tampoco iba cobrando tamaño.
Bajé mi short, y mi erección a su punto máximo, apuntaba al cielo. Tomé mi tronco y comencé una lenta masturbación, disfrutando como mi niño de 8 años mamaba la verga de mi mejor amigo de la juventud. Mi precum escurría de mi uretra, lubricando mi glande.
– Imagina a Rodri, cabrón. Cada que se sentaba en tu verga, como su culito se acomodaba perfectamente en cada parte de tu pito. -Le decía mientras miraba mi mano subir y bajar sobre mi verga-. Imagina su boquita, contener una verga de ese tamaño. Su culito apretado, suavecito, blanquito, el como puede aprisionar cada vena. Apretar esos dos cachetes y ver cómo escurre tu leche de ellos.
José tenía cara de pendejo, todavía no procesaba lo que estaba ocurriendo. Pero mi discurso, estaba funcionando.
Su verga iba creciendo de tamaño en la boquita de mi niño. La saliva de Dani iba resbalando en lo que se convertía en 20cm de carne de macho. Todo un team carne el hijo de perra. Su verga era muy morena, con los huevos casi negros, su vellos recortados y su cabeza rosada babeada por mi hijito.
El padre de Rodri tenía la boca completamente abierta, soltando gemidos cada que mi niño se llevaba su verga al fondo. Dani se ahogaba en semejante monstruo de verga, pero si podía con la mía que era casi del mismo tamaño, podía con ese trozote.
– Ahhh. -soltó mientras sostenía a Dani del cabello-. No mames. ¡A la mierda!
Eres un puto enfermo, Javier.
– Te la presté bien entrenadita. Si aguanta la mía.
José sonrió perversamente, viendo como el hijo de su amigo devoraba su pito con facilidad.
– ¿Y Rodri, papi? -Le pregunté a mi niño-.
– Se quedó viendo tele en mi cuarto, pa. -respondió mi hijo, mientras soltaba la verga de José-.
– ¿Qué dices, cabrón? ¿Unimos a Rodri?
No esperé a su respuesta, inmediatamente llamé a Rodri.
El bello hijo de mi compa llegó, con una sonrisa en el rostro, admiró a su padre con la cintura hacia abajo completamente desnuda y su mejor amiguito, pegado a la vergota de su papi.
Tenía tantas ganas de restregar a Rodri sobre mi verga, pero no sabía cómo reaccionaría José a ello, así que solo le pedí a Dani regresar a mi lado y a Rodri agacharse frente a su padre.
Dani se levantó, dejando la verga de José babeada y extremadamente erecta, apuntando al frente.
– ¿Apoco no quieres que la boquita de tu bebé reciba esa verga? Que su lengüita de niño saboree tu cumeada.
Rodri no despegaba los ojos de su papi, quien también lo veía fijamente.
– Sé que te gusta cabrón, sé que se te paraba cada que Rodri te la tocaba, no te hagas. Nadie va decir nada, es nuestro juego.
Ahí estaba. Misión cumplida.
José sonrió ampliamente.
– Eres un puto enfermo, cabrón. -contestó mientras tomaba su erección y la llevaba a la boca de su nene-.
Una enorme sonrisa apareció en Rodri y devoró el trozo que lo trajo al mundo.
José tomó la cabeza de su nene y comenzó a guiar las mamadas de Rodri. Él no era un experto como mi Dani y su fijación oral, pero nuestros juegos habían hecho de Rodri una buena boquita.
El hijo de mi amigo, intentaba contener semejante trozo en su boquita, soltándolo para poder respirar y provocando arcadas.
– A la madre. -reprimió José-. Pero si mi niño le entra casi toda. ¿Tú lo iniciaste, cabrón?
– Tal vez. -respondí mientras mi niño masturbaba mi erección-.
– Jamás creí que fueras un pedo, cabrón. Siempre son los que se ven más calmados.
Mi mejor amigo pervertido de nacimiento, un poco de alcohol y un niño con ganas de verga. Es una combinación excelente. Recomiendo tener amigos pedos para poder disfrutar de estos juegos.
Tomé mi tronco y lo ensarté en la boquita de mi bebé. Dani hizo garganta profunda y yo me estremecí al placer.
Tomé la carita de mi bebé y comencé a embestir su boquita, dejando en la sala ruidos de chapoteo. Sentía la suavidad de la boca de mi bebé y su saliva escurría de mi tronco a mis huevos.
Pero mis ojos no se despegaban de la escena al frente.
José, un macho alto, robusto tirando a mamado, con una verga enorme, alimentando por primera vez a su hijo.
Tomaba su tronco y lo aporreaba en la boquita de Rodri. Su vergota casi ocupaba el rostro de ese pequeño.
El pequeño putito, sacaba desesperadamente su lengua. Su boca no podía con tanto trozo.
Su padre miraba con lo que creo era orgullo y una sonrisa, como su propio hijo hacia desparecer su glande entero en su boca.
Y así, en mi sala, dos machos vergones con el pito por fuera eran atendidos por boquitas de 8 años.
