Mi primo y yo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Bueno.
Comenzaré regresando hace muchos años, tratando de recordar.
Yo soy de piel ni morena ni blanca.
Mi pelo es negro totalmente y liso.
Cuando tenía 10 años mi cuerpo era bastante voluminoso, en el sentido que tenía mucha pierna —algo que hasta ahora no recordaba, pero que me apenaba.
No era alguien de buen cuerpo respecto a mi abdomen, puesto que jamás hice o hacía ejercicio, o me sometía a trabajos duros por la falta de algún Padre que me orientara a hacer cosas de "hombres", así que era un poco gordito.
Mi primo Andrés, por el contrario, era de piel blanca, con cabello quebrado color negro, su cabello era casi chino completamente.
Algo que envidiaba de el, porque no tenía que peinarse cuando acomodaba su peinado.
Andrés a diferencia de mí, tenía a su Papá, el cual le ponía trabajos duros, por lo que Andrés a la edad de 11 años tenía un cuerpo que cualquier pedofilo desearía.
Cabe destacar que Andrés era un Adonis cuando niño.
Sus piernas musculosas a pesar de su edad, y no tenía abdomen, pero estaba delgado a comparación de yo.
Sus brazos eran musculosos y lo mejor de todo era que él casi cumplía los 12 años.
El era más alto que yo, solo unos centímetros.
Su voz era demasiado sensual.
A su edad, hacía trabajos como albañilería y esas cosas las cuales a veces solía hacer con él, casi sin éxito.
Pero vamos al grano.
A esas edades, nosotros nos juntábamos demasiado.
El iba a mi casa después de que salíamos de la primaria, lo cual me excitaba, porque el usaba Pants los viernes.
Un pants color vino, el cual le quedaba bastante bien para su trasero redondo perfecto y su pequeño bulto de niño que solía notarle cuando corría.
Un día, fuimos a su casa en Ixtapaluca, eran esas casas color naranja.
La verdad no sé mucho de eso, pero era como estar en Springfield de México, con tantas casas parecidas.
La de mis tíos era de tres pisos, con 4 recámaras.
Yo obviamente, siempre me dormía con Andrés y su hermano estaba todavía muy pequeño, así que dormía en una cuna a pesar de su edad.
Cuando nos acostamos, apagamos la Luz.
Andrés siempre ha sido heterosexual, y un macho por excelencia.
Nos quitamos la ropa y pude notar su calzón de una tela bastante delgada.
No se imaginan lo rico que se veía.
Su pene estaba totalmente erecto, y sus nalgas ahí, perfectas y redondas de tanto jugar fútbol.
Sus brazos musculosos y su cuerpo delgado pero fuerte.
—Tienes grandes piernas —me dijo, mientras me ponía el pijama.
—Gracias, tú igual.
—Le respondí.
Después de eso, empezamos a platicar de sus novias y sus cartas que le mandaban.
Había una que decía: Qué traserote tienes papasito.
Pero esa carta me la quedé, sin que él la viera.
AL cabo de un rato, nos echamos a dormir en la cama de solo dos cobijas.
Se dirigió hacia la puerta, donde estaba el apagador.
Su pijama era color azul, de una tela delgada, como la de las camisetas.
Y una playera que hacía juego con el pantalón.
Yo tenía un short de mi tía, lo cual me daba pena porque mostraba demasiado las piernas.
Cabe mencionar que el short me lo prestó para dormir.
Cuando nos acostamos por fin, nos quedamos viendo el uno al otro, debajo de la luz sombría azulada que entraba por la ventana.
—¿Alguna vez has hecho el amor? —me preguntó.
—No, pero creo que es cuando el hombre y la mujer se tocan sus partes —le respondí, con inocencia.
—¿Y si lo hacemos?
La verdad mi pene estallaba en ese momento.
Porque olvidé decir que antes de ese momento, los dos nos bañamos antes de acostarnos.
—¿Cómo se hace? —pregunté, ya muy excitado.
—Mira, dame tu mano.
Saqué mi mano de las cobijas, entregándosela.
Su mano era áspera, tipica de un niño varón.
Después de eso, bajó mi mano hacia su pene, el cual estaba duro.
Comencé a tocarlo del glande, acariciándolo con demasiada lujuria.