– Vamos a al cuarto. -dije terminando de quitarme mis shorts y bóxers, dejándolos en el piso de la sala-.
José hizo lo mismo y los guíe a mi cuarto.
Acosté boca arriba a Dani, sobre la cama y lo depsojé de su playera. La luz de la habitación brillaba en el cuerpo blanquito de mi niño.
Comencé a besar su abdomen bajando a su ombligo. Tomé las orillas de su shortcito y tiré de él.
Poco a poco fui revelando el culito de mi niño y al final, dejé descubierto ese enorme culo blanco que rebotaba cada que iba tirando del shortcito.
Toda mi mano cubría un cachete, con desesperación comencé a manosearlo y admirar como su culito rebotaba nuevamente a mis movimientos bruscos. No sabía donde posar mi mano, quería sentir todo a la vez.
Comencé a devorar su entrada, mientras el sabor saladito del sudor de mi bebé inundaba mi lengua; su anito iba cediendo a mi lengua y dejaba que pruebe el inicio de sus paredes anales. Dani gemía, lo escuchaba y me volvía loco, con cada exclamación de mi bebé, yo aumentaba los lengüeteazos a su culito.
Por una vez, solo éramos Dani y yo, estaba perdido en el hoyito de mi niño, ya no me importaba y ni recuerdo que hacía José en ese momento, solo tenía cabeza para seguir devorando esas nalgotas.
Con mi lengua por fuera, comencé a lamer desesperadamente su anito, como si alguien fuera a arrebatarmelo, cubriendo cada parte de él, por dentro y por fuera.
Quería ahogarme en ese culo, quería suspirar cada aroma, retener cada sabor y llegar a cada rincón. Mi mayor debilidad, el culo de mi hijo.
Dani estaba perdido en mi trabajo.
– Papi, ponla ya en mi culito. Ya no aguanto. -la voz de mi niño era una orden…una súplica-.
– Ahí va mi amor.
Antes de ensartar a mi pequeño, mi mirada se perdió en la escena de al lado.
José mamaba el culo de Rodri, abriéndolo con una mano y masturbando ese pitote con la otra.
Paré un momento, acariciaba a mi niño, pasando mi mano de sus tiernos labios a su culito, mientras disfrutaba el espectáculo de mi mejor amigo y su nene.
– ¿Qué tal? -pregunté mientras José dejaba el culo de su niño para tomar aire-.
– Vete a la verga, cabrón. Nunca había mamado una culito de vato, menos de un putito.
– ¿Rico o qué?
– No mames, delicioso.
– ¿Está rica la colita de tu niño?
– De mi bebé… -respondió José besando con morbosidad a Rodri-.
Abrió los glúteos de su niño, dejándome ver el ano estrecho de Rodri.
– Ssss. Papi te va dar verga, mi amor. ¿Se la vas a aguantar a papi? -preguntó José a su niño, que solo suspiraba de la sensación-.
– Sí papi. -respondió Rodri-.
José volvió a hundir su rostro en el culo de ese niño, mordiendo sus nalgas, nalgeandolo con fuerza y dejando su mano marcada.
Mi verga estaba a reventar, la tenía roja de la excitación y chorreando precum a montones.
Tomé boca a bajo a mi nene y tiré de su cintura para acercarlo a mí. Coloqué mi verga en su entrada y gracias a mis babas cedió a mi invasión.
Mi niño se recostó en la cama, gimiendo mientras mi verga iba abriendo ese culito lentamente.
Me recosté en su espalda dejando que su culito se acostumbrara a mi verga.
Tomé el rostro de mi niño y compartimos un beso morboso, sentía su aliento calentito cada que suspiraba. Comencé a embestir suavemente.
– Ahh. Papi, me gusta tu pipí en mi colita, papi, papi, papiiii…
Llevé mi erección al final, golpeando su próstata infantil. Su interior estaba calentito, húmedo y aún estrecho, hacía presión en mi verga. Me sentía muy caliente, la situación, el alcohol, José a mi lado mamándole el culo por primera vez a su bebé, todo me tenía a mil. Sentía que el culito de Dani estaba hecho especialmente para mi verga, que se entrelazaban de manera perfecta, como candado y llave, todo destinado a ser.
Dani se levantaba, se acostaba, gemía, suspiraba, todo mientras yo iba agarrando ritmo dentro de su culito.
Me estiré al culo de Rodri, haciendo que de la sorpresa, José dejara de mamar.
Tomé los glúteos de ese niño y los abrí, dejándole el hortito abierto para su papi, quien con una sonrisa decidida siguió llenando de babas esa colita y yo embestía a mi bebé.
José bajó a Rodri de la cama y se acostó en ella. Se liberó de su camisa aventándola al piso.
– Cómele la verga a papi. -ordenó a su putito-.
Rodri comenzó a intentar comerse ese tronco.
Dejé de penetrar a Dani y le ordené hacer lo mismo.
Antes de recostarme, José colocó su brazo sobre mi cuello y quedamos abrazados. Para este punto, los cuatro nos hayabamos sin una prenda.