Después de unos instantes, me metí a las cobijas, para después bajarle el calzón de esa tela delgada que me prendía más.
Acerqué mi cara hacia su pene y empecé a olerlo.
Me encantaba ese olor, de verdad era riquísimo.
—Chupamela —me ordenó.
Sin pensarlo dos veces, me lo metí a la boca, pero solo usando los labios, sin usar la lengua, porque me daba algo de asco en ese momento.
Después, mi primo gandalla, me tomó de la cabeza y me empujó hacia su pene, hasta meterlo todo a mi boca.
Para ser de 11 años, tenía un pene enorme y blanco, el cual ya remarcaba algunas venas.
Por fin decidí usar mi lengua, así que empecé chupandole el glande.
Era un sabor salado, pero rico, y el tronco de su pene no tenía sabor, solamente era piel de niño.
Sus testículos chocaban con mi barbilla, lo cual me prendía más.
Siguiente a eso, traté de sacarlo de mi boca pero Andrés no me dejaba.
Jamás había chupado un pene, así que estaba generando mucha saliva revuelta con su olor varonil.
Volví a forzar mi cabeza hacia atrás, porque ya tenía la saliva saliendo.
El empujo su pene.
Lo sacaba hasta la mitad y volvía a meterlo, así durante un buen tiempo hasta que al final, lo metió tan duro que me lastimé la lengua, pero era riquísimo.
Un liquido salió de su pene, lo cual inmediatamente se revolvió con el mar de saliva que tenía dentro.
Mis cachetes estaban inflados, y por las orillas de mis labios ya empezaba a derramarse todo.
Después, su cuerpo se relajó y me soltó de la nuca.
Antes de que su pene saliera de mi boca, me dijo algo
—Tomatelo, sabe rico, no seas marica
No podía hablar, así que con mucho esfuerzo, me lo tragué.
Los primeros cinco segundos tuve demasiadas ganas de vomitar, pero después vi que lo hecho ya no se podía revertir.
Su pene empezó a hacerse flácido hasta llegar a un tamaño diminuto.
Siempre me gustaba ver el pene en su estado flácido.
No pude ver cuánto semen sacó, pero imagino que eran sus primeras eyaculaciones.
Después de que subí hasta mi almohada, bajé mi mano hasta su pene y lo tocaba jugando con él.
Al cabo de unos 10 minutos, me dijo:
—Ahora vamos a intentar algo que vi con mis amigos en la sala de computación.
—¿Qué quieres intentar? —pregunté, emocionado como cuando haces travesuras.
—Bueno, vi que le metían el pene a las mujeres por atrás
Aquella idea era aterradora.
No había escuchado de eso.
Solamente pude voltearme, y bajé mis shorts junto con mi calzón.
El me puso boca abajo y se montó en mí.
Primero empezó a pasar su pene entre mis gluteos, lo cual era excitante.
Así estuvo durante un momento hasta que se escupió la mano y ensalivó su miembro.
Lo metió con dificultad, pero al final lo metió.
Dolió demasiado, así que le dije que se detuviera.
Pero él era demasiado abusivo, así que lo metió con fuerza y yo me puse a llorar en silencio, después siguió derramando saliva entre mis nalgas, hasta que se hacía una costumbre el mete y saca de su verga.
Su casi grave voz me hablaba al oído diciéndome que se sentía bien.
Cuando terminó, sentí el líquido correr dentro de mí.
Sacó su pene y lo demás cayó en mi espalda baja.
En ese momento yo ya había logrado el orgasmo al rozar mi pene con las cobijas.
Estabamos sudando, pero más él, que se recostó en mi espalda, mientras aún movía su pene entre mis nalgas.
Después de eso, se subió el calzón y el pijama y se fue a su lugar de la cama, durmiéndose.
No nos hablamos.
Yo quise hacer lo mismo, pero quería quitarme lo que me había dejado en la espalda, así que me quité la playera y fui al baño.
El líquido era como jabón transparente.
Pegajoso.
Me lo quité y después me fui a acostar, seguí tocándole el pene por encima del pijama, lo cual me gustaba más.
Así tuvimos sexo por varias veces.
El era demasiado inmaduro, por lo que una vez se orinó en mi boca y yo escupí, largandome al baño.
Actualmente, el tiene 19 años y yo 18.
Se vino a vivir con nosotros a los 15, por problemas familiares.
Obviamente dejamos de hacer eso cuando él cumplió 14 y él empezaba a tener más novias.
Lo hubieran visto en secundaria, con su uniforme y su cuerpo tan justo y sexy.
Me prendía ver el paquetote que tenía el cual no le importaba mostrar.
Me daban tantas ganas de tocarlo, hasta que un día llegó de la escuela (el iba en la tarde, así que llegaba de noche) Se recostó y se durmió con el uniforme.
Ya cuando empezó a roncar, le toqué el paquete por encima del pants y después intenté bajarlo un poco, para descubir su verga acomodada hacia arriba por debajo del bóxer rojo que llevaba.
Lo olí y olía tan rico como la primera vez.
Ese aroma era único de él.
Cuando quise bajarle el bóxer se movió, entonces me fui.
En otra ocasión, ya cuando él era más grande, tal vez él tenía ya 17 años, todo un hombre joven.
Era el sueño de cualquier mujer puta, y eso me ponía caliente.
Deseaba que me violara con toda su brutalidad.
Su voz se había hecho tan grave que a veces me ponía erecto de escucharlo.
Su grande espalda y su vello que le comenzaba a crecer en el abdomen.
En ese tiempo el era un desorden de persona.
Su hombría era enorme, hablaba de las mujeres como si fueran muñecas sexuales.
—Ojalá yo fuera mujer, para que me tratara como una—
En algún momento de sus 17 años, llegó borracho, o drogado, no recuerdo.
Pero se acostó en el sillón y yo en esos tiempos no dormía por quedarme jugando.
Entonces todos se fueron a dormir.
Los ronquidos de Andrés eran hermosos.
Llevaba puesto unos Short negros puestos, que se había colocado al llegar, desorientado.
Esa era mi oportunidad, y tal vez la última que podía tener.
Le toqué el miembro por encima del short, como costumbre.
Sus piernas peludas me prendían más.
Después le fui bajando el short, para encontrarme con sus bóxer azules que remarcaban ese pene, inclinado hacia arriba, como solía tenerlo él.
Andrés no se movió, pero dejó de roncar, así que decidí detenerme.
Me estaba jugando muchas cosas, porque si el despertaba, reaccionaría de la peor forma.
Me arriesgué más, y le bajé el bóxer.
Su pene ya no era blanco, como cuando éramos niños.
Tampoco era negro, pero estaba algo bronceado ya.
Su glande salía casi a la mitad, por lo que fui jalando su carne, hasta pelar completamente esa verga de dioses.
Su miembro estaba dormido, así que intenté estimularlo.
No noté que Andrés había dejado de roncar otra vez.
Lo volví a oler y me excitó aún más recordar ese olor.
Me masturbé lentamente mientras le tocaba la verga.
Mi cara estaba a punto de estallar, de la sangre que corría por mi cabeza.
Cuando empecé a acercar mi boca hacia su pene, el cual ya estaba medio erecto, iba a chuparselo.
Estaba a centímetros de chuparlo, cuando se movió.
Dejé su pene dentro del bóxer rápidamente y con cautela, para después subirle el short y me eché a correr silenciosamente a la cocina.
Se despertó después de unos segundos.
Rogué porque no se haya dado cuenta.
Tenía miedo de que me fuera a acusar, porque nadie sabía mi sexualidad.
Pero solamente se volvió a dormir, desorbitado.
Ahora ya no vive con nosotros, se ha ido con una mujer.
Ha perdido el encanto.
Creo que he madurado y me dejé de ilusionar con él.
Ahora lo veo como un primo, como debí verlo siempre.
Por cierto, me pregunto si él recordará todo lo que hicimos de pequeños.
Porque ahora que crecí y conozco demasiado del sexo, tengo instintos.
Me da miedo ser un pedofilo a la larga, pero fantaseo con ir a la secundaria y ver esos jóvenes cuerpos tentadores con uniformes escolares tan excitantes que llevan los varones.
Quisiera tener sexo con varios adolescentes a mi lado, con ese uniforme de secundaria.
¿A quién no le gusta fantasear?
Espero les haya gustado.
El relato es real, nada es ficticio.
Por eso no perdí la oportunidad de contarles, porque algún día talvez lo olvide.
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