Dani mamaba como si su vida dependiera de ello, iba de mis huevos cargados a mi glande, llenando toda mi entrepierna de babas. Rodri miraba lo que pasaba e intentaba copiar lo mismo con su papi.
José no resistió e inmediatamente paró a Rodri, subiéndolo a su erección.
Dándole la espalda, Rodri comenzó a quejarse mientras esa verga iba abriéndolo.
– Ay, está muy grande papi, no me entra. -suplicó Rodri-.
En José había una mirada que antes no había visto.
Tomó de la cintura a su niño y lo clavó salvajemente dejando a Rodri gritando.
Él niño intentó safarse, pero José lo tomó con fuerza y lo acostó boca abajo.
Con una presión fuerte, lo sostuvo de la cintura y comenzó a seguir insertando su verga en el culito de su hijo.
Rodri suplicaba a su papá que pare, pero José no tenía ni la más cercana intención.
Recostó su enorme cuerpo en el pequeñito cuerpo de su hijo, cubriéndolo por completo y se la dejó ir directamente.
Dani seguía mamando, mientras yo miraba como los ojitos de Rodri lagrimosos suplicaban que su papi parara.
«NO PAPI, YA SÁCALO» De forma desgarradora, Rodri lloraba desconsoladamente mientras su padre embestía con violencia ese culito.
Tanto que pedía la verga de su papá, ahora no la aguantaba. No soy fan de forzar a los niños, pero ese cuerpo peludo y virilidad violando al cuerpito delgado de Rodri me prendió.
Tomé a mi hijo y lo senté en mi verga, su culito rápidamente cedió. Como la puta que es, comenzó a cabalgarme mientras yo disfrutaba con los ojos pelados las súplicas de Rodri.
Mis ojos estaban perdidos en como el enorme culo peludo de José rebotaba al ritmo de su violación.
Ver la vergota intentar entrar por completo en ese hoyito por la fuerza, me dio un morbo enorme. Tomé a Dani de la cintura y mientras que él me cabalgaba, yo lo sentaba con desesperación en mí.
De Rodri ya no salían palabras, solo un llanto con voz ronca.
José comenzó a nalguear a su hijo, dejando su mano marcada en él, con golpes fuertes.
– ¿La putita suplicaba verga y no la aguanta? Eso querías, que tu papi te rellene, pues aguántate.
Veía su verga entrar y salir del culo ya rojo de Rodri.
Tuvo que tapar la boca de su hijo para ahogar sus llantos.
Yo sentía mi precum hacer resbalar cada vez más fácil mi verga en él interior de Dani. Mi pelvis topaba con el culo de mi niño, él solo gritaba a cada embestida, ignorando como su amiguito era embestido salvajemente por su papi.
José abría y retenía las manitas de Rodri, mientras el pobre niño pataleaba intentando safarse de su padre.
Pero él solo lo veía con ojos perdidos, abrió nuevamente a Rodri y lo embistió con fuerza, ocasionando que su gruesa verga entre un poco más en ese estrecho culito.
Rodri ya no gritaba, solo sollozaba mientras su hoyito era desgarrado por una verga descomunal.
Salió del culito de su nene, con la verga parada y con rastros de sangre.
Con bestialidad comenzó a gemir mientras se masturbaba. Varios chorros saltaron a la entrepierna y pecho de Rodri, quien acostado ni se movía. José bufaba cada que soltaba un chorro. Tomó a su pequeño hijo y comenzó a besarlo mientras le susurraba algo que no podía escuchar.
Comencé a embestir con más fuerza a Dani.
– AY PAPI, YA PAPI. DAME A MIS HERMANITOS PAPI. PAPI, PAPI
Mi niño suplicaba, se retorcía, se movía en mi verga como la putita que es. Sentía la lechita subirme al glande.
Tomé a mi niño y lo estrelle boca arriba en la cama, coloqué sus piernas en mi pecho y seguí embistiendo. Usualmente me encanta ver mi lechita en el rostro de mi niño, pero estaba tan caliente y con solo una idea. Rellenarlo.
Embestí y embestí, hasta que varios chorros llenaron el culito de Dani. Me quedé dentro unos segundos más, mientras mi verga iba saliendo del hoyito de mi bebé.
Abrí sus glúteos y admiré mi trabajo, como mi semen escurría por esas nalgotas blancas. El anito completamente abierto y rojito de Dani.
Lo besé, tiernamente, luego salvajemente.
Me tiré en la cama. Ya era tarde, los niños cayeron desnuditos, profundamente dormidos.
José y yo platicamos toda la madrugada, sobre cómo inicié a Dani, cuanto le gustaba sentir el culito de Rodri y finalmente le aconsejé entrenar pacientemente a su niño, para que lo de hoy no se vuelva habitual.
Y así, los cuatro dormimos oliendo a sexo, sudor y mucha perversión.
Q rico gozo a su putito, si quería verga debe aguantarla …
Me vine bien rico con la adición de José a la historia, sigue contando pero ahora con José sobrio y con golpes de pecho, pero cayendo en la tentación. Neta que buen relato .
Hola muy bueno como sigue